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Cazador de demonios. por Kagene_Kagamine_Family

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Notas del fanfic:

Gravity Falls no es de mi autoria, su creador es Alex Hirsh. 

Notas del capitulo:

Esto es una especie de AU dondé Dipper es cazador de demonios, esta compretido con Pacifica y Bill se hace pasar por humano para estar cerca de Dipper para divertirse con él.  Y salió de una historia orginal que tengo.

El fuego lo consumía todo alrededor del castaño, sujetaba su pistola con fuerza mientras su brazo se encargaba de taparle la boca y la nariz en un vano intento de no respirar el humo toxico. Las sombras se movían con el viento al empujar el fuego convirtiéndolo en pesadas lenguas que buscaban arrasar con lo más cercano que estuviera, una viga cayó del techo a unos metres y Mason supo que se había quedado sin tiempo; avanzo un par de pasos atientas entre el mar rojo en el que se encontraba, no perdería.

Un destello azul llamo su atención al fondo, donde antes hubo una chimenea bastante bonita y ahora solo se encontraba las ruinas de lo que fue una pared. Se acercó listo para disparar, conforme se acercaba el calor de las llamas se mitigaba, no se extinguía, era imposible, pero ya no sentía su piel quemar; en el hueco de la chimenea una figura fue tomando forma, de un color amarillo brillante, hasta convertirse en un triángulo.

—Bill Chiper.

Al el triángulo amarillento le salió un ojo que lo observaba fijamente. Bill siempre era un hablador, le encantaba burlarse de la mala suerte del cazado, pero en esta ocasión no salió ni un solo sonido del ser demoniaco; pero Dipper no tenía tiempo para pensar en ello. Alzó su brazo apuntando con su arma al demonio en un nuevo intento de eliminarlo, cuando la casa se vino a abajo.

 

 

Lo primero que vio al abrir los ojos fue un techo blanco, un techo blanco que no pertenecía a sus recuerdos pero que a la vez le era familiar. Movió su vista hacia un lado y pudo ver la ventana por la cual se colaban los rayos evitando que la habitación estuviera oscurecida, el cielo tenía un bonito tono claro, con nubes esponjosas como los borregos y mullidas como una almohada (más sin embargo, nunca se trataría de almohada que en esos momentos estaba usando); miro hacía el otro lado y pudo ver la puerta, la mesa de noche y una silla que hasta hacia poco había sido ocupada.

La puerta se abrió dejando entrar a una enfermera castaña que al verlo despierto enseguida empezó a revisarlo, el castaño no opuso resistencia, no tenía sentido hacerlo. Cuando la enfermera termino de checar su precario estado de salud la puerta fue abierta nuevamente; entrando esta vez una hermosa chica rubia que portaba un elegante vestido violeta con un abrigado negro a juego, un collar de cristal adornaba el cuello aperlado de la chica y una cartera violeta era sujetada por una mano enguatada de blanco. La mujer más bella que tenía el placer de observar cada día.

La enfermera se retiró apenas vio a la rubia, Dipper le sonrió de manera suave.

—Deberías tener más cuidado. —Su voz sonaba cansada, casi como si fuera una muñeca sin alma; Dipper aún podía recordar cuando no era así y tenía un timbre alegre, soñador aunque presumido.  Ahora solo quedaban las sombras de lo que una vez fue. —No te pude encontrar cuando la casa se vino abajo… William pensó que habías muerto, casi lo matas del susto.

—Lo encontré… Y estuve a punto de matarlo. —Informo, sabiendo que ni con eso lograría hacer que su mejor amigo y su prometida superaran el susto que les hizo pasar. Pero no era novedad, nada era novedad.

—Siempre estas a punto de matarlo Dipper. —Pacifica se sentó en la silla, su lujoso abrigo arrugándose entorno a su figura majestuosa y el collar parpadeando gracias a la luz de la habitación.

Se quedaron en silencio observándose mutuamente. Pacifica se aferraba a su cartera con fuerza, en su mirada no había dolor, solo un vació que se implantaba en su pecho cada día; Dipper no era diferente en ese aspecto.

El hospital donde se encontraban ahora no era muy grande, pequeño, teniendo más aire de consultorio que de hospital. No podían hablar ahí, era demasiado hogareño, demasiado alejado de su realidad.

La puerta se abrió dejándole el paso a un joven castaño con la parte superior del cabello teñido de rubio, sus ojos eran de un color miel atrayente y su vestimenta eran tan elegante como la de la chica solo que en tonalidades amarillas y negras. William Chambers, el mejor amigo de Dipper, era un chico embustero, coqueto y un descarado de primera frente a la sociedad, para el castaño no era más que un rubio teñido con algunos problemas, como todos.

