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Centinela por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Gracias a los que me acompañaron a través de la historia.

Hiyori lloraba en silencio frente a la tumba de su padre. Las pocas personas que la acompañaban eran los que ella y Zen consideraban su familia.

 

Mientras veía como el ataúd era cubierto por tierra recapacitaba en lo difícil que resulta decir adiós a quien se convirtió en tu ejemplo, más cuando consideras que te falto tiempo para compartir con él.

 

Recordó de cuantas personas se había despedido en esos últimos tres años: Primero fue Yasuda, luego Ijuuin, seguido por Hatori y ahora, su padre. El brazo protector de Henmi, y la suave mano de Yoshino la reconfortaron como si leyeran sus pensamientos. Siempre había sido un libro abierto para ellos. Sonriéndoles, agradeció su compañía.

 

Cuando termino el servicio, le dio un beso a cada uno, pidiéndoles que la dejaran sola. La última en retirarse fue Yuki, quien la acompaño hasta que sintió la presencia del ojiazul, al igual que Hiyori, con el tiempo había desarrollado una conexión con Yukina y Yokozawa. Despidiéndose de su amiga, se dirigió donde los otros.

 

La castaña observó la tumba cubierta de sakuras y astromelias, con la lápida marcada con una frase que explicaba el significado de las flores. Para ellos era difícil no pensar en Kirishima como alguien fuerte y que siempre estaba atento a reconfortarlos como un verdadero amigo. Los allí presentes siempre habían visto la faceta que mostraba llena de regocijo y en busca del triunfo para él y los suyos. En cambio, cuando estaba solo en su casa, su rostro y su accionar eran otra historia. Después de esa tarde, parte de él había muerto con la partida de Takafumi.

 

Se encamino hacía la capilla, sabía que ahí lo encontraría. Al verlo repitió lo que hizo la tarde que lo conoció en la casa de Shouta hace ya más de veinte años: Corrió a sus brazos buscando su calor, su apoyo, y lloró como solo con él podía hacerlo…

 

El sonido del disparo fue la señal de que Kuro iba en serio con su amenaza. Escasamente tuvo el tiempo para cubrir a Hiyo y a Zen. El calor emanado de la herida fue disimulado por el ojiazul que beso la frente de la adolescente, mientras le colocaba el zafiro, explicandole que así estaría siempre con ella.

Kirishima entendió que esa era su despedida, acariciando su mejilla lo beso trasmitiéndole todo aquello que quiso decirle desde la primera vez que lo vio. La sangre en su mano fue disimulada para que su hija no se asustara. Tomando algo de distancia, Yokozawa inclino la cabeza reverenciando a su padre. La criatura devolvió el gesto, sabía que, al salvar la vida de su amante y la niña, su hijo había cerrado cualquier posibilidad de volver a su casa. Dar su vida por otro, el máximo sacrificio.

La voz de Hiromi retumbo en la habitación, el sonido de las armas descargándose era la señal de que debían marcharse, antes de desaparecer con la pareja de castaños, Drakull se satisfizo al evidenciar la transformación de su descendiente.

Las dos alas negras se extendieron por completo dando la oportunidad de escapar a sus seres queridos. Los hombres continuaron disparando al ente que tenían frente. Cada impacto solo lograba encender más la furia de la criatura que brillaba en medio del fuego que emanaba, al ver que todo era inútil, el jefe de la cuadrilla bajo la pistola extasiado en los ojos rojos que brillaban en el rostro de su oponente. Bastaron pocos minutos para ver a los aliados del exsuegro de Kirishima arder en medio de los lamentos que emitían.

Kuro aprovecho la distracción para escabullirse. Caminaba rápidamente por los corredores del bunker con el objetivo de huir de ese lugar y ponerse a salvo. No iba a quedar como una rata atrapado dentro de su propio laberinto. Al llegar al laboratorio, tomo los datos que necesitaba y el portátil que los contenía, ya no necesitaba a nadie, como siempre volvía a estar solo. Abrió el cajón del escritorio y saco lo único que creyó indispensable para no olvidarse de lo vivido, guardando el pequeño sobre de cuero en el bolsillo interior de su chaqueta, emprendió de nuevo la marcha. Tarde fue cuando llego a la salida. Allí al lado de su auto, un ángel negro lo esperaba.

Los soldados que aún quedaban en pie lo rodearon. No pudo más que sentir pena, ¿acaso no comprendían que su fin estaba cerca? El ángel se agacho frente a ellos, del bosque aparecieron varios lobos negros que los rodearon. En la medida que se acercaban, la manada le hizo intuir que la batalla sería en igual número. Uno de los más jóvenes disparo preso del pánico, suficiente para ver a los animales lanzarse destrozando las gargantas de aquellos que les apuntaban. Eso era realmente una masacre. No quiso comprobar si Yokozawa estaba en trance o si él y los lobos eran lo mismo, su prioridad era salir de ahí… el automóvil exploto antes de poder subir.

Las bestias caminaron cercándolo, sonriendo saco la fotografía que había guardado en su pecho, era un bello recuerdo de cuando acepto que se había enamorado del pelinegro que cuidaba a su nieta. El único vestigio que le quedaba de humanidad. Dándole un beso le pidió perdón, apretándola en su puño, volvió su mirada al lobo negro de ojos azules que avanzaba hacia él. Alzó el arma apuntando a su cabeza, si iba a morir lo haría luchando…el animal se abalanzo sobre él…

Frente a una camioneta dispuesta para su huida, Kirishima abrazo a Hiyo cuando escucho el disparo, lo siguiente fueron diversas explosiones que marcaron el final de la aventura. Por más de que el castaño quería volver, su prioridad estaba a su lado, dejando escapar unas lágrimas se despidió de Takafumi.

 

- Mantuvo su promesa de amarte siempre.

- Lo sé, yo también lo hago – respondió el peliazul acariciando la cabeza de quien se había convertido en su hija.

- ¿Qué harás ahora? – era una buena pregunta. Mientras pudo observar a Kirishima de lejos, su vida medianamente fue completa. Pero ahora, después de tantos años, volvía a sentirse vacío. Los ojos marrones de Hiyori detallaron su expresión. Recorriendo suavemente su rostro, Yokozawa observó el cambio experimentado en la que llamo su princesa. Se había convertido en una hermosa mujer, muy similar a su madre Sakura. Con una triste sonrisa respondio:

 

- Lo único que puede hacer alguien como yo… ver morir a los que ama.


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