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Viejo Amor - CHERIK AU. por AlatheaMorwellan

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Charles entró a su estudio, se quitó su saco y lo colgó con cuidado en el perchero que tenía en la esquina de la habitación. Cerró los ojos disfrutando del silencio que rara vez reinaba en su hogar y tras poner un poco de jazz en un volúmen moderadamente bajo, se acomodó frente a su escritorio y comenzó a sacar sus papeles de su maletín. Una pila de fichas de sus pacientes esperaban por ser ordenadas y debía aprovechar ese momento de calma para poder hacerlo. Tomó con cuidado las hojas y comenzó a ordenarlas por orden alfabético como tanto le gustaba, cuando una chillona voz resonó desde la puerta y lo hizo sobresaltar.


- ¡PAPÁ! ¿Estás en casa? - La voz de su hijo mayor sonó estridente y no pudo evitar sonreír. Ese niño podría ser muchas cosas, pero definitivamente no era una persona silenciosa, ni mucho menos calmada.


- ¡Estoy aquí, hijo. En mi estudio! - Charles exclamó un poco más alto de lo usual para que pudiera oírlo. Guardó sus papeles otra vez dentro del maletín, ya no podría continuar con eso. Se puso de pie y tras un suspiro decidió salir de la habitación pero se chocó de frente con él.


- ¡Eso dolió! - El joven se quejó molesto, mientras recuperaba el equilibrio.


- Lo siento, Peter. No te ví. ¿Cómo estás, cariño? - Charles estampó un beso en su mejilla y el joven bufó.


- Viejo, ya no soy un niño para que me estés dando besos. Si quieres podemos hacer un apretón de manos, o tal vez un saludo genial que aprendí en la escue... -


- Te daré todos los besos que quiera porque soy tu padre, y tengo ese derecho. Para mi siempre serás mi bebé, y jamás pararé de darte cariño y mimarte, ni a ti, ni a tu hermana! - Charles exclamó con enfásis y una gran sonrisa se dibujó en su rostro.


- Esa sonrisa me da miedo, no la hagas. Por cierto, hoy me llamó papá y me preguntó si quería ir a su casa. Consiguió una película que queríamos ver. Sé que hoy me toca contigo, pero no te molesta, verdad? Dijo que si quieres él puede pasar a buscar a Lorna directamente y luego pasa por aquí a que ella se cambie y nos lleve a ambos. No hay problema? - Peter preguntó con su habitual tranquilidad. Al parecer parecía ajeno al brusco cambio de humor que su padre estaba sufriendo.


Estúpido Erik que jamás respeta las reglas.


- No, hijo. No me molesta si ustedes realmente quieren ir. Pero no te preocupes, le diré a tu padre que la próxima me pregunte a mi directamente así tu no tienes que estar haciendo de mensajero. - Charles repuso con la mayor calma que pudo, aunque se sentía bullir por dentro.


- Está bien, pa. Pero no peleen, ¿si? A mi no me molesta. Ahora si me disculpas iré a darme un buen baño antes de irme. - Peter le guiñó un ojo y salió corriendo antes de que su padre pudiese replicar cualquier cosa.


Charles dejó escapar otro suspiro, y salió de su estudio hacia la cocina. Tenía hambre y ya tendría tiempo de sobra para seguir con su trabajo luego de que los niños se marcharan. Abrió la heladera, sacó las cosas que necesitaba para prepararse un sándwich, hizo uno también para su hijo y puso el agua a hervir para prepararse un té. Dio un pequeño bocado cuando el timbre sonó. Genial. Tendría que verlo hasta que Peter terminase con su baño.


Abrió la puerta rápidamente y su pequeña hija se abalanzó sobre él.


- ¡Papi! - Lorna le sonrió alegremente y él la alzó en brazos. Tendría diez años pero era tan menuda que aún podía levantarla con facilidad. Le estampó un sonoro beso en su mejilla y luego la bajó.


- ¿Cómo estás, mi amor? - Charles inquirió con dulzura.


- ¡Bien! Hoy me felicitaron en la escuela por buena ortografía. ¡Papi dijo que me compraría un helado como recompensa! - La niña expresó entusiasmada y Charles no pudo evitar sentir una punzada de desagrado al oír eso.


