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Bare grace misery. por Akudo

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Fujimaki Tadatoshi.

Fic por el cumple de Himuro. Es una mini continuación de mi oneshot Viscéral (http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=179184#sthash.bb00YaJ2.dpbs) así que deberían leerlo antes de seguir con este.

Los ojos celestes de Takao se encontraban muy abiertos, en shock, queriendo engañarse al decirse a sí mismo que la imagen reflejada en sus incrédulas pupilas no era real. Pero parpadeaba y parpadeaba y aquella vomitiva escena no desaparecía, tampoco había un control remoto con el cual retroceder todo antes de que pasara.

— A- ahh, ¡haah! ¡Takao! Ta-… kao… ¡detenlo!

Eso era lo que gritaba Midorima, pero su voz rasgada por el placer y los movimientos de su cuerpo bajo el de Himuro con los que se empujaba contra la polla del pelinegro no convencían a Kazunari que seguía de pie allí, paralizado, miserable, confundido, apretando con fuerza los dedos de su mano derecha sobre su brazo izquierdo mientras sus labios tiritaban encolerizados.

Por su parte Himuro ni siquiera le prestaba atención a su presencia, montado sobre la extensa espalda de Midorima sin atreverse a detener el movimiento desenfrenado de sus caderas, las cuales hacían un ruido húmedo y desagradable al chocar furiosamente contra las nalgas enrojecidas del más alto cuando lo atravesaba internamente con su poderosa erección. Shintaro seguía gimiendo escandalosamente con los ojos apretados, sosteniéndose apenas con un tembloroso brazo sobre el colchón y con el otro doblado hacia atrás, rodeando la cabeza de Tatsuya que le resoplaba en la nuca.

— ¡Takao, llama a la policía! No puedo… más. Maldita sea, ¡hazlo! ¡¡Aagh!!

Esa voz suplicante y molesta, los jadeos guturales de Tatsuya y los muelles de la cama a punto de colapsar, todo hacía que la garganta de Kazunari se sintiera ácida y cerrada, y que las entrañas que rodeaban a su bebé hirvieran de furia. Hace un par de horas que llegó a casa y había intentado que su pareja dejara ir a Midorima, pero el del lunar estaba demasiado dominado por el aroma incitante de Shintaro y su instinto alfa lo obligaba a aferrarse a él hasta consumir el último segundo que durara su celo.

No se sentía tan atado a Takao como para respetarlo bajo estas circunstancias, a diferencia de la naturaleza del omega pelinegro que lo forzaba a ser exclusivo y complaciente con su dominante. El menor se había pasado los dedos por la nuca, repasando la silueta de la marca que sobresalía en su piel como una cicatriz imborrable, y apretó los dientes arañándola por encima al sentir que le quemaba.

En ese momento, aprovechando que Midorima seguía inconsciente luego de las primeras dieciocho horas de celo, Himuro salió de la habitación dejando solos a ambos omegas. Takao seguía con sus ojos resentidos puestos sobre el cuerpo inerte de su amigo, acercándose lentamente a su lado de la cama hasta quedar inclinado sobre él.

— ¿Cómo pudiste, Shin-chan?

Los celos lo estaban matando. Sabía que Shintaro no tenía la culpa, que su amigo jamás se revolcaría con nadie por puro gusto y mucho menos se aparecería en su casa para bajarle a su pareja. Pero ahora mismo su mente no estaba tan cuerda como para razonar, sus pulmones se inflaban de adrenalina y la sangre se le calentaba corriendo agresivamente, y antes de que lo supiera sus manos estaban poniendo una almohada sobre la cabeza de Midorima.

Era una amenaza, tanto para él como para la niña que albergaba en su cuerpo. Lo último que quería era compartir a Himuro con lo que se estaría gestando dentro de nada en el interior de la carne de Shintaro, y el solo hecho de imaginarlo lo volvía loco.

Justo cuando empezó a presionar la almohada terminó en el suelo, una mano más grande lo había agarrado con fuerza de la muñeca y lo detuvo.

— No creí que los celos de un omega llegarían tan lejos como para querer dañar a su propio amigo.

— ¡¡Yo no quiero hacerlo, así que solo déjalo ir!! ¡¿No te das cuenta que tenerlo en nuestra cama me está desgarrando?! —Kazunari empezó a llorar de pura impotencia pero se secó las lágrimas rápidamente para no verse patético, tratando de zafarse como podía del agarre del mayor— ¡Eres un maldito al que no te importamos nada!

Hizo un gesto de dolor tocándose el vientre, y sin soltarlo Himuro acarició sobre la misma zona abultada con su mano libre pidiéndole que se calmara antes de afianzarle el mentón, apegando sus labios bruscamente a los de Kazunari en un beso superficial.

— Claro que me importan, eres mi pareja y estás llevando a mi cría. No es como si fuera a abandonarlos así que no vuelvas a decir algo tan cruel.

¿Él es quien estaba siendo cruel? Takao tuvo ganas de reírse.

— Entonces deja que se vaya. Si toma supresores ahora se calmará y no quedará en estado. —le suplicó— Solo olvídate de él. —juntó su frente con la de Tatsuya, respirando azaroso antes de volver a unir sus bocas en un beso más pasional.

