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Beautiful Stranger por ChocolatIceCream

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—Tú sabes — una mano pálida aparece de pronto frente a sus ojos para llamar su atención —. No deberías darle tanta importancia, voy a estar ahí, y va a estar bien.

Continúan avanzando y entre más lo hacen más nervioso se siente. Toma aire trémulamente y lo retiene en la garganta.

Las ramas de los cerezos se mecen con la brisa. Los músculos de los brazos y piernas de Kouki se mueven nerviosamente y forman nudos a causa de la implacable tensión que le atormenta. —Se burlarán — intenta articular.

—Por eso digo que yo estaré ahí. Si alguien se atreve a burlarse tendrá que vérselas conmigo, y créeme, nadie quiere vérselas conmigo — bromea sonriendo enormemente. Kouki quiere devolverle la sonrisa, de verdad, pero no puede con los músculos de su rostro tan tensos. A cambio se muerde el labio inferior y desvía la mirada unos breves segundos.

—No, está bien — murmura —, tendrás cosas que hacer, ya no somos niños, no necesitas cuidar todo el tiempo de mí, Takao.

Eso le gana una mirada de incredibilidad, pero no está tan mal como suelen ser.

—Bien, pero siempre puedes venir y hablarme de lo que quieras.

Kouki asiente, halando las mangas de su sudadera un poco más a pesar de que ya le cubren hasta los dedos. La brisa de aire fresco que sopla entonces provoca que cierre los ojos y se relaje. Cuando vuelve a abrir los ojos Takao va unos pasos delante de él con las manos sobre la cabeza y se pregunta qué tan efectivo será salir corriendo en ese momento de regreso a casa. Pero siendo que eso, obviamente, no funcionaría, le sigue sin queja.

—¿Entrarás a algún club? — Takao se gira para volver a preguntar.

Kouki mira fijamente los mechones de cabello negro en los que una hoja de cerezo se ha detenido. Niega.

—Uhh... entiendo — el viento sopla de nuevo y la hoja vuela lejos. Kouki la sigue con la mirada hasta que cae en la calle, Takao sigue caminando, y él, ahora a más de cinco pasos atrás, hace una pequeña carrera para alcanzarlo.

.

La primera vez que Kouki conoció a Takao fue un par de días después de haberse mudado a la ciudad de Kioto. Eran vecinos y se habían encontrado en un parque no muy lejos de sus hogares. Había un grupo de chicos ahí también y le habían estado molestando durante un rato, hasta que Takao llegó con toda la valentía que poseía en su infantil inocencia con un palo en una de sus manos gritando –Kouki no estaba realmente seguro de qué era lo que gritaba, pero había sido suficiente para que los matones huyeran. Había estado farfullando algunas cosas, Kouki, quien entonces no había desarrollado en lo absoluto la habilidad de leer los labios no logró comprenderlo del todo.

Takao le miró, varios segundos que realmente le hicieron sentir incómodo, luego sonrió. Le dijo que su nombre era Kazunari Takao.

Era la primera vez que alguien ajeno a su familia hacía algo bueno por él.

Con el tiempo Takao había comenzado a frecuentar su casa y, eventualmente, se enteró de la discapacidad auditiva de Kouki. Lejos de burlarse o alejarse, Takao permaneció a su lado y ayudó en todo lo que le fue posible, la idea de aprender a leer los labios había sido suya, y además de eso se había inscrito junto a él a clases de lenguaje de señas.

De modo que pasó a ser su mejor amigo. Su único amigo. Había tenido amigos antes, claro, los montones de libros que su madre le compraba cada que podía por ejemplo. No pueden culparlo. Entre ser pequeño y luchar por no llorar cada vez que no entendía algo, no le quedaba mucho tiempo para aprender cómo conseguir amigos.

Sobre todo cuando se es diferente y las personas tienden a odiar lo diferente. Kouki había pasado por un montón de cosas a lo largo de su infancia, lo que no había hecho nada más que empeorar su ansiedad.

Y ahora, a un paso de iniciar con la preparatoria, teme por todas las nuevas cosas con las que muy seguramente será intimidado. Incluso si Takao dice que ésta vez le ayudará, Kouki no está tan seguro de que eso realmente suceda. Principalmente porque él siempre se ha valido por optar por la solución más fácil que conoce: ignorar el problema.

A veces desea realmente no tener tanto miedo a pedir ayuda.

