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Sin Daños a Terceros. por Nemmesis

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Notas del fanfic:

Vuelvo a subirlo porque decidí arreglar algunos detalles y errores. El día que lo subí andaba muy atareada e hice todo mal;; 

Espero que me tengan paciencia y me sigan en los proximos fics. 

Como en el anterior tuve un lindo review, este re-subido(?) va dedicado a Lunna por sus lindas palabras. Love para ti

Notas del capitulo:

Bueno, espero que disculpen los errores si es que aún queda alguno y que disfruten el fic. 


Amor eterno a HydexGACKT.

Me tumbé en el sofá de aquella enorme sala, tomé el control remoto y encendí el televisor. Para mi mala suerte, repetían aquel programa que no hace un par de horas me encontraba. Puse total atención a aquel hombre en la pantalla, ¿así me veía? Vaya que parecían caer los años encima de mi pobre rostro minuciosamente maquillado. Aún me costaba asimilar que estábamos cumpliendo veinticinco años como banda, literalmente toda una vida rodeado de los mismos sujetos. No me quejaba, llevaba una buena vida, todo lo que un joven adolecente sueña. Ser estrella de rock, reconocida al rededor del mundo y con dinero que se caía de los bolsillos.

A pesar de todo eso, del sueño anhelado cumplido, había cierto vacío persistente en mi vida. ¿Acaso era amor? ¿Familia? No, eso ya lo tenía. Llevaba casado veinte años con una mujer maravillosa que justo en ese momento se cruzaba frente al televisor, impaciente con aquella barriga que hacía notar los cinco meses de embarazo. Mi segundo hijo, una niña que venía en camino y eso sí me hacía el hombre más feliz sobre la tierra, pero... Algo faltaba.

Una forzada sonrisa se dibujó en mi rostro, haciendo notar las arrugas de expresión que ya eran bastante notorias, vamos, nadie a la edad de cuarenta y cinco años podía ocultar lo cansado que estaba.

 

—¿Vas a cenar? —Me preguntó con una dulce sonrisa aquella mujer frente a mí, para luego acercarse y sentarse sobre mis piernas.

 

—No, cariño. Tengo pensando ir al bar un momento. —Respondí acariciando su prominente vientre, sintiendo pequeños y sutiles movimientos en este. Asunto que me hizo sonreír.

 

—Por Dios, Hideto. Pensé que pasarías unas horas con nosotros luego de estar todo el día fuera.

 

—Estoy agotado, necesito un tiempo fuera de la rutina. —Solté un frustrado suspiro.

 

—Como quieras, de todas maneras te dejaré la cena en el microondas... Por si llegase a darte hambre cuando vuelvas. —Musitó para luego levantarse de mi regazo y dirigirse

a la habitación.

 

La seguí con la mirada, aquel andar tambaleante que causaba el embarazo. Pasé mis manos por mi rostro, suspirando inevitablemente; estaba cansado. De todas formas me iría a meter a aquel bar. Necesitaba pensar, buscar eso que tanto sentía que me faltaba y por qué no, ahogarme en unos buenos vasos de whisky. Me levanté de aquel sofá con pereza, para luego tomar las llaves, el móvil y salir de aquella casa antes de que me arrepintiera.

El bar quedaba a unas cuadras, por lo que caminé sin ningún apuro disfrutando de aquella noche primaveral; las hojas de los cerezos caían con parsimonia. Adoraba eso, definitivamente era una de mis estaciones favoritas, sin querer ya tarareaba la melodía de "Anata" mientras veía el paisaje que la ciudad tenía para mí aquella noche.

Mis lentos y pausados pasos llegaron a la puerta de Sumire´s, el viejo y recurrido bar por los ancianos de Laruku. Garraspé la garganta y entre hasta sentarme de frente a la barra, pidiendo enseguida un trago.

 

—Pensé no verte esta noche por aquí, Haido. —Escuché detrás de mí aquella voz tan particular y conocida. Volteé mi rostro para encontrarme con...

 

—Tetsuya. —Murmuré, tomando el vaso entre mi mano. Le sonreí.

 

—Te fuiste cansado del estudio de grabación, creí que note aparecerías por aquí.

 

—Pues ya ves. —Alcé mi vaso, sonriendo lascivo. —El alcohol me llamó.

 

—Ya veo. —Se sentó a mi lado y pidió una cerveza. —Te ves extraño, a decir verdad llevas varios días así, ¿puedo saber qué sucede? —Cuestionó mirando al frente, su vista perdida en el gran estante de licores.

 

—Hm, ¿has sentido que a pesar de tener todo en la vida, algo falta?

 

—Dudas existenciales.

 

—Algo así.

 

—Pues sí, es inevitable pensar que algo nos falta en la vida o que en cierto momento estamos haciendo las cosas incorrectas. Es como preguntarse después de casi veinte años por qué escribimos Flower. —Comentó poniendo esa dosis de comedia al asunto.

 

—Tetsu...

 

—Hablando en serio, es como preguntarse en el lecho de muerte... ¿Me habré casado con la persona correcta? ¿Era mi verdadero amor?

 

—Frena ahí. —Lo interrumpí— ¿Crees que me habré equivocado con Megumi?

 

—No he insinuado semejante cosa. Fue solo un ejemplo. —Movió su botella, para luego darle un sorbo. —Aunque si esa es tu pregunta, lamentablemente la respuesta solo la tienes tú.

 

Otro largo y profundo suspiro se escapó de mis labios, apoyé la cabeza sobre la barra como queriendo morir en aquel instante. No podía venir a estas alturas de mi vida a cuestionar si había hecho la elección correcta. Claro que amaba a Megumi, era el amor de mi vida, la mujer con la que siempre soñé y una de mis grandes inspiraciones.

 De pronto la melodía que sonaba en aquel momento acabó y una nueva comenzó a sonar, una melodía que yo conocía bastante bien. Como no, si estuve ahí cuando su interprete  se rompía los sesos intentando escribir. "Mirror" Sonaba en la voz de mi viejo amigo Gackt Camui. ¿Esperen? ¿Estaba sonriendo? Oh, sí, claro que sí. Una estúpida sonrisa se dibujó en mis labios al recordar al viejo Camui.

 

—¿Has sabido algo de Gackt? —Tetsuya me interrumpía los absurdos y extraños pensamientos.

 

—¿Hm? —Levanté mi cabeza y lo miré incrédulo. ¿Me estaba leyendo la mente? Yo no estaba pensando en nada absurdo... Aunque aquella melodía y esa voz me daban una extraña sensación en el cuerpo. —N-no... Hace más de un año que no hablo con él.

 

—¿Desde que lleva viviendo en Alemania?

 

—Sí. —Musité— Las cosas no quedaron en buenos términos.

 

—Claro, lo había olvidado. De todas formas sería bueno contactarlo ahora que viajamos.

 

Asentí totalmente mudo, pensaba inevitablemente en Gackt, en su ridícula y reluciente sonrisa, en sus rubios cabellos y sus profundos ojos. Choqué con la realidad, desde que había comenzado a sonar aquella canción es que no me podía sacar a mi viejo amigo de la cabeza. Mis labios se secaron y el corazón comenzó a latir tan apresurado que pensé que me iba a dar un ataque ahí mismo. Aquello que sentía, claramente no lo había sentido hace mucho. ¿Hace mucho? ¿Qué diablos pensaba? Por supuesto que lo había sentido y era con mi esposa, con mi maravillosa y perfecta esposa... ¿O no?

Un golpe en la mesa volvió a sacarme de mis pensamientos, volviendo la vista a mi compañero de banda. Pestañeé un par de veces, tomé el vaso de wisky y le di un largo sorbo.

