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DE FLORES Y FRUTAS por Mariposa23

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Notas del fanfic:

23-este fic está dedicado a iriekun. Una persona muy amable y genial. Lo prometido es deuda. Y aquí entre nos, tú también eres nuestra favorita, nos encantas…
Mariposa: 23 deja de coquetear. Como se, no le hagas caso. Aun q lo q dijo es cierto. Esperamos saber más de ti…gracias.

Flores y Dean.

Cass quería observarlas porque eran verdaderamente fascinantes. Sus colores y sus funciones, sus olores, sus organismos, sus estructuras y la forma en como todas ellas se movían en sintonía para darle vida al mundo. Eran maravillosas. Las flores
Pero dentro de cada exclusivo diseño q presentaban, Castiel noto algo inusual, y es q todo terminaba relacionándose con alguien.
Era cosa suyas, seguro, estaba imprimiendo percepciones suyas en las cosas de la naturaleza, definitivamente pero…
¿Por qué esas cosas? ¿Cuál la asociación entre ese alguien, y esas cosas?:
Todo empezó con la Acacia y sus flores amarillas. Sus casi brillantes flores amarillas, q una a una, sus pequeñísimas pétalos alargados formaban todo una florecita destellante y de aspecto desordenado y travieso, luminoso.
Esas flores amarillas. Le recordaron a puntos.
Puntos casi dorados, desordenados, y esparcidos por toda una piel.
Le recordaban a pecas. Las pecas de Dean.
Asociación rara, a ley, pero q rayos, Cass era así de raro.
Las pecas de Dean se parecían terriblemente a las flores amarillas de la Acacia.
Castiel quiso confirmarlo, no quedarse con las dudas, y saber si esas flores chispeantes tenían algo q ver con las pecas de Dean.
Asique una tarde en la cual Dean parecía estar, extrañamente más tranquilo de lo q había estado en toda la semana. Castiel aprovechó, y se le apareció de repente.
Se le acercó lo más q pudo al rostro y con sus propios manos le apreso las menillas a Dean, analizándole de cerca esas marquitas casi translucidas esparcidas a lo largo de su cara, eran muchas. Y de cerca se veían aún más, las incontables pecas de Dean…
Y Dean, para q mentirles, estaba algo tomado. Unas cervezas y unos escoceses encima, le habían bajado en lago la tención de los músculos. Pero en cuanto sintió peso sombre sus muslos, y de repente dos enromes ojos azules le estudiaban, a casi nada de distancia, encima esas manos apresándole posesivamente.
Dean no pudo. No quiso hacer mucho al respecto.
Porque tener el enorme culo de Cass sobre sus muslos no se sentía nada mal, porque q le mirara como a la única cosas más importante del mundo, le encantaba, porque q le apresara así de fuerte, de necesitado, le gustaba. No estaba para quejarse. Y aun q Cass era un desfachatado irresponsable. Era su jodido ángel, una de sus responsabilidades. No una obligación, sino, un compromiso. Asique se quedó quieto y callado y se dejó hacer. Respondiendo en silencio al ángel, a lo q sea q preguntara, saciando a conciencia y con agrado a todas las curiosidades q pudiera tener, el ángel más, jodidamente, inocente de toda la creación, lo aceptó entregadamente, siendo reciproco con Cass, quien se jugó lo celestial por él era su turno de corresponderle, ¿no?, y no es como q esto fuera un sacrificio.
Entonces Cass pareció más y más perdido en su cara en cada línea de piel pecosa, q sus ojos cielo escudriñaban, se le fue acercando más, tanto q Dean ya casi tenía a esos rosados y gruesos labios contra los suyos, un leve cabeceo más y pasaría aquel encuentro. Estaba entre asustado y ansioso, congelado contra el cuerpo cálido de Cass sobre el suyo.
Entonces paso lo q pasa, la reacción normal a esas, cercanías. Algo fisiológico, nada más.
Se sonrojo.
Y aquello termino de confundir a Castiel.
