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Una flor de la que sólo hay una en todo el mundo... por konohanauzumaki

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Notas del fanfic:

Otayuri

Cuando gané mi primer Grand Prix Final, un montón de cosas buenas, emociones y sensaciones desconocidas, fabulosas y apabullantes de desbordaron ante mí. Fueron días donde no sabía de nada más de mí que no fuera el triunfo, y en todo ello, pude conocer un poco más a mi nuevo amigo, Otabek...

Pero, todo pasó rápido, y tanto se sucedía sin control que apenas si logramos ir a comer en un par de ocasiones, antes de tener que huir en su motocicleta al ser hallados por prensa o fans. El caso es que, cuando los días acabaron y todo mundo tuvo que regresar a su país, a entrenar, a seguir, me quedé solo en el medio de la soledad que experimenté desde siempre, pero que era más fuerte al no estar rodeado de aquellas personas que se habían vuelto a mi importantes, considerando que decidí viajar unas semanas a descansar con mi abuelo. 

Lilya, Yakov, Viktor y el Katsudon quedaron lejos, y por obviedad, Otabek. Y aunque al inicio me pareció de lo más normal, el hecho es que, conforme avanzaron los días, un pequeño hueco fue tendiéndose en mi interior, al comenzar a extrañarle, de una manera que nunca me había pasado con nadie más. Porque, cuando me quedaba por un instante solo, cuando mi mente se vaciaba de la conmoción del triunfo; cuando no me daba cuenta, me ponía a pensarle. 

Y eso, lentamente, comenzó a consumirme...

Eran sus palabras al contarme de sus entrenamientos en América, su sonrisa plena al hablarme, o el sentir su apoyo en la final o en la realización de mi rutina de la gala, lo que me resonaba por dentro si de él venía el recuerdo. Me desesperaba, comía golosinas, trataba de concentrarme en algo más, pero al final, mi caso no mejoraba en lo mínimo. Así que decidí dejarle de dar vueltas al asunto y ponerme una tarde a hacer pirozhkis con mi abuelo, el cual, se notaba feliz de tenerme ahí. 

Esa tarde, entonces, supe que estaba pasando en mí desde que de Otabek me alejé...

—Yuratchka, espero no hayas olvidado la receta de los pirozhkis.
—No abuelo, de hecho, hasta le preparé unos a Lilya y a Yakov. 
—¿Sabes? Me da gusto que hayas estado con ellos un tiempo, sobre todo con ella, ya que veo que te ha enseñado muy buenos modales, y, sobre todo, ha sacado ese lado sensible en ti que no creí que nadie pudiera sacar.
—¿A qué te refieres, abuelo? 
—Antes eras todo alocado, como un pequeño punk, el cual no queda con tu apariencia, pero así eras, pero ahora, me alegra ver que luzcas así, como era tu abuela, porque te pareces tanto a ella... —agregó mi abuelo, conmoviéndome al ver su rostro decaído al recordarla.
—Bueno, sí, supongo que cambié para bien... —respondí y metí los pirozhkis al horno, acercándome a su lado tocando su hombro derecho, para escucharlo replicarme.
—Si, y me da gusto. Cuando te veo, y veo en el hombre que te estás convirtiendo, me siento muy orgulloso. Y no me tomes a mal, pero, tu abuela era tan especial, tan única, tan como jamás imaginé...
—Amabas mucho a mi abuela, ¿verdad?
—Si, mucho, porque era una flor de la que sólo hay una en todo el mundo...
—¿Una flor de la que sólo hay una en todo el mundo? —cuestioné, sin entenderlo. Mi abuelo sonrió para sí mismo, y, recordándolo, contestó.
—Podemos ver y conocer muchas flores en el camino, en el tiempo, pero, siempre Yuratchka, habrá solo una que sea la única en todo el mundo para cada uno. 
—Y mi abuela era la tuya...
—Así es. Y allá afuera debe estar la tuya.
—Pero, ¿cómo voy a saber quién es? —pregunté, ansioso. No esperaba la respuesta.
—Tú mismo te vas a dar cuenta. Porque puedes creer que muchas flores son tu flor, pero, debes de dejar que te la indique tu corazón, mi querido Yura...
—Yura... Tenía mucho que no me llamabas así —atiné a decir, mirando su sonrisa dulce al tiempo que me tomaba mi mano derecha, y la miraba, para, al soltarla, salir de la cocina, sonriéndose y trayendo las reminiscencias de mi pasado cercano al momento presente.

Cuando, días atrás, Otabek y yo nos despedimos en el aeropuerto...

 

Nevaba, y todos estaban a las prisas, porque el aeropuerto era un pequeño caos. Estaba muy agradecido por la ayuda que él me había dado para mi rutina de la gala, pese a que me había molestado con él por alejarse así de mí, comprendí parte de lo que me dijo Mila acerca de que "Otabek acababa de perder y necesitaba tiempo" y también que no tenía edad para entrar a su club donde fungía como DJ invitado. La cosa es que, ya se iba a ir, y, solo esperaba que nevara tan fuerte que eso no sucediese. 

El equipo se dirigió de la sala VIP a abordar, dejándonos solos en ese sitio, donde no había nadie más, con los ventanales donde los copos quedaban atrapados, y el silencio que extraño, reinaba pese al bullicio fuera. Y así, tirando de su maleta, quedamos frente a frente. 

—Entonces, es hora de que me vaya, Yuri... —me dijo, sin demasiado ánimo.
—Si, ten buen viaje... —respondí, no sabiendo que más proferirle.
—Y tú también ten buen viaje. Disfruta tu triunfo.
—Lo haré. Gracias por tu apoyo con mi rutina, y, perdona que me haya comportado como un niñato, solo que...
—No necesitas decirme nada —respondiste, soltando la maleta, acercándote a mí. Callamos. nos miramos a los ojos—. Me da gusto que hayas podido demostrar aquello que vi esos días en el pasado donde te conocí.
—Y donde no te recuerdo... Lo siento —dije, apesadumbrado.
—No es tu culpa. Para mí es suficiente con que tus ojos de soldado me hayan inspirado a seguir adelante, y, ahora, haber llegado a donde estoy... y a ser tu amigo —respondió, en un tono ¿dulce? que me hizo quedarme sin habla. Solo sentía calor en mi rostro y un palpitar rápido en mi interior—. Y sé que sabes que no me rendiré frente a ti...
—¿Qué significa eso?
—Ya lo verás cuando nos reencontremos, Yura... —confesó, y, tomando mi mano izquierda, un beso dejó en mi torso, agachándose de forma cortés, para, al enderezarse, regalarme una sonrisa que, al cerrar los ojos, puedo aún dibujar en mí.

Y una despedida que hace temblar mi sentir...

 

Esa mano tomada... El llamarme "Yura"... Ese hechizo que no se va...
La necesidad de volverlo a ver... Tanto pensar en él... Lo que ahora no es...
El deseo que ya no puede ser...                                                                           O, tal vez...

 

Continuará...

 


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