Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuestión de orgullo por SaraChan

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Eh... ¿qué demonios he escrito? xD. La verdad es que no tengo ni idea, así que no sé cómo presentar este capítulo. ¿Qué demonios ha pasado en él? No soy capaz de entenderlo xD.

En fin, como no tengo muy claro qué puedo decir, simplemente aclararé una cosa: el capítulo se sitúa en Thriller Bark, después del festín de celebración.

Recuerdo: aparece Kuma, Zoro le enfrenta, Sanji intenta ocupar su lugar, Zoro le da un espadazo en las costillas y le deja inconsciente, y luego Kuma le hace absorber todo el daño de Luffy, dejándolo en un muy mal estado.

Al menos, eso es lo que yo recuerdo que pasa. Más o menos, el capítulo se basa en esos acontecimientos.

Sanji entró en la enorme sala medio derruida que, tras el copioso, largo y ruidoso festín que habían celebrado durante ese día entero, se había convertido en el esperado dormitorio de todos ellos. La habitación estaba inundada de ronquidos y murmullos soltados en sueños, y se respiraba una sensación de paz y tranquilidad que hizo sonreír al cocinero. Dirigiendo su vista a la apartada esquina en la que descansaba el espadachín, su sonrisa se borró. Se acercó, y a pocos metros, el médico notó su presencia.

-          Oh, Sanji. ¿Ya terminaste de fregar?

-          Sí. Estos malditos me han dado demasiado trabajo durante todo el día.

-          ¡Otsukare!

-          Gracias. ¿Hay novedades? – señaló a Zoro con la cabeza. La expresión de Chopper se sombreó.

-          No… Zoro está estable, pero todavía no despierta. No sé cuándo lo hará, pero creo que no tardará mucho… o eso espero.

-          Hm…

Sanji entrecerró los ojos. Ver a Zoro dormir con esa pacífica expresión le irritaba, aunque no entendía por qué.

-          Sanji, no te preocupes – Chopper le miró con una forzada pequeña sonrisa. – Zoro se recuperará.

-          ¿Crees que estoy preocupado por ese idiota? Por mí, como si duerme eternamente.

-          ¡Qué cruel! ¡Zoro es nuestro nakama!

Sanji suspiró. Sí, ni siquiera había dicho esa frase y ya estaba arrepintiéndose de hacerlo. ¿Qué demonios le pasaba?

-          Chopper, debes estar cansado. Ve a dormir si quieres, yo me quedaré con él.

Chopper alternó una mirada entre Sanji y Zoro, dudoso.

-          No estoy seguro… me gustaría vigilarle.

-          Si despierta o le ocurre algo, te avisaré inmediatamente. Será mejor para todos que tú estés descansado, así que ve a dormir un rato.

Todavía sin estar muy seguro, Chopper asintió.

-          Está bien… entonces, lo dejo en tus manos.

Despidiéndose, el cocinero vio cómo Chopper se alejaba en dirección al sitio donde todos sus compañeros dormían desparramados. Con un suspiro que ni sabía de dónde venía, ocupó el asiento en el que antes había estado el doctor. Observó a Zoro.

-          Eres un completo idiota, ¿sabes? – gruñó entre dientes, sintiendo la necesidad de desquitarse. – Mira cómo has acabado. Imprudente y descerebrado. Deberías dar gracias de seguir con vida; no entiendo cómo demonios no estás muerto. Quiero darte una paliza. ¡Joder! Me siento muy irritado, y es tu culpa.

-          Quieres callarte de una vez, cocinero ruidoso.

-          ¿¡Qu-¡? ¿¡Estás vivo!?

Zoro frunció el ceño con fuerza y se revolvió un poco. Abrió los ojos y miró al cocinero con enfado. Se llevó, con dificultad, una mano a la cabeza.

-          Deja de gritar de una vez. Has sido tú el que me ha despertado con ese estúpido y ridículo discurso de mierda.

-          ¿Qué? ¡No escuches conversaciones ajenas, marimo entrometido!

-          ¿De qué conversación hablas si estabas murmurando tú solo, y encima sobre mí?

