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Perfección por OneMinuteBack

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Capítulo Dos

 

Harry Potter era feliz en la ignorancia. Se estaba bien ahí, sin saber nada, sin preocuparse por mucho, sin ser consciente de los problemas. Era una pena que se hubiera dado cuenta tan tarde, porque Albus tenía razón y era mejor no haber sabido quién era su mejor amigo, así podría haber evitado la situación a la que estaba a punto de enfrentarse. Porque una cosa era tener a Scorpius en la fiesta de cumpleaños de su hijo, y otra cosa era tener a Draco Malfoy en el salón de La Madriguera.

¿Cuándo iba a despertar de esta pesadilla?

Tuvo la tentación de desacelerar el paso para llegar lo más tarde posible al encuentro, o incluso darse la vuelta e irse, pero se obligó a seguir el paso de Scorpius a su lado porque huir no era la actitud de un hombre maduro, hecho y derecho, que él era. Había conseguido ser padre de tres hijos, era el Jefe más joven del Departamento de Seguridad Mágica. Joder, había matado a Voldemort. Podía tener una conversación de diez minutos con Draco Malfoy como el hombre adulto que era. Al fin y al cabo, había estado aguantándolo casi siete años en Hogwarts. ¿Qué daño podía hacerle tener una conversación de cortesía con él?

Malfoy estaba ensimismado mirado hacia algún punto del salón de La Madriguera mientras ellos avanzaban a un paso demasiado rápido para el gusto del mayor. Cuando llegaron hasta estar a la altura del rubio, este se giró hacia ellos. Los ojos grises, fríos e imperturbables de Draco Malfoy se clavaron en los suyos como habían echo millones de veces. Harry, entonces se dio cuenta de que quince años sin ver a una persona era bastante tiempo.

La primera vez que Harry lo había visto una vez que la guerra hubo terminado fue en los juicios de la familia Malfoy. El Ministerio de Magia era un auténtico caos, el Wizengamot tenía cientos de juicios que realizar a todos los mortífagos que habían sobrevivido a la guerra, por suerte en sus juicios no había mucho que alegar, así que, para aligerar el proceso de encarcelación de todos los que habían pertenecido a las filas de Señor Oscuro, el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica había creado los llamados "juicios-rápidos", donde no se deliberaba ni se daba la oportunidad de recurrir la sentencia, simplemente se hacía una lectura de los cargos delictivos del preso, y se le informaba de la condena. Para suerte de Harry, en aquella época de gloria, el Ministerio le concedía cualquier cosa, así que cuando solicitó poder asistir al juicio de la familia Malfoy, nadie se lo negó. Harry había acudido en calidad de testigo y había abogado a favor de Narcisa y del propio Draco, haciendo que estos se librasen de ir condenados a Azkaban.

A Harry le había sorprendido ligeramente lo tranquilo que Malfoy había estado durante el proceso judicial. Se había mantenido de pie estoicamente, al lado de sus padres, con la mirada inexpresiva y el rostro calmado, como si estuviera resignado. Ni si quiera varió su expresión cuando Harry aporto su testimonio. Supuso que, después de haber acogido en su casa a Lord Voldemort, y de ser familiar cercano a Bellatix Lestrange, enfrentar al Wizengamot era un juego de niños, lo que le hizo darse cuenta de que él y Draco Malfoy tenían algo en común: la vida les había hecho madurar a la fuerza.

La segunda y última vez que lo había visto, fue seis años después de ese juicio, y fue en San Mungo. Harry había llegado como un torbellino al hospital con los nervios crispados, y mirando hacia todos los lados porque no sabía exactamente a dónde ir. Hermione le había enviado un patronus a su oficina de Jefe de Aurores que ocupaba en ese entonces, diciéndole que Ginny se había puesto de parto de su primer hijo James, el embarazo no había sido complicado, James había sido un buen niño incluso estando en el útero de su madre, pero a Harry siempre le había asustado el momento de dar a luz, preocupado por que algo saliera mal con su esposa o con su hijo.

