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CLICHÉ por AndyxRRRx

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Notas del fanfic:

Escribí esto durante un impulso a la 1:00 am. Lo temriné esta misma madrugada.

Espero que lo disfruten.~ 

Sus primeros pasos se escuchaban resonando entre los pasillos oscuros del colegio. Era el primer día de clases y Takanori Matsumoto subía las escaleras hasta el segundo piso de la institución para incorporarse a su nueva aula, estaba por conocer a las personas con las que compartiría la mayor parte de su día a día durante un buen tiempo.

Takanori estaba nervioso, movía repetitivamente los mechones castaños que salían de su gorro negro mientras escondía la mano contraria en la bolsa izquierda de su camisón rojo con detalles negros y jugaba con las llaves dentro de la misma prenda. La mochila que colgaba detrás de él no contenía mucho, pero se aferraba a ella como si su vida estuviese ahí también. Antes de entrar miró a los cristales y trató de tantear el terreno contando cada persona dentro del salón y, para su sorpresa, sólo contó diez personas.

Que grupo tan pequeño. Pensó, pero ni siquiera eso le quitó la ansiedad de encima.

—Buenos días.

Saludó amable, con voz un poco ronca debido al frío y avanzó a paso lento sin rumbo exacto hacía alguna silla. Se propuso integrarse naturalmente días antes de pararse en ese lugar, pero casi como si fuese un instinto terminó dando hasta la esquina contraria de la habitación sin hacer mayor contacto con alguien más. Su asiento quedó completamente al otro lado de los alumnos que parecían ya estar familiarizados entre sí.

Las risas se escuchaban más fuerte de lo que podía tolerar Takanori. Cada platica entre parejas de amigos era distinta y muy a la ligera en su volumen ya que el recién llegado podía alcanzar a oír los temas de conversación que a su parecer debían ser privados. Entre el parloteo y las bromas de reencuentro entre los compañeros, una figura alta y delgada dejó su asiento para dirigirse hasta el otro lado, donde estaba Takanori, para tratar de investigar más a cerca de la persona que había entrado al último.

Takanori no despegaba su mirada del piso y contaba los segundos mientras jugaba con ambos pulgares haciendo círculos para tratar de distraerse en algo que no fueran las voces del resto. Las pisadas estaban cerca de él y cuando notó que un par de piernas estaban plantadas frente a su escritorio se decidió a alzar la cabeza, sólo para encontrarse con la mirada oscura a través de los ojos rasgados y achinados de un muchacho que le sonreía amablemente; él estaba ahí de pie, inclinado hacía Takanori con una expresión demasiado segura, al contrario de Matsumoto que devolvió de nuevo se posición incómoda y dudó en corresponder al sutil saludo de mano que le ofrecía su nuevo compañero.

—Hey.

El tonó en la voz del chico era más grave, pero no se notaba hostil. La intención que tenía era acoplar al nuevo, así que se esforzaba por no hacer un mal movimiento.

—Hola, ¿qué tal?

Animado por la respuesta, el chico se acercó más y recargó su peso sobre el escritorio mientras hacía a un lado su cabeza, dejando que los mechones largos de su cabellera negra se mecieran un poco con sus acciones. Miraba curioso a Takanori.

—¿Cómo te llamas?

—Takanori Matsumoto —se presentó devolviendo la mirada a su dirección—. Y tú, ¿cuál es tu nombre? Quisiera saber más sobre ti.

Por un momento detuvo su conversación al darse cuenta de que el simple saludo se le había ido de las manos. Sin saber cómo regresar y arreglar su comentario algo fuera de lugar y apresurado, no le quedó más que esperar la respuesta del chicho quien estaba tomando asiento junto a él.

—Bien, yo soy Akira Suzuki. Este es mi segundo año en la institución, mi mejor amigo está en otra clase, en el piso de abajo y me encanta jugar futbol los fines de semana. Escucho punk−rock y colecciono cosas de Sex Pistols.

Después de aquella pequeña respuesta, Takanori quedó observando el perfil de Akira unos segundos y cuando este volteó, ambos rieron un poco después de ello. En un inicio, Matsumoto quiso que todo se hubiese quedado en un “hola”, pero cuando logró sentirse a gusto con la energía que le transmitía aquel muchacho se convenció de que tal vez no había sido una mala decisión apresurar su presentación.

