Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dangerous por California Night

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Buenas noches! Aquí voy a dejar un fic que se me ocurrió hace un tiempo y qué mejor que quitármelo de la cabeza escribiéndolo y compartiéndolo con vosotros <3

-          ¡Llego tarde, llego tarde! – Corrí sin cesar a través del enorme y largo pasillo de la Facultad de Derecho, disculpándome con aquellos que impedían mi paso y con los que chocaba levemente debido a mis prisas por llegar a clase. Divisé a unos pocos metros la esquina por la que debía girar y mis piernas aceleraron. Giré rápidamente sin percatarme de las personas que podían venir en mi dirección y choqué violentamente con alguien. Caímos bruscamente y todas mis cosas acabaron en el suelo, su café se vertió sobre mis pantalones y mi ordenador portátil emitió un sonoro ‘crack’.

-          ¿¡Pero qué te pasa!? – Un gran grito se coló violentamente a través de mis oídos. - ¡Lleva más cuidado, joder!

-          Lo siento… - Froté levemente la parte derecha de mi cabeza, donde había recibido un gran golpe por parte de la chica con la que acababa de chocar. Observé que mis pantalones estaban manchados por su café y me maldije por ir con prisas. – Menudo golpe, de verdad que lo siento. – Levanté la vista y un par de ojos verdes enfadados me miraban con desgana y con el ceño fruncido.

-          ¡Me has tirado todo el café! – Agarró el vaso de plástico, ahora vacío, que se encontraba tirado en el suelo y me volvió a mirar de mala gana. - ¡Y los libros!

-          ¡Que ya te he pedido perdón!

-          ¿Y de qué me sirve una disculpa? – Se levantó de repente y siguió recriminando.

-          ¡Es a mí a la que se le ha caído el café encima! – La imité y me levanté, recogiendo al mismo tiempo los libros que habían quedado cerca de mí. - ¡Y ya te he pedido perdón por el golpe, pesada!

-          ¿¡Pesada!? ¿Pero quién te crees, idiota? – Hice caso omiso a sus reproches y recogí los libros que se le habían caído.

-          ¡No tengo tiempo para discutir! ¡Llego tarde! – Puse los libros sobre su pecho, obligándola a que los sujetase. La pelinegra de ojos verdes alzó el ceño, el cual se convirtió posteriormente en una mueca de frustración.

-          ¡No! ¡No pienso dejar que te vayas así como así!

-          ¡Oh, dios! ¡Eres insufrible! – Cogí el portátil que todavía estaba en el suelo y lo acomodé sobre mi brazo derecho junto a los libros. Miré la gran mancha de café sobre mis pantalones y bufé molesta. – Paso de ti, me voy a clase.

-          Eres una imbécil. – La pelinegra pasó por mi lado y me empujó a propósito al pasar. La miré de mala gana y suspiré pesadamente. ¿cuántas veces tenía que disculparme con aquella chica para que me dejase en paz? La vi desaparecer a través del pasillo y me dirigí hacia mi principal destino.

-          Estás hecha un…

-          No digas absolutamente nada.

-          Desastre.

Dejé el ordenador portátil y los libros encima de la mesa, emitiendo un ruido seco, acallándola. Bufé molesta y me senté a su lado, encendiendo el portátil y descubriendo que no respondía.

-          Tus pantalones… - Bajé la pantalla del ordenador portátil de un golpe y la miré con un gesto fulminante. – Y tu ordenador… ¿Pero qué te ha pasado?

-          ¡Que hay días en los que es mejor no levantarse de la cama! – Bufé molesta y me crucé de brazos, agotada. – He venido corriendo porque llegaba tarde y me he chocado con la tía más insufrible de toda la Universidad. Se me ha caído el ordenador, los libros y su café ha acabado en mis pantalones.

-          ¿Y dices que ella es la insufrible? – Apoyó el mentón sobre su mano y me miró con un gesto divertido. – Tú eras la que corría por el pasillo, por lo tanto has sido TÚ la que ha chocado con ella. – Fui a responder pero me acalló. – Y SU café ha acabado en TUS pantalones por TÚ culpa. – Prosiguió. – Y te juro, que si una tía se choca conmigo a las 8 de la mañana por ir con prisas, y me tira mi café…  - Pasó su dedo pulgar por la longitud de su cuello, imitando el gesto de: “está muerta”. – Me la cargo.