Recordaba que iba por los pasillos buscando la habitación donde Ginny estaba ingresada, cuando vio a Narcisa y a Draco sentados en una de las sillas al fondo del pasillo. Ella estaba sentada ligeramente inclinada, el pelo le cubría la mayor parte del rostro, pero Harry pudo ver el movimiento errático de sus hombros, y aunque estaba a bastante distancia, podía escuchar el sonido de aire aspirado bruscamente que hacía de vez en cuanto. Entonces se dio cuenta de que estaba llorando, silenciosa y desconsoladamente, mientras se aferraba a la mano de su hijo como si fuera su único ancla. Sus ojos viajaron hacia el joven a su lado, un Draco Malfoy de apenas veinticuatro años le miraba, con sus ojos levemente ausentes, y una expresión vacía en el rostro. Harry reconocía ese semblante, lo había visto demasiadas veces durante la guerra. Ese gesto que tenía alguien cuando se encontraba en un profundo estado de shock, en el que no era capaz de saber como debía sentirse, así que la mente optaba por no sentir nada.

El monero se dio cuenta de que se había quedado estancado a mitad del pasillo cuando Ron le llamó desde el otro lado, haciéndole reaccionar y recordar el porqué estaba ahí.

Un día después, El Profeta anunciaba la muerte de Lucius Abraxas Malfoy a causa de una maldición que un ex-mortífago le había enviado al enterarse que Malfoy le había delatado, dando su nombre al Ministerio a cambio de salvarse de la condena de Azkaban. Harry había estado fuera de la oficina a causa del nacimiento de su hijo, pero supo que habían encontrado al culpable. Dos días después se celebraba el funeral de Lucius en la Mansión Malfoy, y Harry se había presentado allí para dar sus condolencias a la familia, porque si estaba vivo era en gran parte, gracias a Narcisa Malfoy y estar allí era lo menos que podía hacer, aunque momentos antes hubiera tenido una discusión monumental con su esposa, porque ella no entendía porqué tenía ir que ir allí, porqué iba a esa casa donde le habían encarcelado cuando ella continuaba ingresada en San Mungo con su hijo recién nacido.

Aún así, el moreno llegó a la mansión un día nublado, quedándose en el jardín donde estaba el panteón familiar y donde iba a ser sepultado el padre de la familia. Harry le dio el pésame a una Narcisa que parecía más recompuesta que en el hospital, pero sus ojos azules apagados le indicaban el dolor de perder a un ser querido. Ese día no vio a su antiguo compañero de colegio.

— Está indispuesto— le había susurrado la señora Malfoy, al ver que Potter recorría el recinto funerario con la mirada.

Hasta entonces no había vuelto a verle, aunque Ron le había dicho, el día en el que Albus había empezado su primer curso escolar en Hogwarts, que había visto a Malfoy acompañado de su esposa en el andén 9 y ¾, y que al parecer su hijo también iba a empezar ese año el colegio, así que tendría la misma edad de Albus y Rose.

Y ahora lo tenía ahí delante.

El rubio le miro durante un par de segundos que le parecieron eternos, mientras él se debatía en si debía saludarle o esperar a que Malfoy lo hiciera primero.

 Padre— la voz de Scorpius interrumpió el corto silencio, con un tono de voz demasiado correcto para venir de un niño de doce años.

Malfoy desvió la mirada hacia su hijo, levantando un mano para cepillarle un mechón de cabello con milimetrada elegancia.

 ¿Como te lo has pasado?

 Genial El niño contesto con voz monótona, y se alzo de hombros con indiferencia, pero Harry pudo notar un brillo divertido iluminando sus ojos, y como una diminuta sonrisa sincera se alzaba en la comisuras de sus labios.

De repente, algo en el pecho de Harry se infló al saber que había podido satisfacer a un Malfoy en su vida, aunque este tuviera la edad de su hijo.

El rubio asintió conforme hacia su hijo, y luego volvió a clavar sus ojos en Harry.

— Potter —le saludo monocorde.

El moreno se preguntó si había alguna clase de extraña tradición en la familia Malfoy que les obligase a hablar con ese tono aburrido de voz.

— Malfoy, ¿como has estado? —le preguntó, más por educación que por otra cosa.

— Bien, ¿y tú?

— Bien, aunque un poco atareado con tanto niño en casa.

El rubio asintió, y Harry supuso que ahora vendría un de esos silencios sutilmente incómodos en los que se tendrían que despedir, y donde Potter acompañaría a la pequeña familia hasta la chimenea del salón solo por pura cortesía, y él por fin podría volver al jardín con la satisfacción que le dar el se lo suficientemente maduro para interactuar con dos Malfoy en un solo día y sin usar la varita.

