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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Hola, les dije que está vez no demoraría tanto <3
Espero que disfruten la lectura.

La alarma sonaba nuevamente despertando a una castaña, quien a regañadientes se levantó para apagar aquel molesto sonido. Se quedó parada unos momentos mientras se despejaba del sueño, luchando consigo misma para no quedarse dormida ahí de pie. Finalmente tomó fuerzas para coger una toalla y dirigirse al baño para ducharse.

Tatiana, como todas las mañanas, se despertaba con ganas de seguir durmiendo, pero algo llamado escuela no le permitía hacerlo.

Al cabo de unos quince minutos la castaña salió de la ducha, se dirigió hacia su habitación y prosiguió a ponerse su uniforme. Esta vez se había despertado más temprano que el día anterior, así que se cambió y alisto sus cosas con tranquilidad. Luego de otros quince minutos arreglándose, se dirigió a la cocina y se preparó algo ligero: un vaso de jugo de naranja y unas tostadas con mantequilla serían suficiente para ella. Al finalizar de comer limpió la mesa y se dispuso a ir al colegio. Aún faltaba media hora para que empezara las clases, pero quería llegar temprano.

Antes de abrir la puerta e irse, giró ligeramente su cabeza hacia dentro de la casa.

– Ya me voy papá, mamá, hermana –susurró con voz casi inaudible.

Y abandonó su departamento.

En el camino hacia la parada del autobús, inconscientemente levanto su miel mirada hacia el cielo. Ese día estaba despejado, había pocas nubes y el sol brillaba.

– Creo que hoy será un buen día. –se dijo a sí misma mientras una ligera sonrisa se asomaba en su rostro.

Mientras que ella hablaba consigo misma, una pelinegra terminaba de desayunar, pero justo cuando se disponía a levantarse para irse a la escuela una gruesa voz la detuvo.

– No quiero que repitas lo de ayer –habló con autoridad un hombre de 45 años, cabello corto marrón oscuro, cuerpo fornido y ojos color azul claro. Su nombre era Leonardo Klett –.Procura venir a la hora.

– Sí padre. No lo volveré a hacer. –respondió Emily agachando la mirada.

– Eso espero, ahora puedes retirarte. –fue lo último que dijo, luego procedió a seguir comiendo.

– Con tu permiso. –hizo una leve reverencia antes de abandonar aquel enorme comedor y dirigirse hacia la salida donde su chofer la estaba esperando.

Al llegar donde estaba la camioneta, saludó cordialmente al chofer y subió al vehículo, sacó un libro y comenzó a leer. Sin embargo, al cabo de un rato frunció el ceño a la par que una cabellera castaña acompañada de unos ojos miel apareció involuntariamente en sus pensamientos.

«Maldita sea, ayer realmente me puso de mal humor. Espero no cruzármela hoy» pensó la ojiazul mientras miraba a través la ventana y dejaba su mente divagar por el paisaje.

Cuando Emily finalmente llegó a la escuela entró por el gran portón saludando al vigilante y se dirigió a su salón. Al llegar notó que no había nadie, había sido la primera. Fue hasta donde estaba su asiento junto a la ventana, se sentó y se quedó mirando un punto cualquiera en el piso, perdida en sus pensamientos. Luego de unos momentos de soñar despierta optó por revisar los temas que iban a tener ese día. La primera clase era Literatura así que sacó el libro de comunicación y comenzó a mirar dicho curso. Estuvo así unos minutos hasta que escuchó que alguien se acercaba al salón.

Automáticamente elevó la vista para averiguar de quien se trataba, y para su mala suerte era esa persona a la cual quería evitar.

– Creo que es la primera vez que llego tan temprano, normalmente soy de las últimas en llegar –se decía a sí misma Tatiana –. Aunque bueno, son los primeros días, era de esperarse que aún no haya llegado na-

No pudo terminar, pues después de recorrer el salón con su mirada, sus mieles ojos se encontraron con la azul mirada de Emily.

Se quedaron viendo fijamente sin decir nada un par de segundos hasta que la ojiazul decidió cortar aquel contacto y volver a dirigir su mirada al libro.

Tatiana, por su parte, la seguía observando. Se dedicó a explorar su rostro con profundidad, asombrándose por la perfección de este. Quería hablarle, esta vez no era por pena ni se sentía obligada, ella realmente quería hablarle. Buscaba las palabras adecuadas, pero simplemente no se le ocurría nada.

«¡Piensa Tatiana! ¡Piensa! Solo tienes que decirle algo, pero ¿qué? ¿La saludo? Sí, sí, eso estará bien. Solo salúdala casualmente.»

– H-Ho… –al escuchar la voz de la castaña, Emily soltó un ligero suspiro. A pesar de todo, siempre tenía que ser educada con las personas, por muy mal que le cayeran. Elevó la vista y poso sus azules ojos sobre aquellos de color miel.

