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En la oscuridad. por Ayamashi Kame

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Notas del fanfic:

:3

Notas del capitulo:

Si ya lo leyeron, sabrán que edité este capitulo. No tiene tantos cambios, pero lo amo más que el anterior

Gracias por leer.

última revisión: 22/09/2018

Ese día era martes. Cuando despedí a mamá no supe que era la última vez. Supongo que lo sientes, al fondo, oprimiéndote: el sabor de la última vez.

 

 —La señora Bonplant está muerta

­

Jane soltó un sollozo lastimero abrazada a Jason, lloró un buen rato, e incluso pidió al doctor ver su cadáver cuanto antes. También existe una diferencia abismal, en cuanto a vivir o morir más allá del habla o la respiración. Respecto a eso, es mentira lo que dicen en las películas: de ningún modo pareces dormir.

 

No quería entrar. Pero lo hice, el pobre Jason indeciso parecía querer partirse en dos. Ni siquiera me acerqué a la cama, me quedé clavado cerca de la puerta, observando una silueta envuelta en sábanas blancas.

 

Luego recuerdo sentir el calor de las brasas en la cara mientras asociaba su ausencia con un viaje extendido. No era extraño, a mamá le encantaba ir y venir, conocer, por eso amaba lo que hacía.

 

Los días siguientes fueron tranquilos, hasta entender al primer mes que no iba a regresar. Las noches eran tan vacías y silenciosas como los días; en ese tiempo comencé un paseo metódico hacia el abandono. No iba a volver, así que resolví que no ocupaba trapear el suelo, o desempolvar el sofá para que no montara un numerito al volver.

 

El trabajo y la universidad se volvieron más duros. Con el tiempo, en vez de hacerse llevadero, el silencio, la soledad, crecían y crecían. Nada era igual que antes, las noches eran las mismas: sentado frente una barra, o en alguna de esas mesas solitarias bebiendo sin parar.

De vez en cuando me iba a bailar, otras me encontraban tan borracho que terminaba llamando a un tonto bastante idiota como para ir a buscarme. Ese era Jason. El que quería partirse para consolar a dos.

 

—Demonios. Levanta.

 

Para entonces ya me habían traído mi trago. Uno que recibí con una amplia sonrisa. Borracho le puedo sonreír hasta a el loco de la plaza del árbol. Aunque el tipo huela a mierda y no te deje en paz hasta obtener un par de monedas para su hora feliz.

 

Cuando iba a tomarlo Jason lo arrancó de mis manos para resguardarlo detrás de su brazo izquierdo, dejándome sediento y con grandes ganas de hacerlo puré.

 

— ¿Cómo se le ocurre darle más de esta mierda?

 

El tono que usó me dio risa. Cuando se enfada, la voz le suena rasgada, gruesa como si se hubiera atiborrado de helio. Estaba muy ocupado riéndome, pero quizá miré por el rabillo como el bartender ponía su cara más seria.

 

—No grite. Llevo un buen rato dándole agua carbonatada con limón señor. Si ha bebido otra cosa ha sido cosa suya.

 

— ¡Agua carbonatada! Ya decía yo que me sabía amargo ¡Maldito desleal, creí que éramos amigos!

 

 El tipo entornó los ojos y los demás clientes observaron.  Yo estaba muy ocupado intentando impulsarme sobre la barra, de no ser porque Jason me sujetó de la chaqueta.

 

—No montes un espectáculo— dijo luego de dejarme sentado en el taburete de un solo tirón. El amigo hizo clases de gimnasia y boxeo cuando estábamos en el instituto. Y yo, en comparación, soy un jodido costal de huesos —. Déle un vaso de agua fría por favor.

 

Después no dejó de jalonearme para que estuviera quieto, como a un perro sin entrenamiento. Fuera de que me sacaba de quicio, el hombre estaba serio y desaliñado. Puede que lo hubiera despertado tras toda la semana de parciales. La idea me hizo tragar las ganas colosales de hacerme un collar con sus dientes. Aunque dudo que pudiera hacerlo.

 

El traidor de la barra dejó el vaso en la superficie. Cabreado por su jodido atrevimiento al darme agua carbonatada todo el rato, sujeté el agua e intenté vaciárselo encima. Jason se las arregló para detenerme.

