Una brevísima explicación de la sociedad de almas antes de los tratados.
Año XXXX – 20.
Cabe decir que la sociedad estaba dividida en clases, una jerarquía poderosa que existió hasta los tiempos en que Rupzel, guardiana de las siete llaves, destruyó aquella burguesía soñadora que existía, dividiéndose por ejércitos de soñadores que pelearían en nombre de la familia. En este ejército era común encontrar, no solo soñadores, también alquimistas, híbridos, personas aladas y por lo menos un hechicero. Esta división de clases duró por lo menos hasta que los primeros Dhryprim, raza luchadora que usaban los burgueses para las peleas clandestinas, iniciaron la formación de la Academia, lugar donde se educarían los Dhryprim para cazar bestias que andaban sueltas por Ensueño y el mundo.
Aun así los soñadores no necesitaron de la dichosa academia, pues tuvieron el castillo principal en la catedral de Ensueño, donde se entrenaban para luchar contra las pesadillas, enemigos principales de los soñadores.
Hay que aclarar que los humanos en ese tiempo eran usados como esclavos, sirvientes, y para tareas del hogar. Aun así algunos grandes Amos (Sangre pesada) los entrenaban en defensas básicas para proteger la casa principal de la familia a la que pertenecían. Con un escudo en su traje y una bandera ondeando en la cima del territorio, los sangre pesada o grandes Amos eran aquellos que cubrían con su manto a los sirvientes, ejércitos y demás accionarios de su familia, después de todo, quien no tuviera un escudo al cual pertenecer o una casa a la cual servir, era, literalmente, comida de bestias.
Capítulo 0: Pertenecer a una familia.
Narra Tian.
¿Qué significaba pertenecer a una familia? En primer lugar es algo que a uno no le toca por nacimiento, pues nuestros padres pueden haber pertenecido a un escudo diferente, y tú, naces solo, en un alberge. No es sino hasta que cumples la mayoría de edad que puedes elegir una familia. Y hay muchas de donde elegir, la cosa está en que te acepten. Porque puede que quieras ser sirviente o pertenecer al ejército de una familia prestigiosa, pero si esta no te acepta, vuelves a ser comida para bestias. Y es algo que yo no quería continuar siendo.
Tuve la gran suerte de tener dieciséis cuando un joven militar perteneciente a la familia Kowals me encontró desprotegido en un albergue que había sido asaltado por pesadillas. Estaba escondido dentro de la nevera, cuando escuche varias pisadas. En eso lo vi, alto y con su uniforme de milicia, su cabello desordenado de color negro y sus ojos ambarinos desentonaban por completo, daba un aura de tranquilidad y amigable, así que no temí a pesar de tener esa mala experiencia. Kin me sacó de aquel lugar y me llevo a vivir a su hogar hasta que cumpliera la mayoría de edad. Él vivía en la capital de Ensueño, Estrella Creciente, y no era de sorprenderse pues ocupaba un alto cargo en la familia a la que pertenecía. Era un hibrido de Sangre Media, y como híbrido que era podía, en situaciones de estrés, hacer aparecer manchas de leopardo por su rostro, su espalda y sus brazos. Me asustaba cuando eso ocurría, pues en el albergue nunca conocí híbridos debido a que a tan corta edad no se sabía aun qué era cada quien.
Aun así yo supe desde siempre que sería algo bastante decepcionante. Y así fue. Antes de cumplir mis dieciocho empecé a tener fiebres frecuentes en los cambios de estaciones, y a sufrir mucho debido a golpes, cosas que en cualquier raza no ocurriría. Era muy débil, y lo único que destacaba de mi era mi albinismo. Kin siempre pensó que sería algún tipo de hechicero o hibrido debido a eso. Pero lo único que soy es un humano. Algo poco común pero que es corriente. Lo más deprimente de ello, es que por ende era Sangre Liviana, así que en lo único que podía trabajar para pertenecer a una familia era o siendo sirviente o esclavo sexual. Obviamente descarté esclavo sexual apenas me lo comunicó Kin (quien tiene gran experiencia en ello, pues su edad no bajaba de los cuarenta a pesar de lucir de veinte), así que me inscribí a varias familias como sirviente (incluyendo a la Kowals y teniendo como referencia a Kin).
Extrañamente la única familia que me llamó fue la Oldaloph, un escudo que tenía renombre entre los Sangre Pesada, y que no era para nada de mi tipo, pues era agresiva y no salía mucho al público, por lo cual pocos conocían algo de ella.
Aun así, y con las advertencias de Kin, acepté y con entusiasmo estaba preparado para dirigirme a la sede principal de los Oldaloph, que tenían su propia mini isla donde vivían hasta los militares. Para llegar allá debía presentar mi documento, además de ir escoltado por uno de los guardias desde donde comenzaba el puente hasta la puerta. Y como si eso no fuera poco, se rumoreaba que cada paso que dabas por ese puente era vigilado por un francotirador en los globos aerostáticos que estaban en el cielo. No me sorprendería que fuera así, pues me sentía inusualmente nervioso e intranquilo en aquella camioneta militar en la que me llevaban a los enormes muros que solo tenían una puerta enorme y encima de esta el escudo de los Oldaloph.
