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Sorpresas por Pato359

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El 13 de febrero, en la tarde, Shinomiya Hayato llegó a su casa y dejó la maleta en su habitación. Todas las chicas de su clase habían estado hablando sobre la festividad que se celebraría al día siguiente: San Valentín.

Mirando al techo recordaba los años anteriores en los cuales la fecha le daba igual. Nunca fue de los chicos que fueran muy sociables con sus compañeros. Ninguna chica le había gustado. Jamás. No hasta ahora.

Serinuma-sempai solía rondar mucho sus pensamientos. Ahora más que su superior, era una mujer ante sus ojos. Era hermosa, inteligente, y muy amable. En sus fantasía, él quedaba como su héroe en cada situación peligrosa que se presentaba. Se convertía en un caballero de brillante armadura, andando sobre su leal corcel, en rescate de su dulce dama.

Pero no. Nada de eso podía pasar en la vida real. Siempre quedaba como el chico torpe, miedoso y enclenque que no podía ni matar a una mosca. Además, con Igarashi, Nana, Shima y Sempai como competencia, sus posibilidades quedaban bajo tierra.

Mutsumi Asuma-sempai. Él sí que era un caballero. Siempre andaba pendiente de todos. Actuaba con tanta naturalidad todo el tiempo. Y era parecido a Kae, como persona: erudito, amable y... ¡básicamente perfecto!

Su rostro tomo color al pensar en ello. No estaba correcto que sus pensamientos se llenaran de esa forma sobre un hombre. Menos cuando era el enemigo.

Sí. Estaba dispuesto a ser el número uno en el día de los enamorados.

Con muchos ánimos, salió a una tienda cercana. El escaparate estaba repleto de chocolates en cajas decoradas especialmente para la ocasión. Revisó entre todas las opciones para, al final, decidirse por una cajita roja en forma de corazón, con una flor amarilla en medio.

-Seguro tu novia se pondrá muy contenta con esto -sonrió la muchacha que le entregó su pedido.

-Eh... e-ella... e-ella no es... yo... -empezó a tartamudear, enrrojeciendo. Tomó la bolsa de forma brusca, saliendo de la tienda hacía su casa.

Azotó la puerta de su cuarto al entrar. Una almohada cubrió su rostro caliente, ocultando la vergüenza. Otra vez una fantasía cruzó por su mente. Él, como todo un galán, caminando por el pasillo de la escuela hacía el salón de segundo año. Todas las chicas susurrando tras verlo pasar. Llegaría a la puerta, entraría ante la estupefacción de todos los presentes. Ahí, frente a Kae, se inclinaría un poco para quedar a su altura, mirando sus ojos, sonreiría y diría...

-¡Hayato! ¿Sucedió algo, hijo? ¿por qué azotaste la puerta de esa forma?

-¡Lo siento, mamá! -sacudió la cabeza para salir de Kaelandia.

Observó la caja de chocolates. Sabía que sería más romántico si le hacía los chocolates él mismo, pero no quería levantar sospechas con su familia ni con nadie más. Suspiró. Esperaba hacerlo bien y no meter la pata.

El otro día llegó más rápido de lo que Shinomiya hubiera querido. No estaba listo. Mucho amor y cursilerias en el aire. Su estómago estaba revuelto. Sus piernas temblaban con cada paso de daba, aproximándose a la escuela.

En el camino a su salón no se topo con Kae, ni siquiera vio a los demás chicos. Luego de dejar sus cosas, fue al salón de segundo.

Asomándose a la puerta, vio como Kae, de una pequeña maleta, sacaba pequeños chocolates y los repartía entre sus compañeros. Todos parecían felices por recibir un presente de San Valentín.

-Shinomiya-kun -Kae corrió hacía él, con una gran sonrisa en el rostro-. Feliz día de San Valentín. Ayer estuve haciendo chocolate con Shima-chan, ¡hay para todos!

