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Demente~ por Pandy

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Notas del capitulo: Este fic de Navidad fue un regalo para mi preciosa Bicha, Cynthia <3

DEMENTE

Milo x Camus

One Shot

Estoy sentado aquí, a tu lado. Me recargo un poco en tu costado…y no dices nada. Tu semblante está enojado…tu corazón, dañado.

Lo sé, esta vez ya no me vas a creer.

Lo sé, esta vez te voy a perder.

-Creí haberte dicho que me disgustaban las marcas en tu piel, Milo. Contéstame una cosa: ¿lo haces por enfadarme?-

-No.- contesté con la cabeza agachada, sintiéndome asqueado por mentir. ¡Por supuesto que lo hacía por enojarte! ¡Por que quería un poco de atención! Por eso…solo por eso.- Lo hago por qué se me da la gana. ¿Acaso tú no haces cosas por que se te antoja? No quieras venir a darme cátedras cielo, ya estoy lo suficientemente grande….-

-No, no pienso darte cátedras. Ya no más.- Te quedas en silencio absoluto incluso cuando uno de mis puños va a dar a tu cara.

Y no pienso gritar, no pienso reclamar nada. ¿Me lo merezco? Quién sabe. Pero mañana es Navidad y las cortadas que me hice con el cristal no sanarán en un solo día.

Así que da igual lo que pienses.

Por qué ni siquiera le has puesto atención a mi macabro gesto, ¿verdad? ¿Acaso no viste las letras sangrantes en mi piel?

Por supuesto que no.

Era un “Feliz Navidad” es su más oscura muestra. Me lo escribí en el brazo, como los “Te amo” de San Valentín y el “Feliz Cumpleaños” en tu aniversario número 20.

Y parece que no te acostumbras a mí. A pesar de tener ya 3 años de conocerme. Conocerme a tal grado que te has olvidado de ti mismo. Camus…escuché tu nombre y un ataque de risa me mandó a una sala para inyectarme tranquilizantes.

Tu nombre era muy gracioso y estúpido pero cuando te conocí, eso cambió. Ahora Camus no significaba algo tonto, sino algo especial. Y lo reafirmé cuando tu mano tomo la mía y caminamos a lo largo del pasillo del hospital. Y a pesar de las miradas curiosas, a pesar de los gritos del director, me sacaste a pasear.

Y por primera vez, en 2 años que tenía antes de que tú aparecieras, salí del hospital.

Y vi la vida sin ningún color en especial, solo un vibrante rojo que bañó mi cuarto al momento de regresar.

Flash back

-¡Se cortó las venas dentro de la celda, doctor! ¿Acaso no lo revisaron como es rutina?-

El entrecejo de Camus se arrugó.

-No me diga ud. que se cortó con la imaginación pues lo he revisado y no le encontré nada de gran valor para su actuación. Usted sabe que eso de cortarse es para llamar la atención.- dijo el pelirrojo al director del hospital que lo miraba perplejo.

-Y tú no me vengas a decir Camus, que solo por un día lo conoces. ¿Acaso sabes por qué no sale de aquí?-

El doctor Camus ignoró al otro sujeto e ingresó a la celda de Milo “El Sangrante”. Y lo que vio no lo asombró mucho.

El moreno tirado en el suelo acolchado, sonriéndole de forma encantadora...estirando su brazo cortado, formando en su mano una seña obscena que no llegó a completar por el daño infringido en el área.

Y en la pared…un “Gracias” mal escrito con la propia sangre del peliazul.

Sólo eso le llegó a erizar los vellos ese día.

Fin del flash back

Aún recuerdo tus facciones actuadas al día siguiente y al que venía y al que le seguía. Aún tengo tatuada en mi mente la vez que te arrinconé contra la pared y besé el moretón que traías en tu rostro.

Te hacía lucir tan espléndido y sexy. Y después de eso, te alejaste un poco pero como siempre, como buen doctor que eres, regresaste arrastrándote. Con tus terapias que no sirven, con tus pláticas absurdas, con tus intentos en vano de sanarme.

Flash back

-¿De sanarme? ¿Tratas de sanarme?- dijo el peliazul confundido.- ¿Sanarme de qué?- se levantó estrepitosamente de donde se encontraba, hundiendo sus verdes gemas en lo más profundo del alma del doctor.

-Sanarte…de…eso que tienes.- contestó el pelirrojo tratando de no doblegarse ante su paciente.

-¿Sanarme de mí mismo?- confundido, el peliazul regresó a su lugar y en todo el día no dijo palabra.

Fin del flash back

Sanarme… ¡ya es de mañana! Otra vez, el maldito gallo no ha cantado. ¡Pero qué digo! Será el pavo…pero ya los han matado, en el huerto estaban…yo lo recuerdo a la perfección. Me escapé de un sermón que seguramente me daría la loca de la enfermera inyectándole la misma porquería que me da a mí.

