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Dulce Viktor por vitalife

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Notas del fanfic:

 

¡¡Hola y bienvenid@s!!


He trabajado en este fic durante todo el año, normalmente escribo NaruSasu pero heme aquí enamorada de esta bella parejita. Esta historia pretende salirse de la norma de los omegaverse, que lo logre o no el tiempo lo dirá, advierto que es un Viktuuri con tintes Yuuvik así que sobre aviso no hay engaño, pero no es lo que creen, conforme avence lo comprenderan.


También habrá que aclarar que aparecerán una serie de parejas "secundarias" que tendrán muy poco protagonismo, no suelo dedicarle mucho tiempo a cualquier pareja que no sea la principal, en el fic serán tomadas como ejemplo de éste universo omegaverse, veanlo como un "¿Qué pasaría si...?", puesto que normalmente éste tipo de tematicas las uniones suelen ser muy similares entre sí, siempre alfa y omega, tienen edades muy proximas, casualmente encuentran a sus parejas destinadas, etc. Acá plantearé de todo un poco, así que atentos, no serán ships muy comunes algunas.


Si eres una persona no muy familiarizada con el tema omegaverse, no te preocupes, procuro ir explicando las diferentes situaciones conforme la narrativa, pues he tomado de un que otro autor y agregado un poco de mis propias ideas, el prologo lo dejará algo claro supongo.


En cuanto a los personajes, quizás cambie ligeramente su personalidad pero es debido al contexto, Yuuri es un adolescente hormonal y Viktor un adulto con algunos complejos, intentaré mantener la esencia de cada uno.

 

Finalmente, como sabrán, Yuuri on ice, así como sus personajes, no me pertenecen, esto lo hago por fines meramente de entretenimiento fujoshi/Fundashi.

 

Notas del capitulo:


Ésta parte será una breve introducción al fic y al omegaverse, espero lo disfruten :)

 

 

La sociedad Alfa-Beta-Omega era regida por extensos y minuciosos protocolos, desde diplomáticos, escolares, profesionales, sexuales, hasta médicos,  justo en ese momento se encontraba en uno de ellos, específicamente el último. Yuuri Katsuki a sus quince años era examinado por el médico frente a él, había terminado su primer celo hacía una semana, lo que le convertía en un “adulto” dentro de la sociedad, claro, esto sólo aplicaba en cuanto buscar pareja se tratara además de otras responsabilidades, a partir de ese día las leyes hacia los omega entrarían en vigor en su persona.

Suspirando pesadamente repasaba una lista mental, debía traer siempre consigo supresores para sus feromonas, aun cuando no estuviera en riesgo de celo, puesto que en ocasiones podrían presentarse repentinos cambios hormonales frente a Alfas con presencia fuerte, así como su “destinado” que ejercería especial influencia en ellas, esto no sólo era por los embarazos indeseados, sino para preservar el orden social, si un omega (sin estar marcado) entraba en celo en medio de la calle, produciría un completo descontrol, por lo que éste y su familia tendrían que pagar los gastos que esto ocasionara.  

Por otra parte, su código genético sería ingresado a una base de datos mundial donde se verificaría la compatibilidad con otros Alfa y así poder procrear una descendencia exitosa, puesto que la “cruza” no siempre era favorable, a pesar de la gran fertilidad que un omega podía tener, incluso con una alta tasa de embarazo múltiple, su gestación era delicada, si sus genes no eran del todo compatibles con la de su pareja (así como inmaduros acorde a la edad), sufriría de constantes abortos y estrés emocional. Con el paso del tiempo se dieron cuenta de ello, estudiando varios casos de concepción hasta su término, como los omegas y alfa reaccionaban entre sí, además del uso de las feromonas, descubriendo relaciones especialmente prolíferas y equilibradas, llamándolas parejas “Gamma” por su fuerte conexión psíquica, pero descritas románticamente en la literatura como “Uniones destinadas”, aquellos que eran los más perfectamente compatibles genéticamente, además de reaccionar instintivamente entre sí, asegurando una descendencia exitosa del noventainueve por ciento.  

 

-Tome Yuuri-kun, en esta receta se encuentra su dosis de supresores para éste mes, en caso de necesitar más, informe a servicios sociales para un aumento de dosis y se le agendará una cita para el ajuste de la misma, el primer año a veces suele ser difícil. –sonrió con amabilidad aquel hombre.

