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Besos de Sangre por Bloody Pain

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Notas del fanfic:

¡Hola! Bueno, aaaaaños sin publicar por aquí. Vamos a probar suerte y ver cómo va mi escritura. Ojalá disfruten. ¡Saludos!

Notas del capitulo:

Chicos y chicas, no esperen encontrar aquí algo romántico. Antes de llegar a eso habrá muchísimo sufrimiento, lágrimas y sangre. Su corazón quizá se rompa si se enamoran de estos personajes, y si son de mente sensible por favor corran lejos de este fanfic.

Es un terreno inexplorado para mí, así que vamos a ver. De todas maneras, les prometo que haré todo lo posible para que disfruten. ¡Saluditos!

Inglaterra, siglo VIII

Quemaba, ardía como estar en el mismo Infierno aunque no podía hacer nada por detenerlo. Lo habían profanado, habían corrompido su alma pero no estaba seguro de querer decírselo a nadie. No quería acabar con su humilde existencia, no aún.

Unas semanas atrás, Gabriel regresaba al Templo donde estaban los demás monjes, su hogar desde hacía dieciocho años, cuando sintió que una criatura en medio de la noche lo estaba siguiendo. No sabía si era un depredador, o tan solo ideas suyas, pero sentía algo en su nuca que lo estaba congelando poco a poco. Se giró un par de veces para mirar, pero no lograba distinguir nada más que maleza y árboles. Apresuró el paso, estaba cerca de los escalones que lo subirían por acantilado directo a casa, hasta que sintió que su cuerpo fue golpeado por un rayo de adrenalina que lo incitó a correr, no podía escuchar nada detrás suyo pero sabía que había algo y eso lo mataría.

Corre.

Corre por tu vida.

¡Ah!

Su grito se ahogó bajo el estruendo de un rayo que cayó no muy lejos, justo cuando un pesado monstruo aterrizó sobre su espalda y lo tiró al suelo. Se espantó cuando notó que el monstruo tenía dos piernas largas y dos brazos. Como un...

¿Humano?

El gélido tacto de fuertes dedos apresaron sus brazos, Gabriel intentó removerse con todas sus fuerzas, se retorció presa del pánico, como un pequeño ratón atrapado por el hocico de un vil gato sin obtener resultado alguno.

—P-por favor... Por favor, no me mates... P-por...

Se interrumpió cuando escuchó una cínica risilla justo en su oído; no lo había notado pero aquella cosa se le había acercado a una distancia casi nula. Sentía el sabor de la muerte en su boca, sentía que no había hecho suficiente en dieciocho años de vida y ahora iba a morir sin ser el recuerdo de nada ni de nadie.

—No te mataré, bonita cosita —se burló una chillona voz a sus espaldas. Era un hombre, un hombre que hablaba con los labios sobre su nuca. Estaba completamente helado, frío, como si no tuviera calor corporal—. Sólo te... sembraré, y luego te cosecharé.

—¿E-eso qué si-signif... ¡AH! —un fuerte bramido explotó en su garganta, casi rasgándole las cuerdas vocales, cuando sintió dos filosos pinchazos rompiendo la piel de su blanco cuello.

Había oído historias, pero no sabía que...

Acaba de ser mordido por un vampiro.

Por un hijo del diablo.

Estaba siendo profanado.

Intentó gritar de nuevo pero el vampiro le cubrió la boca con su mano, ahogándole el llanto mientras bebía lentos sorbos de caliente sangre. Gabriel sentía que la vida se deslizaba de su ser, de su cuerpo, sentía que el frío de la noche se estaba convirtiendo en suyo y que todo vestigio de humanidad que alguna vez tuvo lo abandonaba. Como si en vez de un gato, fuera una víbora mordiendo a su ratón para inyectarle el veneno que lo mataría.

Desde ese momento un vacío se apoderó de él, llevándolo a los confines de la noche, de la oscuridad, de la perdición. 

 

No supo qué o quién, pero Gabriel recuperó la conciencia cuando algo lo lanzó por los aires y le hizo caer al mar, lejos, muy lejos de la orilla. Despertó de golpe, su primer instinto fue impulsarse hacia la superficie y respirar, e inmediatamente comenzó a nadar hacia la playa. En cuanto llegó miró a su alrededor: no había nadie. Él era el único de los monjes que solía bajar a caminar, además apenas estaba amaneciendo, pero si ninguno de ellos estaba abajo ¿quién lo...?

Más rápido de lo que tomaría parpadear, Gabriel envió su mano directo a su cuello, soltando un largo chillido de dolor cuando una punzada de fuego le recorrió desde la herida hasta su columna vertebral.

—Dios mío, Señor Santísimo, ¿qué sucede? ¿No fue solo un mal sueño? —susurró. Un fuerte temblor se apoderó de todo su cuerpo, había un frío pegado a su piel pero, a la vez, los primeros rayos de sol lo calentaban.

Si lo mordió un vampiro, ¿no debería estarse quemando? Pero... ¿De dónde venía aquel frío? ¿O qué lo había mordido acaso?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando, desde lo alto del templo, justo en la punta más elevada del acantilado, comenzó a sonar la campana que los despertaba a todos. Gabriel estaba empapado, con la marca del demonio en su cuerpo y sin poderle explicar eso a nadie.

Se levantó de golpe y corrió con todo lo que sus pies le dieron para subir los mil escalones que lo esperaban. Tenía que llegar ya, ¡ya! Corrió con todo lo que su débil fuerza le dio, sin darse cuenta, claro, de que un negro y enorme lobo de ojos rojos lo observaba desde unos matorrales. El animal, que escondía a un gran hombre dentro, estaba tan sorprendido como aquel monje porque el sol no lo quemó hasta los huesos. 

Notas finales:

Un corto prefacio. Vamos viendo cómo inicia todo, cómo comienzan los primeros misterios y enredos de la trama. Quizá ninguna teoría que formule le atine, o quizá sí. Si desean dejar sus pensamientos sobre qué carajitos pasa aquí, con gusto los leeré y responderé todos. ¡Saludos!


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