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Ellos Nunca Sabrán por SrMomo

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Notas del fanfic:




? One-Shot.
? Temas sensibles.
? Referencias sexuales.
? No termina bien.
? Historia creada totalmente a base de mi imaginación, cualquier parecido con otra obra es pura coincidencia.

Notas del capitulo:

Disfruten la obra, no apta para sensibles.

Capítulo único.

 

Jimin miraba hacia el suelo sin prestar atención a realmente nada en absoluto, veía como sus pies se movían dando pasos lentos y vagos, dirigiéndolos a su menudo cuerpo y su aparentemente nublada razón a algún lugar al que estaba dictado a ir. No pensaba en nada, ni siquiera una imagen pasaba por su cabeza. Estaba en un completo trance, una nube oscura que no le daban paso a sus pensamientos.

O, bueno, tal vez y sólo tal vez, no quería pensar.

Mordió su labio inferior como hacía las primeras veces que se hallaba a sí mismo en esa situación, que simplemente comenzó a hacerse costumbre desde meses atrás. La verdad no quería dar mérito al tiempo que con sólo el recuerdo le clavaba un cuchillo en su corazón, palpitante de angustia.

Sacó sus llaves y abrió con paciencia la puerta de lo que reconocía como su hogar.

Con pasos desalentados y siempre calmados, sin prisa, se coló en aquel salón rebosante de elegancia en el que vivía.

Dejó como siempre su chaqueta de cuero en el perchero de la entrada junto a sus zapatos. Caminó sacando su celular de su bolsillo, la pantalla dejaba ver claramente un grande 04:26 a.m.

Siempre llegaba a esa hora, varias veces se encontraba mirando ese mismo minuto en esa misma hora. Y como tantas veces, el lugar en donde vivía se encontraba solo.

Al llegar a su habitación se tiró en su cama, planteándose si de verdad vivía un deja-vú. O, quizás, estaba viviendo una pesadilla.
Siempre cabía la gran opción de que había tenido un accidente, quedado en coma y que todo era una ilusión.

Y si estaba muerto, deseaba estar vivo.

Pero sabía que no era así. No estaba muerto, no había quedado en coma y definitivamente no vivía un deja-vú. Todo lo que estaba pasando no era culpa de él, o eso era lo que creía.

Jimin conocía la raíz de su problema, sabía que todo comenzó cuando empezó a crecer. Todo iba bien con su vida; tenía amigos, dinero, educación, y los grandes problemas del futuro medianamente cercano no acechaban. Cuando cayó en cuenta que no siempre iba a vivir su vida como la conocía, empezó a preocuparse más de la cuenta.

Dio vueltas y vueltas, entre su cabeza, su corazón y las palabras de sus padres y maestros.

Todas resultaban ser presiones. Para cuando estaba a un año de empezar la universidad, supo que no estaba preparado.

Y fue cuando su vida comenzó a sentirse como un infierno.

En su casa las cálidas conversaciones con su familia y empleados se fueron al rincón de las memorias fallecidas cuando Jimin empezó a estudiar más. Al principio sus padres se sintieron orgullosos por el empeño de su hijo, pero el orgullo se deformó cuando de tanto estudiar Jimin ya no tocaba la comida o su almohada.

Jimin no hablaba casi. Siempre se lo encontraba con un montón de libros encima, y murmurando cosas como un muerto viviente mientras escribía en su cuaderno.

Trataron de ayudarlo, pero Jimin simplemente no lo permitió por un tiempo. Perdió la cercanía con sus padres, la amabilidad con los empleados de la casa y a sus amigos.

Estaba solo, entre su cuaderno, un plumón gastado y un libro grueso de física.

Eso ocurrió por un tiempo hasta que Jimin se percató que su abuso no le permitía sacar los dieces que tanto esperaba en sus exámenes. La falta de sueño y la leve desnutrición le estaban cobrando, y simplemente acababa no sabiendo cómo responder a las preguntas y ejercicios del papel. Su mirada se veía confusa y su cabeza no quiso dar para más.

Cuando volvió a tocar su almohada, resignado de que había tomado una decisión equivocada, durmió tantas horas como nunca lo había hecho en su vida. Y días después dejó de ver tanto los libros y se concentró un poco más en sí mismo; notando que de esa manera podía responder mejor a las preguntas de sus exámenes.

Y continuó en ello, siendo dejado por un rato por sus padres.

A medida que fue avanzando de edad a lo largo de su existencia descubrió que la vida era realmente un camino oscuro e impredecible, lleno de trampas y agujeros por donde podías caer con el mínimo despiste. Y una vez dentro de un pozo en ese camino, fuese profundo o no, jamás podrías salir de allí. Y si lo hacías, el recuerdo lo cargarías contigo por siempre.

Jimin había caído en un despiste. Ese despiste tenía nombre.
Y su nombre era Min YoonGi.

Jimin vio al chico de cabello verde cuando uno de sus amigos se lo presentó. El chico tenía un color menta en su cabeza, unos lindos y pequeños ojos rasgados debajo del flequillo y una encantadora sonrisa que combinaba perfectamente con su pálida piel. A Jimin le encantó al instante.

Una cosa llevó a la otra, y poco a poco se fueron conociendo a profundidad. Ambos estudiaban el mismo año pero no en el mismo salón, por esa razón no se conocían. Su relación fue creciendo tan rápido que, en un momento, sin que se diesen cuenta, ya habían acabado en la cama.

