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Fantasía por black_leger

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Se dejo caer sobre el mojado piso del baño dejando que su ropa terminara de empaparse con el agua que continuaba derramándose de la bañera, aunque aquel pequeño inconveniente apenas le importaba mientras sentía como sus brazos temblaban ante el esfuerzo de sostenerlo; nunca fue especialmente bueno con las tareas pesadas y su condición física jamás fue la ideal, era un milagro, quizás producto de las circunstancias, que hubiera logrado la proeza de llevar el pesado cuerpo de la sirena hasta la bañera en el segundo piso de su casa.

Soltó un suave quejido adolorido mientras comenzaba a moverse con torpeza y lentitud, no podía continuar descansando cuando la llave del agua continuaba abierta y el líquido derramándose de la bañera, si no la cerraba pronto, seguramente el baño terminaría por inundarse, despacio sintiendo sus músculos cansados que se forzaban por sostenerlo, comenzó a gatear acercándose a la bañera y arrodillándose en la orilla, demasiado nervioso ante su cercanía con la sirena cuyo cuerpo reposaba incómodamente dentro de aquel reducido rectángulo de cerámica al que la había confinado, realmente no había pensado demasiado en sus acciones y ni siquiera estaba seguro de que lo que había hecho fuera lo correcto, pero no había pensado nada con verdadera claridad, únicamente había actuado siguiendo sus instintos, por ello había llenado la bañera de agua y metido a la sirena dentro ella, haciendo lo posible por ofrecerle cierta comodidad, pero, ¿qué comodidad podría ofrecerle aquel espacio si al menos la mitad de su cuerpo se encontraba fuera? Ni siquiera había considera que el agua tratada pudiera hacerle algún daño, quizás lo único que había hecho era empeorar la situación y condenar a un ser que nunca necesito de su ayuda a una muerte segura y todo por su estúpido afán de ayudar a otros; por, quizás, quinta vez en ese horrible día se encontraba ante un posible ataque de ansiedad, cerro los ojos y comenzó a dar profundas bocanadas, sintiendo como el viciado aire cargado de aquel agobiante olor a metal entraba en sus pulmones e incluso se quedaba en su paladar haciéndole saborear el desagradable sabor de la sangre.

Necesitaba comenzar a actuar y para eso debía tranquilizarse primero.

El sonido del agua corriendo era relajante, ayudándole a concentrarse en algo más que sus propios pensamientos, contuvo el aliento mientras se estiraba para finalmente cerrar la llave de la bañera y dejando que la habitación quedara en un silencio casi sepulcral, roto solo por la pesada respiración del ente en su bañera, su vista se centró en recorrer el cuerpo de la criatura, mirando como la espesa sangre manaba de sus heridas deslizándose con forzada lentitud por su cuerpo, con curiosidad deslizo las yemas de sus dedos manchándolos de la oscura sangre, apreciando su textura espesa y básicamente aceitosa, jamás hubiera imaginado que así sería la sangre de las sirenas, tal vez porque siempre las imagino como seres con demasiado similares a los humanos.

Comenzó a mordisquear su labio mientras realizaba aquello que debió hacer en un principio.

Su vista, vago recorriendo el cuerpo de la sirena, podía notar las profundas heridas en sus brazos que sangraban cubiertos de profundos cortes, que seguramente había ganado en un intento por protegerse de quien fuera que le había atacado, pero los cortes no se detenían ahí, su cola también se encontraba cubierta por ellos, no había orden en las heridas, como si quien fuera el atacante solo hubiera lanzado golpes al azar, un gigantesco moretón comenzaba a formarse sobre su pecho, ladeo su cabeza a un lado desconcertado por la herida mientras que se preguntaba cómo era que había ocurrido, dejando que su mente rápidamente vagara pensando en alguna respuesta, cada una más improbable que la anterior, sin embargo, ninguna de aquellas heridas era tan preocupante como los pequeños agujeros repartidos al azar sobre el cuerpo de la sirena, reconocía perfectamente las heridas de un arma de fuego, había tratado demasiadas veces con ellas en el pasado y lo único que podía hacer era rogar porque alguna de aquellas balas no hubiera tocado algún órgano o se encontrara incrustada demasiado profundo para que pudiera extraerla.

La naturaleza de aquellas heridas tan solo le hablaba de una horrible verdad con la que no había esperado encontrarse, había sido otro ser humano quien había dejado a la criatura en aquellas deplorables condiciones, las preguntas sobre lo que habría pasado se aglomeraban en su mente mientras que decenas de escenarios que intentaban responder a sus preguntas se formaban en su imaginación, algunos mejores y otros peores, pero todos y cada uno se contradecían entre sí dejándolo con más preguntas que respuestas.

Inclino su cabeza a un lado con un gesto curios mientras su vista se dirigía a uno de los cortes que había visto en la cola de la sirena, la herida parecía haber reducido su tamaño y el sangrado no era tan abundante como antes, la curiosidad le llevo a acercar su mano a la herida, pero se detuvo para mirar de reojo a la criatura cuyo pecho subía y bajaba con lentitud produciendo un suave silbido que no parecía normal, o quizás lo fuera, todo era demasiado nuevo para él como para saber si aquel sonido era algo de lo que debiera preocuparse, intento encontrar un poco de consuelo en que la tranquila respiración de la sirena era una señal de que quizás las cosas no estuvieran tan mal como parecían; las puntas de sus dedos se deslizaron por aquella piel apenas rozándola, sintiendo la suave y lisa textura bajo ellos, no era así como alguna vez hubiera imaginado que sería la cola de una sirena, siempre pensó que sería como en las decenas de ilustraciones que había visto a lo largo de su vida con escamas iridiscentes y delicadas aletas, en cambio la piel era lisa casi recordándole a la de un delfín, de un pálido color café con patrones grises que se aclaraban hasta casi volverse blancos cerca del vientre de la sirena cuya piel morena se encontraba cubierta de lo que parecían viejas cicatrices sanadas hacía mucho.