 

— Creí que la estábamos pasando bien tú y yo ¡Maldito traidor!

 

Me tambaleaba mientras movía el vaso de un lado a otro y Jay me sujetaba la muñeca para evitar que lo mojara. El tipo suspiró para luego darle una gran cantidad de billetes, que eran todas las propinas de la noche.

 

—Será mejor que lo saque de aquí señor. Incomoda a los clientes.

 

— ¡¿Incomodar?! Ya te haré sentir incómodo cuando te meta esto por el culo —levanté el vaso que había dejado para mi antes—. Cabrón desleal, traicionero.

 

Volví a alzar el brazo, esta vez demasiado rápido para que Jason pudiera seguir el ritmo, aun así atajó mi muñeca pero el vaso terminó vacío, y el contenido en su rostro.

 

—Disculpe las molestias

 

Luego me miró como si me hubiera metido con su madre. Cosa que no hice, pero casi. Hasta llevarme a rastras hasta el coche donde ya no supe nada de mí.

 

 

***

 

 

 

Un hedor nauseabundo me inundó al despertar. Fue cuestión de segundos reconocerlo, se trataba del olor a pies sucios característico de la habitación de Jason. Me levanté de golpe para buscar un espejo, la última vez que desperté allí había sido hace varios meses. No fue nada agradable, llevaba sujetador, maquillaje y reveladoras palabras en la frente: “Soy un grano en el culo”. Innovador. Tratándose de mi “hermano”.

 

 

Al darme cuenta de que no fui travesti la noche anterior, me volví a sentar en la cama. No pude evitar sentir una punzada en el pecho, el inconfundible olor me trajo viejos recuerdos. Miles de veces en las que desperté allí buscando apoyo o refugio por reprobar, terminar borracho, huir de casa, regresar —bien borracho también—. Las veces que necesité pensar alguna tontería, vengarme del idiota que me quitaba mis cosas en cuarto grado, planear invasión de propiedad privada, o simplemente cuando huía de una ex enloquecida por haberla engañado con su mejor amiga.

 

Todo era igual, se sentía como si lo fuera. Pero era tan lejano a la vez. ¿Cómo sabría que las cosas cambiarían hasta este punto? Digo, nos conocemos desde pequeños, tenemos en común la ausencia de nuestros padres. Por eso su complejo de hombrecito, y también por eso ir allí desde siempre. Nuestras habitaciones siempre guardan una cama adicional. En mi caso un dúplex, en el suyo, camas dobles.

 

La cabeza me daba vueltas y el olor a vómito no me ayudó. Me froté la cara para despejarme en lo que Jason entró. Me inundaron los recuerdos de la noche anterior y hubiera sentido vergüenza de no ser por el dolor de cabeza que no me dejaba pensar cosas importantes. Aunque a decir verdad, hacía mucho tiempo que no pensaba en cosas…significativas.

 

 

Se quedó en el umbral y me miró con esa cara suya de pocos amigos que pone siempre que sabe que seguiré saliéndome con la mía.

 

— Buenos días

 

Echando a un lado mi dolor esbocé la sonrisa más brillante e inocente. Su comportamiento y ese ambiente que pone cada vez que quiere reclamar algo es difícil de sobrellevar.

 

— ¿Qué tienen de buenos?

 

Respondió cortante. Era claro que estaba enfadado, y yo no estoy seguro de qué exactamente. No sé si fue porque lo desperté, el agua que le eché encima, el espectáculo, su zapato lleno de vómito apestoso —a lo mejor era mío— que acababa de descubrir, o la mezcla de todas. Lo que estaba claro es que tenía la intención de mandarme al demonio.

 

Soltó entonces un vaso de jugo de naranja sobre la cómoda y comenzó a buscar algo en ella.

 

 

— ¿Estás molesto por algo?

 

Me preparé para el sermón. Siempre es lo mismo con Jay: Hago algo estúpido, me respalda y luego, cuando ha pasado todo echa una sarta de palabrería sobre mi comportamiento.

