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El incidente de la dona que escapó por Aomame

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El incidente de la dona que escapó

Tony Stark come donas. Come donas todos los días; todas las mañanas; de entremés; y de cena.  No hay día que la caja de donas no se renueve. Rellenas, glaseadas, clásicas de azúcar, con chocolate, de canela, de nuez… todas le encantan. Y ninguna, hasta aquel fatídico día, había escapado de sus ansiosas fauces. 

Aquella mañana, había bullicio dentro de la caja de donas. “¡Nos movemos!” dijeron todas al unísono, cuando un temblor las sacudió una y otra vez,  a un ritmo tan constante que se supieron en las manos de algún caminante.  Y cuando el temblor se detuvo y calmaron un poco su pánico, llamaron al escuadrón de vigilancia.

El escuadrón de vigilancia eran unas cuantas donas cuya posición en la caja les permitía ver por la pequeña ventana de acetato transparente. Esa ventana que servía para que a los humanos se les hiciera agua la boca y decidieran comprar una de las cajas. Esas donas, eran, por lo tanto, las más bellas de todas las de la caja. Pero eso, al final del día, no resultaba en ninguna ventaja, puesto que, por lo general, eran las primeras en ser comidas.

“¿Qué es lo que ven?” les preguntaron. El escuadrón de vigilancia agudizó la vista. Veían un techo muy iluminado, una lámpara colgante de alguna cocina, el azulejo brillante y limpio. Nada les indicaba dónde estaban hasta que  justo encima de ellas pasó una taza roja con unas terribles letras en amarillo “Industrias Stark”.

“¡Alerta! ¡Alerta!” gritaron las donas del escuadrón se vigilancia “Estamos en casa de Tony Stark”. La noticia se regó como pólvora e incendió el ánimo de todas. Tony Stark era conocido en la tienda de donas como el mayor depredador de cajas de donas, en especial de las surtidas. El rumor que corría por las estanterías era que ninguna caja duraba un día. Con suerte, se decían, una caja de donas podía durar hasta una semana o más, en un hogar normal, en unas manos normales. Pero Tony Stark devoraba una caja al día, a veces, más. Todo dependía del apetito de éste. Era el mejor cliente de la tienda y el terror de las donas.

Dentro de la caja, al lado derecho, al fondo, se encontraba la dona clásica azucarada de vainilla con un ligero sabor a brandy. A diferencia de sus compañeras que se entregaban al desespero, esta dona se mantenía impávida. La verdad es que por dentro se moría de miedo, si hubiera tenido relleno, éste se le hubiera salido. Sabía que la muerte era inevitable. Todas las donas tienen un destino final. Todas morían antes de la fecha de caducidad, si es que bien les iba. Pero todas esperaban tener un poco de suerte, vivir un poco más, volverse ancianas quizás; pocas de ellas  alcanzaban el privilegio de la madurez.  Tarde o temprano,  terminaban aceptando que morirían. Pero no tan pronto, no una tras otra. Se acercaba un “donicidio” que nadie sería capaz de detener.

Dona clásica, tenía la intención de vivir un poco más. Quería hacer lo que ninguna dona había podido hacer: escapar de las fauces del gran devora-donas Stark. Mientras Dona clásica, armaba un plan de batalla, e incluso antes de que, siquiera, pudiera detallar su primer paso, la tapa de la caja se abrió.

Los gritos de las donas se eclipsaron. Sólo quedó una ligera vibración de expectación que las recorría a todas como si fueran electrones inestables.  El rostro del monstruo se asomó. Y todas contuvieron la respiración.  Sus ojos castaños y de largas pestañas escudriñaron una a una a sus víctimas potenciales. El monstruo se rascó la barba, parecía que aún no despertaba bien. De hecho, mientras las torturaba con su indecisión le dio un sorbo a su taza roja del terror, que seguramente contenía café.