Sintió como su corazón dio un vuelto y su cuerpo reacciono alejándose instintivamente de la bañera cuando la sirena comenzó a moverse buscando una posición más cómoda dejando que una de sus manos descansara sobre su estómago, permaneció lo que sintió que fue una espera interminable sin moverse hasta que finalmente se sintió lo suficientemente segura para acercarse de nuevo, trago saliva mirando como la piel morena de los brazos de la criatura comenzaba a oscurecer hasta volverse enteramente negra y terminar en afiladas garras que le hacían preferir no imaginar el daño que podrían causar; mirando más de cerca pudo notar como aquellas finas marcar a los costados de la criatura que inicialmente había confundido con cicatrices se movían ligeramente con cada respiración de la sirena, detuvo su exploración al encontrarse con una profunda perforación que continuaba sangrando y que le hizo volver a la realidad, no se suponía que debiera estar perdiendo el tiempo dejando que su curiosidad y fascinación le dominaran cuando tenía otras prioridades que atender.

El contundente golpe contra su garganta le arrebato el aliento y ahogo su grito que seguramente hubiera sido una perfecta mezcla de terror y sorpresa, mientras que las garras se hundían en su carne y apretaban cada vez más su garganta hasta hacerle casi imposible respirar, pensó que la situación no podía empeorar, pero lo hizo, podía sentir como su muñeca se encontraba siendo triturada por el constrictor agarre de la sirena que había detenido su inútil intento de liberarse, si la presión seguía aumentando se encontraba seguro de que terminaría rompiendo su muñeca, si es que la asfixia no lo mataba primero.

¿Así era como iba a morir?

El angustiante pensamiento solo era confirmado por la cruel sonrisa de una boca llena de colmillos, los profundos ojos negros de la sirena brillaban con malicia y gozo, no existía nada medianamente cercano la bondad en aquel ser que estaba arrebatándole la vida.

¿Qué había hecho?

Aquel simple pensamiento culpable era el único que su conciencia moribunda le recriminaba, no quería morir, pero la monstruosa fuerza de la sirena era algo contra lo que no podía luchar incluso ocupando lo último que le quedaba de fuerzas, y entonces el aire simplemente ingreso nuevamente a sus pulmones, su garganta ardía y tomar aire era increíblemente doloroso, pero finalmente era capaz de respirar. Su primer impulso fue el de alejarse, tanto como pudiera de la sirena que tocia y jadeaba vomitando considerables cantidades de sangre, su mirada se encontraba cargada de ira que era descargada sobre su muñeca que aun continuaba atrapada entre las garras de la criatura que aumentaba la presión sobre su extremidad haciéndolo aullar de dolor mientras escuchaba sus huesos crujir como si en cualquier momento fueran a romperse.

—Patético.

La voz áspera y hostil solo sirvió para aumentar su temor y confusión, reconocía la palabra por el mero hecho de ser similar a la de su propia lengua, pero el idioma extranjero era algo con lo que no había esperado encontrarse, en su mente, intentaba recordar alguna frase de una ya olvidada clase de idiomas a la que nunca le prestó atención; no podía apartar la vista del rostro de la criatura que le miraba con desprecio, notando como sus pupilas se contraían revelando un par de brillantes iris verdes que parecían emitir un brillo sobrenatural, como si de alguna forma fueran capaces de emitir su propia luz, bajo otras circunstancias se hubiera sentido fascinado por aquellos brillantes ojos que le recordaban a un felino, pero en aquellos momentos solo podía sentirse atemorizado de ellos.

—Y-yo, no... —su voz fue baja, un susurro forzado por su lastimada garganta, sabía que debía decir algo, pero era incapaz de pensar en algo más que no fuera pedir por su vida, era claro que pese a que la sirena se encontraba herida era él quien estaba en peligro.

La sirena aflojo lo suficiente el agarre sobre su muñeca para concederle un poco de alivio, sin embargo, su agarre se mantenía lo suficientemente firme para evitar que intentara huir y sus garras se clavaban en su carne como una advertencia de que no era una buena idea de que siquiera intentara huir.

Con rapidez y discreción miraba por encima de su hombro a la puerta del baño que se mantenía cerrada tras él, si tan solo no hubiera cerrado la puerta quizás podría haber intentado escapar arriesgándose a ser seriamente herido por la criatura que parecía encontrarse olisqueando el aire, soltando gruñidos que mostraban sus colmillos mientras que de su boca continuaban escapando hilos de aquella espesa y negra sangre; en tanto se mantenía observando los movimientos y gestos de la sirena, sus pensamientos divagaban entre el arrepentimiento, el miedo y cualquier idea que pudiera concederle la más mínima oportunidad de salir con vida de aquella situación.

Un suave y profundo ronroneo comenzó a resonar a través del cuarto de baño, el sonido era apenas audible, el mismo que podría producir un gato pequeño, pero la sensación que provocaba era la misma que podía percibir estando al lado de una bocina sonando a todo volumen, su cuerpo comenzaba a sentirse cada vez más relejado, al punto en que el dolor parecía simplemente haber desaparecido y una incontrolable somnolencia amenazaba con hacerlo dormir, no quería y no debía cerrar los ojos, su instinto de supervivencia le gritaba que permaneciera despierto, pero con cada segundo que pasaba se volvía más difícil hacerlo.

