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Chocolate y Vainilla por LisShawol

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Notas del capitulo:

Primer capítulo subido en honor a nuestro Dibidibidis Minho por su cumpleaños. 

Espero que les guste! 

Frunció el ceño cuando sus ojos comenzaron a tener dificultad para enfocar bien las letras oscuras, era la cuarta -tal vez quinta- vez que le pasaba, pero no podía detenerse, no cuando le quedaba tan poco para dar término a lo que hacía.

Pestañeó con rapidez y continuó releyendo las páginas finales del escrito, repasando por última vez el que sería el trabajo final de su penúltimo año en la universidad. La idea de dar por finalizado el Word en su laptop lo emocionaba y a la vez lo estresaba, llevaba un buen tiempo investigando el que esperaba fuera un informe perfecto y no quería arruinarlo con una mala redacción o falta de información, por lo que ahora leía de forma crítica cada una de las líneas que había hecho.

 

Sus notas siempre habían sido sobresalientes y no estaba entre sus planes que su última calificación desentonara entre las demás, definitivamente no podía permitirse algo como eso.

El mouse en su mano izquierda arrastró la barra de desplazamiento hasta el pie de página y al ver que el recorrido se detenía miró hasta la cantidad de páginas, esperanzado.
'Acabé', pensó aguantando la respiración, como si un soplido suyo fuera a crear nueva información para leer.
Con el sueño dispersándose de su cuerpo guardó rápidamente el Word en su escritorio, así como tanto quería desde que su tiempo libre había comenzado a reducirse cada vez más. En ese preciso momento Minho podía dar por concluido el semestre y a la vez darle un cercano hola al inicio de su próximo y último año de estudios en medicina veterinaria.
Con los ojos cerrados y una sonrisa bailando en sus labios elevó los brazos en señal de victoria, celebrando abiertamente con su cuerpo para omitir ese grito de triunfo que no podía permitirse dejar salir.


Bueno, no exactamente.


Podía, sí podía, pero no debía, porque había una razón mayor que le prohibía interrumpir la calma en su sala.
Corrección, razones.
Pequeñas y adorables razones que tenían la habitación en completo silencio desde hace una hora o tal vez dos.
Con el archivo guardado en su portátil traspasó de inmediato una copia a su móvil, llevando por precaución otra igual hasta el casi lleno disco duro que descansaba sobre la pila de libros, esos que yacían uno sobre otro a un lado de las arrugadas fotocopias y desordenadas anotaciones en la pequeña mesita frente al televisor. 
Miró alrededor y no pudo evitar chasquear su lengua. 
Su sala era un asco.


Incluso tenía hojas sueltas por el apartamento, todas rodeando la mesa en la que trabajaba, excepto el pequeño espacio lleno con cajas de comida rápida y envoltorios de frituras, probablemente debería abrir las ventanas y dejar que el grasoso aroma de la pizza de esa tarde abandonara el lugar, pero no, porque estaba en los inicios de diciembre y no quería que el hielo de las calles entrara hasta él, no cuando tenía cinco responsabilidades que cuidar.
Miró hacia atrás por instinto y sonrió al ver a Vainilla con sus bebés acurrucados a un lado de ella, todos amontonados y revueltos, tanto que le era imposible adivinar dónde comenzaba uno de los hijos de su gata y dónde terminaba otro. 
Se levantó con cuidado y fue caminando en silencio hasta el dormitorio en busca de su billetera, no era necesario mirar en la despensa de su cocina para saber que solo quedaba una bolsa de ramen, lo sabía porque esa había sido la razón por la que había pedido pizza a domicilio esa tarde, necesitaba mínimo tres paquetes de fideos instantáneos para quedar satisfecho y debido a la finalización del informe estaba seguro de querer algo de pizza y cerveza para celebrar.

Miró el interior de su billetera y conforme a la cantidad de billetes que había en ella la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón.
 
