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CAMINANTES DE SUEÑOS por Kitsune Nishizono

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Notas del fanfic:

¡Holaaaaaaaa!

 

Bienvenidos a un nuevo fic de mi parte. Espero que lo disfruten. La verdad es que se actualizará poco, porque necesito enfocarme más bien en Growing Pains. Denle tiempo al fic.... 

Y bueno, originalmente había pensado en otro WonHui porque son mi OTP, pero al final MingHao tomó las riendas de la historia, me dijo que quería protagonismo.... y este es el resultado...

Notas del capitulo:

.... No sé muy bien que poner... MingHao es un poco rencoroso... y JunHui es un tanto vanidoso... 

Y MinGyu no sale en el primer capítulo O.O

 

Oh! y hay algunas palabras en chino... a continuación la traducción: 

Xiānshēng: Señor

Xī'ān dàxué: Universidad de Xi'an.

Kànshìjiè: Podría traducirse burdamente como "mirando el mundo". Da igual, solo es el nombre de la compañía.

Xiǎo Xiǎo: Significa "pequeño" y es una forma de llamar a las personas de cariño. En realidad sólo se usa un Xiao,,, pero le he puesto dos (donde se los he puesto) meramente porque a los chinos les gusta repetir nombres.

               Respiraba muy lentamente, dejando que sus pulmones se inflasen por completo. Luego, contenía la respiración. El dispositivo en su mano le producía una comezón innecesaria. O quizá se trataba del botón en la parte superior del mismo, el cual acariciaba inconscientemente, esperando el momento justo. Y ese era, de hecho, aquél momento. Presionaba el botón y, la polea que había adherido al techo empezaba a girar, haciéndole descender muy lentamente.

 

                La habitación en la que se encontraba resultaba bastante amplia y con una apariencia sofisticada. El piso, a blanco y negro, resultaba de un elegante mármol mientras que, al fondo, el ventanal de pared a pared y de techo a piso, permitía ver un paisaje urbano de ShangHai que no tenía nada que envidiarle a cualquier otra ciudad cosmopolita. Sin embargo, el hombre que yacía colgado por el pecho y la cintura, no reparaba su atención en ellos. Entrecerraba los ojos, frustrado. Aquella habitación estaba en una oscuridad casi absoluta a pesar de la enorme ventana.

 

“Concéntrate, pequeño bastardo. Es de día, no de noche. De día. Claridad.”

 

                Miraba el piso, esperando. Mientras lo hacía, meditaba si aquella habitación tendría una alarma que detonase al pisar él el piso. Sacaba de un chaleco con un sinfín de bolsillos y compartimentos que portaba, al más puro estilo de algún reportero o de un cazador, una pequeña lámpara. O lo que parecía ser una pequeña lámpara. La encendía  y una luz muy, muy tenue, se reflejaba contra el piso. No era en lo absoluto una luz que le permitiese ver lo que él requería. Al menos en apariencia. Con la luz escaneaba el lugar y, tras hacerlo, una pequeña paloma verde se desplegaba en una pantalla colocada al costado de la misma. Todo libre, como sospechaba.

 

                Con cuidado, se quitaba el seguro que le mantenía sujeto de la cintura. Luego, sujetaba con fuerza el cordón de acero que le mantenía aun colgando del techo, sujeto por el pecho, antes de liberar el segundo broche. Entonces se dejaba caer con gracia. No se detonaba ninguna alarma. Suspiraba, contento. Sin importar cuanto confiase en su aparato con forma de lámpara, siempre quedaba un poco de recelo sobre su confiabilidad.

 

                La felicidad le duraba poco. Al darse cuenta que seguía siendo de noche, no podía evitar maldecir por lo bajo. No toda la gente resultaba igual de influenciable.

 

“No eres uno pequeño. Eres un gran bastardo. ¿Por qué hacerme la vida miserable? Vamos, de día, he dicho”

 

                El comando no surgía efecto alguno. Gruñía mentalmente. Si las cosas debían ser de ese modo, debían de ser de ese modo. Ya sin esperar nada más, se acercaba al escritorio que se encontraba ubicado en el centro de la estancia. Se sentaba sin miramiento alguno en la cómoda silla frente al escritorio y se ponía a buscar en los cajones del mismo. En los primeros dos no encontraba nada interesante. El tercero, el más alto de los tres, ubicado en la parte baja del escritorio, del lado derecho, abría sin mostrar nada que le sirviese tampoco. Al menos en principio. Luego se daba cuenta que ese tercer cajón lucía estrecho en comparación de los otros una vez que miraba en el interior. Tanteaba con cuidado los costados del mismo y llegaba a la conclusión de que el cajón tenía un doble fondo. Sin embargo, aunque tiraba del mismo, no conseguía que saliese más.

