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Aluminio por Ailuzz

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Notas del fanfic:

¡Bienvenidos a esta historia! Primero que todo, debo aclarar que este ff lo empecé a publicar hace añales en mi blog personal. En 2017 me digné por fin a retomarlo pues desde 2014 no actualicé más. De todo corazón, espero que lo encuentren interesante y les agrade a pesar de las temáticas abordadas. 

 

Por otro lado, también quiero compartirles que desde el comienzo la historia ha estado acampañada de banners que facilitan la visualización del aspecto de los personajes, pero como en esta página no se pueden adjuntar tales archivos, dejaré los links de las imágenes en cada capítulo.

Notas del capitulo:

Canciones para este capítulo: Nocturne de Epik High y La sangre y el eco de La Vida Boheme.

Banner del capítulo: https://4.bp.blogspot.com/-E5ac_jWbNbY/WVHWvDh3rNI/AAAAAAAAB9w/XykdqQCBRuEvsxixg-3ZM4-ipTwaInvZQCLcBGAs/s1600/PicsArt_06-14-08.51.00.jpg

Disclaimer: Ninguno de los hombres y mujeres de esta historia son de mi propiedad, solo los tomo prestados bajo la ignorancia de los mismos para el disfrute de ustedes y el mío. Sin fines de lucro ~ N O N P R O F I T

 

Prólogo

 

Octubre 2012

 

El gélido viento que circulaba por esos desolados senderos le era irrelevante a pesar de la vestimenta inadecuada que portaba. Inmutable, nada sería capaz de perturbar la necesitada paz que él mismo se había esforzado por pintar en su exterior; engañar a los demás se hace desde los inicios de la humanidad; tan fácil de ejecutar, pero cuando te hallas solitario, las espinas se expanden con comodidad.

Inhaló tan profundo que creyó sentir una punzada de dolor rasgarle el alma, si es que todavía quedaba un fragmento de ella.

Desgarrador.

La semiología de la palabra ni siquiera lograba hacer eco en su mente, demasiado entretenida en desconocerse y aborrecerse a sí mismo como para enfocar sus fuerzas en resumir con un simple susurro la montaña de pesares que acribillaban su alma carente de luz. Y de calor.

 

El aroma de aquel lugar ya no era como su memoria recordaba, pero no había de qué sorprenderse; en 13 años podían pasar infinidad de cosas. No existía prueba más innegable de ello que su persona.

Contemplar la vasta pradera no le llenaba de alegría como en tiempos pasados. A diferencia del último fotograma fundido en sus reminiscencias, el panorama había resurgido de las cenizas; fértil, hambriento, vivo. Su pueblo había sobrevivido.

Lejos de conmoverlo de tal forma que se dibujara una genuina sonrisa en sus pálidos labios, estar de pie allí solo lo hacía sentir miserable. Pero estaba bien, era algo que se merecía y con lo que tendría que cargar por el resto de sus días, no importasen que estos fuesen eternos.

Quizá si el crepúsculo que emergía a lo lejos se apresurara en consumir todo a su paso y dejar los alrededores en penumbras, alcanzaría a esconder el semblante decadente y opaco del único hombre que le contemplaba suplicante de que así lo hiciera. Aunque nadie le viera, la idea de ser consumido por la oscuridad le evitaba constatar su propia miseria.

Parecía conmocionado, pero principalmente afligido. La media sonrisa que se esforzaba por mantener no tardaría mucho en desaparecer bajo el desesperanzador llanto de su corazón crucificado. Costaba un mundo aparentar serenidad cuando los recuerdos de lo que fue su vida estallaban cual kamikazes contra sus emergentes emociones, simulando una absurda lucha por reclamar el territorio que cada quien defendía imperante como propio. Pero eso carecía de importancia cuando él ya había agotado todas sus energías en olvidar y, frente al miedo de perderse por completo, se aferró a lo único que encontró coherente sostener: odiar.

Cerró sus ojos intentando apaciguar esos dardos cristalinos; temía derramarlos, sentía que cuando lo hacía le quemaban las mejillas como ácido hirviendo. Esa faceta de sí mismo la repudiaba; no debía, no podía y no lloraría. Jamás volvería a hacerlo… así ellas les proporcionaran cierto dejo de desahogo, no eran más que la cruel antesala para la devastación y el sufrimiento penetrante de encontrarse errante.

Ya no deseaba volver a saborear la Pandora a diestra y siniestra.

Descalzo, sus pies se masajearon con la fresca arena blanquecina. Si se mantenía en esa postura solo unos minutos y distraía su mente lo suficiente hasta dejarla en la nada, el dulce placebo de las terribles pesadillas arañándole la espalda no volverían, se figuraba más latente.

 

“Miré al cielo y me hallé descolocado, o quizá no me hallé.

