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12 BESOS DE NAVIDAD por Mariposa23

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Notas del fanfic:

Mariposa: No sabemos, exactamente porque, pero decidimos empezar con esta pareja. Esperamos q les guste. Este fic está dedicado a todas las personas q nos dejaron, su productivos y lindos comentarios, sobre este anime y esta pareja. Gracias.
23-adujuto. Queremos dar una ENORME disculpa a todos. Por no poder publicar más fics y publicar este con un día de retraso, ni continuaciones pendientes (hay problemas técnicos aquí) pero publicaremos todo. A más tardar para fin de semana. Espero lo entiendan. Y si, juramos presentar nuestro, mínimo o más de 8 fics. Para el fin de semana. POR FAVOR. Gracias por su compresión. Espérennos…

Notas del capitulo: Día Nº 1-On fire _ Beso romántico (SebasCiel)
Mariposa: Gracias a todos aquellos q alguna vez, se dieron el tiempo de comentar mis fics sobre esta increíble serie, esperamos así representarlo también. En nuestra propia idea de navidad para este shipp.
Ciel decide q no habr navidad.
Su orden es imperativa y retumba por toda la casa.
Se excusa en un montn de cosas, cuando parte de su personal, tiene el descaro de confrontarlo a modo de reproche; alega q de no ser una orden directa por su majestad la reina. …l no tiene por q sentirse aludido en fiestas tan banales, y triviales. Asegura no tener ganas de prestar su “hogar” para festividades sin sentido q ningn provecho podran darle.
Cuando entre tanto barrullo de voces agudas, siente q se precipita, (otra) jaqueca. Le ordena a Sebastan, desganado y francamente aptico. Hacerse cargo de los por menores q representan sus empleados no conformes con la falta de navidad.
Sebastan est algo ms extrao este tiempo. Esta ansioso por asumir el control sobre el resto de los empleados. Esta parando con ganas, dar una orden. Rotunda.
Sin embargo como buen mayordomo, Sebastan saba de lo crucial a la hora de ser apropiado. Y lo necesario q era mostrarle a todo Londres, q Bocchan no era ningn antisocial desubicado.
Pese a ello, su orden. Le regocijaba en extremo. Porque no faltaba con ninguno. Ni con su deber como mayordomo. Ni con su apetito como demonio.
Asique por eso ordeno a todos los empleados restantes retirarse a la otra casa q tenan en el centro de Londres. All tendran q organizar su navidad, y de paso, lucir elegancia y perfeccin, cosas q deban fluir con naturalidad del apellido Phantomhive. Dejo por supuesto todo en manos del experimentado Tanaka-san, y acord muy discretamente con el ex mayordomo. Sazonar la celebracin de la navidad en el centro de Londres, contando con la distinguida presencia de Lady Elizabeth. Quien s, iba a ser parte de la familia de Ciel. Deba por lo menos cumplir con la funcin de “adorno”. Un lindo decorado, uno ms de los tesoros tras las espaldas de un pequeo nio, ultimo heredero del “perro de la reina”.
Y por su parte, mayordomo y amo. Se quedaran solos en la mansin q tenan a las afueras de la ciudad.
Sebastan as todo aquello adrede. Porque desde hace meses q Ciel tena otro pigmento, en el sabor de su alma. Las almas en si eran no eran muy volubles. Pocas cosas las asan mutar. Pero al parecer lo q Bocchan tena. Era lo suficientemente fuerte como para darle otro matiz, al alma q Sebastan ya se conoca de memoria.
La primera vez q lo reconoci. Pens q todo haba acabado. Que dejara a Ciel o q lo matara de inmediato. Pero no paso. El olor cambiante en su alma. No le produjo descontento o asqueo. No medro sus ganas. Todo lo contrario, de tener un corazn latente, lo habra infartado la curiosidad.
Era un olor peculiarmente afiebrado, y dulzn. Un olor limpio y empachoso.
Olor a locura.
Ciel se est volviendo loco.
Perda el juicio de apoco. Y Sebastan luego lo confirmo cuando el pequeo amo. Pareca ver. Humo en todas partes. Y senta ms calor de lo usual o de lo coherente, relacionado a la realidad.