 

Me miró unos segundos para luego girarse y sacar una sudadera de la cómoda. Se puso a mirarla, no sé, ¿Para ver si está limpia? Me dolía tanto la cabeza…Luego la lanzó sobre la cama. Comenzó a buscar zapatos y yo intenté ocultar bajo la cama el que había llenado de vómito. Luego, bajo el silencio incómodo recogió un par de pantalones tirados en una silla y yo di un suspiro. Parecía que tenía madre nueva, o peor, novia reclamona. Ambas cosas deprimían.

 

 

—Oh vamos. Jay, soy el mejor borracho que conoces.

 

— ¿El mejor? ¿Después de hacer el ridículo? —volví a suspirar intentando contrarrestar el dolor. Jason ladeó la cabeza y entrecerró los ojos—. Maldita sea William ¿Es vómito lo que veo en ese zapato?

 

Solté el calzado que intentaba esconder y alcé ambas manos a la altura de mi cabeza. Como respuesta obtuve una mirada llena de recelo y… ¿Algo más?

 

— ¿Eso es todo? ¿Insultas al barman, me despiertas a media noche para esa mierda del bar, maldiciendo hasta al diablo y tú solo…?

 

Imitó el gesto que había usado segundos atrás, después acabó quitándose la camiseta. No tenía la mejor energía para tener una charla. De modo que apoyé los codos en mis piernas y me sujeté la testa con las manos, escondiendo la mirada en la sombra que hacían mis hombros.

 

—Ah, hombre, por favor, no empieces.

 

Arrastré cada palabra en rendición y cerré los ojos, mis oídos se inundaron con un pitido insufrible. Él exhaló, pensé que hablaría, pero guardó silencio por un par de minutos. Raro.

 

—No, tú no te atrevas a pensar que esto es igual a todas tus idioteces. Esto es serio.

 

 

Esta vez el silencio fue más largo.

 

—Que…—tomó aire de nuevo, como si hubiera corrido cinco kilómetros enteros de un solo golpe. Algo crujía pero no alcé la vista para ver qué—. ¿Pensaría Wanda de esto?

 

 

 La languidez del ambiente desapareció de golpe y todo me comenzó a dar vueltas. Era mucho tiempo, demasiado sin oír ese nombre. También estaba asombrado, yo creí, de verdad creí que sería lo mismo de siempre. Pero muchas cosas habían cambiado sin darme cuenta y Jason, en efecto, nunca deja de sorprenderme.

 

 

—No te atrevas a meter a mi madre en esto, ella no…

 

 Luego de un rato, y con voz especialmente conciliadora dijo:

 

—Ella no hubiera querido verte así.

 

No lo dejé continuar, conocía lo que venía y no quería escucharlo, seguir por ahí…De pronto me entraron ganas de reírme, no pude hacerlo, en cambio resoplé.

 

— ¿Cómo quieres que acabe— ¿Cómo tú? Lo pensé, pero lo descarté enseguida. Se me antojó como reconocer muchas cosas muy, muy estúpidas— ¡Es que siempre, siempre estás diciéndome que hacer!

 

Quizás dije algo que no debía. Abrió los ojos sorprendido y se peinó el cabello hacia atrás, incómodo.

 

—Yo no…—volvió la mirada fija en otro lugar, como si se percatara de algo obvio, después se cruzó de brazos—. ¡No te diría que hacer si tuvieras la madurez suficiente para asumir la realidad! Por dios Will, madura ya.

 

Y yo lo sentí con el pecho henchido. Minimizándome, como siempre.

 

— ¡¿Madurar?! ¿Yo Debo madurar? ¡Eres tú el que debe parar de salmonearme!

 

— Se dice sermonear— soltó burlón—, deja de hacer una rabieta, como un niño malcriado al que no le compran su juguetito

 

Estaba quieto y claramente cansado de todo eso. Así que no sé en que momento se sentó en el borde de su cama y se calzó los zapatos, para levantarse un rato después.

 

—Ese es el problema ¿Te das cuenta que irte de copas toda las noches en esta circunstancias está matándonos a todos? Esto no es algo de lo que puedas huir.

 

Se tiró la sudadera una vez la pasó por su cabeza. Toda la presión se vino de nuevo, no tenía idea de que decir.

 

—Ese no es tú problema.