Sentí el cosquilleo familiar de la brisa de mi hogar, pero al final  supe que era una farsa.

 Dejé mis manos romperse al luchar contra el peor de los monstruos, pero aunque siguiera con vida no sentía el oxígeno en mis pulmones.

Y a todas estas, sigo sin poder hallarme”.

 

 

Capítulo I:

 Fuerza de metal, alma de aluminio

 

«Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres».

Nicolás Maquiavelo.

 

 

Noviembre 2013

 

 

 

—¡Ah, demonios! ¡Me estoy muriendo de frío! ¿Cómo se puede estar tranquilo cuando siento que se me congelan los huesos?

 

 

Las apagadas nubes en el cielo a más de uno, y sobre todo a un joven hombre de tolerancia nula a las temperaturas azules, hacían dudar sobre la verdadera hora que marcaban las desgastadas y torcidas manecillas del reloj empotrado en lo alto de la puerta de la tienda, dando la impresión de que pronto estaría por anochecer. Suposición entendible dado la cantidad de ellas abarrotando las infinidades. Los rayos del sol se mantenían prisioneros sin poder traspasar en su totalidad los espesos algodones grisáceos.

 

Los habitantes de las siempre abarrotadas calles de la capital asiática no solo se desentendían de colaborar a disipar las corrientes heladas que se paseaban juguetonas, sino que además no caían en reparos a cosas triviales como el clima; las preocupaciones por surtirse de prendas extras antes de salir de casa no tomaban más de los dos minutos.

 

Que si ya estaban en invierno: Pues sería igual de duro que el año anterior.

 

Por supuesto que era de esperarse los comentarios malhumorados de quienes, sin importar la cantidad de intentos por continuar con normalidad sus actividades diarias, traducían la llegada del invierno como la época para debilitarse y añorarse acurrucado en la cama junto a la calefacción, de preferencia en compañía de alguien especial, o en su defecto, prometer una sobredosis de infinitas tazas de chocolate caliente. En el mejor de los casos, un viaje estimulante al caribe. Simples opciones de gente soñadora.

 

Pero contra cualquier pronóstico, esa mañana de noviembre prometía, con sus silbidos escalofriantes que rozaban toda piel mal protegida, ser mucho más helada de lo que los climatólogos de Corea, cargados de gran confianza en sus palabras, comunicaban a la población en los reportajes matutinos de los noticieros. Y Changmin no estaba para nada bien con eso, es más, comenzaba a considerarlos unos timadores. Se sentía paleta humana cuando según ellos la temperatura debía ser mayor a los -5º.

 

Era insoportable y absurdo. Alrededor de dos horas, después de entender la atroz mentira de la que había sido víctima, trató de convencerse de que si se abrazaba como si su vida dependiera de ello y ahorraba energías en no hacer ni un solo comentario, entonces el mortal frío que no le permitía pensar cosas bonitas, se sentiría como un roce y podría comportarse como un humano corriente inmune a la falta de calor pero, para su desgracia, se sobrestimó.

 

Era evidente que sus planes fallaban. Le suponía todavía más difícil no compartir su descontento. No podía luchar contra la madre naturaleza y mucho menos contra Jaejoong y su inconcebible amor por la blancuzca estación. Pero aún peor, no podía dejar de ser Changmin y evitar exponer sus opiniones al respecto. Y tampoco la docena de tazas de té que se había tragado calentaban su tullido cuerpo.

 

Y, aparte de descompensarlo mucho el frío, le jodía que su supuesto amigo hiciera oídos sordos a cualquier cosa que dijera, como si su presencia en el local fuera la mosca danzante que todos quieren matar, pero al escapar muchas veces finalmente desistían de eliminarla.

 

“Curiosa analogía para alguien como yo”, pensó al percatarse de lo idiota que fue  compararse con uno de los insectos más odiados del planeta.

           

Acogedora, la librería en la que su hyung trabajaba era bastante acogedora. Limpia, olorosa a incienso día y noche y siempre dándole la impresión de que era una clase de templo por su inquebrantable tranquilidad y silencio.

 

 

—Qué tenga buen día, señor.

 

—¡De verdad, Jaejoong! Tu estúpida sonrisa me altera. ¿Cómo puedes actuar como si nada?

 

 

La ceñuda frente del moreno no era panorama nuevo para el aludido. Sus ahora cotidianos refunfuños rompieron, de nuevo, el majo trato que le diera al anciano. Sus profundos ojos rebosantes de incomodidad vieron a Jaejoong entregarle una bolsita aguamarina alusiva a los colores que se exponían en los carteles del local. Aún manteniéndole un semblante amistoso al hombre de edad y luego de la respectiva venia de despedida, las orbes de Changmin se movieron al compás del cuerpo encorvado hasta perderlo de vista una vez cruzó el umbral de la puerta principal.

