Nublado, nuevamente el cielo era de color grisáceo.
Enredado entre cobijas se encontraba Antoine un joven de apenas 24 años de edad, únicamente decide salir de su cálido refugio para hacerle caso a su ruidoso estómago, ya llevaba cierto tiempo con esa rutina. Llorar hasta quedarse dormido, levantarse hasta que el ardor del estómago se vuelva realmente insoportable, ya que en sí hambre no sentía, beber un poco de café mientras come media tostada o alguna uva del racimo que estaba en su cocina, echarse en su sillón, envolverse en sus cobijas nuevamente. Hacía ya dos semanas que su piel no había sentido la frescura de una ducha.
Todo lo que alguna vez le causaba alegría lentamente dejaban de importarle, sintiendo una gran pesadez en el pecho, impidiéndole hacer muchas cosas. Solo quedan recuerdos de la persona que solía ser.
“A de ser por la fecha” era el pensamiento que rondaba su cabeza la mayor parte del tiempo, mientras el dolor en su pecho perdura. Un corazón que ya no sabe ni que sentir se vuelve obsoleto al pasar los días.
Al dirigirse a las escaleras, ve su reflejo gracias al espejo que se encontraba colgado en una pared. No pudo evitar sentir asco de sí mismo. Con ojeras demasiado marcadas, los párpados hinchados con sus ojos rojizos, cabello despeinado y seboso. No quiso volver a verse, así que bajó con rapidez las escaleras.
Las manecillas del reloj es el único sonido que se podía escuchar en la sala
Era una casa tal vez demasiado grande para una sola persona, pero al inicio no iba a ser así, planeaba irse a vivir con su pareja, incluso habían pagado un mes de la renta, pero ahora sólo es él.
Con pereza se prepara una taza de café, después de dar el primer sorbo a su bebida unas gotas comienzan a caer en la ventana, volviéndose en cuestión de segundos una gran lluvia camina hasta ella cargando en una mano la taza de café.
Lluvia, al igual que ese día.
Sentado en su pupitre, en el lado derecho del salón cerca de la ventana Antoine tomaba ligeros apuntes a la clase de física de ese día mientras dibujaba cosas banales. A principios de mes, Agosto, las lluvias se habían vuelto algo frecuente, y esa semana se había previsto lluvias moderadas.
“La mayor capacidad de atracción de un imán, se encuentra en sus polos. Cada imán tiene un par de polos (uno que es positivo y otro con carga negativa): si son idénticos, los polos se rechazan, mientras que de ser diferentes se produce el fenómeno de atracción.”
En un momento de aburrimiento decide mirar a través de la ventana y al hacerlo ve a una persona completamente empapada buscando alguna clase de refugio en un árbol cercano
― No era necesario que lo hicieras― suelta ese comentario en el aire, en aquel salón cada quien estaba en su asunto, así que nadie podría oír qué es lo que decía.
Ahora, con un sentimiento de felicidad creciendo en su pecho se anima a continuar con esa clase que comenzaba a aburrirle, incluso se esmeró en hacer bien los ejercicios dictados y escritos en la pizarra
Aunque al inicio pensó que nada podría alegrar ese día, al verlo a él esperarle pacientemente a pesar de la lluvia no pudo evitar sentir una calidez especial en su interior, definitivamente esa semana iba a ser la mejor de todas. Aunque todo puede cambiar en cuestión de segundos.
Al finalizar sus clases, busca y guarda con cierta rapidez sus cosas, ansioso por encontrarse nuevamente con él, hacía tiempo que no se veían, tal vez tres semanas, cada uno ocupado con sus vidas, hacía que sus encuentros fueran cada vez más emocionantes.
Al reunirse con Maurice, lo saluda como solía hacerlo, con un beso en sus labios, aquellos que ama tanto. Pero, aquel beso que debía ser especial y dulce se sintió con un deje amargo.
― ¿Sucede algo?
― Lo siento… ― dice cabizbajo al separar sus labios con los del contrario ―Es solo que, ya no podremos vernos más
― Por qué dices eso― No lograba entenderlo, y aunque quería mantener la calma su mirada de confusión no pasó desapercibida por la otra persona.
― Por favor perdóname
―Por qué te habrás ido Maurice― murmura en un sollozo Antoine tratando inútilmente de guardarse sus lágrimas ―No logro entenderlo… desearía que estuvieras nuevamente a mi lado.
Y, como si su deseo hubiera sido escuchado, bajaba las escaleras sin ser escuchado, con pasos seguros en dirección al que una vez fue su amado.
― No llores Antoine, no llores más― dijo cuándo con sus brazos rodearon la espalda del contrario ― No hay motivo por el cual llorar, estoy aquí, junto a ti. Recuérdalo, siempre estaré a tu lado
Al decir eso, su cuerpo lentamente comenzó a desaparecer, siendo su silueta iluminada por una tenue luz blanca
El reloj marca el inicio de otra hora, dos horas se fueron entre recuerdos y pensamientos. Todo lo que creyó que había pasado solo fueron pensamientos suyos. Todo estaba en su mente.
Lágrimas comenzaron a caer ante la desesperación del chico al comprender que, efectivamente esa persona nunca volvería a estar junto a él.
―Después de todo… siempre fuiste una ilusión.