—¿Lo mataste? —Preguntó sin rodeos, Dipper pudo escuchar el acento inglés de su amigo con toda claridad, siempre le gusto su tono de voz, claro pero exótico.

—Lo encontré. —Concibió sin ser capaz de aceptar que no lo había logrado matar.

—Eso quiere decir que no lo mataste. —William chasqueo la lengua ocasionando que Pacifica arrugara la nariz por lo vulgar del acto.

El teñido se sentó en la cama y miro sus manos. Dipper regresó su mirada al techo blancuzco volviendo a cerrar los ojos, se sentía cansado y adormilado.

—¿Cuánto dormí?

—Tres días. —Notó a Pacifica levantarse. Volvió a mirar a su prometida, la más hermosa de las mujeres, y vio como de su cartera sacaba su preciosa pistola, la rubia la dejo aún lado de su cabeza son solemnidad propia de su aristocracia y Dipper no pudo evitar reír suavemente al verla realizar ese acto. —¿De qué te ríes Pines? —Pregunto con molestia en su voz al ser el centro de burla de su futuro esposo.

—Nada… Solo que aún me causa gracia como eres capaz de ser tan elegante cuando te dedicas a matar demonios y cazar fantasmas.

—Es un don Pines. —Dipper sonrío con alegría pues había causado una sonrisa sincera en el rostro de la rubia. —Ahora a dormir, debes descansar.

—Dormí durante tres días, ¿no es suficiente eso? —Pregunto fastidiado.

—No, contigo no lo es. —Pacifica se inclinó y lo beso con dulzura. Un acto que de estar cualquier otro presente sería reprochado. —En cuanto estés verdaderamente bien iremos a la caza de Chiper de nuevo, debes descansar bien, no sabemos qué nuevo truco nos hará enfrentar esta vez… Y no estoy dispuesta a perder Pines, piensa bien en eso.

Mason vio a su prometida irse de la habitación sintiendo cierta nostalgia, cada que ella salía de la habitación en la que estuvieran sentía que en cualquier momento ella jamás regresaría, Chiper se la quitaría. William hizo un extraño sonido que lo hizo voltear a verlo, una risa.

—Tienes tanta suerte Dipper. —Escucho a su mejor amigo. —Tu prometida es fantástica.

—Lo es. —Aseguro y se acomodó en la cama. —Ahora volveré a dormir… Quiero recuperarme para matar a Chiper…

—Un mundo sin Bill Chiper. —William siguió hablando, ignorando al castaño por completo. —Sería una maravilla, ¿no crees?, no más demonios… Fantasmas siempre habrá, pero ningún demonio podrá venir a esta mundo. —Dipper observo a su amigo antes de dormir, por un segundo creyó que los bonitos ojos de William se habían vuelto azules, como el color del fuego infernal de Bill.

 

 

Estaba seguro que el que nevera afuera del cuarto era un indicativo de que la temperatura estaba bajo cero, era un hecho científico comprado… Pero él tenía calor, su camisa descansaba a varios metros en el suelo, no tenía ni idea de donde estaba el saco que le regalo Pacifica y su pantalón se encontraba a la altura de sus rodillas; el sombrero de copa de William descansaba a su izquierda y las manos morenas de su amigo lo hacían gemir.

Con los ojos cerrados y la vista empañada de placer Mason Pines no tenía problemas en decir que se había rendido al deseo carnal que conllevaba a la lujuria. De su boca salían sonidos que no debían ser escuchados por nadie, solo por su esposa, pero ella no estaba ahí… Ni siquiera estaba casado aún; los labios de William recorrían su cuerpo enviando descargas eléctricas por todas partes, sus manos se encontraban trabajando en complacer a Dipper y las palabras sucias que salían con ese acento británico lograban hacer olvidar cualquier regla de decoro. Un acto carnal tan propio de dos, tan secreto y complaciente que caía en el pecado.

Y sin duda el peor de los pecados. Pues Mason estaba comprometido, y sin duda su prometida no era William Chamber, quién en esos momentos lo hacía tocar el cielo solo con el poder sus manos y labios.

Los labios de ambos amigos se encontraron, compartiendo un ósculo prohibido por el los ángeles, complaciente para los demonios. Un ritmo apasionado, secreto pero lleno de sentimientos diferentes que harían arder a cualquiera menos a ellos dos, ellos capaces de sentir y transmitir con sus acciones. William no tuvo reparo en explorar cada parte los labios y cabida bucal de su mejor amigo, era como un juego para él, un juego que tenía que ganar y que el premio eran esos dulces sonidos que el castaño dejaba escapar de sus labios con sumo deleite, sin quejas, dejándose llevar por el contrario.