-          No me estás ayudando en nada, Brenda. – La miré de mala gana. – ¡A mí se me ha roto el ordenador por el golpe! ¡Y tengo los pantalones mojados de café!

-          ¿Y de quién ha sido la culpa? – Me preguntó y rio ante mis muecas de enfado. – Sólo te digo que te tranquilices, Ems. Si llegas tarde, no pasa nada. ¡Pero no vas por ahí chocando con la gente!

-          No… me toques… las narices.

-          Y bueno, ¿Cómo era aquella chica “insufrible”? – Preguntó divertida, haciendo que me molestase aún más.

-          Insufrible, pesada, idiota.

-          Eso me ha quedado claro desde el principio. Me refiero a físicamente, tonta.

-          Pelinegra, levemente ondulado hasta la altura del pecho… Ojos verdes muy claros… - Traté de hacer memoria. - ¡Y MUY INSOPORTABLE!

-          Parece una chica que llama la atención. – Atrapó uno de los bolígrafos que se encontraban al lado de sus libros y lo mordió levemente, dubitativa.

-          Es la primera vez que la veo por aquí… Aunque a decir verdad apenas llevamos 2 semanas de clase.

-          Igual es nueva o… simplemente pasaba por aquí.

-          Sí. Pasaba por aquí para chocarse conmigo. ¡Qué casualidad!

-          En realidad has sido tú la que se ha chocado con ella…

-          ¡BRENDA! – Di un golpe seco en la mesa que resonó por todo el aula. Lo que hizo que todos girasen, inclusive el profesor que se encontraba realizando unas anotaciones en la pizarra.

-          ¡Vosotras dos! ¡Si no os interesa la clase, ya sabéis dónde está la puerta!

-          Al final nos  han echado por tu culpa.

-          Eres tú la que no dejaba de picarme.

-          Eres tú la que se irrita muy rápido. – Apretó una de mis mejillas. - ¿Quién es una niña pequeña y se enfada por todo? – Estiró levemente de ambos mofletes hasta que en mi cara se formó una mueca graciosa, la cual todo el mundo miraba cuando pasaba a nuestro lado, evitando carcajear.

-          ¡Deja mis mejillas, pesada! – Agarré sus muñecas y las alejé de mi rostro sonrojado por los leves tirones de Brenda.  

-          Que sí, quejica. – Rodeó mi brazo con los suyos y apoyó su cabeza sobre mi hombro mientras caminábamos. - ¿Quieres ir a comer algo?

-          Claro… - Una vibración en el bolsillo trasero de mi pantalón me hizo parar en seco para atrapar el teléfono móvil entre mis dedos. - ¿Sí?

 

 

-          ¡EMMA! ¡NECESITO QUE ME HAGAS UN FAVOR! ¡ES CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE!

-          ¡Tranquilízate, Abi! ¿Qué pasa?

-          ¡Necesito que me traigas unos papeles! ¡Tengo que entregarlos en una hora!

-          ¿En una hora? ¿Y por qué no vas tú?

-          ¿Crees que si pudiese ir yo misma, te habría molestado a ti?

-          ¿Dónde están esos papeles?

-          ¡Gracias, tía! ¡Sabía que no me ibas a fallar! Los papeles están encima de mi escritorio… son unas láminas blancas con trazos de color azul.

-          Entendido. Te lo llevaré enseguida.

-          ¡Te debo una muy gorda!

-          Limpiarás el baño durante una semana. Sin excepción.

-          Esto… ¡Ag! ¡Está bien! ¡Tienes que traérmelos al aula número 15, en la 2º planta! ¡Por favor no me falles!

-          En seguida estoy allí, ¡Desesperada! – Volví a meter mi móvil en el bolsillo del pantalón.

 

-          Abi necesita que le lleve unos papeles que se le ha olvidado en el apartamento… ¿Vamos a llevárselos y después a comer algo?

-          Siempre se le olvida algo, ¿eh? – Asentí con un suspiro.

-          Y siempre estoy yo para salvarle el culo. – Cerré los ojos levemente y bufé.

-          Tiene un culo muy mono.

-          ¡Brenda!

-          ¡Es verdad! ¡Disculpa que tenga ojos y sepa apreciar la belleza de su trasero!