 

—Tetsu... ¿Crees que es correcto sentir algo extraordinario por alguien, estando en una relación más que formal? —Ya ni sabía que diablos estaba hablando y menos desde cuando salía con aquellas interrogantes de un adolescente cualquiera.

 

—¿A qué viene esa pregunta? —Cuestionó volteando su rostro a mí, con cierta o bastante curiosidad en el propio.

 

—Solo dame una respuesta, solo eso. —Hice un ademán con mi mano, intentado quitarle importancia al asunto. "Mirror" ya llegaba a su fin.

 

—No es algo que sea correcto o no. En temas del corazón, lamentablemente no mandamos y si en algún punto de "aquella relación formal" comenzamos a sentir algo "extraordinario" por alguien más, creo que es natural y "correcto" —Maldita sea, no dejaba de hacer énfasis en las palabras. —Lo que no es correcto es herir a la primera persona si es que ya no sientes nada por ella. La sinceridad ante todo, querido amigo.

 

—¿Has pensado en dejar de ser bajista y convertirte en consejero? —Mencioné con una sutil risa.

 

—Vamos, intento ponerme serio y me sales con esto.

 

—Lo siento, lo siento, pero entendí tu punto. Gracias. —Hice una muy pequeña venia con la cabeza y luego simplemente terminé de beber.

 

—Siento que el problema aquí es la edad, cada vez que se acerca la fecha de tu cumpleaños y te haces más viejo, te pones nostálgico.

 

—Debe ser, debe ser. —En realidad no... O tal vez sí. Solo faltaban un par de semanas para sumar un año más o restar un año menos, como fuera. Las fechas así

me ponían extraño.

 

—Mejor ya vete, Megumi de seguro te está esperando.

 

—Seguro. —Musité y me levanté de mi asiento, para después dejar unos billetes sobre la mesa y darle unas palmaditas en la espalda a mi compañero. —Nos vemos en unos días.

 

— No esperé respuesta y salí de aquel lugar al mismo ritmo que había llegado.

 

A pesar de la hora, la noche era bastante cálida y volver a casa caminando fue uno de los más grandes disfrutes de aquel día. No quise seguir pensando en nada más, ni en Camui, ni en lo confundido que estaba, ni en los meses que pasaría fuera del país, ni en nada. Necesitaba poner la mente en blanco de una vez por todas.

Llegué a casa unos minutos más tarde, escabulléndome de inmediato en la habitación que compartía con mi esposa. Me quité las prendas, sin darme tiempo para nada más que no fuera meterme en aquella cama. De pronto nuevamente mi mente comenzó a divagar entre los años dorados grabando Moon Child, las reuniones extensas entre risas y sake, y en la flamante sonrisa de aquel solista. En pocas palabras, me dormí pensando en Gackt.

 

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Aquel día, después de una extensa semana y por no decir menos; extraña. Me encontraba ahí, en el estudio, dándole vueltas al teléfono móvil con la sola esperanza que en algún momento me decidiera a revisar su perfil. Hace más de un año que había perdido contacto con Camui, no habíamos quedado en buenos términos como amigos y como compañeros artistas, por lo que jamás me había puesto a revisar sus jodidas redes sociales, pero allí estaba, sin poder sacármelo de la cabeza hasta ese momento.

Maldecía a Tetsu y sus absurdas conversaciones acerca del tema, de Gackt y mis dudas existenciales, del amor y el desamor. ¿Enamorado? No, claro que no estaba enamorado de ese estupido y perfecto hombre. Suspiré.

 

—Maldita sea. —Dejé caer el móvil sobre el escritorio y me tiré hacía atrás en la silla, acariciando mis sienes. A lo lejos escuché como lentamente se abría la puerta.

 

—¿Cariño? —Era Megumi quien entraba sigilosa en mi "pequeño santuario".

 

—¿Pasa algo?

 

—Llevas dos horas metido aquí. ¿Qué no tienes un vuelo que tomar? —Cuestionó ya frente a mí y apoyada en el borde del escritorio, acariciando su abultado vientre con las manos.

 

—Mierda, sí. —Maldije, sacudiendo mis cabellos. —Debería irme ya. —Intenté esbozar una sonrisa, sin mucho resultado y me levanté de la silla. Acaricié el rostro de mi esposa con ternura, para luego besar sus labios escasamente.

 

—Tus maletas están en la puerta. —Mencionó con una sonrisa, una flamante sonrisa que me hizo sentir culpable por estar pensando en alguien más.

 

—Gracias, cielo.

 

—Vamos, te iré a dejar afuera. —Terminó por decir antes de salir con su tambaleante andar.

 

La observé unos segundos antes de perderla de vista e hice una mueca con mis labios, estaba jodidamente confundido y parecía que todo tenía menos sentido que antes. Negué con la cabeza, terminando por tomar el móvil para salir de aquel lugar. En la sala me esperaba Megumi junto a las maletas, le sonreí y tomé mis cosas para caminar hasta fuera de aquella casa. De cierta manera me sentía aliviado de estar lejos un tiempo, para, ingenuamente, intentar olvidarme de mis absurdos pensamientos y todo eso.

 

—¿Estás bien? —Preguntó mirándome extrañada.

 

—¿Hm? Claro que sí. —Me detuve en la puerta y volteé la mirada a ella, volviendo a sonreír para disimular un poco lo que sucedía en mi interior y para no darle tanta vuelta al asunto; terminé por despedirme de ella.

 

Abordé el primer taxi que pasó con rumbo al aeropuerto, ya iba bastante tarde y no me daba tiempo de pasar a reunirme con los demás en la compañía. Una vez que el vehículo avanzó, eché atrás mi cabeza y cerré los ojos unos largos minutos, intentando incluso, conciliar un poco el sueño, aunque fuese uno corto. Necesitaba despejar la mente.

Los minutos se hicieron eternos y cuando decidí abrir los ojos, me encontraba en la entrada del lugar. Bajé rápidamente y así mismo caminé al interior del aeropuerto, aunque no tuve necesidad de buscar a nadie, cuando avancé un par de pasos, me encontré de frente con Yukihiro y Tetsuya, cruzados de brazos.

 

—Te he llamado quince veces, Takarai. —Mencionó el bajista.

 

—¿En serio? —Alcé una de mis cejas, sacando luego el móvil y dándome cuenta que el aparato estaba apagado. ¿En qué momento? Ni idea. —Lo siento. —Me disculpé.

 

—Ya no importa, vamos ya que el vuelo sale en unos minutos. —Tetuya hizo un ademán con su mano, volteándose para caminar hasta donde estaban los demás. Yo solo me alcé de hombros mirando a Yuki con una expresión de "ya se enojó" y después simplemente seguimos ambos sus pasos.

 

Ya estábamos reunidos, listos para subir al avión cuando el sonido de mi teléfono me hizo detener para sacarlo de mi bolsillo. Era un número desconocido y dudé si contestar, aunque parecía que la persona tras la línea no tenía intenciones de cortar en algún momento.

 

—Hasta que encendiste esa cosa. —Fue la voz de Tetsu que me sacó del trance, haciéndome voltear con cara de espanto.

 

—S-sí.

 

—¿No piensas contestar?

 

—¿Ah? —Volví a la realidad y claramente el aparato seguía sonando. Me aparté un poco del grupo para poder contestar. —¿Sí?

 

—Hideto Takarai. —La voz al otro lado de la línea me heló la sangre. No podía ni siquiera creerlo, menos procesarlo. —¿Hyde?

 

—Satoru. —Musité en voz baja.

 

—Por Dios, no me llames así. No me vayas a decir que sigues molesto.

 

—N-no...

 

—Supe que... —Le corté. ¿Qué mierda acaba de hacer? Sacudí mi cabeza y miré el móvil casi incrédulo, me sentía sumamente estúpido, pero sobretodo me sentía como una maldita colegiala.