La primera impresión que Akira le generaba a Takanori era la de un chico rebelde e inestable que gustaba de pasar el tiempo lo más relajado posible y efectivamente, así era; sin embargo, Suzuki demostró a lo largo de las primeras semanas que él no era sólo un tipo más en la clase, sino que era muy bueno aprendiendo y muchas veces se llevaba el lugar destacado en las notas finales de ejercicios y exámenes. Conforme la confianza entre ambos iba incrementando, Takanori pudo observar más detalles que ayudaron a conocerlo mejor: le gustaba leer, su mejor amigo se llamaba Kouyou, a veces tocaba la guitarra o el bajo, en inglés no era algo que destacara y, como dato que descubrió a partir del segundo mes en el colegio, declaró a Akira como pésimo para coquetear; esto último le causó conflicto mientras veía a lo lejos cómo solía acercarse a una chica muy linda de su clase, sólo para echar a perder las cosas.

Akira, eres un desastre.

Un desastre ciertamente cada vez que invadía el espacio personal de la linda chica con perfil fino y manos pequeñas que acariciaban constantemente su cabello lacio, negro. Un desastre cuando sus palaras no salían con delicadeza cuando se dirigía a aquella muchacha de ojos coquetos y resplandecientes. Un desastre al momento de abrir un tema de conversación nada apropiado para alguien que pretende cortejar a una chica demasiado amable y dedicada a otros temas. Un desastre al siempre quedar como el mejor amigo de esa linda muchacha y su novio: Shiroyama Yuu.

—Si continúas coqueteando con la novia de tu amigo, te meterás en problemas.

—¿Crees que es justo esto? Es mi vecina desde que llegué al vecindario, si no fuera por mí no se conocerían… Si tan sólo hubiese actuado más rápido.

—El hubiera no existe. Sólo está el ahora. Agradece que ella es feliz gracias a ti, no lo arruines.

—Es que… no puedo dejar de pensar en eso —suspiró—. La verdad es que no deja de cruzar por mi mente la idea de “me rechazaron”.

—Hasta que no lo aceptes, no saldrás de ese estado tan pesimista.

—¿A caso has pasado por algo así, Taka? ¿Te has sentido atraído por alguien que no puede corresponderte?

El mencionado pensó un poco antes de abrir la boca y responder. Torció sus labios y recargo su espalda contra la barra de metal que delimitaba su paso al primer piso. En esa ocasión fue él quien suspiró.

—No, jamás he estado en tal situación. Pero es algo simple, no puedes pasar toda tu vida persiguiendo algo que no te pertenece.

 

«—Ahora cuéntame sobre ti.

—Bien, como dije, soy Takanori Matsumoto. Me gusta tocar la batería y a veces también la guitarra, mi materia favorita es lenguajes; inglés. Tengo un perro y jamás quisiera enamorarme.»

 

El llamado de vuelta a clase interrumpió las próximas palabras que estaba por decir Akira, así que simplemente terminó aquello dándose la vuelta para caminar en dirección a su aula.

—Sigues siendo un desastre, Akira.

Las horas pasaban y junto con estas las clases también se iban. El día se acababa y daba paso a la noche. Todo sucedía montamente a través de más semanas y meses para Takanori; él se enfocaba principalmente en obtener notal altas para conseguir su nueva computadora. Pero aún seguía gastando su tiempo de descanso en ver la cercanía que aún tenía Akira con aquella chica. De vez en cuando asistía a los partidos que organizaban los viernes después de salir temprano de clases; le causaba gracia ver la expresión de Akira al anotar un gol y la reacción de sus amigos, Kouyou y Yuu, por su extrema emoción. Takanori analizaba todo desde fuera, arriba en las gradas comiendo un bocadillo y tomando soda con unas tres filas de butacas vacías a su alrededor. 

—¿Viste eso, Taka? ¡Ganamos gracias a mí!

—Yo diría que ganaron debido a que el portero y la defensa del equipo contrario es un asco.