 

Desde que lo dije supe que no era del todo cierto, que no era la mejor forma de parar una discusión y que estaba siendo demasiado cortante con la única familia que me quedaba. En ese entonces me importó menos, pero me duró como veinte segundos.

 

— ¿De verdad?

 

Tenía tanta incredulidad en la mirada que incluso a mi me costaba creerlo. Con ello, nacieron unas ganas intensas de retractarme, claro que no lo hice.

 

— ¿Pero si debo ir y salvar tu trasero cuando estás ahogándote en la mierda?

 

No analicé lo patético que sonaba eso, solo suspiré nervioso. En el fondo los necesitaba, es solo que, no quería hablar ¡maldita sea! Aquello era exasperante.

 

— ¿Y qué? De todas formas es lo que siempre haces, venir cuando te lo pido.

 

Fue un gesto de lo más doloroso lo que hizo. Su mandíbula estaba a punto de caerse de la impresión, en cambio sonrió. Yo hubiera preferido que fuera sincero, y le buscara el lado sensiblero.

 

— ¿Crees que estoy puesto por el gobierno?— se acercó, me sujetó del cuello de la camisa, levantándome. Mis piernas, temblorosas y adheridas a la cama por la posición era lo único que me mantenía precariamente estable—. ¿O que soy tu maldita niñera?

 

—No tengo que hacerlo. —Me burlé—, de todas formas, siempre has estado demasiado obsesionado conmigo como para dejarme en paz.

 

Sonreí con suficiencia cuando el bastardo me soltó con brusquedad. Se alejó de mí mientras pareció que por un momento masticaba algo desagradable.

 

No sé como, ni cuando, creo que cuando me sumergí en mi pequeña victoria, porque no lo vi venir: —Murió William, entiéndelo de una vez.

 

Lo dijo fuerte y claro. Como si se asegurara de que yo no podría negar que escuché.

 

Maldito arrogante. Quise preguntar ¿quién? Para cerciorarme, pero su nombre resonaba dentro de una misma oración. Jason me miraba, reafirmándolo, con el clásico gesto suyo represivo de “y no puedes ignorarlo”. Como si fuera un maldito retrasado que no tiene idea de que los muertos no regresan a la vida. Como si no supiera que una vez que mueres no hay vuelta atrás.

 

—Aquí estamos, tienes una familia con nosotros.

 

Sonó de lo más consolador, pero yo solo quería golpearlo. Y ya estaba hecho. Sentí tanto coraje lacerando mi interior que me acerqué hasta que nos separaban un par de centímetros. 

 

Él entreabrió los labios, sorprendido, pero yo estaba tan desbarajustado que no me di cuenta. Respiraba sobre él mientras muchas cosas se revolvían dentro de mí. Como veneno.

 

— ¿Ah sí?—se sobresaltó cuando el aliento impactó contra su rostro. Sus ojos fueron de un lado a otro como si desconociera donde posarlos, hasta que miró directo a los míos—, ¿También quieres que salgamos? ¿O prefieres saltarte esa parte?

 

Se ruborizó, era tan imperceptible que no lo hubiera notado si estuviéramos tan cerca, oliendo nuestros alientos.

 

—William.

 

Me dijo, en un hilillo. Rígido, con los ojos cerrados. Retrocedí notando que mantenía los puños apretados al costado. Cuando me di cuenta de todo lo que había dicho, del bochorno, era demasiado tarde.

 

 Me miró, esta vez recompuesto. Se mostró tan arrogante que me ofendió, pero no me acerqué de nuevo—. Es la última vez que te salvo el trasero.

 

Entendí todo lo que implicaba con tan pocas palabras. Pasó justo frente a mí y cruzó la puerta. Me sentí estúpido, como si estuviera engullendo un gran pedazo de mierda. Quería mandarlo al carajo y decirle que no me importaba menos. Pero no podía.

 

En cambio grité: — ¡Y yo espero que nunca necesitas que te lo salve!

 

***

 

Fue cuestión de meses para perder mi empleo y que las notas cayeran en picada. Como no tenía dinero dejé ir a esos sitios a beber. Vendí casi todas mis cosas y la mitad de las que había en la sala. Cosa que la madre de Jason desaprobaba cada que iba limpiar e insistir con invitarme a cenar.

.

