Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Te estaré esperando hasta que cierren por yaori

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

     Aún recuerdo cuando lo vi por primera vez. ¿Cómo olvidarlo? Era el nuevo novio de mi hermana mayor y mi primera impresión suya fue bastante mala. Estaban los dos besándose sin control en el sofá, como si fueran animales. Yo pasé de largo y me encerré en mi habitación asqueado por la escena. Pero ese día no estaba la suerte de mi lado. Mis padres llegaron más temprano de lo normal sorprendiendo a mi hermana a quien no se le ocurrió otra cosa mejor que esconder a su novio en mi cuarto. En apenas unos segundos, había un rubio de ojos verdes y tez morena, sin camiseta y con unos músculos hechos por dioses en mitad de mi habitación, mirándome mientras yo me masturbaba viendo porno gay. Si mi impresión de él fue mala, que me corriera al verlo no ayudó a la que él tenía de mí. Él se me quedó mirando sin ninguna expresión mientras que yo intentaba arreglarlo todo hecho un manojo de nervios. Para mi sorpresa, él me ayudó pasándome un pañuelo. "Tranquilo, es normal. Todos lo hacemos. Aunque lo del porno gay..." Yo me sonrojé y le tapé la boca. Lo miré a los ojos y le supliqué que no le dijera nada a nadie. Él aceptó sin rechistar pero me aconsejó ser yo mismo, sin esconderme. Yo le dije que no se metiera en mi vida haciendo que me mirara mal. Mi hermana no tardó en llegar y lo sacó de mi habitación.
      A partir de ese día lo veía unas dos o tres veces por semana, siempre acompañado por ella. No hablábamos casi nada y ni siquiera sabía su nombre. Me sorprendió escuchar en una conversación telefónica que mi hermana todavía no había entrado ni a su apartamento ni a sus pantalones. Quizá suena un poco mal decirlo así, pero mi hermana era bastante zorra. Yo no la criticaba, cada uno hace lo que quiere con su vida, pero que él no se rebajara a ser uno más en su lista me gustó. A las semanas, rondando los dos meses, mi hermana se lo contó a mis padres y les dijo que quería presentárselo. Ellos organizaron una cena con toda la familia y yo estaba obligado a asistir. No me gustaban las cenas familiares pero la verdad es que quería saber algo más de él. Me llamaba mucho la atención.
      El día de la cena, me puse mis mejores galas y tuve que sonreír falsamente a todos mis primos y tíos que venían. Él fue el último en llegar y se presentó ante todos como el novio oficial de mi hermana. Nos sentamos uno enfrente del otro y hablamos un rato durante la cena. Todo estaba yendo sorprendentemente bien hasta que las noticias anunciaron la aprobación del matrimonio homosexual. Y ahí comenzó mi tortura.
      Toda mi familia se puso histérica y comenzaron a criticarlos. Mis padres y tíos insultaban a los gays y lesbianas argumentando que era algo antinatural. Mi abuelo era más osado (o imbécil, como creo yo) y dijo que merecían la muerte. Yo simplemente agaché la mirada y esperé que el tema se fuera disipando con la próxima noticia. Pero ocurrió algo peor: mi padre pidió mi opinión. Lo miré a los ojos y le dije lo que quería oír: "Los gays no deberían existir. Solo hacen la vida más complicada." En realidad sí pensaba eso. Si yo no fuera gay, mi vida sería muchísimo más sencilla. No estaba mintiendo por lo que no debería tener ningún remordimiento. Dejé de pensar eso en cuanto crucé mi mirada con la suya. La culpa me golpeó al ver que sus ojos estaban llenos de desagrado ante toda la situación. Me levanté de golpe de mi sitio y casi vuelco la silla. Me excusé diciendo que no tenía más hambre y huí a mi cuarto.