-          ¡Cállate! ¡No tenía nada que ver contigo!

-          ¿Qué demonios…?

Notando un leve dolor de cabeza naciente, Zoro se resignó a acabar con esa absurda discusión. Con una preocupante expresión de dolor, comenzó a incorporarse.

-          ¡Oye! – Sanji se apresuró a postrar a Zoro de nuevo en la cama. - ¿Eres mínimamente consciente de las heridas que tienes? No te muevas. ¡Ah! – Sanji se giró hacia donde dormían los demás. – Espera aquí, voy a por Chopper.

-          No – Zoro agarró una muñeca del cocinero, mirándole con decisión. – Déjale dormir, yo estoy bien.

-          ¿Qué dices? Deja de comportarte como un crío que no quiere ir al médico. Espera aquí.

-          He dicho que no – Sanji sostuvo la enfadada mirada de Zoro. - ¿No le enviaste a dormir porque estaba cansado?

Sanji entrecerró los ojos, estando, nuevamente, furioso.

-          ¿Desde cuándo estabas despierto de verdad?

-          Vuestra conversación me despertó.

Sanji chasqueó la lengua, molesto, y se deshizo del agarre del espadachín, valorando sus opciones. Sin apartar su vista de los ojos del espadachín durante un interminable minuto, acabó volviendo a chasquear la lengua, sintiéndose derrotado.

-          Vale, no avisaré a Chopper. Pero ahora mismo voy a prepararte algo de comer, ¿de acuerdo?

-          Qué considerado.

-          Realmente no eres consciente de la gravedad de tu situación.

-          Pensaba que no estabas preocupado por mí.

Sanji no respondió, dejó al espadachín y salió de allí en dirección a la cocina del barco.

No había pasado ni media hora cuando el cocinero volvía a entrar en la sala, cargando una bandeja con un cuenco de cerámica sobre ella. Apenas había cruzado el umbral cuando, cabreado, echó a correr.

-          ¡Oye! – moderó, con dificultad, el tono de su voz. - ¡Te dije que no te incorporaras! ¿Eres idiota? ¡Vuelve a tumbarte!

-          Deja de gritarme, hoy estás extremadamente irritante – Sanji fulminó a Zoro con la mirada. – Estoy cansado de estar tumbado, solo quería sentarme. No pasa nada.

-          ¡Sí pasa!

-          ¿No ibas a traerme comida?

Sanji apretó los dientes, furioso. Tras cinco segundos de necesario y calmante silencio, tendió, con brusquedad, la bandeja al espadachín.

-          Come.

Zoro levantó la tapa que cubría el bol. En él, descubrió unas humeantes gachas de arroz. Sin queja alguna, comenzó a comer.

-          Gracias.

Sanji observó cómo el espadachín comía durante los primeros minutos, perdido en sus pensamientos, intentando aclarar cómo se sentía. La expresión que se encontraba en el rostro de Zoro, que él mismo calificaba como inusual tranquilidad, le hizo, finalmente, suspirar y soltar algo que, una parte de él, le gritaba que callara.

-          Pensaba que estabas enamorado de mí.

Zoro se atragantó, visiblemente afectado, alarmado, sorprendido. Tras beber un buen trago de agua y estar seguro de que el ataque de tos había remitido, miró a Sanji con una mezcla de indignación y vergüenza.

-          Creía que ya habíamos aclarado ese tema. No lo vuelvas a mencionar.

-          ¿Ya no te gusto?

-          No hables sobre ello. Es humillante.

Sanji entrecerró los ojos, ofendido.

-          ¿Por qué es humillante?

Zoro apartó la mirada. Posó la bandeja en la cama. Todavía no había terminado el cuenco.

-          Creo que es obvio…

-          Termina de comer.

-          ¿… qué?

-          Come.

Zoro gruñó. Esa era una discusión que no iba a ganar. Volvió a coger la bandeja y continuó comiendo, aunque más despacio.

-          Bien. ¿Por qué es humillante?

Zoro bufó. Esperó a tragar para responder.