-Gracias… -soltó con resignación, odiaba no ser dueño de su cuerpo, nunca creyó que el celo era algo tan temible hasta que lo vivió.

-También anexaré una referencia médica para el ingreso al bachillerato. –comenzó a teclear en su computadora.

-Sí, gracias.

 

El bachillerato, otro protocolo más, los estudios eran iguales para alfas, betas y omegas hasta el inicio de la secundaria donde los dividían por genero ante posibles celos tempranos, presentándose estos mismos en un promedio entre los trece a quince años, era entonces donde las materias comenzaban a cambiar, para los omega todo era “etiqueta”, relaciones sociales, sexualidad, maternidad, labores domésticas, todo enfocado a ser una ama de casa casi perfecta, así como conocimientos básicos de administración, área de docencia, enfermería o expresiones meramente artísticas como pintura, baile y actuación, no es que los omega no pudieran ejercer algún otro tipo de profesión, pero ello sólo era reservado para las clases altas y aun así su campo de acción era bastante reducido en comparación a un beta o un alfa, todo debido a su inestabilidad hormonal, el apego a sus crías y en algunos casos, por mero prejuicio.  

Si bien, las diferentes condiciones sexuales siempre habían existido, incluso a manera de mitos y leyendas, hasta hace poco más de cien años atrás se descubrió el porqué de aquello, comenzando a hacerse esa distinción (Alfa-Beta-Omega) así como exhaustivos estudios, los científicos estaban anonadados, parecían niños en navidad, pero ¿Por qué no lo notaron antes? Sencillo, físicamente no existían diferencias relevantes, si bien, el nudo en los alfas y el celo en los omegas varones era algo bastante llamativo, se adjudicaban a deformaciones o síndromes, ya que sólo pertenecían al 3% de la población por su aparente “infertilidad”, actualmente debido a diversas campañas de reproducción, la creación del Banco genético A-B-O y tratados internacionales para su preservación, su proliferación aumentó, siendo ahora el 25% de la humanidad. La anatomía de un Alfa no se diferenciaba mucho a la de un Beta, con la excepción de ser un poco más altos o robustos, así como un carácter más fuerte y marcado (esto también aplicaba para el género femenino), al igual, las mujeres Betas y  Omegas que eran relativamente indistintas, a pesar de ser estas últimas por lo general más voluptuosas y fértiles, por otra parte, un caso muy distinto eran los varones Omega, sus cuerpos más delicados y redondeados que los de un Beta promedio, sus caderas a su vez comparativamente más anchas, así como rasgos faciales andróginos, de carácter pacífico y maternal, excepto Yuuri, él era caso aparte.   

Realmente estaba harto de todo, tanto parloteo y responsabilidades, sólo quería vivir normalmente como un Beta varón, pero el mundo parecía conspirar, no quería ser una “princesa” como muchos de sus senpai en la escuela, era bastante incómodo. Él había sido criado junto a su hermana en igualdad de condiciones, a pesar de que ella era una Beta, siempre le enseñó a defenderse y dejar de ser un llorón por todo, forjando en él un carácter un tanto rudo para su género, por lo que ser tratado como una damisela en peligro le causaba gran malestar, no era esa clase de omega, simplemente era Yuuri. Por otro lado sus progenitores, siendo su padre un Beta pacifico, alejado completamente de los estereotipos, y su madre una Omega de carácter cálido, que no quería que su hijo pasara por el estricto régimen al que ella fue sometida, no veían mal su comportamiento, al contrario, lo alentaban, aunque aquello les causara algunos problemas de vez en cuando.

Pasaron dos años en completa rebeldía, como si desde su primer celo algo se hubiera activado en su interior, contestándoles con frases mordaces a sus superiores que se indignaban por su masculina forma de ser, así como rebelándose ante algunos profesores que le reprimían su desinterés por los cuidados como omega, eran épocas donde todavía existían normas morales (y legales) para los de su tipo, aquello le asqueaba, pues si quería jugar un deporte rudo ¿Qué importaba? Sino era bueno bordando ¿Qué más daba? Pero muchas cosas cambiaron en su cumpleaños número diecisiete, una carta llegó, habían encontrado a su Alfa. No pudo contener su desagrado al respecto, era un hombre, aunque ser penetrado por una mujer sería aún más humillante, no se sentía en especial atraído por los hombres, bueno, en realidad a nada. Su estómago se revolvía de sólo pensar que su destinado fuera todo un macho e intentara doblegarle, no podía odiar más su vida.