Al hacer contacto visual Tatiana se calló. No pudo articular palabra alguna al tener la intensa mirada de Emily sobre ella, pero al notar que ésta la miraba expectante decidió proseguir.

«¡Rayos! ¡Enserio que su mirada es jodidamente profunda! Bien Tatiana, tú puedes, ella está esperando que digas algo, no lo eches a perder.»tomó un poco de aire.«¡Bien! Ahora sí, a la cuenta de tres. 1, 2… ¡3!» pero estando a punto de decir algo se detuvo al ver de nuevo fijamente esos ojos azules. «¡Maldición!» se reprendió mentalmente a sí misma mientras se daba media vuelta y se llevaba sus manos a su cabello.  «A ver Tatiana, cálmate, respira. Inhala. Exhala. Inhala… » se repetía en la mente.

Mientras tanto Emily veía confundida la escena.

«¿Qué se supone que está haciendo? ¿No iba a saludarme? ¿O se habrá arrepentido?» se preguntaba mentalmente mientras veía a Tatiana de espaldas con sus manos en la cabeza inhalando y exhalando. «Pero… me da algo de gracia verla así» pensó e inconscientemente una ligera sonrisa se dibujó en su rostro.

«Ahora sí Tatiana, esta es la definitiva. ¡A la cuenta de tres la saludas! No, mejor a la de cinco… ¡No! ¡A la de tres! ¡Listo! ¡Uno! ¡Dos! » se dio media vuelta volviendo a quedar frente a frente a la pelinegra, la miró fijamente «Y… ¡Tres! »

– Hol…

– ¡Tatiana! ¡Hola! Que raro que llegues temprano. – Fernanda entró al salón seguida por Camila y Marcelo que venían hablando atrás.

«¡Noooooooooooo! ¿Por qué ahora?»

– Hola, lo sé, algo inusual, ¿no? –dirigió la mirada a sus amigos y sonrió como siempre lo hace, aunque esta vez algo más forzada de lo normal.

– Ni que lo digas –dijo Marcelo –. ¿Qué paso? ¿Te caíste de la cama?

– ¿No podías dormir y te quedaste despierta? –sugirió Camila

– ¿Fuiste raptada por extraterrestres y obligada a enseñarles la reproducción humana? –preguntó Fernanda.

– ¡Eso último ni siquiera tiene sentido! –respondió Tatiana – No ha pasado nada, solo algo llamado acostarse temprano y levantarse temprano.

– ¿Tú? ¿En serio? –cuestionó una divertida Camila.

– Sí, en serio. Tampoco es que sea para tanto que llegue antes que ustedes.

– No, sí lo es. Normalmente llegas unos tres o dos minutos antes de que suene la campana. –comentó Marcelo.

– Supongo que son los milagros de inicio de año. –bromeó Fernanda.

– Como sea –Tatiana suspiró–, el punto es que llegué temprano.

– Bueno, los otros no deben tardar en venir. ¿Vamos a sentarnos mientras esperamos? ¿O damos una vuelta por el patio? – preguntó Marcelo.

–Sentémonos –respondió Fernanda rápidamente–. Hace mucho calor como para caminar por el patio.

Todos estuvieron de acuerdo y se dirigieron a sus asientos.

Antes de dar el primer paso, Tatiana le dirigió una fugaz mirada a la ojiazul, aunque ésta nuevamente estaba con la vista puesta sobre su libro. Solo atinó a suspirar resignada e ir con los demás.

Emily había sentido la fugaz mirada de Tatiana, pero decidió ignorarla. La castaña por unos momentos no le había causado incomodidad o molestia, incluso podría decir que le agradaba, pues en esos cortos minutos donde se regañaba a sí misma pudo sentir que ella no estaba fingiendo nada. Pero ese momento había muerto con la llegada de los amigos de la ojimiel.

«Al final nunca me saludo» pensó irónicamente Emily.

«Al final nunca la saludé» pensó melancólicamente Tatiana.

Los alumnos iban llegando conforme pasaban los minutos, hasta que finalmente sonó la campana de inicio de clases.

Cuando llegó el tutor al salón dio una pequeña charla a sus alumnos, y al cabo de uno cinco minutos llegó la profesora de literatura. Empezó la típica clase, la profesora explicando y haciendo preguntas, algunos alumnos contestando y participando, otros alumnos conversando o durmiendo. Emily era de los que contestaban mientras que Tatiana se dividía entre prestar atención y conversar.

Se pasaron las primeras dos horas hasta que sonó la campana indicando el cambió de hora. Ahora tocaba álgebra, un curso detestado por la mayoría de alumnos en ese salón, incluida Tatiana. A Emily tampoco le gustaba mucho, pero aun así lo aprobaba sin problemas.