 

Opté por apagar el teléfono, volver a reunirme con los demás y olvidar aquel pequeño, incomodo e innecesario percance. Incluso arriba del avión, aparté todo pensamiento y alejado un poco de los demás, decidí conciliar el sueño por lo menos hasta la primera escala que debíamos hacer antes de llegar a Berlín.

Debo admitir que en todo aquel largo y agotador viaje, me convertí en una especie de robot. Seguía al resto casi por instinto y no cruzaba palabra con nadie, algo muy extraño de mi parte, pero para mí buena suerte nadie se entremetió en la burbuja que había creado. Bueno, no después de llegar al lujoso hotel en la ciudad.

 

—Bien, ahora me vas a explicar la razón de tu silencio. —Hasta ahí llegaba mi suerte, cuando noté al manager a mi lado con el ceño ligeramente fruncido.

 

—Estoy agotado, solo es eso. —Mentí.

 

—Pues ahora vas a estar más cansado porque iremos de paso a un bar de por aquí cerca.

 

—¿No crees que deberíamos descansar? Fue un viaje largo.

 

—Vamos, Hyde. Tú eres el primero en exigir ir a un bar después de los viajes. —Esta vez fue Tetsuya quien se acercó a protestar.

 

—Bien, bien. Me daré una ducha y bajo en unos minutos. —Terminé por ceder.

 

—Perfecto. —Dijeron al unísono ambos hombres frente a mí.

 

Hice una mueca difícil de interpretar y volteé para dirigirme a la habitación que me habían asignado para ese par de días que pasaríamos en la ciudad. Una vez dentro, me lancé a la cama cual bulto, soltando un profundo suspiro. Realmente estaba agotado, no quería ni siquiera salir de aquel lugar. Fue en ese momento en que volví mi atención al móvil que tenía en el bolsillo de la chaqueta, lo saqué y sin darle más vuelta al asunto, revisé el perfil del famoso Gackt Camui.

 

—Es perfecto. —¿Qué había dicho? Por todos los Dioses, estás perdido Hideto. Ahí estaba, viendo una por una las fotos de mi rubio amigo, totalmente embelesado por como los años no pasaban por encima de él. Claro, cualquiera puede ocultarlo bajo tanta cirugía plástica.

Me dirigí a las llamadas y ahí estaba, su número. Fue en ese momento donde comenzó la batalla interna entre hacer la llamada o no. Por suerte, la puerta sonó y me liberó de mis pequeñas frustraciones.  Me levanté con pereza de la cama para abrir la puerta.

 

—¿Listo? —Rayos, lo había olvidado por completo. —Te estamos esperando hace diez minutos, Tetsu me mandó a buscarte.

 

—S-sí, sí. Voy. —Sin siquiera dudarlo unos segundos, guardé el móvil en mi chaqueta y cerré la puerta tras de mí, para después seguir a Ken.

 

—¿No que te ibas a dar una ducha? Eso me dijo Tetsu, por eso pensamos que te habías tardado.

 

—La verdad es que lo olvidé. —Me reí.

 

—Andas bien raro, Hyde. Espero que no nos falles ahora en la gira.

 

—Descuida, solo son tonterías. —Y claro, eso es lo que eran, solo unas cuantas dudas existenciales que un hombre a mi edad no debía pasar.

 

—Como digas. —Concluyó la charla cuando nos reunimos con el resto y de ahí, camino al bar.

 

 

Fue allí donde nos encontrábamos después de una hora entre tragos, charla, risas y una que otra burla hacía Tetsu principalmente, como siempre. Por esos largos minutos todo marullo en mi cabeza se esfumó y simplemente disfruté de la compañía de mis eternos compañeros de trabajo.

Tras el cuarto vaso de whisky, decidí subir a la terraza del lugar a fumar un cigarrillo, llevaba un par de días sin fumar y de cierta manera lo necesitaba. Me apoyé en el barandal del lugar, encendí el cigarrillo y le di una profunda calada, exhalando el humo un par de segundos después. Ante la tranquilidad del momento, fue Camui otra vez quien interrumpió mis pensamientos, sabía por Tetsu que vivía en esa ciudad, aunque tenía claro que por muy fantasioso que fuera jamás me lo iba a encontrar. Lo deseaba así o tal vez no, es decir, una parte muy profunda de mí esperaba verlo. Por las fotos se notaba feliz, con muchos cambios en su aspecto y no era para menos, yo también había cambiado con el paso del tiempo.

Le di otra calada al cigarro, soltando el humo junto con un frustrado suspiro. Noté la presencia de alguien a mi lado, pero no volteé a ver, podía ser cualquier persona que me hubiese reconocido y no estaba con mis sentidos bien puestos para recibir a algún fan eufórico. Con la mirada perdida en las luces de la ciudad, volví a fumar.

 

 

—No me respondiste si seguías molesto conmigo. —Ante la sorpresa de escuchar esa voz a escasos metros de donde estaba, tiré el cigarrillo al suelo. No... No podía ser. Maldito, estúpido y vil destino. —¿Me vas a contestar? —No podía salir del asombro, imposibilitado incluso de mover algún musculo. —¿Hyde? —Esta vez estaba a unos centímetros y tocó mi hombro sutilmente.

 

—Satoru...

 

—Dios, te dije que no me llames así. —Emitió una muy baja risa.

 

—¿Como supiste que estaría aquí? —Cuestioné volteando mi rostro para mirarlo de un vez. Mi corazón latió demasiado rápido y mis ojos se clavaron en los suyos. Era perfecto, volvía a reiterar.

 

—No lo supe, vengo a este bar una vez a la semana... Llamémoslo coincidencia.

 

—Curiosa coincidencia.

 

—Oh, vamos. ¿De verdad aún sigues molesto?

 

—N-no... Solo que es extraño verte después de tanto tiempo.

 

—Pues ya, ven a darle un abrazo al gran Camui. —Maldito, maldito hombre, que ahora estiraba su brazos esperando a que lo estrechara.

 

—Deja eso, no te voy a abrazar.

 

—No acepto un "no" como respuesta. —No alcancé a protestar cuando ya tenía a sus enormes y formados brazos alrededor de mi cuerpo. Dudé un par de segundos antes de corresponder a aquel abrazo, aunque debía admitir que de cierta forma lo esperaba. Sentir ese aroma, es calor, era lo que claramente había soñado. ¿Qué carajo estaba pensando? Gackt era solo un viejo amigo. Me alejé lentamente de aquel contacto.

 

—Lo siento, debo irme. —Hice una pequeña venia y comencé a caminar sin darle tiempo para decir cualquier cosa. No podía, no quería escucharle, me ponía el jodido mundo de cabeza.

 

Hasta ese punto en mi vida no había vivido algo así, menos estar con esos alaracos de cualquier adolescente. Ahora que lo meditaba, ni siquiera cuando conocí a Megumi sentí algo tan adrenalinico como lo que me hacía sentir Gackt y aún en su ausencia. Lo debía aceptar de una vez por todas, siempre había estado... Enamorado de aquel hombre.

 

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Lo había aceptado, después de tantos años había encontrado aquello que me hacía falta. Por un lado me sentía bien, completo y de cierta manera feliz, pero por otro lado estaba traicionando a mi esposa. Claro, hasta ese momento solo gastaba mi tiempo pensando en otra persona, en un hombre, más específicamente en Gackt, no la estaba engañando... Físicamente. Oh, diablos, estaba tapando el sol con un dedo. Fuese lo que fuese, era una vil traición a los años que llegaba casado con ella. A toda una vida, una familia, miles de recuerdos. Sinceramente, ya nada tenía sentido.