-          No es agradable hablar sobre un rechazo con el que me rechazó.

Sanji se sintió asustado de sentirse aliviado. Cerró los ojos un instante.

-          Si ese es el caso, ¿por qué me apartaste?

-          Ibas a morir estúpidamente. No merecía la pena.

-          Yo estoy tan preparado para morir como tú, Zoro – el mencionado miró a Sanji; encontró una seriedad salvaje y una férrea determinación en sus facciones. – Lo único que hiciste fue romper mi orgullo. Me hiciste quedar como un idiota.

Zoro dejó nuevamente la bandeja a un lado.

-          Luego lo terminaré – aclaró. – Lo siento, pero era algo que tenía que hacer.

-          ¿Por qué? ¿Por protegerme? Por tu culpa, mostré una ridícula act…

-          No mezcles lo que siento por ti en este asunto – la respiración del cocinero se entrecortó ante lo que encontró en los ojos de Zoro. – Nunca seré el mejor espadachín del mundo si ni siquiera soy capaz de proteger a mi capitán, o a las personas que me importan. Así que mi principal objetivo, en este momento, es convertir a Luffy en el rey de los piratas. Y si he de morir por ello, que así sea.

Sanji no sabía qué decir. Por primera vez, la fuerza de Zoro le abrumaba. Por primera vez, se sintió inferior a él. Por primera vez, sintió un profundo e incuestionable respeto hacia ese descerebrado espadachín. Suspiró.

-          Eres absurdo.

-          Sé que tu determinación en ese momento era tan grande como la mía. Me sorprendiste, fuiste admirable. Pero estabas en mi camino, y eso es algo que no puedo permitir.

El cocinero cubrió su rostro con una mano, agachando la cabeza.

-          No digas eso, me hace sentir peor.

Zoro cogió la bandeja y continuó con la comida. Sanji seguía sin destapar su rostro, así que el espadachín comenzó a pensar en el posible motivo.

-          En ningún momento quise herir tu orgullo. Y tampoco quería protegerte, si es lo que te preocupa – Zoro hizo una pequeña mueca. – Bueno… en parte, no quería que te pasara nada. Creo que Luffy me habría matado si hubiera permitido que Kuma… - irritado, Zoro se frotó la cabeza. – Mierda, no es eso lo que quiero decir. Solo… tuve mis propias razones para hacer lo que hice, y eso debería ser suficiente.

Una ronca carcajada interrumpió su discurso. Otra vez, pero habiendo terminado de comer definitivamente, apartó la bandeja. Frustrado por su escasa capacidad de expresión y sin saber muy bien cómo interpretar la reacción del cocinero, intentó continuar.

-          No siento lo que hice. Seguí fiel mi camino. Todos estáis bien. Y yo sigo vivo. No me arrepiento y no me voy a disculpar.

-          Eres demasiado brillante.

Zoro parpadeó, sin estar muy seguro de lo que acababa de escuchar. Notó un leve temblor en los hombros del cocinero. Dubitativo, se atrevió a preguntar.

-          ¿Estás llorando?

-          Por supuesto que no.

El espadachín se rascó la cabeza, sin saber ni cómo sentirse ni cómo actuar. Los hombros del cocinero volvieron a temblar. Se mordió la lengua infructuosamente.

-          Oye, Sanji… Me gustas.

Sanji no movió ni un ápice de su cuerpo.

-          Pensé que nunca más ibas a decirlo.

Zoro ladeó la cabeza, levemente avergonzado.

-          Yo pensé que debía repetirlo en este momento.

-          ¿Por qué? ¿Crees que te voy a dar otra respuesta?

El espadachín entrecerró los ojos, dolido. No respondió. El silencio se volvió rápidamente incómodo, pesando como si de un ladrillo de hormigón armado se tratara. Zoro se resignó, sintiéndose estúpido y decepcionado.

