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Traslape por Marbius

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6.- Contratiempos.

 

El final de la primavera trajo consigo los últimos ajustes a las canciones de Bill (que ahora tenían nombres y no sólo eran conocidas como Track seguida de un número de identificación), la sesión fotográfica que coordinó Andreas para conseguir el arte del álbum así como imágenes tentativas para un disco que le acompañara, y que su hasta entonces liviana relación con Tom que abarcaba los ámbitos profesionales, amigables y también románticos tuviera su primer tropezón.

Al encontrarse en las últimas fases con su demo, Bill había dado por supuesto que su estancia en Hamburg estaba llegando a su fin, y que no por ello su cercanía con Tom tenía que sufrir el mismo destino. Juntos se las habían arreglado para funcionar dentro de las áreas grises que les autorizaban mantener un vínculo todavía sin etiquetas, pero en donde actuaban como colegas y amigos en la segunda planta del edificio, y como amantes en el tercer piso. El acuerdo, aunque no de lo más ortodoxo, les había funcionado bien durante aquellas semanas en que lo mantuvieron, pero ya no podrían seguir así una vez que el permiso vacacional de Bill se terminara y éste tuviera que volver a Berlín.

Dentro de los planes de Bill estaba la propuesta de intentar llevar a cabo ese acuerdo al mundo exterior y no sólo limitarlo a un tercer piso donde los únicos que estaban enterados del cambio de estatus eran sus amistades más cercanas, y para ello tenía que vencer su miedo de toparse con una negativa… El cual era de lo más irracional considerando que Tom parecía igual o hasta más enamorado que él y juntos estaban viviendo un romance de temporada para el que ninguno de los dos quería renunciar.

Pero con todo, era de mala suerte contar con que todo saldría según sus propósitos, por lo que llegado el momento de abordar el tema, lo hizo con extrema precaución para no arruinarlo.

—Es increíble que ésta sea mi última semana en Hamburg, ¿eh? —Comentó a media película, él y Tom sentados en su sofá de tres plazas y ocupando cuando mucho la mitad de los asientos al estar acurrucados.

Ya que era una película por televisión que ambos habían visto por lo menos media docena de veces y que sólo tenían como ruido de fondo como pretexto para mimarse en brazos del otro, Tom no demoró en responder.

—Seh… No creía que ninguno de los dos pudiera soportar la compañía del otro por tanto tiempo. Especialmente tú a mí, que los pocos amigos que se han alojado en mi cuarto de huéspedes huyen cuando descubren que me gusta la limpieza y el orden a un nivel casi patológico.

—¿’Casi’? —Le chanceó Bill—. Por poco me diste un infarto el primer domingo que pasé aquí cuando a las seis en punto de la mañana sacaste la aspiradora y te encontré limpiando los techos. Por instante pensé que tendría que llamar al manicomio y pedir una orden de alejamiento en tu contra.

—Oh, vamos —rió Tom, pues desde entonces repetía que ese era el mejor método para deshacerse de arañas, telarañas y sus crías, y la prueba fehaciente de ello era su ausencia total en las altas esquinas de su departamento—. En todo caso nos hemos divertido en estos casi dos meses.

—Sin lugar a dudas.

—Un poco más después que antes —dijo Tom, que tenía a Bill recargado contra su hombro y la cercanía la permitió tocarle la cara interna del brazo de manera íntima—. Supongo que de eso querías hablar, ¿no?

—Pues sí… ¿Cómo lo has adivinado?

—Porque… yo quería hacer lo mismo. Esperaba a que tú dieras el primer paso, pero al diablo con eso. Las oportunidades se desaparecen mientras uno se debate entre elegir una, así que iré directo al grano: ¿Estamos o no juntos?

—Estamos —afirmó Bill—, pero…

Tom suspiró. —Lo sé, lo sé…

De por medio no sólo estaba el que vivían en ciudades diferentes y sus motivos para permanecer juntos iban desapareciendo uno a uno de su lista conforme los preparativos del demo y del libro marchaban viento en popa, porque además estaba el hecho indiscutible de que Tom estaba por pasar el verano cruzando Europa para asistir a una buena cantidad de festivales de verano a donde había sido invitado en su papel de A~TomiK a formar parte de los músicos que subirían al escenario. Por tratarse de un compromiso previo incluso a conocer a Bill, Tom ya no tenía marcha para atrás en ese asunto, aunque eso no le impidió desear que así fuera.

—Quizá pueda comprar boletos para algunos de esos festivales… Si es que son en Alemania.

—Y yo podría pasar de visita a Berlín entre fechas… Aunque sólo sería por unas horas entre locaciones.

Pese al ánimo que ambos intentaron imprimirles a sus palabras, el suyo fue un esfuerzo vacío.

Más tarde, después de que la película se hubiera acabado y en la pantalla corrieran los créditos, fue Bill quien decidió abrir su corazón primero.

