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Punto de Quiebre por minima

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II

En un lugar tan hostil como la isla debes ser duro como roca o pierdes, Jay lo sabía y era bueno en eso. Le encantaba ganar después de todo, pero solo hay tantas cosas que el musculo puede forzar a conseguir y lograr hasta que la astucia de la cobra interviene encantando a la gente logrando arrebatarles sus tesoros enfrente de sus ojos, y por fortuna Jay tenia ambos, fuerza y astucia.

Los músculos podían sacarle de problemas, pero con la astucia podía lograr sus objetivos sin hacer tanto esfuerzo o tomar tantos riesgos. Con sus encantos y algunas bonitas palabras de coquetería a las mujeres podía robarles collares, aretes y anillos que tuvieran puestos, lo cual era más sencillo para Jay que tener que escabullirse a las casas ajenas y pelear por el botín.

Aunque había veces que lo seguía haciendo por diversión, fue así como conoció por primera vez a Carlos, tratando de entrar a Hell Hall para buscar algo valioso para su padre y se encontró con unas cuantas sorpresas como que esta era una de las casas mejores conservadas en la maldita isla, lo cual le causo envidia y anticipación, si estaba así significaba que tendría muchas cosas que robar, la otra sorpresa fue un niño que jamás había visto antes por la isla en ropas harapientas peores a las que él traía limpiando y restregando el piso.

Eran pocos los que tenían conocimiento que Cruella tenía un hijo en ese entonces, hijo que casi nunca salía de casa para terminar las tareas que le dejaba su madre por hacer y mantener su mansión, niño que tenía los cabellos más blancos que alguna vez vio Jay en su vida.

Entro a robar y aunque el niño no era ninguna amenaza las trampas de osos del armario de Cruella si, Carlos lo saco de ahí antes de que activara cualquiera de las trampas, se robó un par de jarrones y un marco dorado y dejo al niño de cabellos blancos en esa casa muy elegante pero igualmente peligrosa en su interior.

Luego empezaron la escuela y a pesar que era obvio que el chico de Cruella era menor compartían muchas clases, lo molestaba porque era débil, y a los débiles se les molesta, así enseñaba la escuela y sus padres. Aunque jamás le dio un puñetazo o empujo por las escaleras, quizás lo encerró en un casillero un par de veces, pero jamás con candado.

Y se conocían, sabía su nombre y él el suyo, pero no pasaron tiempo juntos hasta lo de la misión del cetro de Malefica. Carlos era débil, blando, y aunque jamás lo admitiría, también era un superviviente como él, como Mal e Evie. Fuerte a su manera tan peculiar.

Y ese día que entro sin permiso a Hell Hall de nuevo, no a robar esta vez, supo que había cosas que no podías vencer ni con musculo ni con astucia, y el terror que le invadió al ver a Carlo tendido en el suelo cubierto de sangre, supo que muy adentro de él que era débil, suave y blando, no había llorado en años pero cuando empezó a gritar y a rogar a que el chico de cabellos blancos despertara sintió sus ojos arder, como aquella mañana en que la mujer acostada en el tapete jamás despertó.

Los débiles lloran, los débiles suplican, los débiles solo pueden quedarse a mirar mientras que se les arrebata todo lo que aprecian, sus tesoros, y Carlos era uno de sus tesoros y por un momento pensó que se lo habían arrebatado.

Pero Carlos lucho, fue fuerte, más fuerte que cualquiera en esa maldita isla pudiera imaginar, porque estaba vivo entre sus brazos.

Y Cruella De Vil estaba muerta a un par de pasos ellos, con heridas en su rostro y cuello, desangrada hasta morir y no le pareció castigo suficiente por lo que había intentado hacer. Jay era sumamente posesivo con lo poco que tenía, le podía dar los frutos de su robo siempre a su padre para su tienda, pero había cosas que simplemente no podía entregar, Carlos era una de esas cosas se había dado cuenta, y Cruella intento acabar con este chico, no había perdón por ese pecado.

Cargo al menor cuando se dio cuenta que debía hacer algo, no sabía que pero debía hacer algo. Carlos pesaba tan poco y era tan pequeño entre sus brazos, lo estrecho más contra su cuerpo y empezó a caminar por la casa, ninguno había mencionado palabra alguna desde que Carlos señalo el cadáver de su madre, ¿Qué se podía decir en una situación como esta?

Abrió puertas con patadas hasta que encontró el baño de la mansión, no el que usaba Carlos para asearse que era una habitación con un retrete y un fregadero con una cubeta oxidada, sino el lujoso baño de Cruella que incluía una tina, una regadera y suaves toallas blancas, negras y rojas.

