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Al final del mundo por soreto

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Al final del mundo.


Preludio.


 


Dos jóvenes estaban comiendo una hamburguesa; lo único que les importaba además de estar juntos, era mantener la mirada en los rasgos del otro, esperaban que nadie se diera cuenta, realmente intentaban ser solo dos hombres en una conversación casual para otros.


En aquellos años, era lo que tenían que hacer, debían ocultarse.


 


—Oye, oye— le dijo un hombre de rostro pecoso y cabello castaño—, nada de caras tristes, ¿hace cuánto que no venimos?


 


El otro le sonrió para que no se preocupara, pero siempre se sentía frustrado cuando salían juntos, porque nadie debía saberlo.


 


—Lo siento…— dejó la hamburguesa en sus manos después de dar un minúsculo mordisco; sentía las miradas de los otros.


 


Al fondo, el tocadiscos se iluminaba mientras tocaba una canción llamada the end of the world, de la cual vagamente recordaba el nombre de la cantante.


 


—Me siento ofendido si no te veo contento— Bromeó—. Ah, esa canción la he escuchado mucho, me gusta bastante.


 


—¿Cuándo podría ser el fin del mundo?— preguntó curioso escuchando la suave voz de la mujer seguir la canción—, faltara mucho para eso.


 


—¿Sabes? El fin del mundo es diferente para mi.


 


—Ahí vas, nunca te tomas nada enserio.


 


—¡Pero lo estoy haciendo! — se inclinó sobre la mesa para que solo fuera escuchado por el otro—; el fin del mundo para mí, eres tú; probablemente cuando me olvides acabara mi mundo. — le guiño el ojo, divertido al ver al otro enrojecer.


 


—Ya, a veces no sé de donde sacas esas cosas; deja de copiarte de la canción.


 


Salieron después del restaurant, caminaron cerca de la media noche hacia un pequeño apartamento en el que vivían, las calles desoladas les dieron un poco de refugio, entrelazaron sus manos para sentir la cercanía del otro.


 


Pero aquello no pasó desapercibido por otros, personas que se llenaban en desprecio de algo que no comprendían, de un amor que les era aberrante.


 


Aquella noche, el tocadiscos reprodujo esa canción que tanto les gustaba, el sonido de un arma disparada varias veces quedó en el eco de una calle vacía.


 


__________________


 


Parte I.


 


Los guardias le vieron sin interés, ya hacía tiempo que no tenía ganas de causar problemas; ni siquiera le preocupaba ya lo que pasara con él, al menos le gustaría dormir con tranquilidad.


 


Los llantos de la esposa, de aquel hombre de una tienda de conveniencia que asaltó, le acompañaban cada noche; aquel encargado fue una de las dos personas que fueron asesinadas por él.


 


Solo era asustarlos, tomar el dinero y salir.


 


Tomar el dinero y salir.


 


Pero el miedo y los nervios le traicionaron.


 


<<Asesino, ¡Maldito asesino!>>


 


Quitó sus cabellos negros de su rostro, y espero a que los guardias le dijeran lo que tenían que decir.


 


—Tienes compañero, solo compórtense.


 


Lauren se levantó de su cama, y vió junto al guardia a un hombre alto, de cabellos castaños, con pecas en el rostro que le daban un aire de gentileza. El guardia los dejó solos, el hombre miró la celda con expresión agotada.


 


—Soy Bernard.


 


—Lauren.


 


No hablaron mucho después, lo cual parecía ser algo que querían ambos; seguir en silencio con sus penas, con sus culpas, con cosas de las que arrepentirse no bastaba.


Lauren debía decir que, la mirada de Bernard le hacía sentir vulnerable; como si el hombre hubiese visto muchas cosas, o pudiera ver a través de él. Al final terminaron acostumbrándose a la presencia del otro en sus vidas.


 


—Entonces, ¿un asalto?


 


—Si, mi padre me dejaba dinero cuando se acordaba, asi que tome decisiones.


 


—Bueno, yo me deshice de ciertos amigos de mi hermano…traficantes y esas cosas. No creo que eso cambiara en lo que mi hermano se convirtió, pero…tome decisiones.


 


—No saldremos de aquí, eso seguro— agregó Lauren con cinismo.