 

“Esto necesita una maldita llave. A ver, si no quieres que sea de día, está bien. Tengo una llave. Tengo la llave. Sabes que la tengo. Es pequeña y discreta y crees que nadie la tiene, pero yo la tengo. Seguro la guardas contigo todos los días, pero yo te la he quitado esta mañana, mientras desayunabas con tu familia. Muéstrame tu familia”

 

                Frente a él aparecía algo muy similar a una pantalla de televisión que cubría toda la habitación. La escena que se desarrollaba en ella resultaba completamente cotidiana. Un hombre de unos cuarenta y cinco, quizá cincuenta años se encontraba plácidamente sentado junto a su hija pequeña y a su esposa. Los tres desayunaban tranquilamente mientras que a su alrededor, un secretario personal del señor y una mucama trabajaban. El secretario le decía los comunicados del día, así como las citas y pendientes con los cuales tendrían que lidiar tras el desayuno. La esposa, sin importarle que el secretario hablaba, decidía hacer lo propio, recordándole a su marido que le deje la tarjeta negra, aquella que no tiene límite, para que pueda pagar todo lo necesario que se necesitará para el festejo de su sexto aniversario. El señor no parecía escuchar a ninguno, más bien enfocado en lo molesto que resultaba el masticar exagerado (incluso para los estándares orientales) de su hija.

 

“Estrés. Estrés, puedo ver y oler tu estrés. Relájate. Tu esposa es preciosa. Tu hija se convertirá en una excelente persona. Concéntrate en tu secretario, por favor…”

 

                El hombre giraba la mirada hacia el secretario. Fruncía el ceño un momento porque algo muy en su interior le decía que aquél no era su secretario. Luego, esa impresión se iba y, con un suspiro, se resignaba a oírle seguir hablando. El “secretario” que no era otro que el hombre que se había desplazado desde el techo a la oficina y de ahí entraba a su casa con sólo desearlo, hablaba.

 

-Deberá vestir elegante para la gala, Señor.

 

-Sabes lo mucho que detesto aquello ¿Realmente debo ir? ¿Cuándo debo ir?

 

-Es hoy en la noche. El traje ya está listo. Sin embargo, tenemos una situación con… “aquello”…

 

-¿Aquello? – El hombre fruncía el ceño. El secretario se limitaba a poner su mejor cara de resignación antes de asentir sobriamente.

 

-Puedo resolverlo. Déjemelo a mí. Tan sólo necesito la llave.

 

-¿Cómo sabes de la llave?

 

-Porque usted confía en mí como no confía en nadie más…

 

“Soy tu ancla. Soy tu mayor confidente. Dame la llave. Dámela. Todo estará bien una vez que me la des.”

 

                El señor le miraba fijamente, evaluando el rostro juvenil. Algo le parecía diferente. Raro. Al menos hasta que la mesa comenzaba a incendiarse. Del mantel blanco se elevaban flamas anaranjadas, brillantes. Un unicornio mascaba la parte del mantel que aún no se encontraba en llamas y, por un momento, el señor se quedaba congelado, sin saber qué hacer.

 

-Deme la llave. No quiere que su hija se queme…

 

“Dámela. Sólo así se salvarán”

 

                Incluso con toda la seguridad de que el incendio se acabaría si le entregaba la llave, le costaba trabajo al señor decidirse. Al final aceptaba, aunque de manera reluctante. Le entregaba una pequeña llave sin nada que pareciese hacerla especial.  El “secretario” la guardaba en un bolsillo que aparecía de la nada, a la altura del pecho. Luego se limitaba a caminar fuera de la cocina y regresaba a la oscuridad de la oficina, mientras que en el otro recuadro todo era consumido lentamente por las llamas.

 

                Sabía que no tenía mucho tiempo, no con aquella treta del fuego. Pronto sería lo suficientemente atemorizante para que el dueño de aquel sueño despertase. Debía trabajar con rapidez. Utilizaba la llave en el escritorio. Aunque en un principio había lucido completamente diferente, embonaba a la perfección.

 

“Grandísimo bastardo. Aquí tienes sólo basura”

 

                No era del todo cierto aquella aseveración, por supuesto. Pero los sueños resultaban en su mayoría confusos y descifrarlos requería de bastante ingenio. Afortunadamente, a aquél hombre le sobraba. Sacaba todo lo que había el cajón y lo observaba fijamente. Algo debía de salir de la pelota de baseball, los boletos de avión sin destino fijo, los cuatro clips, la foto familiar, el ladrillo y otra foto de una chica. Los colocaba todos en el escritorio y observaba.

 

“Nadie puso que tenías una hija de mi edad. No sale en la foto familiar. O tienes una hija con otro matrimonio o tienes una amante”

 

                Sabía que la segunda opción resultaba más viable. Pero eso carecía de importancia.