Noto como la sirena finalmente lo había liberado, pero su cuerpo se sentía pesado y se negaba a reaccionar, lo único que era capaz de hacer, era continuar intentando mantenerse despierto.

—Siempre olvido lo frágiles que son los humanos.

Había un marcado acento en las palabras de la sirena que hablo con lentitud como asegurándose que sus palabras fueran las correctas, no estaba seguro si el hecho de que sería capaz de comunicarse con la criatura y que ella era capaz de comprender perfectamente sus palabras debía ser algo más, o menos preocupante, pero aquel ronroneo parecía ser la causa del aquel estado de sopor en el que se encontraba sumido y que le impedía pensar con claridad.

La sirena había dejado de prestarle atención, como si supiera que nadie iría a socorrerlo, que incluso aunque quisiera, no podía escapar o siquiera gritar, ya había intentado decir algo, pero su lengua se sentía tan adormecida como el resto de su cuerpo, observó atento a la criatura removerse dentro de su limitado espacio buscando una posición más cómoda o al menos eso parecía, gruñidos frustrados y lo que parecían palabras que inútilmente trataba de comprender lo mantenían lo suficientemente concentrado en otra cosa que no fuera el sueño, mientras miraba a la sirena enfurecerse cada vez más no podía evitar pensar que de un momento a otro volvería a volcar su furia en él.

Finalmente, la sirena pareció darse por vencida y resignarse a que sin importar lo mucho que lo intentara, no encontraría ningún tipo de comodidad, cerro los ojos intentando apaciguar la vorágine de emociones que le impulsaban a hacer algo que seguramente terminaría por afectarle a futuro, necesitaba pensar, eso es lo que le había mantenido con vida por tanto tiempo; nuevamente olisqueo el aire con la esperanza de su olfato lo hubiera engañado, sin embargo termino chasqueando sus dientes al darse cuenta que su olfato no se había equivocado, se encontraba demasiado lejos del mar o del agua, dondequiera que se encontrar era obvio que no iría a ningún lado y que aquel mocoso aterrado era alguien a quien debía conservar si es que quería sobrevivir, respirar, moverse, hacer hasta el más mínimo esfuerzo resultaba agotador, aquellos trozos de metal incrustados en su cuerpo lo estaban envenenando lentamente, necesitaba sacarlos de su cuerpo o terminaría muriendo, pero..., ¿realmente sería tan malo morir? Cuando cayó al mar había esperado hacerlo, ni siquiera se había molestado en intentar hacer otra cosa que no fuera dejarse arrastrar por la corriente esperando desvanecerse como otro grito más en el océano, estaba cansado, harto de su propia existencia, sin embargo ahora no podía evitar vislumbrar la posibilidad de rechazar aquel patético destino al que se había resignado, trato de hundir sus garras en su carne abriendo las heridas, aquellos pequeños trozo de metal se habían hundido realmente profundo en su carne, pero poco lo importaba, el dolor formaba parte de su existencia desde que podía recordar, un suave gorgoteo lo detuvo, el sonido era débil, pero era obvio de donde procedía, aquel patético mocoso trataba de hablar.

—¿Qué quieres?

La pregunta fue osca y directa, un recordatorio más de que su presencia no era bien recibida por la criatura.

—No... —calló al darse cuenta que nuevamente era capaz de hablar, con cautela de no ser visto comenzó a mover los dedos de sus manos, comprobando que finalmente parecía tener control sobre su cuerpo, miro a la puerta por el rabillo del ojo y contemplo la posibilidad de escapar, la adrenalina que aquella idea le causaba, hacía que su corazón se acelerara hasta el punto de ser doloroso, no solo quería correr, necesitaba hacerlo.

—Puedo matarte antes de que logres levantarte.

Sintió su corazón detenerme repentinamente mientras miraba con temor a criatura que le observaba desde su reducido espacio en la bañera, clavando sus garras en el borde y dejando las marcas de sus garras sobre la porcelana.

—Volveré a preguntar, ¿qué es lo que quieres? —no hubo ninguna respuesta inmediata, solo balbuceos incoherentes que ni siquiera estuvieron cerca de llegar a ser una frase o siquiera una palabra, sin embargo, decidió esperar con toda la paciencia que la situación se lo permitía, pero el tiempo transcurría y la respuesta no aparecía—. Niño inútil —mascullo antes de intentar volver a la tarea de la que había sido interrumpido.

—¡Espera! —la mirada que recibió le hizo arrepentirse de lo que había hecho—. Yo..., puedo hacerlo.

—Hacer que, exactamente.

—Balas... si... sí, esperas un poco, yo...

—¿Qué es lo que esperas a cambio? —pregunto mirando como las expresiones del niño se contraían entre confusión y duda, parecía no entender de lo que hablaba, incluso había considerado que aquella era una actuación, pero sus latidos lo delataban.

—Solo quiero ayudar.

Chasqueo la lengua con cierto disgusto, aquella respuesta era sincera e iba contra varias de sus percepciones de los seres con los que se había cruzado a lo largo de su existencia, continúo considerando que aquella muestra de buena voluntad era una mentira bien disfrazada, sin embargo, debía considerar sus posibilidades, aquellas cosas eran pequeñas y se habían adentrado demasiado profundo, si quería sacarlas tendría que abrir demasiado sus heridas para siquiera poder alcanzarlas y su cuerpo no estaba en condiciones de soportar aquello, probablemente moriría antes de su cuerpo pudiera recuperarse; nuevamente el tema de la muerte salía en sus pensamientos como una tentadora posibilidad que le invitaba a tomarla, su propia naturaleza le hacía luchar contra ella y buscar su supervivencia sin importar el costo, pero estaba demasiado cansado de luchar y continuar sobreviviendo sin vivir realmente, su cuerpo se tensó y sus garras hicieron crujir el borde de su contenedor, su mente le estaba empujando a un terreno peligroso y necesitaba mantenerse alejado de eso.