Vio el sobre que previamente sus padres habían abierto, se veían bastante felices, pero él se negó siquiera a leerlo, subió a su habitación frunciendo el rostro, tomando con desgana aquel papel, tirando sus pertenencias despreocupadamente en el suelo, así como aventó su sentencia de vida al escritorio como si fuese a contagiarle algo, se tiró en su cama pensando en su día, recordó a su mejor amiga, aquella que no dejaba de parlotear enamorada de su novio, quizás encontrar a su pareja no era tan malo, rondaba en su cabeza una y otra vez, en su interior quería saber quién era, así que con apatía se levantó de su lecho hacia la mesa, el pulcro papel con el sello del banco genético en el reverso le llamaba, suspiró.

 

-Veamos…  -sacó el oficio del sobre, era una hoja membretada- “Para la familia Katsuki, Hasetsu, Japón. Después de una extensa búsqueda por parte de nuestro sistema de inteligencia, hemos encontrado “la pareja Gamma” de su hijo Omega-varón: Yuuri Katsuki. Los datos son los siguientes: Viktor Nikiforov, Alfa-varón, lugar de residencia…” ¡¿QUÉ?! ¡¿RUSIA?!  -sus ojos se abrieron de sobremanera, por un momento lo había sospechado por el nombre extranjero, pero ¿Tan lejos?- por eso se habían tardado tanto…

 

La preocupación le invadió, existían raros casos como el suyo donde las parejas eran internacionales, cuando eso ocurría por lo general el omega debía mudarse a la domicilio del alfa, en algún momento tendría que partir y dejar a su familia, desprenderse de todo lo que conocía, viajar a un país extraño con un idioma complicado, sin nadie que le acompañe. Arrugó el papel por los bordes, adiós vida normal, echó un vistazo a la fotografía anexada, un chico de cabello largo platinado y ojos azules.

 

-No puedo creerlo, es hasta más bonito que yo ¿En serio? –bufó molesto- ¿No se supone que los Alfa son más “masculinos”? –hizo comillas con sus dedos, fastidiado- ¿No será otro Omega? Quizás se equivocaron… ¡¿Qué?! ¿Es cuatro años mayor que yo?... hoy no es mi día… -se volvió a tumbar en la cama, eso podría significar que en cualquier momento podría ir por él, al ser éste mayor de edad y por lo tanto, convertirse en su tutor.

 

Debido a las normas legales, un Alfa podía hacerse cargo de su omega o viceversa, si uno de ellos era mayor de edad y autosuficiente, así como en el caso de la perdida de los padres de alguna de las partes, si éste ya había pasado por su primer celo, automáticamente la custodia pasaba a manos de su pareja, aun así quedaba estrictamente prohibido el enlace o embarazo antes de la mayoría de edad según el país establecido, puesto que a pesar de que los embarazos adolescentes existían, los omegas menores corrían mayor riesgo durante el parto al encontrarse todavía en desarrollo, mientras que para los alfa jóvenes, un omega preñado podría causarle gran estrés hormonal y por tanto, emocional. Claro que las relaciones sexuales eran otro tema, puesto que por normativa, las parejas de Alfa-Omega se atraían entre sí, no cabía espacio para las “violaciones” dentro de una unión destinada, se daba por hecho que sería siempre consensual.  

Deseaba enormemente que su Alfa no le reclamara tan pronto, necesitaba tiempo, nunca creyó tener la posibilidad de salir de su pueblo, ahora todo sería diferente. Pero los días pasaron sin señales de que aquello pareciera ocurrir, aun así, vivía con la angustia de que pasara de un día para otro, ni siquiera en la escuela podía concentrarse, no quería convertirse en un juguetito sexual hasta ser mayor y pasar a ser una ama de casa llena de hijos.

