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Patético por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Gracias por los comentarios, en serio los aprecio ;v;

 

El perdedor.


Jhon empezaba a dudar si en serio era legal lo que muchos de sus vecinos hacían, no lidiaba con ellos porque la mayor parte del tiempo se la pasaba viendo y buscando chicas lindas a las cuales observar a la distancia ¿Por qué ellas tenían que ser tan lindas y él tan feo? Así no tenía ningún tipo de oportunidad.


Era feo y pobre ¡Ninguna chica se le acercaría jamás! Y eso le deprimía un poco, podía ser feo, pobre y algo estúpido pero tenía bonitos sentimientos. Aunque según el par de narcotraficantes que vivían en el mismo edificio que él, los sentimientos eran algo que no vendía.


Las apariencias y propiedades sí que lo hacían. Un auto último modelo, ropa de calidad, un pent-house  y una cara bonita atraían a cualquier ser humano en la tierra. Esos tipos tenían todo eso y aún así vivían ahí ¿Por qué? No lo sabía, sólo sabía que su camioneta —Daisy, cómo le había apodado de cariño— se veía igual de fea que él al lado de esas bellezas que estaban en el estacionamiento.


Suspiró mientras se montaba en ella, era verano y por ende hacía más calor y llegaba igual o más sudado que en un viaje de bus al trabajo. Aunque tenía entendido que algunos buses venían con aire acondicionado incluido, lo cual le hacía pensar que Daisy merecía algún cariño, cómo una buena lavada y un parabrisas, algo de tapicería y latonería tampoco le vendrían mal a su camioneta.


Llegó a su trabajo sudando cómo cerdo, era temprano y ya hacía un calor infernal pero cuando entró al edificio dónde trabajaba y el aire acondicionado le daba de lleno, se le olvidaban sus preocupaciones, así que Jhon, feliz de la vida caminó a hacer su trabajo de siempre.


Y no fue hasta la hora del almuerzo que algo increíble le pasó.


Estaba comiendo tranquilamente el pan con queso que había traído de almuerzo con un poco de agua caliente, estaba distraído pensando en cómo los demás comían algo más decente que él cuando una vocecilla a lo lejos le llamaba con sutileza y un olor agradable le invadía.


No  fue hasta que recibió contacto físico que salió de su ensoñación, alguien le había tocado el hombro, giró su cabeza sólo para toparse con un ángel.


—Disculpe… Soy nueva acá y n-no sé a dónde ir…— Susurraba ese ángel apenado. De repente sintió su garganta y boca secas, tragó grueso para luego relamerse los labios ¿En serio le estaba hablando aquella belleza?


Miró a su alrededor con algo de desesperación para luego señalarse, confundido.


—S-sí, a usted le estoy hablando. — ¡Y la chica se  sonrojó! Jhon no cabía en su silla, era demasiado bueno para ser verdad ¿Qué tenía que hacer? No lo sabía pero sí sabía que esa era una oportunidad majestuosa que no se le volvería a presentar jamás.


—Oh... Bueno… Yo…—Bajó la mirada mientras procesaba la información, la chica era una nueva, estaba extraviada  y le estaba pidiendo ayuda. — ¿En qué departamento estás? — Logró cuestionar después de unos momentos que a la chica se le hicieron eternos.


Ese hombre era demasiado raro y ya se arrepentía de habérsele acercado ¿Y si le hacía algo malo? Eso le pasaba por acercarse al que estaba solo en la esquina.


—Estoy en el departamento de publicidad.


—Oh, es aquí —sonrió ampliamente, al menos podría ayudar a ese bello ángel que se le había presentado. —, Roxane es la superior de ese departamento — se levantó al no sentir su pantalón apretado en la zona de su entrepierna—. Ven, yo te llevo con ella —hizo para agarrarle la mano pero la chica rápidamente la apartó, confundiéndole—, ¿Qué pasa? ¿Ya no quieres ir?


