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El príncipe de las nieves por paulaenlaluna

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Notas del fanfic:

¡Mi primer fanfic! :D

Saludos a toda la comunidad, encantada de estar con vosotros. Debo avisar que este fic es muy indulgente y seguramente aparezcan temas controvertidos, como cuestiones sobre género y sexualidad. Sé que a muchos les puede chocar puesto que estos temas no son la línea principal de la historia y serán tratados con una naturalidad inexistente en la realidad, pero es un universo alternativo así que estamos bien, vale? :D

Este fic se diferencia en dos partes: el mundo de los cuentos y el mundo real. En el mundo de los cuentos aparecen los personajes de Inazuma Eleven y en el real los de Fire Emblem (Irónico, no?).

Muchas gracias y disfrutad del fic!

 

Era una tarde tormentosa en la biblioteca privada de la universidad de parapsicología en Bahía Ángeles, invitando a los pocos visitantes a quedarse un rato más entre las viejas estanterías y mesas de madera, con el ruido sordo de la calefacción y los ordenadores encendidos de fondo. Aún así, el agente Alexander Goebel no perdió el tiempo en encontrar los archivos que buscaba. Tenía una investigación pendiente y más le bastaba tener toda la información posible antes de coger el avión del sábado hacia Suiza. Era la primera vez que volvía a su tierra desde que su padre renunciara a su patria potestad sobre él y su madre decidiera que debían mudarse a Estados Unidos y aunque sería extraño encontrarse con su padre, la posibilidad le incomodaba. Aún así, la situación en los Alpes era crítica y siendo él el primero de su promoción no era extraño que le hubieran encargado esa misión.

Para comprender mejor en qué situación estaba el agente Goebel, es necesario comentar algunas cualidades del mundo en el que vivía, pues en él residía una fuerza capaz de crear las cosas más inverosímiles: la magia. Sin embargo, dado que el uso de ella es peligroso y por los desastres que ha causado a lo largo de los siglos tanto a los que podían usarla como los que no, a mediados del siglo XVIII se decidió que la magia sería un secreto para el mundo con la llegada de las ideas ilustradas, dictando que la magia entorpecía el progreso de la humanidad. Aún así, la magia se ha seguido utilizando, y es la labor de muchos, como la agencia de detectives Fellborn, cuidar de que la magia seguía siendo un misterio para todos.

Aún así, lugares como aquella universidad suponían un gran archivo para aquellos que convivían con el mundo paranormal, y aun abierta al público era uno de los lugares favoritos de agente Goebel para recabar información sobre sus casos. Esta era su primera misión importante, y debía estar preparado.

Tras escoger los libros y documentos necesarios, el joven agente se dirigió hacia la recepción, donde un muchacho con un tono aburrido miraba el salvapantallas del ordenador. El agente soltó los libros en la mesa. El muchacho apartó la mirada lentamente de la pantalla y la posó levemente por los libros, antes de mirar al agente. Goebel frunció el ceño. El joven volvió otra vez su mirada con parsimonia a los libros, y con la misma tranquilidad la levantó hacia el agente. Este empezó a zapatear el suelo con impaciencia. El bibliotecario bajó la mirada otra vez hacia los libros, fijándola ahí por unos instantes antes de lanzar un pequeño suspiro y preguntar por cuánto tiempo quería alquilarlos. El agente dijo que solo los alquilaría hasta el viernes. El otro solo suspiró y tras registrar los libros y el nombre del otro lo despidió antes de volver a su estado semi letárgico.

El agente salió de la biblioteca de mal humor. Valiente bibliotecario, ¿quién se creía para juzgarlo por su elección de lectura? Es cierto que a un hombre de su talla los libros que trataban sobre La Reina de las Nieves no pegaban ni con cola, pero tampoco era necesario ese numerito. No es que el cuento le interesara, pero sabía que en aquellos documentos podría encontrar algo sobre el problema en Los Alpes Berneses.