 

-¿Qué pasa Yuuri? –preguntó su amiga de la infancia mientras almorzaban bajo un árbol en el patio de la preparatoria- tienes varios días en las nubes.

 -Lo siento… aun no te he dicho ¿Verdad?

-¿Qué cosa? –parpadeó.

-Encontraron a mi “destinado” –hizo comillas con sus dedos mientras aún tenía la pajilla de su jugo en la boca.

-¡¿De verdad?! –se acercó a él completamente emocionada- ¡Felicidades Yuuri!

-Gracias, gracias… -dijo aburrido aceptando el abrazo impulsivo de la chica.

-¡Eso es genial! Se tardaron bastante en encontrarlo.

-Bueno, comparado contigo Yuko… -le reprochó con la mirada.

-Jajaja –soltó una risilla nerviosa- Bueno, mi caso es especial –sonrió.

-Tuviste mucha suerte de que fuera alguien conocido –terminó de dar el último bocado a su comida.

-Sí, de hecho hemos decidido enlazarnos después de la graduación –soltó de pronto completamente sonrojada y nerviosa jugando con sus manos.

-¡¿Qué?! ¡¿Tan pronto?!

-¿De qué hablas Yuuri? –levantó su mirada- es lo normal, además Takeshi-kun se hará cargo del negocio de su familia en el fututo, comenzará a trabajar en él.  

-Es cierto… -se quedó pensando por un momento, un omega común no podía ir a la universidad a menos que su alfa lo permitiera, además era algo muy costoso ¿Qué haría él entonces?- quizás vaya a Rusia… -se contestó a sí mismo.

-¿Qué dijiste? –preguntó curiosa, pero en ese momento el timbre sonó.

-Nada… –sacudió su cabeza- volvamos al aula.

 

El día había transcurrido normal y como era costumbre, acompañaba a su mejor amiga hasta aquella esquina donde se encontraba con su “prometido”, despidiéndose de ambos agitando su brazo, seguía su camino a casa, en su mano derecha portaba una pequeña bolsa trasparente con galletas, las mismas que había hecho en su clase de cocina en la última hora, se las regalaría a su madre cuando llegara.

El enorme portón de la posada le dio la bienvenida, su familia era dueña de la última que quedaba en aquel casi abandonado pueblo costero, no era por presumir, pero la comida y las aguas termales eran las mejores del lugar. Se descalzó no más entrar, saludando a su padre en la recepción, se encaminó a la cocina donde de seguro su madre estaría platicando con las empleadas, cosa que así fue.

 

-Ya llegué mamá –le saludó.

-Bienvenido Yuuri –le sonrió cálidamente.

-Las hice en clase de cocina –extendió la bolsa.

-Gracias… ¡Ah! Por cierto, hay una sorpresa en tu habitación –le guiñó el ojo.

-¿A qué te refieres? –soltó con desconfianza.

-Sube y lo verás –canturreó divertida.

 

Con temor subió las escaleras, recorriendo el pasillo hasta su recamara con algo de dudas, ¿Le esperaría aquel niño bonito ahí? lentamente abrió la puerta, encontró un arreglo de flores en diferentes tonos de azul, blanco y rosa en su escritorio, acompañado de una carta y una pequeña caja marrón con un lazo plateado.

Abrió los ojos sorprendido, ¿Eso venía de su alfa? Seguramente sí. Observó las bellas flores, en su mayoría rosas, se veía que era un detalle costoso, incluso el jarrón donde estaban colocadas parecía valer más que todo en su recamara, un tanto ansioso tomó el sobre de un azul cobalto, con una elegante letra cursiva leía “From: Yuuri”, tragó saliva, sacó la carta, un fresco olor inundó sus fosas nasales, como un bosque en primavera con un toque de colonia, su interior se estremeció, sonrojándose débilmente, así que a eso se referían con la reacción con tu destinado.

Terminó por desdoblar aquel papel, realmente no decía mucho y si su ingles no le fallaba, su alfa le pedía que fueran amigos, una petición bastante extraña, volvió a colocar la hoja en su sitio, pasando su atención a la caja, quitó el lazo y lo abrió, una fina cadena de plata o quizás oro blanco, no estaba seguro, era adornado por un dije en forma de copo de nieve del mismo material, bastante sencillo pero de muy buena calidad.