La chica ya no podía arrepentirse más de su decisión, ya no le quedaba duda alguna de que era un pervertido con el que estaba hablando. Se agarró su propia mano, pegándola a su pecho. Observó de mala forma a ese hombre tan extraño antes de  darle una fuerte cachetada y largarse de allí.


Dejando a un muy confundido Jhon el cual se sobaba su sonrojada mejilla, intentando entender la reacción de la chica ¿Qué había hecho mal? Suspiró al saber que no tendría una respuesta.


Retomó su almuerzo, un poco más desanimado; al menos había intercambiado un par de palabras con la chica antes de que ésta lo dejase, era un gran avance teniendo en cuenta que solían simplemente pasar de él. Recordar eso le animó un poco para poder terminar su almuerzo.


Cuando terminó su hora de almuerzo, retomó su trabajo, iba caminando con el carrito lleno de documentos por los pasillos que se hacían entre las distintas oficinas del piso. Iba camino a la oficina de Roxane para entregarle un par de carpetas y luego ir a la de Bob, después a la de Martín… Y en eso consistía su trabajo, caminar con un carrito por todo el edificio entregando sobres y carpetas.


Encontró a Roxane fuera de su oficina hablando con la chica de antes, no pudo evitar el sonreír encantado al ver la figura tan delicada de la chica, no la odiaba por haberle bofeteado; estaba feliz de verle, quizá la vería a diario y podría conocerla un poco mejor.


La ilusión de un romance  hizo que caminara más rápido para llegar a dónde estaban las dos chicas y quizá poder tener una pequeña charla. No perdía nada con intentarlo.


—Oh, perv —saludó la mujer que originó ese apodo para Jhon—; justamente estábamos esperando tu entrega. — Poco o nada le importó al moreno el tono sarcástico de la mujer, la  chica con la que había hablado se veía más linda que cuando la vio a la hora del almuerzo. — y veo que ya conociste a la nueva, Agatha.


—Sí…— susurró casi embelesado, tenía un nombre tan lindo cómo su apariencia.


—Agatha quería decirte algo ¿No es así, Agatha? — No entendía muy bien el juego que esas dos mujeres tenían pero si la chica le iba a volver a hablar, estaría más que contento con participar en ese juego.


—P-perdón por lo de antes… Jhon. — El moreno ya no podía más, sentía que iba a morir de un infarto ¡Esa chica sabía su nombre! ¡Lo sabía y lo pronunció bien a la primera! Era fantástico, tendría que comentarle eso a Daisy de camino a su apartamento.


—No te preocupes, Agatha —dijo Jhon feliz—; espero podamos ser buenos compañeros de trabajo y quizá amigos. —Pero su sonrisa al ver el rostro deformado por el pánico de la chica se esfumó y la sonrisa socarrona de Roxane tampoco le ayudaba ¿Qué había hecho mal?


Pero antes de obtener una respuesta coherente, las carcajadas de  la mujer lo perturbaron aún más. No estaba entendiendo nada.


—Pobre chica —logró decir la mujer después de unos momentos de carcajadas—; le dijiste la peor cosa en este mundo, perv. —Frunció levemente el ceño y se fue de allí después de entregarle la carpeta a Roxane. Agatha ya no le parecía tan linda.


Siguió con su trabajo, aguantando las ganas de llorar, tenía veintitrés años, no podía darse el lujo de llorar; sus compañeros se burlarían. No era justo, no entendía porque nadie quería estar cerca de él.


[…]


Bueno, Jhon al llegar a su amado hogar, se dio cuenta que sí había alguien que quería  estar con él. Era ese chico amargado que no usaba casi ropa, él sí se le acercaba, le miraba de forma rara junto a una sonrisa extraña. Esos gestos le hacían recordar a los que hacían las chicas antes de que empezase la película porno.


Y pues no podía evitar el emocionarse un poco. Parecía que el castaño lo esperaba ¿Acaso le gustaría al castaño?