Ninguno dijo nada más, pasaron la noche en el recuerdo de sus actos, en sus arrepentimientos. Lauren deseo disculparse muchas veces con aquellas familias; Bernard quiso haber sido capaz de sacar a su hermano de una decadencia que él mismo inició, es un niño.


 


—No saldremos, eso está bien— comentó Bernard antes de quedarse dormido, sin saber si realmente Lauren le escucho.


 


Debían quedarse en ese rincón del mundo, alejados de todos, así debía ser.


 


_____________________


 


—¿Qué miras?— preguntó Lauren mientras comida con los demás prisioneros; Bernard rio suavemente.


 


—Nada, es solo que es fácil hablar contigo— Bernard agito su mano quitándole importancia, incapaz de decirle que le recordaba mucho a algo que ni él mismo podía tener claro; la imagen de alguien; sus sueños también parecían cosas fuera de lugar, pedazos de algo.


—Oye, ¿no nos hemos visto antes de entra aquí? Me recuerdas a algo…


 


Bernard abrió los ojos con cierta sorpresa, supuso que era que tenían cosas en común: un remordimiento que no podían perdonarse, y aceptar que su vida se acabaría en ese lugar.


 


Pero una parte de él aumentaba esas culpas, hablar con Lauren le daba consuelo; como si su presencia fuera algo que siempre estaba ahí.


 


—Soy alguien común, probablemente eso.


 


__________________


II.


 


Lauren jadeaba, las imágenes de sus sueño se reproducen todavía frente a sus ojos; su garganta le dolía.


 


¿Habrá gritado?


 


—Lauren— Bernar esta a lado de su cama agitándose por los hombros para que se calmara—, respira, solo respira profundo, ¿estas bien?


 


—Si, si, siento si grite.— se alejó del agarre del otro, acostándose y fijando sus ojos en la litera que estaba sobre el—. Es normal, a veces sueño con…— no quiso decir lo que le atormentaba cada noche.


 


—¿Ese dia?— Bernard suspiro, sentándose en el suelo, junto a la cama de su compañero de celda—. Yo también tengo pesadillas con eso.


 


Entonces hablaron un poco más, de lo que eran fuera de esa lugar, antes de tomar aquellas decisiones. Lauren era alguien que vivía de trabajos parciales, sus padres nunca estuvieron en su vida realmente. Bernard, era un estudiante universitario; su familia le proveía, pero no se preocupaban de su vida tampoco, mucho menos de cuando su hermano comenzó a hundirse por las drogas.


 


—Le quieres mucho— comentó Lauren una noche, después de escuchar sobre la niñez de bernard y su hermano menor—, yo nunca he sentido nada por mis padres, así que— se encogió de hombros, sonriendo cuando Bernard le miró triste—. Nunca he ha importado, al menos no me la paso echándoles la culpa de mi vida, al final soy yo el que tomó decisiones.


 


La figura del otro, sentando junto a el en la cama, le pareció demasiado solitaria, y al mismo tiempo no pudo evitar sentir una conexión con esa sensación; él también se sintió sin nadie para él, aunque la vida de Lauren parecía mucho más incierta.


 


Entonces, en el peor lugar del mundo, el último que jamás pudo imaginar, encontró a alguien que podía convertirse en el alivió de sus demonios, una persona tan manchada como el.


 


— Seguro debe ser muy diferente tener a alguien a quien querer.


 


— A veces creo, que puedes encontrar a alguien más.


 


Lauren comenzó a reír, encontrando absurdo lo que le decía el otro— . Vaya, ¿y cómo va a ser eso aquí?


 


— ¿Regalo de navidad? — bromeó el castaño.


 


En el rincón más olvidado del mundo, Bernard creyó encontrar un poco de luz.


 


———————————-


 


III.


 


— ¿Qué es eso? — Lauren se acercó a un pequeño aparato entre las manos entre sus manos, un viejo reproductor de pilas.


 


—- Algo para reproducir cassettes, una antigüedad que encontré tirada en el taller de carpinteria. No servía, pero solo le moví unos alambres, y listo. — Presionó el botón de reproducción, sonando una melodía que le era desconocida a Lauren.


