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Woods por Dakuraita

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Notas del fanfic:

Una historia dulce nacida de mis deseos de escribir de esta tan poco popular pareja, y música clásica que cuenta historias diferentes a sus oyentes. 

 

Espero disfruten este trabajillo. No creo que vaya a ser algo demasiado largo, es escritura por gusto y placer. 

Notas del capitulo:

Se recomienda leer con música tranquila, para ambientarse mejor, pero realmente, leanlo con comodidad y relajense un rato. ¡Les deseo la más placida de las lecturas!

 

Con amor: Daku 

Un humilde hombre que vivía en el bosque se ganaba la vida como leñador; cada mañana talaba un par de árboles y tras horas de ardua labor vendía su leña a los del pueblo para ganarse el pan de cada día, quizá unas mantas o aceite para las lámparas. Si le iba bien, compraba una cabra o una gallina, para tener algo de alimento fresco. Vivía solo pero gustaba de la compañía, era un hombre amable, alto y fuerte, un gran partido para muchas damas del pueblo; el leñador, sin embargo, no tenía demasiado interés en el romance, aunque la compañía se le hacía agradable y la idea de una esposa jamás es demasiado terrible, el leñador sabía que no tenía los recursos para mantener a una esposa y menos a unos niños. Ser leñador tenía sus altas y sus bajas, había tiempos malos en los que el hambre era común en ciertas noches, ¿cómo podría él tomar responsabilidad de alimentar más bocas si apenas podía con la suya? Las cosas estaban bien como estaban. Tenía una hermosa cabañita, alimento, trabajo  y una hermosa vista.

 

Un día, cuando el leñador tomó su hacha y salió a trabajar como de costumbre, se topó con un árbol especialmente grande, posiblemente tardaría un buen tiempo en talarlo; le daría buena leña y en una cantidad que le permitiría un buen negocio, incluso, si tenía suerte, podría comprar una vaca para así tener leche fresca un tiempo. Así pues, se preparó para iniciar su trabajo, cuando notó algo: Un par de ojos jade que le espiaban desde la lejanía. El leñador en inicio creyó que estaba alucinando, ¿quién estaría en el bosque tan temprano? Todos en el pueblo tenían sus tareas que hacer para ganarse el pan del día, nadie tenía el tiempo de salir a pasear a horas tan extrañas. No obstante, los ojos estaban ahí y el leñador tuvo que dejar su hacha y llamar:

 

—¿Hola? ¿Quién anda ahí? ¿Se le ofrece algo?

 

—Quería saber quién está tirando a nuestros viejos hermanos —respondió con vocecilla malhumorada quien observaba a los lejos.

 

—¿"Viejos hermanos"?

 

—Todos aquí somos hermanos, pero ellos son los viejos hermanos —explicó.

 

El leñador pensó: «Estoy perdiendo la cabeza, ¿será fiebre?»

 

Pero no estaba enfermo, estaba más saludable que nunca, era joven y había dormido y desayunado adecuadamente. No había razón alguna para tener malestar o alucinar, por lo que el leñador se preguntó: ¿será real todo esto?

 

—¿Quién eres? —preguntó el leñador.

 

—¿Para qué quieres saber? —inquirió la voz.

 

—Porque… —el leñador se quedó pensando— supongo que así es como se empiezan las cosas.

 

—¿Eso crees? —interrogó la voz, un poco más curiosa.

 

—Sí, eso creo —el leñador suspiró y observó los hermosos surcos que había en la corteza del árbol—. ¿Sabes? —dijo— es complicado entablar una conversación si estás tan lejos, ¿te podrías acercar?

 

—No, no mientras esa cosa esté cerca.

 

«El hacha», concluyó el leñador.

 

—Bien, la alejaré, ¿de acuerdo? —el leñador tomó su hacha y la dejó tan lejos, que aun si estuviese en peligro, probablemente no podría alcanzar el instrumento a tiempo—. ¿Así está mejor? —preguntó.

 

—Sí, lo está.