Una mano en mi hombro me apartó de todos los pensamientos que invadían mi cabeza, volteé la mirada e intenté esbozar una muy falsa sonrisa.

 

—Cinco minutos. —Mencionó Tetsu, casi tajante.

 

—Bien.

 

—Y no te distraigas.

 

—Descuida.

 

No podía permitirme divagar en una situación así, por muy perturbado que me encontrase, debía dar mucho más del cien por ciento en la presentación de aquel día. Era seguro que el resto de la banda y la producción había notado lo extraño que me encontraba, por lo que era mi deber demostrar todo lo contrario.

Para la suerte de muchos, subirme a un escenario me encantaba y no debía esforzarme mucho, simplemente lo hacía lo más natural. Di uno de mis tantos discursos, canté con toda la energía que tenía y después de "Link", el telón bajó.

Me lancé en el sofá, completamente exhausto y cerré mis ojos, concentrado en alejar el insistente ruidito que tenía en mis oídos. Con la toalla que tenía en mis manos, me sequé el rostro y fue en ese momento cuando unos golpes en la puerta hicieron que abriera los ojos, acomodándome en el asiento.

 

—¿Si?

 

—Hyde, alguien te busca.— Era algún sujeto de la producción quien interrumpía mi sagrado tiempo fuera.

 

—Dile que pase. —Murmuré sin mucho ánimo hasta que la puerta se abrió, dando paso a aquella figura que tanto deseaba ver... Muy en el fondo.

 

—Espero que no salgas huyendo esta vez. —Mencionó con aquella tan maravillosa sonrisa. Su sonrisa del millón de dólares.

 

—Gackt...

 

—Bien, por lo menos ahora me llamas de la forma correcta.

 

—Lamento haber actuado tan extraño, sabes que no soy así. —Le miré a los ojos y esbocé una ligera sonrisa.

 

—Descuida, ha pasado el tiempo y la última vez que cruzamos palabras no fue... —Se llevó la mano al mentón, como buscando la palabra correcta.

 

—Muy agradable. —Concluí.

 

—Exacto, pero bueno, estamos aquí nuevamente. —Se sentó en un pequeño sillón frente a mí y cruzó sus piernas. Yo lo miraba expectante, maravillado... Enamorado. —Fue un gran concierto, debo agregar.

 

—¿Estabas ahí?

 

—Por supuesto. —Intentaba mantenerme sereno, pero aquella sonrisa me daba vuelta el estómago. —Han madurado mucho como banda, es sorprendente.

 

—Oh, vamos. Tú no te quedas atrás, los años te han hecho un gran artista.

 

—Ok, ok. Sabes que los halagos me suben el ego. —Ambos reímos ante ello. —En fin, sé que estás cansado, pero vengo a invitarte una copa... Para celebrar el reencuentro.

 

—¿Hablas en serio? —Pasé las manos por mi rostro. —¿Por qué la mala costumbre de ir a beber por todo?

 

—Si quieres te invito a una cena romántica a la luz de las velas. —Ante aquellas palabras lo miré con cara de espanto y por alguna razón lógica mi corazón se aceleró.


—Dios, Hyde, estoy bromeado. No tienes porqué mirarme con esa cara.

 

—Bieeeeen. —Arrastré mis palabras y me levanté del sofá. —Acepto esa copa.

 

—Perfecto, ve a cambiarte esa sudada ropa y yo te espero aquí.

 

—Sí, sí, vengo enseguida. —Le sonreí inevitablemente como un idiota y me dirigí al baño del camarín para ponerme la ropa con la que había llegado. Sería muy obvio de mi parte arreglarme demasiado para una situación así, aunque Camui estaba lejos de imaginarse todo lo que me hacía sentir. Sí, ya pensaba como una quinceañera.

 

Después de quince minutos y de avisar a los demás que saldría con Gackt, nos dirigimos a un pequeño bar muy cerca de allí. Él conocía perfectamente la ciudad por lo que solo seguí sus pasos en silencio. De momentos lo miraba estúpidamente y eso hacía que los latidos de mi corazón los sintiera en el oído. Que idiota, que completo idiota.

Al entrar al lugar, el ambiente me rodeó por completo, incluso la música me pareció perfecta. Sentí la mano de mi rubio amigo sobre mi brazo, jalándome hasta unas de las mesas.

 

—Estás distraído. —Mencionó al momento de sentarnos.

 

—Un poco cansado nada más. —Le sonreí y en cuando llegó el mesero, fue Camui quien se encargó de pedir una botella de vino. Típico de él.

 

—Y bien, mi querido Haido. ¿Que ha sido de tu vida este último año?

 

—Pues... Proyectos con Laruku y con Vamps. Lo mismo de siempre.

 

—Mientes.

 

—Solo omito. —Reí. —Seré padre nuevamente. Ese es el gran secreto.

 

—Entonces la relación con Megumi debe ir viento en popa. —Sus palabras las sentí bastante ácidas a pesar de la sonrisa que portaba.

 

—Algo así, como toda relación supongo. —Hice una mueca con mis labios. —¿Y qué hay de ti? La prensa allá no habla mucho de la trayectoria del gran Gackt Camui.

 

—Al igual que tú, lo mismo de siempre con respecto a mi carrera artística.

 

—¿Y la vida personal?

 

—Un desastre para variar. —Rió. —Sabes que en lo sentimental no soy un experto. Sinceramente me enfoco más en mi carrera.

 

—Como era de esperarse.

 

—Sí. —Soltó un suspiro y en cuanto llegó el mesero, sirvió las copas y bebió de inmediato. Acto seguido lo hice yo.

 

—Hm. —Realmente no sabía que decir, sentía tanto por él y en ese instante, en ese preciso instante era capaz de darle mi vida entera. —Algunos jamás encuentran a la persona indicada y otros se pasan la vida con la persona equivocada. —Aquellas palabras habían fluido solas.

 

—En eso tienes mucha razón. —Tomó mi mano, haciéndome dar un pequeño salto sobre el asiento. —Es bueno verte después de tanto, Hyde. —Sabía que tenía esos arranques amorosos, pero en ese punto no lo esperaba, mi mente simplemente colapsaba.

 

—Lo mismo digo. —Me alejé lentamente de aquel contacto.

 

—Además mira, el tiempo no pasa por encima de este hermoso rostro.

 

—Eso no viene al caso. —Reí.

 

Luego de media hora y una botella y media de vino, ya me encontraba desparramado sobre el asiento, con mi cabeza acomodada sobre el hombro ajeno. La charla variaba cada minuto, perdiendo el hilo de esta completamente. Fue en ese instante donde vino el silencio y mi cabeza comenzó a divagar, viajé años atrás cuando recién cruzamos palabras con Camui, nuestra pequeña gran aventura grabando la película y que decir, nuestras largas noches en vela con una botella de vino como la de aquella noche.

Extrañaba esa época, nuestra muy alejada juventud y esas largas veladas. Aunque había algo que me hacía sentir un completo idiota y era el hecho de venir a darme cuenta a estas alturas de lo que sentía por él. Quizás hubiese sido todo muy distinto si me hubiera dado cuenta veinte años atrás, tal vez me correspondería, la prensa nos perseguiría, tendríamos una enorme casa fuera del país y uno de esos perros pequeños y feos que tiene la gente de dinero. Vaya que dejé volar mi imaginación y cuando volví en sí, tenía el rostro de Gackt a escasos centímetros del mío.

 

—Te has vuelto a distraer. —Me susurró con un gracioso tono y no pude evitar reír.

 

—Estaba pensando en lo guapo que eres. —¿Qué había dicho? Muy bien Hyde, tienes una gran bocota. No hice más que volver reír.