      En cuanto cerré la puerta, comencé a llorar. "¿Por qué mi familia tenía que ser así? Mi hermana se había acostado con la mitad de su clase y no le decían nada. Yo solo era gay. Ella es peor." pensé para mis adentros. Me di un golpe en la mejilla por decir eso de mi hermana. Ella no tiene la culpa. Ni siquiera mi familia la tenía. "Soy yo el culpable. Soy anormal y doy asco.  Yo no debería..." Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de mi cuarto se abrió con cuidado. Enjugué mis lágrimas lo más rápido que pude y me disfracé con mi mejor sonrisa falsa. Él pasó a la habitación, se acercó a mí, posó sus cálidas manos sobre mis hombros y mirándome a los ojos me dijo: "No estás mal. No eres raro y esto no es tu culpa. No es malo ser gay. Deberías poder ser quien eres sin miedos."
      Como si fuera una clase de hechizo, mis lágrimas comenzaron a caer sin control. Él me abrazó y acarició suavemente mi cabeza. "¿Cómo hace este chico para destruir todas mis inseguridades y mis corazas?" era lo único que rondaba por mi cabeza. Nunca sabes el daño que te haces a ti mismo hasta que alguien te abre los ojos y te cura.
      No sé cuanto tiempo pasó, pero él no se fue hasta que yo paré de llorar. Por primera vez en mucho tiempo me sentí querido y le sonreí sinceramente a modo de agradecimiento. Él me miró con los ojos llenos de cariño y mi interior se removió. Se tuvo que ir junto con mi hermana pero me dio su número por si algún día quería hablar con alguien sin tener miedo a decir algo equivocado.
      Ese fue el momento en el que me enamoré de él. No me di cuenta hasta más tarde, pero si tengo que elegir el mejor momento de mi vida, no dudaría en escoger este. Empecé a actuar en el instituto como era realmente. Empecé a quedar con chicos. Empecé a ligar y divertirme sin miedos. Di mi primer beso, tuve mi primer novio e incluso perdí mi virginidad. Gracias a él, comencé a vivir.
      Pasaron unos meses en los cuales nos enviamos mensajes y yo le contaba mis progresos. Él se convirtió en mi confidente, en mi amigo. Sabía que estaba desarrollando sentimientos por él, pero era demasiado pronto como para darme cuenta de que era amor. Él seguía saliendo con mi hermana y por lo que escuchaba, ella había conseguido tirárselo. Me molestó a pesar de que yo también lo había hecho con el novio que tenía por aquel entonces.
      Pero la vida no es fácil y un corazón despechado es capaz de cometer locuras que dañan a los que tienes a tu alrededor. Y eso fue lo que me ocurrió. Rompí el corazón que no debía.
      Mi novio y yo hacíamos apenas tres meses juntos pero yo sentía que no era el adecuado. Fui feliz, pero no sentía que podría avanzar con él. Con los consejos de mi confidente, rompí de la mejor manera que pude. Mas no fue suficiente. Él me gritó y me dijo cosas horribles que jamás pensé que escucharía de su parte. Pero eso no fue lo peor. Le envió una foto nuestra en la que aparecíamos besándonos a mis padres.
      El infierno se desató en mi casa. Mi hermana me miraba con asco y desprecio, mi madre se hacía la desentendida y parecía que no tenía otro hijo y mi padre... Mi padre me gritó, me insultó, me pegó un guantazo, me tiró al suelo y me pateó.  Me cogió con fuerza del brazo dejando señalados sus dedos y me echó de casa con apenas mi móvil, mi cartera y unas pocas mudas de ropa. Yo no podía parar de llorar.
      Vagué por las calles menos transitadas sin saber qué hacer. Apenas veía por dónde iba. Todo me había salido mal. "Sabía que era malo abrirse al mundo. Sabía que no debí haber salido del armario. Sabía que debería haberme escondido allí para siempre." Pero como siempre ocurría, él me quitó todos los pensamientos negativos.
      Me llamó y yo no dudé en contestar. Parecía realmente agitado y me preguntó donde estaba. Yo, entre sollozos, le indiqué mi posición. Me sorprendió que no tardara más de diez minutos en llegar. Me abrazó con fuerza y me limpió las lágrimas. Yo no me atrevía a mirarle a la cara. Me sentía la peor mierda de todo este maldito basurero. Él me rodeó los hombros con su brazo y me llevó a su apartamento.