Refunfuñó bajo cuando una brisa helada estacó cada parte de su cuerpo, maldiciendo por no haber tomado un abrigo concorde a la fecha antes de salir en jeans y polerón, lo peor era que sus hombros pesaban y estaba casi seguro de que con el frío sus músculos sufrirían el doble. Aceleró el paso y sorbió su nariz con molestia cuando divisó el letrero luminoso del supermercado que -beneficiosamente- estaba situado a un par de cuadras de donde vivía.
Pasó sobre el piso con sensor y entró rápidamente ante las puertas que se abrían solas.
Divisó como el guardia daba pasos lentos hacia donde se encontraba y paró de inmediato su caminar, mirando fijamente al pequeño y obeso hombre que lo miraba como si quisiera decirle algo y a la vez no.


¿Era porque vestía de negro? 


Cruzó sus brazos de inmediato dejando a la vista una pose amenazadora sin siquiera intentarlo, frunciendo su ceño simplemente por inercia y dejando sus labios en línea recta. El fofo hombrecillo solo lo miró con una sonrisa apenada y dio media vuelta, sacándole una sonrisa socarrona.
Si el guardia había querido decirle algo había fracasado irreversiblemente a causa de su aura intimidante, haciéndole gracia porque sabía que su natural hostilidad solía causar eso en las personas.
 
Sí, ese era Choi Minho.


Estaba próximo a ser veterinario, desde que era niño había salvado a un montón de animales callejeros y les había conseguido un hogar, tenía una gata llamada Vainilla y cinco pequeños gatitos de los cuales sabía que debía dar en adopción pero ni siquiera había creado un aviso para regalarlos, excusándose con que los hijos de Vainilla eran demasiado adorables y él demasiado egoísta como para querer que se fueran con alguien más, no cuando sabía que era difícil encontrar a alguien que los mimara tanto como él lo hacía.
Todo el amor que Minho podía dar iba únicamente dirigido hacia los animales, las personas no solían importarle más que una roca y tenía la manía de mostrarse como un hijo de puta a primera impresión. 
Y a segunda, tercera y a veces hasta a la cuarta. 
 
Tomó la bolsa de ramen picante y la dejó caer sobre el canasto, tirando tres más sobre ella.
Salió del pasillo de la pasta y pasó al siguiente, el de los dulces, llenando el canasto de rueditas con gomitas en forma de delfín, masticables frutales y un tarro de nutella, entrecerró los ojos cuando visualizó las oreo, tomando ocho paquetes de inmediato mientras recordaba que la próxima semana tendría que comprar más para que su hermana hiciera el pastel helado de oreo que él tanto amaba, solo esperaba que su madre le diera una lista para hacer las compras navideñas adecuadas o él llevaría cosas innecesarias para una cena y completamente aceptables para su vida de universitario descuidado.
Esquivó los demás pasillos hasta llegar al del final, pasando bajo el letrero con el número 12 justo arriba de un Comida para mascotas.
Era imposible para él no llevar sobrecitos cada vez que iba al supermercado, no importaba si fuese allí por un pedido grande o una simple gaseosa, los sobres de alimento para gatos eran infaltables en su compra, mayor aún desde que los cinco pequeños felinos habían comenzado a intrusear en el plato de comida de Vainilla cuando él le daba uno de esos. 


Sacó seis de salmón, dos de pollo y dos de carne, sonriendo divertido al notar que incluso sabía cada uno de los gustos de sus mascotas.
Borró la sonrisa en un parpadeo cuando notó que una señora de mediana edad lo veía fijamente, dejó pasar unos segundos devolviéndole la mirada y luego volteó con la mente fija en conseguir algo de leche y yogurt. Era normal para él que señoras o niños se le acercaran para pedirle bajar algún producto, sus brazos podían alcanzar fácilmente los estantes más altos y siendo sincero no le molestaba en ayudar a alguien con algo tan sencillo como eso, pero la mujer no parecía necesitar de su ayuda y eso era una señal suficiente como para que él se retirara.
Resopló hastiado cuando dos personas más se le quedaron mirando de la misma manera cuando dejó en el canasto unas cuantas cervezas camino hacia los lácteos.
¿Se trataba de sus ojeras acaso?


