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Aquí mismo por Pandy

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Notas del capitulo: Este fic de navidad fue para mi dulce princesa chilena, Geion ^^ ~ <3

Aquí mismo

Milo x Camus

One Shot

-¡Por fin lo he terminado!- dijo el peliazul alegre al tiempo que daba de saltos de por la cocina hasta llegar al living, donde el pelirrojo lo miraba de reojo como sino quisiera que el otro se diera cuenta de toda la atención que le ponía. Que el 110% de su atención era siempre para aquel que ahora trastabillaba y caía al suelo, tirando y rompiendo estrepitosamente objetos que se encontraban encima de una mesa.

La sonrisa boba que apareció en su rostro después de medio levantarse, le ablandó el corazón a Camus alías el “Grinch”. El apodo se lo ganaba por que odiaba esa época como odiaba todo lo que tenía que odiar.

Bueno, solo la odiaba por qué eran esos días de fiesta cuando tenía que volver con su familia y dejar de ver a Milo por un par de semanas incluso meses. Pero para Camus, Milo era toda su familia. Aunque no se lo demostraba jamás, afirmó mientras le daba un periodicazo al peliazul en su cabeza.

-¡Eres un malvado Camus!- se quejó el otro haciendo un puchero en sus labios.- ¿por qué no me sobas en lugar de golpearme otra vez?-

-Estás para el manicomio. Si te caíste fue tu problema, no el mío…-

-¡Eres un cruel!- dijo Milo dándose la vuelta y regresándose a la cocina.

El pelirrojo rodó los ojos y se hundió en el sillón donde permanecía sentado. El teléfono comenzó a sonar. Lo levantó casi enseguida pues los timbrazos le zumbaban en la cabeza.

-¿Sí? Ah, hola madre. Sí, ya compré el boleto…aja… ¿Qué?- gritó de pronto enojándose al mismo tiempo.- ¡No! ¡Yo no quería la beca en esa escuela! La odio… ¿no lo entiendes? No, no quiero regresarme para siempre…no, no… ¿qué ya transferiste mis papeles?- tomó un poco de aire.- Luego te hablo, ¿está bien?- azotó el teléfono a un lado mientras los nervios se comenzaban a apoderar de él.

-¿Camus estás bien?- preguntó el peliazul que de un momento a otro se encontraba al lado de su mejor amigo viéndolo con sumo detenimiento.

El pelirrojo no contestaba. ¿Cómo le iba a explicar a Milo que se iba como tantas otras veces pero que ya no regresaría jamás?

Clavó sus zafiros en las gemas del moreno que comenzaba a temblar.

-Milo…me quedaré en Navidad. ¿Quieres cocinar una de tus…cosas para mí?- dijo seriamente, tomando levemente la mano del ruborizado Milo.

-Claro…pero… ¡Me estás asustando! Las demás veces sólo preparas tus maletas y te vas…aunque sea víspera de Navidad nunca te has quedado del todo conmigo y…bueno, yo…quisiera saber…-

-Solo dime… ¿estaremos juntos ese día si o no?- Su claro tono de seriedad hizo que hasta el bromista Milo se pusiera serio.

-Sí.- dijo con firmeza abrazando con cariño al pelirrojo.- Por primera vez en mi vida, siento que no me odias…-

-No te odio.- contestó automáticamente Camus devolviéndole poco a poco el abrazo.- Tienes dos días para preparar lo que sea que vayamos a cenar en Navidad, ¿de acuerdo, Milo?- revolvió los cabellos del moreno y se incorporó lentamente del sillón.- Iré a rentar películas ¿quieres que traiga una en especial?-

A Milo le brillaron los ojitos.

-¡Sí! Podrías rentar Tierra de Osos I y II…-

-Milo…-

-¡Lo sé! La he visto más de diecisiete veces pero ¡Camus!-

-No dije que no…- le sonrió apenas.- ¿Quieres que te traiga algo de comer?-

-¡Papas fritas, chocolate, malteada!-

-Bien…- tomó su abrigó y salió de la casa. Milo era demasiado inocente para percatarse de que todo era en señal de despedida.

Que no lo volvería a ver jamás.

Y que todo lo que hiciera en esos días era para compensar el temor que le provocaba siquiera pensar en declararle al peliazul todos los sentimientos que le evocaba. Y quizás se los diría, pero justo antes de irse para después echarse a correr como un cobarde.

Por qué eso era lo que se consideraba. Un cobarde. Tantos años al lado del moreno y ninguna vez le demostró tanto afecto como ahora.

Ahora que sabía que se iba y para siempre.

