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21 de enero por Midori Kaeru

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Notas del capitulo:

Ahí va un fic hecho con mucho amors (justo cuando tengo mil cosas por hacer xD) 

Disfrútenlo por favor <3

—¿No te cansas de ese maldito yoyo?

Deidara continuó subiendo y bajando ese juguete rojo que desde la semana pasada había logrado convertirse en novedad.

—Un verdadero artista no deja así como así sus obras. Esa escultura te está esperando y tú estás desperdiciando la oportunidad de aprender de mí.

—Danna, Hidan me regaló dos boletos para un balneario que está a unas dos horas de aquí. Hizo que Kakuzu se los comprara para después cambiar de opinión.

El chico dejó su pincel recargado en el godete, con su mano ahora libre se reacomodó detrás de la oreja un par de mechones traviesos. Suspiró.

—Antes de que digas que no, ya reservé el hotel. Si tú compras la comida para los dos, será suficiente, hm.

-*-


Las maletas fueron hechas con anticipación, el pelirrojo creyó haber cuidado cada detalle, sin embargo, llegado el día de desempacar y el horror estremeció la humilde habitación en la que se hospedarían algunos días. Las cosas caían al suelo con furia. Deidara regresó de terminar el papeleo en la recepción, cuando abrió la puerta, el otro estaba sentado sobre la única cama, con la respiración agitada y la mirada sombría.

—Maldita sea — susurró Sasori — maldita sea.

El rubio se dejó caer en la silla que estaba frente a él.

—Me equivoqué. Creí haber guardado los acrílicos, pero traje el maldito óleo.

Deidara dejó pasar el silencio prudente, luego habló.

—¿ Y ?

—¡¿ Y ?! El óleo tarda mucho en secar, el soporte que traje no es el adecuado y será casi imposible transportar las obras que llegara a hacer. Quiero pintar los paisajes de este lugar para guardarlos conmigo, recuerda que esa fue mi condición. —agachó la cabeza— y no tengo dinero para comprar pinturas decentes aquí, y aun si tú me prestaras dudo encontrarlas en este miserable pueblito.

—Vamos, no te preocupes. Puedes usar mi cámara.

Una mirada asesina se clavó en sus ojos, el escalofrío no tardó en hacerse presente. No hubo necesidad de liberar el severo 'no te atrevas a pensarlo'.

-*-


Decidió no salir, el pelirrojo estaba demasiado concentrado en arrepentirse y rodar por la habitación. Se sentía estafado, no solo estaba 'atrapado', lejos de la comodidad de su casa (de la que tampoco acostumbra salir) y además su espacio personal era invadido por Deidara en cuanto regresaba, lo había estado soportando hasta el grado de acostumbrarse a vivir en el mismo lugar, pero compartir cama porque la renta de un cuarto con una matrimonial era más barato que el de dos individuales, le parecía una exageración. Definitivamente, estaba fuera de su zona de confort.

"ven a nadar conmigo" 

Esa propuesta fue pasada por alto una vez más. Rueda y rueda por su cama, dándole golpes a la almohada, revolviendo las sábanas. «Su maldita sonrisa hermosa» aún se sorprende al pensar eso «¿Cómo puedes pasártela bien conmigo aquí? ¿Por qué no insistes más, idiota?»

Esa noche, Deidara dejó su cámara en la mesa y las llaves sobre el lavabo. «Por eso siempre las pierdes, tarado» pensó en regresárselas, pero ya se había dormido a mitad de la cama.

«Si me sigues ignorando de esa manera, no me quedará remedio, tendré que embriagarte para desnudarte de una maldita vez» se rio de sus propios pensamientos «bueno, no estaría mal comprar un vino para mí».

En la obscuridad le era más fácil andar por las calles y para su suerte había una centro comercial pequeñísimo cerca de ahí.

Sin embargo, no fue capaz de servirse una sola copa, se sentó y la curiosidad de ver La cámara le ganaron a su promesa de no tocar jamás ese aparato maligno que ha relegado a los pintores a un segundo plano.
Las fotos capturadas hicieron que el coraje le helara la sangre. Eran perfectas.
Sin importar las consecuencias, comenzó a pintar óleo tras óleo.

Un día y dos noches de práctica intensa. La frustración se dejó cernir sobre su piel, accedió al préstamo de aquel aparato pero no para capturar paisajes, sino para comparar sus trabajos una y otra vez con los del rubio.

«¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué tú, que te permites tomarte todo a la ligera, puedes retratar la realidad mucho mejor que yo?»

No pudo contenerse más, arrojó la cámara por la ventana, clavó los pinceles en los lienzos llenos de pintura aún fresca, rompió los marcos de madera, se llenó los puños de su trabajo y se dedicó a llorar amargamente.

La mañana pasó y Deidara regresó a la casa, sin que pudiera pasar del umbral de la puerta. Sasori lo llevo jalándolo del brazo - sí, ¡hoy sí quiero estar contigo!

Sin quererlo, se había limpiado las manos y el coraje en el agua tibia, en compañía de ese molesto chico que le desesperaba a ratos y le enamoraba a otros.

—Lo siento, rompí tu cámara. -Dijo mientras se mecía con los pies sumergidos después de haber nandado toda la tarde.

Deidara quiso enojarse, pero no pudo. Le quería demasiado.

—No pasa nada, sabes que tengo otras y esa no era mi favorita. No te preocupes, danna.

Al caer la noche, regresaron a su habitación. Al abrir la puerta se dejó ver el desastre. Sasori recordó todo el mal que había ocasionado, recordó la frustración de sus pinturas fallidas y se aferró a Deidara.
Su rostro buscó refugio en el pecho del rubio, apretó los párpados y dejó que fluyera su calor corporal hacia el otro, las lágrimas se deslizan, humedecen su ropa.

—Esos eran los últimos bastidores que traje. Lo arruiné todo.

Sus pequeños puños se sujetaron con toda la fuerza de la que eran capaces, su cabecita se hundió aún más en él. En respuesta, sus manos se deslizaron por su cabello.

—Yo puedo serlo, hm, yo seré tu lienzo.

Aquella tarde, en el balcón del hotel dos camastros se acomodaron para recibir a un chico con el rostro y las manos llenas de pintura y a otro con nuevos colores en la espalda de su camisa.

De ese viaje volvieron casi sin dinero, sus pieles se tostaron un ápice más después de andar a pie un gran tramo, en el que a ratos se tomaban de las manos, a rato se besaban.

Ahora, en el cuarto de Deidara había una cámara menos, pero colgaba una prenda con la pintura de dedos entrelazados, llenos de flores naranjas, rosas y blancas.

En su diario, Sasori eternizaba un nuevo recuerdo, sumaba una razón más para amarlo de esa manera. 

Notas finales:

Hice este fic hoy mismo, tal vez debería revisarlo más veces pero quería subirlo. Muchas gracias por leer, si es tu voluntad dejar un review, te lo agradeceré profundamente c: 

–Midori Kaeru


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