—Estuve cerca de matarte y, aun así, quieres ayudarme —miro al chico asentir sin atreverse a mirarlo—. No sé si eres alguna clase de masoquista o simplemente estúpido.

—Quizás un poco de ambos.

La suave y divertida risa de la sirena fue la primera cosa que escucho que no parecía cargar con aquella malicia que hasta el momento había mostrado, aquel sencillo gesto fue suficiente para forzar una sonrisa en su rostro, aunque no estaba seguro si aquello había sido un mero acto reflejo o producto de su nerviosismo, pero de cierta forma fue algo que se sintió personal y sincero, haciendo que de cierta manera la tensión que había acumulado hasta el momento se aligerara un poco menos.

—¿Y qué harás exactamente?

—Yo... —la pregunta le tomó por sorpresa, no había esperado tener que explicar algo como aquello y sinceramente no estaba seguro de cómo hacerlo, tampoco quería sonar como como un idiota que aparentaba no tener idea de lo que estaba haciendo—. Tengo que ir por mi botiquín, primero —sería más fácil si él podía explicar lo que hacía mientras lo llevaba al cabo.

Miro a la puerta a tras él, necesitaba bajar, sin embargo, no tenía idea de cómo reaccionaría la sirena si le decía aquello, hasta el momento no parecía haberse tomado exactamente bien que intentara huir, sin embargo, ahora que la hostilidad inicial había disminuido, aquel pequeño inconveniente tal vez no tendría esa reacción violencia y atemorizante que esperaba.

—Necesito salir por un momento, no tardare, tan solo serán unos minutos.

El silencio que siguió a su declaración se sintió más largo de lo que fue en realidad, sin embargo por un breve momento fue capaz de vislumbrar un pequeño rastro de duda que termino con un ligero gesto que simplemente le hacía entender que no había ningún problema con su partida; no se atrevió a girarse para observar a la sirena, pero podía sentir como era atentamente vigilado, era hasta cierto punto una sensación que erizaba su piel y le hacía desear correr.

Dejo la puerta abierta y camino por el pasillo con un forzado paso lento, mientras se negaba a girarse como si de alguna manera presintiera que de hacerlo se encontraría con algo que no debería presenciar, trato de convencerse de que todo estaba en su cabeza, que su aparente miedo era solo una mala pasada de sus pensamientos, sin embargo solo se atrevió a mirar atrás cuando se derrumbó en el primer escalón de la escalera y se abrazó a si mismo temblando.

Su ropa empapada se pegaba a su cuerpo haciéndolo estremecer ante la perdida de calor, necesitaba cambiarse de ropa pronto o seguramente terminaría cogiendo un resfriado o una neumonía en el peor de los casos, tomo una profunda bocanada de aire cargado de aquel agobiante olor a sangre que seguramente para este punto, ya se habría impregnado en toda la casa, más tarde necesitaría limpiar aquel desastre que parecía sacado de una película censurada de bajo presupuesto, en su camino al segundo piso había dejado un rastro de sangre que se extendía desde la entrada hasta el baño, sus ojos se abrieron incrédulo ante algo tan ridículamente evidente que era estúpido que no hubiera notado desde que puso un pie fuera del baño, no quedaba rastro alguno de sangre, el piso estaba limpio, tal y como lo había dejado antes de salir de casa aquel día, un nuevo estremecimiento le recordó que no podía darse el lujo de continuar perdiendo el tiempo buscando explicaciones a algo que, dudaba, fuera capaz de darle.

A medio camino a la cocina se detuvo al mirar su reflejo frente a un espejo, estaba pálido y su camisa manchada por pequeños, pero aparentemente profundos cortes en su cuello enrojecido por lo que seguramente, más tarde, sería un hematoma que tendría que preocuparse por ocultar, su muñeca tampoco se hallaba en mejor condición, pero las marcas en ellas lucían peor que las de su cuello, hizo un gesto de dolor al moverla con suavidad, al menos había hielo suficiente en el congelador para reducir aunque fuera un poco, la hinchazón.

Llevo instintivamente las manos a su boca, acallando aquel grito que estuvo a punto de emitir al sentir el suave empujón contra sus piernas acompañado de varios exigentes maullidos.

—Lo siento, lo siento, olvide completamente que estabas aquí, ¿tienes hambre? —no entendía porque se disculpaba con el gato al que probablemente poco le importaba algo como eso, tal vez lo único que realmente le importaba al felino era la comida, pues a la mínima mención de alimento paro con los maullidos.

Sonrió divertido al ver como la gata caminaba entre sus pies siguiendo sus pasos, no parecía importarle mucho mojarse su pelaje cada que pasaba demasiado cerca. Busco en la alacena una de las latas de alimento que solía comprar desde que las visitas de la mascota de Edd se habían vuelto más frecuentes, a veces le daría una de aquellas latas, otras, le compartiría de su comida, el felino olisqueo la comida, probo un poco y luego salió corriendo de la cocina, seguramente para ir a ocultarse en algún rincón de la casa.

Suspiro mirando el plato lleno de comida que posiblemente desaparecería más tarde, a pesar de que le encantaba su compañía cuando la tenía, continuaba pensando que prefería a los perros por sobre los gatos, siempre había deseado uno cuando era joven, pero su madre era alérgica y ahora que vivía solo, simplemente sentía que no sería un buen dueño para ninguna clase de mascota, continuo con sus pensamientos sobre animales mientras buscaba donde había dejado el botiquín.

