Dean se despertó en medio de la noche y lo primero que descubrió fue que Castiel no estaba con él. Tocó el lado vacío de la cama y podía sentir los rastros de calor que aún se mantenían en las sabanas.
Se frotó los ojos para despejar el sueño y acostumbrarse a la oscuridad. No necesitaba revisar la hora en su teléfono ni tampoco encender la luz, ya que sabia el motivo por el cual Cas se desvelaba por las noches.
Dean se levantó y revisó el moisés que estaba junto a la cama, antes de salir del dormitorio. Existía un sólo lugar para buscar a su pareja y se dirigió directamente allí. La puerta de la futura habitación del bebé estaba media abierta y Dean asomó parte de su cuerpo para ver a Cas recostado en la silla mecedora y acunando en sus brazos al pequeño Steve.
Aquella imagen de su familia hizo que su corazón se sacudiera de alegría.
Todavía no podía creer sentir tanta dicha y felicidad, era increíble, de otro mundo.
No estaba en sus planes conocer y enamorarse de Castiel, pero su terquedad y buen corazón acobijaron a un hombre embarazado en su peor momento, dando inicio a su historia de amor. Su relación se convirtió en un torbellino de emociones que los había atrapado a los dos sin ningún tipo de aviso.
Dean se apoyó unos minutos contra el marco de la puerta y se negó interrumpir aquella atmósfera de intimidad.
Había pasado días desde el nacimiento del bebé y todavía seguían adaptándose a los grandes cambios. Dean quería ser participe en la crianza del pequeño y estaba dispuesto a ser de gran ayuda para Cas.
—¿Dean?—llamó Cas con esa voz profunda que lo caracterizaba y que provocaba en él, un estremecimiento mas que agradable. Entró al interior sin hacer mucho ruido y cubrió la pequeña distancia que los separaba. Dean observó como Cas alimentaba a Steve con mucha paciencia y cuidado.
—¿Hambriento?— susurró.
—Si, y ya casi termina su botella—contestó mientras le murmuraba a su bebé palabras cariñosas y alentadoras.
La sonrisa de Dean se hizo mas amplia y estiró la mano para acariciar la mejilla de Steve. El bebé se retorció con el leve contacto y abrió sus ojos por un segundo.
Cas le sonrió y Dean levantó la mirada para ver como las lágrimas caían por el rostro del hombre.
—Shh... no llores, Cas...—dijo con suavidad mientras pasaba el pulgar por sus pómulos.
—Son de felicidad, Dean.
—Lo sé—respondió, mirándolo a los ojos con amor y tranquilidad. Se inclinó para un beso dulce y fue correspondido en el acto.
—Te amo, Dean. Te amamos.
—También los amo.
Y era así. No había planeado esto en su vida, pero Dean no cambiaría su presente por nada del mundo.
Primero vino el bebé, luego la convivencia y por último el amor. ¿La verdad? Dean no se quejaba por el orden de llegada.
Esta era su familia.
Su familia para proteger y amar.