Ciel crea constantemente q la casa se quemaba. Senta el humo ahogando en sus pulmones. Y ms de una vez, regao a Sebastan por ser tan incompetente de no poder apagar el fuego y disipar el humo.
Ese humo y fuego imaginarios…
Viejos recuerdos de traumas reales.
Heridas q no se van a ningn lado, y q solo pulen el alma del ser q las sufri, Sebastin sabia q era necesario, todo ese dolor en la vida de Ciel. Ya no solo para moldearlo con un alma y darle un regusto sin igual; ms bien prioritariamente, por q de no ser as; entonces Ciel jams le habra invocado. Jams se hubieran conocido, Ciel no sera suyo…
Asique, Sebastan no dijo nada q su amo no le ordenara decir. No le llevo la contraria. Sebastan no discuti, no le informo, no le curo.
Y no se apart de su lado.
Senta curiosidad por la locura de Ciel. Porque no pareca ser la tpica demencia.
…l cmo demonio, era experto en todos los males q aquejaban al humano. Sobre todo en los tan suculentos, como lo era la locura.
Savia q tipos de demencia haba. Y conociendo tan bien a Ciel como lo conoca, tendra q haber hallado el detonante de dicha enfermedad.
Pero lo cierto es q Sebastin no encontraba, el punto de partida.
Considerando lo q Ciel ha vivido. Si todo aquello le hubiera dejado como un discapacitado mental. Lo habra hecho hace mucho. Y no recin ahora.
No. Esta locura era nueva. Esta locura, estaba relacionada a algo ms. Y Sebastan quera saber a q, exactamente.
Por eso aprovechando de la tajante decisin de su amo, y considerando q haba relegado a trabajos de mayordomo, varias decisiones importantes. Decidi, volver este mes. El mes del estudio a la enfermedad de Ciel. Razn por la q necesitaba estar a su mxima capacidad. Desenvolvindose libremente sobre su amo, en aquel tan inusual pero bien preciado tiempo a solas. Sin ojos curiosos de empleados q no saben nada, pero sospechan.
Tiempo para ver ms de cerca, q era eso q le fascinaba de un simple humano. Tiempo para encandilarse an ms, de Ciel…
El amo tardo unos das en darse cuenta q estaba solo con su mayordomo.
Sebastin le notifico sobre su decisin de mandar lejos al resto de los habitantes de la enorme casa. Por la cual fue regao, por Ciel alegando dejarlo sin sirvientes.
La nica reaccin de Sebastin, fue acortar la distancia entre ambos. Mucho. Hasta poder respirarle sobre la pequea y plida cara del nio. Aire innecesariamente respirado, y fresco. Con olor a menta y brisa matutina.
Solo en esa posicin.
Intimidante, atrevida. Caracterstica. Y extraamente, esperada, por parte de Ciel
Aseguro con una voz demasiado armoniosa y tentativa q.
“Bocchan no necesitaba a nadie ms q a l.”
Era una afirmacin definitiva. Dicha con tanta seriedad, casi afilada y punzante, como si una enorme compresa de aspas, les obligara a ambos. A uno a decirlo, al otro a escucharlo.
Ciel no supo identificar bien, los pensamientos en su cabeza. ltimamente se senta adormecido, despersonalizado de su propio cuerpo. Como ausente aun estado despierto. Senta calor, un aberrante calor q lo derreta por completo, y senta todo a tanta velocidad, q ya no estaba seguro de q senta y q no. Todo era fuerte y confuso. Todo era disparatado de repente. Como por ejemplo, la usencia de reaccin ante tal atrevimiento.
Sus delicadas, blancas y heladas manos. Debieron abofetear con fuerza y con ganas, a Sebastan por tantos descaros, q no le alcanzaran dedos para contarlos. Sebastan estaba tan atrevido ltimamente.
Pero Ciel, no hiso nada, no lo abofeteo, no lo detuvo, ni siquiera le dio una orden.
Ni se alej de l.
Entre todo ello. Las actitudes malcriadas de Sebastan siguieron por unas semanas. Demasiada confianza, demasiada cercana. Casi coquetera?
Ciel se senta extrao de repente, algo inseguro, algo ms sonrojado, algo ms confundido.