      Me sentó en el sofá, me curó las heridas, me dio chocolate caliente y me acunó mientras lloraba. Su móvil no paraba de sonar y yo le decía que lo cogiera, que debía ser importante y él solo me decía que lo más importante ahora era yo. Fue ahí, cuando sentí como mi corazón latía más rápido que nunca y como mi cara se tornaba roja, ahí me di cuenta de mis sentimientos por él. Pero el cansancio físico y mental hicieron más peso sobre mí y caí rendido.
      A la mañana siguiente, estaba en su cama, tapado con una manta y abrazado cuidadosamente por él. Si en la noche anterior no me importó acercarme así, por la mañana toda la culpa recayó sobre mí como si fuera un balde de agua fría, helada. Me levanté corriendo y vomité todo lo que quedaba en mi estomago. Me sentía verdaderamente mal. No solo la culpa me carcomía sino que además me dolía todo el cuerpo y tenía fiebre y náuseas.
      Él no tardó nada en venir a verme y me ayudó con esa amabilidad que siempre tenía. Cuando me sentí un poco mejor después de tomar algunas pastillas, me llevó al salón. Para mi sorpresa, el teléfono seguía sonando. Lo miré y era mi hermana. De la impresión casi se me cae al suelo, pero él siempre llegaba en el momento justo para que yo no me desmoronara. Me contó que fue mi hermana quien le contó lo que ocurrió en mi casa. Al parecer, ella pensaba que la alabaría por hacer eso con su propio hermano pequeño. Me alegré al saber que él había cortado con ella en cuento finalizó la llamada. Pero la culpa siempre merodeaba a mi alrededor.
      " Has roto con ella por mi culpa. Es normal que me odie. Yo..." Me hizo callar con un dulce y tierno beso que me dejó sin palabras. Parecía que estaba haciendo desaparecer todas mis inseguridades y mis miedos de una manera totalmente diferente a la que hacían sus palabras. Sin duda este era su mejor hechizo. " Tú solo tienes la culpa de que saliera en serio con ella."
      Me quedé realmente extrañado y decidí preguntar. Él acunó mi cara entre sus manos y me miró con devoción. Me dijo que el día en el que nos conocimos, él había quedado con ella pensando en tener sexo rápido y sin sentimientos, pero se enamoró de mí casi al instante. Y yo pensando que tuvo una mala impresión...
      Formalizó la relación con mi hermana para poder acercarse más a mí. Quería conocerme y hacerme ver que no era tan malo ser uno mismo. Pero en cuanto vio en la cena por qué no quería abrirme al mundo, decidió ayudarme en todo lo posible. Y, aunque le dolía, me aconsejó en todo momento para que pudiera ser feliz con mi novio. Eso me destrozó el corazón. Yo le abracé con fuerza pero se separó de mí lentamente. Me pidió disculpas por no haber sido él quien le acompañara en todas esas nuevas experiencias y por haber intentado sustituirle con mi hermana. Yo negué diciendo que no tenía nada que perdonar.
      Le confesé que yo también me sentí atraído por él durante todo el tiempo pero que me cejé a mí mismo para que no me doliera verle con mi hermana. Y los dos no pudimos evitar reír al ver que podíamos haber estado juntos desde hacía más de tres meses. Él se preocupó por mi situación familiar pero fue mi turno de callarle con un beso. Le conté que lo hizo mi ex y que me dolía, pero que estaba bien. Prefería llorar y sufrir un poco ahora que lamentarme en aquel infierno con paredes color pastel.
      También le prometí que daría mi mayor esfuerzo en recuperarme para poder estar a su lado. Él comprendió que necesitaba tiempo para poder comenzar otra relación. No tardé ni dos semanas. Juntos empezamos una nueva etapa en nuestras vidas. Y yo decidí hacerlo cogiendo el maldito teléfono que no paraba de sonar. Él se sorprendió cuando me escuchó gritarle a mi hermana que dejara de acosar a mi novio antes de colgar. Me sentí liberado y lleno de energías. Ese día fue nuestra primera vez.