Y por dentro, se sentía patético. Obedecer a su madre, a su único apoyo cuando su “madre” verdadera lo abandonó. Sentía que a aquella mujer le debía algo y no debía desobedecerla, a ella le debía que siguiera con vida y continuara sus estudios…

Sentía que no se podía revelar contra ella.

Suspiró fuertemente mientras entraba a la tienda de películas y trataba de ubicar con la vista la sección de “infantiles”.

Dos días después…

-¿Milo?- llamó Camus desde el living a su amigo.- ¿A que horas podremos salir?-

-No molestes Cami, el pavo aún no se hornea. ¿Puedes hacerme un favor?-

-Aja…-

-Recoge la tarta de frutas con la vecina ¿quieres? No me dará tiempo de prepararla…-

El pelirrojo bufó ya estaba cansado de que Milo no le hubiera prestado suficiente atención en todo el día. Pero se lo merecía. Él, en tres años, no le había prestado (al menos, Milo decía eso) mucha atención.

Tocó el timbre de la vecina, una amable viejecita que tenía honores en la preparación de postres. Bueno, al menos no todo iba a saber mal, pensó Camus mientras tomaba la tarta y le daba las gracias a la señora que lo detuvo unos instantes.

-Hijo mío, ¿Qué le regalarás a tu novio? He oído que conversaba con mi hijito esta mañana y parecía muy triste pues tú no habías comprado un regalo…-

-No es mi novio.- se apresuró a contestar el pelirrojo en cuanto la señora dejó de hablar.- Y no tengo ni idea de que regalarle…es más, no se me había pasado por la cabeza. Pero gracias…- se dio la vuelta aprisa, tenía que decirle ahora a Milo cualquier excusa para poder salir y comprar algo.

Y según sabía, su amigo era un poco especial para los regalos.

Entró a su casa y dejó la tarta en la mesa. Cogió su cartera de la mochila y la metió en sus pantalones.

-Milo…se me ha olvidado el vino…eh, regreso más tarde.-

En la cocina, se escuchó como se rompían varios trastos de cristal.

-¿QUÉEEE? ¿Piensas dejarme con todo este alboroto…? No señor, tú te quedas y pedimos el vino por teléfono…-

-¡Milo! No es muy confiable que digamos y…-

-¡Vete!- el peliazul rompió en llanto ocultándose en su altar, la cocina.

Camus suspiró y salió de la casa. A ver si el berrinche se le pasaba para cuando tuvieran que salir.

Por fin lo consiguió; Un bellísimo brazalete de plata con el nombre del moreno grabado atrás. Tenía el regalo ahora compraría el vino y regresaría como si nada. Sonrió de lado, estaba feliz por poder pasar la Navidad al lado de la persona que más quería pero estaba triste…pues sería la única y última vez que lo pasaría con él.

Su celular comenzó a sonar.

-Hola madre…sí, cancelé el boleto de hoy para irme hasta mañana. Es a las 6 a.m., sí, mañana estaré por allá. No, no he empacado nada… ¿mandaste a una mudanza? Entonces está bien…vendrán en una semana, no, no importa. ¿Milo? Ah, lo tomó muy bien…- en este punto, Camus apretaba la ropa entre sus puños.- Si, yo te lo saludo…adiós.-

Colgó y su rostro se oscureció hasta que llegó a casa, donde Milo lo esperaba con una amplia sonrisa. Lucia muy elegante ya sin su mandil de cocina.

-La cena ya está y la bebida también.- le arrebató a Camus el vino y lo aventó sobre un sillón.- Podemos irnos…-

-Como quieras.-

Anduvieron por todas las avenidas principales riendo, tomando fotos y comiendo frituras. Camus hizo muecas cuando el peliazul le rogó por un helado ¡cuando estaban a -1° y la nieve cubría las calles!

Milo sonrió feliz cuando el pelirrojo le acercó el cono con dos buenos tantos de helado de fresa y chocolate.

Regresaron apenas dieron las 10 de la noche. Cenaron, conversaron y rieron con unos amigos de la facultad que los visitaron. Entregaron sus regalos, Milo y Camus decidieron esperar hasta después para abrirlos.

A las 12 todo el mundo se dio un abrazo y se desearon muchas bendiciones. Después, sus amigos se fueron y solo quedaron ellos dos, como ya estaban acostumbrados.

-Pensé que me moriría si comía algo tuyo, Milo…- bromeó Camus que ya tenía un poco de vino en la cabeza.