 

-Pelota, avión, fotos, ladrillo, clips, pelota, avión, fotos, ladrillo, clips, pelota, avión, fotos, ladrillo, clips, pelotaaviónfotosladrilloclips, fotoclipsladrillopelotavión, fotoclipsladrapelotaavión… ¡Lo tengo! – No tenía tiempo de regodearse en su victoria. De pronto las llamas empezaban a cubrirlo todo, incluyendo aquella oficina, que de pronto ya no estaba oscura, si no que por la ventana se apreciaba un sol deslumbrante que, junto con las llamas, casi le cegaban por completo.

 

“¡Buena la hora que sea de día! Esto me va a doler…”

 

                Sin pensárselo, corría para dejar que el incendio le atrapase. El calor abrasador  resultaba sofocante. Involuntariamente, dejaba escapar un grito de dolor y de inmediato, era acallado por el ruido que provocaban los cimientos del edificio al crujir por el fuego. Todo se volvía anaranjado en un segundo.

 

+++

 

                El sonido rítmico de la máquina no resultaba en realidad nada conciliador. Más bien ponía nervioso al hombre, prácticamente un chico, en realidad, que se encontraba monitoreando el sueño profundo de su compañero de equipo. Este yacía en una especie de sillón reclinado compuesto por tres secciones: la primera iba de su cabeza hasta la cintura, la segunda desde el inicio de la cadera hasta las rodillas y la tercera de los muslos hasta más allá de sus pies. A un costado de la extraña silla, se encontraba un aparato para poder monitorear los signos vitales de aquél que se encontraba profundamente dormido.

 

“Esto es tan aburrido. Deberían dejarme hacer algún trabajo grande a mí. Todos se los dan a JunHui…”

 

                Por supuesto, sabía que siendo el nuevo, tenía que esperar a que su entrenamiento terminase antes de poder ser parte del equipo de las Fuerzas de Investigación Avanzada, pero aun así le deprimía un poco estar ahí, viéndole dormir, mientras que el otro hombre realizaba todas las labores con las que se llevaría las guirnaldas. Él y al que le asignasen el seguimiento, de ser requerido.

 

                De pronto, mientras él se dedicaba a intentar no picarse los ojos de la desesperación y a jugar con la media docena de aretes que portaba en la oreja izquierda, los signos vitales de la persona acostada empezaban a modificarse drásticamente. La adrenalina se incrementaba considerablemente y, con esto, también la frecuencia cardiaca. Pronto, la respiración se volvería frenética al igual que el movimiento circular de los ojos, incluso cerrados. MingHao se incorporaba del sillón en el que se encontraba para correr por un vaso con agua, sabiendo que le caerá bien a su compañero de trabajo.

 

-¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHH!!! – El hombre que otrora dormía, se despertaba abruptamente. El grito resultaba casi desgarrador y, definitivamente, podían apreciarse los tonos de terror en el mismo. Revisaba la habitación de manera rápida con los ojos, mientras que se llevaba una mano al pecho, sintiendo los latidos acelerados de su corazón.

 

-Aquí tienes – El otro chico dentro de la habitación le ofrecía el vaso con agua y este le miraba con cierto recelo – Ya no estás dentro del sueño, de verdad…

 

                El deje de fastidio no pasaba desapercibido para el que acaba de despertar. Sin embargo, decidía que tenía demasiado en la mente para empezar a explicarle el cómo no podía entenderlo porque sólo se trataba de un novato, a diferencia de él. En lugar de ello, aceptaba el vaso con agua y daba un trago largo. El frío líquido parecía tranquilizarle un poco. Escuchaba a su compañero de trabajo diciéndole que iría por el doctor para indicarle que ya ha despertado, pero no le prestaba atención verdadera. Resultaba un poco complicado, incluso con las sustancias que le inyectaban, el poder recordar lo que había ocurrido en el sueño y el cómo podría utilizarlo para la investigación que estaban llevando a cabo. Lo único que se quedaba de manera vívida resultaba la manera en que siempre debía salir del sueño de alguien más. Muriendo.

 

                Y morir calcinado no estaba entre sus maneras favoritas de morir. Incluso si él mismo lo había provocado. Pero aquel hombre al que investigaban, Hie JingHua, resultaba casi de hierro. Incluso en sus sueños.

 

“Fotoclips… ladra… pelota… avión”

 

                Durante el sueño le había parecido la respuesta a todo lo que buscaban, pero ¿Era la respuesta? No le sonaba a nada estando despierto.