—Oh, vamos, ¡dame algo de crédito!

—Tú solo te lo adjudicas todo.

Ambos rieron un poco al dejar esa conversación. Los integrantes del equipo triunfante estaban refrescándose al final de las gradas mientras secaban el sudor que escurría de sus cuerpos. Akira era el único que se acercaba a hablar un poco con Takanori, no porque este último fuese un marginado, simplemente era cómodo para ellos dos, los compañeros de clase intercambiaban uno que otro dialogo con Matsumoto, pero su seriedad no animaba a seguir una conversación más extensa, excepto con Akira.

—Necesitas relajarte más, Taka. Siempre te veo en una esquina pensando, leyendo o comiendo.

—También respiro y hago digestión de todo lo que como. Vivir no es fácil.

—Sabes a lo que me refiero. ¿Por qué no bajamos y salimos a comer con el resto de los chicos? Me dijeron que planean ir por unas pizzas y hamburguesas.

Después de unos cuantos minutos de insistir, Akira consiguió que su amigo lo siguiera hasta donde estaban los demás reunidos, conversando y riendo.

—¡Takanori! Qué milagro, pensé que nos odiabas.

—Sólo tengo hambre, los sigo odiando —comentó con gracia mientras se dirigía a otro de sus compañeros de clase.

—Hey, que brusco. Eso me dolió.

Yuu, un amigo cercano de Akira, se aproximó al costado de Ruki y fingió un dolor en el pecho dramáticamente. Este joven de cabello oscuro lloraba falsamente para ocultar su risa. Tenía pocos momentos de convivencia con Takanori, pero le agradaba y el verlo dispuesto a ir con ellos le alegraba demasiado.

—Kouyou dijo que puede llevarnos en la camioneta de su hermana. Quizá lleguemos un poco tarde, ¿hay problema para ti, Takanori?

—No, sólo avisaré que saldré.

Las tardes con amigos era algo que Takanori había olvidado al pasar la mayor parte del tiempo dedicado a sus estudios o cualquier pasatiempo dentro de casa: frente a su computadora o entre las páginas de un libro. Las risas provocadas por comentarios al azar se sentían tan bien y a la vez terribles por tener la soda casi saliendo de sus fosas nasales debido a las carcajadas reprimidas.  Las charlas casuales convertidas en temas más profundos, íntimos, era algo inexplicable y ciertamente bastante agradable de compartir con las personas correctas. La noche de vuelta a casa en compañía de amigos mientras escuchaban música y fingían tocar los instrumentos al aire era algo que llenaba al joven Takanori de una energía distinta.

 

«—Soy Akira Suzuki y me encanta comer en el puesto de perros calientes que hay en la esquina de mi casa. Tu turno.

—Soy Takanori Matsumoto. Me gusta comer en casa los guisos que prepara mi madre, pero muero por ir al centro de la ciudad por una gran hamburguesa y sentir que engordaré más con un sólo mordisco.»

 

Un día particularmente frío Takanori optó por usar una de sus chaquetas favoritas para mantener su temperatura y aguantar el día gélido. El clima sorprendió a todos con una lluvia que inició como pequeña brizna, hasta que se convirtió en una tormenta, Takanori no se había preparado con una sombrilla, tampoco estaba preparado para lo que estaba por pasar de vuelta a casa.

El agua caía sin piedad sobre el cuerpo agitado de Takanori, él se apresuraba a llegar a algún lugar que lo refugiar mientras esperaba el autobús para regresar lo más pronto posible a la calidez de su casa. Pasó ambas manos sobe sus labios, soplando aire caliente entre ellas para desentumirlas un poco y cuando estaba notando los resultados, el sonido de los charcos siendo pisoteados provocó que reaccionara cubriéndose con su mochila para evitar se mojado por el agua sucia del piso. Pero se llevó una gran sorpresa al ver el cuerpo de Akira acelerado sobre uno de los escalones de la casa que les servía como refugió con su techo extendido.

—¡Taka! Pensé que ya te habías ido.

—Se supone que ya estuviera en mi casa, pero al parecer la lluvia también alentó el tránsito.

—Una pena, eh.

