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Perfect por Yewooki

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Notas del fanfic:

Basado en la canción Perfect de Ed Sheeran

Se conocieron una cálida tarde de primavera, cuando Daiki curioso vio llegar un camión de mudanzas a la casa al otro lado de la calle, esas vacaciones las estaba pasando en el tranquilo pueblo donde vivían sus abuelos paternos, se acercó más a la ventana, viendo como bajaban muebles y cajas, entonces vio un auto llegar, de él descendió un pelirrojo el cual abrió la puerta trasera viendo salir a un niño de su edad, vistiendo un traje negro, como el que había tenido que usar cuando sus abuelos maternos se fueron al cielo.

 

Más curioso que antes lo observó sentarse en el patio con un frasco grande en sus brazos, frunció un poco su ceño, pues no sabía que era aquello, así que dispuesto a conseguir un amigo nuevo tomó algunos dulces que su abuela le había dado a espaldas de su abuelo y salió cruzando cuidadoso la calle para llegar a la otra casa.

 

-Hola- llamó suavemente, notando solo entonces el rostro enrojecido del otro niño, quien levantó su vista, sus ojos eran de un hermoso color rojo, pero se veían tan tristes que Daiki deseó poder darle alguno de sus juguetes para verlo un poco feliz.

 

-Hola- saludó cortésmente en tono bajo y quebrado.

 

-Soy Aomine Daiki, y vivo enfrente con mis abuelos durante las vacaciones- se presentó nervioso, antes de sacar los dulces de su pantalón entregándoselos al pelirrojo.

 

Antes de que pudiera decirle algo, la abuela del peli azul lo llamó, así que el niño regresó corriendo a su casa, dejándolo ahí con varios caramelos en su mano, los cuales vio sonriendo un poco.

 

Los días comenzaron a pasar lentos, los abuelos de Daiki estaban realizando arreglos en la casa, por lo que el pequeño no salía mucho, pues ayudaba en todo lo que podía, pero un sábado por la mañana al fin lo dejaron salir a jugar, entre sus manos llevaba su balón de básquetbol pues deseaba invitar al chico nuevo a jugar, por lo que cruzó la calle y tocó nervioso el timbre de aquel hogar.

 

Un hombre en sus cuarentas fue quien abrió la puerta, era pelirrojo como el niño, pero muchísimo más alto y con ojos cafés claro, vio al pequeño moreno y le sonrió levemente.

 

-B-Buenas tardes señor, quería saber si su hijo podría salir a jugar…- preguntó tímido.

 

-Déjame ver si Taiga desea salir- dijo antes de cerrar la puerta, dejando ansioso al otro pequeño, pasaron unos pocos segundos antes de que la puerta nuevamente se abriera.

 

-Lo siento hijo, pero Taiga no se siente muy bien- lo disculpó su padre.

 

-Oh, está bien, ¿puede darle esto por mi?- preguntó sacando más caramelos de su short.

 

-Claro, yo se los entrego- dijo sonriendo al ver que su hijo ya había hecho un amigo, la repentina muerte de su madre los había tomado demasiado por sorpresa a ambos, y él no sabía muy bien cómo ayudar a su pequeño a salir de esa tristeza que lo embargaba.

 

-Gracias señor…- murmuró esperando saber cuál era el apellido de ambos pelirrojos.

 

-Kagami- dijo antes de cerrar la puerta.

 

Asintió feliz de saber el nombre del nuevo niño, antes de correr hacia el parque donde jugó hasta el cansancio, para después volver caminando tranquilo a su hogar, cuando vio al pelirrojo cargando una bolsa con lo que supuso eran víveres, sin esperar un segundo se acercó corriendo a él.

 

-Hola- dijo entusiasmado- ¿Ya te sientes mejor?- cuestionó viéndolo negar suavemente, preocupándolo un poco- ¿Es muy grave?, yo tuve una gripe muy fuerte cuando recién llegue.