Porque ahora más q flores de Acacia. Veía tulipanes rojos. O al menos el vivo color de esta flores, contra las mejillas de Dean. No sabía q Dean pudiera cambiar de colores.
¿Es q Dean podía hacer todo los colores de las flores? Era una pregunta tras otra, y ninguna tenia respuesta aparente.
Cass tuvo q preguntárselo. Porque eso no era cualquier cosas. Dean ya iba posesionándose descaradamente de dos flores q le gustaban. Tenía q preguntar ¿Cómo hacia eso?, aparecer y hasta adueñarse de todo lo q amaba. Como si todo se redujera a Dean, y Dean. Y todo a su alrededor, en segundo plano, como un rellano más de cada pliegue en el alma de Dean.
Porque a Cass le gustaban, justo los tulipanes rojos, ese color vivo eh intenso. Que lo teñía todo con su imponencia. Dean tenía ese color justo ahora sobre la piel, adornándolo.
Dean se sonrojaba, como un tulipán rojo.
Eso es una de las cosas q aprendió Castiel. Pero quería saber más, eh iba a preguntar. Pero hiso no se q movimientos, con la yema de los dedos sobre las mejillas de Dean y entonces le hizo reír. Dean, ¿tenía cosquillas en las mejillas?, cuando volvió a probar, Dean volvió a reír, entonces. Le miro fijo. Más bien se miraron fijo ambos. Y solo así pasaron el tiempo un rato, hilvanando en esa sencillez tan honda.
Ojos verdes y pardos. Y ojos azules y limpios. Estudiándose en silencio.
Y después de muchas miradas, igual de incisivas eh insistentes, perpetuas y alargadas, entre ambos. Dean pensó q esta era la mejor. Su vez favorita, en la q le sostenía la mirada a Cass. Porque si, esos momentos le gustaban, pero de todos, este era el mejor. El más molón. Porque era diferente, esta vez, porque solo eran ellos durante un rato de ocio, solo eran libres. Y Cass se sentía casi como la libertad materializada, con ese jodido olor a flores volviéndole loco. Cass era un puto bosque de atractivo remanso, yendo y viniendo en gabardina.
Asique sonrió.
Y Cass se volvió a confundir. ¿Había visto el sol, o una flor?. No estaba seguro. Pero la sonrisa de Dean era una mescla de ambos, entre flor y sol.
Y en un intento, de escoger o un astro o una flor.
Cass escogió a los dos.
Esa flor era, el girasol.
Igual de grande y luminoso como la sonrisa de Dean. Igual de cálido y tan enorme q hasta a él, un ángel, podía relatar de cómo se sentiría un calor, en el alma q no tenía.
En este caso. Su gracia se sintió, tibia.
Cass quiso mirar el conjunto un poco más.
Quiso ver las flores de Acacia, los tulipanes rojos y los girasoles. Todos juntos, asique se apartó un poco de Dean. Solo lo necesario para ver.
El caso es q Dean no se lo permitió. Sus manos actuaron por voluntad propia, las muy traidoras, cuando rodeo la cintura del ángel, manteniendo por lo menos sus vientres juntos unos de otros. Plantando a Cass contra su cadera.
Cass no dijo nada, esa cercanía no le molestaba, ahora sentía más calor, a la altura donde las manos de Dean le rodeaban. Aprendió q le gustaba estar así. Y era una sensación propia, no algo q sentirían todos los ángeles. Sino algo q solo sentiría el ángel Castiel. Aquella privacidad, lo flipaba enserio.
Y trato de buscar alguna otra flor q tuviera el color de la piel de Dean. Pero no la encontró.
Entonces pensó. Que, haciendo exclusión a solo flores.
Dean tenían la piel color trigo. Ese dorado casi apagado y a la vez sereno q tenía el trigo, ese tan particular alimento, del cual casi todas las cosas estaban hechas.
Dean era toda una obra de la naturaleza. Y para él, para solo el ángel Castiel. Dean era el “material” con el q todas las cosas, en su mundo, estaban hechas. Hechas de luz, de fuerza y energía. Hechas de Dean, y por Dean.
Quien le había enseñado, q no solo era un ángel más de la creación. Sino Castiel; Cass, quien ama las flores, quien ama a Dean.