-Eh... gracias, sempai -recibió el chocolate. Un detalle por compromiso. Qué forma más directa de mandarte a la friendzone. -Yo...

-También estas solo esta fecha, ¿no? Si quieres podemos hacer algo juntos. Aunque tengo que ir a comprar unas cosas de Mirage saga de edición especial. Lo estarán autografiando directamente en la tienda ¡No me lo puedo perder!

Y ahí salía a relucir la parte otaku de Kae. Eran compañeros desde hace rato pero todavía no estaba acostumbrado a verla de ese modo.

-Tengo otros planes, sempai. Puede ir tranquila a su evento.

-¿Oh, en serio? ¿tienes novia, Shinomiya-kun? -sonrió, pegándose a él de modo cómplice.

-No, nada de eso... yo... las clases van a comenzar así que... -habló tan rápido que realmente no se le entendió nada. Corrió en dirección a su salón con el corazón y el estómago comprimidos.

Nada había salido bien. De los nervios se le había quedado el chocolate en la maleta, y además, se había derretido. Recibió un chocolate por compromiso y rechazó una cita con la chica que le gustaba. Todo era una miseria. Se sentía desechable, sin ganas de hacer algo. En vez de ir a su salón, se fue a la enfermería para reposar un poco.

-Disculpe...

-Shinomiya-kun -Mutsumi estaba sentado en el escritorio de la enfermera. En las manos tenía unos frascos.

-Sempai. ¿Qué hace aquí?

-Estaba ayudando a la enfermera a hacer inventario, durante mi periodo libre. ¿Estas bien, Shinomiya-kun?

-Sí... sólo venía a descansar un poco. Me siento mal... -realmente no se esforzaría en formar una excusa.

Mutsumi dejó los frascos sobre la mesa y fue donde el menor para guiarlo al interior de la enfermería. Lo ayudó a llegar a una de las camas vacías, y lo cubrió con la manta cuando estuvo recostado.

-Si sientes algun dolor o molestia, por favor avísame para que pueda llamar a la enfermera.

-Gracias, sempai -asintió ante la recomendación del mayor.

Antes de cerrar los ojos solo pudo ver cómo el otro le sonreía. Sí que parecía un caballero de brillante armadura.

El sueño lo dominó un poco más de lo que pensaba. El día estaba casi por acabar cuando despertó. A lo lejos sonaba el timbre de salida. No podía creer que se había saltado todo un día de escuela. Dentro, no escuchaba ningún ruido. Seguramente la enfermera no estaba. Se colocó sus zapatos y salió rápidamente antes de que alguien pudiera notarlo.

Saliendo con sus cosas de nuevo en su poder, su mirada no se despegaba del suelo al igual que sus ánimos.

-¡¡Shinomiya-kun!!

El menor se giro ante la voz de Mutsumi. Venía corriendo hacía él, algo agitado.

-¿Ya te sientes mejor? No te vi en todo el día y no pude pasar por la enfermería.

-Sí, sempai. Disculpe las molestias que le cause -hizo una reverencia.

-No, para nada. Me alegro que te sientas mucho mejor. Quisiera acompañarte a casa, estaría más tranquilo de que lleges bien.

Shinomiya no pudo evitar sonrojarse con la propuesta del mayor. Con cada palabra, la posición de Mutsumi incrementaba hasta un lugar totalemente inalcanzable.

-Cla-claro... -aceptó, reanudando el viaje a su casa.

Los dos chicos caminaba uno al lado del otro. El menor de los dos estaba nervioso, totalmente rojo. En otras situaciones donde habían estado los dos solos no se había sentido de esa forma. Debía ser la átmosfera festiva que lo estaba afectando.

-¡Cuidado!

Sintió como era jalado por la cintura hacía el cuerpo de su sempai. Una ráfaga de aire pasó soplando mientras un carro a toda velocidad cruzaba la calle. Por poco y pudo haber estado bajo los neumáticos del vehículo.