¿Qué más le podían pedir?

Pero la voz de Scorpius interrumpió una vez más sus planes.

— Padre —llamó, y Harry pudo notar como su tono era levemente más ligero—, Albus y los chicos iban a organizar un partido de Quidditch ahora y me preguntaba si podría quedarme un rato más para jugar con ellos, por favor.

— No.

La expresión de Malfoy seguía siendo tan modulada, que Harry pensó que no había escuchado bien.

A él siempre le había costado negarle algo a sus hijos, y aún a día de hoy, nunca le negaba nada a Lily, lo que le llevó a preguntarse como el rubio podía mantener ese temple.

—Pero, papá —insistió Scorpius—, va a ser poco tiempo, y no me va a pasar nada.

— Te he dicho que no, Scorpius.

— ¿Verdad que no me va a pasar nada, señor Potter? —le preguntó, ignorando descaradamente a su padre.

Harry parpadeó un par de veces, sintiéndose totalmente perdido, mientras dos pares de ojos grises le miraban, unos con súplica y los otros rayando el hastío. El moreno se dio cuenta entonces, que aunque Scorpius y su padre eran completamente parecidos, sus ojos eran algo diferentes. Los ojos de Scorpius eran grises, como los de su progenitor, pero tenía un trasfondo azul, como el cielo nublado reflejado en el agua del mar, mientras que los de Malfoy eran completamente grises, sin betas ni grietas que rompiesen ese impoluto color. A Harry le recordó vagamente a un anillo de oro blanco, liso, elegante y perfecto.

— Eh... Claro —respondió, todavía algo confuso. Se repuso rápidamente, pensando que Albus estaría feliz si lograba convencer a Malfoy para que su hijo se queda para el partido, así que añadió:— Será un partido corto, y las bludgers están encantadas para que no pasen de cierta velocidad y no hagan daño. Además, yo nunca juego, así que tendré un ojo puesto en Scorpius.

— Ves, papá.

El mayor arqueó su ceja rubio de forma escéptica, tal y como hacia cuando iba al colegio y luego volvió a negar severamente.

— Mi respuesta sigue siendo no. Y ni se te ocurra hacerme una de tus escenas.

Harry ladeó un poco la cabeza, y cambio el peso de su cuerpo, pensando en que a él sí le gustaría ver como un crío de doce años le hacía un berrinche a Draco Malfoy. Seguramente guardaría ese recuerdo en un pensadero para verlo una y otra vez.

— Por favor, papá. Haré lo que quieras. 

Entonces se hizo el silencio. El moreno miró a Scorpius, quien miraba a su padre con suplica y una esperanza velada, mientras que Malfoy miraba al menor con los ojos entrecerrados, como si estuviera calibrando algo.

— ¿Lo que quiera? —Harry no se podía creer que el rubio fuera a chantajear a su propio hijo, pero bueno, era Malfoy, después de todo, así que podía esperarse cualquier cosa.

— Te lo juro por mi palabra de mago —sentenció Scorpius, alzando dramáticamente su mano derecha y llevándose su mano izquierda al pecho, como si estuviera tocando su corazón.

Le hubiera quedado muy digno, pensó Harry, si no fuera porque el corazón está en el lado izquierdo y no en el derecho.

— Bien —Concedió el rubio, para sorpresa de Harry y del niño—. Dejaré que te quedes en ese dichoso partido, a cambio de que me devuelvas el giratiempo que robaste de mi despachó.

— ¡Yo no robé nada!

— ¿Tienes un giratiempo?

Las voces de Scorpius y Harry sonaron a la vez, ambas igual de alteradas. Malfoy desvió la mirada de su hijo hacia Potter, y luego la volvió a centrar en su vástago, ignorándolo como si fuera un ilusión óptica sin importancia. Harry se sintió profundamente ofendido.

— Sé que fuiste tú, Scorpius—el niño abrió la boca para protestar, y la cerró en el acto cuando el mayor alzó un dedo, callándolo—. Y no te atrevas a mentirme.

El menor frunció el ceño, agachó la mirada y luego asintió, algo entristecido.

— Está en el segundo cajón de mi armario, escondido entre la ropa del fondo —confesó.

