Nadie dijo nada cuando tres pares de zapatos se empezaron a amontonar a la vereda del futón. Además, sus respectivos dueños tampoco podrían explicarlo si se les preguntara, simplemente sucedió, tal y como empezó, ya no existía marcha atrás. Era intoxicante cual veneno, y generó dependencia en los tres hombres, cuya existencia se vio, en parte, resumida al extraño lazo que los unía.
La primera noche quiso gritar a voz viva cuando Zed jaló su trenza oscura y le besó con la boca abierta mientras Shen sostenía sus caderas. Sin embargo, no es como si no hubiera pensado y deseado ya, durante el transcurso de los meses, acabar de éste modo, siendo apretado por las manos del maestro y su más voraz enemigo; Asimismo, en la Orden, Akali fingía no inmutarse centrándose en aquello que los había unido: capturar al Demonio Dorado; por su parte, a Kennen quizá le resultaba hasta divertido, se permitía el lujo de incordiar a Zed valiéndose de bromas pesadas, respondidas con gruñidos e insultos censurados por Shen... Oh. Y de Rhaast, bueno, de Rhaast ni hablemos, la guadaña se había vuelto genuinamente silenciosa, quizá el darkin temía qué pudiera sucederle si se atrevía a volver a poseer al niño. Por otra parte, presenciar sesiones de sexo pernicioso de aquel trío trastornaría a cualquiera, sobretodo porque Kayn de vez en cuando miraba ese ojo rojizo en una esquina de la habitación y sonreía con lujuria animal.
Para el aprendiz aquello era un romance de la pena, porque nadie les querría a excepción de ellos mismos, ergo dispuestos a aceptarse con sus rarezas, decidieron "quererse", y no, querer tampoco era la palabra adecuada para definir aquello. A veces era puramente bestial, se mordían, arañaban, pegaban e incluso asfixiaban, otras, en cambio, era justo al revés. Indescriptible.
Zed equánime a oscuridad y Shen a luz, caras distintas de una misma moneda, el joven apenas sabía que una conexión ardiente por ambos hombres recorría sus venas, y que si le obligasen a elegir, le resultaría imposible poner a uno sobre otro. ¿Qué haría Kayn sin las amarguras de Zed y la terquedad de Shen? ¿Sin las mordidas de su maestro y los castos roces del Ojo?
Todo esto, rondaba su mente adormilada, conforme un par de ojos carmesí, de pupilas dilatadas, le recibían. Si le preguntasen, desde luego, lo que prefería sobre el resto de cosas de esa abstracta unión eran las mañanas. Las mañanas grises ahora eran multicolor, cálidas incluso cuando le dolían los muslos y tenía los labios hinchados; Normalmente Shen lo abrazaría por la espalda, a veces habiendo enredando sus piernas entre sí denoche, y, el maestro Zed, aunque más esporádicamente, también rodearía su cintura entre sus brazos, proporcionándole una candidez única, tal y como esa mañana sucedió. Recordó que, al principio, despertarse de esta forma lo asustaba, parecía que su sueño continuaba y jamás podría despertar, luego unos cuantos besos a lo largo de su espalda desnuda le indicaban que no, que no era una ilusión.
Kayn sonrió zorruno al albino frente a él, el ninja de las sombras aún no había mostrado ninguna expresión en su cicatrizado rostro, pero su estudiante, tomó la alevosía de inclinar su cabeza y robarle un beso a expensas de que el mal humor de Zed no iniciara de buena mañana.
¿Y qué más daría, si le encantaba?
¿Y qué más daría, si se sentía más vivo que nunca?
¿Y qué más daría?