Casi nunca estoy en casa, pero en ocasiones, cuando vuelvo, puedo escuchar las llaves y mis pasos hacer eco. Por eso solía encender la televisión con el volumen a tope y sentarme en el sofá asqueroso frente a las pilas de ropa y basura tiradas alrededor. Entonces, el olor de la habitación de Jason parecía una fragancia floral a comparación con el tufo a comida descompuesta.

 

Una noche tuve una pesadilla. Mamá estaba furiosa y me daba un sermón largo y tendido. No me extrañaba, era lo mismo casi siempre; me reñía por no dejar la ropa en el cesto, por no lavar los trastes…Por ser un grano en el culo.

 

Después del numerito desaparecía y yo podía ver como el auto se estrellaba contra el muro pintorreteado del puente a las afueras. Echaba humo y uno de los postes eléctricos caía sobre el, así que los rescatistas hacían lo posible por sacarla.

 

La persona atrapada no era mi madre, eran Jason y Jane.

 

Desperté sudando a chorros. La cabeza me dolía y tenía un humor de perros. Ni siquiera me cambié, salí dando tumbos hasta la casa de al lado, para ver que todo estuviera en orden.

 

Tenía un juego de llaves de la casa, así que no fue difícil entrar. Las luces estaban apagadas y solo entraban los rayos de sol, no había nadie. Era domingo y era extraño que estuvieran fuera, el reloj daba la una con tantos minutos. Esperé cerca de dos horas y luego comencé a impacientarme, quería verlos allí, aunque al día anterior me daba igual.

 

De pronto recordé todo lo que ambos significaban. Las veces que Jane me cuidó y tuve un amigo en el que confiar. Sus bromas para animarme cuando corté con mi primera novia, o la vez que me ayudó a hacerle una broma a Jim para que me dejara en paz. Ambos siempre cuidando de mí, aunque no quisiera.

 

Comenzó a darme una especie de tic nervioso cuando el sol empezó a ponerse. Seguían sin aparecer, pero fueron cosa de minutos para que la puerta se abriera y Jane apareciera por ella.

 

Vi su sombra sobresaltarse en cuanto me vio. Después encendió las luces y suspiró aliviada

 

— ¡Dios! Will ¿Qué haces ahí en esta oscuridad?

 

Me le quedé mirando un par de segundos, hasta que noté las bolsas en sus manos. Al acercarme ella sonrió.

 

— ¿y cómo es que andas en esas fachas?

 

No dije nada. Llevaba puestos unos pantaloncillos y no alcancé a ponerme una camisa. Ella me instó a ponerme una, vieja y manchada de pintura para que la ayudara en la cocina. Duramos un rato conversando del clima, de su trabajo, del día en general y no tocamos ningún tema que tuviera que ver conmigo. Cortamos vegetales, ella puso el pollo en el horno y salteó los alimentos que habíamos cortado.

 

—Pensé que no vendrías, es como la tercera invitación en un año.

 

Me llegó a atinar un codazo y no entendí lo que decía. Después mencionó que era la cena más especial y me sorprendí ¿especial? Jane tenía los ojos tristes cuando lo dijo. Me hice una idea. La sabía. Pero no me atreví a mencionarla, o preguntar.

 

***

 

Jason no regresaba. Y yo quería estar seguro de que su lengua orgullosa y petulante estaba a salvo. Así que puse una excusa sobre ir a buscar pimienta y salí a ver si lo encontraba.  Primero me fui a casa a cambiarme de ropa, me di cuenta cuando me miré en el espejo, que no tenía nada que envidiarle al loco de la plaza.

 

En casa las luces estaban encendidas. Cosa que no pasaba porque yo nunca las mantenía así, sobre todo las del pasillo y la habitación del fondo a la derecha. Esas siempre estaban apagadas. Me cagué de miedo al ver la puerta entreabierta, mi madre solía dejarla igual, así que tragando duro una saliva inexistente caminé hasta la entrada de la habitación.

 

Olvidé que muchas costumbres se heredan. Aunque a mi me gusta la puerta cerrada y nunca entendí porque mierda pondría una alfombra en la puerta de mi recamara, Jason es otro asunto. Pero no me di cuenta hasta que lo vi saliendo del baño, con un recipiente color humo brillante. Di un respingo, y él hizo una mueca cuando detectó lo cagado que estaba.