 

Entonces una criatura hermosa se mostró, la luz del sol bañó su figura, revelando al portador de los ojos jade. Se trataba de un muchacho, posiblemente de la edad del leñador, tal vez más joven. Era hermoso, tenía facciones elegantes y femeninas, como un hada de cuentos o una hermosa princesa; sus ojos jade brillaban intensamente contra la luz y su cabello negro como la madera de ébano ondeaba libre, cayendo en sus hombros. El joven estaba desnudo, no portaba prenda alguna que cubriese su torso; su piel era clara y parecía hecha de marfil; sin embargo, la mayor sorpresa se la llevó el leñador cuando observó el cuadro completo, apreciando unas piernas, que en realidad eran como patas de cabra. Y, observando con más atención apreció una cornamenta, un par de cuernos negros que nacían desde su cabeza y crecían en dirección posterior, además notó que en su cabello se ocultaban unas orejas negras que se movían ligeramente.

 

Un fauno, ¡Un fauno! Uno real, vivo, parado frente a él, observándole desdeñosamente y sin confianza alguna.

 

—¿Quién eres? —preguntó nuevamente el leñador.

 

—Yo, soy Reo Mibuchi, el fauno que habita las tierras más hacia el norte, pero por petición de los sabios he venido a ver qué le sucedía al bosque —reveló Reo el fauno, ahora el leñador tenía más preguntas pese a todas esas respuestas—. ¿Y tú, hijo de Adán?

 

—Mi nombre es Kiyoshi Teppei y… —se sintió apenado por primera vez de decir su profesión— y… yo soy un leñador.

 

—Eso veo —respondió el fauno, caprichosamente—. ¿Para qué tiras a los hermanos viejos? ¿Te han ofendido?

 

—No se trata de eso, —la vergüenza iba en crecida— lo hago para ganarme la vida.

 

—¿Cómo funciona eso? —el fauno parecía interesado, uno de los cascos de sus patas dio unos golpecitos al suelo—. No tengo idea de que hacen los hijos de Adán para vivir; no solemos acércanos demasiado,  sabemos de ustedes, pero solo qué son, nada más.

 

—¿”Nosotros”? ¿Hay otros como tú o…? —inquirió Kiyoshi, asombrado y… aún algo incrédulo de que realmente esto estuviese pasando.

 

—Nosotros —repitió Reo señalando todo a su alrededor—. Sabemos que los hijos de Adán no se ven como parte de nosotros, los hijos del bosque, que amamos a nuestra madre y somos todos hermanos; aunque, claro, siempre habrá uno que otro traidor.

 

—Vaya… eso es algo… ¿asombroso, supongo? Pensé que el asunto de las ninfas y faunos eran mera cosa de cuento —el fauno sonrió ante esa afirmación—. Entonces, ¿qué deseas saber?

 

—Por supuesto que creen que somos un cuento, las historias las cuentan aquellos que nos han visto, o han creído vernos, los hijos de Adán suelen compartir el conocimiento mediante historias, eso lo hemos escuchado todos, nos lo cuentan también los duendes, que son los más juguetones y los que suelen acercarse más a ellos; nosotros gustamos de canticos —el fauno parecía muy cómodo y orgulloso hablando, aunque en su voz no había egocentrismo, era una voz suave y amable—. Cuéntame, Kiyoshi, ¿para qué te ganas la vida?

 

—Corto leña y la vendo, la leña la usan las personas para mantener sus hogares calientes o bien para mantener al fuego vivo un buen rato; suelen pagarme con comida, lana, telas u aceite para mantener las lámparas encendidas, que nos da luz para ver de noche; se requiere hacer esto usualmente cada dos días, durante meses, para así poder resguardarte del invierno y no preocuparte de morir de hambre o frío.

 

El fauno escuchó atento, sin molestarle o importunarle, parecía procesar cada cosa que el humano le contaba, y sus cascos aunque daban pequeños golpecitos al suelo, no pasaba más lejos que eso. El fauno meditó la respuesta del humano a conciencia y entonces preguntó:

 

—¿No pueden hibernar?