 

-Algo, me duele el pecho siempre- dijo caminando despacio al lado del otro niño.

 

-Eso es malo, mi abuelita dice que el pecho debe sentirse ligero y feliz, no doler- murmuró pensativo- ¿Ya fuiste al doctor?

 

-Papá dijo que se me pasaría con el tiempo- dijo encogiéndose de hombros.

 

- Ya veo… ¿Te gusta algún deporte? ¿Cuál es tu color favorito? ¿Tu comida favorita?

 

Taiga rió un poco ante las preguntas del otro niño, pero antes de que pudiera responder cualquiera de ellas, un perro se apareció frente a ellos, gruñó molesto y erizó los pelos de su lomo.

 

Daiki al notar lo pálido que se ponía su amigo, supuso que le asustaban los perros, así que armándose de valor se puso frente a él protegiéndolo del perro, tratando de no mostrar su miedo, le gritó para que se fuera, pero el perro en cambio brincó mordiendo su brazo.

 

Gritó llorando, llamando la atención de otros hombres que pasaban cerca, quienes le quitaron el perro y lo llevaron de emergencia al pequeño hospital del pueblo, mientras Taiga corría su casa llorando, pues su amigo estaba herido por su culpa.

 

El padre del pequeño pelirrojo trató durante largos minutos calmarlo, terminando por entender a medias y escuetamente que había pasado, lo subió al auto y fueron al hospital, ahí había poca gente, por lo que se acercaron al par de ancianos que parecían ser los abuelos del pequeño valiente.

 

-Buenas tardes, ¿Cómo se encuentra su nieto? ¿Hay algo en lo que podamos ayudar?- preguntó el señor Kagami, con su pequeño aferrado a su pierna viendo lloroso a los abuelos del moreno.

 

-Se encuentra bien señor, ahora mismo mi hijo y nuera vienen de regreso de su viaje para llevarse al pequeño- dijo el abuelo en tono triste- creen que estará mejor en la ciudad, lamentamos las molestias- dijeron ambos ancianos.

 

-En lo absoluto, nosotros lamentamos profundamente esto- dijo el pelirrojo mayor con pena.

 

-El médico nos dijo que solo deberán vacunarlo contra la rabia, pero que las heridas no fueron muy profundas, por lo que se recuperará pronto.

 

-Ya veo eso es un alivio- dijo antes de sentir un suave jalón en el pantalón de parte de su pequeño, haciéndolo voltear a verlo- ¿Qué pasa Taiga?

 

- ¿P-Puedo ver a Daiki?- preguntó bajito y temeroso, no había entendido mucho, pero al parecer se llevarían a su amigo y al menos quería tener la oportunidad de despedirse de él.

 

- ¿Podría mi hijo hablar con Daiki un momento?- preguntó y ambos mayores asintieron llevándolo a la habitación donde curaban al pequeño.

 

Taiga pasó dentro después de que su padre abriera la puerta, en la camilla estaba Daiki con los ojos rojos y el brazo vendado, haciéndolo sentir mal.

 

- ¿Estás bien Taiga?- preguntó al verlo, limpiando sus ojos rápidamente.

 

-Eso debería decirlo yo- se quejó acercándose- dicen tus abuelos que te irás…

 

-Mis papás están enojados porque me lastime- dijo con pena bajando la mirada- ¡pero te enviare una carta todos los días!

 

- ¿Enserio?- preguntó con ilusión y una pequeña sonrisa a pesar del tono rojizo de su rostro.

 

- ¡Por supuesto o dejo de llamarme Aomine Daiki!- aseguró llenó de confianza sonriéndole ampliamente, haciendo que el pequeño pelirrojo se sonrojara un poco.

 

-Es una promesa Daiki- dijo Taiga elevando su dedo meñique para cerrar la promesa.

 

-Absolutamente- murmuró enroscando su meñique en el ajeno, justo antes de que la puerta se abriera intempestivamente dejando ver a los preocupados padres del moreno.

