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Traslape por Marbius

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9.- Sus padres; su padre.

 

A la par de la elección de la canción que sería el primer sencillo de su demo (“Love don’t break me”, escogida tras mucha deliberación de su parte), Bill recibió la oferta de hacer sus presentaciones que ya incluían el libro de arte, con una galería a tamaño natural de las fotografías más representativas. El que la propuesta viniera de Shiro Gutzie luego de conocerlo y grabar con él el video de la canción puso los ánimos de Bill sobre el cielo, pues iba más allá de lo que él había proyectado y la proposición hablaba bien del interés que como inversor estaba demostrando.

La respuesta fue sí, y las fechas para las ciudades más grandes de Alemania salieron a la par que el single, el video, y un artículo en donde se reseñaba su vida y obra como Bill Kaulitz y después como Billy.

Un logro por demás asombroso al verlo materializado luego de tantos meses de trabajo arduo, y que Tom premió al tomarse un fin de semana libre en Berlín para juntos trabajar en una versión a capella que Bill pudiera cantar durante sus presentaciones.

La nota más agradable fue después que el single subiera como la espuma en las listas de popularidad de las radios nacionales, pero también en la de unos cuantos países aledaños, y un nada despreciable primer puesto en varias tiendas virtuales de Alemania. Ante la producción limitada del demo, los boletos para sus presentaciones se agotaron apenas salieron a la venta y se adicionaron más fechas, a las que Bill accedió a asistir una vez que Shiro lo convenció de ello.

—Así que ahora mi novio es famoso —dijo Tom cuando Bill le comunicó la novedad de que sus presentaciones ahora tendrían lugar en París, Londres, Milán y Los Ángeles.

—No te robes mis líneas —le reprendió Bill juguetón con un beso en la comisura de los labios, y el buen humor de su repentino éxito los llevó a ambos al dormitorio y después a la cama.

No fue sino hasta después de que hicieron el amor y estaban disfrutando de un cigarrillo post-coital que Bill consideró prudente sacar a colación una cuestión que le tenía inquieto desde horas atrás.

—Alex me llamó hoy, antes de que llegaras —le dijo a Tom procurando mantener un tono neutro que no revelara cuánto le había afectado escuchar aquella voz que ya creía del todo superada y olvidada.

—¿Ah sí? Supongo que tuvo noticias de tu disco, “dedicado a un ex que te rompió el corazón”, ¿eh? —Citó Tom palabra por palabra del encabezado que había aparecido esa mañana en uno de los periódicos para celebrar la nueva canción y artista de moda en ese otoño que apenas comenzaba.

—De hecho… Se mostró complacido por el papel que había jugado para el lanzamiento del demo. Es muy típico de él, el enorgullecerse de logros que no le son propios. Porque en su opinión, da igual lo mucho que trabajé para la salida del demo, el libro de arte y las presentaciones que haré, porque nada de eso existiría si no fuera por su causa.

—Qué patán tan engreído —gruñó Tom.

—Por algo es mi ex. Y menos mal que mi gusto ha mejorado, aunque…

—¿Aunque? —Presionó Tom a continuar, dejando el cigarrillo en el cenicero y acercando más a Bill a su costado.

—Para empezar, Alex nunca fue el tipo de novio con el que alguna vez me imaginé. Ni él, ni los que estuvieron antes lo fueron, y en cambio tú…

—¿Qué, yo lo soy? ¿Soy el prototipo de novio ideal? —Bromeó Tom, pero la seriedad con la que Bill se lo confirmó le hizo ponerse serio—. Debes de saber que el mismo caso aplica para ti.

—¿En serio?

—Ciento por ciento. Yo… tuve un par de relaciones serias en el pasado, y tampoco ninguna de esas se te equipara.