Entonces, una vez que bajó la taza y paladeó el sabor del café, escogió. La primera víctima fue la Dona de chocolate. La pobre se quedó muda, paralizada de miedo, ni siquiera parpadeo mientras se acercaba al final de su camino. “¡No miren!” se escuchó justo en el momento que la pobre dona era mordida por aquel Cronos moderno. Muchas donas cerraron los ojos, o desviaron la vista, otras no pudieron hacerlo a tiempo y se desmayaron o vomitaron su relleno, como le pasó a la Dona de cajeta. Pero hubo donas que miraron con toda la intención de hacerlo, entre ellas, nuestra Dona clásica. Vio como los trozos de su compañera eran devorados sin consideración, y como, todo lo que quedaba de ella, eran moronas que se cernían sobre las demás. El terror. Un terror que no paro con Dona de chocolate, a ella le siguió Dona glaseada, que se puso más blanca de lo que ya era cuando las tenazas del devora-donas la separo de su hermana gemela. Luego, fue turno de la dona de Manzana–canela, ésta hizo un intento por quedarse, utilizó su cubierta azucarada y pegajosa para sujetarse del papel que antes las había cubierto, pero nada era un obstáculo para ese demonio, la separó sin miramientos y dejó un pedazo de la pobre Manzana-canela pegada al papel. El desmembramiento fue horroroso, todas las donas profirieron llantos ahogados.

No había salida. No había escapatoria. Incluso Dona clásica sucumbió a la desazón. Estaba por rendirse, por resignarse, cuando los dedos del diablo aquel le sujetaron. Era el fin. Lo sabía. Se vio separada de sus compañeras, alguna le lanzó la bendición. Vio con espanto aquellas fauces abrirse. Todo, como si estuviera en cámara lenta. Y justo cuando estaba por tocar aquellos colmillos, el monstruo reculó.

—¿Qué te importa, cap?—dijo el devora-donas—Es mi desayuno, tu come tus hierbitas.

—No digo que no comas donas, Tony, pero comes demasiadas.

—¿Y qué?

—Nada, no dije nada.

El dovora-donas se había levantado del lado izquierdo de la cama. Se quedó unos segundos quieto, con Dona clásica entre los dedos. Algo estaba pensando, tal vez, que había sido muy grosero con aquel otro hombre, que había intentado salvarla, a ella y a las demás donas, de una muerte muy prematura.  El hecho es que, Stark chasqueó la lengua y golpeó  su rodilla con el dorso de la mano, la mano que sostenía a Dona clásica. Si fue suerte, o mandato divino, eso nunca se sabrá, pero debido a ese brusco movimiento, Dona clásica se vio libre. Cayó sobre una superficie lisa. No lo pensó dos veces y rodó hacia su libertad.

Tony Stark la vio caer.

—¡Demonios! ¿A dónde vas?—dijo, al tiempo que se levantaba del banco dónde estaba sentado.

Las donas de la caja no comprendieron que pasaba hasta que escucharon eso. Entonces, del interior de la caja resonó un vitoreo estridente. Dona clásica escuchó aquello a lo lejos y le infundió más brío.

Detrás de ella estaban los pasos del diablo, pisándole los talones. Pero antes de que la capturara, giró bruscamente y se metió debajo de una mesa. El devora-donas maldijo, pero no desistió. Dona clásica, se escurrió por debajo de la mesa. Pero pronto se encontró en un callejón sin salida. Pero como los dioses estaban de su lado, una puerta se abrió y pasó por entre unas pantuflas de conejo rosa.

—¡A un lado Legolas!—escuchó que decía el monstruo— ¡Se me escapa!

—¿Qué?—respondió el tal Legolas—¿Tony?

Dona clásica, no se detuvo; pronto encontró unas escaleras. Vaciló en el borde del primer escalón, hacia el descenso. Le daba miedo lanzarse, pero los pasos de su perseguidor le hicieron decidirse. Rebotó un escalón tras otro.

—¡Todavía sirve!— Escuchó el gritó del devora-donas—¡Cuidado, Nat!

—¿Qué…?