Tomó una caja de leche chocolatada y la elevó para revisarle la fecha.
Asintió levemente con la cabeza mientras que a su lado alguien tomaba una de las mismas pero en amarillo, de banana.
Dejó la caja marrón en el canasto y decidió a tomar otra, parando la trayectoria de su mano cuando la persona a su lado dejó salir una pequeña y cantarina risita.


Subió la vista con un ya fruncido ceño.


No sabía si eran sus putas ojeras o si su cabello se había vuelto rosa de felicidad al terminar su último trabajo para la universidad, pero definitivamente tenía algo que estaba llamando la atención de las personas lo suficiente como para que se le quedaran viendo más de lo que deberían, y eso no le gustaba, le daba la sensación de que se estaban burlando de él.
Encontró la mirada divertida de un chico pálido con cabello claro y abultados labios estirados en una sonrisa, estuvo a punto de abrir la boca cuando el hombrecito dejó en el aire una suave voz melodiosa.

- Disculpa -el chico habló ladeando la cabeza, estancándole la oportunidad de ser grosero y preguntar qué le veía tanto-. No creo que lo sepas pero… –dejó la frase hasta la mitad y parándose en puntitas el chico subió sus manos hasta la capucha de su poleron, rebuscando con suavidad dentro de ella para sacar algo que a primera vista creyó imposible- tienes un gatito.
Sintió la boca seca cuando el joven acurrucó contra su pecho a un pequeño cuerpo felpudo de pelaje blanco con una manchita naranja en la punta de su cola.
Mierda.
¿Cómo no iba a recibir miradas con tanta insistencia si tenía a uno de los hijos de Vainilla paseando por el supermercado?


Miró con atención como el chico acariciaba la espalda del pequeño animal con su dedo índice, sacándole una pequeña sonrisa al ver lo tierno que resultaba el extraño junto al muy despierto gatito que buscaba trepar por su chaqueta para terminar acurrucándose contra el níveo cuello.
- De no ser por tu aspecto creería que eres santa y trajiste mi regalo por adelantado –comentó el muchacho que, ahora que lo veía detenidamente, le hacía pensar en lo lindo que era-.
- Es uno de los hijos de Vainilla, mi gata.
El chico sonrió y quitó la mirada del animal para mirarlo hacia arriba con una sonrisa que él podía clasificar como bastante adorable.
- ¿Y él? –Indicó con un dedo hacia su cuello-. ¿Cómo se llama?
- Cremita –respondió, sintiéndose levemente avergonzado por los empalagosos nombres que les tenía a los mininos. Los ojos del chico se achicaron un poco más y ahora parecían brillar-.
- Me gusta Cremita, suena bonito.
Y resultaba ser la primera persona que no se burlaba de su talento para nombrar gatos.
- Gracias por decírmelo, creí que tenía algo en el rostro porque todos me miraban pero nadie me hablaba para decirme qué pasaba.
- Sí, bueno, eres demasiado alto como para no pensar en que podrías aplastar a alguien si te lo propones.
Lanzó una corta carcajada al aire por las palabras del muchacho, borrando todo rastro de seriedad en su rostro por una expresión mucho más relajada.
Observó en silencio como el pequeño y adorable hombre sonreía feliz al tener a Cremita con una de sus patitas sobre su barbilla para lamerle la nariz como si se tratara de su cuenco de leche tibia, inevitablemente recordó las primeras palabras que el joven le había dicho hace unos instantes.
- ¿Por qué dijiste que creías que Cremita podía ser tu regalo de navidad? –Preguntó curioso-.
- Oh –el chico hizo una rápida mueca antes de mirarlo, volviendo a dejar sobre su pecho al felino que inmediatamente subió hasta su cuello otra vez-. Mi gato se fue de casa hace un tiempo, no solía pasar afuera más de una noche o un día completo, tuve la esperanza de que regresara incluso cuando pasó una semana pero ya ha pasado un mes y no creo que vuelva. Así que esta navidad quiero que santa me dé un gato.
El chico sonrió tranquilamente mientras él lo escaneaba.


¿Sería esa su oportunidad para redimirse con el mundo y hacer un buen acto por alguien? 