 

— ¿Te das cuenta de que casi me da un infarto?

Me sujeté el corazón y el se mordió los labios para no reír.

 

—Algunas cosas nunca cambian, supongo.

 

Dejó el objeto sobre la cómoda. Se me hizo rara, la sensación, parecía un lugar desconocido, vacío y silencioso a pesar de los rastros intactos de mi madre. El libro favorito sobre la mesa, el olor a polvo sobre el de las nueces, y ese orden característico que no alcanzaba su tocador.

 

— ¿y qué haces aquí?

 

No pude evitar escucharme irritado. Estaba en su habitación, usando su baño, poniendo un jarrón con tapa sobre sus cosas. Cosas que no había tocado y que odiaba que le tocaran.

 

—Le ponía flores— señaló un florero que tenía en la mesa de luz, que ahora tenía jacintos—, por lo visto tu nunca le pones.

 

— ¿Y eso qué? —señalé el jarrón. A simple vista no se veía lo que era, hasta que guardo silencio y entendí. No había pensado en eso ni un segundo—. Aguarda, aguarda ¿Por qué no estaba aquí en primer lugar?

 

—Estaba. Solo que en una de tus fiestas nocturnas la llevaste, y bailabas con ella en la pista —, imposible, pensaba. Jay caminó hasta estar cerca de mí. Muy cerca de hecho. Pensé que se estaba vengando por la vez pasada. Ahora no estoy muy seguro—. Tuve que ir con el personal de limpieza a barrer esa parte. Regaste las cenizas en el suelo— entrecerró los ojos mientras el aliento me pegaba en toda la cara. El maldito tenía un agradable olor a menta; luego sentí un golpe en el estómago, era el jarrón—. Como confeti.

 

Hizo cierto énfasis en la palabra, y yo me hubiera enfadado siendo un día cualquiera. En cambio me reí.

 

—Sal de aquí —le dije entre risas, me volvió a tender el jarrón gris y esa vez lo sostuve, como quien sujeta un pañal sucio: con especial cuidado de no hacer un desastre y sin pegárselo mucho.

 

Antes de salir tomó algo. Hubiera dicho algo más de no ser porque estaba demasiado ocupado sujetando los restos de mi madre. No quería hacerme mucho la idea.

 

—William, no voy a hablarte de cómo sujetas las cosas. Pero en serio, no estás agarrando mierda.

 

Lo dijo antes de salir y echar a un lado la basura para sentarse en el sofá. Su cara decía “Esto es un completo asco”, pero no lo dijo. Me coloqué la vasija bajo el brazo, me quedé mirándolo porque antes había sido un idiota en toda la línea, y Jay es mi amigo, y aunque jodo todo, no quería joder eso. Pero no me dejó decir nada.

 

— ¿Y? Ve a bañarte, no tengo todo el día.

 

Se cruzó de brazos y me sonrió como siempre. Estuve a punto de suspirar de alivio.

 

Luego de que me di una ducha y me puse lo primero que encontré, salí hasta la sala. Jason aún estaba allí. Al verme se levantó y fue hasta la puerta. En el umbral dijo: —Tráete a Wanda.

 

Lo seguí hasta su auto, y me quedé quieto detrás del maletero. Jason lo abrió, allí guardaba dos palas y un par de bolsas. No me agradaba la idea de subirme a un coche, torcí el gesto mientras abrazaba el recipiente.

 

—Ugh, si me odias por haber dicho lo que dije y te has decidido por llevarme a las afueras para asesinarme y enterrarme en una fosa…—me reí, pero salió como una risita estúpida y nerviosa—. No voy a disculparme, y cava muy hondo, que no me encuentren.

 

No le dio muchas vueltas al asunto y se subió. Quizá no le agradó mucho que bromeara. Todavía me quedé frente a la puerta un par de segundos y luego me subí en el asiento del copiloto, abrazando el jarrón más de la cuenta.

 

—A donde… ¿vamos?

 

—No creerás… ¿Qué voy a matarte a las afueras verdad? Si quisiera matarte te tiraría a un deshuesadero y lo haría pasar como un accidente.

