Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El fantasma del futuro por Tsundere Chisamu-chan

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Feliz Navidad y próspero año nuevo a todos. Espero que te guste darling...

 

Narrado por Ruki~

El fantasma del futuro

Restriego mis ojos, intentando comprender lo que está sucediendo. No puedo estar seguro de nada, y aunque todo indica que estoy soñando, las circunstancias parecen demasiado auténticas. Talvez el exceso de alcohol en mis venas me está haciendo alucinar o talvez haya pasado a la otra vida y por eso todo se siente tan irreal desde aquí. Me siento voluble e indefinido, quiero regresar, aunque ¿cómo podría?

Despierta 
Mírame a los ojos de nuevo 
Necesito sentir tus manos 
sobre mi rostro

Mi consciencia estorba como una molestia en el ojo cuando recuerdo lo que hice la noche antes de acostarme a dormir. La noche buena, antes de navidad, me embriagué en una taberna de mala muerte, olvidé comprar el regalo de Kai, llegué a casa y luego de una breve discusión lo insulté como nunca antes lo había hecho y me metí en nuestra cama tamaño individual en la que hemos dormido juntos los últimos 3 años. Ahora, desprendido de mi cuerpo, puedo verlo llorar en la cocina. Se encuentra solo, roto, con sus ojos hinchados a más no poder y en sus manos sostiene una pequeña cajita rojiza que no pudo darme de regalo.

Me encuentro justo en frente de él, pero no me ve, pues mi cuerpo físico no se encuentra conmigo, está tumbado en un estado de casi coma etílico, con un glamoroso atuendo dorado apestoso a tabaco y alcohol. Me lo había colocado a sabiendas que Kai vendría a casa, la verdad es que quería verme atractivo para él, y ahora estoy aquí, con el alma partida al ver lo que ocasioné sin darme cuenta. Pero ¿qué puedo decir? Estaba triste. Una patética excusa inválida, aunque lamentablemente siempre soy un egoísta en el amor y Kai siempre un héroe. Tan valiente, tan tenaz que a veces olvido que él también necesita atención y amor, que nuestra relación no es una carga solo suya y que no siempre tiene que ser el fuerte.

Las palabras pueden ser como cuchillos 
Pueden cortar, abrir 
y el silencio te rodea 
y te persigue 

Lo contemplo mientras observa atentamente el objeto en sus manos y aprieto los parpados cuando lo que temía, se presenta claramente ante mis ojos. Un anillo de compromiso deslumbra desde el interior de la caja que él abre solo para después llorar con más ímpetu. Me propondría matrimonio esa noche, la noche de navidad de este año y yo, como siempre, lo eché todo a perder. Había esperado una propuesta suya, hace mucho más tiempo del que puedo admitir, y aunque mi actitud infantil se llega a confundir con ternura, lo cierto es que mi orgullo es nuestro principal inconveniente para avanzar juntos. Quiero llorar, pero la ausencia de mi cuerpo no me lo impide con tanta vehemencia como el nudo en mi garganta. Mi pecho aprieta al darme cuenta de cuánto lo amo y a pesar de ello, dedico todas mis energías a lastimarlo, ¿qué clase de amor hiere tanto?

Miro hacia arriba, preguntándome en qué momento me convertí en este monstruo que soy ahora. Me maldigo un millón de veces por no poder dejar de pensar en él, en Reita. En su cara de idiota cuando me confesó la infidelidad que me mandó a los callejones y me convirtió en el patán que soy ahora, porque antes de Reita siempre fui sincero, siempre atento y cariñoso. Fueron cinco años, de amarlo con cada fibra de mi ser, que se derrumbaron luego de que una noche, precisamente noche buena, con una expresión insensata, se fue con una chica. La mujer a quién había amado cada día mientras me besaba a mí, con la que compartía mensajes de amor, acostado en mi cama, la chica de sus sueños, dueña de su corazón y exterminadora del mío. ¿Cuantos años de mentiras, de cinismo? Un vínculo falso donde entregué todo mi ser a una persona que nunca lo aceptó, ni siquiera lo quería.