Tuvo que subirse a una silla para dar con el, había pasado un tiempo desde la última vez que lo había utilizado, en el baño tan solo guardaba algunos cuantos medicamentos que dudaba le sirvieran de algo para lo que necesitaba hacer; mientras examinaba un par de pinzas no podía evitar pensar en la última vez que las había usado, fue días antes de que Tord decidiera irse, como casi siempre que entraba en su casa a mitad de la noche llego cubierto de heridas por las que no podía hacer preguntas sin importar que tan graves fueran, la última y quizás la única vez que lo había hecho, las cosas terminaron en un discusión que hizo que Tord lo ignorara por meses hasta que simplemente un día volvió a aparecer en su puerta como si nada hubiera sucedido, nunca más volvió a cuestionarlo, solo decidido confiar ciegamente en las palabras de Tord que le aseguro que sus heridas eran parte de su trabajo, un trabajo del que nadie debía enterarse, ni siquiera él, pero que no se trataba de nada ilegal de lo que debiera preocuparse.

Era un idiota, tanto, que seguramente si Tord se presentaba en su puerta en aquellos instantes, actuaría como si nada hubiera sucedido y lo recibiría con los brazos abierto, y con las piernas también, pensó aquello ultimo con cierta amargura y autodesprecio.

Había desinfectado aquellas herramientas la última vez que las había utilizado, pero prefería volver a hacerlo nuevamente, coloco todo dentro de una olla llena de agua y encendió la estufa antes de salir de la cocina, realmente necesitaba un cambio de ropa.

Camino hasta el cuarto de lavado donde comenzó a sacar un par de prendas de la cesta de ropa sucia, no valía la pena usar un cambio de ropa limpia si iba a terminar mojado nuevamente, el cambio fue bastante agradable y algo que su cuerpo realmente agradecía, no se había dado cuenta de cuan helado estaba hasta ahora que se encontraba usando ropa seca, con dificultad trago saliva sintiendo el ardor en su garganta al hacerlo, mientras acariciaba con suavidad su garganta, no podía evitar darse cuenta que no tenía idea si la sirena tenía un nombre, quizás porque al principio ni siquiera sabía si se trataría de una criatura con la que fuera capaz de comunicarse.

Sinceramente, la sirena no era ni de cerca algo remotamente similar a lo que alguna vez había imaginado, no era un ser amable y benevolente, curioso de los seres humanos, de hecho, era claro que parecía despreciarlo y hasta cierto punto, odiarlo, le había dejado claro que podía matarlo, aunque no lo había hecho, se había detenido e incluso le permitió irse pese a que antes le había amenazado con asesinarlo si es que se atrevía a intentar huir (no sabía cómo fue posible que supiera sus intenciones aun antes de que siquiera intentara hacerlo), y luego estaba aquel sonido que le había dejado paralizado, que había hecho que no fuera más que un prisionero de su cuerpo a merced de un depredador, trato de no pensar demasiado en aquello y concentrarse en algo mucho más positivo, como el hecho de que la criatura no lo había matado, quizás fue su culpa que la sirena lo hubiera atacado, se encontraba herida y había despertado en un lugar desconocido, con él toqueteando su cuerpo movido por su curiosidad, tal vez si no hubiera hecho eso, las cosas hubieran sido diferentes.

Una sonrisa se formó en su rostro al recordar la risa de la sirena, fue algo realmente agradable de escuchar, que por un momento le hizo sentir que la sirena había sentido una genuina simpatía por él.

¿Cuánto tiempo había pasado perdido en sus propios pensamientos? La pregunta le saco de su ensoñación haciéndolo volver a la realidad.

Salió deprisa llegando a la cocina solo para encontrar que buena parte del agua ya se había consumido, se llevó una palma a su rostro reprochándose a sí mismo por su descuido, con cuidado comenzó a vaciar el agua en el fregadero con la esperanza de que eso ayudara a que los instrumentos se enfriaran más rápido, mientras esperaba, comenzó a preparar todo aquello que necesitaba, al parecer tenía suficiente de todo y eso era un alivio.

Pronto se encontró al pie de la escalera parado con una bandeja y dudando en subir nuevamente, había dicho que solo tardaría algunos minutos y ya había pasado cerca de una hora, dándose un poco de ánimo así mismo; se acercó con cautela al baño tocando a la puerta antes de entrar y recibiendo una mirada cansa en respuesta, sintió su estómago removerse con desagrado al darse de los aletargados movimientos de la criatura.

—¿Te encuentras bien?

—Eso es una pregunta bastante ridícula considerando que tienes ojos —no recibió ninguna respuesta de regreso y aquel mocoso simplemente permanecía en la puerta sin moverse—. Si vas a quedarte ahí parado sin hacer nada, no me hubieras hecho perder mi tiempo esperando por ti.

No había nada de sutil en aquel reclamo que finalmente fue lo que le hizo acercarse dejando aquella pequeña bandeja que llevaba consigo, todo, bajo la atenta mirada de criatura que observaba sus herramientas con curiosidad, escucho un gruñido furioso que hizo que su corazón saltara en un repentino ataque de pánico cuando tomo una jeringa entre sus manos.

—E-es un poco de anestesia.

—Anestesia —pronuncio con lentitud probando la palabra, su vocabulario se hallaba limitado por su aislamiento, en su mente repitió la palabra hasta que finalmente creyó encontrar su significado por lo que pensó era el origen de la palabra, "insensibilidad", se repitió ahora.