 

—Es inevitable, cariño. Soy demasiado hermoso.

 

—Cállate. —Fruncí el ceño.

 

—Cállame.

 

Y sin analizar mucho lo que iba a hacer en ese momento, me incliné solo un poco y junté ambos labios en un escaso beso que claramente esperaba fuese negado.

A decir verdad había pensado que un momento así se daría como en las películas románticas. El ambiente hubiera sido distinto y aquel beso mucho más especial, pero qué diablos, el contacto era perfecto. Una mezcla exquisita entre lo dulce de sus labios y el amargo sabor del vino. Aunque todo eso cobró más sentido cuando la mano de aquel hombre se posó sobre mi mejilla y sus labios se movieron lentamente al compás de los míos. A la mierda todo, él me pertenecía.

Pasé mi mano por su cabello, acariciando este con suma ternura, sintiendo como aquel hombre intentaba profundizar aquel contacto y lamentablemente fue allí cuando aterricé contra la realidad. La cruda realidad. No, él no me pertenecía y yo tampoco le pertenecía. Tenía una familia, una esposa, una vida que claramente no era esta.

Me aparté de manera brusca de sus suaves labios, alejando su cuerpo con mis manos.

 

—N-no... —Murmuré antes de ponerme de pie para salir lo más rápido que podía de aquel lugar y rogaba a todas las entidades que Camui no me siguiera. No podía incluso mirarle a los ojos y menos darle una explicación de mis estúpidos arrebatos. No podía ponerme una venda ante los ojos y lanzarme al vacío. Esa no era mi realidad.

 

Caminé a pasos apresurados por las calles, con el pulso en mis oídos y una muy pequeña lágrima que se escurría por mi ojo derecho, rebelde ante las ganas que tenía de no llorar en ese instante. Mis pasos se detuvieron en seco en una esquina, no había transeúntes y la verdad no tenía idea de la hora que era, solo atiné a dejar caer la parte superior de mi cuerpo, apoyándome en mis muslos y grité con toda la rabia que acumulaba en mi interior. Una rabia mezclada de un profundo dolor. Grité y sentí que la vida se me iba en ello. ¿Era que había desperdiciado mi vida entera? ¿Por qué debía darme cuenta de todo ahora? Ya no existía vuelta atrás, elegí un camino hace años atrás y no podía retractarme en ese punto.

Antes de volver a mi huida, respiré profundamente y pasé mis manos por el rostro, luego de eso me digné a tomar un taxi para volver al hotel. Es sí era mi realidad. Aquel viaje no era una más de mis vacaciones, estaba trabajando y debía dar mi mayor esfuerzo por mí, por la banda, por las personas con quien compartía ese rubro. No podía andar por ahí besando al que juraba el amor de mi vida, menos con mi cabeza en cualquier lado que no fuese el lugar que me pertenecía.

El amor que decía profesar por Gackt debía acabar.

 

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Había transcurrido un día y medio, y ya era hora de emprender vuelo a nuestro nuevo destino. El dolor que cargaba en cada instante desde aquel encuentro con Gackt, lo sentía tan latente que incluso me costaba mantener la compostura. Tenía a Tetsu a mi lado mirándome con esa cara de "algo escondes y no me puedes mentir", pero el silencio avasallador que yo cargaba le impedía averiguar que sucedía. Las llamadas de aquel hombre creador de "Last Song" persistían en mi móvil desde aquel día y aquello dolía aún más. Una parte de mí, la cuerda, me decía que estaba haciendo lo correcto, que ya tenía una vida hecha y es ahí donde pertenecía. Pero la otra parte de mí, la enamorada, me decía que le contestara, que me lanzara a sus brazos y que no sería la primera persona que dejaba todo atrás por un amor. Aunque... ¿Qué sabía yo si él me correspondía? Un beso cualquiera lo puede corresponder, más aún con casi dos botellas de vino encima. Ahí es cuando perdemos el juicio y hacemos lo que el cuerpo manda. Mis malditas ideas chocaban.

 

—Sabes disimular perfectamente que no estás bien. —Mi gran bajista rompía el hielo de una vez.

 

—No he fallado en los conciertos, ni en los ensayos. Eso es lo que importa.

 

—Lo que más importa es que te sientas bien.

 

—Pues lo lamento, no es un buen momento para mí. —No quise siquiera mirarle y solo me acomodé en el asiento que me habían asignado en el vuelo.

 

—¿Sucedió algo con Satoru? —Por supuesto, Tetsu. Tú puedes tocarme la herida como más te guste.

 

—No. Está todo perfecto.

 

—Lástima, no eres un buen mentiroso. —Palmeó mi hombro y se dirigió a su asiento, dando por concluida aquella "charla".

 

Sabía que Tetsu tenía esa especie de sexto sentido cuando algo andaba mal en la vida de alguno de nosotros, incluso cuando llegaba a la compañía después de una discusión con mi esposa, él ya lo tenía presente, pero ahora todo era muy distinto. Por mucho que él pudiera intuir que pasaba, no debía darle el placer de acertar. No era capaz de explicarle a uno de mis grandes amigos como me había enamorado de un hombre que siempre estuvo presente en mi vida, tanto personal como artística. Como lo había besado después de unas copas de vino, traicionando a la mujer que tanto me amaba. Simplemente no podía decirle algo así. Iba a cargar con aquel secreto y con todo lo que sentía hasta que... Bueno, hasta que en algún momento mi cuerpo explotara o mi mente, lo primero que pasara.

 

Nuestro destino fue Londres, una ciudad que ya conocía perfectamente y que adoraba. Volver ahí y poner los pies en aquel lugar, me alejó un poco de todo lo que ocurría en mi cabeza. Incluso dejé descansar a mi corazón, que el pobre ya tenía bastante con todo lo que sucedió en Alemania. Aún nos quedaba bastante de la gira y esa debía ser mi única prioridad hasta el final de esta. Que iluso, que gran iluso era.

 

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Durante los tres días que siguieron a nuestra llegada a la ciudad todo fue normal. no recibí llamadas de Gackt y realmente descancé de todo aquello que había ocurrido. Incluso Tetsu me dejó en paz con sus insistentes preguntas; fue uno más de nuestras estadías antes de volver a partir.

Aquella tarde, la última, fue bastante inusual, desperté con una extraña sensación en el cuerpo y mis ánimos parecían estar en el suelo y vaya que me llevé más de alguna mala palabra por parte de los demás. No podía ser peor, o bueno, eso es lo había imaginado.

Me tumbé en la cama, cerrando los ojos he intentado conciliar el sueño para terminar aquel día tan extraño, pero todo parecía querer salir mal. Fue Camui quien se atrevió a pasear por mi mente, haciéndome incluso, soltar un suspiro tan largo y profundo. Tenía demasiados sentimientos encontrados y era espantoso. Quería alejarme como fuese de aquel hombre, pero una fuerza externa no hacía encontrar, nos atraía y me hacía pensar todo el tiempo en él. Llegué a recordar una de las entrevistas que tuvimos después de rodar la película. Fue claramente que dijo "No te vayas a enamorar de mí" y entre risas le respondí que no era esa clase de hombre. Que gran idiota.

Pasé las manos por mi cabello, estirando entre mis dedos unos cuantos mechones, me frustraba tanto la situación en la que me había metido. El sueño que quería conciliar se fue directamente por un tubo y no fui capaz siquiera de pestañear.

Después de una larga noche de insomnio, salí de la habitación sin ningún apuro, aún quedaba tiempo para reunirme con los demás en el lobby del hotel y me daría tiempo de tomarme un café, el que claramente necesitaba para poder revivir.

Subí al ascensor marcando el piso correspondiente, apoyándome luego en una de las paredes de este, fue en ese instante cuando las puertas se abrieron de golpe dejando entrar a la única persona que deseaba no volver a ver.