—Tomi… Estoy enamorado. De ti, por si quedaba alguna duda, y… Tengo miedo de admitir que quizá no logremos salir adelante una vez que yo vuelva a Berlín y tú te quedes aquí en Hamburg, pero al menos quiero que me prometas que seguiremos siendo amigos. Estas semanas contigo han sido de las mejores en mi vida, y al menos en honor a esos recuerdos quiero conservar la amistad sin importar el resto. Si tengo que darme por vencido con todo, al menos no quiero renunciar a eso…

Con esa misma cadena de pensamiento en su interior, Tom no dudó en abrazar a Bill, y aspirando el aroma de su cuello le reveló que el mismo caso aplicaba para él.

—Andreas no lo aprobaría, pero… ¿Es posible tener un nuevo mejor amigo en apenas un mes? Y es que… Lo supe desde un inicio. Y me resisto a creer que el ser mejores amigos juegue en nuestra contra. Tan sólo hace falta ver a Gustav y a Georgie que lo son, y que también componen el matrimonio más funcional del que yo tenga noción, incluso superando al de mis padres, pero joder, jamás les digas o me castigarían incluso aunque hace muchos años que no vivo bajo su techo…

Bill rió, al menos lo intentó, pero en su garganta se atoró la alegría y en su lugar salió un sollozo.

—No era un chiste tan bueno —dijo Tom.

—Es mejor que nada —murmuró Bill, limpiándose el rabillo de los ojos antes de separarse un poco de Tom y mirarle a los ojos—. ¿Quieres pasar la noche conmigo?

Tom tragó saliva, puesto que la invitación tenía claras connotaciones sexuales, precisamente del tipo que en su relación faltaban por completar. Pues si bien no eran ningunos neófitos en cuanto al placer del otro al haber compartido ya cama, todavía tenían de por medio algunas barreras por cruzar, siendo la más importante la de mantener sexo con penetración.

Sin proponérselo tal cual era que habían dejado dicha actividad como último recurso, no por falta de deseo, sino por exceso del mismo… Pues cruzar esa línea haría imposible dar marcha atrás, y el camino que los separaba todavía era mucho más largo que la distancia entre sus ciudades.

De cualquier modo Tom aceptó, y con Bill guiando sus pasos hacia la recámara de invitados fue que juntos concluyeron que sí, estaban avanzando a pasos de gigantes, quizá entregándose mutuamente sin consideración del tiempo y el espacio que jugaba en su contra, pero no por ello menos conscientes de que era para lo que estaban predestinados a cumplir, y bajo ese acuerdo tácito fue que se despojaron una a una de sus prendas, y tomados de la mano pasaron a recostarse sobre la cama.

Aquello fue hacer el amor, pero también, dejar que el amor los rehiciera a ellos.

 

La modelo elegida por Andreas para la sesión fotográfica de Bill resultó ser un él que había pasado por hormonas, terapia y quirófano para convertirse en un ella, y el resultado final de su transformación se midió por el asombro que manifestó Tom cuando los presentaron y su atracción fue inmediata, casi a la par de los celos con los que Bill se mostró receloso de ello.

—Oh, vamos —rezongó Tom cuando incluso antes de comenzar, Bill pidió unos minutos para recomponerse—. Tengo ojos en la cara, ¿qué se suponía que debía de hacer?

—Al menos cerrar la boca para cortar el flujo de saliva que te colgaba hasta el piso —gruñó Bill de vuelta, dándole la espalda—. ¿Es así como va a ser siempre? Porque soy una persona por naturaleza celosa y trato de ser razonable, pero me va a costar contigo si a la menor oportunidad vas a quedar extasiado con cuanta chica bonita cruce por delante de ti.

—Técnicamente… Ella no es 100% una chica, al menos no en el sentido tradicional de la palabra. Según lo que me contó Andreas, todavía tiene algo entre las piernas que le sobra para ser una.

—¡Eso no es lo importante! —Rebatió Bill acalorado, todavía indispuesto a mirarlo a la cara—. Porque te ha gustado, al menos admítelo.

Tom suspiró. —Sí, me gustó, pero no como tú.

Bill bufó.

—No tanto como tú —dijo Tom, recomponiendo su oración, y antes de que Bill viera la falla de su argumento, él mismo se adelantó—. Lo que no quiere decir que cuando llegue alguien que me guste más que tú… lo cual francamente encuentro ridículo… te dejaré por esa persona. Esta no es una competencia de esa clase. De ninguna clase, ya que estamos en esos detalles absurdos.

Bill lo escuchó en silencio, y después se limpió el borde de los párpados con los dedos índices.

—Hay algo que no te conté antes respecto a Alex y me gustaría hacerlo ahora mismo.

—Ven —le haló Tom del brazo y lo hizo darse media vuelta—. Soy todo oídos para lo que decidas compartirme.

Bajo el embrujo de su mirada, Bill se resignó a confesar aquello de la manera más honesta que pudiera conjurar. —Me fue infiel, ¿vale? En más de una ocasión, aunque de eso me enteré después de terminar. Pero la vez que lo sorprendí con alguien más en la cama y que fue la gota que derramó el vaso… estaba con una chica.

—Oh.