Nunca pretendí convertirme en el villano. Después de llegar al fondo del abismo ya no me quedaba nada para perder. Me drogaba cada día, me embriagaba y me quedaba mirando al techo, esperando su llamada. Estaba tan roto, tan incompleto, y entonces apareció Kai y me salvó. Me obligó a luchar, levantarme y confrontar mis problemas. Me ofreció su hombro para llorar y me protegió de mis demonios, hasta una mañana cuando, con un simple beso en los labios, comprendí la dulzura de su alma y llevó luz a mi existencia, despejando por unos segundos la oscuridad de mi mente, ¡pero vaya manía la mía, de estar saboteando mi felicidad!

Creo que pude haberte inhalado 
puedo sentirte detrás de mis ojos 
Has conseguido entrar en mi torrente sanguíneo

Puedo sentirte fluir en mí… 

Me apoyé en él sin preguntarme qué era lo que podía ofrecerle yo. Aguantó mis berrinches y caprichos, reprendió mis ataques de ira y me consintió en cada idea descabellada que se me ocurría, logrando que poco a poco surgiera un amor mutuo, divertido y cómplice. Es una lástima que nunca haya valorado su amor como se debe, siempre recostado en él, seguro de su permanencia y entrega, lo veía como un faro iluminador y jamás se me ocurrió aportar a nuestro vínculo porque él lo estaba apostando todo por nosotros. Ahora que lo pienso, siempre he sido un gran egocentrista en nuestra relación, nunca lo he invitado a una cita, no me preocupo por sus sentimientos, ni he tenido consideración por sus debilidades. La historia se repite, pero ahora conmigo como antagonista y él es el mártir. Me he dedicado a complacerme a mí mismo, contando con que él estará allí, pase lo que pase. Me maldigo una vez más.

Por favor… deja de llorar. Cada lágrima suya me atraviesa justo en el pecho y me doblega el alma. Un llanto verdadero porque cree que no lo veo, porque jamás lloraría de esa manera en frente de nadie. Él es así. Seguro, pero frágil, insolente, pero tierno. El hombre del que me enamoré cuando llegó a auxiliarme de mi propia miseria, de mi caos emocional, y que amo de verdad, lastimosamente me encuentro demasiado estropeado para comprender cómo amar sin lastimar. Lo miro tiernamente mientras limpia su cara con la manga de su camisa. Está despeinado, rojo y con su cara vuelta un charco de lágrimas, se ve hermoso. Sonrío triste, porque nada de lo que haga en este momento podrá borrar el dolor que causé, de modo que intento tomarlo de la mano pero, por supuesto, no logro tocarlo.

Suspira, tratando de aminorar el llanto y mira fijamente hacia el frente. Me intimida su seductora mirada que se dirige hacia donde me encuentro yo, sin verme realmente. Parece falso que unos ojos exhaustos de llorar sigan pudiendo cautivarme tanto. Lo miro tragar grueso para después, extraer una pluma de su bolsillo, tomar una servilleta y fruncir su entrecejo antes de empezar a escribir. Puedo sentir como el oxígeno abandona mis imaginarios pulmones cuando entiendo lo que está sucediendo. Es una despedida, se irá para que ya no pueda romper su corazón de nuevo.

Me siento tan impotente. Quiero gritarle cuanto lo amo, abalanzarme sobre él y llenarlo de besos aunque sé que es inútil, pues él no me escuchará. Ninguno de los sentimientos que se me desbordan en este momento, llegarán hasta él y por más que lo intento, no logro regresar a mi cuerpo y despertar para impedir su partida. Soy un fracaso, después de todo parece tener toda la razón en marcharse, yo solo lo obstaculizo. Desde nuestro primer día juntos, no he sido más que una piedra en su zapato, una soga que solo existe para mantenerlo atado, y más que eso, parece que lo he estado asfixiando.

Lo observo sin poder hacer nada, está temblando y escribe tan lentamente que casi puedo sentir la punta de la pluma calcinándome la piel. Su llanto ha cesado pero se encuentra destrozado, al igual que yo, el fruncir de sus labios y su mano sobre la frente lo delata. Kai siempre fue sinónimo de fortaleza, nunca mostró sus debilidades en frente de la gente y por eso es que aprendí a leer las pequeñas revelaciones de sentimientos que lograban transmitirme lo que no se atrevía a decirme a la cara, desgraciadamente nunca les presté la atención necesaria. Y ahora, mirándolo a punto de partir recuerdo todos los fallos que cometí en nuestra relación, y que no sirven de nada ahora que lo destruí.