—Lo sé —musitó Bill, que en un afán por conocer más de él se había leído su biografía de Wikipedia y de paso topado con la información existente de su vida amorosa, que se reducía a una adolescencia turbulenta con aventuras de una noche, un noviazgo largo con una modelo llamada Ria Sommerfeld de la que jamás había escuchado nada, y luego otra temporada de parejas diversas hasta que apareció él y las especulaciones acerca de la vida privada de A~TomiK se dispararan entre sus fans.

—Mi punto es que… Nunca fui del todo feliz —prosiguió Tom sin empacho—. Pienso en mi noviazgo más largo, con Ria, y me doy cuenta que en realidad hacía con ella lo que se esperaba de mí: Salimos un par de meses, nos mudamos juntos, formamos un grupo de nuestros amigos, hablamos de casarnos, de tener hijos, de adoptar una mascota, y…

—¿Qué pasó entre ustedes dos? —Inquirió Bill, que conocía rumores, pero no la verdad.

—Que no estábamos hechos el uno para el otro, pero… —Tom exhaló pesadamente—. En cuestiones prácticas, ella me acusó de no amarla, y no estaba del todo equivocado. Sí la amaba, porque la vida en común logra esa clase de milagros, ¿sabes?, pero no era el tipo de amor que ella esperaba de mí. Ria era una excelente amiga, maravillosa compañera de piso, una buena persona para tener a mi lado… Pero ni siquiera la mejor. Y por descontado que no era el amor de mi vida. No como se supone que debía serlo…

Con la pregunta pendiendo en la punta de su lengua, Bill obtuvo la respuesta que buscaba no por clarividencia de Tom, sino porque él no era Ria, él era Bill, y eso le otorgaba de manera automática un papel crucial ante Tom, quien no tardó en confirmárselo como tal.

—De la misma manera en que tenía claro que no podría amarla como ella necesitaba que lo hiciera, fue que comprendí a la inversa que lo que sentía por ti era justo eso… amor. Supe que serías especial para mí apenas conocerte. Me crees, ¿verdad?

—Te creo.

—¿Porque a ti te pasó lo mismo?

—Exacto.

En silencio, cada uno procesó las palabras del otro por su cuenta, y sin proponérselo llegaron a la misma conclusión.

—No era culpa suya, sino nuestra… —Dijo Bill, que frunció el ceño al vislumbrar la maraña de hilos que los habían llevado a ese punto. Yo tenía que conocer a Alex para escribir esas canciones y buscarte para que las produjeras. De otra manera, te habría perdido… y a la felicidad que siento ahora con ello.

—En ese caso… También debo agradecer a Ria porque me enseñó a no perder el tiempo con personas que no tenían valor para mi vida, pero además, a no perder tiempo cuando se presentara aquella que sí lo fuera.

—Mmm, Tomi —se movió Bill, y examinando unos segundos el rostro de su novio en la escasa iluminación, se acercó y lo besó.

—Billy —musitó éste de vuelta, dándole reciprocidad a aquel roce y profundizándolo.

Luego, su lenguaje de preferencia se volvió el corporal.

 

El que Bill saliera de gira promocional con su demo jugó a su favor cuando las ventas digitales se incrementaron y dondequiera que se presentó se agotó la totalidad de boletos para escucharlo en vivo. De la noche a la mañana Bill pasó a tener fans, y el número de seguidores que tenía en Instagram se multiplicó primero por diez y luego comenzó a crecer de manera exponencial hasta que por decisión propia abandonó el interés por contarlos y mejor se dedicó a disfrutar del momento.

Los beneficios también se volvieron patentes en otras áreas de su vida, siendo que su talento como letrista fue reconocido una vez más por los artistas con los que ya había trabajado antes, y también por otros nuevos que se pusieron en contacto con él y le pidieron una colaboración. Y no fueron los únicos, pues en una inesperada sucesión de hechos, Bill recibió la invitación a un desfile de alta costura en París que a su vez lo puso en contacto con un famoso diseñador alemán que ahí tenía su residencia. Su nombre era Wolfgang Joop, y apenas conocerse se puso en manifiesto que ambos compartían el mismo interés por la moda, por lo que Wolfgang no perdió oportunidad de pedirle a Bill que participara en la siguiente temporada como uno de sus modelos, y Bill aceptó todavía anonadado de la oportunidad que se le presentaba.