- Charles. - Erik finalmente se acercó luego de cerrar su auto. Cargaba la mochila de Lorna y Charles decidió ignorar que se veía estupendo. Al parecer al arrogante los años le sentaban cada vez mejor.


- Erik. - Fue todo lo que decidió responder y se hizo a un lado para dejar entrar a ambos. Lorna fue la primera en pasar y se abalanzó sobre el sándwich que su padre había dejado empezado sobre la mesada.


- Oye, tranquila hija. Podrías atragantarte! - Erik la regañó con suavidad mientras la niña intentaba disimular sus regordetas mejillas atiborradas de comida.


- Tu padre tiene razón, ardillita. Deja de hacer eso y come con calma! - Charles la reprendió mientras ordenaba la campera del colegio que su hija había dejado tirada en medio del camino.


- L-Lo siento... - La pequeña repuso arrepentida, dejando el plato a un lado. - Iré a cambiarme y a preparar mis cosas! -


- ¿Necesitas ayuda cariño? - Charles casi suplicó, rogando que su hija le dijera que sí. Lo que menos deseaba era tiempo a solas con su ex.


- No, papi. Yo puedo sola! Enseguida vuelvo! - Lorna exclamó animada y corrió escaleras arriba.


La atmósfera se volvió visiblemente incómoda tras la partida de la niña y Charles hubiera disfrutado del silencio si no hubiese sido porque su ex decidió abrir la boca.


- ¿Qué tal Charles, cómo estás? - Erik inquirió mientras lo miraba fijamente. Su mirada tenía la particularidad de inquietarlo así que decidió ponerse a preparar el té para eludirla.


- Estaría mejor si no cambiases los días con los niños como se te antoja, tenemos una agenda para respetarla, sabes? Además preferiría que me consultes a mi directamente. No entiendo porque los metes en el medio y los mandas a que me den el mensaje. - Charles bufó con ira mientras vertía el agua en su taza.


Erik dejó escapar un suspiro que Charles optó por ignorar.


- Lo lamento, pero me cambiaron el horario en el hospital mañana y tendré que cubrir otro turno. Intenté comunicarme a tu celular, pero supuse que estarías atendiendo... -


- Siempre tienes una excusa, Erik. - Charles cortó tajante.


- Y tú siempre tienes una lengua venenosa. Estoy diciendo la verdad, Charles. Quiero pasar tiempo con mis hijos y si mi trabajo me lo impide entonces busco aún así la forma de estar con ellos. - Erik murmuró enfadado.


- Cómo sea, Erik. La próxima al menos busca la manera de comunicarte conmigo antes. ¿Para algo existe el whatsapp, no? - Repuso con desdén.


- Sí, tienes razón. De paso no tendría que escuchar tu irritante voz en el teléfono. No sé porqué no se me ocurrió antes. - Erik rebatió con una sonrisa de autosuficiencia en su rostro. Charles lo fulminó.


- Tal vez porque eres un neanderthal que no sabe absolutamente nada de tecnología. Por cierto, aprendiste finalmente a diferenciar el wifi de los datos móviles? - Charles preguntó con malicia.


- Oh, sí. Finalmente lo logré, gracias por preocuparte. Por cierto, cómo vas con tus pacientes? Al final le rindes un culto a Freud y dedicas tu vida a poner en práctica sus enseñanzas pero estas completamente alejado de su tópico central. - Erik expresó con seriedad y él lo miró confundido.


- ¿De qué hablas? -


- Falos, impulsos sexuales. Se nota que careces totalmente de ambas cosas. Tu cara y tu humor te delatan. Muero por saber como instas a que la gente disfrute sin tantos tabúes cuando seguramente no has visto un pene en años. Y el tuyo no cuenta, claro. - Erik volvió a sonreír con autosuficiencia y Charles sintió deseos de matarlo. Estaba a punto de hacerlo cuando Pietro apareció en la cocina.


- Ya estoy listo. Lo bueno de que mañana sea sábado es que no tengo que llevar las cosas de la escuela y eso me hace feliz! - El joven repuso contento mientras masticaba un chicle sin percatarse de que el aire a su alrededor se cortaba con cuchillo.