 

La expresión del níveo continuaba serena. Los bufidos del más alto se habían convertido en la música ambiental del lugar en esas últimas semanas, pero para él constaban de simples ruidos a la distancia. No fue hasta que el menudo señor salió de la tienda que Jaejoong cerró sus ojos y, masajeando su nuca, dio indicios de querer hablar.

 

 

—Fácil, me gusta el invierno.

 

           

El más alto del dúo se limitó a fruncir el ceño, asqueado de recibir la misma ridícula respuesta —a su humilde parecer— acompañada por ese sosiego que emanaba Jaejoong cuando hablaba sobre su aprecio irracional hacia la estación de temperaturas desastrosas.

 

 

“¿Que el invierno le gusta? ¡Tsk!”.

 

 

La rotunda aversión de Changmin al invierno llegaba a niveles tan disparatados como pensar que sus valiosas neuronas quedarían estáticas en un pestañeo, y ver que empezaba a asegurar algo tan desubicado.

 

 

—Si continúas con esa desagradable actitud, será mejor que pienses en otro lugar donde pasar el rato…

 

 

Había sido un comentario soltado sin ganas, pero su carga solemne dio a entender al castaño que, en efecto, sus constantes berrinches ya violaban los límites de la escasa paciencia de Kim Jaejoong. Debió notarlo cuando comenzó a hacer un monologo ayudado por el mutismo del chico quien se negara a responder ninguna pregunta que hiciera.

 

De inmediato a lo dicho, procedió a restregar un azulado paño húmedo sobre el mostrador de vidrio. Los afilados ojos del menor se clavaron en sus movimientos, no obstante, estos pasaron indiferentes para Jaejoong. Si bien parecía que el mayor se había quedado con unas cuantas palabras para sí, poco le importaba hacerlas públicas y muchos menos lo que el moreno tuviera para objetar.

 

Su apacible mirada ignoró por completo la irritada de Changmin. En alguna instancia esperó que el pésimo humor de su amigo se alivianara con la amena compañía de los libros y la sensación de conciliación que ellos proyectaban a quien se tomara la molestia de dedicarles algunos minutos, pero eso nunca sucedió y muy a su pesar, lo bien que antes le sentaba la presencia del chico allí en su sitio de trabajo, se estaba transformando en un indeseable dolor de cabeza.

 

 

—¡Tsk! Iré por algo de comer, ¿se te antoja algo?

 

 

La espalda de su amigo abrazada por el verduzco delantal que los lineamientos de la librería le obligaban a usar fue la única contesta que obtuvo a su pregunta.  

 

Prefirió ignorarlo. Tal vez esa mañana Jaejoong había amanecido con la susceptibilidad a millón. Siquiera una sacudida de cabeza anunciando una negativa le hubiera dado antes de marcharse al cuarto trasero y abandonarlo con los numerosos anaqueles repletos de demasiadas historias y perfumados por el penetrante incienso, pero no fue así y ahora lo único que ocupaba sus pensamientos era llegar a tiempo para comprar todos los panecillos rellenos de fundido chocolate caliente antes de que se acabaran.

 

Las 10 de la mañana era una hora peligrosa: en varias ocasiones había llegado hambriento a las 10:30 pidiendo una docena del esponjoso manjar y, cual anuncio apocalíptico, la hija del dueño le decía que se habían vendido todos. 

 

Mordió su labio inferior. De pronto, sintiéndose cansado y echando un último vistazo al camino que tomó Jaejoong, abrió la puerta de entrada. El escandaloso sonido de la campanilla colgando desde lo alto del umbral anunció que de nuevo el mayor quedaba solo en la tienda.

 

 

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

 

No más colocar un pie en la acera, el catire deseó regresar y resguardarse cuanto antes del infernal frío que no le dejaba abrir a gusto los ojos. Sus dientes castañeaban. Optó por empuñar con fuerza sus manos en busca de calidez en los bolsillos de su abrigo negro al tiempo que se encontraba con una familiar mirada color café.

 

 

—Cerraste tarde. ¿Te estás vengando de mí?

 

—No seas ridículo, Min. Estoy solo en la tienda, debo cerciorarme de que todo esté en perfecto orden antes de irme —espetó Jaejoong guardando las llaves en su bolso.

 

 

La idea de que aquellos dichosos panecillos que Changmin continuamente mencionaba estando despierto o entre sueños, se habían agotado antes de que pudiera comprar por lo menos uno, se cruzó por su cabeza.

 

 

—¿Lo tienes? —Jaejoong suspiró.

 

 

Otra vez el menor pisoteaba su autoridad ignorando sus palabras y pasando de una vez a lo que en verdad le interesaba. Sí, de seguro estaba de mal humor por los panecillos.

 

Changmin infirió que si en algún momento de la mañana había fastidiado a su amigo, eso estaba más que olvidado. Sus labios gruesos, siempre rosados y ahora pálidos por el violento clima, se curvaron en una sórdida sonrisa que le devolvió al moreno la serenidad de siempre.

