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Children's Dope por metallikita666

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Notas del fanfic:

Escribí este one-shot porque quería redactar algo sobre estas bandas y estos chinos; y muy específicamente, porque no me puedo sacar este trío de la cabeza ni de las bragas. Asimismo, y por el hecho de que recientemente había compuesto otro bonito rato de calidad entre tres (más de naturaleza detallista, digamos), el presente fic aborda un objetivo narrativo distinto. Se trata de practicar las historias entrelazadas, por lo que es factible imaginar cada una de ellas como pasado y futuro de los mismos personajes, si así se quiere. Pero no es la única posibilidad.

Dedico este escrito a Ryouran Resonance, y si resulta demasiado extraño hacer algo así con una canción, dejémoslo en que va para los compositores (Mitsuki, Hayato) y el letrista (Subaru). Esta pieza inauguró un nuevo período de mi vida musical visual (que de todas maneras permea y define siempre el resto de dimensiones), así que quiero agradecer su melodía tradicional pero festiva, y su letra provocadora y existencialista. No obstante, el relato no se titula así sino que lleva el nombre de un single (y álbum) de Codomo Dragon porque va más a tono con la temática de la niñez que atraviesa las historias, si bien conserva una línea de expresa incitación.

A esta generación de visualeros que con su lindo fanservice se presta de manera magnífica para el poliamor y las relaciones abiertas, que son las únicas en que todavía creo.

Las estrofas que aparecen entrecomilladas son de Children’s Dope. Por otra parte, y debido a que todavía no encontré los datos de las edades de todos, me rijo por la fecha de inicio de sus bandas. Así, Mahiro es el mayor; seguido por Subaru y finalmente, Hayato. Los looks son los de Ryouran Resonance.

Senpai, senpai, senpai! Hoy es el cumpleaños de seeenpaaaii!!!!- Dijo el chiquillo rubio, corriendo a toda velocidad hacia su amigo pelirrojo, hasta que le cayó encima y entre ambos derribaron el vistoso y alto castillo de arena que el menor estaba construyendo.

Naturalmente, aquello enfureció al joven arquitecto.

-¡Baru-chan!- Se quejó, empujando al más bajito para sacárselo de encima. -¿¡Qué hiciste!? ¡Si serás tonto! ¡Con lo bien que me estaba quedando!-

Por toda respuesta, el gemelo mayor rio, volviendo a acercarse a su amiguito para agarrarle los cachetes.

-¡Relájate! Después puedes hacer otro, y si quieres te ayudo. ¡Lo importante es que tenemos que planear una fiesta sorpresa para Kurosaki-senpai!-

El pelirrojo escuchaba con el ceño fruncido, un pucherito y el rostro cautivo entre las palmas del mayor, a la vez que intentaba sacudirse un poco el desastre de arena que tenía pegada en varias partes de la ropa. Parecía meditar, pues con la desastrosa entrada del más inquieto no le había dado tiempo de asimilar la información.

-Es verdad. Tenemos que hacer algo especial para él.- Dijo, levantando la mirada hasta hacerla coincidir con la de Subaru. -¿Tienes alguna idea?-

El aludido, feliz y orgulloso, soltó al menor para tomar una de las cubetas que estaban en el arenero y colocársela sobre la cabeza a modo de sombrero, como si quisiera darse prestancia con ello.

-Pero claro que sí. Estás hablando con el Gran Baru, ¡que no se te olvide!- Remarcó, provocando que el otro soltara la risa por más que se la estuviera aguantando. –Tengo una idea y es muy genial, así que necesito que me sigas. ¡Ven, vamos!- Finalizó tras incorporarse, ofreciéndole su mano al menor. Y se habrían ido de ahí tal cual si Hayato, leves insultos de por medio y riendo todavía, no le hubiera quitado la cubeta de la cabeza al otro, dejándola caer sobre la moldeable y pacífica arena. Aquella que siempre estaba lista para recibir mocosos.

 

 

-Joder, no contesta.- Dijo un impaciente pelilargo, sosteniendo el teléfono celular ajeno contra su oreja, mientras se apoyaba en el pasamanos del carrito de supermercado. –¿Seguro que guardaste bien el número?-

El pelirrojo de vetas negras achicó los ojos con expresión de “¿qué clase de pregunta idiota es esa?”.

-Por supuesto. Él mismo lo anotó. De seguro tiene las manos ocupadas y no puede atend…-

-¡Ahí descolgó!- Anunció el mayor, interrumpiendo. –¡Hola, Mitsuki! Soy Baru. ¿Cómo estás? Mira, te llamo porque Yato y yo queremos organizarle una fiesta sorpresa a Mahiro-kun. Estamos en el supermercado comprando las cosas.-

Mientras el gemelo mayor hablaba, el vocalista restante se entretenía mirando la gran variedad de snacks y tentempiés a disposición en las góndolas, tomando de vez en cuando alguno de los paquetes para colocarlo al interior de la canasta del carrito.-

-Sí, vamos a necesitar que nos abras y, de ser posible, que lo contactes con alguna excusa para asegurarnos de que no llega aun. Ajá.- Mientras charlaba, el rubio sumaba también una que otra chuchería a la compra. –Pero tienes que irte, porque es una fiesta de tres, ¿comprendes? Luego no nos hacemos responsables si ves o escuchas algo que no te guste.-

Al oír tal parlamento, Hayato golpeó al otro en el brazo, sosteniendo las risas y llevándose el índice sobre los labios. Aunque pasaran los años, su novio seguía siendo la misma bestia de siempre.