Eso era lo que buscaba y necesitaban en esos momentos, quitarle toda esa sangre que cubría a Carlos de esa maldita mujer.

Carlos no reacciono cuando lo deposito en la bañera, ni cuando le empezó a quitar la ropa ensangrentada o abrió la llave del agua para empezar a llenar la bañera de estilo clásico con patas en forma de garras de león o cuando empezó a tallar con una toalla su cuerpo, sino fuera por el parpadeo de sus ojos o el movimiento de su pecho al subir y bajar pensaría que de nuevo lo impensable había ocurrido o que se hubiera desmayado.

El agua no era cristalina, tenía un toque grisáceo y turbio pero era lo único que las cañerías de la isla podían ofrecer para el aseo personal, tampoco era caliente, si uno quería tener un baño tibio tenías que calentar por ti mismo el agua por separado en estufas o chimeneas para combinarla con la que salía del grifo, pero Jay no tenía tiempo para eso así que se dedicó a limpiar a Carlos lo más pronto posible.

Fue cuando vio la herida en su hombro izquierdo, no era grande pero si se veía profunda, si hubiera apuntado a otra parte o clavado más profundo Carlos no estuviera ahí con él.

Jay quería volver a matar a Cruella con solo pensar en lo que pudo haber sido si la vieja bruja hubiera tenido mejor puntería.

-Ella quería despellejar a Belcebú…- susurro el chico en la tina después de un tiempo.

-¿Qué cosa?-

-Cuando le dije que no, fue la primera vez que le dije que no Jay… se veía más loca que cualquier otro día que la hubiera visto furiosa, me iba a matar, se veía en sus ojos, dijo que tal vez serviría mejor como un par guantes de piel a lo patético que era… me iba a matar- con cada palabra que salía de la boca del menor su voz se quebraba cada vez más y las lágrimas empezaron a inundar sus ojos para caer y combinarse con el agua ensangrentada de la tina.

Cruella estaba loca, todo el mundo en la isla y más allá de esta lo sabía, pero llegar al extremo de tratar de matar a su hijo para hacerse unos guantes de piel nuevos llegaba al punto que ningún otro villano creía pudiera tomar, ¿o si lo harían si la oportunidad en la isla se presentaba?

El punto en cuestión que aquejaba la mente del moreno era que un villano matara a su propio hijo por su egoísmo, muchos de los padres en esta isla maltrataban a sus hijos, no era un secreto, era la forma de vivir de este lugar, pero de maltratar, golpear e insultar a tu propia sangre a tratar de matarla eran dos cosas diferentes, algo que no debería suceder ¿verdad?

No estaban en Auradon pero la familia… era basura en esta isla como todo en ella, ¿a quién quería engañar?

Malefica había enviado a su hija y arrastrado a sus compañeros en una misión casi suicida solo para recuperar su estúpido cetro hace menos de un año, y la estúpida cosa ni siquiera funcionaba en la puta isla porque nadie, ni siquiera el hada malvada de los cuernos, podía usar magia.

Seguramente a ninguno de sus padres les hubiera importado si regresaban medio muertos y heridos si aún eran útiles para hacer su trabajo, Evie ser el boleto de su madre al conseguir un príncipe si algún día la joven lograba engatusar alguno, Mal ser una copia de su madre y esparcir sus órdenes, él era un ladrón para su padre, y Carlos un esclavo para su madre.

-Ella no vale nada Carlos, ya no puede hacerte daño- Jay no es bueno para dar palabras de consuelo pero es sincero en lo que dice.

Cruella podría ser un villano muy temido en la isla y en todo Auradon, pero Carlos era mucho más valioso que esa vieja arpía.

-Tenía miedo… de no verte, de no volver a ver a ninguno de ustedes- y quebró en llanto.

Carlos no lloraba desde hace años, no porque fuera rudo o fuerte como Jay o cualquiera de sus amigas, sino porque a Cruella no le gustaba oírle quejarse, pero ella no estaba ahí así que se quejó y lloro, y sabía que se veía patético frente a los ojos de su amigo pero había tenido tanto miedo.

¿Cómo serían los días sin ver a Carlos de nuevo? ¿Serian como antes que formaran su pandilla de jóvenes villanos? …l solo concentrado en robar tanto como pudiera para entregárselo a su padre que jamás estaba satisfecho, con pocas cosas interesantes o nuevas con que entretenerse porque el único que inventaba o arreglaba algo decentemente en la isla ya no estaría. ¿Una vida sin Carlos?

Simplemente no podía permitirlo.