Y si antes todo era muy superpuesto y deforme. Ahora nada tiene sentido en el cotidiano vivir de Ciel. Siente q se vuelve loco. Pero por alguna razn no le interesa. Y a Sebastan tampoco. Asique aquello le hace dudar, sobre si realmente est loco, o solo imagina cosas.
Puede q sea la abstinencia de misterio y violencia en su vida; van aproximadamente 3 meses y 2 semanas desde q no recibe una carta de la reina. Y jura por algn dios profano q si no le envan un caso. …l mismo saldr a buscar uno. Que muertes raras, por esta poca, sobre abundan en las calles heladas de Londres.
Ah pero eso no ha impedido, q manos enguantas demoren sobre su piel, cuando lo viste cada maana. Eso ni le detuvo cuando descaradamente Sebastan deja su rostro a unos centmetros de distancia del suyo propio. Ni finas narices q se hunden en sus cabellos y descaradamente le huelen.
Ah el loco no es l, sino Sebastan. No sabe lo q pretende exactamente, pero Ciel. Hace mucho q ya no es tan inocente. Sabe leer esos movimientos, y sabe tambin asa donde se dirigen esas seales. Pero lo q no entiende bien. Es, Qu hace Sebastan, precisamente enviando esa clase de mensajes?, eh ah lo bizarro y aberrante. Eh ah tambin la quietud incauta de Ciel, q por curiosidad sobre lo q hace o deja de hacer Sebastan, le consiente esos avances…
Poco o nada deja de importar todas esas cosas raras q pasan en la mansin, justo cuando l y su mayordomo estn solos.
Hay cosas ms importantes ofuscando la mente de Ciel.
Por ejemplo aquella sombra q le prosigue incansable, y q llego a ponerle paranoico. Hasta q casi triste y casi divertido, descubri q esa “incisiva compaera” no era otra q, su propia sombra.
Ciel reconoce q tena q estar muy mal si empieza a perseguir a su propia sombra.
Posteriormente, contina viendo flamas. Rojas y ardientes. De bordes amarillentos y con tonos naranja al centro y esquinas azuladas. Puras flamas del diablo q sellaron el inicio del verdadero destino de Ciel Phantomhive, y todo lo q le tocara vivir, considerando su descendencia.
Ciel huele el humo. Y siente nauseas.
Por ende deja de comer. Y ya ni los pasteles le apetecen. Ha perdido el apetito y dos quilos. Y tiene fiebres q le hacen delirara con bocas. De labios delgados y perfectos, con pequeos caninos crecidos, son bocas abiertas dispuestas a comerlo. De maneras diferentes, de maneras dolorosas o placenteras. De cualquier manera. Ciel delira con ser “la cena” de alguien con esos labios.
No hay otros sntomas aparte de la inanicin q mantiene repentinamente hace solo 5 das.
Y las fiebres constantes, con los delirios de bocas abiertas q le esperan.
Ahora en los ltimos 3 das. Ciel tiene por misin imposible el dormir. Hace 2 das q no duerme y siente q este es recin el principio de su insomnio.
En esas largas horas de noche o de da en el cual Ciel no all reposo. Continua viendo llamas, llamas y fuego por todas partes, aun q cuando lo toca y se hunde en el sofocante elemento, no se daa, no le quema. Prueba de q no es real.
Aun con el fuego imaginario de Ciel, la mansin luce opaca comparado a lo q se espera de esa pocas. Aparte q no hay demasiadas luces, ya q hay solo un sirviente q se mueve muy bien en la oscuridad, los sitios de la mansin por lo q no circula Ciel regular mente, permanecen apagados, inertes, como dormidos, esperando algn cambio diferente. En el abrazador silencio, la soledad oscura.
Y es en la cuarta noche de insomnio. Cuando un Ciel aburrido sin conseguir dormir. Dudoso y confuso en su mente. Rememora solo dos cosas. Las llamas ardientes q borraron para siempre su vida. Y las fras y sobrenaturales llamas, de los ojos de l. De su mayordomo. Aquella propiedad adicional, por la q pacto con el alma. Su demonio. Sebastin. Y tiene la mente, congestionada, saturada en l, en el fuego inexistente, entre lo oscuro y el silencio denso.
