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Traslape por Marbius

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5.- Encanto de coco, y más.

 

—Estoy enamorado, Nat, ¡enamorado te digo! —Le confesó Bill por teléfono a su mejor amiga y confidente mientras fumaba un cigarrillo en la terraza y se sentía capaz de lanzarse desde ese cuarto piso y volar sin necesidad de alas.

—Claro, cariño, y el sol sale por el este. Podríamos seguir diciendo hechos evidentes, pero a diferencia de ti, yo tengo que trabajar hoy así que sé un poco más conciso —respondió Natalie con tranquilidad y resabios de cinismo, por lo que Bill mantuvo la boca cerrada un poco más—. Así que se besaron, ¿eh? ¿Y cómo estuvo? ¿Te metió la lengua hasta las amígdalas o qué?

Bill giró sobre sus pies y enfiló hacia una de las cornisas. —No. Fue apenas eso, un beso. Piensa en la definición del diccionario y tendrás una idea clara de lo que pasó. No hubo lengua, ni intercambio de saliva, ni nada que puedas catalogar como indecente. ¡Pero oh, Natalie! —Bill aspiró a profundidad—. ¡Fue maravilloso! Apenas si atiné a cerrar los ojos, y sentí como si mi cuerpo fuera sacudido por una descarga eléctrica…

—Allá vamos, el cliché del beso electrizante del que tanto se lee en novelas baratas de romance —se burló ella pero exenta de malicia—. ¿Y después qué? ¿Te invitó a acompañarle a su habitación o se unió contigo en la tuya?

Reiterando que su relato no iba más allá de los minutos compartidos en la escalera de servicio y los segundos en el pasillo que conducía a las habitaciones primarias, Bill perdió un poco de la felicidad con la que había despertado esa mañana y el cigarrillo que pendía de sus dedos y al que apenas le había dado una calada tembló dejando caer una punta gruesa de ceniza que voló directo al vacío igual que sus ilusiones.

—No estaré construyendo castillos de arena en el aire… ¿O sí?

—No me preguntes a mí, cariño —le riñó Natalie de buena gana—, eres tú el que está ahí y al que han besado. ¿Te parece a ti eso que son juegos de tu mente?

Bill se guardó bien de responder.

—Consúltalo con la almohada y vuelve a llamarme después, cuando tengas algo más concreto que un beso de colegiales, ¿vale? —Dio por finalizada Natalie su conversación y dejó a Bill con el teléfono pegado al oído y el tono de marcado resonando en su tímpano.

Inseguro de su ese requisito llegaría a cumplirse, Bill suspiró, y sin un segundo pensamiento apagó su colilla y volvió adentro.

 

Porque así estaba previsto, para cuando Bill bajó a confrontar a Tom respecto al beso ocurrido apenas horas atrás, resultó que éste ya estaba en el segundo piso y reunido con alguien más.

—Bill, éste es Andreas, mi amigo del que te comenté que podría hacer un excelente trabajo con el arte de tu demo. Andreas, él es Bill —hizo Tom las presentaciones iniciales, y los dos intercambiaron firmes apretones de manos—. Los dejaré un momento para que conversen a sus anchas —se excusó Tom después bajo la justificación de que estaba por recibir a una banda nueva en la planta baja y quería estar presente para explicarles las reglas básicas de la locación.

Apenas quedarse a solas, Bill fue directo al grano con la imagen mental que tenía para ese demo y se lo expuso a Andreas valiéndose de algunas referencias que tenía guardadas en su móvil y explicando las reminiscencias que quería que compartieran con el público.

—Sé que es trillado y ya se ha visto antes hasta el cansancio —dijo por último luego de casi diez minutos de dominar la conversación con un monólogo de su parte—, pero el concepto monocromático de blanco y negro es justo lo que quiero para mi demo.

—Va de maravilla con la música.

—¿Escuchaste las canciones?

—Oh, Tom me permitió escuchar el intro de una, para que me hiciera una idea de qué se trataba y no tanteara el terreno tan a ciegas. Espero no te moleste…

—Uhm, no. Está bien —mintió Bill a medias, pues todavía se sentía en exceso tímido de mostrar el trabajo de sus últimas semanas a un virtual desconocido, y no se sentía listo para recibir ninguna clase de halago o crítica.

Acordando tener listo para el fin de semana un boceto tentativo que les permitiera saber si sus estilos eran compatibles, Andreas pasó de serio y profesional a dejar en claro que su interés por Bill no se reducía al binomio empleador y empleado.

—¿Qué te ha parecido Hamburg hasta el momento? —Preguntó en un momento determinado, y al obtener de Bill la respuesta de que poco había salido a conocer la ciudad por estar en el estudio de grabación, Andreas se ofreció a llevarlo a cenar a un sitio donde él era regular y “tenían un menú variado para toda clase de preferencias”—. Conozco unos cuantos restaurantes más que decentes por el área. Si estás interesado, yo podría-….