 

-Mi amor- dijo la mujer casi llorando al verlo en la camilla, mientras su padre rápidamente lo tomó en brazos meciéndolo cuidadoso con su brazo.

 

En ese pequeño momento, Taiga se dio cuenta que Daiki era el centro y sol del universo de ambos adultos.

 

Silencioso salió yendo a donde su padre, quien se despidió de los abuelos Aomine tras pagar los gastos médicos, para después volver a su casa, notando entonces el pánico en los ojos ajenos.

 

- ¿Qué pasa Taiga?- preguntó su padre al verlo ponerse pálido.

 

-N-No sabe el número de la casa- dijo casi llorando- no podrá escribirme si no sabe el número de la casa- murmuró entre sollozos.

 

- ¿Quién campeón?- preguntó su padre cargándolo para confortarlo.

 

-D-Daiki papá, él prometió escribirme todos los días- dijo llorando.

 

-Tranquilo, prometo que mañana le pido la dirección de Daiki en Tokio a sus abuelos y tu envías la primera carta así siempre te escribirá, ¿ok?

 

El pequeño pelirrojo asintió un poco más tranquilo, aferrándose a los brazos de su padre.

 

Así a la mañana siguiente Taiga se dedicó a escribirle una carta a su amigo, contándole que habían ido a conocer la que sería su escuela empezando el ciclo escolar, así mismo fue a comprar su uniforme y algunos de los materiales escolares, también que había encontrado su balón y lo guardaría para cuando volviera jugar juntos.

 

Cuando estuvo lista la envió con ayuda de su padre, sonrió feliz y esperó paciente a la respuesta de su amigo, la cual llegó un par de días después, contándole con una letra fea que aún se estaba recuperando de la mordida, y que sus padres no le dejaban salir a jugar afuera porque podría enfermar, así que estaba muy aburrido y que estaba ansioso de verlo nuevamente para invierno cuando fueran a visitar a sus abuelos.

 

Lentamente la correspondencia entre ambos fue haciendo que su amistad creciera, tristemente antes de las vacaciones de invierno el padre del pelirrojo aceptó una increíble oferta de trabajo y tuvieron que dejar Japón.

 

Sin embargo las cartas continuaron, así mismo cuando ambos crecieron lo suficiente empezaron los correos electrónicos y mensajes de texto, aunque llegada la adolescencia de ambos comenzaron a alejarse el uno del otro, Daiki estaba demasiado ocupado con su equipo de básquet y Taiga demasiado ocupado llamando la atención de Himuro.

 

Para el momento en que ambos entrarían a la preparatoria los Kagami regresaron a Japón, esta vez a Tokio, Taiga observó sin ánimos su nueva escuela, antes de regresar había tenido una fuerte pelea con Himuro rompiendo por completo su relación. Entró a la enorme escuela interesándose por inscribirse en el equipo de básquet.

 

Durante unos de los entrenamientos de práctica fue que lo vio, el moreno estaba al otro lado de la cancha hablando con un pelinegro con lentes y un pequeño castaño, sonrió divertido al castaño y revolvió sus cabellos.

 

Una ligera incomodidad en su pecho lo hizo tallarse suavemente sobre su corazón para comenzar a calentar, se enfrentaron como si fuera la primera vez, al parecer Daiki le había olvidado, pues se mostró bastante seco con él, el juego fue reñido y Seirin terminó perdiendo.

 

-Mejor suerte para la próxima Tetsu- dijo sonriéndole coquetamente a su compañero peli celeste quien rodó sus ojos.

 

-La próxima vez patearemos tu trasero Aomine- aseguró el pelirrojo, siendo ignorado, cosa que le dolió a decir verdad.

 

Daiki volvió con su equipo, siendo recibido por el pequeño castaño quien le dio una toalla y su botella de agua antes de ir a las duchas.

 

- ¿Conocías de antes a Aomine-kun?- preguntó Tetsuya mientras caminaban hacia el Maji.