.

Resulta que su primer día de clases como estudiante de preparatoria es todo lo que él siempre imaginó. No fue nada sencillo. Y fue humillante. De una forma en la que él no está seguro que alguna vez lo haya sido.

Para empezar, el asesor de su clase no había sido informado de su discapacidad y había sido tan persistente con el hecho de que tenía que presentarse a la clase. Kouki, quien había aprendido la habilidad del habla antes de perder la audición sabía que con el tiempo está misma capacidad se había ido deteriorando, de modo que su voz ahora era baja y ligeramente rasposa, y muchas de sus palabras salían cortadas. Así, al final, él había optado en hablar únicamente con Takao y su familia, quienes jamás le insistirían en repetirse o le harían sentir inseguro. Pero aquí estaba éste profesor sin la menor idea de que él no podía escucharle y mucho menos decir su nombre sin tartamudear.

El hombre le había hecho pasar al frente y le había puesto delante a él y Kouki estaba seguro de que había estado diciendo algunas cosas porque después de algunos minutos que él se mantuvo en silencio, pudo leer los labios de sus compañeros –quienes en un esfuerzo para que Kouki no escuchará, comenzaron a susurrarse entre sí, inconscientes de que a pesar de ello Kouki sabía lo que decían–; es idiota, por qué no simplemente dice su nombre, es que se ha quedado mudo...

Y luego, con un gran esfuerzo, Kouki se giró, caminó hasta el escritorio del profesor y escribió en la primera hoja que encontró: "No puedo escuchar".

—Ah, eres sordo — dijo él después de leer lo que había escrito Kouki. Y las risitas que siguieron a eso, a pesar de que no podía escucharlas, le hicieron perder todo el poco valor que había sostenido sus malos sentimientos lejos de él.

El profesor se había disculpado con él algunos minutos después, pero el daño estaba hecho, y ahora sus compañeros se niegan a estar cerca de él como si el ser sordo fuese contagioso.

Y no ayuda el hecho de que Takao y él estarán en distintas clases. Por supuesto, nunca antes habían compartido escuela, ésta sería la primera vez, pero en el fondo, a pesar de no haberlo expresado, Kouki había albergado la esperanza de que eso cambiase las cosas un poco.

Suspira y continúa avanzando por los pasillos intentando con todas sus fuerzas alejar los pensamientos pesimistas en su cabeza. Su tutor ha dicho que podían visitar los clubes, y aunque él realmente no quiere hacerlo ya que no planea unirse a alguno, es mucho mejor que quedarse sentando en su lugar recibiendo todas esas miradas llenas de pena.

Llega hasta lo que parece ser el club de música. No parece que haya alguien ahí, así que entra y lo primero que sus ojos ven es un viejo piano de madera deteriorada. Pero perfectamente limpio. Parece un instrumento de calidad, Kouki piensa que probablemente alguna vez haya valido miles y miles; pero ahora que el tiempo ha hecho su trabajo, no es más que un viejo piano.

A Kouki le gusta el piano, y toda clase de instrumentos en realidad. No sabe tocarlos, aunque le gustaría aprender, pero luego la idea de si él realmente podría hacerlo llega y se instala  en su tren de pensamientos y le dice que no sea ridículo.

Kouki acaricia el piano; un único sentimiento, apenas recordando. Su abuela solía tocar para él cuando era más chico, antes de que todo a su alrededor se volviera tormentosamente silencioso. A ella le gustaba Chopin y sus Nocturnes, aunque para juicio de Kouki Chopin puede ser muy deprimente en ocasiones.

Avanza hasta un rincón entre bancas y sillas y se acurruca en el suelo, creyendo que no es una mala idea pasar el resto de las horas libres oculto ahí. Debido a que las cortinas están cerradas, la luz apenas entra. Sintiéndose un poco paranoico no es muy difícil para él creer ver criaturas monstruosas rondando entre las sombras, esperando para ir contra él.

Aparta esos pensamientos de su cabeza, dispuesto a no dejarse llevar por su fértil imaginación. Nadie vendría a hacerle daño. Atrae sus rodillas contra su pecho y acuna su rostro entre sus brazos. Cierra los ojos.