 

A todas estas, cada quien estaba pensando en el otro.

 

La puesta del sol se aproximaba, y por ende sería más trabajoso desplazarse a pie por las congeladas y resbaladizas aceras y las corrientes heladas que no daban tregua a nadie. Ni el hombre de las nieves, llámese Jaejoong cortesía de Changmin, conseguía mantenerse inmutable ante tal adversidad.

 

 

—¿Iremos directamente al agujero? —interpeló el menor con una la diversión adornando su rostro. Sus infalibles sentidos no obviaron el inconfundible sonido de los dientes del chico chocando entre sí. Irónico, irónico y gratificante.

 

—Zul dijo que no habría inconvenientes.

 

 

Jaejoong apresuró su andar intentando alcanzar la rápida marcha de Changmin quien, en cuanto preguntara, emprendió camino. Esquivó a unos cuantos peatones y pronto se encontró a la par de su amigo.

 

Después de horas esperando que terminara de trabajar, era previsible que muriera por salir de una buena vez de allí y dirigirse a un lugar confortable. Él no lo entendía, en contadas ocasiones le decía que se fuera si tan mal se la pasaba acompañándolo en la librería —además de que la calefacción la mantenía al mínimo porque le agradaba trabajar en esas temperaturas y nunca la elevaba por más que este se lo suplicara— pero Changmin nunca cedía y al transcurrir dos o tres horas, decidía huir de su bien cuidado iglú.

 

 

—¿Trabajo fácil?

 

           

La pregunta fluyó liviana hasta los oídos del mayor quien, a un paso más relajado puesto que la acera estaba prácticamente desierta, se desplazaba con los ojos cerrados y sus manos muy bien resguardadas en los amplios bolsillos delanteros del abrigo.

 

 

—Tres minutos. Quizá cinco si nos presentamos.

 

 

La sonrisa de Changmin se ensanchó tras escuchar el entretenido comentario de Jaejoong. Le agradaba ese tono de sátira cuando hablaban de trabajo.

 

De esa manera era mejor, podía mantener un trato más humano con Jaejoong cuando no estaban en la sagrada librería.

 

 

“Da la impresión de que él le guarda mucho más aprecio a esa vieja tienda que el dueño”.

 

 

—Changmin…

 

—¿Qué?

 

—¿A ti cómo te va? ¿Te tratan bien?

 

 

Las palabras revolotearon claras en el aire hasta llegar a los oídos del moreno. No muy lejos de ellos, el aludido divisó la inconfundible luz roja que dentro de poco permitiría al montón de impacientes transeúntes cruzar al otro lado de la carretera. Midiendo distancia y calculando velocidad, dedujo que no alcanzarían a llegar con ese trote y tendrían que esperar hasta el próximo cambio. 

 

Changmin no pudo dejar pasar ese tono que empleara Jaejoong, tan nostálgico y distante que le resultó impropio del momento pero ya sintiéndose algo común desde hace un tiempo. A veces, por no querer aceptar que eran sucesos frecuentes, Jaejoong actuaba, o vivía, de una manera muy deprimente. Y otras, podía ser tu peor pesadilla.

 

Entrecerró confundido sus ojos.

 

 

—Siempre puede ser peor… si ignoro el olor espantoso a pescado y a otras cosas muertas, no es una maldición. Me dan el desayuno, y el almuerzo si lo pido con anticipación porque ese sí es por encargo. —Se apresuró a responder dibujando en su rostro una mueca de asco que el níveo ni advirtió, pero que le habría arrancado una sonrisa.

 

           

Aunque seguían avanzando, Jaejoong se sentía absorto, un poco solitario. La calidez que emanaba del cuerpo de Changmin —a pesar de que se empeñara en demandar que se sentía como una estalagmita andante— le avisaba que no estaba dormido o algo parecido.

 

 

—Entiendo —respondió.

 

 

Los sonidos de la ciudad de pronto tomaron poder devolviéndolo a la realidad.

 

Así, sintiéndose de algún modo anestesiado, Seúl seguía tal cual como cuando salió de su apartamento para ir al trabajo. Tan innecesariamente luminosa que te cegaba, tan inquieta que te hacía tropezar, tan escandalosa como su amigo Changmin, tan no disfrutada como el centenar de libros y ejemplares añejándose en la librería a la espera de que en el corazón de alguien, quien sea, brotara la sencilla y maravillosa curiosidad de decidir echarles una hojeada.  

 

 

—¿Por qué lo preguntas? —lanzó sin titubear.

 

—Quiero saber cómo está mi dongsaeng preferido.

 

—Estupideces.

 

 

“Soy tu único dongsaeng, hyung. Soy todo lo que te queda. Somos lo único que tenemos”.