 

-Nos conocimos cuando niños, pero fue hace tanto que dudo que me recuerde- dijo restándole importancia a pesar del pesado sentimiento que lo embargaba.

 

Al llegar a su hogar Taiga decidió revivir viejos recuerdos y sacó todas las cartas que el moreno le había enviado, leyéndolas una a una, sonriendo y riendo ante las anécdotas ahí escritas, sintiendo un pequeño calorcito en su pecho que lo hizo suspirar anhelante de volver atrás a esos momentos.

 

- Éramos solo unos niños… y aún así…- dijo negando para irse a dormir, no le convenía pensar demasiado en aquello.

 

Los meses comenzaron a pasar e inevitablemente se enteró de la relación entre el moreno y el castaño, la cual al parecer era bastante seria, pues según Kuroko ya les había presentado formalmente a Ryo como su novio durante una de sus reuniones. Decidió no darle mayor importancia, total, para Daiki él solamente era un rival más.

 

Para el último semestre de preparatoria fue la primera de muchas veces que Daiki se apareció en la noche frente a su puerta, había terminado su relación con el castaño y no quería ir a su hogar que sus padres preguntaran por su ahora ex pareja.

 

-Pasa- dijo Taiga al verlo, no se veía particularmente triste, se veía solamente cansado- ¿Quieres un té?

 

- Sería bueno- murmuró sentándose en la mesa- ¿Tu padre no está?

 

-Se encuentra en Los Ángeles por la venta de la casa que teníamos allá- aclaró saliendo con una taza humeante, dejándola frente al otro.

 

-Ya veo- murmuró tomando su taza dándole un sorbo- aún no entiendo como siempre aciertas la cantidad exacta de miel para que esto sepa delicioso- dijo sonriéndole un poco, logrando su corazón palpitara ansioso.

 

-Solamente la preparo como a mí me gusta- dijo restándole importancia, aunque en realidad había observado atentamente como le gustaba al moreno el té para siempre hacerlo perfecto.

 

- ¿Y ya has conseguido pareja?- preguntó de pronto llamando su atención.

 

-No, aunque hay alguien que me gusta- confesó desviando su mirada- pero dudo demasiado que yo también sea de su expreso agrado.

 

- ¿Por qué no lo serías?- cuestionó curioso, viéndolo fijamente, el pelirrojo no era en lo absoluto feo, aunque esas extrañas cejas suyas no ayudaban en nada, pero igual tenía un rostro varonil, un cuerpo fuerte y bien formado, era amable aunque un poco idiota, con un enorme corazón dispuesto a ayudar siempre.

 

- No soy su tipo- dijo como única respuesta, encogiéndose de hombros- ¿Te quedarás a dormir?

 

- ¿Puedo?- inquirió curioso viéndolo asentir pero sin verlo a los ojos.

 

-Claro prepararé el futón para qué duermas- dijo parándose para ir a su habitación.

 

Daiki suspiró terminándose su té mientras recordaba la discusión que acababa de tener con su ahora ex.

 

- ¡Es que siempre hablas de él!- gritó Ryo molesto con los ojos húmedos y el labio inferior temblándole- Siempre todo es sobre Kagami, que si hizo esto, que si puede hacer aquello, ¿Por qué me pediste entonces salir a mi?- dijo quebrándose por fin, tras casi 2 años de relación.

 

-N-No siempre estoy hablando de él- trató de convencerse el peli azul, haciendo memoria, pero el castaño no mentía, siempre por una u otra razón lo sacaba en la conversación.

 

-Vete Daiki, déjame solo y busca tu felicidad con Kagami- dijo limpiando sus ojos- yo no soy ni seré para ti.

 

-Pero Ryo- murmuró con pena y cierto arrepentimiento.

 

-Pero nada Daiki- dijo suspirando- nos aferramos a algo que no sería jamás, estábamos encaprichados, solamente eso- confesó elevando la mirada- hay en nuestras vidas quienes realmente nos quieren, anda vete.

