Una vez dormido Kardia dentro de una tina caliente, con una buena almohada bajo la cabeza para que no se ahogara (bueno, si no se movia, el pequeño bastardo) Sage se ocupo de la llorosa y lastimada princesa.
-Ven aquí. – lo alzo por la cinturita sobre un buro bajo. Ahí, de pie, quedaba mas alto que el, y podía examinarle fácilmente la colita.
Degel respingo y trato de mantener el camisón abajo cuando el Patriarca empezó a subírselo.
-Esta bien – le dijo – tienes que quitártelo para que te revise.
Las mejillas de Degel se colorearon intensamente, pero obedecio. Con su rostro oculto, al sacarse por la cabeza el camisón, su cuerpo se veía pequeño pero ya muy apetecible.
Las turras maduraban mas rápido que los semes. Los pezoncitos de esa estaban lastimados y mordisqueados. Toda la blanca piel tenia marcas y moretones, todo el pobre ukesito estaba maltrecho. Por esa pequeña bestia, que quien sabe que tanto le habria hecho.
Sus pompitas estaban ensangrentadas al centro, y al separarselas, se dolio. Adentro de aquellas carnosas colinas la sangre no estaba seca, seguía escurriendo. Su pobre agujerito, lastimado.
-¿Cuántas veces te penetro? – le pregunto, ocultando la ira que sentia al ver a una pobre turrita asi. Las humanas, que no tenían el crystal wall para defenderse de sus agresores.
Degel no estuvo seguro de haber comprendido bien, pero contesto:
-Muchas.
Sintio el cosmos del Patriarca arder.
-¿Dos, tres?
-No, muchas mas. Una y otra y otra vez.
Sage comprendio y se calmo un poco.
-Entiendo. ¿Te atacó una sola vez?
Asi lo entendia mejor.
-Si.
Menos mal. Y el cochino violador tampoco tenia el instrumento bien desarrollado, porque de haber sido una polla adulta la que desgarrara tal vez no tendrían la violación sino la violación y muerte de la princesita de Bluegard.
Volvio a cogerlo por la cintura y lo llevo de la mano al lado de un diván.
-Inclinate sobre el respaldo.
La nena obedecio. Sus largos cabellos verdes rozaban lo alto de sus pompas. Algunas puntas también estaban ensangrentadas. Se llego con un pañito y un cuenco con infusión de hierbas medicinales humeante.
-Esto va a doler un poco.
Degel ahogo un gemidito. El agua no estaba muy caliente pero escocia mucho al escurrir por ahí.
Sage, con una rodilla en tierra detrás de el, le limpiaba primero el exterior de las nalgas. Aseo también el interior de los muslitos, las tersas bolas, sin vello, del turrito y luego jalo una nalga para despejar el camino al interior.
-¡Ay! – se quejo el pobre Degel, cuando le limpiaron ahí.
Una vez retirada la sangre pudo ver que las rasgaduras eran tan serias como creía. Ese pequeño escorpión era una bestia, si con una vez lo habia dejado asi.
Habria que limpiar también por dentro.
-Espera.
El peliverde lo hizo, tan dócil, dejando ahí el culito empinado, y al aire. Las largas piernas, el torso delgadito, la carita seria que solo desmentían los ojos llorosos… Todo el era tan lindo.
Sage regreso con la jeringa. Absorvio todo lo que quedaba en el cuenco y completo con agua tibia.
Degel, que no la habia visto, respingo al sentir la boquilla fría tocando ahí.
-Calmate, no te aprietes. Solo tiene que entrar la boquilla para introducirte el agua.
Degel ya se habia volteado y veía la enorme jeringa.
-No quiero.
-Es necesario, para limpiarte por dentro.
-¡¿Y luego esa agua va a salir!? – pregunto con un tono de voz histérico.
-Si.
-¡No! ¡Me niego!
-Degel…
-¡Es vergonzozo! ¡No lo hare delante de usted!
Las princesas de Bluegard atendían sus necesidades solas, aunque eso significara atenderlas mal.
-No lo tienes que hacer delante de mi. Te pondré la lavativa dentro y luego iras al baño, solo.
Degel lloraba, nada mas de oírlo. Le ardían las orejas de escuchar esas cosas tan vergonzosas.