Malfoy asintió satisfecho, antes de alzar un mano con un gesto impaciente.

— Bien. Ahora lárgate antes de que me arrepienta.

Scorpius sonrió de una manera deslumbrante y abrazó a su padre antes de salir corriendo hacia el jardín.

Para ese entonces, Harry ya se había puesto en modo "Jefe del Departamento de Seguridad Mágica" con sus brazos cruzados, su pose erguida, su entrecejo severamente fruncido, y los ojos entrecerrados en modo acusatorio.

Malfoy bufó, rodando los ojos y se giró encaminándose hacia la chimenea.

— Ni se te ocurra huir, Malfoy.

— No estoy huyendo —contestó ofendido—, me estoy yendo porque tengo cosas importantes que hacer, que es diferente.

— ¿Se puede saber qué haces con un giratiempo?

— ¿Colgármelo en el cuello? —respondió sarcásticamente, haciendo que un pinchazo de ira se clavase en la sien de Harry.

— No estoy para tus juegos. Tener un giratiempo es totalmente ilegal. Todos los giratiempos tienen que estar bajo vigilancia del Ministerio, ya que podría caer en manos inadecuadas, como las de tu hijo —señaló con sorna—, y alterar gravemente el pasado.

— ¿Has terminado ya? —preguntó con el aburrimiento brillando en su voz.

El pinchazo de ira que Harry había sentido en la sien, ahora se le estaba clavando en todo el cuerpo.

— ¡Por su puesto que no he terminado! Podría detenerte ahora mismo por la tenencia un objeto ilegal.

— Por el amor de Merlín, Potter —bufó el rubio, totalmente exasperado—. Deja de dramatizar. Es un giratiempo roto, ¿de acuerdo? Está roto —repitió, por si acaso—, y no sirve para nada más que para ser un bonito y pesado collar.

Harry entrecerró los ojos, sin dar su brazo a torcer.

— Aunque esté roto, nada quita que no puedas intentar repararlo, y entonces podrías viajar al pasado para hacer a saber que, te lo podrían robar, y no me refiero a tu hijo, sino a alguien peor y entonces todo sería un desastre porque...

— Potter —interrumpió el rubio con voz calmada. Harry alzo la mirada porque Malfoy nunca le había hablado en ese tono de voz tan amigable y se fijó en que ya se había metido dentro de la chimenea y tenía la mano izquierda cerrada en un puño, seguramente con polvos flú en ella. Abrió la boca para protesta y evitar que se marchase, pero entonces se fijó en que Malfoy le miraba atentamente, con sus facciones relajas y una pequeña sonrisa en la cara. El corazón de Harry se aceleró sin saber porqué —, que te den. 

Y dicho eso, desapareció.

Harry se quedo en el salón durante unos segundos en silencio, con una fuerte ira creciendo dentro de él. Apretó los dientes con rabia hasta que sus encías protestaron adoloridas, cerró los ojos, notando como sus hombros vibraban igual de furiosos que él. Contó hasta diez, intentando mantener controlada su magia. Entonces sacó su varita calmadamente, apuntó al sofá de los Weasley, y lo destrozó con un bombarda. Los cojines salieron volando por el salón, el sofá se partió en dos y una de las mitades chocó contra uno de los muebles en los que habían distintos objetos decorativos, los cuales algunos cayeron al suelo rompiéndose.

Volvió a contar hasta diez, respirando profundamente para calmarse, agitó su varita, convocando un reparo que dejó otra vez todo en su sitio, como si no hubiera pasado nada.

— Harry, ¿estás bien?. He escuchado un ruido.

El aludido se giró para encontrarse a Arthur, que lo miraba desde la puerta de daba al jardín. Él asintió, guardando su varita disimuladamente, encaminándose hacia donde estaba el mayor de los Weasley.

— Habrá sido la chimenea —respondió, señalando hacia el lugar—. Malfoy acaba de irse.

Arthur asintió sin mucho convencimiento, pero no dijo nada más.

Harry volvió a respirar hondo, saliendo al jardín para encontrar con los chicos que ya se estaban dividiendo por equipos.

Soy un hombre maduro, se dijo, y Draco Malfoy no va a quitarme eso.

Ya vería como se las ingeniaba para quitarle el giratiempos a Malfoy.

 

Notas finales:

¡Gracias por el apoyo!


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