Y es que aquella ciudad había sufrido una serie de secuestro tras la sucesión de repentinas tormentas de nieve que asolaron los pueblos cercanos en menos de tres días y en los otros tres que tardaron en descifrar la causa ya la mitad de los niños habían desaparecido y las casas tuvieron que ser desalojadas. Los equipos de emergencias ya habían montado un campamento para los evacuados mientras buscaban lo más rápido posible a las víctimas, que algunas fueron encontradas en un estado de casi congelación. En cuanto vieron que las tormentas venían de un palacete escondido entre las montañas notificaron a la agencia, y Chrom Exalt, el jefe de la agencia tras la muerte de Emmanuel Fellborn durante un caso sin resolver, le encargó a Goebel estar a cargo de resolver el misterio y encontrar la cura.

Caminando entre el barullo de estudiantes y trabajadores que volvían a sus casas, el agente llegó a la agencia, dejando su paraguas mojado en la entrada junto a su chaqueta de cuero negra y su gorro de lana negro. Se miró al espejo, aseándose un poco la melena rubia rizada y secando la humedad de su barba con la mano. Después se fue a recepción, donde la recepcionista se limaba las uñas, ajena a todo lo que pasaba al exterior. El hombre resopló, cansado. Parecía que era el día de los recepcionistas distraídos. Se colocó en frente de la recepcionista y carraspeó, haciendo que esta diera un respingo. Por lo menos era más espabilada que el bibliotecario.

-Buenas tardes, ¿qué quieres hoy Xander? -dijo la recepcionista con un tono azucarado que lo sacaba de quicio.

-Buenas tardes, Sumia. Pensé que era obvio, ¿no? -dijo con un tono malhumorado. La mujer lo miró por unos instantes antes de comprender y le dió la llave de su despacho. Dado por su novedad en la agencia, debía entregar las llaves de su despacho a recepción cada vez que salía y no le estaba permitido llevárselas para evitar robos o espionaje. Se despidió de la joven recepcionista y subió por las escaleras hasta la cuarta planta, ya que el ascensor estaba ocupado.

Cuando llegó, se encontró a varios albañiles y equipo de mudanza quitando todos los cuadros y muebles del pasillo. Sorprendido, se dirigió a Aversa Fellborn, hermana del difunto Emmanuel, a preguntarle qué ocurría.

-Es cosa del jefe -dijo ella lanzando un suspiro de fastidio. -Quiere modernizar la agencia, piensa que así conseguiremos más clientes

El joven agente frunció el ceño. A él le gustaba la agencia tal y como estaba. Decorada con un aire antiguo que recordaba a una época donde la magia seguía presente en la vida de todo el mundo. Esa era la imagen que Emmanuel quería dar, y aunque siempre se adaptaban a las nuevas tecnologías, cualquiera que entrara sabía de antemano que aquella no era una simple agencia de detectives, que allí se trataba con secretos oscuros, antiguos y mágicos.

-Bueno, supongo que no podemos hacer nada, ¿cierto? -dijo él, a lo que ella solo respondió con una mirada de soslayo. -Es el jefe ahora

-Ya lo sé muchacho -le respondió con un tono amargado. -Solamente me da rabia el hecho de que ese mequetrefe se dedique a deshacerse de todo rastro de Manu dejó en la agencia

Goebel miró a Aversa, alarmado. Ella solamente le dedicó una cara de circunstancias mientras se arreglaba su americana negra y falda de tubo a juego.

-Voy a hablar con Chrom. Te recomiendo que hagas lo mismo antes de marcharte a Suiza, porque a saber qué te encontrarás cuando vuelvas -dijo la mujer antes de marcharse, sus tacones de aguja resonando por la escalera. El agente Goebel suspiró y entró en su despacho, dejando los documentos y libros en la mesa antes de cerrar el despacho por dentro. Aquella tarde no esperaba ninguna visita, así que podía dedicarse la tarde entera a su pre investigación. Encendió su ordenador y la máquina de café de cápsulas que tenía en su oficina, y abriendo su diario de notas empezó con la lectura del primer libro.

 


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