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Todo sea por ti, Señor. por Madafakas

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Notas del capitulo:

Se de buenas a primeras que no me he dedicado exactamente a la escritura en este último tiempo, pero esta idea merecía ser escrita en todo su esplendor cuando surgió en mi cabeza y ahora que por fin he desarrollado un marco adecuado me animé a subirla.

Me encantará seguir con ella, se vienen las vacaciones y quién sabe qué sorpresas nos encontremos.

¡Muchas gracias por leer!

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, más sí hago uso de estos en una historia de invención propia. Doy crédito por personalidad y calidad de personajes a sus respectivos autores, mas no al trabajo y moldeadura de estos en la historia. 

El ascenso al trono de la Reina victoria hacía contemplar el mismísimo inicio de la época Victoriana, ¿Será el puritanismo de la época el precio a pagar por el progreso tecnológico de la sociedad británica?, mujeres de vestidos largos y arremangadas mangas se lucían por las calles Londinenses, agitando sus abanicos con concupiscencia bajo el manto de sus pomposos vestidos.

¿Cuál sería el pecado que caracterizaría aquella cínica muestra al mundo? Y, ¿Cuál, según Dante, sería castigo para la lujuria? El segundo círculo no se veía tan lejano y sería un verdadero honor para él conocer a aquellos que habitasen en el limbo.

A él sobre todo, quien adquiriría el puesto de Diácono para su amada iglesia; aún no cumplía los veintitrés, pero cuatro años pasarían volando con una vida de oración y misa diaria.

–Alfred—Le susurró su madre—Mira, aquel chico de cejas gruesas. —El rubio afiló su mirada hasta fijarla en quien su madre señalaba— Es nuevo en el templo, su familia ha venido desde muy lejos. No tanto como nosotros por supuesto, pero ahora son los nuevos miembros de nuestra sagrada iglesia y quiero que le recibas como al prójimo —Su madre hablaba con una voz severa– Además, tienen mucho dinero, y ya sabes lo importante que es eso para la iglesia, nos estamos quedando sin fondos para la cena comunitaria de los jueves.

–Eso haré madre—Le respondió con Vehemencia.

1

Alfred había sido encontrado en una calle vagabunda de renombre en Nueva York. Para ese entonces él tenía el pequeño hábito de cargar consigo una biblia, la habría recogido sin saber leer, sólo por el gusto de sentirse ignorante.

El día en que encontraron a Alfred era jueves, un día de invierno, demasiado tranquilo como para estimar todos los hechos que le acontecerían, estaba sentado en solitario en la calle, rodeado de cartones desmantelados y heces ajenas, con una mirada de perro miserable, pero ya se presagiaba -por su cabello rubio y lacio, acompañado de sus ojos color zafiro y lo afilada de su cara- el hermoso hombre que llegaría a ser.

Enl día de San Clemente, un oscuro y siniestro 23 de noviembre, y en señal de penitencia habían salido un gran grupo de mujeres por parte de la iglesia, todas con largas capas negras y botas con punta de bruja, pues era una jornada de socorro al desamparado.

Judy Jones, cautivada por el sonido de un organillo, se había extraviado del grupo, taconeando el húmedo cemento; Aquel día de extraña melancolía todos parecían necesitar socorro, sobre todo Judy, quien recién casada había descubierto las duras verdades de su útero. Era duro el tener que deshacerse de toda ilusión de una familia de nueve hijos y aún podía recordar con exactitud los rasgos de desilusión en su esposo.

Al final de la calle, arrugado sobre sí mismo, como un papel tirado a la basura, lo vislumbró y la biblia que el pequeño cargaba era un presagio.

¿Qué hubiera sido de ella si su propia misericordia no hubiese sido escuchada?

2

En la misa de cada día domingo las campanas resonaban como un llamado a la piedad de Dios, cada persona en el pueblo la escuchaba en distintos sectores y todos sentían el deber de rogar a Dios el perdón de sus pecados.

Para Alfred no era distinto, el día en que comenzó todo se levantó más temprano de lo usual, a las 6:40 de la mañana para sentirse exactos, como la vida en casa comenzaba a dar atisbos de existir recién a las ocho, no supo qué más hacer aparte de bajar para tomar un desayuno y leer el diario de forma paulatina. Miró por la ventana y se encontró una lluvia tierna que le sobrecogía hasta la médula, pues era verano, pero es muy rara la vida en Inglaterra, porque cuando incluso es verano en Inglaterra llueve, y se encontró extrañando su antigua iglesia.

Hoy había soñado algo parecido, calles sin terminar, oscuros pasajes que le conducían a una melodía que le llenaba de soberbia, aun siendo un pobre niño no querido, se encontraba una vez más con su madre y eso le hacía feliz, fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió como si un balde de agua cayese en sí.

En ningún momento reconoció el presagio. Había dormido mal, sin siquiera quitarse la ropa y un aullante dolor de cabeza se entreveía por la tensada de sus hombros. Primeramente lo interpretó como un tipo de gripe, pero no tuvo fiebre en ningún momento y su garganta se sentía bien, lo asimiló entonces con los estragos de la noche anterior, cuando sus padres habían estado discutiendo y él, sin querer, se había interpuesto entre ellos para acabar con el conflicto, pero de alguna manera había avivado más la llama. Más aún, su hermano había estado algo ido y era cuestión de echar una mirada rápida para descubrir un decaimiento; así que hoy se encontraba soñoliento y de mal humor, pero más tarde a todo el mundo le comentó, de forma casual, que hacía un día precioso. Nadie se hubo asegurado si se trataba de uno de sus delirios, pues había amanecido nublado, pero muchos coincidían en que generalmente Alfred tenía razón y pronto se despejaría, pues una brisa con olor a mar entraba por las ventanas y les confundía los sentidos.