-Degel, es necesario, para que te cures. No hay nada de malo con las necesidades de tu cuerpo.
La pobre princesa, criada con el recato y pudor mal entendido que imperaba por toda Europa, se moria de la vergüenza. Aquello era casi tan traumatico como la violación. Con el Patriarca le daba muchísima mas vergüenza que con Kardia.
Finalmente accedió, tapándose la cara. No sabia como podría volver a ver al patriarca a ella luego de que supiera que habia sacado ese liquido de su cuerpo. Su pancita se sentia llena y guarra y un intenso deseo de expulsarla lo acometio casi de inmediato.
-Espera un poco. – dijo el Patriarca, poniéndole un dedo en la entradita. Como tapon, ¡que horror!
Sage sabia que sufria, pero, preventivamente, le habia puesto un anticonceptivo a la mezcla antes de inyectársela. El cuerpecito de esa preciosidad ya estaba lo suficientemente maduro para alojar vida y, al contrario de las lemurianas, las humanas no podían decidir a voluntad cuando alojarla.
Otra cosa que le tendría que enseñar al pequeño seinto. A hacerlo, con su cosmo.
-Ya puedes irte.
La princesita corrió, pero a medio camino tuvo que detenerse y apretar fuerte las pompas, juntando las rodillas. Chillo y sigio avanzando a pasitos, hasta llegar al baño y cerrarlo de un portazo.
Mientras la pobre nena lloraba en el baño se asomo a ver como estaba el jodido culpable de todo. Beatificamente dormido, con el calor recuperado. Ganas de ahogarlo ahí mismo, pero no sin conocer su versión. A pesar de su furia y de su natural propensión a ponerse del lado de las turras, no podía creer que Kardia fuera malo. Maleado si, como Manigoldo, pero de ahí a ser malo… La armadura no lo hubiera aceptado.
Lo saco de la tina, lo seco, lo envolvió en una sabana y lo entrego en la puerta a un guardia al que ordeno llevarlo a su templo y poner a un enfermero a su lado hasta que se despertara.
Regreso y llamo a la puerta del baño.
-¡No estoy! – grito cómicamente Degel.
-Sal de ahí, Degel.
-¡No después de que usted vio lo que paso! ¡Que sabe que hize aquí!
-Cariño, estoy conciente de que todos mis santos cagan. – temio que se hubiera desmayado ahí dentro – Y eso no fue lo que tu hiciste.
Abrio la puerta y lo encontró. Todo lloroso.
-Ven aca. – se quito su propia bata, quedando solo en camisón – Estas helado. – lo cubrió con ella.
Degel se le abrazo, hundio su rostro en su pecho y hecho a llorar. Lloro mares, tanto que el viejo y cansado patriarca lamento no haberlo llevado para ello a un lugar mas comodo.
Cuando el flujo interminable de lagrimas ceso beso su cabecita. Su frente, cuando alzo el rostro. Tan adorable. Le sonrio adorable también, lo cargo y lo llevo a la cama. Ahí lo deposito y lo abrazo un rato mas, besándolo y haciendole cariñitos.
Cuando quiso levantarse la turrita lo aferro por el camisón.
-Solo voy por un ungüento.
Degel no lo dejo ir, por lo que tuvo que consolarlo un rato mas. Caricias y besitos. Ruiditos como para arrullar un bebe. Luego, cuando lo tuvo adormilado, se le escapo rápidamente por el ungüento. Alzo la bata, abierta, revelando una vez mas las piernas largas y sensuales.
-Shhh… - le puso un dedito sobre los labios – Solo voy a ponerte el ungüento.
Le alzaba la pierna y eso le traía malos recuerdos. Pero la lavativa le habia aliviado mucho realmente, por lo que a pesar de la tensión, se dejo.
Sage sobo la entradita mucho rato, abrazando a la turrita y manteniendo el rostro muy cerca del suyo, besándolo ocasionalmente en la mejilla. Cuando creyo que no se relajaría mas introdujo hábilmente el dedo. La boquita se abrió muy cerca de su boca, los ojitos violetas sorprendidos. Le dejo el dedo dentro y cuando se volteo a mirarlo fue gentil con el, sin palabras, solo miradas y gestos. Movio circularmente el dedo, haciendo que sus pupilas se dilataran y sus labios separados temblaran.