 

“Debes concentrarte. Tiene una amante y había una pelota de baseball y la foto de su familia lucía deslucida…”

 

-¿Cómo te sientes? – La voz pertenecía a un hombre de unos cincuenta años, con cabello ya bastante ralo y una incipiente barba. JunHui se encogía de hombros, intentando comunicar su confusión absoluta. Daba otros dos tragos grandes de agua para después cerrar los ojos e intentar volver a encontrar el significado de todo.

 

“Clips… fotos… pelota de baseball…boletos de avión…”

 

-Hie Xiānshēng* no tiene una buena relación con su esposa, ¿Verdad? – El hombre mayor le miraba con cierta sorpresa ante la pregunta. Sacaba de su bata un celular y se ponía a revisar algunos documentos en el mismo.  

 

-No tengo nada al respecto. Al menos en público lucen bien.  

 

-Creo que tiene una amante. Y estoy casi seguro que ella es la clave de todo esto.  

 

-Le diré de inmediato a MingMing que revise la información. Mientras tanto, el director te ha mandado a llamar. También me ha pedido que lleves a Hao contigo – Señalaba al menor sin el más mínimo respeto para este. MingHao entrecerraba los ojos, conteniéndose de decir cualquier cosa porque en el fondo entendía la falta de rango que poseía. JunHui imitaba el gesto, aunque por otras razones. No entendía que tenía que ver él con el chico nuevo.  

 

-¿Crees que pueda bañarme antes de ir a verle? No quiero apestarle la oficina – Inclinaba el rostro hacia su axila y olfateaba un poco. Fruncía el ceño. Se trataba de otro de las consecuencias de su trabajo; los químicos inyectados y el exceso de adrenalina le dejaban empapado en sudor. El doctor asentía un poco. Aunque se había hablado de una reunión en cuanto despertase, no había orden de urgencia.

 

                      A MingHao no le gustaba nada de aquello. Durante la siguiente hora seguía a JunHui por los pasillos del laboratorio hasta los vestidores del mismo. Ahí el mayor empezaba a desnudarse sin prestarle la más mínima atención para luego meterse a bañar sin hacer cualquier tipo de reconocimiento a su presencia. Le parecía que el mayor resultaba demasiado lleno de sí mismo.

 

  “Ególatra mal parido. No es ni para decirme “te veo afuera de su oficina en tanto tiempo”. Prefiere hacerme seguirle como un polluelo tras la gallina. Una gallina engreída porque sus plumas brillan desde su posición”  

 

                    Quizá en el fondo, todo aquel resentimiento se debía a cierta admiración que en realidad sentía hacia el otro hombre. Después de todo, Wen JunHui resultaba la estrella del lugar. Graduado a los 16 años de la Xī'ān dàxué*. Trabajando para una de las cinco agencias existentes en su ramo desde los 17 años. Ostentando el título de “Caminante” desde su primer día de trabajo. Ahora, con escasos 21 años, resultaba uno de los mejores a nivel mundial. Xu MingHao, con un año menos de vida que el mayor, llevaba años luchando por superarle.

 

                      El padre de MingHao trabajaba para Kànshìjiè y, desde el día que JunHui había puesto el pie en aquella empresa, MingHao no había podido descansar propiamente. “Es el más listo de todos”, “Un chico realmente educado”, “Todas las chicas están enamoradas de él”, “¿No te ha ido bien en la prueba de sincronización mental, Hao? ¿Acaso quieres convertirte en caminante hasta estar de mi edad?”, “Él consiguió ser caminante sin ser nunca aprendiz ni de seguimiento”. Por supuesto, MingHao sabía, en el fondo, que él era bueno. Se graduaba de Ingeniero de procesos mentales con especialidad en REM (movimientos rápidos oculares) a los 18 años, cuando el promedio era 22 años y conseguía entrar a Kànshìjiè a sus 20 años. Pero entraba de aprendiz y con varios años de diferencia del hombre que su padre idolatraba.

 

“Alguien debería bajarle los zumos al muy pretencioso. Yo podría darle una paliza. Apuesto que no es más que un llorón. Se queja si el trabajo le deja ojeras o si suda. Es increíble que le consideren tan grande.”  

 

                    Por muy agresivos y negativos que fuesen sus pensamientos, MingHao sabía que no golpearía al mayor a menos de que este le provocase realmente. Así que, sin posibilidad de liberar su frustración, se limitaba a sentarse y esperar. Y esperar. Y esperar.

 

                      JunHui salía de la regadera con una toalla alrededor de la cintura. Se notaba que le encantaba el agua bien caliente, porque su piel tenía un dulce tono rojizo. MingHao quería decirle que lucía como un camarón, pero como siempre, se quedaba callado en pos de mantener una relación tranquila con el mayor.

