Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Big Bad Wolf por HellishBaby666

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos! Cómo han estado? Una disculpa por no haber actualizado antes, pero tengo malas noticias. Resulta que borré mi trabajo pensando que tenia el ICloud desactivado pero no era as, por lo que se me borró de todos los dispositivos, y tendré que escribirlo todo de nuevo, sip, mátenme porfavor.

Muchas gracias a Saki Fumiko por su bonito review.

En fin, trataré de actualizar como lo vaya escribiendo, una disculpa por la tardanza.

La nieve había dejado de caer y la luna brillaba en lo alto.

 

 

 

Se había quedado dormido después de comer conejo y codorniz hasta que el estómago le dolió, desacostumbrado a tener dentro de él algo que no fueran patatas rancias y pan enmohecido. Para ese entonces aquel hombre había vuelto montando un caballo y con algo de oro también. No quiso preguntar el origen de todo aquello, pues temía la respuesta y al mal carácter del mayor, por lo que se limitó a ayudarlo a descargar al caballo y a atarlo a un árbol fuera de la cueva. En el cinto llevaba atados a un par de conejos muertos, los cuales se puso a despellejar frente al fuego con ayuda de una navaja. El chico observaba a la misteriosa figura sentada a cuclillas sobre la tierra. Con manos hoscas y callosas manejaba hábilmente el filo de su navaja, quitándole la piel a lo que sería su cena esa noche, portando siempre aquel semblante fruncido y severo mientras lo hacía. Los metió al fuego y los dejó rostizarse, dándole un sorbo a una pequeña botella de vidrio una vez que terminó. Sus ojos carmesí se dirigieron a él, haciéndolo estremecerse por un momento al encontrarse con los suyos. 

 

 

 

-¿Cómo sigue tu pie? -Preguntó con voz aguardientosa, probablemente por el abuso del alcohol contra su garganta.

 

 

 

-Esta mucho mejor, gracias. -Bajó la mirada avergonzado, observado la tela oscurecida por la suciedad que abraza a la piel de su pie derecho.

 

 

 

Sebastian se puso de pie repentinamente, ocasionando que el menor retrocediera instintivamente ante sus movimientos. Se dirigió hacia donde descansaban las bolsas que el caballo cargaba anteriormente, sus pesadas botas hacían crujir la tierra húmeda debajo de sus pies y su largo abrigo de piel negra arrastraba detrás de él. De una de las bolsas extrajo un par de botas color café, se veían algo desgastadas y las cintas estaban enredadas, pero parecían ser de la talla justa. Las lanzó al chico, quien las atrapó con ambas manos torpemente y rápidamente se las calzó, pues no quería seguir soportando el frío en su pie desnudo. Le quedaban casi a la perfección.

 

 

 

-¡Gracias sir Sebastian! -Exclamó casi sin aire el menor, aliviado de no tener que sentir la nieve bajo sus pies ni un minuto más.

 

 

 

-No soy ningún “sir”, niño. -Dijo las palabras con desazón. -Además, no puedo arriesgarme a que pierdas el pie. Tu tía podría querer descontármelo.

 

 

 

Ciel le dedicó una sonrisa cargada con ironía. A pesar de la actitud brusca y los comentarios hostiles de aquel hombre, podía presentir que no se trataba de alguien completamente malo, más bien parecía que eso quería aparentar, por alguna razón. Sin embargo, no podía confiar en sus corazonadas y debía actuar inteligentemente, entre más tiempo pasara lejos de Valle del Río más riesgo corría de ser encontrado por los desertores del reino de los Phantomhive y sin un castillo o un ejército para protegerlo, era un blanco fácil.

 

 

 

-Es cierto. -Asintió. -Deberíamos ir camino hacia Valle del Río en estos momentos.

 

 

 

-No durante la noche. -Dijo el mayor en tono serio. -Es peligroso.

 

 

 

-Entre más pronto lleguemos será mejor para ambos. No soy más que una carga para tí.

 

 

 

-¡He dicho que no! -Vociferó, rápidamente encolerizado.

 

 

 

Todo fue silencioso por un momento, y Ciel solo podía mantenerse muy quieto, cada uno de sus músculos tensos como la cuerda de un arco listo para disparar. El hombre alto y aterrador había formado puños con sus manos, haciendo que sus nudillos escarapelados y rojos por el frío se volvieran blancos. Tenía esa mirada en sus ojos, cargada con ira y las llamas rojas del infierno, la mirada de una bestia. El menor tragó en seco, intimidado por aquel hombre e indeciso de cómo actuar. No quería temerle, pero ¿cómo no temblar ante aquel completo extraño cuando lo miraba de esa manera? Quería convencerse de que podía confiar en él, sin embargo no contaba con ninguna evidencia que justificara su manera de pensar. Podía decirse a sí mismo que Sebastian era en realidad un buen mozo todo el día, aún así eso no lo haría realidad. Tendría que andarse con cuidado de ahora en adelante, sin importar lo que quisiera creer.

 

 

 

-El conejo está casi listo, sírvete. -Dijo de pronto el mayor, dándole la espalda.

 

 

 

-¿No comerás? -Preguntó extrañado.

 

 

 

-Comí algo en el camino. -Casi murmuró, en su voz había un rastro de culpa. -Mantén el fuego encendido toda la noche si no quieres que los animales entren a la cueva.

 

 

 

-¿A dónde irás? -Dijo con preocupación, siguiéndolo fuera del campamento en la cueva. El hielo crujía debajo de sus nuevas botas color marrón.

 

 

 

-No te preocupes niño, no te pasará nada. -Lo ignoraba el mayor, cerrándose el abrigo de piel y colocándose la capucha. Ciel lo tomó por la manga, haciéndose del pelo negro y suave de su ropa. 

 

 

 

-¡No es eso! -Vociferó, tratando de detenerlo. -Está helando allá afuera. Puedo moverme al otro lado de la cueva si quieres y...

 

 

 

El mayor encogió su brazo ante el intento de retenerlo del chico, frunciendo el ceño y adquiriendo un aspecto mucho más intimidante del que naturalmente poseía, haciendo a un lado al menor de un empujón y precipitándolo sobre sus codos en medio de la nieve. Un golpe sordo se escuchó cuando su escuálido cuerpo tocó el suelo, amortiguado por la nieve que quedaba. Sebastián lo atisbaba con aversión nuevamente; ojos impares, uno marcado por una horrible cicatriz, respirando agitadamente y formando pequeñas nubes blancas con cada una. Desató al caballo y se montó en él, dedicándole una última mirada.

 

 

 

-Nadie se acercará al campamento, te lo aseguro. -Dijo finalmente, jalando las riendas y adentrándose en el bosque, perdiéndose entre los árboles y la oscuridad que lo cobijaban.

Notas finales:

 Como notaron, el capítulo fue algo corto, pero trataré de compensarlo con el siguiente. Muchas gracias por leer, hasta pronto!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).