 

 

Lo detestaba, detestaba enormemente cuando Jaejoong se jugaba con esos tratos. Todavía, a esas alturas y con dos años menos de vida en comparación con el rubio, no entendía la razón —o tenía miedo de hacerlo— tras su disgusto pero creía discernir las piezas de esa difusa razón: ser ellos, llevar la vida que ellos llevaban y pretender que no eran unos condenados se le hacía muy amargo. Amargo y utópico.

 

Esos eran los momentos donde se sentía mucho más inferior frente a Jaejoong porque empero él era el que siempre intentaba sobrellevar con optimismo todo lo que estaban viviendo, todo lo que hasta ahora les había tocado vivir, cuando su amigo daba indicios de copiarle, cual balde de agua fría cayéndole encima, se hacía evidente que ambos vivían una farsa. Y que por supuesto estaban malditos y jamás conocerían el nirvana.

 

Changmin consentía que por mucho que creyera conocer a Jaejoong, tantos golpes y maltratos sufridos lo había vuelto alguien translucido e indescifrable. O quizá no un completo misterio porque en contadas ocasiones podía jactarse orgulloso de anticipar las acciones del catire y saber qué estaba pensando. Pero otras simplemente parecía que había quedado sumergido en la oscuridad y el mapa de salida se sentía viscoso, así las respuestas que él tanto imploraba se estancaban y nunca llegaban.

 

De nuevo estaba presenciando al enigmático Kim Jaejoong. Contemplaba a su amigo, a quien le gustaría arrancar esas penas que magullaban su alma —que sabía a la perfección era cándida— pero estar en la misma línea de fuego que le gritaba huraña lo inútil que sería desear intentar hacer algo grande, lo desarmaba por completo. Aparentemente no podía hacer nada al respecto.

 

Pero conformarse no cuadraba con su filosofía de vida, jamás en su vida se acostumbraría. Algo conseguiría, alguna solución encontraría.

 

La redención no podía ser del todo inalcanzable.  

 

Aprensó su labio inferior con los dientes. Una voz rasposa le susurraba inquisidora que sería un largo día. No llevaría la contraría a tal sentencia.

 

 

—Vamos.

 

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

El frío comenzaba a castigarme y me hacía desear con fervor una rica y caliente taza de té o de chocolate. Un café también estaría bien.

 

Muy distante de las impresiones con las que había despertado esta mañana, nos veía volver a los baños del subterráneo como días atrás. A estas instancias, todavía no entiendo qué tipo de retorcidas ideas abundan en la mente de Zul, siempre queriendo que nos manejemos por estos métodos extraños. Su visión de querer hacer ver nuestro trabajo más realista en realidad lo hace ver más idealista de lo que ya es.

           

Desde un inicio consideré que sería mucho más fácil y rápido —y acertado y decente— si nos proporcionaba de un vehículo —podía ser un carro familiar, no somos gente exigente, aunque Changmin es bastante selectivo a la hora de comer— para cumplir con las encomiendas pero no, ni discute por el color de mi cabello por demás atrayente, pero irrefutable concibe que un automóvil —medio de transporte como le gusta a Min llamarle para hacer fastidiar a Zul—  nos haría llamar la atención de los curiosos y sería peligroso a corto plazo.

           

Por supuesto que Changmin y yo nos reímos en su cara y le dijimos que estaba demente por creer eso, pero allí quedó la discusión. Zul es nuestro jefe, quien toma las decisiones y nos provee de lo que sea que necesitemos —excepto un auto—, de modo que no insistimos.

 

A mí me gusta caminar, me gusta el metro y a Changmin no parece incomodarle lo suficiente como para montar una rabieta, o por lo menos no ha dado indicios claros.

 

El baño del subterráneo seguía blanco y limpio como la última vez que lo visitamos. No me molesté en divagar; me deshice de mi porte de chico casual y, vistiendo un atuendo oscuro como la noche, una vez Min terminara de acomodarse la bufanda, nos fuimos de allí.

 

Me pareció que Min estaba disgustado por algo, posiblemente el culpable lleve mi nombre, tal vez no se trataba solo de los panecillos. No sé pero últimamente se está esforzando por arrugar su frente más veces de las que lo hiciera en su aventurera infancia.

 

La mente de mi dongsaeng es predecible, pero al mismo tiempo inestable, siempre cambiante. Lo que piensas que podría hacerlo contentar, le es indiferente y en cuanto te descuidas, ya se ha ido o se ofendió de lleno.

 

Somos un par nada convencional. Los sentimientos que se condesan en nuestro interior —ya viejos y algunos que otros emergentes— pocas veces hacen juego con nuestras expresiones faciales o hasta con lo que decimos.  

           

De cualquier forma, el tiempo que estuvimos bajo tierra fue corto, como de costumbre. Como debía ser.