 

— ¿Se supone que eso aumenta mis esperanzas?

 

***

 

Llegamos a una llanura a las afueras. Por suerte no pasamos el puente pintorreteado. No quería pedirle una y otra vez que fuera más despacio para que en unos años se burlara de mí. Bajamos y me dio una de las palas. No creía que fuera a matarme, pero eran los putos sentimientos y el exceso de progesterona. Y eran las cuatro de la tarde, el cielo estaba gris con algunos tonos sepias en el horizonte y la tierra estaba húmeda y marrón y yo tenía que mencionarlo ¿Qué otra cosa ponen en las escenas de las películas criminales? Ah sí, los truenos.

 

 

—Cava.

 

Creo que hasta cierto punto lo sabía. Tenía el viejo libro gastado de mamá bajo el brazo, y luego lo puso en una roca. Empezamos a sacar la tierra con la pala y una vez el hueco estuvo lo suficientemente hondo —unos treinta centímetros o así— sacó un arbolito del maletero.

 

— ¿Lo haces tú o yo?

 

Inhalé hasta que los pulmones no me dieron más. Y hasta entonces la realidad no me golpeó. Mi madre siempre hablaba de sus cenizas en un árbol, para que le pudieran hablar, y sentir que…Bueno, una parte de ella sirvió para embellecer al mundo. Yo ni siquiera pensé en ello antes.

 

Lo miré un momento y luego asentí, como si con eso supiera que yo iba a plantarlo. Pero entendió. Lo puse a un lado mientras tomaba el recipiente gris humo. Al verlo de cerca me di cuenta de los detalles floreados alrededor. En el límite donde se formaban las puntas existían un toque amarillo muy claro. Era como si lo hubiera elegido.

 

Abrí la vasija y metí mi mano derecha en ella. Miré las cenizas mas claras de lo que pensé y era raro, raro porque funcionaba como algo demasiado irreal, no podía pensar que era mamá, y era un vacío, una sensación de presión saber que no la iba a ver de nuevo.

 

Una vez la situé dentro, coloqué el arbolito en el hoyo mientras el sudor me corría por la cara. Algunas gotas que no supe si eran del sudor de mis ojos o el de mi piel, cayeron en la tierra. Hasta que quedó acomodado y cubrí las raíces con ayuda de mis manos.

 

Regué un poco la planta. Me pregunté que árbol sería, pero nada me venía a la cabeza, no sé nada de árboles. Las hojas eran planas de un verde claro brillante y tenían los bordes en puntas larguiruchas. Después me sequé las manos con mis pantalones y miré el libro sobre la piedra. Levanté de un salto y lo tomé. No recordaba que Jay estuviera conmigo, pero lo estaba. Silencioso y sin nada de arrogancia en él.

 

—Está muerta.

 

Dije de pronto. Ya lo sabía, ¿cómo no saberlo? Las palabras me sabían amargo, y era la primera vez que lo decía en voz alta. Jason no dijo nada pero se puso detrás de mí, aún no se ocultaba el sol. Y agradecí que al menos tuviera una buena vista, si ella, toda liberal iba a ser parte de un árbol, que valiera . Ya iría yo a beberme un par de tragos en sus raíces.

 

—Al menos no la va a mear ningún perro

 

Soltó de pronto. Me reí, mientras sentía un poco como rodaban las lágrimas. La extrañaría, aún la extraño, todo lo que significa y significó una vez. Me gustaba mentirle y hacerla enojar, para que en su tiempo libre me riñera y me castigara, también me agradaba esa parte conciliadora, o esa que se sentaba conmigo para ayudarme a pensar que hacer. Aunque a veces era un fastidio.

 

Al rato le dije: — ¿Entonces no ibas a hacerme cavar mi propia tumba?

 

Me golpeó el hombro.

 

—Tienes suficiente con saber que ya va un año.

 

Me dejé caer en la tierra, justo frente al árbol. El libro desgastado seguía entre mis manos. El título decía “Querido Miguel”, no sé porqué le gustaba tanto. Lo abrí y busqué en las páginas con los dedos cubiertos con mi playera.

 

— ¿Lo has leído?

—No. Quien sabe porque le gusta.

