Natsu aceptó la propuesta.
Entrada la noche, Gray los llevó a su casa. Los acomodó en su habitación, dándoles un futon que guardaba en el armario, para que pudieran dormir. La otra habitación, estaba llena de cosas, que prefería mantener lejos del alcance de Natsu y Happy; los mayores chismosos de Fairy Tail. Una vez que sabían algo, no se lo guardaban para extorsionar a la persona implicada, sino que lo gritaban a los cuatro vientos y avergonzaban a dicho ser humano. Todavía recordaba, aquel día, en que Lucy casi los asesinó por decir que guardaba unas bragas gigantes, que usaba en los días de ‘’marea roja’’. Natsu, se refirió a esos calzones, como: ‘’carpa de circo vagabundo’’.
El mago de fuego, no entendía mucho de mujeres, salvo lo más básico: No tienen pene, sus pechos cuelgan, pueden parir niños y algunas veces por mes, es mejor no acercarse mucho, pero tampoco alejarse demasiado; estando tan sensibles, cualquier movimiento en falso, lo consideran como una agresión directa. A Natsu, no le quedaba demasiado clara, ninguna de las cuestiones anteriores; pero se esforzaba en respetar la última. Nadie quiere una patada en las bolas. Era una persona tan simple. Sus deseos no iban más allá de comer, trabajar y holgazanear de vez en cuando. Y pelear. Específicamente, pelearse con Gray, por todo o por nada. A veces, ni siquiera necesitaban motivos, uno tiraba el golpe y el otro, respondía por no quedare con los brazos cruzados. Así funcionaba su relación. Así estaba muy bien. Así había sido siempre.
¿Por qué tendría que cambiar? Eran amigos, muy buenos amigos, mejores amigos. Si Lucy no le hubiera pedido el favor, Gray, sin pensarlo dos veces, le habría ofrecido su casa a Natsu. Sin malas o segundas intenciones. Se conocían, desde mucho tiempo atrás, no había nada de qué apenarse. Tal vez, sería un buen momento, para conocer mucho más a su amigo; saber esas trivialidades, que se recuerdan fácilmente. Estando a solas, con otra persona, sientes la necesidad de hablar sin ningún motivo en especial; porque los humanos son sociables por naturaleza, tratan de mantener conexiones con sus semejantes y así avanza la civilización. Para eso existe el lenguaje.
— Natsu, hablemos —susurró Gray.
No tuvo respuesta, excepto por un ronquido, similar al que haría un oso hibernando. Ok, entendió perfectamente, que Natsu no estaba en condiciones de conversar. ‘’Plan B’’ pensó, suspirando; poniéndose de pie. Cuidando de no pisar a los invitados, salió de la habitación, yendo en dirección al baño. Cada noche, lloviera o nevara, jugaba un poco con su cuerpo y luego, se quedaba dormido profundamente; como si ‘’descargar’’, fuera un tipo de somnífero natural. En alguna revista, que encontró por ahí, leyó sobre lo beneficiosa y sana, que resultaba la masturbación. No se trataba de morbo, o placer, sólo de salud. No pensaba en nadie al hacerlo, ni se imaginaba en ninguna situación en específico; sólo cerraba sus ojos, se dejaba llevar por las sensaciones y terminar, en aproximadamente, unos diez minutos. Primero lento, calmado, con toda la paciencia del mundo. Poco a poco, el ritmo aumentaba, haciéndole ver las estrellas, babearse y casi voltear los ojos.
Antes de meterse en el aseo, miró a los lados, esperando que nadie lo siguiera.
— Creo que hoy —dijo para sí mismo, pasando saliva—, sólo por una vez, está bien pensar en alguien…