 

 

-Parece que viene de buena familia… genial, me enlazaré con un niño rico -soltó con sarcasmo.

 

 

Realmente no tenía nada en contra del tal “Viktor”, pero aún se sentía incómodo con la situación, no era una chiquilla para recibir flores, bueno, era un omega. Suspiró, volvió a tomar la carta y la olió, era placentero, completamente instintivo, sus mejillas se colorearon nuevamente, su pulso comenzó a acelerarse, de su garganta salió un ligero ronroneo, entonces se asustó ¡¿Qué era esa reacción?! Alterado, metió el sobre en uno de los cajones del escritorio y retrocedió hasta tropezar con su cama, cayendo sentando en ella, su pecho aún se estremecía con intensidad, su rostro, incluso sus orejas estaban completamente rojas, revolvió su cabello con ambas manos, intentando apartar aquellas sensaciones ¡¿Qué le estaba pasando?! Él no era así.

Las flores se habían marchitado con el tiempo y con ello un sinnúmero de preocupaciones invadieron su mente, no estaba acostumbrado a sentir aquella arrolladora necesidad de oler la carta, misma que poco a poco iba perdiendo la esencia, incluso se sentía ansioso por regresar a casa y hacer el susodicho ritual de restregar ligeramente su nariz sobre el papel, ahora entendía un poco a Yuko y por qué comenzaba a distraerse después del almuerzo, aunque claro, lo que ella tenía con Takeshi era más intenso, ellos tenían una relación establecida, él apenas vio una foto de su alfa y leyó un par de líneas en inglés, no se imaginaba como sería al conocerlo, de sólo pensarlo su corazón se aceleraba, estúpido instinto omega.

 

 

-Yuuri ¿Estás bien? –sintió como picaban su mejilla.

-Emm… si… -levantó su cara del pupitre.

-Creí que te habías enfermado, tenías una cara muy extraña –soltó una risilla.

-¿Una cara extraña? –acomodó sus gafas y sobó su cachete aplastado.

-Parecía que tenías la mente perdida y tu cara estaba tan roja ¿Será tu celo?

-¡¿Qué?! ¡No! –comenzó a ponerse nervioso- Falta un mes para eso –desvió la mirada con vergüenza.

-¿Entonces? –ladeó la cabeza- ¡Ah! ¿No será que pensabas en tu destinado? –una mirada maliciosa se asomó en su rostro.

-¡Pa-para nada! –volvió a alterarse.

-Oh, vamos, es normal Yuuri –hizo un ademan con su mano- dime ¿Cómo es? –alentó interesada.

-No lo conozco –respondió a la defensiva.

-Pero por lo menos deberías tener alguna fotografía de él o hayan intercambiado algún mensaje.

-Tengo la fotografía del banco genético y una carta.

-¿Sólo eso y ya estás suspirando? –se llevó una mano a la boca- ¿Qué tan guapo es? ¡Enséñame!

-No lo haré –dijo receloso, frunciendo las cejas.

-Yuuri~ –rogó.

-Está entrando el profesor, ve a tu lugar –reprendió.

-Eres malo –hizo un puchero.

 

 

Pasó un largo, largo día, con su cabeza por las nubes, pero más que pensar en el ruso, su mente divagaba en su futuro, el próximo año se graduaría y no sabía que le depararía en su vida, su destinado no parecía interesado de momento por llevarle consigo, aquello lo agradecía, aunque las palabras de la perfumada carta seguían rondando, ¿Ser amigos? ¿Desde cuándo un alfa le pedía a un omega ser sólo amigos? Más aún, cuando es tu “legalmente” prometido, que si el hombre quisiera, bien podría estar abriéndole las piernas víctima de las feromonas. También existía la posibilidad de que no fuera tan malo.

Cuando llegó a casa se topó con la radiante sonrisa de su madre, con una mirada picarona le entregó un sobre, se sonrojó imaginando su procedencia, era otra carta, fingiendo indiferencia la tomó, subiendo a su habitación como de costumbre, apenas entró en ella, vio el reverso, reconociendo aquella elegante letra cursiva, se mordió los labios con ansiedad, lentamente rasgó el papel para sacar su contenido, detectando para su sorpresa que aquel olor que deseaba internamente, no era tan potente como en la correspondencia anterior, ignorando un poco su decepción, prosiguió a leer.