 

—Dios, ¿qué haces aquí? —Me exalté completamente e intenté detener el ascensor para bajar, pero me fue inútil.

 

—Acorralarte.

 

—Que sincero. —Bufé y recé porque aquel cubículo llegase luego al primer piso.

 

—No me dejas otra opción, Hideto. Huyes de mí como si hubiese hecho algo terrible.

 

—No tienes idea de nada, Satoru.

 

—¡Como quieres que tenga idea de algo si desapareces sin decir nada! —Alzó la voz y en un arrebato, apretó el botón de emergencia haciendo detener el ascensor.

 

—¡¿Qué mierda haces?! ¡Has que esta maldita cosa se mueva! —Intenté quitar su mano, pero tomó mi brazo con bastante fuerza. Podía notar incluso la rabia que había

en su mirada.

 

—¿Por qué me besaste? —Y ahí estaba la pregunta clave de todo el asunto. No hice más que guardar silencio. —¡Responde! —Me miró a los ojos, confundido, molesto.

 

—¡Estaba ebrio! —Le grité con toda esa rabia acumulada de tantos días. Lo grité y esperaba que me golpeara en algún momento.

 

—¿Estabas ebrio? ¡¿Estabas ebrio?! —Su tono de voz no cambiaba y el agarre de su brazo comenzaba a molestarme bastante. Era la primera vez que veía a Camui de esa manera.


—No me jodas, Takarai. Debe haber algo más. —Por lo Dioses que quería salir de allí pronto.

 

—Pareció gustarte. —Mal, no debí haber hablado de aquella manera tan molesta. —¿Por qué me has correspondido?

 

—¿Por qué? Oh, tú si no tienes una idea clara de lo que sucede. —Frunció el ceño. —Te correspondí porque eres un completo imbécil.

 

—¡¿Perdón?! —Volví a alzar la voz, ahora completamente molesto. No entendía nada de lo que sucedía.

 

—Eres un imbécil por no darte cuenta cómo te miraba cuando nos conocimos, eres un imbécil por presentarme orgulloso a tu futura esposa y porque luego me invitaste descaradamente a tu maldita boda. —Aquellas palabras me causaron un vértigo extraño. ¿Estaba insinuando algo? Claro que sí y realmente me sentí como un estúpido.

 

—Gackt... —Casi por instinto me aferré a él buscando sus labios, pero él soltó el agarre, alejándome con desprecio.

 

—No estoy para tus juegos, Hideto. No ahora... —Mordió su labio con fuerza, como queriendo evitar llorar y yo, yo lo miraba con cierto temor. La situación había llegado a un punto irreparable. Se me había escapado de las manos totalmente.

 

—Lo siento...

 

—¿Ahora lo sientes? No, yo lo siento por buscarte otra vez, por seguir siempre ahí como un perro.

 

—¿Por qué no hablaste esto años atrás? Tuviste la oportunidad. —Esta vez busqué su mirada, su dulce mirada que ahora solo contenía una rabia inmensa.

 

—¿Y qué hubiese ganado?

 

—Mucho. —Me acerqué nuevamente a él, tomando su brazo con delicadeza. —Quizás hubiese despertado este sentimiento mucho antes.

 

—¿De qué hablas? ¿Qué sentimiento? —Sus ojos se cristalizaron. Sabía que en algún momento iba a llorar y no, no podía permitir eso.

 

—No te besé por ebrio. —Suspiré. —Te besé porque...

 

—No, no lo digas. Por favor no hables. —Mencionó en un murmuro, para luego nuevamente tomarme entre sus brazos y esta vez, juntar sus tersos labios con los míos.

Un beso que cargaba mucho, algo que ambos habíamos deseado. Esta vez no fue el alcohol, fue el deseo, el reencuentro. Como si nuestros labios estuviesen esperando ese momento hace tanto tiempo.  Pasé mis manos por su cuello, aferrándome a su cuerpo y fue ahí cuando pude sentir el fuerte latido de su corazón, al compás del mío. Era único, maravilloso, irreal.

Nos devoramos los labios en solo unos segundos, acabando incluso con el preciado oxigeno de nuestros pulmones.

 

—Camui... —Susurré sobre sus labios y me alejé para mirarle a los ojos. No importaba nada en ese instante, me iba a lanzar al vacío sin medir ninguna consecuencia. Que pasara lo que debía pasar, mi alma, mi corazón y mi vida se la iba a entregar a ese hombre porque simplemente lo quería así, lo sentía.

 

Estaba muy seguro que las cosas iban a ser muy distintas desde aquel instante, podía tener muy claro lo que sentía por Gackt, pero debía afrontar la realidad aunque no quisiera, aunque fuese doloroso y claro que debía hacerlo porque no estoy en edad de vivir una doble vida. Necesitaba poner las cartas sobre la mesa y analizar todo, pero solo en ese momento necesitaba sentirme seguro entre sus brazos por lo que lo abracé con tanta ansia que sentí que el cualquier se fundirían nuestras almas en una sola.

 

—No te puedo quitar más tiempo por hoy. —Se alejó solo unos centímetros para mirarme y no pude evitar sonreír como un idiota enamorado. —Paso a paso, no quiero que por acelerar, todo termine mal... Es una situación tan jodidamente complicada. —Claro, yo no era el único con medio cuerpo en la realidad. Gackt tenía muy claras las cosas.

 

—Lo sé. —Susurré sobre sus labios, antes de arrebatarle otro pequeño contacto entre ambos. —Lo sé, pero me lo haces tan difícil. —Reí y terminé por alejarme de su cuerpo para buscar el botón del ascensor y hacer que volviera a moverse. Aún tenía el ensayo con Laruku y después de todos los regaños del día anterior, no podía volver a fallar.

Aunque después de todo, había una sola cosa que rondaba mi cabeza. Me estaba volviendo loco por completo.

 

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Ese nuevo día había sido bastante especial, incluso más de lo que pudiese haber imaginado. Los años me pesaban, sí, pero ahí estaba, haciendo lo que sin querer, amaba más que cualquier cosa en el mundo. Por la mañana había recibido la llamada de Megumi, asunto que me dejó bastante inquieto pues llevaba un mes sin hablar con ella y un poco más de una semana viéndome a escondidas con Camui, incluso él tuvo la osadía de seguirme en la gira. A pesar de todo me sentía un vil traidor, pero sinceramente solo estaba siguiendo a mi corazón y como había dicho el querido bajista de la banda, "en asuntos de corazón, lamentablemente no mandamos".

Por la tarde todo había sido más tranquilo, incluso el ensayo y en ese momento, arriba del escenario, fue todo aún más... Fantástico. Empezó a sonar "Niji" y estaba a punto de comenzar a cantar cuando Tetsu detuvo todo, lo miré con cara de espanto y solo se dignó a reír. Volteé a mirar a Ken quien se encontraba sonriendo de una manera muy peculiar.

 

—Oh, por favor. —Me reí frente a la mil personas que habían en el lugar cuando vi entrar a Yukihiro con un pastel con varias velas puestas en el. —¿Es para mí? —La audiencia gritó y yo como un idiota volví a reír.

 

Ken comenzó a tocar la guitarra y de pronto, todo el lugar comenzó a cantar el cumpleaños feliz. Quería enterrarme vivo, odiaba que los demás hicieran ese tipo de cosas pues sabían que tenía bastante escondida mi vida privada, pero no podía quejarme con ellos y con aquel detalle tan cursi que habían preparado. Moví mis manos, alentando a las personas que cantaran más fuerte y fue simplemente único. Al terminar Yuki, Tetsu y Ken llegaron a mi lado para que soplara las velas y claro, terminaron por dejarme la cara embarrada en crema, eso sí que me lo esperaba de ellos.