Los espacios entre dos mentes

y todos los lugares que han estado.
Los espacios entre…

Termina de escribir en el pequeño y traslúcido trozo de papel y lo levanta para releerlo mientras acaricia los bordes con sus pulgares, finalizando con un movimiento lento que lo lleva hasta sus labios para imprimirle un beso amargo y volver a dejarlo sobre la mesa. Ni siquiera puedo ver las escasas pero letales palabras que ha escrito, no me atrevo. Se levanta y recoge sus cosas, ha llegado el momento y yo no puedo hacer nada para evitarlo. Me quedo allí, de pie, insensato y débil. No he podido soltar ni una sola lágrima, y los suspiros son la única forma que encuentro para compersarlo. Se dirige a la habitación, lo puedo ver entrar, mirar tiernamente al cuerpo tendido sobre la cama y dejar un suave beso en sus labios. Ojalá pudiese sentirlo, porque desde este momento puedo lamentar la carencia de los besos que no regresarán. ¡Qué ironía! Que nunca tuve tanta sed de él hasta el momento en el que decide marcharse.

Se dirige hacia la puerta y la abre para después caminar hacia afuera. Grito su nombre en un hilo de voz y él se detiene. El aire se me ha ido por unos segundos en los que el tiempo parece haberse detenido. Lo miro tragar grueso y voltear su rostro buscando con desconcierto el emisor del sonido. La confusión parece aumentar al cerciorarse de que no hay nadie, y la única otra persona en la estancia, se encuentra profundamente dormida. De todos modos no parece rendirse y vuelve a recorrer la habitación con la mirada hasta detenerse al chocar contra la mía. Un escalofrío me recorre la espalda cuando enfoca sus ojos sobre los míos.

—¿Ruki?

 

***

—Oye chico. —Me zarandea del brazo para despertarme y yo, alarmado y desorientado levanto mi cabeza.

—Será mejor que vayas a casa. Pronto será navidad. —Me encuentro aún en la taberna. No he llegado a casa y todo lo que recuerdo, no sucedió. El barman me mira extrañado de que en la noche buena no tenga algo más importante que hacer, que quedarme dormido sobre la barra.  Miro el reloj que dan las nueve en punto y limpio mi cara convenciéndome de que es la realidad. Pero aquel sueño se sintió tan aunténtico. De todas formas, siento un gran alivio y río entre dientes al tiempo que me levanto del banco.

—¿Cuánto te debo?

—Ya está pago. No te preocupes.

Me quedo mirándolo extrañado, pues solo puede parecerme una broma, pero su cara antipática me demuestra que eso es muy poco probable.

—El tipo de lentes que se charlaba contigo —aclara, disparando mis dudas. Giro la cabeza intentando recordar a alguna persona con la que hubiese entablado conversación esa noche, pero nada aparece en mi memoria. Finalmente me encojo de hombros y salgo del lugar, pues no tengo tiempo para conjeturas irrelevantes. Necesito llegar a casa.

Corro por la avenida sin poder calmar mis ansias. Finalmente se me presenta este gran momento de reflexión, un espacio para hacerlo mejor, una nueva oportunidad y no puedo echarla a perder como es frecuente en mí. Hace frío y puedo ver el vaho que exhalo en cada paso acelerado, ni siquiera siento el gélido aire que golpea mi cara con una estúpida expresión cargada de ilusión. Me muero por verlo. Llegando a la esquina hay un niño vendiendo rosas y recuerdo que Kai las adora, aunque nunca me lo haya dicho, de modo que acelero el paso y saco del bolsillo de mi ajustado pantalón, un billete de gran denominación.

—Las quiero todas —declamo frente al niño, que parece algo alarmado por mi estado de agitación. Ve el billete y una sonrisa enorme se dibuja en su rostro.

—Por supuesto, señor. —Corre alistando todas las flores que le quedan, las envuelve en un gran ramo y delicadamente me las ofrece para intercambiarlas por el trozo de papel que se encuentra en mis dedos.