Takanori asintió, escondió la mitad de su cara entre la bufanda gris que portaba y decidió mirar un poco a su costado y nuevamente se sorprendió, esa vez por ver que Akira tenía un cigarrillo casi a la mitad entre sus dedos. Lo vio darle una calada. Lo vio expulsar el humo al lado contrario. Lo vio hacia arriba, contemplando la clara diferencia de estaturas. Lo vio con su nuevo color de cabello: rubio. Lo vio detenidamente.

—No sabía que fumabas.

—Ah, es un viejo habito, puedo culpar a Kouyou por esto —respondió un poco incómodo—. ¿Tú fumas?

—Lo hacía, desde hace un año que no vuelvo a probarlo por recomendación del dentista. Tuve ciertas complicaciones…

—Comprendo.

El ambiente entre ambos no era del todo favorecedor para mantener una conversación, pero Takanori no quería dejarlo ahí, como si no estuviera presente alguno de los dos.

—Y, ¿qué tal tu día?

—Mucho mejor ahora —sonrió sincero.

Takanori lo miró a la cara en ese instante y sonrió a la par suya tras distinguir el brillo entre sus ojos achinados por la expresión de complicidad.

Sí, era un poco cliché, pero quizá aquello le había vuelto el día algo más feliz por dentro.

 

«—Soy Akira Suzuki. Amo como me queda el cabello rubio, quisiera perforarme ambos oídos y verme como uno de esos chicos rudos que salen en las películas de matones en Hollywood. Tu turno.

—Soy Takanori Matsumoto. También me gusta tener el cabello rubio, amo los tatuajes; algún día quisiera hacer mis propios diseños. Tengo dos perforaciones en mi oído y pienso hacer más en un futuro.»

 

El desayuno en la cafetería era algo agobiante con todo el ruido que hacían los de primer año, pero sorpresivamente aquel día de otoño fue uno de los más calmados que podía recordar Takanori; calma que fue destruida por su misma case.

—¡No dejes caer la tarjeta! Por favor.

Yuu sostenía una carta de póker común frente a sus abultados labios mientras miraba con seriedad a Kouyou. Había decidido jugar a la carta de los besos, pero era obvio que la hombría entre amigos estaba en juego sólo por un pedazo de papel endurecido.

El juego consistía en pasar la tarjeta de persona en persona sólo con los labios, corriendo el riesgo de que esta cayera y ambas personas involucradas en el instante terminaran besándose. 

—Yuu, por favor. Tú iniciaste esto, ahora juega y no te eches para atrás.

—A ver, yo empiezo.

Akira arrebató la carta de sus amigos y tomó asiento en la primera silla que encontró junto a la mesa. Takanori observaba desde el otro extremo, apartado del circulo de jugadores ya que él había dicho que no participaría en eso.

—Listo, ¿a quién se la paso?

—A mí.

Ah, el desastre nuevamente se presentaba en forma de un alocado rubio ansioso por poner sus labios lo más cerca de Yuko, su amor platónico; novia de uno de sus amigos.

—Te estoy vigilando, Suzuki. No quieras pasarte de listo.

—Ya lo sé, Yuu. Sólo le pasaré la maldita tarjeta, tú preocúpate por no terminar besando a Shima. 

Takanori rió al ver la expresión de este último tras contemplar la posibilidad de tener ese tipo de contacto con Yuu. Pero desvió su atención de esos dos al notablemente emocionado Akira mientras se acercaba con la tarjeta sobre sus delgados labios para ponerla frente al ostro de Yuko. La chica estaba un poco sonrojada, quizá era por el frío, sin embargo, era un detalle que no pasó desapercibido por el castaño en la esquina de la mesa. El intercambio duró apenas unos cinco segundos, aunque para ojos de Takanori fue como ir en cámara lenta y se percató del incremento en de la respiración de Akira. Notó cómo Yuko se inclinaba aún más sobre su peso para recargar sus labios sobre la tarjeta, sobre el rostro de Akira. No dejó de lado la última imagen de aquella escena que le dejó grabadas las manos de ambas personas acariciándose sutilmente como accidente debido a los nervios de los dos.