-          Bueno… creo que voy a dormir un poco más…

-          Sabes, Zoro – la voz de Sanji sonaba grave. A Zoro le recorrió un escalofrío. – Te pregunté si aún estabas enamorado de mí asumiendo de antemano que me habías apartado por eso. Estaba dispuesto a quejarme y enfadarme contigo por ello. ¿No soy acaso estúpidamente arrogante y egocéntrico? – Sanji soltó una sarcástica carcajada. – Un hombre de tan pocas miras como yo no debería gustarle a alguien que vuela tan alto como tú. Yo ya no puedo alcanzarte.

Zoro abrió los ojos. Jadeó.

-          ¿Quieres alcanzarme?

Sanji no respondió. Zoro se inclinó hacia delante, agarrándose al borde de la cama.

-          Te dejaré alcanzarme.

-          ¿Qué demonios dices?

-          Iré hacia atrás a buscarte.

-          ¿Eres idiota?

-          Correré a buscarte si hace falta.

-          ¡Ya basta! – Sanji alzó la vista, enfadado. No había surcos en su rostro, pero sus ojos brillaban más de lo habitual. – Diciendo eso lo único que consigues es hacer que me sienta insultado. ¿Me convertirías en el motivo de tu fracaso, después de todo lo que hemos hablado?

-          Si con eso te entra en la cabeza que lo que siento por ti es real, lo haré.

El ligero y apenas perceptible sonrojo que apareció en las mejillas del cocinero, lo hizo sin su consentimiento. Estaba dolido.

-          ¿Crees que eso me haría feliz?

-          Entonces, eres tú el que tendrá que correr hacia delante – Sanji contuvo la respiración, Zoro sonrió suavemente. – Yo estoy aquí, y sé que tú eres demasiado orgulloso como para conformarte con el segundo puesto.

Sanji parpadeó. Las apasionadas y sinceras palabras que ese hombre le dedicaba, con esos ojos tan cargados de sentimientos, le sobrepasaban. Subió su pie a la silla y ocultó su rostro en su rodilla.

-          Eres irritante…

Zoro no estaba muy seguro de entender la situación, pero se sentía feliz. Tan feliz que se limitó a reír ante tal comentario.

-          No soy irritante, simplemente es fácil meterse contigo.

-          Cállate, no arruines el momento.

Sonriendo como un tonto, Zoro se tumbó en la cama.

-          Como digas, lo siento por ello.

-          Oye, Zoro… ¿puedo preguntarte algo?

-          ¿Qué?

Sanji se mordió el labio.

-          Si aquel tabernero no te hubiera provocado… ¿me habrías confesado alguna vez tus sentimientos?

Zoro borró su sonrisa y cerró los ojos.

-          Seguramente, no.

-          Eso es un poco triste…

El espadachín no respondió, y Sanji no parecía tener ganas de descubrir los ojos. El silencio se alargó más de lo que el cocinero había pretendido. Sorprendido por ello, dándose cuenta de que no iba a escuchar una contestación a su comentario, alzó la cabeza. Zoro parecía dormir con tranquilidad. Eso le cabreó.

-          ¡Oye! ¿Te has dormido? – No hubo respuesta. - ¿En serio te has dormido, jodido espadachín apestoso? ¿Cómo te atreves, en este momento? ¡Eres un marimo insensible, cerebro de músculo!

Nada. Parecía que Zoro se había dormido tan profundamente que ni siquiera escuchaba los incesantes insultos del cocinero. Notando su respiración repentinamente agitada, Sanji inspiró hondo, tratando de calmarse.

-          Idiota – concluyó.

Continuó velando el sueño de su compañero durante un par de minutos.

-          ¡Idiota! – añadió.

Resignado y sin ninguna gana de quedarse al lado de esa alga desconsiderada, se levantó con furia. Avanzó cuatro largas zancadas hacia la puerta. Se detuvo y apretó los puños. Encendió un cigarrillo y fumó ávidamente. Continuó otras dos zancadas más. Bufó.

Tiró el cigarrillo y lo pisó con fuerza. Se giró.

Se situó al lado del espadachín. Apretó los ojos. Se inclinó.

Le besó.

Ambos abrieron los ojos. El contacto apenas duró un par de segundos.

-          ¡AH! – Sanji se cayó de culo contra el suelo, asustado.