Con un beso a su barbillita saco el dedo.
-Voy a untarte un poco mas de ungüento. – aviso, acostandolo de ladito frente a el y poniéndole la rodilla doblada sobre su cadera.
Mas cerca, esta vez uso el dedo medio, mas largo, para llegar hasta donde mas pudiera del estrecho y calido agujerito. Las hierbas que uso eran realmente efectivas, habían cerrado las heridas internas y esa pomada las curaría. Aplicada tres veces al dia, en un par estaría moviendose con normalidad.
Sobo hábilmente el interior, para que la pomada se penetrara. Ponia tanto énfasis en ello que Degel respiraba agitado, en su cuello, donde ocultaba la carita. Que ganas de besarlo. Por un momento disfruto aquello no como hacer el bien a sus semejantes, sino como una turra que disfrutaba de las turras dedeando a otra. Jovencita y hermosa. Realmente encantador, con sus bellos rasgos elegantes, su cuerpecito tentador que prometia serlo aun mas…
Ese era el problema. Que prometia. Aun ajustando las edades proporcionales de humanos y lemurianas Degel era demasiado joven. Aunque le gustara, debía detenerse. Pero, ¿si no le mostraba el que el sexo debía de ser placentero, quien lo haría? Habia pensado en encargarse de esa parte de su entrenamiento, pero cuando fuera mayor.
Las circunstancias obligaban, pero, ¿hasta que punto? El turrito en sus brazos jadeaba y estaba destraumandose, pero la diferencia de edad era abismal: Degel, una flor en botón, el, una ya marchita. Si seguía mas alla de mostrarle el placer que debía esperar cada que abriera las piernas no seria mejor que Kardia, sino mucho peor, pues ya no lo haría por Degel si no por si mismo.
Sin abandonarse de mas al placer que las caritas y ruiditos de Degel le proporcionaban sigio masajeando su pequeña próstata. No presentaba ninguna dificultad para una turra de su pericia encontrarla y encontrar la manera en que a la otra le gustaba ser sobada. Su tunelito, bien resbaloso de ungüento se movia al compas del dedo, meneando la turrita toda su cadera, clavándose mas en ese dedo que le hacia bien y sintiendo ganas de llorar de nuevo, pero de lo bien que se sentia aquello, nunca antes experimentado.
Cuando el placer le hizo perder la vergüenza miro al Patriarca, lo hermoso que se veía, una turra madura y bella, una reina como la que le hubiera gustado llegar a ser. Gimio mirandolo, mordiéndose los labios, y el patriarca lo beso, en ellos. El primer beso que le daba, y de momento le gusto. Le gusto tanto, tanto como lo que le hacia en la cola, mas porque aquello era muy intenso y estaba a punto de tener una crisis o algo. Ese no era un climax como los que tenia frotándose contra la cama, cuando los calores de la luna llena lo acometían desde hacia algunos meses.
Aquello estaba a otro nivel. Jadeaba y quería decir algo, pero no podía, y el patriarca lo dejo pero luego lo volvió a besar. Y exploto o lo que fuera, temblando entre sus brazos, contra sus labios.
Sage se obligo a retirar su dedo de lugar tan agradable. Alejarse hubiera sido lo mejor para apaciguar esa llama que amenazaba con encenderse y entregarse a una vorágine de placer de turra a turra. Un tanto asustado permaneció junto a la turrita que tan violentos deseos le inspiraba, pues era lo que ella necesitaba, sigio abrazándola y acariciándola, arrullándola enternecedoramente, pero no mas besándola. Verlo tan terso y hermoso entre sus manos marchitas lo hacia tomar conciencia y horror.
No. El no podría encargarse de enseñarle lo que una turra debía saber como parte de su formación como turra.
Angustiado, se preguntaba quien podría hacerlo cuando escucho la voz de su hermano mayor llamándolo desde la sala del trono.
De prisa, se escurrio del lecho y brazos de la turrita para presentarse delante de la imagen holográfica que Hakurei proyectaba desde Jamir cada dia, como a esas horas. La hora de su reunión.
Continuara...