 

  -¿Qué sigues haciendo aquí? ¿Estás espiándome? Porque ya tengo suficiente con las chicas de los laboratorios y la de recursos humano. Y no me interesas – La expresión de horror que desplegaba MingHao hubiese lucido graciosa de no ser porque se ponía de pie de un brinco y levantaba el puño como si fuese a pegarle al otro hombre. Afortunadamente tenía todavía algo de control sobre sí mismo y no lo hacía.

 

  -No me interesas tu tampoco. No seas ridículo. Estoy aquí para acompañarte con el director.

 

  -¿Y para eso tienes que seguirme como mi sombra? Podemos vernos en la sala de espera de su oficina…  

 

-Yo… - El mayor de ambos parecía comprenderlo finalmente. Giraba los ojos con hastío.

 

  -No sabes cómo llegar a su oficina, ¿Verdad? – MingHao asentía un poco sin mirarle a los ojos. Detestaba saberse tan poco importante que nunca tenía la oportunidad de encontrarse con la gente importante -¡Ja! Está bien. Quédate aquí en silencio.

 

  “¡Ni que quisiera hablar contigo, idiota!”

 

                      Volvía a sentarse y, sacando el celular y sus audífonos, se aseguraba de dar el mensaje que quería: No me hables. JunHui se rasuraba a conciencia. No solo la cara y el inicio del cuello, si no también daba forma al vello de las axilas. MingHao se había jurado no mirarle ni de reojo, para eso tenía cosas más importantes que ver, como su celular, pero ahí estaba mirando con incredulidad aquella costumbre.

 

  “Tan lleno de sí mismo. Increíble”

 

                      No saldrían de los vestidores hasta casi dos horas después, cuando a MingHao ya se le había dormido el trasero por el frío del piso y no dejaba de mover las piernas un tanto convulsamente para que la sangre fluyese por las mismas. JunHui se tomaba todavía más tiempo para llegar a la oficina del director, como queriendo probar que resultaba tan importante que podía simplemente dejar esperando a todos. Se dedicaba a contestar algunos mensajes mientras caminaba. Los ojos de MingHao parecían que se quedarían pegados, mostrando por el resto de su vida la parte blanca de los mismos de tanto que los movía hacia arriba.

 

                      Finalmente llegaban a un elevador al fondo de uno de los pasillos. Al lado de este, una mujer de seguridad enfundada en su pulcro uniforme hacía un ligero movimiento de cabeza a modo de saludo. JunHui regresaba el gesto con una de sus magníficas sonrisas que parecían patentadas de lo grandiosas que resultaban. La guardia de seguridad tecleaba un código de seguridad y luego les pedía que dejase que el scan les revisase las pupilas para que las puertas se abriesen.

 

                      El trayecto en el elevador resultaba breve, para beneplácito del menor. En cuanto salían del mismo, llegaban a una sala con unos sillones que resaltaban bastante de las paredes y pisos blancos. Resultaban de un color rojo brillante, con líneas redondeadas y minimalistas. Daban la apariencia de pertenecer a una de esas películas de los años sesenta en las que pretendían hablar sobre futuro y tecnología. MingHao suponía que la alegoría quedaba a la perfección tomando en cuenta el tipo de empresa y el trabajo que la misma desempeñaba.

 

                      Al fondo de la sala se encontraba un mueble de recepción. Y sentada al otro lado del mismo, una bella mujer se incorporaba de su asiento en cuanto los veía acercarse. Pero, como siempre, toda la atención era para el mayor de ellos.

 

  -¡Buenas noches, JunHui! ¿Conseguiste la información necesaria en tu último trabajo? – Le pasaba un folder con varios papeles en el interior del mismo. El mayor de los hombres tomaba el folder al tiempo que le sonreía a la mujer con cierta coquetería.

 

  -Podría contestarte a eso, pero entonces tendría que matarte… - Ambos se reían ante la ocurrente respuesta. O lo que ellos consideraban ocurrente. MingHao apenas si conseguía contener las ganas de remedar a JunHui.

 

  -¡Eres tan ocurrente! – Acercaba un poco su cara a la de su interlocutor – El jefe lleva esperándote un rato. Alguien le dijo a qué hora te despertaste. Espero que no se enoje contigo por tardar tanto.

 

  -No lo hará. Él entiende que debe esperar por todo lo bueno – Le guiñaba el ojo. La mujer volvía a reírse. Después de esto le hacía una seña para que entrasen de una buena vez.  

 

                    El director de Kànshìjiè se encontraba ocupado leyendo algunos documentos cuando ellos pasaban. Ambos se colocaban frente a él y hacían una reverencia profunda. El señor, que ya pasaba de los sesenta años, no les miraba por un par de minutos, mismos que ellos debían permanecer haciendo la reverencia.