-¡Eso dolió!- Se quejó el bello cantante muy a propósito, riéndose también. –Bah, si Miki sabe cómo son las cosas, ¿o no?- Inquirió, cambiando rápidamente de interlocutor y dirigiéndose al guitarrista que le escuchaba por el auricular. –En fin, que en unos minutos llegamos con todo. Ya sabes, invéntate lo que sea con tal de que el enano no vaya a casa aún. ¡Gracias, te queremos!-

Cuando el mayor colgó, el otro lo regañó, todavía con risa.

-¿¡Cómo le vas a decir semejante burrada!? ¡Ahora va a sospechar más, y menos que se va a querer ir!-

-Naaah. Igual y ese tarado me debe una.-

Hayato, intrigado, lo miró fijamente. Subaru sonrió de medio lado, colocándose de frente a su chico con las manos en la cintura y levantando una ceja.

-El otro día, en el hotel, con Koudai…-

-¡Ayyy, no puede seeeer!- Exclamó el pelirrojo, dejando caer su mandíbula hasta que prácticamente le fue doloroso. –¡Pe-pero si era la misma habitación…!-

-Sí, pero creyeron que yo estaba dormido. Bah, la verdad es que me da igual. Tenía los audífonos en los oídos, así que lo que hice fue poner música y ya.- Narró, encogiéndose de hombros. –Y luego no quise decirle nada a Koudai porque ya sabes cómo es: se habría muerto de la pena y no habría vuelto a mirarme a los ojos por quién sabe cuánto tiempo.-

El pelirrojo de gafas, pensativo, jugaba con la bolita interior de su piercing labial central.

-Sí, te entiendo.- Repuso por fin. Luego miró alrededor, como quien cae en cuenta de lo que estaban haciendo ahí. –Ah, oye, pero démonos prisa. Que si no, no habrá excusa suficiente para retrasar la llegada de Mahiro-kun. Tú ve por las cervezas, que yo buscaré la torta, ¿vale? Nos vemos en la caja.-

Luego de pagar, subir las bolsas al auto del menor y conducir hasta el departamento que el pequeño senpai de ambos compartía con su guitarrista no enmascarado, los chicos fueron recibidos por este a la entrada.

-Hola, tortolitas.- Saludó Sakai, levantando las cejas y sonriendo de lado.

Hayato le miró con mohín maquiavélico.

-Hola, señor Me-Escabullo-En-Las-Habitaciones-De-Los-Hoteles. ¿Cómo estás?- Acotó, pasando al lado del mayor con algunas de las bolsas, las cuales fue a poner rápidamente sobre la mesada de la cocina, al interior del departamento.

El rojo guitarrista se volteó sorprendidísimo, deshaciendo su postura confiada y clavando su mirada en la exigua anatomía del vocalista de Royz, quien también había ingresado a su casa.

-¡Ey, Subaru! ¿¡Que tú no estabas dormido, infeliz!?-

Ambos menores rompieron en carcajadas, logrando hacer sonrojar a un desconcertado Mitsuki. El jolgorio continuó por unos instantes más, hasta que los cantantes tuvieron que detenerse porque les dolía la panza de tanto reírse, y algunas lagrimillas habían escapado de sus ojos.

-Tengo el sueño muy ligero; eso es lo que sucede.- Contestó mordazmente el pelilargo, por fin, mientras su novio sostenía las gafas con una mano y se limpiaba los ojos con la falda de la camisa. –En fin, no te hagas problema. ¡Ni que fuéramos unos niños!-

El mayor de los tres no contestó, pero se acercó con actitud reservada a una de las bolsas de la compra, en donde pudo adivinar la silueta de un six-pack de cervezas. La abrió, y extrajo una de las botellas frías.

-Oye, ¿qué dijo Mahi? ¿Le hablaste?- Inquirió Hayato, quien ya había comenzado a sacar cosas para ponerlas sobre la mesada, siendo ayudado de inmediato por el gemelo mayor, quien buscaba los platos, jarras y cucharas. En eso, el pelirrojo de vetas negras notó lo que hacía el ex Kurara Zeroshiki. –¡Psss, ey! ¿Quién te dio permiso?-

-Algo tengo que sacar por ayudarles, ¿no?- Replicó Mitsuki, destapando la botella con propiedad y dándole un sorbo al líquido. –Sí, lo llamé. Le inventé que necesitaba saber a qué hora llegaba porque yo iba a salir y no volvería hasta mañana, y era para ver si dejaba carne descongelando, cosa que él la metiera al refrigerador cuando estuviera de vuelta. Así que me dijo que no habría problema: que apenas saliera de la tienda en la que estaba, regresaría.-

El vocalista de Codomo Dragon detuvo sus acciones para mirar a Sakai con cara de desilusión.

-Dios santo, Miki: qué excusa tan pendeja. Pero bueno, ¿qué se puede esperar de ti?-

El aludido dejó su botella sobre la mesada y saltó de inmediato sobre el más joven, rodeándolo por la cintura y apretujándolo con los brazos, para alzarlo una y otra vez, repetidamente.

-¡Pedazo de mierda! Encima que les ayudo y les presto mi casa para que hagan porquerías, ¿¡osas criticarme de esa manera!?- Gritaba el de Shizuoka, entre las carcajadas de su amigo, quien se tensaba al máximo para evitar los zarandeos. –¡Ya vas a veeerr!-

Ambos pelirrojos cayeron al suelo de la cocina cuando Hayato logró desbalancear al mayor, y seguía riendo y pataleando a causa de los nervios, el susto y la impresión. Mitsuki, por su parte, estaba exhausto pero también reía, buscando incorporarse torpemente.

-Hijo de puta. Ya no vuelvo a hacer cosplay de ti.-

-¡Sabes que no lo puedes evitar!- Replicó el otro, aun tirado en el suelo.