 

Casi de inmediato Sora llegó con un morral que contenía todo lo que Min y yo requeríamos para proceder con el encargo de hoy. Nos despedimos de ella cual universitarios hormonales —aparentar ante todo y todos— y, tomando caminos separados, los dos nos dispusimos a montar el vagón con destino a Chan Chan Lu.

                                            

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

El penetrante humo de tabaco hacía arder lo ojos, el mugriento suelo resbaladizo producto de tantas almas danzantes, los calores sofocantes procedentes de excitaciones distintas y las atractivas meseras —y meseras-meseros—, por contar poco, indicaban que aquel era un bar de mala muerte. No precisamente el lugar más idóneo para un importante político en ascenso, pero sí lo suficiente distinguible como su mercado personal para Kim Jaejoong y Shim Changmin. No porque lugares como ese encajaran en sus gustos, nada más lejos de la realidad, pero allí por lo general encontraban lo que buscaban. Lo que les pedían buscar.

 

Y ya la presa estaba en el punto de partida.

 

 

Aquellos que caminan, venden y comen

los brazos y piernas de los que se arrastran

en una inexpresiva y corrupta máscara.

¿Sabes qué?... ¿qué tipo de máscara deberé usar al salir esta noche?

 

 

Gallardos, casi pasaban inadvertidos entre ríos de decenas de personas que con sus rostros y cuerpos iluminados aleatoriamente por luces de colores sicodélicos te hacían perder el rumbo, o mejor, eran tu perfecto camuflaje. Pero sí, casi eran imperceptibles sino fuera por lo atractivos que los dos lucían. Sus ropas pétreas y elegantes quedaban opacadas por sus miradas mordaces e inquisidoras. Nadie se imaginaba lo que sus mentes en perfecta sincronía estaban maquinando desde el segundo justo en que pusieran un pie en el bar. Nadie podría advertir siquiera lo que querían hacer una vez allí antes de que abandonasen el vagón del metro.

 

Los dedos de sus manos no les alcanzarían para contar la cantidad de propuestas malintencionadas y piropos subidos de tono que recibieron desde su llegada —o mejor dicho, desde las afueras del lugar y también en la acera. Y el viaje al sanitario de la taberna se podría ver como un paraíso en comparación: apenas entrar notaron a dos hombres en pleno apogeo encerrados en uno de los cubículos y a una chica que recién terminaba de aspirar a Blanca les pasó desentendida por un lado. No se molestaron en pensar qué hacían ambos géneros en el mismo baño, suficiente tuvieron con la ola de desagradables olores que captaron: condones usados, bilis, sangre; todo un cóctel. Se limitaron a hacerse los de la vista corta y cambiarse rápidamente —de nuevo— antes de que algo mucho más perturbador se apareciera.

 

Una vez terminaron, pasaron el siguiente tiempo muerto en una mesa un tanto apartada de la barra, esperando.

 

Perfectamente ubicados, aguardando que la persona portadora del nombre resaltado en rojo escrito en un papelillo arrugado, hiciera acto de presencia.

 

El papelillo ya no tenía valor, sólo resguardaban entre sus ropas la fotografía del hombre previniendo cualquier error. De todas formas, ellos nunca fallaban en sus misiones. Eran impecables, escurridizos como zorros al asecho. Determinantes.  

 

 

—Mi amigo y yo creemos que la noche no se hizo para dormir. Nos preguntábamos si ustedes piensan igual.

 

 

Dos hombres pestilentes a alcohol se acercaron de improvisto a la mesa. Jaejoong había anticipado sus intenciones desde lejos. Internamente se rió de ellos a sabiendas de que no tendrían ninguna oportunidad para conquistarlos, y concluyó que terminarían por desistir siquiera antes de intentar hacer algo conciso, pero se había equivocado.

 

Con un porte torpe y burdo fueron a parar hasta ellos cual jugadores. Sus miradas felinas les traspasaban; se sintió asqueado en muchos sentidos.  

 

Changmin buscó agudizar un poco su vista puesto que las intermitentes luces del lugar —ahora intensamente blancas— le cegaban de a ratos.

 

 

—Dudo que ustedes tengan algo bueno para ofrecernos.

 

 

Un dejo de asombro se vislumbró en el chico de contextura corpulenta. El otro, más ebrio que presente, se echó a reír como si Changmin fuera el comediante mejor pagado de Corea.

 

 

—Vale, vale, no hay por qué ser rudo. Sólo nos preguntábamos si ansiaban por algo de buena compañía.

 

 

Jaejoong y Changmin sonrieron. El grandote todavía guardaba esperanzas por lograr animarles a experimentar lo que sea que se le pasaba por la mente. Como contagiados por el buen humor que mantenía el chico escuálido, ablandaron sus semblantes. 

 

El catire dio un parsimonioso sorbo a su vodca.

 

 

—Esperamos a alguien.