—Es para evitar el dolor —se atrevió a decir mirando el rostro contraído de la sirena, aquella era la misma expresión confusa que había hecho cuando le dijo que tardaría un par de minutos—, adormece el área, tan solo será un pinchazo.

Aquella burda explicación le dejo poco satisfecho, pero si realmente funcionaba de la forma en que lo decía, estaba dispuesto a soportar un poco de molestia, después de todo, no podía ser peor que desgarrar su cuerpo esperando abrir sus heridas lo suficiente para poder buscar con sus garras aquellas piezas de metal.

Permaneció silencioso mirando todo aquel proceso de extracción mientras escuchaba una explicación que realmente no decía mucho, había encontrado divertido soltar uno que otro gruñido tan solo para ver como el niño saltaba y comenzaba a tartamudear disculpas que no necesitaba, era tan nervioso como un pequeño animal asustado por lo que era inevitable que quisiera continuar molestándolo, por lo poco que habían interactuado y con las conclusiones que había logrado sacar con la escasa información que sus olfato le proporcionaba, fácilmente podía darse una idea sobre la vida y personalidad general del niño.

Había logrado percibir que más allá de ellos, solo había otro ser vivo en aquella casa, un animal pequeño que no había logrado identificar y que no pertenecía a aquel lugar, su aroma era familiar, pero en aquellos momentos no podía recordar a que animal pertenecía, a pesar de que podía confirmar con seguridad que en aquellos momentos solo ellos se encontraban en aquel lugar, existía el aroma de otro ser humano en la casa, un aroma viejo y casi desvanecido que se mezclaba con sexo y sangre del que podía considerar en aquellos momentos un intruso, tal vez una pareja o un amante, no podía confirmar nada sin más información.

—Creo que es la última —anuncio casi con orgullo colocando aquel pequeño perdigón de hierro sobre la bandeja junto a los demás que había extraído, no era un experto en armas, ni siquiera podía decir que le agradaran, pero había aprendido un par de cosas de Tord y fácilmente podía identificar aquellas pequeñas esferas como munición de escopeta—. ¿Cómo fue que terminaste así?

—Pescadores —admito sin darle demasiadas vueltas al asunto, aunque realmente no estaba seguro de que lo fueran, sus recuerdos del momento eran demasiado confusos y lo único que tenía en claro era que había matado a sus atacantes.

Quizás fuera por su instinto o porque había aprendió a no hacer demasiadas preguntas ante respuesta con aquel tono resuelto y prácticamente indiferente, lo que fuera que hubiera sucedido, seguramente era algo de lo que no debía saber.

—Dime algo, niño, ¿cómo debería llamarte?

La pregunta le resulto extraña, quizás la sirena tan solo se había equivocado en la forma en que debía plantear la pregunta, sin embargo, de cierta forma no le resultaba tan sorprendente, era obvio que el inglés no era su primer idioma y su marcado acento extranjero era prueba de ello.

—Mi nombre es Jon...

Una mano cubriendo su boca evito que continuara hablando, por un momento el miedo se apodero nuevamente de él, pero esta vez no había ninguna clase de intención por lastimarlo.

—¡Mocoso idiota! —gruño—. ¿Cómo es que nada te ha matado todavía?

Se sentía confuso ante el reclamo y su rostro debió mostrarlo pues la sirena le soltó dándole una mirada crítica y comenzando a hablar con un tono que le hizo sentir como un niño al cual le advierten de sobre el peligro, tras haberse expuesto a él a propósito.

—Jamás debes entregar tu nombre y menos aún con una criatura como yo, ¿tienes idea de la estupidez que estuviste a punto de cometer? No pedí tu nombre, pregunté cómo debía llamarte —la confusión continuaba y no podía evitar sentirse más irritado por ello, era obvio que ese niño no entendía de lo que se encontraba hablando y desconocida si algo como eso debía ser bueno o malo, le sorprendía un poco su estupidez, la última vez que había interactuado con seres humanos le parecieron que eran menos estúpidos, ignorantes, pero no estúpidos—. Podría hacer cosas peores que solo matarte tan solo por tu pequeña idiotez y no soy el único que podría hacerlo —ni siquiera estaba seguro de porque le estaba advirtiendo aquello, quizás solo estaba agradeciéndole el favor de aquella forma o tal vez solo estaba siguiendo su naturaleza egoísta.

—Lo siento, yo no sabía...

—Te disculpas demasiado.

—Yo..., ¿tú tienes alguna forma en cómo debería llamarte?

—No, nada como yo tiene nombre —esa era una verdad parcial, era cierto que nacían sin un nombre y podían permanecer sin uno durante toda su existencia, pero alguna vez alguien le había dado uno, uno que se había decidido asumir como el suyo, pero no era estúpido y revelar algo tan importante y que fácilmente podía condenarlo o hacer que ese mocoso tuviera poder sobre él—. Puedes llamarme como quieras, no es realmente como si importara.

Trago saliva ante aquella propuesta, nunca había esperado algo como aquello y de cierta forma se sentía extraño, como una responsabilidad demasiado grande para él, pero que a su vez le hizo sentir especial.

Se tomo su tiempo pensando en algún nombre apropiado, pero descarto todos y cada uno de aquellos en los que pensó y luego lo recordó, nunca fue bueno es sus clases de idiomas y eran algo que apenas recordaba, pero hubo algo que le hizo esforzarse en ellas, quizás por algo un tanto tonto como un pequeño poema que siempre encontró reconfortante pues solía hacerle revivir la misma emoción que sintió cuando conoció el mar por primera vez y que además quedaba con el acento de la sirena.