Subaru, por su parte, ya había terminado de acomodar los tentempiés en sus respectivas compoteras, y abría la bolsa que contenía las decoraciones.

-Oigan, bebitos de primaria: aunque sea pongan las serpentinas. Ya pasó media hora o cuarenta minutos desde que llamamos a Mahiro, y no sería raro que esté por regresar.-

 

 

-…¿y podemos armar también una cueva con los muebles, las sábanas y las mantas?- Preguntaba un hiperactivo rubito, sumándole una más a las innumerables preguntas que acababa de hacerle a la madre de su amiguito cumpleañero. La señora lo miraba sin saber a cuál de todas sus peticiones atender primero.

Afortunadamente para ella, ahí estaba el otro niño.

-Baru-chan, no le preguntes tantas cosas juntas a Kurosaki-san.- Le dijo, acercándose; a lo que la aturdida mujer sonrió nerviosa a modo de asentimiento. –Usted prepare la merienda; no se preocupe. Nosotros alistaremos la habitación para que sea una gran sorpresa.-

De esa manera, la madre de Mahiro mejor dicho voló a la cocina para ocuparse de lo que previamente había ofrecido cuando los pequeños le comunicaron su plan, y que en definitiva solo ella podía hacer. Los dos mocosos, por su parte, comenzaron a cambiar de lugar algunos de los muebles del cuarto de su amigo el pelinegro, dejando la cama al fondo, pero poniendo por delante el escritorio y el sillón, uno a cada lado. El objetivo era cubrirlos con las mantas y aparejar una especie de fachada, cosa que pudieran ocultarse tras ella. La idea fue de Subaru, pero quien diseñaba el proyecto era Hayato.

-¡No es suficientemente alto! ¡No me gusta!- Se quejó el mayor, una vez que ambos se pararon frente a los muebles y se quedaron observando.

El pelirrojo suspiró y lo miró con aire cansino.

-No podemos mover los libreros porque son demasiado pesados. Así que nos tenemos que conformar con esto.- El otro hizo puchero y bufó. –Mira, cubrámoslos con las mantas, y ya verás que le dará un mejor aspecto. Puede ser una cueva a la que haya que entrar gateando.-

Hicieron así y, tras un rato durante el cual cambiaron de sitio otras tantas pertenencias del mayor, valoraron su trabajo y llegaron a la conclusión de que era lo mejor que podían lograr. Posteriormente esculcaron el armario ajeno, sacando varios juguetes y otras tantas prendas que utilizaron para disfrazarse en lo que arribaba el homenajeado. Ambos comentaban con felicidad y entusiasmo sobre el delicioso olor que provenía de la cocina, intuyendo que a la torta le faltaría muy poco. De repente, desde las escaleras se oyó una voz.

-Niños, ¡ahí viene! ¡Escóndanse!-

Ambos críos corrieron hacia atrás de la fachada tras apagar todas las luces y cerrar la puerta, agachándose detrás de los muebles y esperando el ingreso de su senpai con terribles ansias. Tanta era la emoción, que tuvieron que colocarse las manitas sobre los labios para no dejar que ningún ruido se escapara de sus bocas. Debido al silencio, percibieron pasos en la escalera, así como el momento en que el dueño de aquella recámara asió el pomo para abrir.

El mayor corrió la puerta y se adentró un poco en el aposento para buscar el apagador en la pared y accionarlo con normalidad. Pero lo que percibió a continuación fue de todo menos usual.

-¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MAHIRO-KUN!-

Los gritos de felicitación fueron acompañados por un alarido de espanto de parte del pelinegro, esperablemente sobresaltado después de tan tremendo susto. Para complementar la abrupta impresión, lo primero que vio moverse al encender la luz fueron dos siluetas: una cubierta con una sábana blanca y un sombrero, y la otra con una capa de grandes hombreras y una máscara de tortuga ninja. ¿Quién no se asustaría después de semejante visión?

-¡Ahhhhh, mensos!- Volvía a quejarse Kurosaki, de nalgas en el suelo. –¡No me den esos sustos! ¡Saben que odio que hagan eso!-

Sus amiguitos ignoraron aquella queja y corrieron hacia él con sus simpáticos disfraces, aprovechando que el mayor seguía en el suelo. Acto seguido, se le echaron encima para abrazarlo.

-Ughhh, ¡basta! ¡Me aplastan!- Mahiro intentó forcejear, pero fue en vano. -¡Hayato, estás gordo!-

Pero ni así logró quitárselos, por lo que no le quedó más remedio que ceder a las ganas que él mismo tenía de reírse. En eso, la madre del pelinegro subió las escaleras con la torta de cumpleaños en las manos, a la cual le había puesto nueve velitas que llevaba encendidas. Al mirar a los tres chiquillos revolcándose y divirtiéndose sobre el piso, la mujer se contagió de su algarabía.

-A ver, pequeños: ¡vamos a cantar, para que Mahiro-kun sople las velitas!- Anunció, acuclillándose cerca de los niños. -¡Que levante la mano el que quiere comer pastel!-

Rápidamente, aquella inquieta bola de tela, pelo y carcajadas se deshizo; sobre todo al oír la palabra “pastel”. El pelirrojo, quien había perdido su sombrero en la conmoción se quitó también la sábana de sobre la cabeza, mientras que el rubito y el pelinegro se aproximaban con prontitud. La madre inició el cántico y fue seguida por los dos críos visitantes, hasta que llegó el momento de que el homenajeado hiciera lo propio. Finalizados los aplausos y las felicitaciones, la mujer cortó la torta y los mocosos comieron, obviamente que sin esperar los utensilios que la mayor anunció que traería. De todas maneras, al volver a la habitación le partió un trozo más a cada uno, y les dejó también otros bocadillos y refrescos.