-Debes tener más cuidado, Shinomiya-kun.

-Gra-gracias... sempai -alzó la vista para descubrir que estaban muy cerca de Mutsumi. Sus nervios aumentaron, dándole fuerzas para poder separarse del agarre del mayor.

Esta vez, fijándose bien por dónde iba, cruzó la calle y llegó sano a su hogar.

-Sempai... ¿le gustaría pasar a mi casa?

-Pero...

-Quiero agradecerle por estar tan pendiente de mí hoy. Por favor, acepte mi invitación.

Mutsumi sonrió y con un simple asentimiento accedió entrar a la casa. Espero en la sala mientras Shinomiya llevaba un par de bebidas y galletas para merendar.

-No es mucho. Lo siento.

-Esta bebida es una de mis favoritas.

Shinomiya sonrió ante el comentario de su sempai. No importaba qué le hubiera ofrecido, él siempree estaría dispuesto a aceptar todo. Unos puntos más en la escala. Seguramente, si él hubiese estado frente a Kae cuando le ofreció salir, no habría desperdiciado la oportunidad.

-¿Sucede algo, Shinomiya-kun?

-N-no... en absoluto.

-¿Todavía te sientes mal?

-No, en serio. Me siento bien... sólo pensaba en Serinuma-sempai. Iba a comprar unas cosas esta tarde.

-Sí me dijo que lo haría. Me ofreció acompañarla pero no lo hice.

-¡¿Eh?! ¡¡¿Sempai, por qué hiciste eso?!! Tú eres perfecto, se supone que deberías haberla acompañado. No puedo creer que...

Sus emociones habían tomado control de su cuerpo cuando se levantó del sofá y comenzó a hablar. ¿Había dicho que sempai era perfecto? ¡Qué vergüenza!

-Lo siento...

-Dije que no podía ir porque estaría pendiente de ti. Estaba muy preocupado -sonrió, algo sonrojado por lo que decía el menor.

Mientras Shinomiya volvía a sentarse, Mutsumi sacó de su maleta una bolsita con un pequeño listón amarillo.

-Hice este chocolate especialmente para ti, Hayato -tomo la mano del menor y poso la bolsita sobre su mano. Tenía la forma de un conejito sonriendo.

Más que el chocolate, le sorprendió que el mayor hiciera uso de su nombre.

-Feliz día de San Valentín~

-Sempai...

Shinomiya no sabía qué hacer. Todo su cuerpo estaba paralizado, y su mente congelada. Las manos de Mutsumi eran tan cálidas y suaves. Por un momento sus fantasía no fueron dirigidas a la chica de cabello morado que solía rondar por ahí, sino al chico que tenía al frente.

Se soltó de su agarre para ir por su bolso y sacar de ahí la caja de chocolates.

-La había comprado para una persona especial... pero creo que he encontrado una aún más especial -estiro la cajita, mostrando la flor que decoraba la tapa. -Feliz San Valentín, Asuma-sempai.

Quizá podía ser por compromiso que le regresaba el gesto del chocolate. Podía estar loco al pensar que le gustaba sempai. O solo actuaba por instinto. Pero quería no meter la pata por lo menos por una vez.

Mutsumi, con un ligero rubor en las mejillas, se levantó del sofá. Miró al menor y cuando recibió la caja, se agachó a darle un ligero pico en los labios; dejo un beso más duradero en su frente.

-Gracias, Hayato -dijo contra su frente.

Shinomiya tenía muchos sentimientos encontrados dentro de él. Se recostó en el pecho del mayor mientras procesaba todo. Parecía un sueño tan irreal.

En la noche, luego de que Mutsumi se fuera, Shinomiya volvió a estar tirado en su cama, esta vez con el chocolate de conejito entre los labios y con el tren del pensamiento a un rumbo diferente.

No había sido lo que esperaba, pero se sentía feliz con lo que sucedió.

 


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