 

 

~*.*.*.*.*.*.*.*.*.*~

“Diecinueve de diciembre

Querido Yuuri:

¿Puedo llamarte así? Si llegara a incomodarte, disculpa mi atrevimiento.

Espero hayan sido de tu agrado los presentes que te hice llegar, fue todo un desafío conseguir que el arribo de la correspondencia y las flores coincidieran, me gustaría haber visto tu expresión, sé que quizás haya sido impulsivo de mi parte, pero te he esperado por mucho tiempo, pensé incluso que no tendría una relación Gamma, pero me has salvado, no sé cómo agradecerte.

Me emociona imaginar el poder conocerte, pero sería algo apresurado, aguardaré un poco más por ti, por lo pronto tengamos contacto por medio de estas humildes cartas, seamos amigos, con paciencia permaneceré en espera de tu respuesta.

Siempre tuyo, Viktor.”

 

~*.*.*.*.*.*.*.*.*.*~

 

 

-Esto es tan cursi y anticuado… -renegaba, aún con las mejillas coloreadas y el ligero temblor en el cuerpo- incluso tuve que consultar mi diccionario de inglés.

 

 

Pero aún a pesar de fingir molestia, su interior se retorcía con gusto, incluso su garganta soltaba involuntarios sonidos bochornosos, su cuarto apestaba a lirios, aroma que despedían sus feromonas cuando estaba extremadamente feliz o excitado, eso le agobiaba, él no era una chica enamorada, él no se sentía atraído por un desconocido que hablaba bonito ¿Entonces por qué sonreía como idiota? Apartó el papel, dejándolo distendido en su cama, se tomó las mejillas, frotándolas, sintiéndolas completamente calientes, aguantó las ganas de gritar y salió de su habitación para ir directo al lavabo a mojar su rostro, cuando lo hizo, se vio en el espejo, notando el extraño brillo de sus ojos, aquel que le recordaba su condición sexual, sus hormonas actuaban duramente en su cuerpo, más que cualquier Beta, después de todo, Alfas y Omegas se comunicaban a través de feromonas, mismas que impregnadas en la carta le trasmitieron indudablemente el estado de animo de su destinado.  Quizás no era tan mal tipo.

Regresó a su cuarto, aún abochornado y un tanto sensible, lo que acababa de acontecer era un duro golpe a su orgullo, aquel que alegaba jamás comportarse como esa clase de omega, ahora lo entendía un poco, aun así, seguía creyendo firmemente que muchos y muchas de sus compañeras tenían reacciones completamente exageradas, bueno, por lo menos él no había sucumbido a su impulso de gritar, eso le hacía sentir mejor. Tomó de nueva cuenta la carta para después sentarse en su escritorio, suspiró, sacó unas hojas blancas de una carpeta y se dispuso a pensar en que contestarle, aunque no le gustara, no podía ser descortés por sus molestias.

 

 

-Simplemente no puedo… -golpeó ligeramente su cabeza contra la madera por lo menos unas tres veces- ¿Qué puedo contestarle? ¿Y si mejor no lo hago? –se dijo a sí mismo- Pero él parecía tan feliz… -deslizó su dedo encima de las letras, notando su relieve, así como aspirando el tenue aroma, volviendo a suspirar- quizás…  

 

 

Decidido comenzó a escribir, su mensaje no sería tan innecesariamente largo, pero si completamente sincero: “Es un gusto conocerte a través de estas cartas, espero podamos ser buenos amigos, estaré bajo tu cuidado a partir de ahora, puedes llamarme como quieras, supongo que no habrá problema en llamarte por tu nombre, gracias Viktor”. Una vez conforme, dobló el papel y lo selló dentro del sobre, entonces se percató que no había escrito la dirección, buscó el oficio del banco genético para corroborarla, fue cuando notó cierto detalle.

 

 

-¡¿El lunes es cumpleaños de Viktor?! –abrió sus ojos con desmesura- ¿Debería regalarle algo? Él me mandó aquellas cosas, pero son tan caras, no puedo competir con eso… ¿Quizás unas flores? Olvídalo, él es un alfa, creerá que me burlo de él.