De pronto, Mahiro reparó en la extraña configuración de su cuarto.

-¿Qué hicieron… aquí?-

El rubito fue el primero en adelantarse, tomando al mayor por la mano y haciéndolo acercarse al “pasadizo”.

-¡Mira, es una cueva!- Anunció con orgullo. –¡Pero hay que entrar a gatas!-

Diciendo y haciendo, se puso sobre sus palmas y rodillas y entró por debajo de la manta que colgaba, siendo imitado por los dos restantes. Una vez atravesada la pequeña distancia, los menores quedaron delante de la cama del mayor, pero con un espacio suficiente para sentarse sobre el suelo. La sensación de estar apartados del resto del cuarto gracias a aquella fachada le daba un aire emocionante.

-¡Waaa, está genial!- Dijo Kurosaki, una vez acomodado en su sitio, frente a los otros dos.

-¡Fue mi idea!- Acotó Subaru, a lo que de inmediato el pelirrojo lo miró con una mueca de enojo.

-¡Pero yo lo construí!-

-¡Pero yo te ayudé!-

El mayor, riendo, se interpuso.

-¡Yaaaa! ¡Dejen de pelear, que así no tiene gracia un cumpleaños!-

 

 

-¿Las pusiste en el carrito o no? Subaru, te estoy hablando…-

Todo había estado perfecto con la sorpresa y el recibimiento hasta que el pelinegro de puntas moradas se antojó de uno de los dips que había sobre la mesada, el cual se acompañaba de cierto snack que el pelirrojo le había encargado a su novio agregar a la compra. Empero, a causa de la emoción y el apuro, al parecer se le había olvidado.

-Aysh, ¡eres un atarantado!- Se quejó el de gafas, acercándose al pelilargo que lo miraba con carita de “yo no fui”, en silencio y refugiado detrás de su botella de cerveza. –¡Ahora Mahiro-kun no podrá comer de esto!-

Pero el mayor abrió una de las gavetas de la cocina y sacó una cuchara.

-Bah, no se hagan problema. Me lo como igual.- Anunció, metiendo el utensilio en la compotera y probando un poco de aquella rica pasta. -¡Ah, por cierto!- Recordó Kurosaki. –¿Vieron un tazón o algo con una bolsa con carne por aquí? Mitsuki me encargó guardarla en la nevera cuando volviese…-

Los menores miraron al chico con sorna y un poquito de conmiseración, ante lo cual el dueño de piso se extrañó.

-¿En serio te creíste esa?- Interrogó el gemelo mayor, levantándose del sofá donde estaba sentado para acercarse al pelinegro de puntas moradas. Luego se dirigió al pelirrojo. –Y eso que estuvo malísima…-  

El menor lo imitó, allegándose al lado contrario del cantante de Kiryu, de modo que ambos lo flanquearon.

-Ja, ja, ja, ay, la verdad… ¿Todavía no?- Le preguntó Hayato a Kurosaki, quien seguía con gesto confuso y en silencio: mirando a ambos con su cuchara en la boca. –Fue solo una tonta excusa que se inventó para saber dónde estabas, calcular más o menos cuánto tardarías, y para procurar que no fueras a otro sitio después. De veras que puedes ser inocente si te lo propones, eh, senpai…-

Mahiro, apenado, sacó la cuchara de entre sus labios y agachó la vista.

-Bueno, no pensé que fueran hechos mutuamente excluyentes.- Luego rio de forma tenue. -Pobre Miki, se quedará sin comerse su carne.-

-Me parece que no.- Intervino el cantante de Royz. -Le dije que ya que yo estaría por aquí, que por qué no se iba a dar una vuelta a nuestro departamento. Koudai raramente sale…-

A un tiempo, Hayato y Subaru se miraron con ojos taimados, acercándose aún más al pequeño vocalista.

-Hablando de comer, y de carne…- Inició el pelirrojo, tomando al mayor por la cintura.

-…compramos todo esto para ti, pero nosotros también tenemos hambre…- Siguió el pelilargo, quien le levantó el semblante al mayor, asiéndolo por el mentón.

-Ahhh, ¿sí?- El más bajito, al comprender por dónde iban las insinuaciones de sus kouhai, se mordió el labio inferior mientras clavaba su vista en la del bello rubio, quien a su vez mantenía intermitente contacto visual con el cantante de Codomo Dragon. No obstante, el pelinegro eligió hacerse el desentendido un poco más. –Pues ahí está mi cuarto. Solo no dejen tan desordenado…-

-¿“Dejen”? Oh, no, no. Nosotros vinimos a celebrarte a ti. Y por eso, pensamos en un regalo… un poco inusual.- Comentó Hayato. -Pero antes…-

Y dirigiéndose al pequeño aparador que había entre los muebles aéreos de la cocina, sacó de ahí un decorado y bonito juego de pocillos para sake, el cual colocó en la mesada. Acto seguido, tomó la botella de dicho licor que habían comprado, la descorchó y sirvió el contenido en el dispensador de cerámica. Finalmente, acercó los recipientes hacia los demás.

Subaru tomó la pequeña jarra y escanció cuidadosamente en los tres cuencos. Una vez completada la labor, cada uno agarró el suyo.

-Por Mahiro-senpai.- Brindaron los menores, muy cerca del mayor nuevamente, juntando los tres pocillos para luego beber de ellos.

-Porque eres el mejor…- Anotó el gemelo mayor.

-Y te queremos.- Siguió el de gafas, quien no paraba de mirar a un risueño pelinegro. –Te queremos muchísimo y de todas maneras, ¿sabes?- En eso, su brazo libre volvió a rodear la cintura de Kurosaki, atrayéndolo hacia sí. –Y tú que ni te enteras…- Murmuró por fin muy cerca de su oído, con un tono levemente agitado, para después lamer el espacio entre la oreja y la mejilla del más bajito.