 

  “Y ahora debo aguantar el castigo por culpa de su insolencia”    

 

                   Cuando por fin les indicaba que podían volver a ponerse en una posición completamente recta, a MingHao ya le dolía la espalda baja. Se contentaba con saber que JunHui sufría del mismo modo, pues se daba unos golpecitos discretos en la zona. El jefe se dirigía a ambos solo a medias. Preguntaba por el día de ambos, por lo que ambos habían realizado en el día, por la salud de ambos. Pero únicamente le interesaba la respuesta de JunHui, siendo su estrella brillante en el firmamento.

 

  “Le va a explotar la cabeza si siguen inflándolo tanto”  

 

-Ahora, dejémonos de nimiedades. Jun ¿Ya leíste eso? – Señalaba el folder que el mayor tenía entre sus manos. Este fingía una cara de sorpresa por la pregunta. Negaba animosamente con la cabeza antes de responder.

 

  -Lo lamento. Acaban de entregármelo.

 

  -No importa. Ya te enterarás de los detalles. Has escuchado de la Pledis Corp, ¿Cierto?

 

  -La compañía novata de Corea del Sur. Por supuesto. Son los que tuvieron ese terrible escándalo porque uno de sus caminantes fue invadido en su sueño y no pudo detener al espía ¿Eh? Debió ser horrible. Una vergüenza absoluta – El director asentía. MingHao no podía evitar poner cara de asco al estar seguro de que ninguno de los otros dos le veía.

 

  -Justo ellos.  

 

-Perdedores – Lo decía con la sonrisa en los labios.

 

  -Mi hija se casó con el dueño de Pledis – La sonrisa desaparecía de inmediato del rostro de JunHui. Sabía perfectamente que acababa de decir algo que podía hundirle del favor del director. MingHao finalmente mostraba una sonrisa dulce, que le hacía lucir mucho más joven de lo que era.

 

  -Pronto, muy pronto, se convertirá en una gran empresa. Puedo sentirlo – JunHui sonreía nuevamente, a modo tentativo en aquella ocasión. El director fruncía el ceño al tiempo que agitaba su mano, descartando el comentario.

 

  -Cállate JunHui. Sé que son pésimos. No necesito que intentes cubrir con miel la realidad. Sin embargo, a pesar de apestar, debido al matrimonio, el gobierno los ha contratado para que les ayuden con un caso. Y si todo sale bien, tendrán asegurado el contrato con el Primer Ministro… - El rostro de JunHui se volvía serio de inmediato. No necesitaba ser un genio para saber lo que vendría.

 

  -¿Iré con MingMing a Corea del Sur a resolverles el caso para ganar dicho contrato? – No le gustaba la idea. Y estaba seguro de que a su compañero de trabajo tampoco le iba a gustar. Se trataba de un idioma diferente con una cultura diferente con un ambiente de trabajo diferente. El director negaba con la cabeza.  

 

-En realidad, con el matrimonio, he comprado también a Pledis Corp. No irás allá a resolver un caso, sino que serás transferido allá de modo indefinido para que podamos resolver algunos casos y la empresa gane confiabilidad. Y no viajaras con MingMing. Lo hemos meditado – JunHui odiaba el “lo hemos”. Sabía que en realidad se trataba de un “lo he” – y MingMing ha mejorado muchísimo. Ya tiene lo suficiente para convertirse en un caminante. Irás con MingHao, que se convertirá en tu apoyo, de hoy en adelante.

 

                      El director no estaba seguro de cuál de los dos muchachos gritaba de horror con más fuerza ante la noticia. Resultaba necesario llamar a más de una persona de seguridad para que los inmovilizasen hasta que se encontrasen lo suficientemente tranquilos para poder continuar escuchando la terrible noticia. Al final, JunHui debía terminar trabajando toda la noche para proporcionar la información obtenida en el sueño del que apenas había salido y así, dejar todo documentado para quien continuase el caso.

 

  +++

 

                      El viaje desde el Aeropuerto internacional de Beijing hacia el Aeropuerto Internacional de Incheon se volvía algo casi insufrible para MingHao. JunHui se había vestido como si fuese a un funeral, con unos pantalones negros extra entubados y una sudadera gigantesca del mismo color. Remataba todo con unos lentes oscuros. El menor no sabía si quería dejarle claro algún mensaje o si el mayor tan solo quería tener una moda de aeropuerto, cual artista. Él, en cambio, vestía con unos jeans regulares y una simple sudadera de un gris claro.

 

                      Se ignoraban el uno al otro tanto como les era posible y, al subir al avión, agradecían poder tener simples privilegios, como asientos en clase ejecutiva. Así podían alejarse un poco el uno del otro. JunHui sacaba el celular, aprovechando que todavía quedaba un montón de gente por subir marcaba a su ex compañero de equipo.