 

 

Después del pánico inicial y revisar sus ahorros, decidió que lo máximo que podía hacer era ir al centro del pueblo a comprar alguna especie de suvenir. Resignado fue de puesto en puesto, gruñendo por la calidad tan baja de los productos que podía pagar, no había querido pedirle ayuda a sus padres, suficiente tenía con las miradas de su madre al darle la correspondencia, mientras que pensar en su hermana era demasiado vergonzoso, su mejor amiga, mucho menos. Ya cansado se sentó en una banca cercana, suspiró ¿Por qué le importaba tanto hacer el jodido regalo? Un estremecimiento en su estómago le dio la respuesta, las feromonas que empapadas en el papel le trasmitían su completa felicidad de encontrarle, tapó su rostro ante el recuerdo, comenzaba a sonrojarse de nuevo, su cuerpo poco a poco se ponía ansioso, se levantó apresurado al sentir un cosquilleo en su parte baja, las alarmas  internas se encendieron, debía darse prisa y regresa a casa, no debería pasar eso todavía, con sus manos temblorosas sacó una pequeña cajita trasparente de su bolsillo, tragando una de las pastillas sólo con su saliva, eso le daría tiempo para volver.

Llegando a casa fue directo al restaurante de la posada donde tomó una jarra llena de agua y un vaso, Hiroko le observó intrigada, pero al percibir su aroma y la velocidad con la que caminaba lo supo, estaba entrando en celo, se quitó el mandil, dejándolo sobre la barra de la cocina para seguirlo, pasando antes por su propia alcoba en donde tomó una caja metálica asegurada, cuando llegó al último piso, justo donde se encontraba el ahora “nido” de su hijo, tocó la madera que les separaba, encontrándola trabada.

 

 

-Yuuri –llamó tranquilamente- soy yo, ábreme.

-Mamá… -se escuchó ahogado desde el otro lado- no debería estar pasando, falta un mes.

-Abre hijo, debes ponerte el collar.

 

 

Entreabrió la puerta, asomándose tímidamente, sus mejillas comenzaban a teñirse de rojo por la fiebre, vio a su progenitora con pena, estiró el brazo para tomar la caja que se le ofrecía y volvió a encerrarse de nueva cuenta. Rebuscó dentro de aquel objeto, encontrando un collar ancho de cuero oscuro que colocó con dificultad en su cuello hasta escuchar la cerradura del mismo, por seguridad debía usarlo y evitar ser accidentalmente marcado, como de costumbre, su madre guardaría la llave en un lugar seguro hasta que su celo pasara, revisó nuevamente el contenido de la caja para cerciorarse de los supresores inyectables de emergencia, así como un anticonceptivo preventivo, aun a pesar de que se encontraba resguardado en su hogar, no desaparecía el hecho de que algún alfa llegase a querer intentar algo.

Colocó candados en su puerta y ventana, era poco probable que alguien lograra escalar hasta el tercer piso, pero valía mejor ser precavido. Su instinto le volvía ansioso, desesperado, actuando compulsivamente, colocaba cojines y ropa sobre su cama, intentando crear un circulo con ellas, al mismo tiempo se iba desnudando por el insoportable calor hasta quedar en ropa interior, tiritaba, comenzaba a mojarse, su respiración le sofocaba, se ocultó bajo los cobertores, aguantando el ardor de su cuerpo, sudando, frotó sus partes bajas para acelerar las cosas, debía desfogarse para que el primer golpe de calor no fuera tan fuerte, pero dolía, le incomodaba, nunca había tenido un celo tan intenso.

Sus sentidos se hipersensibilizaron, las pupilas se dilataban, el oído escuchaba hasta las gaviotas en la lejanía, la piel dolía, su boca salivaba, entonces un exquisito aroma llegó a su nariz, se levantó víctima de un trance, caminó hasta su escritorio y abrió el primer cajón, una sonrisa deformada se apoderó de su rostro, quien lo observara pensaría que era una bastante lasciva, sobre todo por su mirada perdida, tomó los sobres de aquellas perfumadas cartas, las llevó a su nariz, aspirando con fuerza, de su garganta se escapó un dulce gemido.

 

 

-Viktor~ -ronroneó gustoso, apretó su erección sobre la tela.