—¿Salir a comer solo? Muy bien, Andy —interrumpió Tom, que había escuchado su plática desde el pasillo y no se cortó en lo absoluto para interrumpirla—. Y ya que no estarás disponible para mostrarle a Bill la ciudad, yo puedo hacerlo.

Bill alzó las cejas en sorpresa, pero se recuperó en tiempo récord. —¿En serio?

—Puedo llevarte a donde quieras. Desde el puesto más miserable de salchichas asadas hasta un restaurante francés de cuatro estrellas y media.

—¿Sólo cuatro y media? ¿Qué pasó con esa mitad de estrella que les falta?

—Perdieron media estrella en un reality show que grabaron el año pasado, pero están luchando por conseguirla de vuelta. Así que… ¿Qué dices?

Divertido por el desenvolvimiento de las circunstancias en las que se encontraba, Bill accedió a que así fuera, y lo puso en manifiesto con una frase que no dejaba lugar a dobles interpretaciones.

—Me encantaría, Tom.

 

Aunque tentadora la oferta de vestirse en sus mejores galas y tener una cena de ensueño con Tom en un distinguido restaurante francés, Bill declinó esa opción por un punto medio que tampoco era el roñoso puesto de salchichas que Tom había mencionado antes, por lo que juntos se contentaron con salir a un pequeño pero acogedor restaurante de comida italiana que estaba cerca del edificio y a donde se dirigieron caminando por la calle y debatiendo cada uno por su cuenta si tomar la mano del otro era una jugada arriesgada o no.

Dado que todavía quedaba pendiente discutir el beso que había ocurrido días atrás, ninguno se atrevió a establecer contacto, y en su lugar charlaron animadamente del Track 02 que había sido con el que comenzaran los trabajos de edición.

—Por cierto —dijo Bill de pronto—, Andreas me ha enviado un listín de conceptos bastante interesantes para la portada. Realmente sabe lo que hace, ¿no?

—No lo habría recomendado de no ser así. Somos amigos desde la infancia, pero eso no modificaría mi opinión de su trabajo si no fuera tan bueno como lo es.

—En todo caso, gracias por conectarnos. Tengo la impresión de que es el indicado para la realización del booklet, y quizá…

—¿Quizá? —Indagó Tom con un leve temblor en la voz.

—No te vayas a reír, pero… —Explicando lo que ya antes había compartido con Andreas, Bill le reveló a Tom las intenciones que tenía de lanzar un álbum de fotografías junto con el demo. Un proyecto por demás ambicioso tratándose de un artista nuevo que sólo tendría a disposición del público cinco canciones y un primer video que a duras penas se promocionaría por medio de un lanzamiento en Youtube, pero que no por eso le impedía soñar en grande.

Con Andreas moviendo los hilos, éste le había asegurado a Bill conocer al fotógrafo perfecto para llevar a cabo esa sesión, y tras describir a detalle en sus correos el escenario en el que se desarrollaría, Bill había acabado por olvidarse de que su sueño fuera sólo eso y empezar a creer que podría convertirse en una realidad.

Tras finalizar de hablar, Tom dejó escapar un suspiro, puesto que por un instante había creído que Bill hacía referencia a que Andreas era el indicado para algo más, y que el trabajo no estaba envuelto en ello…

—Apuesto a que el resultado final sería genial —dijo con sinceridad—. Por Andreas y todo eso, pero sobre todo por ti, que has hecho una planeación milimétrica de todo esto.

Bill entrechocó su hombro con el de Tom. —No en balde ha sido mi fantasía desde que tengo memoria. Siempre quise formar una banda y ser el cantante principal, pero por supuesto, el no saber ni cómo tocar el triángulo influyó bastante, así que me tuve que conformar con hacer aquello que sabía, y que se reducía a escribir canciones… y a dolerme porque eran mis canciones, pero no era yo quien las cantaba —masculló lo último con un dejo de tristeza que hizo a un lado cuando llegaron al restaurante y su conversación se diluyó eligiendo una mesa y después revisando el menú.

Tras elegir para ambos dos platos de pasta y limonada de té herbal, Tom aprovechó el silencio para hacer una revelación por su cuenta.

—Eso que has contado antes… Te entiendo a la perfección. En algún punto trabajé con Gustav y Georgie tratando de formar una banda, pero fue inútil. Nos faltaba un vocalista, y nunca dimos con el indicado. Los tres teníamos claro la voz que queríamos, pero nunca apareció. Al final me cansé de esperar, y fue así como por último opté a sacar mis propias canciones y tener mi alter ego como DJ. De eso a nada… Aunque seguido me pregunto qué tan lejos habríamos llegado de tener a un cantante… pues… como tú —murmuró lo último tan bajo que se creyó a salvo de haberlo compartido con Bill y listo para mentir cuando éste se lo preguntara de vuelta, pero su destino no era ese.