—No sé si habría dolido menos si se tratara de otro hombre, pero en su momento me lastimó mi insuficiencia como persona para satisfacerlo. Todo se redujo a eso: A una vagina que yo no tenía y que Alex al parecer necesitaba con tanta desesperación como para lanzar por la borda una relación de cinco años conmigo… Eso fue lo peor.

—Ok, entiendo —asintió Tom una vez—. Pero no todos los bisexuales somos iguales. Y no hablo por todos en general, sino por mí como caso particular, y yo puedo jurarte aquí mismo que jamás me atrevería a serte infiel. Antes preferiría ponerle fin a nuestra relación…

—Tom…

—Hey, que debemos ser honestos aunque duela —dijo éste, mirándolo fijo a los ojos y sin parpadear—. He tenido toda clase de relaciones en mi vida, y si algo he aprendido de todas ellas es que la mejor política es la honestidad. Y bajo ese pacto es que no me guardaré de decir ‘te amo’, pero tampoco endulzaré el final cuando llegue la hora de decir ‘adiós’.

—Cuando llegue… —Repitió Bill las palabras que más le habían calado y que le sonaron como sentencia como sentencia de muerte o al menos fecha de caducidad, y de ahí que Tom se corrigiera al instante.

—Si es que llega. Que tengo la impresión de que tú y yo podemos ser de carrera larga.

—¿Tú crees?

Tom puso la palma de su mano en el pecho de Bill, justo sobre el pectoral derecho, y así lo confirmó: —Tengo una corazonada.

Bill apenas si pudo reír.

—Es el peor chiste que te he escuchado decir jamás.

—Ya habrá oportunidad para otros peores… y mejores —resumió él reduciendo la distancia entre ambo y besándolo en los labios.

Y porque en eso quería creer, Bill olvidó su conflicto anterior y se fundió en ese beso.

 

La despedida fue incluso más agónica de lo que ninguno de los dos hubiera supuesto siquiera que sería.

A finales de junio, ya en verano y con temperaturas que parecían más propias de áreas meridionales que las del siempre fresco Hamburg, Bill bajó con la ayuda de Tom su equipaje a la calle, al automóvil de Georgie, quien por casualidad tenía trabajo que hacer en Berlín y se había ofrecido a llevarlo consigo para hacer el viaje menos aburrido.

Mientras ella charlaba con Gustav por teléfono y les daba privacidad para sus últimos minutos a solas, Bill no pudo evitar rodear a Tom con sus brazos y pegar sus torsos y pelvis lo más posible, no en un abrazo cargado de sensualidad, sino de cariño por el otro, que Tom correspondió al ciento por ciento al pasarle los dedos por su cabello rubio y murmurar que desde ya lo extrañaba.

—Pero nos veremos pronto —trató Bill de mantenerse optimista aunque sin mucho éxito.

A pesar de que era lunes y Tom estaría con él en Berlín el viernes en la noche, su estancia se limitaría a dos noches, partiendo el domingo a mediodía porque no podía alejarse tanto de su trabajo. Y más allá que eso no había planes, puesto que pronto sería julio, y eso le implicaba a Tom… O mejor dicho, a su alter ego A~TomiK salir de gira y ausentarse de la vida mundana que vivía como Tom Kaulitz.

Bajo una luz que no era favorable para su recién formada relación, Bill escondió el rostro en el cuello de Tom y contó hasta diez con la vana esperanza de conseguir un poco de fortaleza con la cual demostrar que estaba bien, pero fue un intento inútil cuando al poner distancia entre los dos descubrió que su decaimiento había tomado raíces también en Tom, y los dos llevaban escrito en sus facciones lo mucho que les pesaba tener que decirse ‘hasta luego’, aun fuera esa una despedida temporal…

En su afán por no alargar lo inevitable, Bill consiguió forzar una sonrisa en su rostro, y consiguió transmitir en su beso una pizca de entusiasmo no por lo que dejaban ir, sino por lo que tendrían si sabían esperar, que a su vez Tom recibió y le permitió dejarlo marchar sin venirse abajo ahí mismo.

—El viernes estaré esperando por ti —dijo Bill ya en su asiento del copiloto y con el cinturón de seguridad ajustado en su centro—. La cena vendrá incluida.

—Es la compañía la que me importa —respondió Tom—. Vayan con cuidado —le dijo después a Georgie—, y no olvides confirmar cuando estés sano y salvo en Berlín.

—Lo haré —dijo Bill.

—Igual yo, Liebchen —se burló Georgie soplándole un beso en su dirección que Tom espantó con un manoteo igual que si se tratara de un molesto mosquito.

Sintiendo que dejaba un trozo de su alma atrás, pero que a cambio se llevaba una porción igual para consolarse, Bill evitó mirar atrás cuando Georgie condujo alejándose, pero no por ello sus ojos abandonaron la figura de Tom, que parado en la acera y moviendo la mano, permaneció ahí hasta que la distancia y un giro en una esquina lo hicieron desaparecer del todo.

Después vendría la cuenta regresiva hasta su próximo encuentro.

 

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