Mahiro reprimió un suspiro y tuvo que colocar su recipiente en la mesada, tras de lo cual posó la mano en ella y crispó los dedos, arrastrando sus uñas pintadas de morado. Sus orbes buscaron de inmediato los del pelilargo.

-Claro que lo sé… Pero nunca he querido entrometerme…- Miraba a Subaru con las pupilas paralizadas por el deseo. –Lo de ustedes va tan bien que jamás me perdonaría causar algún problema…-

Por toda respuesta, el cantante de Royz adelantó una pierna y colocó su muslo entre los del menudo mayor, chasqueando la lengua con fingida desaprobación.

-Todo está bajo control, senpai.- Agregó con la voz un poco diluida, a causa también del creciente acaloramiento. Su mano se coló por debajo de la camiseta del chico y subió por su pecho, pudiendo notar con la palma de qué manera acelerada latía el corazón ajeno. –Si tú no tienes problema, nosotros tampoco…-

Entonces, Mahiro tomó su pocillo de nueva cuenta y le dio de beber al pelirrojo de vetas negras; acto que fue imitado por este con el rubio y, finalmente, por Subaru con Kurosaki.  Cada uno tragó la totalidad del contenido de sus cuencos lentamente pero con seguridad, hasta que la sensación de ardor quemó sus gargantas de una manera no del todo desagradable. La temperatura se sumó a la que, junto con el alcohol anterior se había empezado a acumular por razones distintas, y una delgada nube de placentero aturdimiento se posó sobre sus sentidos.

-Vamos a mi habitación, niños.-

Instantes después, y sin cerrar la puerta, tres grandes amigos se acomodaban sobre la cama del cantante de Kiryu. El chico de los piercings labiales se sentó en el borde, recibiendo al senpai en medio de sus piernas. Este le quitó las gafas y las colocó a un lado, para después acercar sus labios a los del menor y unirlos en un suave contacto. El pelilargo, por su parte, se abrazó al homenajeado por la espalda, volviendo a recorrerle el torso pero esa vez con ambas manos y toqueteos descarados que ni por un instante intentaban disimular su ardor y sus intenciones. Rápidamente, ambos kouhai se apartaron de Kurosaki para sacarle la camiseta, y una vez así, llevaron sus bocas y lenguas a la suave piel del más bajito.

No pasó demasiado tiempo antes de que los tres vocalistas estuvieran prácticamente sin ropa, tendidos sobre aquel amplio lecho de dos plazas. Con el cabello desatado y desparramado sobre las almohadas y el cubrecama, Subaru miraba a un extasiado Mahiro, quien estando sobre él no dejaba de suspirar y apretar la mano que mantenía entrelazada con la del menor, mientras a sus espaldas Hayato hacía lo propio con su lengua en medio de aquellas chiquitas pero carnosas posaderas. Conforme los estímulos aumentaban y se profundizaban, el pelinegro de puntas moradas hundía el rostro en el pecho del rubio con el afán de acallar sus jadeos. Este volvió a tomarlo por la mandíbula y lo miró con gesto demandante, exigiéndole un beso, y cuando el mayor se incorporó levemente para alcanzar la boca del otro (movimiento que incluyó el levantamiento de sus caderas), pudo sentir cómo el más joven de todos se acomodaba detrás de él con evidentes propósitos.

El vocalista de Royz, quien vio titubear al morado músico, sonrió tan encantadoramente como solo él sabía hacerlo, pero sin soltarle la quijada.

-¿Qué pasa? Oye, recuerda que tú eres el cumpleañero, y que por eso te toca recibir todos los regalos…- Susurró con tono lascivo, encendiéndose más con la inquietud ajena. –Tranquilo… Que Yato-kun sabe muy bien lo que hace…-

Y tras adueñarse de sus labios con imponencia, estrechó el grácil cuerpo ajeno contra el suyo utilizando el brazo restante. La encantadora y exigua anatomía del homenajeado fue, a la vez, poseída por un deseoso pelirrojo de vetas negras, quien se enterró más que gustoso en las entrañas de aquel a quien admiraba, arrancándole un agudo gemido.

 

 

-Waaa… Creo que comí mucho.- Se quejó el pelinegro, sobándose la barriga al tiempo que permanecía recostado boca arriba en el suelo a la par de su cama. Después, levantó la mirada para observar al rubito, quien, con la máscara de tortuga ninja levantada, se estaba terminando con mucha avidez las papas tostadas al fondo de uno de los tazones que la madre de su amigo les había dejado. –Ugh, Baru. Comes como cerdo.-

Hayato soltó la risa y señaló al aludido en son de burla, dejando ver algunos trozos de pastel a medio masticar al interior de su boca enmarcada por sus labios y mejillas embarrados del lustre chocolatoso.

-¡Y tú también!- Volvió a escandalizarse Kurosaki, con gesto de asco. –En serio; no sé por qué los considero mis amigos. Son un par de puercos.- Remató, provocador. Empero, no calculó que el gemelo mayor le dejaría caer sus propias almohadas y peluches desde arriba, inesperadamente.

-¡Porque aun así sabes que somos únicos y especiales, y que no tienes otra opción que querernos!- Respondió el rubito, mientras que tanto él como el pelirrojo se divertían con la incomodidad de un casi sepultado senpai. –Ah, y porque solo nosotros nos acordamos de tu cumpleaños y te organizamos fiestas sorpresa tan geniales como esta.-

-¡No, eso es mentira!- Exclamó el mayor, cuando por fin le cayó encima el último peluche: un gran pingüino que además de felpa, tenía algunas partes de plástico, las cuales golpearon su cabeza. –¡Ayyy, me dolió! ¡Y te digo que eso no es cierto!- A como pudo, el chiquillo se levantó de entre el desastre de cojines y muñecos. –¡Junji-kun y Hiyori-chan también me felicitaron hoy!-

El menor de los tres tomó un gato dormido de tamaño mediano y se lo asestó al más bajito en el pecho, atrayendo su atención.