A pesar de que el aroma de Kazunari fuera tentador para su alfa por estar preñado de él, no podían tener sexo porque a Tatsuya no le gustaba ser suave y no deseaban lastimar al bebé, pero podría intentarlo si con eso conseguía recuperar al del lunar. Profundizó el contacto para que sus lenguas hicieran el amor y frotó su pierna entre las de Himuro que por un minuto le siguió la corriente, hasta que sorprendió al más bajo separándose abruptamente de él.

— No puedo ni deseo renunciar a él en este momento. Lo siento, Kazunari, pero huele mucho mejor que tú.

Luego, sin fuerza, el de pelo verde había intentado reaccionar, pero solo despertó para retorcerse apretando las cobijas y llamar a Tatsuya sin pronunciar su nombre, solo con gemidos agónicos cuando aquel horrible fuego se avivó y empezó a emanar desde lo más profundo de su ser. Y por supuesto el alfa, completamente hipnotizado, fue atraído como una polilla encandilada por la luz.

Tatsuya había cerrado la habitación con llave para que su pareja no intentara nada y sin ninguna consideración se quitó la ropa para atender a Midorima, obligando a Takao a convertirse en un espectador. Si intentaba dar un solo paso Himuro apretaba las cuerdas vocales para usar su oscura voz de alfa y dejarlo plantado en su sitio. Ninguno de los dos omegas tenían escapatoria.

— Aléjate… no quiero… que me toques, ugh. —Midorima luchaba contra sí mismo, empujando sin ganas el pecho desnudo de Tatsuya y esquivando torpemente sus deliciosos besos, mientras los dedos del mayor se hundían entre sus nalgas para sacarle el exceso de esperma atascado y despejar el camino para su polla hinchada de deseo.

— No puedo creerte después de que me pediste que te tomara a mi antojo, ahh. Diablos. —el del lunar siseó, encantado por la maravillosa presión que Shintaro ejercía a medida que iban uniéndose más y más.

— No… no la metas. ¡Ya basta! ¡Aaahh! —sus pestañas largas se humedecieron, arqueándose placenteramente cuando la dureza del otro volvió a ocupar su ano palpitante que, contradiciéndolo, recibía al intruso con agrado.

Y así empezaron a fornicar delante de Takao.

Desde entonces, allí de pie conteniendo las arcadas, por un momento la visión de Kazunari se tornó borrosa por las lágrimas y dejó de ver como su pareja embestía tan salvajemente a su amigo que, cuando ambos cuerpos chocaban, las gotas de sudor salpicaban en todas direcciones. Tuvo la esperanza de que aquel escenario se borrara y simplemente despertara, descubriendo que solo se trató de un mal sueño.

Shintaro ya no tenía energía para hablar, su rostro y torso quedaron hundidos en la cama mientras se dejaba engullir por el celo y su culo se sacudía de gusto al ser reclamado por el miembro de Himuro, que lo sujetaba de las caderas con manos que se sentían como garras. Ambos expulsaban aire caliente por sus bocas que se desvanecía en forma de volutas y sentían la misma corriente eléctrica atravesándolos. No les importaba quién fuera el otro, en ese momento solo sabían que se necesitaban como nunca.

En un punto los movimientos del pelinegro se ralentizaron sin disminuir la intensidad y se mordisqueó el labio antes de pasar su lengua por la nuca sudorosa de Midorima, el cual vibró debajo de él ante el excitante temor de lo que iba a suceder.

— No… no te atrevas… —a Takao la voz le salió aguda y baja, sus nervios no estaban funcionando bien y las órdenes no llegaban a su cuerpo con la suficiente rapidez. Vio como en cámara lenta que Tatsuya se relamía con descaro antes de separar sus mandíbulas— ¡¡No lo hagas, Tatsuya!! ¡NO LO MARQUES!

Su grito se mezcló con el de Midorima cuando los dientes del alfa se le clavaron en la piel, provocando que el de pelo verde explotara sobre las sábanas manchadas, viciadas al igual que toda la habitación con el olor de semen y sexo desaforado. Kazunari se tapó la boca sin poderlo creer y llevado por la desesperación corrió hacia su pareja, golpeándolo y gritándole para que se alejara de Shintaro. Lo jaló por los hombros haciendo que soltara la nuca del más alto, donde quedó la silueta sangrante y perfecta de una profunda mordida.

— ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡¿POR QUÉ?! —siguió tirando de Tatsuya, pero era imposible separarlo del cuerpo ajeno cuando la base de su miembro ya había formado un tapón de carne que se negaba a liberar a Midorima. Estaban pegados como imanes.

Le siguió soltando golpes que Himuro no detuvo ni esquivó hasta marearse y caer vencido de rodillas, temblando de rabia y derramando lágrimas ácidas. La marca en su propia nuca punzaba dolorosamente, torturándolo con la realidad de que ahora su vínculo no era único. Se sentía tan asqueado que en cualquier momento iba a descomponerse— Por qué… si ya me tienes a mí.

— Porque puedo hacerlo. —respondió Himuro sin titubeos.

El menor alzó su mirada herida que fue interceptada por la de su amigo, enterrado en las almohadas sin poderse mover por el agotamiento mientras el semen ajeno le quemaba hasta el alma. Los ojos de Midorima estaban grandes y húmedos, sobrecogidos y horrorizados, porque él era el que menos se quería creer lo que acababa de hacer Himuro.

Lo había condenado de forma despreciable y ahora los tenía encadenados a ambos.


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