 

 

Fueron tres lagos días de completo descontrol, donde embarazosamente había utilizado el olor del ruso para satisfacerse, repudiaba una parte de sí mismo por ello, por ser tan débil en esos casos, convirtiéndose en otra persona por el celo, completamente víctima de su instinto que le pedía reproducirse a gritos, todavía recordaba sus delirios, aquellos donde era tomado por aquel apuesto muchacho de cabello largo, de sólo pensarlo un escalofrío le estremecía completo.

Los meses pasaron rápidamente, aun a pesar de que no pudo conseguir un regalo digno, decidió enviar aquella carta como respuesta, recibiendo muchas más a cambio, descubrió que Viktor era un hombre sencillo y de buen corazón, por lo menos eso aparentaba, vivía en San Petersburgo, tenía un perro desde los quince años, se llamaba Makkachin, el cual alegaba también estaba ansioso de conocerle, era heredero de una familia con altos ingresos, aunque no le gustara hablar de eso y tampoco de sus padres, también le describía la ciudad, el clima, sus platillos favoritos, incluso sus colores predilectos. En un principio había utilizado el lenguaje formal, pero mientras más intercambiaban cartas, el extranjero escribía cada vez con más confianza y familiaridad, contagiándose un poco de ello, al final parecía que realmente se habían vuelto amigos, esto le causaba más conflictos en sus días de celo, nunca podría confesárselo.

Sin mucho más el día de su graduación del bachillerato llegó, como siempre, su prácticamente prometido, le había obsequiado un elegante traje sastre de lo que parecía una marca sofisticada que jamás escuchó, así como también una perfumada carta dándole sus sinceras felicitaciones, no podía ser más feliz por su situación, Viktor era tan considerado, no por los regalos, sino por darles el tiempo de conocerse, en la actualidad ya no le era difícil imaginarse junto a él, por más que le doliera a su orgullo. Pero después de ello esperó un par de semanas la respuesta de su mensaje donde le daba las gracias, jamás llegó, preocupado intentó enviarle otro, recibiendo el mismo resultado, intranquilo comenzó a presentar signos de un síndrome de separación, parecido al síndrome de abstinencia, con la diferencia que este se manifestaba en omegas que por algún motivo se distanciaban de su alfa.

Aprovechándose de su egreso del bachillerato y sus indefinidas vacaciones, se encerró en su habitación con una inexplicable depresión, dejando a su paso un intenso olor a flores marchitas, comiendo muy poco en algunos días y en otros atracándose, mejorando relativamente de vez en cuando. Le llevaron a un médico a revisarle, era obvio el diagnostico, su cuerpo llamaba a su alfa, ¿Tratamiento? Encontrarse con él y de preferencia enlazarse, pero mientras aquello sucediera, se le medicaría con hormonas para estabilizarlo.

Decaído y atontado por lo que le habían recetado, se limitaba a acomodarse en el regazo de su madre, buscando impregnarse de sus feromonas para tranquilizarse de sus repentinos episodios de ansiedad. Repentinamente, de la nada llega por fin una carta, misma que le hace saltar de su sitio, importándole poco que su familia le observara, desplegando su tan particular aroma eufórico, casi le besa las manos al cartero, cuando por fin la tuvo en su poder, no pudo evitar oler el sobre, apenas distinguiendo una tenue fragancia, al abrirlo sus manos temblaron, le reconfortaba sentir de lleno nuevamente la colonia de Viktor, pero más que alegrarse por las palabras dichas ahí, una enorme angustia se apoderó de él.

 

 

~*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*~

 

“Iré a conocerte, estoy impaciente por verte”

 

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Notas finales:

 

¡Espero les haya gustado! Cualquier sugerencia es bien recibida :) 

Sé que es un inicio muy cursi, los siguientes 2 capitulos serán igual o más, pero a partir del 3ero comenzarán las complicaciones poco a poco. 

Dependiendo de la aceptación, lecturas o reviews, el primer capitulo lo actualizaré pasando año nuevo.

La historia se subirá en paralelo en Wattpad, dejo mi perfil para quien le interese: https://www.wattpad.com/user/Yara-san 

Sin más, muchas gracias por leer y espero sus comentarios :) 

 

 

Matta nee~ 

 

 

 


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