—Eduardo —ese era nombre del autor del poema y no podía evitar pensar que se sentía como el apropiado, sin embargo, pudo notar que algo no parecía ir bien con eso—. ¿No te agrada?

Guardo silencio maldiciéndose a sí mismo, tenía que ser una maldita broma, de todas las malditas formas en que pudo haberle llamado y ese mocoso se las había arreglado para elegir su nombre verdadero, no había forma de que cambiara lo que había sucedido tan solo resignarse.

—Estoy bien con eso.

Sonrío ante la respuesta, sintiendo que su preocupación era infundada, sabía que ese encuentro no sería eterno, que cuando todo terminara nunca más volvería a repetirse y era por eso que mientras durara, deseaba ganarse la amistad de la sirena, quizás solo estaba fantaseando sobre eso y era él único que quería algo como eso, pero aun así deseaba intentarlo.

—Supongo que pronto tendrás que volver, seguramente debe haber quiénes de extrañen.

Un bufido divertido resonó a través del baño antes de convertirse en una risa que rayaba entre lo cruel y lo amargo, era completamente diferente a aquella risa suave de la última vez.

—¿Realmente crees que existe algo esperando por mí?

—Debe haber alguien.

—Ha pasado más de un siglo desde la última vez que interactúe con otro ser vivo y más tiempo aun desde que vi a otros de mi especie, ¿qué crees que es exactamente lo que me espera al volver?, ¿una familia feliz, un leal amigo esperando mi regreso o acaso algún amante ansioso? —dijo haciendo énfasis en aquello último.

—Pero... —podía sentir una opresión en su pecho y un nudo en su garganta, se negaba a creer que eso era cierto, sonaba demasiado cruel para ser verdad.

Aquella muestra de empatía le molestaba, aunque también era algo que había esperado, la debilidad era algo que sencillamente repudiaba y ese niño frente a él era todo lo que podía aborrecer, sin embargo, sabía que con el empuje adecuado, serviría para sus propósitos.

—¿Por qué estas tan triste por algo como eso? —pregunto con tanta dulzura como pudo—. No es exactamente como si tu vida fuera lo contrario, estas tan solo, que es incluso más triste, tratando de dar lo mejor solo para que las personas te abandonen, igual que tu pequeño amanten que simplemente te dejó cuando se aburrió de ti —dijo soltando el ardid, había sido cuidadoso seleccionando sus palabras, guiándose por cada pequeño palpitar y expresión para acertar en cada una de ellas y por lo que era capaz de ver, lo había hecho—. ¿Hace cuánto que te desecho?

Eso era cruel. ¿Qué había hecho para que lo tratara de aquella forma? ¿Se había equivocado acaso? ¿Hizo algo que no debía? Él solo trato de ayudar, entonces, ¿por qué estaba siendo tratado de aquella forma?

Tallo sus ojos tratando de borrar sus lágrimas, no era justo, no había hecho nada malo, no quería que la sirena viera cuan realmente le habían afectado sus palabras.

—¿Por qué estás diciendo todo eso?

—¿Por qué? —soltó un siseo malicioso antes de responder—. Porque no puedo mentir y no miento, porque eres tan terriblemente triste que es patético, porque me ayudaste y estoy dispuesto a ofrecerte cumplir cualquier pequeño y egoísta anhelo a cambio de que hagas un trato conmigo, fortuna, amistades, amor, te daré cualquier cosa que desees.

Aquellas palabras resonaron en su mente, ¿realmente estaba frente a una sirena? Podía sentir un miedo completamente diferente al que alguna vez había experimentado en su vida.

—¿Eres un demonio?

—¿Crees que solo puedes hacer tratos con diablos? Tienes tantas cosas que aprender, pero debo de admitir algo, estoy un tanto sorprendido de que nada hubiera ido tras de ti antes, eres un blanco perfecto, solitario, desesperado, si desaparecieras a nadie le importaría.

—Si soy tan insignificante, ¿por qué quieres hacer un trato conmigo?, si eres capaz de hacer tanto, ¿por qué siquiera me necesitarías entonces?

—¿Sabes lo que sucede cuando un ser sin un alma muere? Simplemente desaparecemos de este mundo, no queda nada de nosotros, ni siquiera el recuerdo de que alguna vez existimos, lo único que una sirena deja atrás cuando muere, es un grito, un ruego que intenta ser un último acto de redención, pero que pocas veces será escuchado, los humanos pueden aspirar a algo incluso después de morir, volver, quedarse, incluso otros seres son capaces de hacerlo, pero no algo como yo, ¿tengo que decirte hacía donde va el asunto o puedes pensar en ello por ti mismo?

—¿Quieres mi alma?

—Si y no, si la quisiera, no te habría callado cuando estuviste a punto de cometer el error de darme tu nombre, lo que quiero es simplemente una porción de ella..., considéralo un préstamo, tu alma estará nuevamente completa una vez que termine nuestro trato.

Aquella era una oferta tentadora, demasiado para ser cierta, sin embargo, él realmente no tenía ningún deseo por muy tentador que aquello sonara, tenía un empleo que disfrutaba, un techo sobre su cabeza y aunque era cierto que no había muchas personas a su alrededor no se sentía capaz obligar a que alguien lo amara, incluso si egoístamente deseaba que un día Tord volviera y lo amara de la misma forma que él, no quería que eso sucediera sabiendo que era una relación forzada.

¡Tord!

—¿Podrías curar a alguien?

Podía, sin duda podría hacer algo como eso, sería tan fácil compartir algo de su carne y sangre, pero eso no era algo que estuviera dispuesto a hacerlo y menos aún por un completo desconocido, aunque siempre había otros métodos.