-Bah, pero eso es porque a Hiyori-chan le gustas.- Anotó con tono incisivo, provocando que el crío se sonrojara. –Y Junji-kun… ¡De seguro se acordó solo porque Hiyori le dijo!-

Mahiro pareció darse por vencido.

-Qué malos que son.- Lamentó, con mohín compungido. –Entonces, ¿ustedes piensan que los niños de mi edad en realidad no quieren ser mis amigos?- Interrogó, sentándose en la pila de objetos suaves que seguía a su lado, y con su pregunta dejó que saliera a la luz una de las grandes inseguridades de su cortita vida: aquella que tenía que ver con su tamaño y complexión. –A lo mejor y nunca podré lograr que alguien me admire…-

-¿Ey, qué fue eso?- Se adelantó Hayato, posando sus manos en las rodillas del mayor y mirándolo fijamente con gesto molesto. -¡Lo que dices no es verdad!-

-¡Nosotros te admiramos!- Agregó Subaru, abrazándose al cuello del pelinegro por detrás, en una osada maniobra. La mayor parte de su cuerpo seguía tendida en la cama ajena, así que para lograr el balance, tenía que aplicar su peso sobre el estómago.

-Pero es que junto a ustedes no me veo tan distinto.- Suspiró el dueño de la habitación. -…aunque sigo siendo el más bajito. Y bueno. Además no hay nada en lo que sobresalga.-

-¡Ja! ¡Eso sí que no!- Replicó el pelirrojo, levantándose y yendo hacia una de las paredes del cuarto, cerca de la cual él y su amigo colocaron algunas pertenencias del mayor que tuvieron que quitar de los muebles para moverlos de lugar y cubrirlos. Una vez ahí, tomó un abanico y lo extendió. -¿Tengo que recordarte quién es el mejor en el taller de Nihon buyou[1] de este año?- Mientras formulaba la pregunta, gesticuló imitando algunos movimientos de la mencionada danza, aunque de manera ciertamente patosa, lo cual hizo sonreír a Mahiro.

Naturalmente, Subaru no pudo dejar de meter la cuchara.

-Oye, Yato-kun. ¿Alguna vez te dijeron… que bailas horrible?-

Aquella anotación hizo que Kurosaki, a quien el otro seguía teniendo asido por el cuello, se echara a reír inclinándose hacia adelante, movimiento que desbalanceó al rubio e hizo que acabara por caer uno encima del otro. A pesar del estropicio, ni el pelinegro ni el gemelo mayor dejaban de carcajearse, y más bien el tono de sus risotadas iba en aumento.

-Psss, ¡tampoco se pasen!- El color de las mejillas del menor de los tres comenzó a competir con el de su cabello; además, dichos mofletes se inflaron y su entrecejo se arrugó. –¡Suficienteeee!- Gritó, dejando caer el abanico y abalanzándose sobre los otros con la intención de provocarles furiosas cosquillas, pues movía los dedos de ambas manos con rapidez en sendos costados de los mayores, obligándolos a retorcerse. –¡Ya sé que no lo hago como Mahiro-kun, pero dudo mucho de que tú puedas hacerlo mejor que yo!-

Una vez lejos del pelirrojo debido a los meneos, los atacados pudieron por fin inspirar e intentar calmarse, exhaustos y con lágrimas en los ojos.

-¡Sí… tienes razón! A mí también… me saldría terrible.- Repuso el pícaro rubio, retirándose una lagrimilla del ojo con los dedos. –Pero por eso es que senpai tiene que sentirse muy orgulloso. Puede que haya algunos como Sakai-kun que lo molestan, pero ¿qué importa eso si otros nos preocupamos y queremos ser como él?- Después, se levantó para tomar el sombrero que originalmente había constituido parte del disfraz de Hayato y que quedó sobre la cama, poniéndoselo en la cabeza a su amigo cumpleañero. –Tú eres nuestro héroe. Así que deja de hacerte problema por lo que te digan otros, y esfuérzate mucho en todo. ¿De acuerdo?-

 

 

Después de un rato de sostenerlo sobre su torso para asirlo mejor mientras el vocalista de Codomo Dragon lo embestía por detrás, Subaru se escurrió por debajo de Mahiro, quedando frente a frente con él, de modo que el más bajito tuvo que alzarse hasta posicionarse completamente a cuatro patas.

-Feliz cumpleaños… de nuevo.- Musitó el gemelo mayor, disfrutando enormemente de la cara de tribulación del pelinegro, quien a pesar de tener los labios entreabiertos y continuar jadeando, sonrió con aire malicioso y se acercó a su interlocutor.

-Son… los mejores kouhai del mundo… ¡ahhh!-

Había susurrado casi inaudiblemente antes de dedicarse a sentir cómo la lengua del menor lamía el aro de su labio y jugaba con él; pero tras la acometida, recibió también una nalgada.

-¡Nada de secretitos!- Sentenció el pelirrojo con dejo mandón, lo que les hizo gracia a los otros dos. –¡Esto es una relación de tres, así que Hayato-shi también tiene derecho a saber de qué están hablando!-

Y tras declarar aquello, se adelantó para con su peso volver a forzar a Kurosaki a descender, poniendo además las manos a la altura de los codos del rubio, lo que le permitió estar básicamente encima de ambos. Con sus piernas apartó las de los otros para hacerse espacio, y sacó su miembro de la cavidad del mayor. De inmediato, empezó a mover la cadera en círculos, rozando con el glande el sensible y lubricado esfínter del morado vocalista.