Y durmió como un angelito…y después, fui al huerto y en un corral tenían 4 pavos enormes, aunque pensándolo bien…no sé si eran pavos o marranos, pues estaban igual de gordos. Y lo recuerdo aún más por qué Camus se paseó por allí y le dio de comer a…lo que fueran.

Y ya no debo pensar en estas cosas. Es Navidad, solo lo sé por qué los pavos no están. A menos que sea día de acción de gracias, pero para esa fecha cocinaron verduras. Y eso lo recuerdo por que Camus las regaba todos los días mientras yo lo miraba desde la sala del televisor. Y también lo recuerdo todavía más por que Camus me confesó la adicción que tenía conmigo. Creo que le llamó amor.

-¿Milo?- preguntó Camus desde afuera. Lo sabía, el arrastrado iba a regresar.- Milo, voy a abrir la puerta en dos, uno…- era demasiado tarde. Camus había abierto y me encontró buscando algo en la habitación acolchada que no fuera suave para golpearlo.

-¿Qué quieres?- dije de mala gana, sentándome en el piso.- Aún no cicatrizan. Me dijiste la última vez que por favor no nos viéramos hasta que mis heridas cerraran. –

-Yo no te dije nada. Es más, no dije nada la última vez que nos vimos.-

-Eres un mentiroso, Camus. Me dijiste que…ya no lo recuerdo. Pero fue hace una semana cuando nos vimos, ¿no?-

-Fue ayer, Milo…- dijiste rodando los ojos y acercándote demasiado a mí.- Te voy a preguntar algo, lo mismo de siempre.-

-¡Por qué quiero! ¡Me corto y me hago lo que quiero por qué es mi cuerpo!-

-El cuerpo es un templo sagrado, Milo. Creo que ya lo hemos discutido.-

-No creo en nada sagrado. No me vengas con esas ridiculeces. Y no venías a eso ¿a qué vienes? ¡Ah! Por cierto, “Feliz Navidad Camus”- le dije al tiempo que descubría mi brazo y las costras de sangre que formaban letras, le decían lo mismo.

-¿Con qué te hiciste eso, Milo?- preguntó el muy ingenuo, mientras se acercaba a mí y me tomaba del brazo, lastimándome un poco.

-¡Con el estúpido corazón de caramelo que me regalaste hace unas semanas!-

-Si te pareció tan estúpido…-

-Y patético…-

-Si te pareció tan estúpido y patético… ¿por qué no lo botaste?-

-Servía. Claro que servía-

-¿Aún lo tienes?-

-¿Me lo quitarás?-

-Solo quiero probarlo.-

-No digas disparates...-

-Es en serio Milo, entrégame el caramelo.-

-Es mío.-

-Nadie está hablando de propiedades. Quiero probarlo.-

-No es mi problema.-

-Milo…-

-¿Qué?-

-El caramelo…-

-Hn…- refunfuñé y busque en uno de los cajones del buró de plástico y encontré la mitad con la que me había dañado, aun con un poco de sangre en el caramelo.- Allí lo tienes, pero te advierto que…-

El muy idiota no me dejó terminar la frase. Me arrebató el pedazo con una mano y se descubrió su brazo.

-Feliz Navidad mi amor…- me dijo con una dulce sonrisa, mientras enterraba el caramelo en su brazo, justo al lado de las letras con sangre que formaban una grandiosa “Navidad”. Y la sangre que poco a poquito brotaba me llamó toda la atención del mundo.

Tanto y tanto, que corrí a abrazarlo con fuerza. Le besé los labios sin pudor alguno y lamí con cuidado la sangre que emanaba de su cuerpo. Después lamí sus dedos y las heridas que se había hecho hasta dejarle todo el brazo cubierto de mi saliva, sanándole un poco el dolor que le acontecía.

Me sonrió otra vez, como un tonto. Y yo le devolví la sonrisa.

Quizá él no pudiese salvarme de mí mismo, pero se estaba convirtiendo en algo mío. Algo pura y meramente mío. Era mi mejor regalo de Navidad en mucho tiempo. No. No era mi mejor regalo. Era el único y el mejor.

Y así, es como pasé la Navidad más maravillosa de todas. La Navidad al lado de la persona que descubrí amaba, al lado de él, de Camus.

De mi todo. De eso que me faltaba o que me sobra. Al lado de mi demencia más grande.

Más tarde tuvimos una Navidad normal, con regalos de los compañeros de celda y de algunos doctores. Cantando y bailando como dos locos en el Hall, donde más de uno se río con mi manera brusca de bailar con el mejor doctor del Hospital psiquiátrico. Pero lo mejor vino en la noche, mientras cenábamos y bebíamos vino tinto, ese que tiene un sabor tan parecido a la sangre.


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