Pero de un instante a otro estaba lloviendo de forma fúnebre, el cielo se encontraba turbio y un olor aún más penetrante les inundó la habitación, nadie en la sala reconoció presagio.

Cuando hubieron tocado la campana, como cada día domingo, se halló a las afueras de la iglesia, para saludar a cada persona que entrase y terminar algún tema inconcluso con las señoras del vecindario, últimamente las veía menos y pudo casi sentir como poco a poco el peso de los años le chupaba la vida.

Apenas apareció al final de la escalinata y pudo vislumbrar, con grandes paraguas negros que parecían cuervos sobre sus cabezas, a la familia de la cual su madre había hecho alarde, altos, delgados y con unos ojos potentes, Alfred pensó por un momento que podría estar soñando, que los reyes de Inglaterra estaban aquí y que el sólo era un vil mortal que vagaba sin condena por la tierra.

Para él, que conocía la humildad de su pueblo, era especialmente soberbia la forma en que cada uno caminaba con su pecho recto y las manos en la espalda, como si estuviesen abiertos a recibir cualquier tipo de halago.

Sus maneras de saludar no fueron efusivas como en algún momento se le pasó por la mente y llevado por el entusiasmo de su celo vocacional, Alfred debía contenerse para no entrar en incómodas situaciones que le comprometían como fanático. Él era un adepto de conocer personas dando un buen apretón de manos y charlando amenamente con una taza de café, pero últimamente las reverencias se habían puesto de moda a la orden del día, y aunque él no lo entendía del todo, debía respetarlo.

— ¿Qué tal su estadía en la ciudad?—Le preguntó al mayor del grupo de hermanos, alguien de cabellos flameantes como el fuego y ojos naturalmente verdes. Le observó de forma inquisitiva y con ello logró encresparle los pelos a Alfred.

Casi sin decir nada pero con una mirada tranquilizadora señaló el cielo, aprovechó de apagar el cigarro que traía en la mano y respondió, con una voz ronca, como si no hubiese bebido nada en mucho tiempo:

—He vivido en tiempos mejores.

Y entró, seguido por el séquito de sus hermanos, pero por más que buscó no encontró al menor.

Entonces al fondo se encontró con los presumibles padres de la familia, con un andar igual de altanero que los anteriores y a quienes se les observaba una ropa de envidia para el desazón de las demás mujeres. El americano se sintió inseguro y miró a sus pies, escuchando cómo su madre alegremente los saludaba, sin temor ni recelo; se sintió culpable por avergonzarse de sus ropas.

Para cuando levantó la vista ya habían pasado y se prometió a si mismo que para la próxima vez los saludaría como es debido.

Se decepcionó cuando no vio a nadie más llegar y se preparaba para entrar cuando escuchó una voz— ¡Mi hijo Arthur viene atrasado, le ruego paciencia!— Y al voltear apenas si distinguía las formas cuando una figura se vislumbró, sus padres entraron.

Su caminar era normal y no se apresuró cuando vio las puertas cerrarse y a Alfred quedarse fuera para esperarlo.

<< Ahí está>> pensó atontado.

Pensó que intentaría atesorar cada imagen en su memoria por mucho tiempo, pues esta era la aristocracia inglesa, que nunca se mezclaba con la muchedumbre.

Era esbelto y pálido, y tenía los ojos verdes como su hermano mayor y los cabellos lacios como su padre. Las cejas frondosas le daban la impresión de un estereotipo infundado, como una parodia bien hecha, comenzó a odiar las parodias por la realidad que escondían.

La lluvia amenizó pasado un segundo, quedando en tan sólo el rocío con el que había comenzado el día.

— ¿Va a entrar? — Preguntó sin remordimiento alguno por la espera gratuita que había recibido, le dejó perplejo la suavidad en su voz.

Y Alfred sonrió, pues le pareció comiquísimo que un caballerito inglés se le plantase en frente de tal modo, con el abrigo chorreante, como si la penitencia impuesta por Dios ya estuviese pagada.

Se sintió cautivado entonces al ver sus rasgos de forma más cercana y pudo sentir una conexión con esa mirada de pérfido abandonado.

— Estoy entrado. —Respondió.

 

Ninguno reconoció el presagio.

 

Notas finales:

Me pone un poco nerviosa el haberme oxidado de esta manera, estoy algo complicada con la narración y la historia, pero en verdad quería subirlo y continuarlo. Este es sólo el prólogo, por eso es tan cortito, pero no se asusten que suelo explayarme bastante.

¿Qué les pareció?, ¿Creen que merece la pena el ser continuada?, ¿Qué se esperan de cada personaje?, ¿Qué creen que ocurrirá después?

La idea de un Alfred aspirante a ser diácono me estaba volviendo loca, y por qué no, un Arthur algo travieso.

La historia se estará subiendo en redes como Wattpad, Fanfiction y Amor-yaoi.

Espero sus comentarios con muchas ansias, ¡Hasta la próxima!


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