-          ¡Pero…!

-          No te pongas celosa, que el tuyo también está muy bien. – ME dio un leve pellizco en el trasero. – Se nota que haces ejercicio.

-          Oh, hablando del ejercicio… ¿Qué pasó con aquella chica?

-          ¿Qué… chica?

-          ¡Tu compañera de equipo!

-          Ah… ¿Dafne? – Asintió. – Pues… no sé, ¿Qué debería pasar?

-          ¿No te has dado cuenta de cómo te mira cuando entrenáis?

-          Pues no. – Negué. – Cuando entreno solo estoy pendiente el balón…

-          ¡Tú y tu pasión por el balonmano! – Suspiró pesadamente. – Ese deporte te anula totalmente.

-          Cómo se nota que tú y el deporte no… - Junté mis índices y los separé. – No os lleváis bien.

-          Me da alergia. ¿Algún problema?

-          Ninguno, ninguno.

 

Salimos de la Facultad Derecho, encontrándonos con una gran extensión de césped y árboles donde las personas se sentaban a tomar el sol, escuchar música, pasar un buen rato de relax con los amigos… Algunos paseaban por los pequeños caminos que conectaban las Facultades entre sí y otros practicaban footing a la par que otras personas se dirigían hacia clase. Tras el camino principal había una gran fuente en la que habitaban pequeños patitos que paseaban con libertad por el campus, del mismo modo que paseaban algunos gatos, algunas ardillas que bajaban de los árboles del mismo campus universitario y algunos pajaritos que se acercaban a picotear las pequeñas migas de galletas que los estudiantes dejaban cuando las comían. En el extremo del campus universitario se encontraban las pistas de tenis, las de fútbol, las de hockey hierba y las de balonmano, que era donde yo entrenaba con mi equipo desde hace poco, ya que las clases apenas habían comenzado hace dos semanas.  El gimnasio universitario se encontraba detrás de la pista de baloncesto, y en él se encontraba la piscina, un amplio gimnasio equipado con todas las máquinas necesarias para ejercitar cada parte del cuerpo y una gran pista de fútbol sala, que se encontraba al lado de la pista de vóley y de baloncesto.

Tras pasar todas las instalaciones deportivas, salimos del campus por la parte de la derecha, llegando a un gran complejo de apartamentos donde residían algunos de los estudiantes de la universidad. Cada apartamento tenía cabida para 4 personas, constaban de cuatro habitaciones, dos baños, una cocina equipada con los electrodomésticos más innovadores y un gran salón-comedor que daba paso a una pequeña terraza que era ideal para tomar el sol y pasar algún que otro rato con los amigos.

Abrí la puerta del apartamento, que daba al gran salón-comedor, el cual estaba adornado con 2 grandes sofás revestidos de cuero, una mesa de madera maciza al centro sobre una alfombra que recubría toda la habitación, la cual invitaba a descalzarte y pasear libremente por ella. La gran tele de plasma reinaba en una de las paredes del salón y había un pequeño rinconcito de lectura muy acogedor.

-          Espera aquí, iré en un momento a la habitación de Abi. – Brenda asintió y se dejó caer en el gran sofá de 4 plazas. Me dirigí hacia las escaleras y subí por ellas hasta llegar a la primera habitación. No sin antes entrar a mi cuarto a cambiarme los pantalones que aún estaban empapados en el café de aquella chica.

-          ¡Joder, esta Abi siempre tiene la habitación tan desordenada! – Fui directamente hacia el escritorio tras esquivar montones de ropa y algún que otro zapato esparcido por el suelo de la habitación, cogí los papeles que me había indicado anteriormente por teléfono y los guardé en la primera carpeta que encontré enterrada entre un montón de sujetadores.

-          Con que este es el cuarto de Abi… Joder, no era mentira cuando decías que era desordenada. – Brenda se puso a mi lado, agarrando unas braguitas que colgaban de la silla del escritorio. – Tiene buen gusto… - Las estiró levemente, mostrando el encaje de aquellas braguitas negas, bastante seductoras, la verdad.

-          ¿Quieres dejar eso? O acaso quieres llevártelas y… hacer uno de esos fetiches raros que… - Tiró la prenda hacia mi cara, lo cual me hizo callar al instante y reí. - ¡Que es broma, idiota!