—Quizá entre las páginas tiene la clave de la caja fuerte que guarda las joyas de… ¿Cleopatra? Que robó en una expedición egipcia.

 

—Suena más creíble que fueran de Nefertiti.

 

Me oí resoplar.

 

— ¿Quién demonios es Nefertiti?

Negó con la cabeza.

— ¿Qué no ves Discovery Channel?

 

Después de un par de horas, cuando comenzó a oscurecer fuimos a su casa y llegamos justo a tiempo para la cena. Es extraño, aún siento como si hubiera pasado una eternidad. Nos sentamos en el comedor y hablamos sobre ella, lo que hacía, lo que era, lo que nos enseñó. Reímos, y Jane habló de lo mucho que le dolía a mamá la ausencia de mi padre.

 

Y cuando fui a la cama, suspiré ante el hedor a pies sucios que jamás cambiaría mientras estuviéramos vivos. Me sentí bien porque al menos me quedaban esas personas que amaban a mamá tanto como yo, y que hicieron tanto por nosotros. Mucho cambió, el tiempo no deja de fluir, no se detiene para nosotros.

 

— ¿Qué con esa cara?

Me dijo antes de apagar la luz.

 

—Estoy pensando que, lo único que no envidiamos de otros es morir.

 

—No vas a llorar, ¿o sí? Porque siempre puedo poner el ambiente.

 

Quizás estaba demasiado cansado o abatido para no detectar otra cosa que no fuera tristeza en su voz. Jay se sentó en mi cama y yo resoplé.

 

—Cierra la boca.

 

 

Hay una frase que encontré una vez mientras curioseaba. Y que no había entendido hasta ahora. La leí frente al árbol mientras sentí la mirada de Jason, esperando que se la leyera, no lo hice sino hasta ese momento, que ya la sabía de memoria.

 

— “Pienso que no sirve de nada conservar prendas de los muertos, cuando han sido manoseadas por desconocidos y se ha evaporado su identidad”.

 

Lágrimas silenciosas corrieron mientras Jason me daba la espalda. Cuando paré, pasaba lo mismo con él y lo único que se me ocurrió fue un abrazo. Transcurrieron minutos después de eso.

 

—Lo siento.

 

Me dijo. Sus ojos me escrutaban tristes y llenos de duda, pude escuchar el sonido de su respiración y como el pulso se me aceleraba sin razón, también, noté que por un momento olvidé como respirar. Nos habíamos mirado varias veces, pero esa vez era distinto. Tenía la mirada intensa como esperando algo, y nada me vino a la mente para explicarlo. Así transcurrieron los segundos, ligeros y desahuciados mientras la cercanía se cerraba sintiéndose extrañamente cómoda. Y antes de que pudiera decir o pensar nada, su boca estaba sobre la mía.

Notas finales:

Diré (Porque me encanta contar los transfondos de mis historias), Que "En la oscuridad" Está conmigo desde hace cinco años, tenía doce cuando lo hice, y creánme, ha pasado muchas penurias para salir de su crisálida.

Estoy agradecida por la cantidad de vistas. Bueno, quizá no sean muchas, pero para mi es demasiado, son casi 1000 jajja. Ya tenía planeada una reedición cuando vi las vistas. Recién salido del horno xD.

También estoy preocupada porque es mas extenso que el anterior. Pero estoy satisfecha por la descripción de la muerte y un poco del sentimiento emocional que siempre quise transmitir pero no se como diablos.  Aunque no sé si es mas o menos bazofia que la versión anterior xD.

Igual creo que faltan un montón de cosas para contar y cómo. También creo que serán menos capitulos xD. Porque honestamente parece como si fuera relleno y demasiado drama. Perdón.

Sobre T.A.P.S.H siento decirles que la parare un tiempo. Se me ha dañado la pc y no puedo acceder a wattpad donde tengo el próximo capitulo casi listo. Así que irá mas lento, dependerá si decido editar los capitulos que ya están y reescribir el episodio siguiente. Disculpen las molestias uwu.

Gracias por leer.

No olviden dejar un reviú, me gustaría saber que opinan, si fue aburrido, o bueno, o triste, o un asco. Sean libres de expresarse.

¿Me dejas un reviú?

Bye Mademoiselle!

Nos leemos en otra historia bazofaria.


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