—Solo si estás dispuesto a que tome una vida inocente a cambio, no tiene que ser alguien que conozcas, puedo tomar a cualquier desconocido, tus manos estarían limpias.

Mordió sus labios consternado, no, simplemente no podía aceptar algo como eso.

—No, no hay nada que pueda desear —no se atrevía a mirar el rostro de sirena en aquel momento, aunque podía sentir su mirada iracunda sobre él—. Quizás haya otra forma —murmuro por lo bajo intentando pensar en algo—. Si yo aceptara, ¿cómo se supone que conseguirías un alma?

—De la manera más ridículamente estúpida que podrías imaginar, necesito que alguien esté dispuesto a entregarse a mi voluntariamente, velo como un acto de amor, pero con esta apariencia dudo que logre mucho, se podría decir que mientras nuestro trato se encuentre en pie podría ser humano al menos mientras dure.

—¿Un acto de amor?

—Es una forma de llamarlo, dos partes que estén dispuestas a entregarlo todo —era una cosa arriesgada que fácilmente podría no funcionar, pero valía volver a intentarlo considerando que era la única forma para obtener lo que deseaba.

—Pero, si no hay nada que desee, entonces...

—Solo tendríamos que reformular el trato —sus planes eran dejar aquel lugar y abandonar a ese niño una vez que le diera lo que deseaba, puede que no supiera nada de esta nueva época, pero los seres humanos seguían siendo los mismos, criaturas estúpidas que darían su vida y la de otros por una ridícula piedra brillante o un trozo de metal dorado, no eran, al menos desde su punto de vista, más que ganado, pero por lo visto tendría que cambiar las cosas—. Me quedare a tu lado si es que lo permites y lo deseas, hasta que pienses en algo que quieras y que pueda darte o hasta el fin de un ciclo, lo que ocurra primero.

—¿Cuánto es un ciclo?

—Considerado que nos encontramos a mitad de uno y necesito que se cree un ciclo completo, creo que sería casi un año y medio, poco más, poco menos.

—¿Te quedarías a mi lado?

—Solo si eso deseas.

Él se quedaría, al menos mientras que su trato estuviera en pie, tendría a alguien que aliviara su soledad y que también necesitaba aliviar la suya propia, ambos ganaban con ese acuerdo, no podía negar que estaba harto de estar solo, de no tener a nadie con quien contar, lo necesitaba, por una vez en su vida podía ser realmente egoísta.

—¿Qué tengo que hacer?

Su cuerpo fue empujado contra el piso, ocurrió tan rápido solo se dio cuenta que se encontraba inmovilizado contra el suelo sintiendo como le era más difícil respirar por el aplastante peso de la sirena, tan solo pocos segundos después de que fuera paralizado, en su mente, el aterrador pensamiento de que el ente no bromeaba cuando dijo que podía matarlo antes de que siquiera pudiera levantarse le hizo estremecer, sin embargo su atención se volvió a la sonrisa llena de afilados colmillos y dientes aserrados que ere lucia mucho más peligrosa que antes ahora que se encontraba a tan pocos centímetros de su rostro.

—Solo intenta relajarte y todo terminara pronto.

Sus bocas chocaron, sentía sus labios sangrar cuando aquellos dientes mordieron su labio exigiendo que abriera su boca y así lo hizo, no había nada que pudiera considerar cercanamente agradable de lo que estaba sucediendo, sus labios dolían y sangraban demasiado, no podía respirar y pronto un nuevo sabor invadió su paladar, era dulce y tenía un sabor aún más desagradable a sangre que la suya.

La falta de aire comenzó a hacer que todo a su alrededor comenzara a dar vueltas mientras sentía como el calor escapaba de su cuerpo, tenía tanto frió que ya no era capaz de sentir sus extremidades, el beso continuaba, pero no podía importarle menos simplemente estaba dejando que el otro hiciera lo que quisiera, ni siquiera le importo que mordiera su lengua intentando estimularlo, quizás todo había sido un engaño, tal vez se encontraba muriendo en esos momentos, estaba tan agotado que incluso su mente empezaba a ponerse en blanco, si así era la muerte no resultaba desagradable y eso quiso creer, pero pronto se encontró gritando, dolía, todo se había vuelto tan doloroso en menos de un segundo que ahora se encontraba luchando contra el agarre en sus muñecas que le mantenían en su posición.

Sentía su pecho ser desgarrado y su sangre quemar su interior, quería que alguien escuchara sus gritos y lo salvara de aquella tortura, ¿realmente gritaba?, lo único que podía escuchar era el sonido del mar, todo el sonido se había reducido al sonido de un mar embravecido.

El tiempo dejo de tener sentido, segundos, horas, años, todo se reducía a un limbo de dolor.

El mar calló y todo se volvió silencio.

—Está bien, todo termino.

Suave, la voz era suave y amable, pero se escuchaba tan lejos que le hizo cuestionarse si realmente estaba ahí, todo a su alrededor parecía encontrarse oculto en una espesa niebla y sin embargo fue capaz de distinguir con claridad aquella figura que ahora se retorcía a su lado, gritaba y gruñía, pero el sonido era tan irreal que bien podría estar solo en su cabeza.

Quizás solo estaba soñando, quizás todo fuera una pesadilla.

Todo debía ser un sueño, no había sirena, ni trato, ni dolor, tan solo se encontraba soñando y despertaría en cualquier momento. 

Notas finales:

El poema al que hace referencia es "El mar" de Eduardo Galeano.

"Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
—¡Ayúdame a mirar!"


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