- ¿Y no tienes tarea? - Charles decidió centrarse en su hijo e ignorar sus instintos asesinos o dejaría huérfanos a los dos pequeños.


- Pa, es el último año. Ya nadie respeta el concepto de tarea así que los profesores se resignarnon. Eso sí, se vengaran con los exámenes, ya nos lo advirtieron... - Peter se estremeció ante la idea y sus padres rieron.


- Entonces tienes que esforzarte el doble, hijo. - Charles repuso con firmeza y Erik asintió. Lo bueno era que a pesar de su deplorable trato, frente a los niños se respetaban y rara vez dejaban entrever lo poco se que soportaban.


- Si, lo haré. Pero ahora hablemos de otra cosa, ¡es viernes! - Peter exclamó indignado.


- Bien, iré a ayudar a Lorna a juntar sus cosas. Enseguida vuelvo. - Charles dejó a Erik con Peter y subió las escaleras directo al cuarto de su hija. Necesitaba respirar aire fresco que no estuviera contaminado por su odioso ex-esposo.


- Cariño, ¿necesitas ayuda? - Notó que su hija luchaba con el cierre de su mochila.


- Es que no puedo cerrarla, papi. Tal vez guardé demasiadas cosas... - Lorna repuso con cansancio y finalmente desistió sentándose en su cama.


- Déjame intentarlo, mi amor. -


Luego de re-acomodar todo lo que la niña había puesto dentro, finalmente logró cerrarla y ella aplaudió entusiasmada.


- ¡Eres el mejor! Gracias, papi. - Lorna lo abrazó y él le correspondió con ternura.


- Bueno, mi amor. Tu padre y Peter están abajo esperándote. Agarra tu abrigo que yo bajaré tu mochila. - La niña hizo caso y comenzó a bajar seguida de él.


- Bueno, ¿listos para irnos? - Erik inquirió con una sonrisa y sus hijos asistieron enérgicamente. Tal vez fuese un idiota, pero un idiota que amaba a sus hijos y ellos a él. Era tal vez lo único que Charles podía rescatar de su ex.


- Bueno, portense bien. Los amo. - Charles estampó primero un beso en la mejilla de un molesto Peter que salió por la puerta protestando y limpiándose la mejilla. Y luego besó a Lorna que correspondió con una adorable sonrisa en su bello rostro. - Adiós papi! - La pequeña salió corriendo detrás de su hermano.


La mirada de Erik y la suya se cruzaron por un segundo y Charles tuvo que ignorar el extraño estremecimiento que sintió. Ni siquiera trató de analizarlo. En lo que respectaba a Erik, él solo deseaba tenerlo bien lejos y tratar de interactuar lo menos posible.


- Adiós, Erik. - Repuso con frialdad. Ansiaba cerrar de una vez por todas las puerta y no tener que ver más su petulante rostro por el resto del día. 


- ¿No hay un beso para mi, Charles? - Erik se acercó con una sonrisa maliciosa dibujada en su rostro y él retrocedió casi por instinto. Su corazón se alteró de una forma extraña, pero mantuvo toda su compostura.


- No. Por suerte el divorcio me salvó de ese martirio. Tus hijos están en el auto esperándote. Adiós, Erik. - Hizo especial énfasis en las últimas dos palabras. Ya ni siquiera intentaba disimular que lo quería fuera de su casa.


- No creas que olvido como te derretías entre mis brazos cuando te besaba... - Erik murmuró en un tono bajo que le dio escalofríos.


- ¡Papá! ¡Vámonos! - Peter y Lorna gritaron desde el auto y Charles no pudo estar más agradecido con sus hijos por eso.


- Adiós, Charles. Nos vemos pronto. - Erik le dedicó una última y macabra sonrisa y se fue.


Saludó a sus hijos con la mano, y cerró la puerta con cierto nerviosismo.


Eso había sido espeluznante. Durante años habían tenido duelos verbales pero jamás ningún comentario que hiciera alusión a sus tiempos felices de pareja. Porque si, podía quejarse de muchas cosas pero alguna vez había sido feliz al lado de ese neanderthal.


- Bien, hora de seguir! - Se dio ánimos a si mismo y se dirigió a su estudio a hacer lo que mejor le salía: trabajar.


No más pensamientos tumultuosos por ese día. 


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