 


— ¿Todavía existen? ¿Y esa canción de qué década es? — enarcó una ceja el de cabellos oscuros sentando en la litera de arriba, junto a su compañero.


 


— ¿Que no la conoces? — preguntó impresionado— . Bueno, se que tiene como cuarenta años o más de tiempo, pero es un clásico. The end of the world ,de Skeeter Davis,  es legendaria.


 


<<Mi final del mundo es diferente.>>


 


Lauren se quedó callado, viendo el vacío, con sus ojos en la pared de enfrente, y aquella voz que era igual a la de Bernard resonando en su cabeza.


 


— ¿Estas bien? Parece que tuvieras la idea del siglo.


 


— Si, es que eso me suena a algo que me dijo alguien…¿o lo soñe?. Ahora que escucho bien, me parece conocida.


 


Lauren dejó caer su cabeza en el hombro de Bernard aquella noche, ninguno se movió, y dejaron que El fin del mundo les acompañará en las horas nocturnas.


 


Y ambos pensaron, que en realidad no les importaba si el mundo se acababa, en ese instante, porque no les importaría que hubiera un después.


 


______________


 


IV.


 


Bernard recordó.


 


Memorias de años atrás, y que al mismo tiempo no eran suyas; muchas de esas remembranzas le cayeron como pequeñas gotas con el paso de los meses, y en especial cuando escuchaba aquella canción; a veces tarareada por Lauren, algo que le traía recuerdos, demasiados recuerdos.


 


Su mente era un caso, todo le llegaba amontonado y fragmentado.


 


<<¿Estaría volviéndose loco?>>


 


Su mente, su entera existencia le decían que no, que eso era algo perdido a lo que tenía que aferrarse, por más difícil o doloroso que le fuera. En esas imágenes había un hombre, un hombre igual a Lauren, y otro igual a él.


 


Y al final de toda una vida de imágenes, estaba su muerte, la muerte de esos dos hombres.


 


Le costó comprender qué significaba todo eso, que esa fue su vida, y volvió a reencontrarse con la otra persona que compartió esos años tan breves.


 


¿Porque en un lugar como ese?


 


Talvez su amor si estaba condenado.


 


Y quizá Lauren no le recordaría, aunque en su presente vida, donde se volvieron a encontrar, sentía que estaban cerca, tan cerca como lo fueron antes de separarse.


 


Al final del pasillo de su pabellón, hubo gritos de dos personas peleando. Bernard diviso a Lauren cayendo de rodillas frente a él, mientras otro preso corría lejos de él, guardando una navaja con desesperación.


 


Mientras Bernard corría hacia él; Lauren pudo comenzar a recordar.


 


Otra vez; otra vez los estaban alejando.


 


_______________


 


— Nunca le he agradado, así que comenzó a molestarme: yo respondí— Lauren dio un vistazo al rostro preocupado de Bernard— , y el es un imbécil con mal temperamento; que no esperaba que trajera una navaja.


 


— ¿Solo eso fue?


 


— Bien— cedió Lauren— , hace tiempo le gane una pelea, una que era necesaria para determinar quién sería el que estaría a disposición de ciertas personas, otros prisioneros que mandan.


 


Bernard tomó su mano, esperando que el otro se alejara; pero el de cabellos negros no solo soltó, hasta reafirmó su agarre sosteniendo su mano junto a su cuerpo. El castaño se agacho y lo beso, aprovechando que no estaba nadie en la enfermería.


 


— ¿Cuál es tu fin del mundo? — Sonrió, sosteniendo por el cuello a Bernard, manteniéndolo cerca de su rostro.


 


— Mi fin del mundo es diferente— acarició el rostro de Lauren, sosteniéndolo entre sus manos— : Uno donde me olviden; donde cierta persona me vuelva a olvidar. ¿Y el tuyo?


 


— Vaya, tenemos mucho en común— río con una mueca de dolor, poniendo una mano en su costado— , mi fin del mundo es el mismo.


 


— Ojala no vuelva a cabar el mundo— sus ojos se humedecieron, y Lauren le abrazó, pegando la cabeza del otro junto a su pecho.


 


Ambos creyeron que el fin del mundo estaba lejos, muy lejos.


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