-Vales mucho más que esa vieja chiflada ´Los, no dejare que nadie más te lastime-

Terminan el baño y envuelve el cuerpo del menor en una toalla muy suave, en la tienda esa clase de producto se vendería como algo de primera calidad pero no piensa en eso, en su lugar llega al lujoso cuarto de Cruella y deposita a Carlos en la cama que ya dejo de llorar pero regreso de nuevo a ese estado en que se encuentra despierto pero su mente parece estar muy lejos.

La herida en el hombro del castaño ya no sangra pero sabía por experiencia que lo mejor era que la parchara con vendas o coserla con aguja e hilo, pero como por el momento ni siquiera tenía agujas y no le apetecía para nada hacer sufrir más a Carlos de lo que ya había sufrido decidió agarrar una funda de almohada y despedazarla hasta vendar lo mejor posible la herida del menor.

Cuando estuvo satisfecho con su curación se sentó en el borde de la mullida cama de sabanas más suaves que cualquier otra tela en la isla, o al menos cualquier tela que hubiera en la isla que hubiera robado. Cruella protegía sus lujos como las bestias hambrientas a su comida de los animales que quisieran robarles, no era de extrañar que jamás hubiera visto estas cosas a pesar de ser el mejor ladrón de toda la isla.

-¿Qué va a pasar conmigo?- la voz de Carlos lo saco de sus pensamientos, el chico se veía más pálido de lo normal, podría ser por las sabanas negras en las que estaba acostado solo tapado con una toalla, podría ser por el susto y el shock de haber casi muerto y tener que haber matado a su propia madre, o también la perdida obvia de sangre por la herida que tenía en el hombro, podrían ser todas esas cosas y más que Jay no se podía imaginar.

-Debes descansar, la herida tardara en cerrar por un tiempo y…- empezó a decir pensando que eso era lo que había preguntado el menor, pero eso no era.

Tan oscuros pensamientos recorrían la mente del joven De Vil que le aterraban tanto como su madre tratando de asesinarle.

-¿Qué pasa con los criminales que cometen asesinato en la isla? ¿Me pueden enviar a un lugar peor que este?- expreso mejor su preocupación, ya que estaban en una cárcel, una prisión en donde los héroes esperaban que sus enemigos y grandes villanos de la historia se reformaran, ¿Qué podían hacer como represalia contra alguien que cometía un asesinato?

A Jay se le hirvió la sangre al pensar esos héroes, aquellos que habían arrojado a sus padres y dejado que tuvieran hijos, quienes no habían aparecido en la isla desde que la barrera se puso sobre ella, que plagaban las paredes de propaganda para convencer de alguna manera a los villanos que se reformaran leyendo un lema muy cursi escrito en un cartel.

¿Dónde estaban esos héroes cuando Carlos estaba en peligro? Seguramente en sus lujosos castillos disfrutando su vida de “felices por siempre”; ¿no se supone que ellos creían en salvar a los inocentes y ese tipo de basura? Carlos era uno de los chicos más inocentes e indefensos que conocía, era un pésimo villano, no se merecía estar en esta isla, pero a los héroes jamás les importo eso.

¿Y si se atrevían a venir a juzgar a Carlos por el único crimen que había cometido en esta vida? Defenderse de Cruella y asesinarla en opinión de Jay no era un crimen, pero conociendo la hipócrita moral de los héroes mirarían horrorizados las acciones que tomo Carlos condenándolas como actos imperdonables, y si se atrevían a venir ellos o cualquiera de sus sirvientes para castigar a este infeliz muchacho tendrían que pasar por su cadáver primero, nadie le quitaría a Carlos o lo atormentaría más de lo que ya hiso esa maldita mujer que le toco ser su madre.

-Nadie, escúchame bien Carlos, nadie te volverá a hacer daño, ni te llevaran lejos de mi… de nosotros, lo juro por mi vida- las promesas en la isla tenían poco valor, menos las de un astuto ladrón, pero Jay lo había jurado sobre algo muy valioso y que jamás daría por otra persona, su propia vida.

Se acostó en la cama y abrazo el cuerpo del más joven, si cualquiera se atrevía a volverle a intentar hacer cualquier daño a Carlos se las tendrían que ver con él, aun si él mismo se acababa de dar cuenta que no era tan fuerte como hubiera imaginado, tenía un corazón que dolía con solo el pensamiento de perder al chico de piel blanca y pecas, de cabellos blancos e ideas brillantes.

Para sobrevivir en la isla hay que ser duros como rocas, pero las rocas no sienten, y en esos momentos Jay estaba sufriendo tanto por este joven muchacho entre sus brazos.

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