Pero.
No dir q extraa la algaraba q se produce en estas pocas.
O las luces, o los dulces, y las personas y sus regalos. Poco honestos pero intencionados al final.
Por muy banales q sean, y por muy crecido q este. Sigue teniendo 13 aos, sigue siendo un nio. Sigue queriendo cosas de nios.
Pero no sedera. No dir q lo q quiere. Es lo vulgar q los dems tienen.
…l tiene ms alcurnia, ms abolengo. …l tiene demasiada historia. Y un demonio q le recuerda q no tendr futuro. Asique no puede perder el tiempo, con deseos infantiles. De nieces q nunca tuvo. No es apropiado jugar al angelito. Cuando hasta su alma esta entrega a lo ms negro del infierno. Ciel no blasfema por q le place. Lo hace por q debe hacerlo. Porque lo necesita.
Asique no dir nada. Estar callado y solo por estas pocas de fin de ao. Por q ser testarudo es parte de la familia Phantomhive, un seo ms entre las maldiciones con cabello y ojos azules.
Ciel casi est disperso, distrado en desinters. Cuando sus pequeos pies curiosos le llevan a recorrer su mansin en oscuras.
El lugar siempre le causo una extraa relacin con la muerte. Ciel piensa q su mausoleo seria as, de existir, obviamente. Siente q habr esa quietud, esa paz, esas sombras y esa afona.
Es ya 24 de diciembre mientras inusualmente, recorre sin ganas toda su casa. Un mes de estar a solas con Sebastan, un mes de ser ms callado y aptico de lo usual. Un mes de fieras fiebres, de imgenes borrosas q se desvanecen. Un mes de prolongado mutismo en una enorme casa helada a la cual no le llega “el espritu navideo”. A Ciel le chirran los dientes. Porque dentro de todo ese cuadro de un mes q le pinta su mente, hay algo q lo est enfermando. Hay algo q le desquicia. Y no est seguro si es el maldito silencio. Las alucinaciones. O la actitud de su mayordomo. No espera nada de l.
No debera esperar nada de l. Nada aparte de una enrome y fina boca. Afilada y lista para engullirle.
Desde el principio conoci el final de su historia. Que justo ahora pretenda tener algo diferente. Es insatisfactorio, es frustrante.
Es exactamente tan idiota como querer celebrar una navidad. Pero sentirla de verdad.
Eso es algo q Ciel no puede hacer. Porque la vida le deformo asa otro camino. Y en cuanto a l, su mayordomo nunca fue hecho para tal cosa. Para sentimientos o para navidades.
Asique Ciel quiere centrarse en lo real. A pesar de su creciente irritacin gracias a sus inauditos y no confesos deseos. Anhelos ocultos hasta de la oscuridad.
Continua su caminata, por el museo de malos recuerdos q es su casa. Ve escenas diferentes en el camino. Desde su “tierna” infancia. Hasta momentos recientes. Momentos en lo q crey poder tapar el sol con un dedo. Y pens q tal vez, solo tal vez. Podra esperar algo diferente de Sebastan. Y algo ms de la navidad.
Ciel se queda esttico en una de las salas q tiene vista al patio, al enorme jardn. Todo cubierto de blanco y la luna llena iluminando todo a su paso.
Por alguna razn, y no gracias a sus 5 sentidos, percibe la presencia de Sebastin detrs suyo. Y no se equivoca, cuando el correcto mayordomo le indica q esas son horas de dormir.
Ciel quiere rer aun q sea un poco, y decirle q no puede ser tan descarado. No si l no necesita dormir. Ciel quiso hacer muchas cosas en ese momento, junto a sus mayordomo.
Es cuando se sabe impotente para tomar, aquello q quiere. Cuando se pone violento.
Va a estallar en cualquier momento, va a votar la casa por la ventana, va a des hacer la maldita luna si es necesario. Va a quemar…
Pero, pero.
Pero en cuanto menciona esa palabra. En cuanto la siente.
Una curiosidad ms retorcida le inquieta el alma.
La afiebra, le pone extraamente emptico con la piromana. Elemento devastador de los otros tres.