 

- Listo- avisó el pelirrojo volviendo a la cocina, viendo completamente abstraído al moreno- ¿Aomine?

 

El otro parpadeó regresando al mundo de los vivos, viendo al pelirrojo preocupado viéndolo fijamente.

 

- ¿Crees que exista el amor predestinado?- cuestionó en tono bajo y serio, viendo como el pelirrojo fruncía su ceño.

 

- ¿A qué viene esa pregunta?- respondió confundido.

 

- Solo responde Bakagami, ¿lo crees?

 

-Bueno, yo más bien creo que solo existen los hechos inevitables de la vida- dijo rascando su nuca, pues no creía que fuera buen momento para decir lo que su corazón quería gritar.

 

- Ya veo- dijo sonriendo un poco- recientemente encontré una vieja carta tuya- dijo viéndolo- escribías espantoso, no sé cómo diablos podía entenderte.

 

-Ni que escribieras mejor que yo Ahomine- dijo dándole un suave golpe en el brazo, riendo ambos.

 

Aquella noche la pasaron recordando anécdotas de sus infancias y comienzos de adolescencias, hasta que el cansancio hizo mella en ambos y terminaron cayendo dormidos. Durante los siguientes días, semanas y meses, regresaron los correos y los mensajes, solo para saber acerca del día del otro, con los exámenes finales, el examen de ingreso a la universidad y demás, estaban demasiado ocupados como para verse por más de unos pocos minutos.

 

Entonces sin darse realmente cuenta estaban en sus graduaciones, ambos irían a diferentes universidades, pero eso no evitó que Daiki terminara invitando a su fiesta de graduación al pelirrojo, cosa que sorprendió a más de uno.

 

- ¿Estás seguro de querer ir Kagami-kun?- preguntó Kuroko viéndolo terminar de arreglarse para ir al baile con el moreno.

 

- ¿Por qué no lo estaría?- contestó volteando para que lo ayudara con la estúpida corbata pues sus nervios le estaban jugando en contra y apenas podía disimular el temblor en sus manos.

 

-Porque también estará Sakurai-kun, no quiero que salgas lastimado- dijo en un suspiro terminando de acomodar su corbata.

 

-No pasará- prometió revolviendo sus cabellos- ¿A qué hora pasará por ti Kise?- preguntó viendo su reflejo.

 

- A las once, para irnos juntos a Hokkaido- dijo suspirando- ten cuidado Kagami-kun.

 

-Lo tendré, eres peor que mi papá- se quejó riendo antes de oír el timbre- me voy, suerte en tu viaje.

 

-Suerte en tu baile- dijo viéndolo ir a la puerta y abrir, para tomar sus llaves y salir.

 

Daiki estaba asombrado, el pelirrojo se había peinado para atrás, llevaba un traje azul marino que le quedaba como guante, olía delicioso y sonreía nervioso ante su escrutinio.

 

- ¿Suficientemente formal?- preguntó viéndolo asentir.

 

-Si hasta guapo te vez bañado- dijo guiñándole un ojo.

 

-Mira a diferencia tuya, yo si me baño regularmente- respondió mientras caminaban al taxi que los esperaba para llevarlos a la fiesta, sería en un enorme salón, el cual tenía también un precioso jardín.

 

Al llegar la fiesta ya estaba en ambiente, por lo que se mezclaron con la gente en el salón, comenzaron a bailar alegres, acercándose conforme pasaron las canciones, hasta terminar pegados, pero entonces un par de idiotas de otros equipos de la preparatoria, pensaron que sería buena idea meterse con ellos, por lo que con bebidas en mano bañaron a ambos, Daiki furioso se volteó propinando un par de puñetazos y recibiendo unos cuantos, antes de ser arrastrado fuera por el pelirrojo, terminando en el jardín, que gracias a su amplitud y riqueza en plantas quedaron escondidos de aquellos idiotas.

 

-Hijos de puta- gruñó molesto Daiki, antes de voltear a ver a su acompañante- lo lamento, no pensé que fueran tan imbéciles- dijo sacando un pañuelo para que el otro se secara.