 

—Lamentablemente, no —Kiyoshi tomó asiento a la sombra del árbol, y al hacerlo reconsideró el talarlo, tal vez elegiría otros árboles más viejos y menos frondosos, sería menos leña pero valdría la pena. El fauno por su parte dobló un poco sus patas y logró sentarse a su lado, dejando sus largas patas de lado contrario.

 

—¿Y es necesario absolutamente que tales a los hermanos viejos? —inquirió Reo.

 

—Quisiera que no lo fuera, pero todos dependemos de ellos de momento —Kiyoshi observó el bosque—, lamento si estoy talando a tu familia, usualmente intento que sean árboles muertos, ya que la leña seca quema mejor, pero no siempre es posible.

 

—No puedo juzgarte si es en pro de la naturaleza, aunque admito que no me agrada la idea —el fauno acarició el árbol y de pronto de este brotaron miles de flores; Kiyoshi observó tal cosa azorado, ¡Qué cosa más hermosa! —. Nuestras leyes incluyen el respetar a otras criaturas, y no interferir con los hijos de Adán aún si no estamos de acuerdo con ellos, es algo ancestral, más antiguo que tú o yo; por eso no te detuve hace un momento, quien decidió detenerse al verme has sido tú… Dime, hijo de Adán, ¿piensas terminar con el gran hermano, pese a que justo ahora nos provee de sombra? ¿No puedes perdonarlo?

 

—Lo haré, creo que me las apañaré bien de todas maneras —Kiyoshi sonrió ampliamente— la vaca tendrá que esperar un poco.

 

—¿Para qué quieres una vaca? —preguntó Reo.

 

—Porque me gusta la leche, es buen alimento.

 

—Tenemos eso en común —comentó el fauno—, quienes sobrevivimos por primera vez de leche entendemos bien esa necesidad, quienes nos dan luz nos dan fuerza con ese alimento, y la naturaleza, si es buena, nos permite beber una vez más, aunque no suele ser de nuestras madres una vez que crecemos.

 

—Lo mismo con nosotros —dijo Kiyoshi—. Reo, si prometo que solo talaré árboles muertos, aun si paso hambre por ello, ¿podrías hacer algo por mí?

 

El fauno pareció dudar, pero accedió.

 

—¿Qué es lo que deseas a cambio de tu promesa, Kiyoshi?

 

—Compañía —respondió— paso mucho tiempo solo, y supongo que incluso el hambre puede soportarse mejor cuando no se está solo, ¿qué me dices?

 

—¿No prefieres estar con otros hijos de Adán, y con hijas de Eva?

 

—Me agrada estar con las personas, pero por más tiempo que pase en el pueblo, al final termino solo, los inviernos son largos y aunque puedo resistir la soledad, me gustaría tener con quien hablar aquí en el bosque, además, si yo no tengo alimento, sé que no te haré daño porque tú puedes vivir del bosque, ¿no?

 

—Lo que dicen las historias son ciertas —corroboró Mibuchi— los faunos podemos comer carne, beber leche y gozar de los frutos, pero también podemos subsistir solo con rocío y luz de sol, porque somos “los hijos amados”, tenemos una fuerte conexión con la fauna y la flora, más que las ninfas incluso. Los centauros son muy celosos de esto, aunque ellos tienen algo que los faunos no, pueden leer las estrellas.

 

—Eso es algo increíble —una chispa resplandeció  en los ojos caoba de Kiyoshi.

 

—Cumpliré tu pedido, y tú cumplirás tu promesa, ¿de acuerdo?

 

Kiyoshi extendió su mano para cerrar el trato, pero, Reo en lugar de tomar su mano se acercó y posó sus labios suavemente sobre los del leñador.

 

—El trato está hecho —anunció el fauno.

Notas finales:

La recepción que reciba el fanfic podrá ser infulencia en que tan pronto actualice, aunque escribo por gusto en sí, pero siempre me gusta tener un toquecito complaciente. 

¿Qué les ha parecido? Siempre es agradable leer sus opiniones. 

^u^ Nos leemos pronto. 


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