Era enfermizo, un juego enfermizo que ninguno había podido detener. Un tira y afloja que no los llevaba a ninguna parte, y que era tan efímero que duraba solo el momento cuando las palabras dejaban de tener sentido para ellos. Aquello inmoral, blasfemo, que no podían controlar, no cuando sus manos tocaban la piel ajena y la burbuja los encerraba en un lugar donde no existían normas, ni reglas, ni una sociedad con estereotipos establecidos.
Soltó un jadeo cuando el cuerpo detrás de si lo penetró fuertemente, chocando contra la puerta del baño, causando un sonido sordo en el lugar, empujando bruscamente mientras los labios acariciaban el níveo cuello, marcando con sus dientes la suave piel, sin importarle dejar marcas que le costarían a TaeMin unos cuestionamientos más tarde, y que por ahora, no tenía cabeza para pensar en una excusa.
Apretó sus manos contra la fría madera al soltar un nuevo jadeo que suprimió eficazmente al morder su labio inferior, sintiendo la tibieza de su propia sangre bajar por la comisura de sus rosados labios. Pero, no le importo. Solo podía concentrarse en el movimiento de esas caderas contra las suyas, las duras penetraciones que iban aumentando de velocidad acompañadas con el vaivén de su propio cuerpo contra el ajeno, buscando más contacto y la cúspide de su placer.
El cálido y agitado aliento choco contra su oído, estremeciéndolo, provocándole una oleada de placer al escuchar aquellos gruñidos ajenos que intentaba reprimir forzosamente y que, gratamente, ambos lograban reprimir.
Dos fuertes penetraciones y el cálido líquido lleno su interior mientras su propio placer chocaba contra la madera. Su cuerpo aun presentaba espasmos, y MinHo no salió hasta que estos se detuvieron luego de unos segundos; soltando un gemido cuando la efímera conexión de sus cuerpos había terminado.
Sin hablarse, acomodaron sus ropas y salieron. Bajando las escaleras en un silencio ensordecedor que se rompió cuando escucharon las voces provenientes del living. Sus padres se encontraban en el sofá mirando televisión, y la pequeña niña de cabellos oscuros jugaba con su padre mientras este no dejaba de sonreír por las monerías de su hija.
—Amor, ¿Pudieron encontrar el álbum?
Aquello le hizo estremecer, observando como se acercaba y le daba un beso en los labios, poniéndolo nervioso porque se había olvidado completamente del motivo por el cual habían subido: aquel álbum.
—Aquí esta. Ve y muéstrale.
—Gracias, MinHo —le sonrió, tomando el álbum— ¡Hija! Mira lo que tu tío consiguió, dale las gracias.
—¡Gracias, Min! —una gran sonrisa apareció, siendo correspondida por la misma e idéntica forma.
Dae Hyun volvió a besar a TaeMin, y se fue con su hija.
TaeMin miro a su lado pero MinHo ya no estaba, sino, sentado en el sofá contiguo al de sus padres, bebiendo una cerveza como si lo ocurrido arriba nunca hubiera pasado. Dio un paso y su corazón se aceleró cuando sintió el cálido semen bajar por sus piernas. Miró a su hija y luego a MinHo recordando que, de nuevo, no habían utilizado condón.
Aquello era enfermizo, una incestuosa enfermedad que salía a flote sin su permiso, porque cuando estaban juntos, el placer dejaba de reprimirse, devorándolos sin escapatoria durante seis años.
Acaricio su abdomen y juro por milésima vez que aquello sería la última vez. Que dejaría de tener relaciones con su hermano porque, no quería seguir teniendo culpa al ocultar secretos.