 

  - Xiǎo Xiǎo* MingMing, esto es una tortura – MingHao le miraba con odio. Estaba sentado a su lado y hablaba mal de él de todas formas. Escuchaba el murmullo del otro lado de la bocina, sin alcanzar a distinguir ni una sola de las palabras – No, de verdad. Me moriré o algo. ¿Qué hay de bueno en trabajar para Pledis Corp? Mmmmhh… Ya tengo el reconocimiento de todos en China, no necesito reconocimiento en otro país… aja… eso lo sé… ¡Claro que estoy contento porque ahora eres caminante! Es sólo que yo necesito un excelente arquitecto o ingeniero civil y ese eres tú…

 

                      MingHao palidecía un poco con esas palabras. La noche anterior había intentado ver positivamente su nuevo puesto. Después de todo, ya no era un aprendiz y eso le ponía feliz de sobremanera. Pero ahora que lo mencionaba JunHui, él no debería ser la mano derecha de un caminante. Eso les correspondía a los arquitectos o a los ingenieros civiles, que hacían la maquetación de los sueños. Sin ello, los sueños se volvían casi ingobernables y sacar información de los mismos más bien una pesadilla. Como Ingeniero de procesos mentales él debía pasar de aprendiz a caminante. Solo podía ser ayudante si el equipo constaba de más de dos personas.

 

  -Oye… - Hablaba bajito. Como JunHui seguía quejándose por el celular y no le hacía caso alguno, tiraba un poco de la manga del mismo. Finalmente le prestaba atención, aunque fruncía el ceño visiblemente.

 

  -Estoy ocupado ¿No lo notas?

 

  -Lo noto – También fruncía el ceño. Deseaba tanto golpearle – pero hay algo importante que debo aclararte…

 

  -Bien. Escucho.

 

  -Soy ingeniero en procesos mentales con especialidad en REM – JunHui parpadeaba con lentitud, intentando hacer que su cerebro procesase dicha información. MingHao le imitaba en movimientos, esperando conseguir una respuesta pronta.

 

  -No, espérate. Yo soy ingeniero en procesos mentales con especialidad en REM. Tú tienes que ser arquitecto o ingeniero civil. Alguno de los dos. Con especialidad en maquetación de sueños – Ahora ambos se miraban fijamente. Y como el menor no decía nada más, JunHui empezaba a gritar despavorido - ¡MingMing! ¡Yo me bajo! ¡No tengo un maldito maquetador! ¡¿Qué planean?! ¡¿Que flote en medio de la nada?! ¡Voy a morirme!

 

                      Realmente se ponía de pie y, estando tan cerca de la entrada del avión, no dudaba ir en sentido contrario a las personas que intentaban entrar en el mismo. Cuando ya había cruzado el puente que unía al avión con la sala de embarque, notaba a dos guardias con el uniforme de su empresa. En cuanto le notaban, cerraban el paso.   -¡MingMing! ¡Enviaron guardias! ¡¿Cómo que ya lo sabías?! ¡AAAAAAAAAAAAHHHH!

 

                      Al final tenía que regresar a su asiento, y con un mohín realmente grande, fingía dormirse de inmediato. No quería hablar con MingHao, que no sabía de maquetación y le haría morir como su compañero de equipo.

 

  +++  

 

                    Resultaba que estaba planeado un equipo de tres personas. JunHui como caminante, un empleado de Pledis Corp llamado Joshua, llegado recientemente desde los ángeles, cuna del espionaje de sueños, y MingHao, que aprendería de JunHui y entraría en el sueño de la persona objetivo en caso de ser necesario. Eso no ponía de mejor humor a ninguno de los chinos. El mayor no quería ser la “niñera” del otro chico, y el menor no quería aprender nada de alguien tan pedante como JunHui. Y si a todo ello le podían agregar una injuria, esta resultaba la cereza en el pastel: la empresa les había rentado un departamento de lujo. Podía ser muy de lujo, pero sólo se trataba de un departamento, en lugar de dos.

 

  “Al menos cada uno tiene su cuarto…”

 

                      Ambos pensaban del mismo modo. MingHao se dedicaba a organizar su ropa en el amplio closet y luego se dormía sin más. El día siguiente prometía ser un día horrendo.

 

                      Pledis Corp tenía como oficinas y laboratorios un edificio no muy grande, apenas de unos 3 pisos un tanto estrechos. Ninguno de los dos chinos lucía impresionado por la fachada, ciertamente. Tampoco por los pasillos un tanto oscuros ni por los montones de puertas a las que cualquiera podía acceder sin ninguna restricción. Ahora MingHao comprendía lo que era una compañía “novata”.

 

  -Buenos días – Un gesto parco, apenas a modo de saludo, es lo que recibían por parte de un sujeto con un cabello rojo brillante que monitoreaba un montón de pantallas. Algunas mostraban signos vitales, en otras, fragmentos de sueños que se quedaban grabados – Joshua les espera en el área de estacionamiento. No sé qué hacen aquí.