 

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

La intromisión de los desconocidos les había proporcionado una distracción indeseada. Hacía minutos que su objetivo había llegado al concurrido local, pero hasta entonces no recibían la señal para proceder.

 

 

Nocturno...

Las moscas, las mentiras.

El dinero que ganas, deja que se queme, deja que se queme.

 

 

Los intrusos se fueron sin más, percibiendo el desinterés de la pareja —y hasta sospechando que de seguro eran novios. Segundos después de que desaparecieran, la señal que tanto estaban esperando llegó.

 

El moreno vio como su hyung se tomaba lo que quedaba del incoloro licor de un solo golpe, progresivamente se levantó ocultando las manos en los bolsillos delanteros del pantalón negro y se alejó de él sin mediar palabras.

 

 

“Lo sabía… hoy será una largo noche”.

 

En su interior maldijo su gran perspicacia, porque a todas estas, anticipara, previera, infiriera lo que sea que infiriera, nunca hacía nada al respecto. Desde temprano estaba conciente de que el humor del catire sería muy volátil y de recibir una misión, se las desquitaría todas con la presa, pero poco había hecho. Solo limitándose a escapar de su amigo.  

 

 

Nocturno...

La mugre, los crímenes

¿Alguna vez aprenderás? Deja que se queme, deja que se queme.

 

 

Fastidiado, se dispuso a matar el tiempo que le quedaba observando a Jaejoong hacer su parte del trabajo. Había podido distinguir su ancha espalda entre la multitud por un rato considerable, pero ya luego de que este se internara a profundidad, lo perdió de vista. No fue sino cuando giró medianamente la cabeza hacia un lado que lo localizó plantado en la barra y con el político a escasos metros de él.

 

 

¿Cómo lo harás hoy, Jaejoong?”

 

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

Bien dicen que el ser humano nace con instinto; un regalo plus. El sentido de supervivencia, percibir las malas vibras: la suerte para algunos es tema manchado de charlatanería y de ocultismos, otros abogan por los milagros y las intervenciones divinas, algunos solo se conforman con agradecer al azar y continuar como si nada.

 

 

Nocturno...

Los edificios, los asesinatos.

El dinero que ganas, deja que se queme, deja que se queme.

 

 

En parte, Jaejoong no sabía a cuál de tantas opciones blasfemar, de todas formas, ninguna de ellas había sido de mucha utilidad en antaño y fuere quien fuere el o la culpable, costase lo que costase, acabaría con la vida de ese político. Hoy sería la última vez que Park Mu Joong se embelesaría al contemplar la misma majestuosa luna llena que él alababa antes de ir a dormir.

 

Se estaba enojando, y mucho. Changmin, a pesar de seguirle varios metros atrás, sentía el descontento desprendiéndose del cuerpo de su amigo como un hosco aviso de que aquella noche culminaría más oscura de lo que en un principio pudo anticipar.

 

 

Nocturno...

El sexo, la muerte.

¿Alguna vez aprenderás? Deja que se queme, deja que se queme.

 

 

Porque para sorpresa de ambos, Mu Joong era un hombre atlético y aferrado a su infamante existencia.

 

No es que los hipnotizantes ojos de Jaejoong y su parloteo amistoso no fueran suficientes armas como para desconectar al personaje público de la realidad, fue simple y llanamente que un cobarde siempre actuará como tal y huirá de la muerte sin importar el costo. En cuanto el joven dio indicios de dejar entrever sus verdaderas intensiones al magistrado, este salió corriendo despavorido y dejándole plantada una cara encolerizada a Jaejoong.

 

 

Podemos vivir en un paraíso barato, en el cual hemos comprado

Confundiendo ascensión y corrupción.

El vacío me llevó a noches de insomnio del remordimiento.

 

 

Si había algo que el níveo odiara más que a los propios pedazos de carne podrida que se titulaban como los voceros de la comunidad, era que corrieran de la muerte cuando estaban más que conscientes de que ese era su único final posible: ser ejecutados en contra de su voluntad.

 

 

Traidor del poder político, tu crimen... la honestidad.

Eres la presa de la sombra persiguiendo la noche.

Teniendo que ser cuidadoso de no pensar que los cielos están buscándote.

Consciente de que la carne humana es despedazada y azotada.

 

 

Sin pensarlo dos veces, ambos compañeros de trabajo lo acompañaron en la carrera. Changmin sonrió abiertamente cuando el sujeto terminó por verse atrapado en un callejón sin salida. Un oscuro, desolado y sucio callejón. Una perfecta tumba para alguien de su calibre.

 

 

—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué hacen esto?

 

—Haces muchas preguntas cuando estás a escasos segundos de dar tu último respiro.

 

 

Aún es un misterio si Dios ha muerto, así es que...

¿Cuál es el sentido de correr?

El único testigo para tu pecado mortal es un CCTV averiado.