“Las espadas cruzadas significan no te acerques, el león rudeza y las enredaderas con rosas son pureza.”
“¿Por qué pureza?”
“¿Haz conocido a alguna rosa puta?”
“¿Y tú a alguna rosa virgen?”
“Sí, cómo la que estoy viendo”
Me ruborice de solo recordar aquella conversación con Kin sobre el significado del escudo de los Oldaloph. Él me decía que tal vez lo preguntarían, pero Kin a veces hablaba pura mierda. Como aquella vez que me había rogado quedarme con él, que él me protegería, que me daría todo, que no necesitaba una familia. Pero Kin no es alguien muy estable, y no quería depender de él, quería forjar mi propio destino, mi propia vida, a pesar de tener que vivir bajo el mando de algún Sangre Pesada que me haría la vida imposible al enterarse que soy Sangre Liviana. Igual, no creía que llegara a conocer al monarca de los Oldaloph, después de todo yo solo sería un sirviente más.
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Cuando llegue a las instalaciones, no podía creer lo que veía, era como una ciudad cubierta por muros. Había calles, había ríos, había hasta un volcán que seguramente estaba inactivo. Era como una isla tropical, pero claro, también tenía casas regadas por todos lados, y la mansión principal en la que yo iba a trabajar. Después de todo los que vivían por su propia cuenta eran los militares, nosotros, los sirvientes, vivíamos bajo el mando de alguien más, no nos pagaban, no teníamos vacaciones, debíamos vivir para servir a la casa principal.
El guardia me dejo en la entrada de la mansión, y unos sirvientes me llevaron hasta el interior mientras me murmuraban órdenes y me daban el uniforme que tendía que usar. Era blanco, con camisa negra y zapatos negros. Nada del otro mundo, pero extrañamente de mi talla.
—No mires al amo directamente a los ojos.
—No hables si no te lo ha pedido.
—No bajes la cabeza ante él.
—No te sientas intimidado.
¿Pero si me acaban de decir que no le mire a los ojos?
—No respondas a nada más que con un “sí, amo”.
—Ah, pero si te lo pide, responde con claridad, fuerte y claro.
Se contradecían una y otra vez, no estaba entendiendo muy bien, pero tenía educación que me había brindado Kin, así que no podía irme tan mal. Lo peor que pudiera pasar era que me mandaran de nuevo a donde Kin.
—Debes mantener siempre el uniforme blanco y bien arreglado.
— ¿Por qué tengo el uniforme blanco y ustedes negro? —Entre ellos se miraron.
—Órdenes del amo.
¿Qué clase de amo era ese que le decía que debía ir diferente a los otros? ¿Había descubierto que era un Sangre Liviana? No creía que aquel amo era del que tomaba provecho de eso, pero aun así.
Me terminé de cambiar y seguí a los criados hasta el estudio del que a partir de ahora sería mi amo: Akir Oldaloph, cabeza y último integrante de la familia Oldaloph. Su edad era desconocida pero según susurraban los criados, uno de ellos una vez vio el color de su sangre, tan opaca, sin brillo, que parecía tinta. Pero ella asegurada que era su sangre.
Entonces llegamos, estaba temblando completamente, mis dedos se contraían una y otra vez, sudaba, y mi vista estaba borrosa, seguramente preparándome para ser despedido a penas me viera, y es que son pocos los que contratan en su familia a personas como yo, nos prefieren dejar a comida de bestias por débiles.
Abrimos la puerta y entonces lo vi. Fue como ver a un imponente hombre de negocios, con traje y corbata, de ojos azules oscuros y cabello azabache como la misma noche, como -la que suponían- su misma sangre. Me estremecí de solo verlo, y pensé en caer de rodillas en cualquier momento. Después de todo, los Sangre Liviana nos sentimos débiles ante las feromonas de los Sangre Pesada. Nunca había sentido esa sensación, aquella de deber permanecer de pie aunque no puedas sostener tu cuerpo, aquella de querer respirar a pesar de que el aire sea denso como el agua.
Pero lo soporte, porque si pertenecía a esa familia ya no tendría que buscar protección en otra persona, yo mismo podría otorgarme aquella protección. No quería ser débil, nunca más quería volver a ser débil.
“Cuando me vuelvas a ver ya no necesitaré de tu protección. Seré fuerte a pesar de ser un Sangre Liviana. —Kin sonrió”
“Entonces, cuando yo te vuelva a ver, seguiré perdidamente enamorado de ti. —Y me besó”
Entonces vi algo que me sorprendió antes de retirarme de aquella habitación.
Akir Oldaloph había sonreído en su intachable rostro.