—Quédate con el cambio —agrego y continúo mi carrera sin poder quedarme a presenciar el vitoreo del niño al poder regresar a casa con tremenda suma de dinero. Solo no quiero pensar en otra cosa, tengo mi mente repleta de Kai.

Tardo un par de minutos más a ese ritmo, ya que desgraciadamente estos zapatos son los menos adecuados para correr por la calle, pero ya puedo visualizar la puerta de nuestro hogar. Me detengo unos segundos a descansar y recuperar el aliento y suspiro antes de continuar caminando a paso firme hacia casa. Me siento nervioso, como un adolescente que invitará a salir por primera vez a alguna chica. El trayecto parece eterno, pero finalmente llego hasta la entrada. Limpio, de mi frente, las tres gotas de sudor que aparecieron tras el esfuerzo físico, arreglo mi elegante ropa y peino mi cabello para después dar tres golpes sobre la cobertura de madera fina.

No puedo contener mis lágrimas después de ver su rostro tras la puerta. Me abalanzo sobre él para darle un fuerte abrazo y el me corresponde con mucha menos efusividad que la mía.

—Pudiste llamar. Estaba preocupado —Me reclama con voz imperturbable.

—Lo siento, amor.

¿Cómo podría arriesgar la permanencia de esta persona en mi vida, de sus manos sobre mi cintura, la fuerza de sus brazos rodeándome y la calidez de su pecho? Me separo de él unos centímetros y puedo ver sus ojos dulces e intranquilos renegando mi irresponsabilidad, me someten y no puedo evitar atrapar sus labios con los míos. Su boca sabe a desesperación y tormento, es una lástima haber sido tan egoísta como para orillarlo a ese estado. Se siente responsable de mi trastorno sin enterarse de que solo por él, es que no sucumbo a la locura. Ese beso lleno de pasión, deseo y afecto me devuelve la vitalidad. Nos separamos para mirarnos con adoración y me da un pequeño beso sobre la nariz antes de regalarme una sonrisa traviesa, como las que solo él sabe representar.

—Sabes a licor —comenta con una ligera manifestación de regaño en su voz y yo solo lo devuelvo la sonrisa. Sabe por qué lo hice, pero también sabe que a pesar de ello, volví a casa. Y volvemos a fundirnos en un beso, me toca como si fuera su tesoro más preciado. ¿Por qué nunca, antes de verlo desbaratado, había podido valorar su amor y entrega infinita? Me niego a dejarlo ir, a perderlo nuevamente. Ya pude sentir el sabor amargo de su adiós y no pienso sufrirlo de nuevo. Las lágrimas escurren por mis sienes mientras me dejo llevar por el deseo que me trasmiten sus manos. Mis pensamientos se ven interrumpidos por su voz que aprovecha unos segundos de respiración para interrogarme.

—¿Las flores son para mí?

Me separo de él, y coloco entre nuestros cuerpos el ramo gigante que permanece en mi mano y el cual había olvidado que traigo.

—Sé que no es mucho. Mañana te compraré algo más…

—Están preciosas —Me interrumpe. Sus ojos melosos se clavan en mí y luego baja su rostro para contemplar las flores que toma con suma suavidad. Parece absurdo que un tipo tan obstinado, grosero, audaz e irreverente pueda ser también tan cariñoso, seductor y encantador. Analizarlo es todo un arte. —También tengo algo para ti.

Se gira para caminar hacia el interior de la casa y yo hago lo mismo, después de cerrar la puerta a mis espaldas. Con tanta caricia, ignorar el viento que se cuela por la puerta es sencillo. Sigo su paulatino caminar mientras contengo mis ganas explotar de emoción. Vi su regalo en aquel loco sueño de despedida y aunque no estoy seguro de que haya sido un presagio, no puedo evitar un palpitar loco.

Caminamos hasta la cocina y allí deja las flores dentro de un florero con agua, acomodándolas de forma pulcra para que ninguna quede sobre otra. Se gira sobre sus talones y me toma de las manos con una sonrisa en su rostro.

—Debes cerrar los ojos. —Lo obedezco sin chistar. En estos momentos me encuentro tan sumido en su magia, que las palabras salen sobrando. Siento sus fríos dedos en mi mentón, acariciándome la barbilla con su pulgar y luego sus labios ardientes depositan un beso en los míos. Me incita a caminar provocándome cierta desorientación, aunque puedo predecir a ciencia cierta que se dirige a la habitación. Escucho el ruido metálico de la cerradura y nos adentramos a este.