Pasa un largo rato de ese modo hasta que un sonido muy agudo rasga de repente el silencio, el corazón casi se le sale por la sorpresa. Kouki no sabe que es. Inclina la cabeza y mira con ojos muy abiertos las sombras dibujadas en el suelo, intentando adivinar de dónde proviene. El sonido vuelve a propagarse a través del silencio, para llegar a él, extraño y cadencioso, sin interrumpirse en ningún momento.

La curiosidad hace que Kouki salga de su escondite. Las cortinas están ligeramente abiertas ahora haciendo que la luz entre con mucha más fuerza. Kouki busca con la mirada el sonido, sin moverse de donde está. Se paraliza cuando a unos metros de él ve a un chico. Es ligeramente más alto que él, y por un segundo Kouki piensa en un príncipe, o uno de esos nobles del siglo XIX, con todo el porte y la elegancia de la época. Un joven adonis, que parece estar hecho de marfil y pétalos de rosa, piensa. Tiene los ojos cerrados, y su cabello carmesí le recuerda a las hortensias que su madre cultiva en su jardín. En sus manos que se mueven grácilmente sostiene un violín.

Música.

La respiración de Kouki se detiene durante un segundo. El sonido hace que los vellos de sus brazos se le pongan de punta. Es increíblemente hermoso. Casi sin darse cuenta de que se está moviendo, se acerca lo suficiente para oír mejor, y el cadencioso sonido lo sigue llamando. No puede resistir la tentación de acercarse más. Y un poco más todavía. Antes de que fuera plenamente consciente de ello, ya estaba a un par de pasos cerca de la otra persona, quien ahora mantenía unos preciosos ojos carmesí mirándolo fijamente, devorándolo como un hoyo negro, amedrentándolo como un huracán.

Ambos salen de su trance, totalmente perplejos. El chico de cabellos carmesí baja el violín de su hombro y mira a Kouki directamente a los ojos. Entonces Kouki retrocede de un salto. Su corazón latiendo con fuerza. Incluso sí durante algunos segundos no pudo oírlas, Kouki está seguro de que había escuchado algunas notas, y ellas habían sido maravillosas.

Él chico del violín empieza a mover sus labios, pero Kouki se asusta por la acción que desvía la vista y no sabe lo que ha dicho.

Lleva una mano a su pecho, invadido por un deseo tan vivo que casi le hace daño. Quiere volver a escucharlo. La música.

Sus ojos captan un movimiento que le alerta que el chico frente a él intenta acercarse, Kouki retrocede tambaleándose. Él le mira con una expresión indescifrable: algo que se ve, vagamente, como intriga y expectativa. Kouki traga pesadamente y piensa que tiene que disculparse por haber irrumpido de esa forma su concentración.

Abre la boca, intenta decir lo siento, pero se arrepiente al instante en que se da cuenta que no puede expresar las palabras, y que todo lo que da es una revoltijo de tartamudeos.

—¿Estás bien? — pregunta él. Aunque sabe que tiene que ser su imaginación, Kouki cree que ha escuchado su voz, su timbre ligero y profundo. Es algo que le pasa con mucha frecuencia: imagina que escucha cosas, lo cual sabe que es imposible. Sonidos de mentira, los llama; pero, aun así, parecen completamente reales. Esto siempre pasa con cosas familiares: la voz de su madre, los ladridos de los perros, un portazo. La única explicación que se le ocurre es que ve cómo se produce el sonido, lo conoce de memoria, y, como su cerebro espera oírlo, él piensa que en efecto lo percibe.

Pero nunca ha escuchado la voz de ésta persona. La voz de su padre es ronca y débil, de manera que Kouki sabe que no está recordando y haciendo una simple sustitución. No. Por inexplicable que pueda parecer, él acaba de imaginar oír la voz de ésta persona. La de éste chico, no de ningún otro.

Siente un escalofrió recorriendo su espalda.

Kouki, sabiéndose incapaz de poder mantener una conversación con ésta persona, lleva sus manos echas puño contra su pecho y sin pensarlo demasiado sale corriendo de ahí.

No se gira a ver si el otro chico viene detrás de él, y ni siquiera sabe si le está llamando. En todo lo que puede pensar es en lo mucho que desea que se lo tragué la tierra...

.

Un golpe sobre su hombro es lo que le trae de regreso a la tierra. Aturdido, por haber permanecido el resto de sus clases ocultó entre sus brazos sobre su escritorio, intenta enfocar sus ojos en la silueta que tiene enfrente. Takao le saluda con la mano y una sonrisa en los labios.