      Tú nunca lo habías hecho con un chico pero fuiste gentil y me trataste con sumo cuidado. Si ahora cierro los ojos con fuerza y me concentro un poco, todavía noto el tacto de tus cálidas manos a través de mi piel. También aparecen tu dulce sabor en mis labios, tu mirada apasionada sobre la mía y el excitante sonido de tus gemidos acompañados por los míos. Esa noche, fui extremadamente feliz y fue gracias a ti y solo a ti.
      Y, aunque duró poco, siempre te consideré y considero el amor de mi vida. A los cinco meses, tuve que elegir universidad y nuestra despedida me dolió. Intenté por todos los medios estar a tu lado pero siempre antepusiste mi sueño y mi felicidad a la tuya propia. Yo insistí e insistí en que mi felicidad estaba contigo pero fuiste y eres el único capaz de hacerme entrar en razón. Y te lo agradezco en el alma.
      Ahora, cuatro largos años después, empiezo a trabajar en lo que más me gusta. Todavía estoy un poco verde y soy el novato pero daré mi mayor esfuerzo. Tú siempre me enseñaste a darlo todo de mí.
      Todo este tiempo te he estado extrañando pero tranquilo, no me he cerrado al resto de personas por ello. ¿Te has dado cuenta tú también de que he empezado a escribirte solo a ti? Pues en estos años me ha pasado lo mismo. Hiciese lo que hiciese, siempre volvía a ti. Es por eso que he comenzado esta carta. Nunca te pregunté pero, ¿crees en el destino? Pues he de decirte que, a partir de hoy, yo sí. Y como siempre es por ti.
      He vuelto a la ciudad por trabajo. Llevo aquí unos diez días y me han confirmado que trabajaré aquí definitivamente. He conseguido un apartamento cerca del trabajo y empiezo a vivir como todo un adulto. Justo hoy he terminado mi mudanza y he decidido salir a recorrer la ciudad como siempre hacíamos tomados de la mano. He entrado a nuestra cafetería favorita pero me sentí triste al ver que nuestra mesa estaba ocupada. Me senté en una mesa cerca de la salida y esperé a que me atendieran. Me pedí lo mismo de siempre y me quedé observando al chico que estaba en mi mesa. ¿Ya vas adivinando quién era? Sí, exacto, eras tú.
      Te miré embelesado mientras comía pero no fui capaz de acercarme a ti. Y tú te levantaste. Y yo me puse nervioso. Y tú te acercabas a la puerta. Y yo sentía que no te volvería a ver. Y, al final, te seguí. Sabes perfectamente que bajo presión no suelo tomar las decisiones más acertadas. Quizá lo esté empezando a cambiar.
      Caminé a unos metros de distancia de ti y llegué a un bloque de edificios. No sabía que te habías mudado pero me gusta tu nuevo hogar. Entraste y ya no pude seguirte más. Pero entonces me fijé en algo más. Había un montón de buzones en la entrada y vi tu nombre en uno de ellos. Es por eso que te estoy escribiendo esta carta que parece más una historia inventada, un cuento. Bueno, yo siempre pensé que eras un hada madrina pero más sexy y atractivo. Perdón por decir eso pero estoy realmente nervioso.
      Pienso dejarte esta carta mañana en el buzón. Me fijé en el tiempo y la dejaré un par de horas antes de tu vuelta a casa. Yo te estaré esperando en nuestra mesa, con lo que siempre pedimos sobre ella. No tardes demasiado si no quieres comértelo frío. Y, sobre todo, ven.
      Puede que ya estés con alguien más o que te interese algún afortunado. También es posible que estés soltero y no quieras nada con nadie, incluyéndome a mí. Quizá, y solo quizá, estés todavía enamorado de mí como yo lo estoy de ti y comencemos a salir. Sea cual sea la opción, ven. Quiero que me digas a la cara que estás enamorado de alguien más o que no quieres nada conmigo para poder olvidarte. Aunque lo que de verdad quiero es que me beses como siempre lo has hecho si todavía me amas. Necesito verte otra vez y aclararlo todo. Hablar por horas como siempre hacíamos. Saber si de verdad crees en el destino y que me cuentes qué ha sido de ti en todo este tiempo. Así que:

Te estaré esperando hasta que cierren.
Te estaré amando siempre.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).