 

-No fue tu culpa- dijo sonriendo, para secarse la cara- aunque ahora que lo notó mis pies me están matando- murmuró sacándose sus lustrosos zapatos- los acabo de comprar y me apretaban un poco.

 

-Bobo- dijo sonriendo, oyendo una balada suave, pues la música sonaba fuerte aún fuera del lugar- ¿Me concedes esta pieza?

 

Sonrió tomando la mano ofrecida, sintiendo el pasto bajo sus pies, el moreno lo tomó cuidadoso de la cintura pegándolo a su cuerpo, mientras él acomodaba sus brazos alrededor del cuello ajeno, dejando sus rostros bastante cerca.

 

- Tienes el labio roto- dijo con cierta pena, pues se estaba hinchando, a pesar de casi no haber sangrado- y mañana tendrás el ojo morado.

 

- Soy un atractivo desastre- murmuró sonriendo un poco, pues su rostro dolía bastante.

 

-Y aún así luces perfecto esta noche- susurró debajo de su aliento Taiga, pero gracias a su poca distancia el moreno pudo oírlo.

 

Daiki sonrió un poco más y deshizo la distancia entre ambos, acariciando delicadamente los suaves labios ajenos, quienes tímidos apenas e hicieron movimiento alguno. Aquel ósculo comenzó lento, tímido, tomando poco a poco confianza se movieron un poco más sus belfos, disfrutando de la textura, sabor y calor ajenos.

 

- Te amo- susurró Daiki al separarse solo un poco, viendo como los ojos ajenos se abrían enormes brillando más que el mismo sol.

 

- ¿Hablas enserio?- murmuró dudoso, perdiéndose en aquellos mares oscuros que se veían tan calmos ahora, pero también podrían volverse la peor de las tormentas.

 

-Por supuesto, no jugaría con algo así- confesó sin dejar de bailar- tal vez desde aquella vez que nos vimos por primera vez.

 

Taiga sonrió recordando aquello, para nuevamente besarlo, pasando la canción entre lentos pasos sobre el pasto siendo apenas iluminados por la luna con aquella dulce canción de amor de fondo.

 

Aquella noche de primavera comenzó su noviazgo, que rápidamente se volvió serio, pues ambos decidieron irse a vivir juntos, entre la universidad, sus entrenamientos y trabajos de medio tiempo, solo se veían por las noches y aún así, siempre se daban un momento para hablarse de su día a día, y cada día Daiki y Kagami se convencían más y más que estaban con la persona indicada, compartían muchos ideales, muchos sueños y metas. Y sinceramente esperaban algún día compartir no solo aquellos sueños, si no también volverse un familia, ese pedacito de cielo que llamar hogar.

 

- Entonces- murmuró la compañera de trabajo de Kagami- ¿planeas pedirle matrimonio esta noche?- preguntó viendo atenta aquel precioso pero sencillo anillo de compromiso.

 

- Así es, aunque siento que mi discurso en un poco… demasiado cursi- dijo con cierta pena, pasándole aquella hoja llena de tachones y manchas de tinta.

 

- “Tu eres la persona más fuerte que conozco, en ti se que siempre podré apoyarme, pues en tu confianza en mi nace esa fortaleza que a veces se me escapa, se que serás mi baúl de secretos, pero no solo eso, se que a tu lado podremos contra todo, el mundo entero si es necesario, se que a tu lado un nosotros nunca faltara en tus labios, que podremos conquistar el universo si nos lo proponemos, que si así lo deseamos, serás el apoyo fundamental en la crianza de nuestros hijos, que todo saldrá bien si estás a mi lado, y con nuestras manos unidas y nuestra felicidad en nuestros ojos, tú serás el hombre de mis sueños, mi dulce caballero”- murmuró casi llorando- Taiga es hermoso- dijo antes de ver casi con terror detrás del pelirrojo.