Sus roces con el diseñador le abrieron las puertas para varias entrevistas en revistas especializadas en moda, y aunado a que su demo seguía en los primeros puestos de ventas a varias semanas de su salida, hicieron que Bill se sintiera una Cenicienta de cuento de hadas a quien de pronto se le hubiera concedido cada pequeña fantasía, pues no sólo tenía fama y riqueza, sino también un príncipe que estuvo a su lado mientras las malas se convertían en buenas y le alentó a seguir adelante.

A su racha de buena suerte le vino como anillo al dedo el poder realizar su trabajo desde Hamburg, en donde se hospedó en el dormitorio de Tom como si fuera el suyo, y fue precisamente eso lo que propició que estuviera en el lugar y momento adecuado para ser sorprendido un sábado en la mañana por las visitas que menos esperaba encontrarse ahí… en bóxers y con el cuello repleto de marcas de mordiscos.

—¡¿M-M-Mamá, papá?! —Se medio infartó Tom cuando el intercomunicador de la calle le reveló dos voces que conocía a la perfección, y tras carraspear para aclararse la voz les indicó que podían subir a la tercera planta.

Mientras tanto, Bill se apresuró a vestirse con las prendas que llevaba la noche anterior cuando había llegado de Berlín, y por poco consideró seriamente la posibilidad de escaparse por la escalera de incendios y ahorrarse la bochornosa charla de padres y nuevo novio que estaba por aproximarse.

De conversaciones pasadas con Tom era que Bill sabía sus nombres (Gordon y Simone), así como sus oficios (músico en una academia privada y artista además de costurera), y una amplia variedad más de datos recolectados aquí y allá que le habían ayudado a hacerse una imagen aproximada de ellos. Una buena imagen… que no por ello implicaba que se sintiera listo para enfrentarlos.

Con todo…

—Hola, Bill —lo abrazó Simone con fuerza apenas cruzar el dintel de entrada y dirigirse directo a él sin dudar de quién se trataba—. Eres tan como Tom te describió, si no es que más guapo.

—¡Mamá! —Rezongó su hijo abochornado, y ella le chasqueó la lengua.

—No esperarías que lo tratara como a un virtual desconocido después de lo mucho que hablaste de él la última vez que estuviste en casa, ¿o sí?

Tom agachó la cabeza y se sonrojó, pero no denegó nada, y eso sirvió de pauta para que los padres de Tom se presentaran así mismos con Bill y le dieran la cordial bienvenida a la familia.

Su presencia ese sábado tuvo tintes de visita corta, pues si bien habían aprovechado unas compras que tenían que hacer en la ciudad, también había habido algo de malicia en sus acciones al saber de antemano que Bill pasaría ese fin de semana con Tom y que en sus intenciones estuviera el conocerlo.

—Hacía falta vernos directo a la cara —dijo Gordon cuando luego de un copioso desayuno que preparó Simone hicieron sobremesa tomando café—. He escuchado tu demo, y eso me predispuso a pensar todavía mejor de ti.

—Oh, gran parte de ese logro lo tiene Tom —dijo Bill con modestia—. Fue él quien hizo los arreglos musicales.

—No te restes mérito, querido —intervino Simone—. Esas letras eran poesía pura. Y el libro de arte…

—Les regalé una copia la última vez que estuve de visita en casa, espero no te moleste que lo haya hecho sin tu autorización —dijo Tom con una de sus manos entrelazada entre las de él, y Bill le dio un apretón de aprobación.

Ya que en sus planes estaba volver ese mismo día a su pueblito, Gordon y Simone no tardaron mucho en marcharse, y tras intercambiar una nueva tanda de besos y abrazos, le extendieron a Bill la invitación de visitarlos cuando quisiera, y a modo de broma agregaron que extendían la invitación a Tom, pero sólo si Bill así lo quería.