Dona Clásica paso junto a unos zapatos deportivos, dando tumbos. Siguió bajando, bajando y bajando hasta que, una vez más, encontró suelo franco. Pero iba tan rápido que no pudo detenerse  y se estrelló contra una pared. No fue la única que se estrelló con algo. Tony en su carrera tampoco pudo frenar y se estrelló contra el macizo cuerpo de quién había llamado “Cap”. Chocó con él y rebotó cual alfeñique, sin embargo no llegó a aterrizar en el suelo, el cap puso a trabajar sus reflejos y lo sujetó antes de que eso pasara.

—¿Tony, qué pasa?

—Mi dona—se quejó el monstruo—. Se escapó.

—¿Cómo se va a escapar una dona?

—Te lo juro, S…Steve— Tony había levantado el rostro y se había topado con la mirada divertida del capitán. Desvió la vista, porque esa visión lo ponía sumamente nervioso. Se apartó y también, soltó del agarré del rubio.

Dona clásica observó todo desde su lugar; ya no podía moverse. Se dio cuenta que estaba en lo que parecía un gimnasio, lo había visto en algún poster de publicidad que solían dejar en la tienda. Era raro que se comieran donas en el gimnasio, al menos eso decían en los estantes.

—Tony…

—Sobre lo de antes—interrumpió el mencionado—. Lo siento, sé que no lo dijiste para molestar.

Steve sonrió ligeramente y asintió.

—Sé que sólo te preocupas por mí—continuó Tony—. Así que…

—¿Por qué no me ves a los ojos, Tony? ¿Sucede algo?

Tony se tensó.

—No, no quiero verte todo sudado ni oler tu apeste—respondió defensivamente pero rojo como un tomate, Steve frunció el ceño—. ¿Sabes? Tanto ejercicio te va a matar un día.

—¿Lo crees?

—Vehementemente.

—¿Si yo dejo de hacer un poco de ejercicio, desayunarías mejor?

—Me estás chantajeando.

—Algo así.

Dona clásica vio como el devorador erizaba el lomo como un gato, pero después se relajaba y levantaba la vista por fin, hacia Steve

—No sé cocinar.

—Yo te cocinaré.

—¿Ah, sí? No creo que lo hagas de a gratis…

—Encontrarás la manera de pagarme.

El devorador de donas enrojeció, pero ya no dijo nada.

—¿Qué decías de una dona, Tony?

—¿Dona?... ¡Ah, sí! Se escapó y rodó hasta aquí

Steve giró en redondo y ambos la buscaron con la mirada. Dona clásica no pudo esconderse. Fue Steve quién la levantó del piso.

—Pero Tony, ya no te la puedes comer.

—Pero es  mi favorita. Sóplale para quitarle la tierra y ya.

Steve rió, negó con la cabeza. Subieron de nuevo hasta la cocina, y ahí, Steve cerró la caja de Donas.

—Suficiente por hoy, Tony.

—Está bien—refunfuño éste.

Dona clásica sintió como el cap la envolvía en un papel y la dejaba tranquila sobre la mesa.

—Tony…

—¿Qué?

Escuchó Dona clásica cubierta por su sudario blanco.

—¿Qué quieres de desayunar?

El devora-donas tardó en responder.

—Hoy me apetece ser tu desayuno, Steve

Desde entonces, existe una leyenda que llegó de manera insólita a la tienda de donas: la de la dona, que sobrevivió a la masacre y que le dio a sus compañeras un poco más de tiempo de vida. Y de la cual, se sabe también, que encontró su final a manos de un despistado y hambriento Asgardiano. Pero lo más importante, lo que más maravilla a las donas es que, su gran némesis, Tony Stark,  no es infalible, él también tiene un depredador. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Escribí este fic con el ánimo de ánimar (perdón por la redundancia) a mi amiga Ydiel, que andaba triste, pero no pude publicarla antes. Sólo espero que esté mejor y que al menos, tanto a ella como a ustedes, le haya sacado una pequeña sonrisa. 

Hasta la próxima!


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