—¡No abras los ojos aún! —Se despega de mí por unos segundos para cerrar la puerta y luego vuelve a tomar mis manos para continuar avanzando con lentitud. Nos detenemos.

—Ábrelos ya. —Despacio empiezo a abrir los ojos al mismo tiempo que estos se llenan de lágrimas por confirmar lo que más estaba esperando. La habitación decorada con velas y pétalos de rosa, me hacen recordar lo atento que es y lo desmesuradas que son sus muestras de afecto. Pero nada se compara con la imagen suya, con una de sus rodillas sobre el suelo y en su diestra aquella cajita de terciopelo abierta, dejando a la vista la belleza de una sortija espléndida. El impacto de encontrar mi sueño plasmado de manera idéntica en aquel objeto no es tan fuerte como la felicidad que siento debido a la situación, no ha dicho ninguna palabra, pero yo me desplomo frente a él mientras dejo caer las lágrimas de mis ojos.

—Oye —se burla. —Espera a que te lo pregunte al menos.

Me resguardo en su hombro y cubro mi boca intentando contener mis sollozos de alegría. Después de unos segundos, me separo de él para mirarlo de frente, no puedo dejar de llorar y él me mira con cierta burla y a la vez con una dulzura matadora. No creo que sea necesario ninguna pregunta para confirmar su amor, pero me muero por escucharla.

—Ruki —inicia y dejo salir un llanto más impetuoso que él acompaña con una pequeña carcajada y un beso sobre el dorso de mi mano. —Mi amor —continúa. —Quédate para siempre conmigo.

—Lo haría, aunque no me lo pidieras —respondo en medio de mi llanto infantil. Él sonríe y toma mis dedos para colocar sobre mi anular ese brillante aro. Lloro con más fuerza y él me abraza vigorosamente para después fundirnos en un ardiente beso repleto de frenesí, desbordante de lujuria y felicidad, me dejo arrastrar por sus manos hasta la cama prediciendo, una vez más, el porvenir de una noche buena.

***

—¿Sabes? Tuve un sueño muy loco hoy —relato, recostado a su pecho desnudo, admirando mi hermosa sortija mientras él fuma un cigarrillo.

—¿Ah sí? —contesta con un volumen mínimo. Kai con frecuencia parecía estar ignorando lo que decías, aunque en realidad siempre, siempre estaba prestando atención.

—En realidad fue una pesadilla. —Hice una pausa en donde él exhala en humo de sus pulmones sin interrumpirme. —Soñé que habíamos discutido y luego de que yo me fuera a dormir, tu lloraste amargamente, hasta que estuviste apunto de marcharte. Allí desperté. Fue horrible, se sintió muy real.

El silencio se hace presente por unos segundos en los que me dedico a escuchar su respiración y acariciar su abdomen.

—No puede ser —pronuncia atónito y yo levanto la vista para mirarlo a los ojos. Se mira inquieto y desconcertado. Me devuelve la mirada y sus ojos nerviosos se llenan de lágrimas. —Soñé lo mismo... —Me incorporo para sentarme sobre la cama, de frente a él y me quedo estupefacto mirándolo.

—Me llamaste cuando abrí la puerta y te vi sentado a la mesa. Allí desperté —agrega aterrado y un escalofrío recorre mi espalda por completo. Nos quedamos mirando en shock e intentando comprender.

—¿Qué crees que signifique? —Pregunto con auténtica curiosidad y turbación.

—Que alguien nos dio otra oportunidad.

Sonrío para volver a recostarme sobre su pecho, pero esta vez, mirándolo de frente. Una situación inusual que asusta más de lo que motiva, y por alguna razón presiento que está relacionada con alguna persona en el bar que, sea quien sea, le agradezco infinitamente. Me acerco nuevamente a su rostro y con mis labios a centímetros de los suyos le susurro.

—En ese caso, vamos a aprovecharla todo lo posible.

Creo que pude haberte inhalado 
puedo sentirte detrás de mis ojos 
Has conseguido entrar en mi torrente sanguíneo

Puedo sentirte fluir en mí… 

 

 

fin...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).