 

           

Las pupilas centellantes de Jaejoong reflejaron el rostro deformado en horror de aquel gordo y desgastado hombre quien azorado jalaba por un poco de aire. Lejos de sorprenderse de la situación en la que se veía acorralado, la postura indiferente e inmutable de ese que hasta podría ser su hijo, le infligía un pánico que no hallaba cómo explicarse. Esas feroces palabras tan llenas de nada las sintió como una escabrosa estaca hincándose en su suerte.

 

 

No hay que preocuparse, el abogado también está asustado.

Sin testigos, el juez eventualmente venderá la corte.

 

 

—¡Por favor, tengo una familia! ¡Tengo hijos!

 

 

El menor guardó sosegado su arma a la espera de lo que haría Jaejoong. Lo conocía, lo conocía la suficiente como para saber que no continuaría jugando con esa putrefacta vida y le daría punto final en cualquier momento. Sabía lo mucho que detestaba que sujetos como ese le rogaran por algo a lo cual había perdido el derecho hace mucho tiempo.

 

Advirtió una mueca de satisfacción en el rostro del mayor cuando Mu Joong tanteó a sus espaldas y tras encontrarse con un muro polvoriento, su garganta se contrajo forzosamente. El juicio final a su deshonrosa vida faltaba poco por efectuarse.

 

 

—No te angusties, hombre. Sobrevivieron sin ti por 15 años.

 

—¡Por favor!

 

 

No le sorprendió en lo más mínimo que, en esta ocasión, apretara el gatillo de la pistola con el cañón dentro de la temblorosa boca del pobre diablo.

 

Jaejoong se quedó absorto observando la nueva composición de colores rojizos esparciéndose cerca de sus caros zapatos que prosiguió al sonido sordo del disparo. Siempre se reproducía la misma conducta inquietante: se perdía por algunos segundos detallando el resultado de sus actos y se desentendía por completo de lo demás, hasta del propio Changmin a quien le alteraba los nervios considerablemente, consciente de que aquello no podía ser algo insustancial. Pero no encontraba más solución que limitarse a distraerse mirando lo primero que se la atravesara, incapaz de irse y dejar a Kim solo y sumido en el condenado mutismo.

 

 

—¿Crees que haya sufrido lo suficiente? —dijo el catire aún con el arma sobresaliendo de la cavidad bucal del occiso gracias al silenciador que hacía ver más larga el arma. 

 

—No me importa, Jaejoong. El tipo está muerto.

 

—Estoy frustrado, tal vez debí romperle ambas piernas y dejar que se desangrara.

 

 

No le molestaba, tampoco le repudiaba que hiciera ese tipo de comentarios indiferentes frente a la vida de alguien más ahora tomada. Porque más allá de la culpa que pudieran sentir y que hasta el sol de hoy nunca se había manifestado, realmente lo que le asustaba hasta la médula era esa postura ausente con la que Jaejoong dejaba compartir sus pensamientos: se sentía como hablar con un fantasma.

 

Que se perdiera a sí mismo… No había noche en la que a punto de cerrar los ojos para dar cabida al sueño reparador, esos miedos no le aterraran y dieran permiso a la lógica gustosa por interpelar sus mociones.

 

 

El recuerdo del asesinato, no... el asesinato de millones.

Acumulación de indiferencia, todo el mundo de pie,

en fila, vendiendo sus almas.

La herencia de la muerte es la fuente del dinero para los políticos.

 

 

—Vámonos.

 

—Sí, Zul debe estar por llamarnos.

 

“Tomar la justicia en sus propias manos es algo que disfrutan; el hombre se ha dejado engañar por la soñadora idea de que el significado del bien es uno universal, lineal, y la imposición de reglas algo a lo que temer. Aquello solo hace el flujo de las cosas mucho más lentas de lo que podrían ser. Hay que actuar de inmediato y, sobre todo, sin ser vistos”.

 

 

 

Notas finales:

¿Y qué les pareció?: ¿horrible?, ¿espantoso?, ¿debería entregar mi diploma de Cassiopeia y de escritora amateur? (D: ).

Apenas vamos empezando, sé que esta primera entrega para algunos habrá parecido muy ruda y un poco difícil de descifrar, pero ya a partir del segundo capítulo el curso será más pausado y detallista ^^. Tampoco se crean que el aura de esta historia será meramente sombría y triste… tendrá sus momentos dulces y movidos Û jujuju.

 

Aclaraciones:

  • Jaejoong está catire como en las fotos de NII del 2012.
  • A quienes les intrigue la apariencia de Min… su cabello está algo parecido al de la sesión de fotos de DAZED: https://www.youtube.com/watch?v=y7rBO1ry08s Demás estaría decir que Changmin en esa sesión de fotos me ASDFGHJKKL… bueno, eso :3.

 

 


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