-          Imbécil. Vamos a llevarle esos papeles a Abi, que se nos hará tarde. – Asentí y salimos de la habitación de Abi, dirigiéndonos hacia las escaleras para bajar hasta el recibidor. Cogí las llaves del pequeño mueble de la entrada y cerré la puerta del apartamento tras de mí.

-          ¿Dónde está su Facultad? – Preguntó Brenda con el índice sobre sus dedos. - ¿Estudiaba arquitectura, no?

-          Sí. – Asentí. – Y si no me equivoco, está junto a la Facultad de Medicina.

-          Entonces es mejor que vayamos por el camino de la izquierda, tardaremos mucho menos que si vamos por el camino por el que hemos venido.

-          Démonos prisa o no llegaremos a la hora que nos ha dicho Abi. – Suspiré. – Y créeme, que no quieres ver a esa rubia enfadada…

 

-          ¡Joder, menudo edificio! – Exclamó Brenda antes de entrar a la Facultad de Arquitectura. El edificio tenía aspecto contemporáneo, totalmente acristalado y con formas geométricas que hacían que el edificio pareciese del futuro.

-          Se nota que es Arquitectura… Es… impresionante.

-          ¿Dónde ha dicho que tenemos que ir?

-          Aula 15, 2º planta… - Nos dirigimos hacia el interior para ver un enorme y amplio pasillo con losas de cristal, a cuyos lados se encontraban escaleras de aspecto futurista que guiaban hacia los pisos superiores. Subimos por ella y tratamos de buscar el aula que Abi nos había dicho, la cual se encontraba al lado de otra aula llamada “Salón de proyectos”. Nos asomamos por el pequeño cristal que la puerta poseía y echamos un vistazo hacia el interior, observando que no había mucha gente, por lo que decidimos entrar.

-          ¡Por fin! ¡La clase está a punto de empezar! – La rubia se me acercó por la espalda colgándose de mi brazo. - ¿Me lo has traído? – Observó la carpeta de color azul que tenía en la otra mano y su sonrisa se amplió. - ¡Dios, gracias Emma! ¡Gracias! – Llenó mi mejilla de besos y sonreí levemente por la felicidad de mi compañera de apartamento y amiga.

-          ¡De nada, de nada! ¡Pero no te olvides de limpiar el baño!

-          ¡Ay, que sí! – Atrapó al carpeta entre sus manos y se dio media vuelta para hablar con alguien. - ¿Ves cómo sí las iba a tener a tiempo?

-          La próxima vez no tendrás tanta suerte, ¡Intenta no dejar las cosas importantes en casa, Abi! – Una voz que me resultaba bastante familiar se coló por mis oídos, haciéndome girar.

-          ¡No puede ser! – Dijimos las dos a la vez. Su cabello pelinegro, con leves ondulaciones hasta su pecho, sus grandes ojos verdes y sonrisa de superioridad enmarcada en unos carnosos labios. Era ella.

-          ¡No me digas que ha sido Emma la que ha chocado contigo esta mañana! – Exclamó Abi entre carcajadas. – Y no me digas que… ¡Ha sido Sam la que te ha tirado el café!

-          ¿La conoces? – Dijimos al unísono señalándonos recíprocamente. - ¡Es insufrible!

-          ¡Oh, vamos! ¡Ha sido un accidente! – Intervino Abi, cogiéndonos a ambas de los hombros. - ¡Tenéis que hacer las paces, va!

-          Ni de coña. – Respondió la pelinegra de mala gana.

-          Ni en tus mejores sueños.- Alegue sin mirarla a la cara siquiera.

-          ¡Tengo una idea! – Exclamó Brenda, uniéndose a la situación. – Esta noche hay una fiesta de bienvenida universitaria… ¿Por qué no vamos y tratáis de conoceros mejor y hacer las paces? ¡So petardas!

-          ¿Qué dices, Sam? – Inquirió Abi a la pelinegra, que se encontraba con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

-          Acepto lo de la fiesta. – Dijo de manera simple. – Lo otro… ya veremos. – Me miró de manera vacilante y endurecí mi gesto.

-          Iré a la fiesta. – Crucé mis brazos y la miré de manera fulminante. – Lo otro, ni en broma.

Notas finales:

Cualquier crítica es súper bienvenida chic@s, nos leemos pronto <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).