El chico de cabellera cuan dulce miel y ojos expresivos no lucía asqueado por las lamidas de Cremita, incluso no lo apartó cuando el minino dejo su patita cerca de sus labios y lo dejó acurrucarse contra él sin preguntarle si estaba vacunado o desparasitado, ¿debería decirle que él tenía un par de gatos que podrían interesarle?


No quería lejos de él a ninguno de los hijos de Vainilla, pero también sabía que no podía tener seis gatos en su departamento, porque aunque era lo suficientemente espacioso y podía mantenerlos sin problema no era correcto quedarse con todos ellos, porque ¿qué pasaría cuando las dos hembras pequeñas fueran adultas y quedaran preñadas?

¿Lo sabía?
Sí. 


Probablemente también dejaría las crías con él, y aunque no le gustara usar ese tipo de raciocinio sabía que debía dejarlos marchar con alguien que les diera amor y mimos, así que ¿Debería hacerse cargo del deseo del chico para esa navidad y decirle que él tenía gatitos para regalar? Porque sabía muy bien que ese gordo señor de barba larga y vestimenta roja no daba regalos por más bien que te portaras y no importaba cuántas cartas le enviaras él no conseguirá lo que quieres, lo sabía desde que tenía 7 y el desgraciado no le había llevado ese león que tanto quería, sonaba ridículo, pero él realmente quería ese león, el mismo que aún no tenía porque era peligroso.
Así que allí estaba él, frente al dulce chico, abriendo la boca para mencionarle sobre los hijos de Vainilla sin saber si lo hacía como un acto de bondad y agradecimiento por sacar a Cremita de su capucha o simplemente porque el hombrecito era demasiado lindo como para ocultarle esa información.
- ¿Me das tu número?
- Claro –el chico asintió mientras él sacaba el móvil del bolsillo delantero de su pantalón-. ¿Pero para qué?
Minho sonrió, ¿el chiquillo iba a darle su número sin saber aún para qué lo quería?
- Seré tu santa esta navidad –respondió, dejando al joven con una expresión entusiasmada, divertida y a la vez con ojos confusos-. Vainilla tiene cinco cachorros, todos del mismo tamaño de Cremita, si quieres uno puedes darme tu número para acordar en que los vayas a ver a mi departamento y tener uno de ellos –se encogió de hombros-.
La abierta boca del hombre dejaba ver los rellenos y rosados labios en un círculo, con la mirada brillante y una rápida sonrisa gigante que le hizo creer que se pondría a saltar ahí mismo frente a él.
- ¡¿Hablas en serio?! ¿Realmente me darás uno?
- Solo si quieres.
- ¡Claro que quiero!
Él asintió, mirando divertido al peli claro que tal como predijo dio un par de saltitos, sacudiendo de arriba a abajo su flequillo.
- El que más te guste –extendió su móvil hacia el más bajito y no perdió oportunidad de observarlo cuando marcaba el número en su celular, esperando que su ojo no fallara y realmente sea un buen dueño para cualquiera de los gatitos que se llevara-.
- ¿Sí llamarás?
- Lo haré –le aseguró, viendo mentalmente qué tiempo sería el indicado para hacerlo, porque debía ser luego de que terminara sus últimas visitas a la universidad y antes de que su familia fuera a celebrar navidad a su departamento-. Tengo un par de cosas que hacer estos días pero tendrás mi llamada dentro de una semana o semana y media más.
Comprensión y felicidad se estampó en la cara contraria a la suya, una que era pálida y parecía ser suave, tal como probablemente lo era toda su piel, no por nada el suertudo de Cremita se había acurrucado contra ella.
- Soy Taemin –dijo el más bajo extendiéndole la mano, haciéndole comprobar lo suave que era cuando la tomó-.
- Y yo Minho.
- Debo llegar pronto a casa, terminaré mis compras –anunció el chico, despegando casi con tristeza al minino de su cuerpo, mirando con ternura el pequeño cuerpo dormido antes de entregárselo con cuidado-. Gracias por hablarme sobre los gatitos.
- Y a ti por decirme sobre Cremita, pudo haber saltado de mi gorro en la calle y no me hubiera dado cuenta hasta llegar a mi departamento.
Porque el peso sobre sus hombros que creyó ser estrés era en realidad el peso del gatito que usaba su capucha como hamaca, y no hubiera podido vivir en paz consigo mismo si perdía al pequeño hijo de Vainilla.
- En realidad no creo que hubiera saltado –dijo Taemin con una sonrisita y una rápida mirada del felino hacia él-. Sacaba su cabeza por la capucha para ver hacia afuera pero estaba tranquilo, no creo que hubiera salido de ella.
Una vez más se quedó con la boca abierta, porque el pequeño ser peludo no era exactamente tranquilo, probablemente estaba recién despertando cuando sacó su cabeza ante la mirada de todos, claro, excepto la suya.
- Gracias otra vez –atinó a decir-. Te llamaré dentro de una semana, si tienes planes puedes cancelar para ese día y ponernos de acuerdo para alguno de los días siguientes.
Taemin asintió posicionándose frente al carro de metal. Él lo imitó tomando el largo mango del canasto a ruedas, dando una rápida mirada a lo que llevaba el chico, tenía un montón de sobres de crema pastelera, leche batida, tarros de dulce blanco y cosas que no alcanzó a ver con la rápida mirada que había lanzado hacia las cosas.
- Hasta pronto, Minho –dijo el chico, haciendo avanzar el carrito-. Buenas noches.
- Buenas noches, Taemin –respondió educado-.
 