 

Después de ese momento tan peculiar, el concierto siguió normalmente y el telón bajó quince minutos después de lo acordado, y no hice más que dirigirme al camarín totalmente agotado. Me miré en el espejo y ahí estaba ese hombre con los años encima, era un balde de agua fría después de todo. Me senté frente a este, quitándome el maquillaje que tapaba minuciosamente cada imperfección.

La puerta se abrió en ese instante y a través del espejo noté la silueta de aquel hombre que me ponía los pies a centímetros del suelo. Sonreí y volteé sobre la silla para verlo de frente. En su mano derecha traía un pequeño muffin con una vela enterrada, sabía que venía por la misma razón que los chicos con su pastel, pero simplemente ambas cosas y más aún la de Gackt, no me lo esperaba. Con su flamante y enorme sonrisa volteó para cerrar la puerta con seguro, volviendo hacía mí mientras caminaba coquetamente.

 

—No debiste...

 

—Cállate. —Me interrumpió, arrodillándose luego frente a mí. —Feliz cumpleaños al hombre más hermoso. —Ah, jodido hombre cursi, perfecto y detallista.

 

—Gacchan... —Aquel nombre salió de mis labios y ambos reímos.

 

—Hace años que no me llamabas de esa manera. —Negó entre risas, estirando luego su brazo y me miró a los ojos. —Pide un deseo. 

 

—Que se detenga el tiempo aquí y ahora. —Soplé la pequeña vela y sonreí.

 

—Concedido. —Murmuró, dejando el muffin sobre la pequeña mesa tras de mí y me tomó de la cintura tan fácilmente que me causó una adrenalina enorme.

 

—No... —Reí nuevamente entre sus brazos mientras me arrastraba hasta un pequeño sofá que había en el lugar. —¿Qué haces?

 

—Deteniendo el tiempo.

 

—Pero...

 

—Hyde, por favor.  —Se detuvo y apartó unos mechones de mi frente. — Solo deja de pensar tanto, aunque sea un segundo.

 

 

Lentamente fuimos cayendo en el sofá y apoyé mis manos sobre su pecho, soltando un suspiro entre aquel beso tan apasionado que me había arrebatado sin nungún permiso y simplemente me dejé llevar. Mi corazón latía tan fuerte, tan veloz, que sentí desfallecer entre sus brazos, entre sus manos que recorrían curiosas el contorno de mi cuerpo. Otro suspiro se hizo presente en aquel ambiente tan intenso que habíamos creado.

Quité con mis manos temblorosas su camisa, deleitándome con aquel formado cuerpo el cual había visto tantas veces, pero que ahora estaba expuesto para mí y solo para mí. Nos sonreímos totalmente cómplices de aquello y volvió a besarme con deseo, con hambre, bajando luego sus labios lentamente por mi cuello. Un jadeo de mi parte inundó la habitación y pude darme cuenta que me estaba entregando a él, olvidando todo de una vez. Su diestra hizo contacto con mi piel por debajo de la camisa, haciéndome estremecer.

 

—Tienes las manos frías... —Murmuré en un quejido, sin poder evitar reír por haber interrumpido el silencio; después me volví a entregar en un beso apasionado.

 

Mis manos se enredaron en su cabello, hundiendo mis dedos en su rubias y suaves hebras, mientras delineaba sus labios con la lengua. Mi cuerpo pedía a gritos más contacto con él y por cosa de instinto, comencé a mover la pelvis contra la suya, rozando descaradamente nuestros sexos por sobre la tela de nuestros pantalones.

Una lasciva sonrisa se dibujó en los labios ajenos y se alejó de mí, no sin antes arrebatarme cada prenda que cubría mi torso. Poco a poco iba quedando expuesto a él y a todo lo que pasaría en cuestión de segundos.

Clavé la mirada en su cuerpo, en sus pectorales, en su bronceada y perfecta figura, donde lentamente la ropa iba desapareciendo. Mordí mi labio inferior con fuerza, ahogando un suspiro; estaba delirando con ese hombre ahora completamente desnudo ante mí.

 

—Por los Dioses, ya ven aquí y termina de arrebatarme la cordura.

 

—Hyde... —Murmuró al acercarse nuevamente a donde estaba y tomando posición entre mis piernas. —No tienes idea de las veces que soné con esto. —Tomé su mejilla con la palma de mi mano, sonriéndole de forma cálida y besé sus labios.

 

No hubo necesidad de más palabras, volvimos a hundirnos en otro beso cargado de anhelo, de deseo, de pasión y porque no decirlo; de lujuria. Ese beso que se deshizo solo para dar paso a más besos repartidos por mi piel expuesta, cerré mis ojos y dejé que se adueñara de ella, que la marcara como suya mientras mis manos acariciaban su cabellera. Se detuvo solamente para terminar de desnudarme y fue allí cuando un inevitable sonrojo se apoderó de mis mejillas. Me estaba devorando con la mirada y eso me volvía loco, aún más loco. Quería gritarle que lo hiciera de una buena vez, que mi cuerpo necesitaba sentirlo, pero por otra parte estaba disfrutando de como admiraba cada pedazo de piel. Su mirada volvió a encontrarse con la mía y nuestros cuerpos se rozaron al fin, haciéndome gemir por primera vez en aquella noche. Me aferré a su cuello, enredando las piernas sobre su cadera y dándole la libertad de que hiciera lo que quisiera.

Tomó con su diestra mi nuca, atrayéndome para besarme mientras que su otra mano recorrió mi cuerpo hasta la entrepierna y rozó esta con descaro. Me tensé por completo, estaba listo para todo lo que iba a suceder, pero no podía evitar ponerme nervioso. Enterré mis manos en su espalda y susurré un "hazlo" para luego mirarle a los ojos, intentando fundirme en su mirada y que todo temor se desvaneciera.

Con un fuerte agarre a mis caderas, intentó ingresar en mi cuerpo y un pequeño gemido ahogado salió de mis labios.

 

—Necesito que te relajes... —Su tono de voz era tan tranquilo, que sentí derretirme. Asentí y volví a aferrarme a su espalda.

 

En un nuevo intento, ingresó poco a poco, haciéndome gemir desesperado y no encontró mejor solución que callarme en un húmedo beso. Maldito y perfecto hombre, no podía negarme a que aquello se sentía jodidamente bien a pesar que sentía que me estaba rompiendo en pedazos.

 

—Gackt... —Gemí nuevamente rompiendo el contacto entre nuestros labios.

 

—Me vuelve loco oírte gemir, pero no necesito que todo el mundo te escuche. —Por todos los cielos, había olvidado completamente que nos encontrábamos en el camarín del lugar y la gente de la productora se paseaba por fuera.

 

No fui capaz de decir una palabra, cuando en un movimiento, lo sentí por completo en mi interior y antes de hacer cualquier ruido, sus labios capturaron los míos.

Se quedó unos segundos allí, acostumbrando a nuestros cuerpos a toda esa nueva experiencia y luego  comenzó un suave vaivén que me hizo perder la razón. "Más..." Solté en un jadeo, separándome de aquel beso y llevando mis labios a su cuello, mientras las embestidas se hacían cada vez más intensas. Me dolía cada centímetro del cuerpo, pero me sentía en el puto cielo. Era todo realmente espectacular, nuestros cuerpos rozándose, nuestros alientos chocando y aquella exquisita sensación de que éramos uno solo.