—Podemos irnos. Puedes dormir más cómodo en tu cama.

Pestañea lentamente y mira a su alrededor, la mayoría de sus compañeros ya no están en el aula. «No estaba durmiendo» él responde rápidamente con señas.

Takao parece confundido un segundo, y Kouki ruega porque no haga ningún comentario sobre porque no ha hablado con él. —Sí, bueno — suelta una risita, aparentemente dispuesto a no hacer ningún comentario sobre la renuencia de Kouki a usar su voz —. ¿Vienes conmigo a casa?

Kouki lo piensa. Un poco demasiado. Luego asiente.

Takao le da una palmadita en la espalda y a continuación le ayuda a meter sus cosas en su mochila. Se detiene durante algunos segundos cuando nota que dentro está la libreta forrada en negro que Kouki siempre lleva consigo.

—No sé porque pensé que la dejarías en casa — murmura sonriendo, sin dejar de meter las cosas a la mochila —. No es que me moleste, está bien, pero tú sabes, a veces me gustaría que hablarás sobre lo que sientes.

Kouki hace una mueca mordiéndose el labio inferior y desvía la vista durante un momento. «Me hace sentir tranquilo » responde con sus manos  «y es mucho más fácil escribir lo que no puedo decir.»

—Hm, supongo. Es mejor que guardarse todo para uno mismo, en todo caso — Takao termina de meter los útiles y con una sonrisa extraña le devuelve la mochila.

«Pero la siguiente vez tal vez intentaré dejarla en casa.»

—¿En serio? ¿Eso estaría bien? Te pones muy ansioso cuanto no está contigo.

La cara de preocupación de Takao provoca en Kouki una sonrisa nerviosa. «No es para tanto. Puedo intentar hablar contigo»

Takao le mira fijamente durante varios segundos. Kouki sabe que Takao sabe que él sabe que no está siendo del todo sincero. Pero también sabe que no le presionará y esperará a que Kouki mismo le hable sobre lo que sea que le preocupa.

—Bien, pero no tienes que sentirte obligado, si escribir te hace sentir tranquilo, no seré yo quien te juzgué — responde comenzando a avanzar hacia la salida.

Y entonces Kouki se siente realmente afortunado de contar con él.

.

No es que realmente, realmente le gustará escribir. Hay un cierto alivio en ello. Como si contara todos sus problemas y preocupaciones a alguien que sabe que no le juzgará de ninguna madera y que, sobre todo, le aceptará tan cual es. No es que Takao no sea un buen amigo, él lo es, pero a veces hay cosas que Kouki no le puede contar ni siquiera a él, cosas que no cree que Takao entienda, porque Takao es parte de un mundo al que él no pertenece.

Su madre fue quien le dio la idea. Cuando era muy pequeño. Ella había dicho que cuando era joven solía llevar un diario en el que escribía sobre todo lo que le sucedía, fuese bueno o malo, y que tal vez, sólo tal vez, a Kouki le haría bien escribir y dejar salir todas esas malas emociones. Fue un buen consejo. Kouki lleva una década escribiendo, lo que al final lleva a su colección de seis libretas convertidas en diarios.

Sabe que es un ejercicio tonto y que probablemente no le sirve de nada, pero al final le hace sentir tranquilo. Y tampoco es como si escribiese todo el tiempo, sólo lo hace a veces, cuando hay algo realmente bueno que contar, o cuando se siente muy triste, o cuando está solo, o cuando a veces el silencio es demasiado aterrador y tiene que contar hasta diez para sentirse mejor.

.

El primer día de clases en la preparatoria:

Fue un desastre.

No quiero volver.

Takao no estará en mi clase.

No pude presentarme apropiadamente y ahora todos creen que soy estúpido.

Me escondí durante el almuerzo en un aula vacía.

Hay un chico, de cabellos carmesí y de ojos como flamas ardientes. Toca el violín. Sus notas fueron audibles para mí. Parece intimidante, pero todo el mundo es intimidante para mí. Quería hablarle, y pedirle que me enseñará a tocar el violín, pero soy un desastre y salí corriendo...

Me pregunto qué clase de mala impresión dejé en él...

Ojalá que él no piense que soy estúpido.

Me gustaría saber su nombre.

Notas finales:

El primer capítulo, já, ahora que lo he subido ya no hay vuelta atrás.
¡Disfrutemos éste viaje!


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