Por su parte Lerroy había encontrado una pequeña fuente de ingresos sin tener que hacer mucho, un par de miraditas y sonrisas lascivas; y listo, erección a la orden. Ese perdedor vaya que se emocionaba de nada y lo mejor del caso que le pagaba sin rechistar demasiado.


Iban para dos semanas en ese plan y a Jhon cada vez le gustaba más que el castaño se le acercase así aunque luego tuviese que pagar  y quedarse sin cena pero ese chico era el único  que se le acercaba sin  entrar en pánico.


Pero claro, todo es cuestión de costumbre y al mes ya no eran suficientes las miraditas o sonrisas y eso a Lerroy le molestaba en demasía, tendría que tocar al perdedor ese, bueno, no era la gran cosa pero igualmente le fastidiaba tener que trabajar tan temprano.


El tipo ese llegaba casi siempre a las seis o seis y media a más tardar, no trabajaba horas extra y parecía haberse acostumbrado al igual que él a su ‘rutina’ porque siempre tenía unos cincuenta en el bolsillo después de su pequeña interacción.


Lerroy le vio llegar cómo siempre y se dispuso a hacer lo suyo, pero cómo supuso; ya no eran suficientes las miradas o sonrisas y tuvo que utilizar su tono nocturno para poder lograr algo.


— ¿Ya no te gusto? — fingió un puchero mientras miraba directo a los ojos al  perdedor y le acariciaba levemente el abdomen.


—N-no…— Balbuceó él y supo que le faltaba poco para que se emocionase y le pagase.


— ¿Entonces por qué ya no te emocionas al verme? — Con tono meloso bajó su mano hasta la entrepierna y dibujo círculos sobre ésta que ya estaba dura. El pobre diablo sólo jadeó mientras tenía la cara roja y sin decir más le entregó el billete de cincuenta y otros clips más ¿Qué tenía ese bicho con los clips?


Y antes de poder reclamarle  por la inutilidad de esos accesorios de oficina, el perdedor ya se había ido cómo alma que lleva el diablo. Sonrió  victorioso. Definitivamente esa fuente de ingreso le iba a durar un buen rato.


[…]


Era muy temprano en la mañana, quizá las seis, el castaño suponía eso por los indicios de sol que ya habían y los corredores que ya pasaban por allí.  Lerroy iba camino a ese asqueroso edificio en el que vivía mientras se cubría con una muy vieja gabardina de color negro para no llamar la atención con su ‘exótico’ atuendo.


Estaba tan hastiado y magullado que, pese a que su trabajo consistía básicamente de llamar la atención para poder tener dinero, no quería que nadie lo notase o se le acercase. El último cliente lo había tratado cómo la mismísima mierda.


Lerroy sabía lo que era y que, en comparación, un truño tenía más valor que él pero aun así le molestaba que lo tratasen tan mal y no pudiera hacer nada porque necesitaba comer de lo que el bastardo de turno le diera. A veces trabajaba por dinero, otras veces por comida.


No se complicaba demasiado a diferencia del perdedor que ya veía a diario. A veces el castaño pensaba que a ese pendejo no lo había tocado ni su madre, y eso era muy bueno porque podía seguirlo usando cómo se le viniese en gana; el pobre diablo le miraba cómo si fuese la cosa más hermosa del mundo y a Lerroy le encantaba  que lo mirase así.


Los bastardos que se encontraba en la calle solían mirarle cómo un polvo rápido o una mamada por un muy módico precio, porque sí, Lerroy era una puta barata y de allí que sus clientes no fuesen ni románticos o delicados con él.


Pero el perdedor era diferente, muy diferente, era estúpido —y bastante— pero lo trataba de maravilla y a veces le regalaba algo distinto de los clips, cómo agua o un pan.


Y Lerroy simplemente no entendía por qué seguía estúpidamente guardando los accesorios de oficina y las botellas vacías de agua en su apartamento ¡Eran basura, maldita sea! Y aun con esas se reusaba a tirar tales cosas.


Definitivamente la estupidez de ese perdedor se le estaba contagiando.

Notas finales:

Gracias por leer.


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