Bajó la mirada hacia Cremita que dormía acurrucado en su brazo derecho, debería darle una reprimenda dejando hasta la mitad el sobrecito de salmón que le había comprado para la cena, pero no podía, no cuando un pequeño hipo atacó al esponjoso animal mientras dormía, provocando que se acurrucara más cerca de él.
Era un maldito débil cuando se trataba de gatos. 
 
Suspiró y comenzó a caminar.
Aún le quedaba conseguir la pizza para su cena y un mantel pequeño para envolver a Cremita, pensaba enrollarlo en la tela y apegarlo a su pecho sobre el polerón para darle calor. Aun no creía que el gatito no se hubiera movido por el frío que hacía afuera, pero sí agradecía a Taemin por avisarle sobre el animal. Le llamaría dentro de una semana, eso era seguro, pero mientras tanto durante esos días dedicaría su tiempo exclusivamente a mimar y disfrutar a los cinco pequeños felinos, sacándoles incluso más fotos para el recuerdo pese a que ya tenía su portátil casi lleno de imágenes de los seis animalitos. 
Solo esperaba ser lo suficientemente maduro como para aceptar regalar a uno de los mininos y darle uno de los hijos de Vainilla al bello y pequeño chico.
Con las bolsas en una mano y el cuerpo de Cremita siendo sujeto por la otra salió del supermercado, gruñéndole al guardia cuando miró el bulto en su pecho con una sonrisa, el hombre ni siquiera le había dicho que tenía un gato en la capucha, ¿por qué mierda le sonreía si no había sido él quien lo había salvado de caer?
Maldijo una vez más al invierno cuando sintió el frío en su cuello, recordando con gracia lo divertido que se veía Taemin con el largo y abultado abrigo.
 
El chico le había alegrado la noche, eso no podía negarlo.
 

Notas finales:

Primer capítulo de Chocolate y Vainilla, en este capítulo se muestra de forma clara como es la personalidad de cada uno, al menos yo amo a un Minho idiota siendo derretido por un encantador y dulce Taemin, si les gusta eso entonces deben leer esto.

Pensaba en hacer del fic 3 o 4 capítulos, no sé si se alargara un poco más (ya que es proyecto navideño) o si agregaré Lemon en él, todo dependerá de sus reviews porque claramente necesito sus opiniones para continuar la historia o no.

En cuanto a OFDDTA habrá otro capítulo, quizás dos más, no lo sé, pero primero terminaré este especial navideño.

Gracias por leer! Espero su apoyo en esta historia <3


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