Posando su mano encima de la de Tom sobre la mesa, Bill le dio un leve apretón.

Era su manera de decir “Lo sé”, pues él por su cuenta ya se había formado esa misma idea al escuchar la historia, y la lista de ‘hubieras’ era demasiado amarga como para digerirlas de uno a uno.

En su lugar comieron, y bebieron, y cuando llegó el momento del postre optaron por compartir un gelato de coco, así como su cuchara, por lo que acabaron alimentándose el uno al otro hasta raspar el fondo del recipiente y planteándose si aquello había valido como una cita o antes debían de volverse a besar para que contara como tal.

La incógnita, que amenazaba con resolverse hasta que estuvieran de vuelta en su edificio y ante la puerta que conducía a las habitaciones de la tercera planta, se aclaró a la salida del restaurante, cuando bajo la luz de los faroles encontró Tom una mancha de gelato en la comisura de los labios de Bill, y sin segundos pensamientos de su parte, sólo guiado por el instinto, se acercó a él y lo besó.

Y Bill lo dejó. Atento a la punta de su lengua y al roce que daba para limpiarlo, y después compartir con él ese último atisbo de sabor.

Coco. Que sin proponérselo pasaría a representar toda clase de comienzos entre ellos dos.

 

Fue Tom quien se vio en la necesidad de discutir con Bill qué eran exactamente, pues Andreas no tardó en comunicarse con él y preguntarle directamente si habían sido imaginaciones suyas que se había entrometido cuando intentó invitar a Bill a cenar o es que iban a tener competencia por sus afectos.

—Bill ya tiene a alguien.

—Pero me dijo que su demo era en honor a su ex y-…

—Ya, pero el ex es cosa del pasado y tiene a alguien ahora.

—Joder, Tom, pero-…

—Andy, tengo que colgar —finalizó Tom esa llamada, y casi se llevó un susto de muerte cuando en la pantalla de su computadora apareció la sombra de Bill cruzado de brazos y con expresión adusta.

—¿De verdad tengo a alguien y no me he enterado? —Preguntó Bill apenas Tom se dio media vuelta en su silla y pudo encararlo—. ¿Era ese Andreas?

Tom tragó saliva. —Sí.

—¿’Sí’ a cuál de mis dos preguntas? —Volvió Bill a la carga con una sombra de sonrisa que contribuyó a que el alma de Tom le volviera al cuerpo y éste pudiera recomponerse.

—A las dos, supongo…

—Vale —avanzó Bill un par de pasos hasta quedar cerca de Tom, al alcance de su mano si es que la estiraba unos centímetros más—. Ya que no puede ser un ‘supongo’ respecto a si era Andreas o no porque es tu amigo y debes ser capaz de reconocerle la voz incluso por teléfono, deduzco que esa palabra le corresponde al asunto de si yo tengo o no a alguien en mi vida, ¿correcto?

—Correcto —confirmó Tom, que no se había sentido así de nervioso desde que tenía doce años y se le declara a una chica que iba tres cursos arriba del suyo.

En aquel entonces había conseguido una novia que le duró tres meses y con la que tuvo sus primeros escarceos amorosos, llegando al grado de meterle la mano bajo el sostén, por lo que esperaba que esos nervios fueran un buen presagio y no trajeran consigo una fecha de caducidad temprana para la incipiente relación que esperaba seguir desarrollando con Bill.

—Me gustas, Bill —dijo Tom luego de ensayar la frase en su cabeza—, y quiero creer que es muto.

—Bueno —cambió éste el peso de su cuerpo de una pierna a otra—. No voy por ahí besando a cualquiera, no es mi estilo en lo absoluto, así que… También puedo decir que me gustas.

En un imprevisto giro de acciones que por defecto les habrían obligado a desviar la mirada y actuar como un par de colegiales experimentando con su primer amor, ambos se miraron a los ojos y encontraron una honesta limpidez que era mejor que cualquier otro sentimiento.

—So… ¿Podríamos definir un estatus oficial o…?

—¿Seguir besándonos y ver a dónde nos lleva eso? —Rellenó Bill por él el espacio que quedaba en blanco, sonriendo después con un poco de picardía.

—Me gusta ese plan —declaró Tom.

—¿Sólo te gusta? —Inquirió Bill con un pequeño puchero, desafiándolo en su juego personal.

—No —captó Tom en el acto—. Me encanta.

—Te encanta.

—Corrígeme si me equivoco, pero…  Creo que nos encanta.

—Uh-uh… —Exhaló Bill, antes de apoyar las manos en los reposabrazos de la silla de Tom, y al doblarse a la mitad y quedar a su altura, ponerse en posición para un nuevo beso.

Tom aceptó la proposición, y el resto, cayó por su propio peso.

 

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