Su voz tenue y apagada. Una voz infantil. Habla en medio de la noche, rompiendo el silencio.
Rompiendo por fin, la cordura de Ciel.
Sus nicas palabras para Sebastan son en realidad, una pregunta. La de “si podra detener un fuego, si podra rehacer todo lo q el fuego consumiera, y dejarlo tal y como era en el principio?”.
A lo q Sebastan, sin entender, respondi, un quedo “si”, agrega despus; q puede hacer eso y mucho ms.
Ciel complacido por su respuesta, y verdaderamente descabellado, avanza a las cortinas de esa enorme venta, cortinas rojo sangre, q recubren a unas ms delgadas de seda blanca; y con la vela q llevaba en mano, les prende fuego.
Y durante unos segundos, se queda absorto, esttico hipnotizado, por el destructivo fulgor q avanza a largas brazas.
Despus de ese tributo pagano a su nueva deidad; el fuego. Ciel contina con su alocada fantasa, hacindola realidad. Prende fuego a todo lo q puede y alcanza. Pensando q ya no habra as mas oscuridad. Dndose cuenta q hace mucho tiempo q quera deshacerse de esa casa. Prenderle fuego. Y esta vez dejar q se consuma completamente, y q hasta el viento, borre sus cenizas. Como si ese mal, nunca hubiera existido, borrando as, sus propios recuerdos tambin.
Casa a la q le tena miedo desde pequeo.
Y quiere rer entre las llamas, porque tanta luz, le recuerda a la navidad. Claro q esta es una luz desbordada, pero igual. Ciel piensa q, algn encanto le dar a la casa. Es como su versin de luces de navidad. La versin de un enfermo nio q sufri mil y un torturas hasta poder invocar y pactar con un demonio, a sus solo 13 aos.
Es desbordado y catico, es consumidor. Como todo en su vida.
Sebastan ni se inmuta. Ciertamente el comportamiento del nio era extrao. Lo ve correr afanoso de un lado al otro, prendiendo fuego a todo cuanto sus pequeos bracitos alcanza; se asemeja a un nio de su edad, q corretea afanoso de aqu para all, abriendo regalos, esto era lo q Ciel, quera para navidad?, Sebastan cree tener esa respuesta. Casi causa ternura su locura. Ciel vuelve a oler a un calor dulzn. Vuelve a rebuznar esa traspiracin tropical y azucarada. Que le da la locura a las personas.
La diferencia en su caso. Es q la locura en Ciel. Es irresistible.
Porque as como los humanos siente lo dulce de las golosinas y los demonios no pueden. Los humanos no puede sentir lo dulce q tiene la locura.
Es como restregarle una deliciosa tarta de frutas contra las fauces hambrientas, aun peligroso y demoniaco depredador.
Sebastan poco a poco se siente descontrolado y fuera de s, conforme el olor desemboca contra sus labios y cada poro de su cuerpo humano, conforme el calor le recuerda a “casa”, su casa. Las delgadas y endebles piernas, el camisn tan corto, y pegado. Los cabellos rebeldes, todo Ciel, todo suyo. Le provocan un celo, un estado angurriento, gracias a cada esquina de lo q es Ciel, como aquella alma extraa y ahora completamente desequilibrada.
Todo este tiempo, ha hecho verdaderos estragos para contenerse. Para no, “comerse” a su amo.
Pero ahora siente q no puede esperar ms.
Porque esto es justo lo q quiere.
Porque quiere ese dolor ntido en su alma, y la locura q le impregna la piel y la vuelve clida. Quiere su dolor. Esas fragancias le resultan adictivas. Lo vuelven torpe eh instintivo como cualquier bestia.
Quiere a su amo y punto. Quiere devorarlo, como su propia y retorcida cena de navidad.
Ciel luce mucho ms apetitoso q el festn humano…
Sebastan no tiene por q entender la demencia de Ciel; es un nio al fin, despus de todo. Que vivi lo suficiente como para vender su alma a los simples 10 aos. Si la manifestacin de esa dulzura, era un fuego ardiente, consumiendo la casa entera. Sebastan lo aceptara, recibiendo las ordenes de apagarlo, cuando su amo dictara. Aun q ltimamente era l quien las daba.