Frutas y Dean.

Asique Cass volvió a la carga. Cuando las manos le hormiguearon. Y se dio cuenta q era, por la ausencia q tenían de Dean. De tocarle la piel. Ahora parecía tener una necesidad física en su recipiente, de tocar a Dean.
Volvió a tocarlo, esta vez, apreciando su cuello, movió suave sus pulgares, y noto algo particular.
Era una textura especial. Lo habían sentido antes. Pero solo, en los duraznos.
Dean tenía la piel de la fruta durazno. No el color, solo la forma en la q se sentía entre sus dedos, esa textura. Como es q le provocaba ciertas “cosquillas” en la palma al acariciarlo lentamente. Dean también se parecía a las frutas.
El durazno le encantaba, y si no le gustaba antes ahora, porque se parecía a Dean le gustaría el doble. Todo respecto a Dean era fascinante.
Pero entonces…
Fue la postura en la q estaban. Fue un impulso. Fue el jodido centro de la tierra, allá debajo del mar, dejando de funcionar y causando q las ondas magnéticas cagan su cerebro. Pero Dean actuó, Dean se movió, Dean se posesiono. Dean tomo aquello q le estaba provocando.
Dean, beso a Castiel.
Y Castiel le respondió, conociéndole de ahí, también.
Castiel podría decir q la textura de los labios de Dean era otra, muy distinta al resto de la piel q le cubría el cuerpo. Sus labios tenían la piel, como la piel de ciruela, así de dulce, de roja y tensa pero para nada amarga.
Dean hizo un movimiento, más brusco cuando se sintió perdido en la jugosa boca de un ángel del señor. No cualquiera, sino su Castiel alias Caga-Mundos. Era ese mismo q ahora se asemejaban a un niño perdido eh inocente. Jodidamente corrompible. No solo le mordió los labios probando q tan acolchonados eran, sino q metió profundo su lengua, saboreando la boca de Castiel.
Castiel también lo probaba a él, catando y buscando luego la asociación.
Y pese a ello llego a la conclusión, q el parecido con la ciruela y los labios de Dean, era solo superficial.
Porque los besos de Dean, no sabían a ciruela. Sabían a mango.
Delicioso, dulce y fresco mango, meloso.
El beso fue eterno, y aún más largo, Castiel ya no solo sentía el mango, sino también la sandía en la lengua de Dean, la cereza y el maracuyá, la manzana. Un montón de frutas más, en cada nuevo movimiento del beso. Dean savia a todas las frutas y se parecía a todas las flores.
Dean no quería parar, porque sentía q esto era lo q había estado buscando desde hace mucho.
Como si por un segundo los leviatanes y quien sea, hubieran hecho un stop, y ahora solo existieran en todo el mundo Dean y Cass. Siendo quienes eran, libres para hacer lo q quisiera.
Y eso era, amar. Solo querían amarse.
Dean quería amar a Castiel en ese mismo instante. Sus cuerpos se los exigían, cercanía, proximidad, fundición. El calor, el sabor, los sonidos, todo estaba taladrando la mente de Dean y empujándolo al desborde, ese q le acelera las manos. Y le ayuda a quitar lo innecesario, lo de por medio, entre ambos.
La ropa, q los separa.
Voló por los aires en una media tarde soleada, una gabardina café. Una polera negra, luego un pijama de hospital. Y al fin unos desgastados vaqueros, junto a botas y pantuflas. Y los cuerpos de Cass y Dean por fin entraron en sintonía. Al mero toque.
Cass no estaba seguro de lo q paso, pero se sentía bien así; todo su cuerpo tenía mucho calor ahora mismo, y sentía un incesante cosquilleo sobre la piel, tal vez fue a causa de la piel de Dean contra la suya. La piel de durazno de Dean.
Entonces noto algo q sobresalía, entre sus piernas. Esa, esa fruta. No era suya.
Se asemejaba a un, a un plátano, parado.
Si eso mismo. Era un plátano, uno, sobre-mutado, pero fruta al fin.
Cass tuvo q preguntarse, si aquella fruta sabía tan dulce como una banana. Y tuvo q reconocer, q se le antojo, comérsela…
¿Sabría, eso, igual de frutado q el resto de Dean?
Las manos de cazador no perdieron tiempo, estrujando ese par de nalgas bien dotadas. Y sostenido el peso de esa suculenta carne en cada mano. Cuando tuviera ese par, enterrándole entonces las azotaría un poco hasta dejarlas sonrosadas como melones maduros, oh sí!.
Castiel muy ajeno a esas cavilaciones. Sintiendo el recipiente extraño, como pesado y ardiente, como derritiéndose sobre Dean, mareado, y confuso, sofocado. Castiel hiso lo mejor en esos momentos y escondió el rostro contra el hombro de Dean. Entonces descubrió más pecas y más flores. Dios, ese lugar aparte de ser seguro y acogedor. Olía muy bien.
Enterró más la cara y pensó q tal vez Dean podría oler a una flor o a una fruta también.
Y busco y olisqueo a un mas, profundizando su barbilla rasposa por la barba, en la sensible piel del cuello de Dean. Inquietándolos a los dos aún más.
Entonces tuvo q rendirse.
Dean no olía a flores o frutas.
Asique al igual q la excepción q tuvo q hacer con las flores, al buscar una del color de la piel de Dean. También tuvo q hacer otra excepción al buscar entre las frutas el olor de Dean.
Porque Dean olía a miel.
No era un olor q da empacho, ni muy dulce, ni muy salado, ni asido ni amargo. Un olor neutral al dulce natural, no artificial y sobre cargado. No especias. Sino el más fino olor de la jalea real de las abejas.
Su favorito. Quizá por eso le gustaba tanto.
¿La miel o Dean?
Eso pronto lo iba a descubrir.
Porque Dean estaba en todo lo q quisiera hacer, o conocer. Entre las flores y las frutas, también.

Fin.

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