Pasó una hora entre explicaciones y llamadas de atención antes que sonara la campana anunciando el comienzo del recreo.

Tatiana estaba a punto de salir del salón con sus amigos, pero antes de hacerlo miro fugazmente a la Emily, la cual se encontraba comiendo una mandarina y resolviendo en una hoja diferentes problemas que había dejado el profesor antes de que suene la campana. Emily sintió nuevamente sintió una mirada sobre ella, elevó la vista y sus ojos se encontraron con los de Tatiana. Pasaron unos segundos hasta que la ojiazul decidió cortar el contacto y volver su atención a los ejercicios. La ojimiel solo suspiró y siguió caminando con sus amigos hacia el comedor, pero cuando estaban bajando las escaleras se paró en seco.

– ¿Tatiana? ¿Estás bien? –preguntó Antonio con ligera preocupación.

– Sí, es solo…

– ¿Es solo…? –repitió Camila.

– Es solo… – en ese momento volvió en sí. Miró a sus amigos que la miraban expectantes por su respuesta –que… –quería encontrar una excusa para ir al salón –creo que olvidé mi dinero de nuevo.

– ¿Qué? ¿De nuevo? – cuestionó Fernanda.

– Sí, volveré al salón. Ustedes vayan adelantándose. –dijo Tatiana mientras empezaba a subir las escaleras.

– ¡Espera! –gritó Antonio– ¡¿No quieres que vayamos contigo?!

– ¡No! ¡Estaré bien! ¡Vayan nomas! –contestó e inmediatamente comenzó a subir las escaleras corriendo.

– Bueno… –susurró Antonio.

– Tranquilo, recuerda que estamos contigo. –David puso su mano derecha en el hombro de Antonio.

– Ya volverá, tranquilo. – Marcelo poso su mano izquierda en el otro hombro.

– ¡Ya cállense! ¡No empecemos de nuevo! –comenzó a gritar mientras que un sonrojo cubría sus mejillas. Fernanda y Camila solo reían divertidas por la escena.

Por su parte, Tatiana al fin había llegado al salón de clases, pero no se disponía a entrar. Se quedó parada ahí unos segundos hasta que decidió por fin adentrarse en el aula.

Tomó aire y a pasos ligeros cruzó la puerta, con su mirada comenzó a buscar no a su mochila, sino a una ojiazul, y no pasó mucho hasta que la encontró.

Emily estaba sentada en su carpeta, tenía un pan con algunas mordidas entre sus manos y miraba a través de la ventana el paisaje. Tatiana la quedo observando por unos momentos.

Comenzó a acercarse lentamente. La ojiazul notó que alguien se aproximaba y giró su cabeza, topándose con la miel mirada de la castaña.

– ¿Se te ofrece algo? –preguntó con el ceño ligeramente fruncido.

– Sí, bueno no. Quiero decir, sí pero no. Es que… – Tatiana nuevamente se había puesto nerviosa.

– ¿Podrías explicarte mejor?

– Solo… quería hablar contigo. –susurró ligeramente sonrojada la castaña mientras desviaba su mirada.

– ¿Hablar sobre qué?

– Pues, no sé. Sobre ti. Quería conocerte más. –contestó posando nuevamente su vista en ella.

– Mi nombre es Emily, mi apellido Klett, mi edad 17. ¿Así está bien?

– ¡Eso ya lo sabía!

– ¿Entonces qué quieres saber?

– Pues, no sé, solo…–no pudo terminar lo que iba a decir porque la ojiazul la interrumpió.

– Si no sabes que es lo que quieres saber entonces no preguntes para empezar.

– Yo… sí sé que es lo que quiero saber.

– Entonces dilo claramente.

– Pues… 

«Mierda. ¿Y ahora? ¿Qué digo? Realmente no sé de qué hablarle, solo sé que quiero hablarle»

Con su mirada comenzó a recorrer el salón, como si esperara que en algún momento algo o alguien le diera una pista de lo que debía decir.

– Solo…–comenzó a decir en voz baja mientras que volvía a posar la mirada en la ojiazul.  Volvió a observar su perfecto rostro.

«¿Por qué tengo tanto miedo? Ella es una persona también… ¿no? No, no, claro que lo es. Ella está ahí, no me hará nada. Está dispuesta a escucharme. Así que debo tener el valor de hablarle.»

– Solo… –repitió Emily expectante.

– Solo…– Tatiana tomó un poco de aire antes de proseguir. Miró directamente a los ojos de la pelinegra. Sonrió, pero no como lo hacía de costumbre, sino con mucha más seguridad. Emily notó esto. – Quiero saber más sobre ti. Lo que te gusta, lo que te disgusta, lo que piensas, todo. Y también… quiero saber cómo pudiste ver a través de mí.

