Zen, Gou y Kyou rogaban por poder salir de todo el enredo que la renuncia de Oosaki les había dejado. Cada vez que no encontraban un papel, inmediatamente el animador y el diagramador gritaban e insultaban al pobre publicista por no haberle dado una débil esperanza a la mujer. Este respondía seguidamente recordándoles quienes le habían aconsejado actuar así.
Hacía un mes que había asistido a la cena con los padres de su excompañera de universidad. Aunque al principio la conversación fue amena, en la medida que avanzó la noche las preguntas sobre su relación y futuras intenciones con Ryou fueron más directas; desafortunadamente para ella, Kirishima fue completamente sincero: Solo eran buenos amigos. La madre de la chica cerro la plática al hacer alusión a su anillo de matrimonio:
- ¿Por qué todavía lo llevas?
- Para no olvidar lo que viví después de su muerte. – Aunque realmente con el tiempo solo recordaba los bellos momentos compartidos con Sakura, el anillo era su forma de pedirle perdón por los errores que cometió.
Después de eso, Oosaki limito su contacto con él, a pesar de que continúo laborando por unas semanas más, todo el ambiente mostraba que no aguantaría por mucho. Así fue como un martes ingreso a la oficina de Yasuda y le entrego la carta de renuncia. Se iba del país y debido a la forma como los dejaba, no pedía la liquidación. Sin embargo, este inmediatamente negó su frase deseándole suerte, lo único que solicitó fue tiempo mientras su reemplazo hacía el respectivo trámite. Dándole una reverencia se marchó.
Los gritos de Ijuuin lo sacaron de sus recuerdos, todos los presupuestos estaban de manera virtual, pero la carpeta tenía clave, y por supuesto, Ryou no la había dejado. Lo único que pensó fue como una mujer tan aparentemente dulce podía realizar un plan de venganza tan magnifico. Maldita Oosaki, lo estaba jodiendo por haberla rechazado como su pareja. Para sorpresa de sus amigos, Kirishima, sin hacer caso a toda esa locura, recogió las chaquetas de sus socios y se las lanzo, sacándolos casi a empujones de ese lugar. Necesitaban un descanso, al día siguiente tendrían que presentar los costos y proyecciones, y si no se calmaban lo único que iban a lograr era perder un gran contrato.
Caminaron hasta un pequeño restaurante de corte familiar. Cuando el dueño los vio, se acercó con una gran sonrisa y cuatro cervezas.
Hatori Yoshiyuki dio la bienvenida al grupo, mientras pasaba las botellas, les preguntó por el aspecto tan lúgubre. Con calma escucho las quejas y acusaciones, en el transcurso del diálogo, la comida llegó siendo agregado al grupo la pareja de hombre.
- Y aquí nos tienes, - suspiro Ijuuin – por culpa de la sinceridad de este idiota, estamos por perder el mejor contrato de este año.
- Pe-perdón – la voz de Chiaki Yoshino sonó casi como un susurro, era bastante tímido y sentirse el centro de atención le resultaba bastante incómodo. Totalmente sonrojado continuo – Nosotros tenemos un amigo que tal vez pueda ayudarles. Si quieren podemos llamarlo.
- Es bastante bueno, si desean mañana puede ir a su oficina – Hatori era acertado en sus apreciaciones y eso fue más que suficiente para los tres hombres, si por lo menos podía a mediodía tener el presupuesto, sería contratado inmediatamente. Con una sonrisa bastante tierna, Chiaki fue a comunicarse con su recomendado.
Vestido con una chaqueta de cuello militar negra, con un maletín de mano y unas gafas Dollger Steampunk de lentes azul claro, ingreso a la agencia de los conocidos de Tori y Chiaki. Estaba completamente asustado, no sabía hasta donde cumpliría con las expectativas de la empresa y lo que menos quería era dejar mal al par que se había convertido en sus únicos amigos. Vaya palabra tan complicada de entender, pero si que disfrutaba su significado. Desde que los conoció, sus tardes se convirtieron en conversaciones triviales, juegos de mesa, prácticas de cocina y una que otra sesión deportiva. Lo acompañaron y escucharon cuando volvía cabizbajo y desilusionado, un día había dicho que la única forma de conseguir trabajo era si se contaba con una buena recomendación o la desesperación de la compañía por conseguir a alguien con su perfil. Por eso cuando Yoshino lo llamo la noche anterior, le dijo que su deseo se había cumplido.
Tan pronto se abrieron las puertas del ascensor, se sintió en los cuartos universitarios. Los papeles y carpetas volaban sacadas de forma desesperada por un pelicafe de ojos morados, que vociferaba porque otro de gafas y cabello negro se había dedicado a ver su celular. Tomo aire, saludo cortésmente y a un buen volumen por dos veces siendo totalmente ignorado. La paciencia no era una de sus características y no soportaba los gritos, así que por tercera vez y alzando un poco la voz, repitió la acción.
- ¿Qué quieres? – hablo de manera hosca el de gafas.
- Soy Yokozawa Takafumi, el recomendado de Hatori – la expresión les cambio por completo, casi fue cargado por los presentes, y sentado frente a un computador donde recibía las indicaciones básicas de lo que necesitaban para las once de la mañana. Luego cada uno tomo rumbo a su oficina.
Se levanto recogiendo el caos que había en la recepción, detallo las carpetas encontrando en la tercera que alzo el informe que buscaban. Antes de revisarlo, opto por dar algo de presencia al sitio que aparentemente sería su lugar de trabajo. Miro el reloj tan pronto como termino, eran las 9:30 a.m., tenía 90 minutos para entender el presupuesto y explicárselos para la reunión. Luego de eso, sabría si se quedaba o no. Sin hacerse muchas ilusiones, comenzó el análisis.
A las 12:00 m, una hermosa mujer de estatura media, perfectamente peinada, con un hermoso maquillaje y un vestido claro y bastante sugestivo, entro acompañada por un hombre que se le hizo ligeramente conocido. Un fuerte dolor en el pecho provoco que bajara la cabeza. Ahogó el gruñido cuando sintió los colmillos creciendo en su boca; como pudo se apresuró al baño, agradeció que la pareja no lo había notado. Respiraba con dificultad, el calor de su cuerpo subió generando la ansiedad de la sangre. Busco la joya que su madre le había entregado en su última visita, como pudo se la puso apretando el medallón.
Fue cuando recordó donde había visto al recién llegado, era el hombre que lo había nutrido de esa deliciosa energía el mes anterior.