Sin darme tiempo de procesar nada, salió de mi interior para en un fuerte agarre de caderas, voltearme dejándome boca abajo y antes de cualquier queja de mi parte, volvió a ingresar, haciéndome soltar un gemido que murió sobre uno de los cojines del sofá. Llevó su mano, su enorme mano hasta mi boca, tapando esta e introduciendo un dedo allí, cosa que no hice más que morderlo en cada gemido a medida que sus caderas se movían erráticas contra las mías. Busqué masturbarme mientras lo sentía entrar y salir de mi interior. Era un placer inexplicable, había perdido el juicio y  sí, me iba a morir, de seguro me iba a morir de tanto placer que me causaba ese hombre.

Me removí bajo su cuerpo, buscando más contacto si es que aquello era posible y lo sentí, sentí el orgasmo en un parpadeo.

Dejé caer mi rostro sobre el cojín y acabé en un gemido que escapó de mi boca sin ningún aviso, en ese mismo instante sentí como Camui aprisionaba mis caderas y en un sutil gemido, que me pareció de lo más erótico; acabó dentro mí.

 

—Dios... —Me desparramé, relajando mi cuerpo después de todo aquello e intentando volver la respiración a su ritmo normal.

 

—Lo sé, soy un Dios. —Musitó en una sutil risa, dejándose caer sobre mi cuerpo.

 

Ambos latidos acelerados golpeaban nuestros pechos, cerré mis ojos y me quedé con esa maravillosa sensación de tenerlo ahí correspondiendo a todo lo que sentía. A todo lo que lo amaba. Era mío.

 

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Habían sido los tres meses más agotadores, no solo física, si no también mentalmente... Sobretodo mentalmente. Me rendí a todo lo que sentía por Gackt, a todo lo que me causaba, al hombre que creía haberme transformado desde nuestro reencuentro y allí nos encontrábamos, enredados en aquellas sábanas de seda gris, totalmente ajenos al mundo que nos rodeaba, a todo el caos.

Mi mano se paseaba con lentitud por su torso, delineando sus detalles con la punta de mis dedos y llegando a sus labios, rozando estos con delicadeza. Me había vuelto un adicto a su piel, a su roce, a su aroma tan peculiar y que decir, adoraba esos silencios después de haberme entregado a sus brazos. Gackt me había devuelto la vida en caricias y besos, tanto que era difícil de explicar. Me hacía suyo y el mundo desaparecía, desparecían los problemas, la realidad... No podía pedir más.

 

—Te amo... —Murmuré en un suspiro, besando luego su hombro desnudo. Pude notar que sonreía y volteaba el rostro para clavar sus profundos ojos en los míos.

 

—Y yo a ti. —Volteó totalmente para abrazarme, por lo que correspondí enseguida buscando luego sus labios para fundirme en ellos unos segundos.

 

Esperaba que el tiempo no avanzara, es lo único que pedía en ese momento. Él me amaba tanto que podía sentirlo en todo el cuerpo, en el alma. No había otro sitio donde quisiera estar que allí, enredado entre sus piernas e inhalando aquel embriagante aroma entre perfume y sexo.

No sé si fue el destino, el vil destino o el karma quien se encargó de hacerme caer otra vez con la realidad y alejarme de ese bello momento, pero mi móvil sonó, rompiendo el ambiente que tanto nos había costado crear. Hice una mueca con mis labios y me volteé para tomar el aparato, solo para dar un salto luego. Era Megumi, ella, la mujer que había olvidado por completo.

 

—Mierda. —Mascullé y me acomodé sobre el colchón para contestar. Gackt me miraba expectante mientras mi rostro se transformaba por completo y volteaba a verlo con una expresión indescifrable. Corté la llamada y bajé la cabeza. —Nació... —Murmuré, aún no procesaba nada, pero mi corazón latía demasiado fuerte y tenía unas inmensas ganas de llorar.

 

Mi mujer había dado a luz a nuestro segundo hijo y yo como un pedazo de idiota me encontraba desnudo en la cama de otra persona. No quería mirar a ese hombre a los ojos, un confuso sentimiento se apoderó de mí y no hice más que levantarme de aquella cama. ¿De verdad pensaba en ser inmune todo el tiempo? Uno no puede escapar de la realidad, de toda una vida construida y hacer como si nada. Lo creí y en ese sentido fui bastante iluso. Me dejé llevar por el amor que sentía por Gackt, porque lo amaba, eso estaba claro, pero simplemente me había cegado. Ahora no solo le haría daño a él, sino a la mujer que aún me esperaba en casa. Dejé caer mi cuerpo sobre el borde del colchón, llevé mis manos a mi rostro y me entregué a las lágrimas. De pronto sentí los brazos de Camui rodearme el cuerpo y fue allí donde toda la pesadilla cobró sentido. Lo aparté para volver a levantarme.

 

—¿Hyde?

 

—Lo siento. —Murmuré ante de que dijera cualquier cosa.

 

—¿Por qué lo sientes? ¿Qué piensas hacer? —No fui capaz de responder a sus preguntas, tenía tanto miedo en ese momento... Me había vuelto un completo cobarde. —Contesta. — Me tomó del brazo para hacerme voltear y mirarle a los ojos de una vez.

 

—Volveré con Megumi, ella no se merece esto. Mi deber es con mi familia, con mis hijos y ella. —Escupí esas palabras sin medir ninguna consecuencia.

 

—Jugaste conmigo... —Su mirada contenía una rabia inmensa, como aquella del ascensor. —¡Jugaste conmigo, Hideto! Maldita sea, soy un imbécil. —Negó varias veces antes de volver a hablar. —Soy un imbécil por confiar en alguien que no dudó en engañar a su mujer.

 

—Yo...

 

—Nada, no vengas con clichés. Vete de una maldita vez. —Me soltó del agarré y sin decir una sola palabra más, me volteé para buscar mi ropa.

 

Las lágrimas corrían sin piedad por mis mejillas y el dolor que sentía en ese momento se me estaba clavando perfectamente en el pecho. ¿Dolor? ¿Mi dolor? Oh, Hideto, eres un hipócrita. En ningún momento me detuve a pensar en el daño y el dolor que le estaba causando a ese hombre que me entregó por completo su corazón. Pero una parte de mi me decía que estaba haciendo lo correcto, lo moralmente correcto.

Terminé de vestirme y al voltear pude ver que Camui estaba vestido de la cintura hacia abajo, no era capaz de mirarle, pero necesitaba hacerlo, necesitaba que me escuchara aunque fuese la última vez.

 

—Solo quiero que sepas que lo que siento por ti es real. Jamás te mentí. —Musité y no fui capaz de reaccionar cuando lo vi acercarse solo para estampar su puño contra mi rostro. Abrí los ojos de par en par y por instinto me llevé la mano al lugar, mirándolo incrédulo.

 

—No quiero volver a oírte, ni una sola palabra. Ni vuelvas a decirme que me amas. —La rabia en sus palabras las sentía perfectamente, pero en ningún momento lo vi  flaquear. Entre empujones, me llevó hasta la puerta de la habitación, sacándome de esta luego.

 

—Gackt...

 

—No digas mi nombre, no tienes derecho. Eres un jodido mentiroso. —Abrió la puerta, terminando por empujarme hasta fuera de la habitación. Noté una lágrima rodar por su mejilla izquierda y luego vi la puerta en mi rostro.

 

Arrastrando los pies caminé hasta el ascensor que me llevaría de vuelta a la realidad. Me dejé caer por la pared de este, abrazando mis piernas e inevitablemente inhalé el aroma impregnado en mi ropa, el olor a ese perfume que traía Camui. Se había acabado, nuestro tan corto amor se esfumó tal y como llegó. Sin aviso.

Solo existía una cosa en mi cabeza a parte del dolor... A ese hombre jamás lo podría olvidar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado;; Dejen review, amenazas de muerte, mucho amor, odio, lo que quieran. 

Nos leemos luego. ~


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