-          ¡Eso debería decirlo yo! – Zoro se incorporó como si tuviera un resorte en la cintura.

Ambos se miraron con incredulidad.

-          ¿Qué… acabas de…?

-          ¿¡No se suponía que estabas dormido!?

-          ¡Eso no importa! ¡Tú, ¿acabas de…?!

-          ¿¡Cómo que no importa!? ¡Deja de espiar fingiendo que duermes!

-          ¿Me has besado?

Sanji tuvo que tomarse un instante para reflexionar. Apartó la mirada, comenzando a sudar.

-          Eh… no…

-          ¿Por qué me has besado?

-          En realidad… es un sueño.

-          ¿Un sueño?

-          Exacto. Estás soñando. Sigues profundamente dormido.

-          ¿Y por qué me has besado en sueños?

-          ¿No es obvio? Estás teniendo un sueño erótico con el sexy y fogoso cocinero de tu tripulación, del cual estás profunda e irremediablemente enamorado. Por eso te he besado.

Zoro contuvo la risa.

-          Ah, ¿sí? Entonces, quítate la ropa.

-          ¡Q-Qué…! ¡Serás pervertido, maldito marimo degenerado!

-          ¿No era un sueño erótico? Haz lo que te digo.

-          ¿En serio has soñado conmigo sin ropa?

-          ¿Eres imbécil? Claro que no.

Olvidándose de la cuestión principal, Sanji se incorporó, muy ofendido.

-          ¿Qué demonios significa eso? ¿Acabas de insinuar que no soy lo suficientemente sensual como para tener un sueño erótico conmigo desnudo?

Zoro entrecerró los ojos.

-          ¿Te estás dando cuenta de lo que estás diciendo, o simplemente eres idiota?

-          ¡Cállate! ¡Esto es más importante! ¡Explícate!

Zoro suspiró. A pesar de lo divertido que le resultaban las reacciones que Sanji le mostraba, sentía la urgencia de presionar al cocinero.

-          ¿Qué ha significado ese beso?

Sanji tembló. Zoro le miraba seriamente, impacientemente, con necesidad. Era incapaz de aguantar su mirada.

-          Nada en particular…

-          Eres inesperadamente obtuso con tus propios sentimientos.

-          No digas eso…- el cocinero cerró los ojos. Se tomó un momento para responder. – Creo que ahora puedo valorar un poco más tu confesión.

-          Deja de evitar la pregunta, cocinero.

-          Todavía estoy a tiempo de decir que el beso fue un impulso y que no significa nada en realidad.

-          No me pareces el tipo de persona que besaría a un hombre porque sí.

Sanji sonrió, intentando mostrar burla.

-          No sé qué parte de mí te ha hecho pensar eso.

Zoro soltó una carcajada. Se deslizó por la cama hasta sentarse en el borde.

-          Del mismo modo que tú me presionaste de esa forma tan dura para que te dijera lo que siento por ti, yo podría hacer lo mismo en este momento – Zoro sonrió ante la indignación y el miedo del cocinero. – Pónnoslo fácil.

-          Eres persistente, eh…

Sanji miró al espadachín. Desde luego que lo era. Suspiró y adoptó una postura más relajada. Estaba asustado; se mordió el labio y chasqueó la lengua varias veces antes de atreverse a hablar. Zoro esperó pacientemente todo el tiempo que Sanji necesitó.

-          ¡Si es que ya lo sabes! – Zoro hizo una mueca, pero Sanji no había terminado. - ¿Cómo demonios no voy a tomarte en consideración después de todo lo que me has dicho esta noche? ¿Te haces idea de cuántos vuelcos ha dado mi corazón durante nuestra conversación? ¡No es normal! ¡No debería ser así! ¡Es muy injusto!

Zoro suspiró, algo decepcionado.

-          No entiendo nada de lo que dices.

-          ¡Puede que me gustes!

Zoro abrió los ojos. Esa indecisa declaración había sido del todo inesperada. Sanji le miraba ruborizado, enfadado, con los puños apretados y con una postura defensiva.