Nadie vio lo que los ojos de Takanori captaron y aún menos recordaron las ansias de Akira cuando el incidente que le siguió en el juego se suscitó con Yuu y Kouyou: habían quedado a casi unos milímetros de completar su misión con la carta, pero un maldoso logró acercarse sin causas sospechas para tirar el trozo de papel provocando que los labios de ambos chicos se tocaran por breves segundos. Todos los presentes rieron sin control, incluyendo Takanori.

Sí, nuevamente Akira se volvía un desastre al volar en su propio sueño donde Yuko y él eran felices sin que nadie más importara. Nadie.

—Tú también lo viste, ¿verdad? Te diste cuenta de la conexión que hubo.

—Sí, esa enorme conexión entre ustedes me impresiona.

—El sarcasmo no me hiere está vez —declaró Akira con una enorme sonrisa—. Sé que es cierto lo que me dijiste hace un tiempo, eso de no perseguir algo que no me pertenece, pero… ¿qué tal si ambos tenemos una oportunidad? Últimamente he recordado todo lo que ella y yo pasamos cuando sólo estábamos los dos y lo que pudimos, no, más bien lo que aún podemos ser.

—Esa es una vida que no está hecha para ustedes.

—Pero me gusta.

—Que alguien te guste no significa nada. Que hayas pasado demasiado tiempo con la persona que te gusta no te asegura nada. Acéptalo, Akira. Por favor, no le hagas esto a tus amigos, ni a ti mismo.

A mí tampoco.

—No, esta vez me niego a aceptarlo. Puedo jurar que yo la veo a mi lado y aunque tenga que esperar más tiempo, no importará, yo estoy seguro de que tarde o temprano las cosas se ajustarán y al fin esto que siento podrá corresponder.

—¿Hasta cuándo? ¿Antes o después de graduarte? ¿Mientras estudias tu carrera o al recibir tu título? Akira, reacciona, hay muchas cosas por las que debes preocuparte, no sólo por tu maldito capricho adolescente con tu amiga de la infancia. Ya ni siquiera hablan tanto como para ver algo potencial entre ustedes.

—¿Sabes? He soportado muchos de tus comentarios “realistas” desde que llegaste aquí, pero aún hay cosas que tú no sabes y una de ellas es que el distanciamiento entre Yuko y yo se debe a la constante presión de Yuu sobre ella para que no hable conmigo; está celoso porque sabe que tengo una oportunidad si se descuida.

—Entonces le harías eso a tu amigo, ¿te rebajarías a esa calaña? No necesito conocer toda tu dramática vida para saber que la realidad de esto es ridícula y que a fin de cuentas todos tus sentimientos desaparecerán, se irán junto con tu necedad de aferrarte sin motivo, sin sentido lógico.

—Tú no tienes derecho a hablar de sentimientos cuando ni siquiera aspiras a sentir amor. ¿Qué puedo esperar de ti? A veces parecer que falta esa parte de humanidad en ti. 

El tono en la voz de Akira se volvía hiriente con cada palabra que lanzaba sin cuidado hacía su amigo y no pensaba lo que salía de su boca, ni trató de hacerlo. A Takanori no le sorprendía, pero eso no significaba que no doliera.

—Gracias por tus sabios consejos, pero no pretendo tener una vida vacía de sentimientos sólo porque tú crees que son cosas innecesarias. Adiós.

 

«—Soy Akira Suzuki. Me encanta la primavera, los climas cálidos son mis preferidos; son ideales para salir con los amigos y pasar un buen rato en la ciudad. Tu turno.

—Soy Takanori Matsumoto. Mi estación favorita es invierno, a veces escribo canciones o poemas en una libreta que me regaló mi hermano mayor.

—Así que escribes eh, interesante.  ¿Algún día escribirías algo para mí?

—No lo sé, no creo que me nazca el sentimiento.

—Qué malo eres.»

 

Hacemos el amor. Sentimos el amor y, a veces, lloramos por amor.

Algún día sabrás que todos hemos nacido por y para el amor.

No todos amamos ni somos amados al mismo tiempo.