Emily se quedó callada. En cierta forma le sorprendió la seguridad con la que Tatiana había hablado, como si desde un principio no hubiera estado nerviosa. Se quedó meditando su respuesta unos momentos mientras miraba fijamente aquellos ojos miel.

– Pues, lamento decirte que no deseo lo mismo. –respondió finalmente.

– ¿Por qué? –preguntó desconcertada.

– Porque no quiero tener nada que ver contigo. Solo eso. –dijo calmadamente mientras guardaba su pan en un taper y lo ponía en su mochila.

Tatiana iba a decirle algo, pero antes de que dijera palabra alguna sonó la campana anunciando la finalización del recreo.

Los alumnos fueron yendo a sus respectivas aulas, y algunos ya estaban comenzando a llegar a donde ellas se encontraban. A Tatiana no le quedó de otra más que dirigirse a su asiento, no pasó mucho para que sus amigos llegaran y le comenzaran a interrogar del por qué no había bajado. Ella solo sonreía y evitaba las preguntas.

Llegó el profesor de álgebra para proseguir con su clase. Pero pocos eran los alumnos que realmente le prestaban atención.

Por su parte Emily estaba escribiendo en su cuaderno todo lo que el profesor escribía en el pizarrón, pero su mente no estaba tan concentrada en la clase. Presentía, o mejor dicho sabía, que la ojimiel iba a intentar hablarle nuevamente en la hora de almuerzo, así que estaba buscando la forma de evitar aquella conversación.

Tatiana no le prestaba atención al profesor, solo se dedicaba a hacer garabatos en su cuaderno mientras que su mirada de vez en cuando se posaba en aquella ojiazul sentada en la primera fila. Estaba decidida: definitivamente le iba a hablar. A la hora del almuerzo le diría alguna excusa a sus amigos para poder estar con Emily.

Se pasaron dos horas y acabó la clase de álgebra, dando inicio a la de geometría, otro curso que la mayoría de alumnos odiaba. Pasó otra hora hasta que volvió a sonar la campana anunciando el inicio del almuerzo.

Los amigos de Tatiana le dijeron para ir al comedor, pero la castaña puso la excusa de que tenía que consultarle algo al profesor de geometría. Sus amigos se extrañaron ante esto, pero no dijeron nada y solo optaron por ir adelantándose hacia el comedor. Cuando sus amigos al fin salieron del salón junto con los demás alumnos, con su mirada buscó a su objetivo.

Emily estaba comiendo el pan que no había termina en el recreo acompañado de un jugo de manzana. Y al sentir la mirada de Tatiana sobre ella, y solo se limitó a suspirar.

Se escuchó los pasos de Tatiana avanzando en el aula, pero antes de que pudiera llegar a su asiento, Emily se levantó de improviso cogiendo su pan y su jugo dirigiéndose a la puerta del salón. La ojimiel se asustó ante el acto tan repentino de la otra, pero al cabo de unos segundos decidió seguirla saliendo también de aquella aula.

– ¡Hey! ¡Espera! –trató de detenerla inútilmente.

Emily no respondió, solo le limitó a aumentar la velocidad de sus pasos.

– ¡Espera! –volvió a gritar.

Así estuvieron un buen rato, caminando entre los largos pasillos, subiendo y bajando escaleras, con Emily caminando al frente y Tatiana detrás de ella tratando detenerla.

Pasaron unos 5 o 7 minutos, hasta que Emily, cansada de esa rutina, se paró en seco.

– ¿Podrías dejar de seguirme? Es molesto.

– No lo haré, al menos no hasta que aceptes hablar conmigo.

– ¿Y ahora de qué quieres hablar?

– Ya te dije, quiero hablar de ti, lo que te gusta, lo que no, lo que piensas… Solo quiero conocerte.

– ¿Por qué insistes tanto en conocerme? –preguntó algo cansada y molesta a la vez – ¿No te fui clara esa vez cuando te dije que odiaba  a las personas como tú?

– Fuiste clara, y créeme que mucho –aseguró riendo por lo bajo –. Pero no dijiste que no podía acercarme a ti, ¿verdad?

En ese momento sonó la campana anunciando el fin del almuerzo.

– Realmente, eres un dolor de cabeza – dio media vuelta y comenzó a caminar lentamente hacia el salón–. Haz lo que quieras.

– Gracias –susurró Tatiana con una sonrisa triunfal –, Emily.

Notas finales:

Cualquier tipo de duda, sugerencia y/o crítica es bienvenida en los comentarios. Siempre es lindo leerlos Ah, sé que es algo tarde pero Feliz Año Nuevo, se me pasó saludarlos en el anterior cap u-u 

¡Nos leemos pronto!


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