-Eres un malvado…- le contestó el otro, tirándose al lado de su amigo que al tiempo que Milo caía sobre el sillón, el pelirrojo se levantaba.- ¿A dónde mierda vas, Cami? Aún es temprano y quiero abrir mis regalos…-

-Voy a empacar.- contestó Camus como si nada aunque después se dio cuenta de lo que dijo.

-¿Ya te irás a casa? Uhm… ¿quieres que te ayude a empacar?-

-Adelante. Es que ahora empacaré todo…-

-¿Te quedarás más días?- dijo el peliazul con un halo de tristeza en su mirada. A Camus le rompió el corazón verlo así…no estaba preparado pero tenía que decírselo.

-Milo…esta vez no regresaré…-

-¿Cómo…?- se incorporó del sillón enfrentando con sus hermosos rubíes a Camus.- Explícame bien esto, Camus…-

-Mamá consiguió la beca y la transferencia en la Universidad de Francia. Así que me voy y ya no voy a regresar . Discúlpame por…- una bofetada le cruzó el rostro y perplejo, veía como Milo se desplomaba en el suelo y comenzaba a sollozar.- ¿Milo…?-

-¡No quiero verte Camus! ¿Por qué tuviste que esperar hasta Navidad para decírmelo? No tienes cerebro…- musitó- me arruinaste esta noche, Cami…-

El pelirrojo no supo ni por qué lo hizo, pero se acuclilló enfrente de Milo y tomó con sus manos el rostro del moreno, depositándole un suave beso sobre sus labios.

-Lo hice por que así no me dolerá tanto no tenerte a mi lado…- hizo un intento por incorporarse y subir a su habitación pero Milo lo detuvo y lo abrazó con fuerza.

-¿Me amas?-

-Así es…- dijo el pelirrojo suavizando su mirada.

-Gracias…- Milo devolvió el beso con más intensidad dejándolos a ambos sin respiración por varios minutos.

Después, ambos subieron a empacar la ropa de Camus. Ninguno decía palabra estaban demasiado pensativos sobre lo que tuviera en la cabeza el otro.

-¿Qué pasará con tu cama y esas cosas…?-

-Vendrá una mudanza.-

-Está bien…- Milo tragó saliva y respiro hondo para evitar llorar una vez más. Tomó dos maletas del pelirrojo y salió de la habitación.

Camus usó los minutos que le quedaban en su habitación para derrumbarse y llorar como un pequeño en su cama. Sus sollozos llegaron hasta oídos de Milo que, había tomado la decisión de no verlo incluso aunque se fuera…y cambió de opinión.

Subió lo más rápido que pudo.

-¡Camus!- lo abrazó y el pelirrojo se abrazó de su cuerpo con fuerza durante un largo rato, hasta el punto que las lágrimas de Camus le empaparon un poco la camisa al peliazul que por primera vez, lucía más maduro que el pelirrojo.-Llora todo lo que quieras Camus…no me iré de tu lado…-

El otro solo respondía aferrándose con más fuerza al peliazul.

Milo notó la hora en el reloj de mesa. Por él, que Camus perdiera el vuelo y así no se marchara pero para su desgracia, habían más vuelos…y de todas formas lo abandonaría.

-Camus…vamos al baño, lávate bien esa linda carita por qué son las 5 y en una hora te vas…- mordió su labio después de decir eso. El pelirrojo asintió y se metió en el baño. Milo aprovecho para esperarlo en la puerta.

Como le estaba doliendo en aquel momento el corazón.

Camus bajó desganado, con su última maleta en su mano. Se puso frente a Milo y lo besó tiernamente en los labios, no quería que doliera más todo aquello y fue rápido.

-Camus…yo te amo. Y entiendo que te tengas que ir. Pero yo voy a estar aquí mismo, esperándote…siempre…-

El francés asintió levemente con la cabeza y se iba a retirar cuando una idea le cruzó la mente.

Qué se fuera todo a la mierda ese día, era Navidad y aunque tendría que irse…no sería en esa fecha tan especial. Se dio la vuelta y envolvió entre sus brazos al moreno.

-Camus…yo…-

-Shh…- colocó uno de sus dedos sobre los labios del moreno.- Tenías razón, soy un descerebrado. Me iré luego, no hay prisa. Quiero estar contigo…-

Milo sonrió un poco y devolvió aquel abrazo.

Aunque Camus se fuera, seguía siendo suyo como lo fue todo ese tiempo. Aunque se fuera y dijera que nunca iba a regresar, él seguiría en pie, allí mismo, en esa casa…por si algún día decidiera volver a él.

Allí iba a estar como lo estuvo siempre.


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