 

-Sigo sintiendo que Daiki pensará que es demasiado meloso- dijo suspirando.

 

-Pero sé que eres naturalmente muy meloso- dijo el moreno llamando la atención del pelirrojo, quien asustado se volteó rápidamente- siempre vas un paso delante de mi- se quejó con el rostro encendido, sacando de su bolsillo el anillo- ¿Te casarías conmigo Taiga?

 

El pelirrojo asintió abrazándolo fuerte, para besarlo aún más fuerte, olvidándose de su compañera, de su jefe riendo mientras negaba y las clientas del café aplaudiendo emocionadas.

 

Finalmente llegó el día de la boda, un precioso día de invierno cercano a navidad, ambos sonrieron al verse en el altar, dijeron solemnes sus votos de amor eterno, antes de darse el sí frente a sus familias y amigos, para después pasar a la recepción.

 

-Ahora con ustedes- habló el Dj- los señores Aomine, quienes bailaran su primer vals- dijo colocando aquella canción demasiado cursi.

 

-Te vez perfecto esta noche y cada minuto desde que te conozco- murmuró Daiki mientras sus pies se movían suavemente por la pista al ritmo de aquella su primera canción de novios.

 

-Me harás sonrojar- se quejó Taiga sin poder borrar su sonrisa- esta noche, puedo asegurar sin miedo alguno que conocí un ángel hecho persona- dijo suavemente antes de juntar sus labios en un dulce roce.

 

Los meses pasaron demasiado rápido para ambos y sin darse realmente cuenta ya estaban por celebrar su quinto aniversario, Taiga sonrió emocionado viendo los resultados de aquellos exámenes, guardándolos cuidadoso en su sobre dejándolo sobre el plato de su esposo, esperando ansioso a que volviera del trabajo, cosa que pasó mientras el terminaba de sacar el cordero para cenar.

 

-Ya llegué- anunció sacándose los zapatos, dejando su saco olvidado en el sillón, yendo directamente a la cocina, abrazando por la cintura a su esposo, besando su cuello- Huele delicioso.

 

-Bienvenido- susurró riendo bajito- espero que sepa igual, es una nueva receta- dijo dándose vuelta para besar sus labios- feliz aniversario.

 

-Feliz aniversario- dijo sacando una pequeña caja de su pantalón entregándosela.

 

-No tenías porque regalarme nada- expresó sonriendo para abrirla viendo dentro una pequeña cadenita de oro- ¿Es…?

 

- Ya que decidimos que pronto seremos tres o más en la casa, pensé que sería un buen recordatorio- dijo rascando su nuca esperando la reacción de su pareja.

 

-Ahora eres tu quien va un paso adelante- se quejó sonriendo con los ojos llenándosele de lágrimas- Vamos a la mesa- dijo jalándolo la misma, olvidándose momentáneamente de la comida.

 

Daiki observó curioso el sobre, por lo que lo tomó abriéndolo sacando las hojas, leyéndolas una a una, al parecer su esposo había ido al médico, pero al llegar a la última la leyó unas cuatro veces asegurándose de no confundirse.

 

Levantó despacio la mirada viendo a su esposo, al amor de su vida viéndolo ansiosamente.

 

- ¿No es broma?- preguntó viendo al otro negar riendo- ¿Seremos papás? ¿Estás embarazado?- preguntó sin terminar de creerlo, acercándose para abrazarlo y llenarlo de besos- te amo tanto Taiga.

 

-Por supuesto que no, también te amo- susurró entre los beso.

 

La cena terminó olvidada tras un par de escalas de amor por la sala, el pasillo y la cama, tras la última ronda Taiga dormía plácidamente sobre el pecho ajeno, su cabello estaba revuelto y húmedo, su espalda tenía marcas de mordidas y chupetones, bien podría el mismo pelirrojo decir que era un desastre, pero para Daiki siempre sería simplemente perfecto. 

Notas finales:

Gracias por leer, espero sus comentarios y feliz año nuevo~


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