Y pese a aquellas libertades q se haba tomado.
No ms bien en realidad. Gracias a su descontrol. Gracias al nuevo aroma de Ciel. Gracias a esa condenada alma, q lo invoco nicamente a l desde el mismo infierno, y le obligo a bajar de su trono de cabezas y cuerpos, solo para rendirse y ser un simple esclavo ms de todos los caprichos de ese chiquillo. Por culpa, y gracias a ese nio.
Hoy, ahora, 24 de diciembre. Iba a hacer algo drstico. Algo al respecto de ese pequeo infante.
Camino sereno hasta Bocchan, lo detuvo en su feroz carrera con el fuego. Y lo abrazo.
Lo apreso entre sus brazos, hasta q sinti un aroma delicioso, una mescla de nubes y lluvia. Y luego el pecho mojado.
Era Ciel llorando. El olor limpio de sus lgrimas. Entre lo pastoso y empachante de la locura. Entre el aroma nico del alma de Ciel.
Sebastan supo q tendra q hacer algo al respecto.
O ahora mismo lo funda bajo su cuerpo, o lo engulla ya. O algo ms…
Pero lo q sea. Necesitaba tener algo de Bocchan. Necesitaba tomar algo de l…
Asique.
Beso a Bocchan.
Lo devoro de la nica forma q poda. De la nica forma, q justo ahorita mismo saba. De la nica forma. Que realmente quera.
Lo beso, ah. Justo en medio del fuego, ese mismo q quemaba de apoco la enorme mansin.
Lo beso limpio, justo en medio del caos q representa, el mundo, flamante y bien iluminado. Exponiendo toda la inmundicia, toda la negrura, toda la locura q posee escondido en cada esquina, como en el caso, de la casa de Ciel.
Pero esa. Esa no era la intencin de Sebastan. No era su naturaleza tampoco.
Hacer algo tan limpio, con un nio tan apetitoso como lo era Ciel. Aun q fuera en medio de algo q se asemejaba mucho al infierno.
Sebastan pens q su, “yo”, habitual, deba hacer ms. Deba enredar su larga lengua contra la del nio. Debi bautizar profanamente esa cavidad juiciosa. Debi recorrerle tan profundo en la garganta, y repasar cada pequeo y blanco diente. Debi follarlo con sus labios y con su lengua. Debi relamerle el alma con aquel beso prohibido eh insolente.
Pero descubri q no pudo. Y q en vez de relamerle el alma a Ciel; la estaba acariciando. Solo con sus roses pdicos de labios.
No era un beso cualquiera, era un beso romntico.
Sebastan lo supo. Y aun q quiso arrepentirse. No pudo. No quiso.
Solo entonces. Ciel sinti lo q era la navidad. Lo q significaba.
Era uno ms. De eso nios malcriados, con sus anhelos cumplidos, bajo las luces de las fechas.
Solo q l, ahora estaba besando a un demonio, entre las llamas q queman su casa.
Ciel no pens ms all, del hecho de estar saciado en esos labios. Que por primera vez, se le habran y no para devorarlo. O al menos, no as.
Sebastan era otro caso. Sebastan estaba naufragando en un mar ardiente, entre el fuego creciente, y el calor infernal del nio.
Y estaba as. Porque hoy 24 de diciembre, supuesta fecha de cumpleaos de, su contraparte. Haba revolucionado, haba mutado. Se haba corrompido.
Por un nio.
Porque Sebastan amaba, porque sin querer, se impregno de Ciel hasta su misma esencia demoniaca, si es q un demonio poda corromperse. Y parte de lo humano, lo fue contaminando hasta impregnarlo con sentimientos extraos. Ms all de la codicia o la tristeza, o la ira y la excitacin.
Estaba el amor. La devocin.
La enfermiza adoracin q le tena a Ciel, a ese pequeo cuerpo. Con el alma ms nica q jams haba conocido hasta ahora y para siempre.
Es un beso, romntico y navideo, bien iluminado por el calor del fuego.
Ahora tambin, Ciel ama.
Ama la temporada, ama la calidez, ama los regalos y las luces, ama el beso. Ama a Sebastin.
Se amaban, juntos, en navidad.

Fin.

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