-Ahh, nhmm… So-solo le decía a Baru-chan… que ustedes son los mejores… Ughh…- Se explicó el mayor, luchando por articular las palabras al tiempo que tanto su cuello como su nuca y espalda eran lamidas por los de menos edad, quienes además le regaban la piel de pequeños mordisquitos y succiones.

-Es todo gracias a ti… Mmm…- Acotó el cantante de Royz, quien en ese instante estrujaba las nalgas del pelinegro de puntas moradas, tomándolo luego de uno de los muslos para subírselo.

-Ohh… ¿de veras? ¿Y qué hice yo para merecer… tanto cariño?- Replicó el otro, envuelto en una ola de placer entre aquellos dos cuerpos que se frotaban contra el suyo y que lo acariciaban sin cesar. En determinado momento, alzó el brazo derecho llevándolo hacia atrás para atraer más al líder de Codomo Dragon, quien para entonces torturaba su pabellón auditivo con los contoneos de su músculo del habla, provocándole violentas sacudidas. –¡Nhmm! ¡Ahh, ahhhh!-

El gemelo mayor tomó al senpai por la mandíbula, constriñéndosela levemente mientras el otro gemía.

-Nos recibiste, nos explicaste, nos acompañaste… Nos tuviste paciencia. Lo cual no necesariamente era tu obligación.-

En ese punto, Hayato volvió a introducir su hombría en la cavidad de Kurosaki, tomándolo por sorpresa. La pose y la relajación del pequeño cantante le permitió golpear exactamente en su próstata, induciendo un efecto totalmente contrario en los segundos siguientes: el pelinegro de voz dramática comenzó a apretar el recto de tal manera que su amante no pudo retener más la descarga que le hervía en el bajo vientre, corriéndose en su interior con un exquisito gruñido.

 

“Báquico a gusto

Va a ser genial, vamos, no esperemos

Combate a un golpe, vamos, solo hazlo, no lo pienses tanto

Depende de ti

(…)

No hay necesidad de reiniciar en la siguiente vida

Diviértete ahora, así no estarás lleno de resentimientos

Solo ve a donde creas que es interesante. Es divertido y te calentará

La muerte es inevitable así que, ¿por qué no vivir una vida feliz?

Sé como un niño por siempre. ”

  

Agarrado a los muslos del chico de los tres piercings labiales, sobre cuyo regazo había apoyado el dorso, el vocalista de Kiryu jadeaba intercalando gemidos. Encima de él y en medio de sus piernas, el rubio pelilargo era en ese momento quien se sostenía de sus corvas para penetrarlo, resollando con deleite y sintiendo el sudor recorrerle el pecho y abdomen desde el cuello.

-A-aahhh… Baru-chan, aaahh…- Kurosaki apretaba los dientes y los párpados, poniendo los ojos casi en blanco, de no ser porque en el recorrido daba con el semblante complacido de Hayato, quien con una libidinosa sonrisa le apartaba de la frente los mechones del flequillo.

-¿Así? ¿Te gusta, senpai?- Inquirió el menor de todos con tono fingidamente atento y cortés, para después llevar su diestra al pecho del cumpleañero y arañarlo al tiempo que su novio aumentaba la velocidad de las embestidas contra la menuda y conmocionada humanidad ajena. –Eres tan lindo… tan delicado, tan chiquitito… Mírate, nada más.-

Después, el cantante de los tres expansores alargó la mano para tomar del cabello a su chico, tirando de aquellas claras y sedosas hebras con el objetivo de encararlo.

-Y tú… te la estás pasando de lo lindo, ¿no?- Le dijo, con una ceja levantada. –Anda, dame un beso…-

Hayato devoró los labios de Subaru al mismo tiempo en que deslizó los dedos sobre el abdomen de Mahiro hasta alcanzar su miembro. Sin embargo, sus roces no pretendían ser firmes y decididos; sino más bien desdeñosos en apariencia, y muy provocadores. Sin siquiera mirar a quien estaba tendido sobre sus piernas, tomó la punta del órgano ajeno entre índice y corazón, utilizándolos para bajar el prepucio que la recubría y que, una vez replegado, dejó al descubierto la gran cantidad de fluidos acumulados.

El juego entre ambos dígitos y aquella delicadísima piel siguió, por lo sencillo y martirizador que resultaba subirla y bajarla. Mahiro daba voces y se arqueaba a causa de semejantes estímulos, sintiendo sus piernas temblar además por las acciones del gemelo mayor. Subaru se aferraba a sus blancos muslos con fuerza, casi marcándoselos, pues los besos con el pelirrojo se habían tornado bastante desenfrenados y ardientes.

En determinado momento, y cuando al bello rubio le fue forzoso separarse de su novio para tomar aire y evitar que la manera en que la cabeza y el cuerpo todo le daban vueltas lo hicieran perder el equilibrio, Hayato aprovechó para pasar la yema de su pulgar sobre el glande brillante y resbaloso de Mahiro. Aquel acto le provocó al más bajito un espasmo que lo obligó a tensar y juntar las piernas para poder contenerse; mas no quedó solo en eso, pues dicho impulso repercutió también en su retaguardia, acabando por estrangular la virilidad de quien entonces lo ensartaba con tremenda fogosidad.

Oprimido hasta la asfixia, el pelilargo cerró los ojos de sopetón y arqueó la espalda, experimentando un delicioso escalofrío que viajó violentamente desde su perineo hasta el cerebro, repartiéndose después de la médula espinal hacia cada una de sus terminaciones nerviosas. La consecuencia más evidente de tan perfecto intercambio fue percibida en especial por el cantante de Kiryu, quien una vez más sintió sus entrañas impregnadas por un efluvio cálido y relajante. 