—Muy graciosos —ironizó Tom, pero con todo, sonreía.

—Tus padres me han agradado bastante —dijo Bill apenas se marcharon, y el sentimiento era genuino.

—Y tú a ellos. Que si sirve de algo… mamá nunca quiso del todo a Ria, y papá… Bueno, digamos que él siempre me aconsejó no precipitarme con ella.

—¿Ellos nunca tuvieron problemas con que yo fuera un…?

—¿Hombre? —Adivinó Tom—. Nah. Siempre me han apoyado, en las buenas y en las malas, y dado que tú eres lo mejor que me ha pasado hasta el momento… —Dijo rodeando a Bill con ambos brazos en torno a la cintura y mirándole directo a los ojos—. Cuando fuiste al baño, mamá me aconsejó no dejarte ir, ¿sabes?

—¿Y qué le respondiste?

—Que no tenía pensado hacerlo.

—Mmm… —Declaró Bill, pegando su pelvis con la de Tom y ejerciendo una presión agradable—. Siendo así… Yo también pondré de mi parte.

Y lo hizo.

 

Ya que lo justo era presentar a Tom con su padre Jörg, Bill así lo hizo, invitando a los dos hombres más importantes de su vida a Berlín, y haciendo las presentaciones pertinentes en un terreno neutro que les permitiera conectar sin presiones.

Diferente a los propios padres de Tom, Jörg era más bien un hombre serio y retraído que no había superado del todo la pérdida de su esposa acaecida tantos años atrás. Si bien su parecido con Bill era evidente y le sirvió a Tom para hacerse una idea del atractivo maduro que su novio tendría a la vuelta de varias décadas, pronto quedó patente que Bill también había heredado rasgos de su madre, según le mostró Jörg por las fotografías de ésta que él llevaba en su cartera.

—Bill me la recuerda tanto —dijo Jörg ante una taza de café negro y un pan glaseado que había pedido en la cafetería donde se habían reunido—. Es una dolorosa bendición…

—No hablemos de eso, papá. Tom puede incomodarse —dijo Bill, removiéndose nervioso en su asiento.

—No, está bien —dijo Tom—. No hay problema.

Aunque su reunión no fue ni por asomo similar a la que Bill había vivido con los padres de Tom, no por ello fue su opuesto, sino sólo de un matiz diferente. Incatalogable entre buena y mala, sólo siendo una agradable tarde en la que los tres se conocieron, y en donde Jörg dio su aprobación como padre para que Bill y Tom permanecieran juntos.

—Le resultaste agradable —comentó Bill horas más tarde, después de que Jörg se hubiera retirado al cuarto de invitados y él y Tom limpiaran los restos de la cena que éste les había cocinado—. Y no te imaginas el alivio que me ha dado el que hayas superado esa prueba. Papá y yo no somos lo que se dice el padre y el hijo más cercanos del mundo, pero su opinión todavía sigue siendo invaluable para mí.

—¿Y él que pensaba de Alex?

—Que era un pomposo engreído, pero me tomó casi los cinco años de relación que tuvimos para darme cuenta que era él quien al final tenía la razón.

—No estaba errado.

—No, no lo estaba.

—¿Y te dijo algo de mí cuando no estuve presente?

Bill sonrió. —Sólo que eras un buen hombre.

—Oh… —Exhaló Tom con desencanto.

—Pero viniendo de él es bueno… Es duro con sus críticas y parco con sus halagos; forma parte de su personalidad…

—En ese caso…

Tomando aquella como una victoria parcial, Tom se propuso demostrar (que al fin y al cabo sabía que tiempo era lo que le sobraba) que era más que simplemente ‘bueno’, y con ello en mentó rodeó a Bill en un abrazo y se lo transmitió sin necesidad de recurrir a palabras.

Que después de todo, esa conexión era lo que los hacía fuertes como pareja.

 

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