Si más de una ocasión te han hecho creer que no mereces ser amado o que no eres correspondido, da un paso adelante y levanta el dedo medio, cariño. Porque tú más que otros ganaste a pulso cada palabra cariñosa que te he dedicado en mi pensamiento. Y si no eres capaz de sonreír cuando te miras al espejo, no te preocupes, yo me aseguraré de poner mi mejor expresión al verte por las mañanas. Y si aún sigues llorando por las palabras vacías del resto, no te alteres, yo continuaré escribiendo hasta gastar mis dedos en un interminable intento de escrito para llegar hasta tu maltratado corazón.

Porque todos nacemos para ser amados, por nosotros mismos.

Hey, no desesperes. Yo te amo y debes estar seguro de eso.

Ellos no saben, ni lo sabrán, la razón. Ni siquiera tú.

 

La realidad se estaba plantando cada vez más fuerte entre las cuatro paredes que frecuentaba Takanori: su habitación. Después de unos días de haber discutido con Akira, él analizó la situación y decidió ser sincero con él mismo respecto a sus sentimientos. Él, Akira, hacía sentir su corazón como si fuera primavera; pero quizá Akira no lo sabía, ignoraba completamente que Takanori odiaba el verano y amaba su crudo invierno. Por esa razón trató de todas las maneras posibles despojarse de aquella fastidiosa sensación de calor en su pecho.

Un día y luego dos días pasó sin ir al colegio por sumergirse de nuevo en sus pensamientos, privándose de escapar de sí mismo. Takanori estaba igual, o peor que Akira, al verse estancado en sentimientos no correspondidos por alguien que ni siquiera pasaba de ser su único amigo del instituto.

 

“Hasta que no lo aceptes, no saldrás de ese estado tan pesimista. [...] No puedes pasar toda tu vida persiguiendo algo que no te pertenece”.

 

Sus propias palabras rebotaban entre los muros y visualizaba la cara de Akira una y otra vez inconscientemente. Quizá el pasar con él la mayoría del tiempo había sido lo que creó esa atracción emocional. Quizá era que pasaba demasiado día viendo las expresiones que hacía cuando se emocionaba, entristecía o se frustraba. Quizá era porque Akira se portaba muy atento con él, como nadie lo había sido antes. Quizá… Quizá Akira le gusta demasiado y ni siquiera podía poner en palabras la razón de eso.

El sentimiento guardado dentro de él le pesaba y necesitaba sacar algo de esa presión en su pecho, así que tomó una chamarra gruesa y su mochila, guardó la cartera en el bolsillo trasero del pantalón y pasó de largo por la sala vacía de su casa helada. Sabía que Akira estaba prendido de alguien más con quien, sinceramente, sí tenía oportunidad, hiriendo a otros a su paso, pero tenía un chance con ella; mientras que él estaba de pie viendo como la primera persona que despertaba ese sentimiento en su inestable mente se iba tras alguien más. Sumándole sus preocupaciones y hechos realistas, ambos eran chicos; eso no estaba bien visto por nadie y seguramente la idea le sería repulsiva al mismo Akira e incluso a su familia si se enteraban que al hijo menor de los Matsumoto le atraían los de su mismo sexo.

El camino en medio de la nieve hacia el centro de la ciudad era un poco tardado y Takanori iba a acompañado de un bolígrafo y su vieja libreta. Akira le había preguntado si algún día escribiría sobre él y la verdad era que el pequeño escritor estaba por terminar las pocas hojas restantes.

 

De nuevo pasó, esta noche te soñé; soñé contigo. Fue lo mejor de la noche: estabas tan cerca de mí que podía rozar tus labios y oler la esencia de tu piel, tu pálida y liza piel. Tan hermoso y agraciado como sólo tú puedes ser. Pero eventualmente, entre delirios sentía que te perdía, sí, como si estuvieras desvaneciéndote; poco a poco, lentamente te me ibas de las manos y entonces te perdí. Desperté asustado, temeroso de enfrentarme a la realidad, y así fue. Me golpeó una realidad no muy distante a aquella pesadilla: estabas dormido en la misma habitación que yo, al otro lado de la cama, tan apartado de mí. Estabas tan cerca, pero a la vez estabas muy lejos, porque aquello había sido un hermoso sueño donde podía besarte y tocarte, pero esto era la realidad donde sólo soy destinado a verte, más no a tocarte. Más no se me permite amarte.