 

 

Los tres chiquillos se desplomaron en el piso, rendidos tras un largo rato de cansados retos que incluyeron desde dar la mayor cantidad de vueltas de carnero por la habitación, hasta saltar más alto o repetir trabalenguas interminables; todo con el afán de evitar la opción de “verdad”. No obstante, aún quedaba un turno más para cerrar el último ciclo, el cual le correspondía a Mahiro.

-Faltas… tú…- Indicó Hayato, jadeando todavía debido al último desafío. Al advertir que el mayor se hacía el desentendido, el pelirrojo volteó hacia él y le picó el hombro. -¡No te hagas el que no escuchó!- Lo regañó, riendo.

-Ugh, de acuerdo…- Dijo el cumpleañero, casi a regañadientes pero con un dejo de disposición. Después, se incorporó y se sentó, cosa que imitaron sus amigos. –A ver…-

-¿Verdad o reto?- Inquirieron los menores al unísono, inclinando el torso y adelantándose con interés. Era bastante claro para todos cuál opción deseaban que eligiera el pelinegro, por lo que su proceder aumentó la sonrisita en el rostro de Kurosaki.

-Estoy tan cansado para otro reto… que elegiré verdad.-

La respuesta fue celebrada por los dos chiquillos.

-Bueno… Volviendo a lo de Hiyori-chan...- Comenzó Subaru, y no bien mencionó al compañerito de su senpai, este desvió la mirada. –Dinos, ¿qué sientes tú?-

De forma esperable, el celebrado se puso nervioso, y maquinalmente empezó a juguetear con el pelo de la alfombra.

-Yo… ehhh… pues…- Lleno de pena, Mahiro levantó el semblante para mirar a los otros críos. –Yo… Hiyori-chan es muy tierno y me cae muy bien… pero la verdad es que creo que hay alguien que lo quiere mucho más que yo…-

El rubio y el pelirrojo intercambiaron un atisbo de seguridad, y de inmediato, el menor de los tres tomó la palabra.

-En ese caso… ¿Quién te gusta a ti, entonces?-

Más sonrojado aún, el dueño de la habitación se tomó la cara con ambas manos, permaneciendo en dicha posición y en total silencio por unos cuantos momentos.

-Baru-chan… y Hayato-kun…- Respondió, en un hilo de voz y sin despegar los ojos de su regazo. No obstante, después pareció tomar coraje, pues levantó el rostro y suspiró.

Ante su gesto, los otros se fueron acercando a él lentamente, mirándolo con ojitos brillantes. Cuando estuvieron lo suficiente cerca, Kurosaki se adelantó también, los abrazó por el cuello, y le dio un besito en la mejilla a cada uno.

-Y cuando seamos grandes, vamos a ser novios. Todos, los tres.-

 

 

Tendidos paralelamente, en medio de las mantas revueltas y recostados sobre una también intrincada disposición de almohadas, los tres vocalistas intentaban recuperar el aliento. Empero, su faena conjunta todavía no había terminado.

Mahiro se retorcía en medio de los menores, quienes con sus diestros dígitos le recorrían la dermis del abdomen, caderas y muslos, decidiéndose por fin a asir su dura virilidad con ambas manos, una arriba de la otra. Las sacudidas en aquel sensible órgano iniciaron y la velocidad aumentó en cuestión de instantes, siendo acompañada por una justa pero no menos sobrecogedora presión. Cuando esto sucedió, el ruego y el sufrimiento se acrecentaron a un tiempo en el tono de los gemidos de quien yacía en el centro, pues los tres sabían que estaba a punto de reventar.

-Esperamos que hayas disfrutado… de esta fiesta sorpresa…- Musitó el rubio sobre la piel del mentón ajeno, el cual había aprisionado entre sus dientes, y que chupó después. Al mismo tiempo en que, por supuesto, continuaba friccionando aquella palpitante entrepierna, con cuyas venas contendían las de su poderoso brazo.

-Y que te hayan gustado los regalos…- Continuó el pelirrojo de vetas negras, mirando desde una cortísima distancia cómo el semblante todo de Kurosaki se conmocionaba: su tenso entrecejo, sus labios entreabiertos, hinchados y enrojecidos, que hacían que su aro sobresaliese más; sus párpados apretados… Los cuales, en determinado momento se develaron, permitiéndole al menor apreciar en aquellos ojos suplicantes los resultados de las atenciones suyas y de su novio para con el menudo senpai. –Porque para nosotros… ha sido un placer agasajarte…-

Y cuando terminó el parlamento, de la garganta del pelinegro de puntas moradas escapó un grito y sus manos crispadas estrujaron los antebrazos de ambos chicos, quienes sonrieron al atestiguar la reacción. El abdomen del mayor fue manchado con su propia semilla, y los resabios escurrieron por los dedos ajenos cual vela mayor incrustada en un cirial bruñido, al centro de un altar…

 


[1] El Nihon buyou se refiere a un tipo de danza japonesa tradicional que tiene como propósito el entretenimiento sobre el escenario, y que es un componente importante en el estilo de baile de las geishas. Además, está íntimamente relacionado con el uso de abanicos. Buyou tiene que ver con el arte performativo en general, que incluye una mezcla de danza y pantomima, el cual hunde sus raíces en los géneros específicos del mai y el odori. Para mi percepción y dentro de mi ignorancia, es este estilo el que supongo que ha influenciado más los movimientos de Mahiro como frontman.

Notas finales:

Como siempre, espero que les haya gustado y muchísimas gracias por leer :D


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