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Falacia ad hominem por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertenecen a Marvel y a sus respectivos autores, mía es la historia.

Notas del capitulo:

Habrá varios emparejamientos con Steve Rogers.

Mención del Omegaverse.

No sigue la línea temporal de la películas.

 

Aferrarse al recuerdo fue lo peor que pudo hacer. Su cordura pendía de las nubes, sus ojos seguían a las estrellas y su corazón se encontraba en una paz efímera donde sólo el contacto de alguien lograba traerlo a la realidad.


El dolor era algo constante, parte de la rutina. Como una jaqueca. Ya no le prestaba atención como en los primeros días, sólo la dejaba estar. A veces, sin darse cuenta, dejaba a sus ojos derramar aquello que nunca permitió soltar. La sensación de ahogo era horrible, pero con el tiempo le permitió asfixiarlo cuanto quisiera.


Su mente juega con sus recuerdos, su pequeña luna bañada en agonía y miseria le grita un amor que decidió bloquear porque parte de su ancla se encontraba en peligro. No se molestó en hablar, en tratar de hacerse entender porque no había palabras existentes que juntas lograran formar una explicación coherente. Se cansó de pensar, de sentir, de intentar.


Por una vez deseo ser el perseguido, al que debían dar explicaciones, al que debían intentar comprender.


No pedía palabras, títulos u objetos, sólo una mirada. Le bastaba una mirada. Un reflejo de aquello que hacía mucho sentía perdido. Estaba cansado. Lloraba, pero ya no sentía nada.


Como último recurso, el rey le regaló una cadena, un collar que le recordara su pasado y al gobernante de su ser. Por un tiempo funcionó, por un tiempo sus manos se aferraron a la pequeña nota musical, pero como todo, dejó de servir. Dejó de cuidarse, de alimentarse y hasta de asearse. ¿Para qué? Su mente siempre perdida en recuerdos, su cuerpo inmóvil. No pudo ser más que un espectador cuando el rey de su asilo le necesito. Con detalle percibió las acciones de todos por ayudarlo, palabras, gestos, acciones, movimientos en la obscuridad.


Sus ojos perdidos en el universo. Sus oídos bloqueados a la realidad.


Recuerda atreverse a dar un paso fuera de la fortaleza, repetirse en regresar algo de lo poco que le han dado sin pedir nada a cambio. La selva de esfumó. Sólo una pequeña parte de una visión del universo cayéndose a sus pies. En sus manos un cachorro de lobo mal herido le observa con anhelo, miedo y amor. Recuerda la agonía al verlo en tal estado. No sabe qué hacer, se ahoga sin la necesidad de estar dentro del líquido. Le acaricia, le habla, más no comprende qué dice porque el dialecto es desconocido.


Un pequeño jadeo y el mundo se rompe. Llora como no lo ha hecho desde su estupidez en tierras frías. No sabe cómo actuar, su cerebro no mecaniza ideas.


Agujeros de colores, ojos de galaxia y en sus brazos ya no hay un lobo sino un pequeño niño de tres años dormido bañado en sangre. Le besa, le abraza y le deja la mitad de su corazón.


–Lo cuidaremos.


No necesita más para despertar dentro de las corrientes del río, se vuelve uno más de la cascada para chocar contra las acusaciones de aquellos chocolates. Nada hacía la superficie, pero algo impide su salida. Sigue luchando, más su pierna sigue siendo tirada a punto de ser arrancada de su cuerpo y, por unos instantes, piensa que aquello sería nada a lo que realmente se merece. Una miseria de pago ante sus acciones. No.


Su iris va hacia lo que le sostiene, sus pulmones sueltan el aire, su corazón tamborilea en sus oídos. El dolor es agudo. Esos ojos, esos bonitos ojos se han manchado de sangre, de fría indiferencia. ¿Por qué duele tanto? Ya no más, grita. No puede con todo, no es un dios, no es un ser perfecto, no es una maldita computadora. El nudo se vuelve más agónico. Nada, vuelca las pocas fuerzas en nadar hacia esos ojos viperinos. Está cerca, pero es sujetado de las caderas para ser arrastrado lejos de ellos. Grita, pide que lo suelten, patalea y le llama.


Irá por él, lo promete, lo jura, pero ya no sabe que sus juramentos han perdido valor desde hace centurias.


Ahora está a la mitad de un campo de guerra, caballos en sangrentados a su alrededor embravecidos por el fulgor de la batalla y sus jinetes. Choque de espadas, gritos del último aliento, aullido de felicidad y un jadeo de traición.


Una chiquilla vestida de negro verdoso le mira sonriente, rota y rendida ante el destino que oculta bajo sus cabellos de noche. Un rey, un mandato, sangre y, nuevamente, traición.


Traición, mi rey, traición es lo que envuelve su vida. La niña es marcada por la sangre. Intenta acercarse, preguntarle porque debe abrazarla, pedirle perdón de rodillas. Y el nudo vuelve a crecer, pero esta vez su ojo se ha tornado carmín, llora espeso, el líquido ya no es salado es hierro.


No comprende. Su mente lucha por ceder, más las cadenas no se romperán. El guardia no deja que se abran. No es el momento, ni el lugar y mucho menos su príncipe está preparado para recibir el conocimiento.


Grita, exige respuestas, el guardia le observa con infinita lástima. No quiere su lastima, quiere respuestas. El guardia le muestra a un príncipe de mirada dulce y sonrisa pícara, a su lado otro más pequeño, sonría débil y ojos curiosos; a su lado otro príncipe, mirada coqueta y sonrisa de lado. Uno más, otra princesa sin rostro y todos al verlos se dejan caer ante su presencia, se arrodillan mostrando respeto. No.


Eso no desea de ellos. No ellos. ¿Quiénes son? Por favor que alguien le explique porque ahora está intentando jalar oxígeno de la selva para vivir.


La luna se alza y el universo se muestra en todo su esplendor. Le aplastan como el corazón agonizante que habita en su pecho. Les observa. Obscuridad y silencio recibe a cambio como respuesta, pero antes de cerrar los párpados alguien camina a su alrededor, lucha por no ceder ante la seducción fálica de paz, más su cuerpo no está de acuerdo en acatar su orden. Poco a poco su cabeza cae a un lado, el individuo se detiene a centímetros de él.


–Es hora de regresar mi señor.


Por primera vez en mucho tiempo, acepta seguir la orden del individuo que sabe, es su confesionario personal, pero no recuerda atarle a su vida.


 


 


Cuando el rey necesita lo que tú le hayas absorbido, sólo te toma, te exprime y vuelves a quedar seco.


William Shakespeare.

Notas finales:

Primera vez que incursiono en el mundo de Marvel, no aseguro pronta actualización, pero llegará a término, sólo paciencia.

Nos vemos en la siguiente entrega.

Yanne. xD

 


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