 

Las calles llenas de gente por la navidad que estaba a la vuelta de la esquina eran el laberinto preferido para Takanori y su libreta cargada con los nuevos sentimientos que experimentaba. Y se valió de sus pasos temblorosos para llegar hasta la cafetería más cercana y pedir un expreso para ayudar a calentarse sentado en la mesa solitaria que tenía vista a la calle principal del centro; adornada con luces, esferas y un enorme árbol, la nieve caía con parsimonia sobre la gente que pisaba el camino de piedra en compañía de su pareja, hijos, padres: sus seres queridos. La época favorita de Takanori se veía opacada por eso atascado en su pecho, eso que no quería aceptar, pero tampoco quería negar. Él mismo se lastimaba y no buscaba culpar a Akira por eso, él no le había dicho “Hey, enamórate de mí”, pero ciertamente si le dio entrada al ser la parte que Takanori buscaba; pieza que no encajaba en su malformado destino, su extraña vida que había sido carente de amor.

Pero después de todo, después de un año y darse cuenta de que era capaz de sentir amor, le agradeció internamente a Akira. Lo ayudó a despertar esa parte de humanidad en él, aunque no fuese del todo correcto para la mayoría, aunque no estuviera correspondido.

Takanori supo que a veces las historias que solía toparse entre páginas, las cuales denominaba “cliché”, eran verdaderas en ciertas ocasiones y se viven más fervientemente de lo que uno podía creer. Esos pequeños detalles al ver la sonrisa del otro, notar las diferencias físicas y sentir como ambas personalidades son rivales y a la vez son la estabilidad de una para la otra. Takanori denominó el amor como un cliché tras su historia del primer amor en el colegio. Takanori pensaba tatuarse en la frente la palabra cliché después de sentir su corazón acelerarse por las simples acciones de su compañero al verlo jugando en el campo de futbol.

También fue un cliché el final que tuvo todo aquello al no ser correspondido, al ser el otro lado de la película donde el protagonista se queda con la que siempre fue el amor de su vida y el tercero se va olvidado a tragar sus propios sentimientos a escondidas de la superficie.

«—Soy Akira Suzuki y…»

—No tengo el coraje para perderte. Pero ahora el rechazado soy yo.

Las palabras se las llevó el viento invernal al salir de la tienda rustica y seguir con su camino guiado por las piedras incrustadas bajo su cuerpo. Las palabras no significaban nada para nadie, excepto para él mismo. Las palabras que aún tenía pendientes se acumularon en su garganta cuando el último acto que presenciaron sus ojos en aquella tarde mató ese nuevo estado emocional, pues Akira estaba alegremente sonriendo con su ropa más abrigadora mientras recorría los árboles secos de la mano con una linda chica; una chica de cabello lacio, negro. Con ojos coquetos y personalidad amable se paseaba junto a Suzuki con las mejillas coloradas, no por el clima.

Bajo la nieve de diciembre Akira mostraba toda su dentadura en una expresión de total felicidad, expresión que jamás había visto Takanori y, aunque por dentro le doliera, amaba ver ese sentimiento plasmado en la cara de Akira. Realmente se alegraba por él y por la decisión de no darse por vencido sobre lo que de verdad sentía y deseaba. Era egoísta de su parte querer tomar esos sentimientos y hacerlos suyos, no podía, lo quería, pero no debía.

—¡Taka! ¡Qué genial poder verte este día! —Akira saludó entusiasmado al reconocer a su amigo paseando por esos alrededores—. Hey, no te había visto en el colegio. Una profesora nos informó que habías enfermado.

—Sí, así eso… pero ya me siento mejor.

—Aun te ves un poco decaído, deberías ir a casa y recostarte.

—Lo haré, sólo quería echar un vistazo al árbol.

—Es precioso, eh —Akira calló por unos segundos, después siguió con su revelación—. Hey, Taka… Al fin logré conseguir una oportunidad con Yuko.

—Ya lo veo, se notan muy felices los dos. Los vi desde que cruzaba la calle.