 

  “Si tú no sabes… “  

 

                    JunHui giraba los ojos y luego miraba a MingHao, como preguntándole que deberían de hacer. Este se encogía de hombros. El hombre dejaba de ver las pantallas y, tras suspirar con resignación, se incorporaba de su asiento. Solo entonces los chinos notaban que le sacaban el promedio de una cabeza.

 

  -¿Cuántos años tienes? – JunHui le miraba con curiosidad. El hombre no parecía disfrutar de la pregunta.

 

  -Los suficientes para ser tu superior. Síganme – MingHao se reía en silencio al ver la cara de indignación que el otro chino esgrimía. Eran conducidos hacia la parte trasera del edificio para salir por una puerta que pasaba prácticamente desapercibida.

 

                      El estacionamiento resultaba ser interno. Las luces parpadeaban un poco, proporcionando menos luz de la deseada. Caminaban entre espacios de estacionamiento vacíos hacia un hombre que se encontraba recargado en un automóvil sedan de lo más sencillo. MingHao creía que se veía de lo menos impactante posible. No es que esperase que la agencia de inteligencia y espionaje concordase con la imagen de las películas, donde todos tenían automóviles de lujo y ropa de diseñador, pero si había esperado algo por encima de la cafetera con ruedas en la que al parecer iban a subirse.

 

  -Joshua, ellos son… - El hombre del cabello rojo apuntaba vagamente hacia ellos, no aclarando realmente quien era quien – JunHui y MingHao. Llévalos al hospital.

 

  -¡Gusto en conocerles! – El hombre extendía una mano mientras que los otros dos hacían una breve reverencia. Joshua se daba cuenta que volvía a utilizar “sus costumbres occidentales”. Corregía haciendo una reverencia rápida – Soy Hong Joshua.

 

  -¿Quién era ese chico? – JunHui se giraba para poder ver la figura en retirada.

 

  -Él no es un chico. Tiene 20 años. Se trata de Lee JiHoon. Es nuestro superior, de hecho.

 

  -Es tan… pequeño – Joshua se reía brevemente, pero negaba con la cabeza.

 

  -Nunca comentes sobre su estatura estando él presente. Podría asesinarte – JunHui levantaba ambas manos, dándose por derrotado. MingHao se limitaba a meterse en la parte trasera del automóvil. Suponía que el asiento del copiloto se reservaba para la estrella Wen JunHui. Cosa que además resultaba un poco cierta. Durante el camino, Joshua hablaba animadamente. Les platicaba sobre la comida que debían probar (él lo había hecho recientemente y quedaba encantado), sobre los lugares que podían visitar y el cómo Seúl iba a encantarles. MingHao quería explicarle que entendía la mitad de lo que decía, y que esto era gracias al traductor portátil que le habían dado a cada uno de ellos, pero prefería guardar silencio cuando el otro hombre sonaba tan feliz de poder compartir sus experiencias como extranjero con otros extranjeros.

 

                      El traslado al hospital resultaba relativamente rápido. Afortunadamente el tráfico no caía en lo excesivo y las distancias a recorrer entre Corea del Sur podían considerarse pequeñas si consideraban las que normalmente recorrían en China.

 

  -Entonces… - JunHui había estado mandando mensajes por WeChat todo el camino, ignorando los consejos de Joshua y tan solo fingiendo prestar atención, finalmente abría la boca para preguntar - ¿A quién veremos aquí?

 

  -Mmmh… ¿No les dieron la información de la persona objetivo?  

 

-En el archivo sólo se mencionaba la muerte de Kim YoungNam, importante hombre de negocios, dueño de Industrias Nam y senador, había muerto en un accidente de tránsito.

 

  -Bien. Me alegra saber que la versión que hemos dado es la que todo el mundo tiene como verdadera – Joshua hablaba más bien entre susurros con su voz suave – En un principio la policía también lo creía, pero han encontrado una bala de menor calibre incrustada en uno de los rines de la camioneta en la que viajaba. Iban solamente él y su hijo, Kim MinGyu, el cual se encuentra en estado de coma. Realmente se trata de nuestro único posible testigo de lo ocurrido. Y ahí es justamente donde nosotros entramos…

 

                      Resultaba sencillo identificar la habitación correcta. A cada lado de la puerta había un elemento de seguridad que no les dejaba pasar hasta que Joshua mostraba una identificación especial. Incluso después de ello eran revisados con minuciosidad. Y una vez dentro de la habitación, MingHao se daba cuenta que tenía un caso y que, fuese pequeña su participación o no, aquello se trataba de la vida real.

 

  “¡Tengo trabajo! ¡Tengo un maldito caso!”


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