Se separaron en busca del oxígeno que sus pulmones exigían como pago por dejarlos actuar. William observo los preciosos ojos marrones de su amigo, Dipper se perdió en el tono miel de los de su contrario; se sentían él uno para el otro. Ese era su momento, suyo, y de nadie más.

Un secreto de ellos. Un secreto pecaminoso.

 

 

Abrió los ojos sorprendido y volteo a todos lados; era de noche, y estaba solo. La luna se posaba en lo alto del cielo, Dipper se sentía morir, ¿qué clase de sueño había sido ese?, William era su mejor amigo y él amaba a Pacifica, había luchado tanto por estar con ella, no podía permitirse pensar en nadie más. Miro hacía la ventana y observo la luna, un aullido se escuchó a lo lejos, Dipper se preguntó qué tan tarde era.

Cerro los ojos intentando volver a dormir y sintió su piel arder, como si William siguiera tocándolo. Abrió los ojos de golpe y el sentimiento desapareció, empezaba a entrar en pánico, ¿qué se supone que debía hacer?

—Deberías estar dormido Dipper. —Volteo su mirada y observo a William sentado en la silla al lado de su cama. El castaño estaba seguro de dos cosas: primero, William no estaba ahí cuando despertó, y segundo, nunca escucho la puerta abrirse. —¿O tal vez tus sueños no te dejan descansar?

—¿En qué momento llegaste? —Pregunto ignorando lo dicho por su amigo. Su presencia le daba escalofríos.

—Nunca me fui. —William alzó la mirada, Dipper perdió el aliento. Los ojos miel de Willliam tenían un tono azul eléctrico, brillante y claro.

—Bill. —Murmuró en estado de shock.

—Si… Tardaste mucho en darte cuenta Pino. —El demonio río levantándose de la silla. —¿Sabes que tan molesto es ver cómo te besuqueas con ese rubia? —Empezó a hablar molesto, los mechones rubios de su cabello cambiaron a una tonalidad rojiza. —¡Es imposible!, todo el día tras de ella, todo el tiempo pensando en ella, ya no lo soporto, puedo fingir ser el mejor amigo de un cazador, pudo divertirme jugando con tus sentimientos pero en lo único que piensas a toda hora es en ella… Ni siquiera tu abuelo Stanford fue tan sentimentalmente tonto. —Dipper sintió miedo, William se acercaba a él, lo tomo de la camisa de algodón blanco que llevaba y lo alazo. —Eres insufrible Pino.

Lo siguiente que paso Dipper no estuvo seguro de lo que fue… William, no, Bill estaba sobre él y el sueño parecía volverse real, el demonio lo besaba, le mordía los labios y él no hacía nada para defenderse. Allí donde Bill pusiera sus manos Dipper se sentía arder; el beso fue subiendo de intensidad demandada por el demonio, las manos del castaño se empezaron a mover en busca de su pistola. William le mordía el cuello, la oreja, los labios, los hombros, todo lugar en el cuál pudiera dejar una marca o hacerlo gemir; la mano del castaño sintió algo frío, sin contemplaciones lo tomo y apunto al pecho de quién fue su mejor amigo disparando sin remordimientos.

 

 

El sol brillaba con todo su esplendor sobre el castaño, un par de sombras se pararon enfrente de él: Pacifica, su prometida, y William, su mejor amigo.

—Levántate Pines, ya se acabó el descanso. —Demando la rubia y el castaño obedeció levantándose en el acto.

La cabeza le daba vueltas y nada tenía sentido, miro a William, quién le sonreía divertido. Observo a Pacifica, su prometida tenía el ceño fruncido por haberse quedado dormido en el bosque… Pero había algo que no encajaba, que estaba seguro de que no iba a ahí.

—Vamos Dipper. —La voz de William lo llamo. —Tenemos que prepararnos para casar a Bill Chiper, no se nos puede escapar otra vez.

—Sí. —Contesto de manera automática. Pacifica se fue, dejándolo solo con William, un escalofrío le recorrió la espalda y  volteo a ver a su mejor, en el acto sintió los labios de William sobre los suyos, reclamando pasión y ternura en partes igual; se dejó llevar, como si fuera algo normal entre los dos.

—Odio mentirle a Pacifica. —Comentó William cuando dejo sus labios en paz. —Algún día tendrás que decir la verdad Dipper. —Se burló y siguió a la rubia por el camino de tierra, dejando a Dipper solo sin comprender nada. —Por cierto… Me gusta cuando te pones salvaje. —Comentó a la nada, dejando que sus ojos tomaran su verdadera tonalidad azul. 

Notas finales:

Creo que no tengo nada que decir... Espero no haya quedado tan del asco. 


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