El espadachín comenzó a reírse, algo que no ayudó a disminuir el enfado del cocinero.

-          ¡No te rías! ¡Esto es muy difícil para mí!

-          Lo sé – Zoro dejó de reír, pero sonrió ampliamente. Una sonrisa sincera, una sonrisa feliz. – Nunca esperé escuchar esas palabras de tu boca. No sé cómo reaccionar, no estaba preparado para ello. No te imaginas lo contento que estoy en este momento.

Sanji apretó los labios; había olvidado todo lo demás, ya solo sentía vergüenza. Caminando más rígidamente de lo que se considera normal, se sentó al lado del espadachín. Posó sus puños en sus rodillas. Zoro se giró hacia él, sorprendido, pensando si debía alejarse un poco o podía quedarse allí. A duras penas, el cocinero consiguió situar una de sus manos sobre el hombro del espadachín. Zoro alzó las cejas, expectante.

Sanji sabía que estaba actuando de una manera muy infantil. Resopló.

-          Me siento muy frustrado, y es tu culpa.

-          Bueno, no me voy a disculpar.

-          ¿Cómo qué no? ¡Qué desconsiderado! ¡Pídeme perdón ahora mismo!

-          ¿Qué? Ni lo sueñes. En primer lugar, ni siquiera sé por qué debería pedirte perdón.

-          Eso es obvio. Por tu culpa me siento de esta forma tan extraña.

-          Eso me alegra.

-          Qué malo eres.

Zoro rio. Sanji, algo más calmado, se giró hacia él.

-          Lo siento mucho, Zoro. Pero de verdad que esto me resulta muy difícil. Déjame… reflexionar. Sí, necesito pensar.

Todavía con una pequeña sonrisa pintada en los labios, Zoro se encogió de hombros.

-          Ya te he dicho que yo seguiré aquí. Cuando te decidas a correr, te estaré esperando.

Sanji frunció el ceño.

-          No mezcles esto con lo otro.

-          Ambas cosas son lo mismo.

El cocinero bufó. Apoyándose en el hombro del espadachín, se levantó.

-          Me conquistaste porque ambas cosas no eran lo mismo para ti. No cambies la historia a tu conveniencia.

-          No pienso desaprovechar esta oportunidad, así que haré lo que me dé la gana.

Sanji sonrió. Se dio cuenta de que ya había perdido por completo. Pero tenía un orgullo que defender.

-          Lo que tú digas – recogió la bandeja. – Vuelve a dormir, necesitas descansar.

-          ¿Qué? – Zoro mostró un divertido puchero en su rostro. - ¡No quiero! ¡No tengo sueño!

-          ¿Ahora eres Luffy? No seas tan caprichoso.

Zoro resopló, molesto. Sanji contuvo la risa. Sujetando la bandeja con una mano, utilizó la otra para alborotar el cabello del espadachín. Cuando se sintió satisfecho, se encontró con la curiosidad y la sorpresa plasmadas en los ojos del espadachín.

-          Has estado muy fanfarrón toda la noche, ¿no crees? Voy a ser yo el que esté aquí cuando despiertes, así que, ¿qué demonios es eso de que me esperarás? Como no te recuperes pronto, te habré sacado tanta ventaja que no serás capaz ni de encontrar mis huellas.

Zoro sonrió. Eso había sido un desafío.

-          Eso ya lo veremos.

Sanji no había siquiera abandonado la estancia cuando Zoro ya se había dormido. Al salir de la sala, irremediablemente empezó a silbar. No encontraba ningún motivo lógico para sentirse tan feliz.

Definitivamente, ya había perdido.

Notas finales:

Es un capítulo jodidamente raro xD. Lo siento, creo que es un poco decepcionante, pero es lo que ha salido xD.

Obviamente, está incompleto. Pero, teóricamente y aunque no lo parezca, ya son pareja, así que, y dado que ese era el propósito del fic, este ha llegado a su fin (?). 

En fin, ya voy a marcar el fic como finalizado, aunque tengo en mente una posible continuación.

Espero que os haya gustado, gracias por leer.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).