Aquella chica de ojos coquetos miraba el árbol, ajena a la conversación de los dos jóvenes apartados de ella. Takanori la observaba de vez en cuando tratando de convencerse que eso era lo mejor para todos.

—Akira yo…

—Quería agradecerte —interrumpió las palabras del castaño por impulso—, de no ser por lo de aquel día yo no hubiera reunido el coraje para seguir lo que realmente quería: a ella.

—No me agradezcas, al contrario, yo te quiero agradecer a ti.

“¿Te has sentido atraído por alguien que no puede corresponderte?”

—Te quería agradecer por hacerme ver que yo también estaba equivocado y no tenía idea de lo que estabas pasando. Fui egoísta al tratar de convencerte que debías abandonar lo que sentías. Y…. también quería decirte que sinceramente sé lo que es estar atraído por alguien y no ser correspondido, pero ahora sé que estoy haciendo lo correcto con la decisión que he tomado en torno a esa persona y yo, sé que mis acciones son lo debido para cada uno.

—En ese caso, ambos estamos a mano. A fin de cuentas, todo es parte de una verdadera amistad, los dos nos ayudamos mutuamente.

—Sí, eso creo.

—Aun así, espero que seas feliz con esa persona.

Por favor, para.

—Mereces disfrutar del amor también, estás en edad de experimentarlo.

Detente.

—Yo ya soy feliz alado de la chica que amo.

Duele.

—Es bueno escuchar eso —la fuerza que reunió para soportar el ardor en su garganta fue difícil de mantener, pero lo logró—. Me tengo que ir, Akira. Te veo después en el colegio.

—¡Claro! Salúdame a tu familia en navidad.

—Lo haré, has lo mismo de mi parte también.

—Hasta entonces.

—Hasta luego…

El camino blanco estuvo repleto de palabras y pensamientos al aire y unos cuantos plasmados en la libreta con la imagen permanente de Akira siendo feliz con alguien más. Y de una forma u otra, eso estaba bien, eso era lo correcto. Y las paginas se siguieron llenando, el dolor siguió goteando con la tinta ida entre cada palabra que escribía al final de los asientos del autobús en plena nevada de diciembre.

 

¿Estamos realmente conectados por un hilo rojo? Donde sea que estemos, puede ser que el extremo contrario de ese hilo sea nuestro amigo de toda la infancia; podría ser el vecino odioso del que siempre nos quejamos; incluso pudo ser aquel amor que tuvimos, pero dejamos atrás porque éramos inexpertos y ese sentimiento no sabíamos asimilarlo; incluso podría ser una persona a miles y miles de kilómetros de nosotros con otra nacionalidad, en otro país, con muchos años de diferencia, que hable otro idioma... Pero allá está, al otro extremo del hilo rojo.

Y es realmente curioso cómo es que algunos lo encuentran, aun cuando estaban sobre un volcán, que explotó hace mil años, dentro de una cabina de cristal.

Yo sólo pienso que las historias de amor mueven al mundo y, sea cual sea el origen, el amor es uno de los principios en la definición de la humanidad. No me refiero a moverse en ese sentido literal; mueve el sentimiento, las emociones internamente. Porque no, no vivimos de amor; vivimos por amor.

En alguna parte; amor romántico; amor fraternal; amor divino; amor carnal. Ir por curiosidad a un lugar diferente y, sin querer, te topas con el amor... con el amor por la tierra; amor por el cielo; amor por la luna; amor por una chica o por un chico. Todas las historias del mundo tienen amor. Todas.

El humano se rige con dos normas principales: miedo y amor; el miedo tiene como base algo que amas; el amor puede tener como base el miedo. Si quieres ir a un lugar, ahorras. Porque lo amas. Si quieres conocer algo o a alguien, lo haces si tienes el valor y amor suficiente, porque, no es valor, es amor.

El amor a través de la historia se vuelve un cliché con las acciones repetitivas de las personas, pero no deja de ser eso: amor. Sin embargo, el sentir amor no garantiza nada.

 

«—Soy Akira Suzuki y… realmente amo a Yuko.»

—Soy Takanori Matsumoto y de verdad amo a Akira Suzuki, aunque sólo fuimos un tonto cliché.

Notas finales:

Fin.~


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