Fue una noche de verano en la que compartieron la cama del mayor, donde acabaron después de una noche de fiesta. Unos tragos y los fuertes latidos de sus corazones fueron suficientes para que ambos acabaran yendo a la casa del peliverde. Apenas cerraron las puertas tras de sí, besaron sus bocas impacientes como nunca lo habían hecho. Había tanta química entre sí, que incluso los asustaba.

Esa noche descubrieron algo que quizás no debieron conocer:
A Jimin le encantaba saltar sobre YoonGi, y YoonGi adoraba estar dentro de Jimin.

Sin embargo, a la mañana siguiente ninguno de los dos se arrepintió de lo que habían hecho. De cierta forma estaban conscientes de lo que había sucedido entre ellos, y supieron ver el brillo entre los ojos del otro en cuanto despertaron.

Tenían que repetirlo, y así sucedió.

Tampoco supieron cuándo, pero mínimamente pudieron recordar que pasó una semana desde que se acostaron por primera vez para que lo hiciesen en una segunda oportunidad. Esta vez el alcohol no influyó totalmente en nada, y el encuentro no fue producto de haber ido a una fiesta y haber alborotado sus hormonas en la pista de baile. Para nada.

Jimin fue bastante directo y casi cínico al preguntar a YoonGi si podían repetirlo esa noche de sábado. YoonGi aceptó, y no dieron más palabras hasta que la noche llegó y Jimin tocó la puerta de la casa del mayor.

Poco a poco las visitas de Jimin a casa de YoonGi –a veces lo hacían en casa del menor- fueron volviéndose constantes, llegando a ser diarias. La mayoría de las noches compartían una noche caliente cuerpo con cuerpo, y otras simplemente veían una película o jugaban a los videojuegos toda la noche con caricias cargadas de algo que no sabían identificar, pero que les gustaba porque les hacía sentir un cosquilleo agradable.

Las noches más oscuras eran en las que Jimin llegaba llorando a casa de YoonGi, muy tocado por las palabras duras de su padre al ver que su hijo no llegaba a casa por las noches. Entonces YoonGi consolaba al menor, dándole caricias suaves y repartiendo besos por el cabello naranja del más bajo.

No sabían qué eran exactamente, pero sabían con claridad que de alguna forma esa relación que conservaban con cariño acabaría.

Para bien, o para mal.

Jimin descubrió que definitivamente se trataría de la segunda cuando recibió la noticia de que iría a estudiar al extranjero. Al parecer a su padre no le gustaba la idea de un Jimin tan rebelde y distante en los últimos meses, y ya era otoño para cuando el pelinaranja volvió con su corazón en un puño a casa de YoonGi.

No le había dado explicaciones a nadie sobre lo que hacía en cuanto se marchaba en el anochecer, cuando dejaba sus cosas y deberes listos para el día siguiente antes de marcharse a lo que sólo él y YoonGi sabían. Tampoco tenía interés en dar explicaciones.

Sólo él y YoonGi sabrían.

Y cuando el mayor abrió la puerta para recibirlo, como ya era costumbre, Jimin se echó en sus brazos antes de iniciar un beso apasionado, logrando así olvidar las gordas lágrimas que llegarían a desbordar sus ojos en cuanto tuviera que contarle al mayor la horrenda realidad.

La noche fue placentera, y para los dos fue una de las mejores.

Jimin olvidó que la relación –aún desconocida- que mantenían pronto sería cortada para siempre, mientras era consumido por los labios suaves y ansiosos que amaban recorrer su piel.

Jimin olvidó que existía una realidad, y la evadió siempre mientras estuvo con el peliverde por alguna razón desconocida.

 

Y supo que no debió haber hecho eso en cuanto vio que el día de tomar el vuelo hacia Japón estaba a tan sólo una semana.

Estar en casa era como estar muerto en vida, no tenía emociones en absoluto incluso cuando reía por algún chiste de alguno de los empleados. Su relación con sus padres no era la misma, estaba rota. Su vida escolar no era mejor, había perdido a sus amigos cuando se concentró demasiado en sus estudios, y para cuando volvió a la normalidad, ya no era lo mismo.

Sólo era auténtico cuando estaba con YoonGi, quien lo hacía llorar de la risa y no de dolor; como su familia.
Quien lo acompañó incluso cuando estaba destrozado o con humor de perros, y no lo abandonó en ningún momento; como los que solían ser sus amigos.

Quien le hacía sentir sensaciones diferentes a las que había sentido, incluso con un pequeño roce, una palabra, un beso o una noche fogosa. Ese despiste que comenzaba a hacerle daño, pero que a su vez le hacía bien la mayoría de las veces, era YoonGi.

Jimin no se imaginaba una nueva vida sin las palabras de YoonGi, sus sonrisas o su cuerpo. Ni siquiera podía recordar lo que solía hacer por las noches cuando no conocía a YoonGi.
¿Dormir? Eso era lo que menos podía hacer mientras se encontraba sudado y gimiendo sin control debajo el mayor.

Después de que compartieron su primer beso, en la fiesta de la misma noche en la que se acostaron por primera vez, se encadenó entre sí en un lazo que sería demasiado difícil de cortar.

Ambos sentían una conexión única que no podían explicar, pero que no hacía falta hacerlo cuando lo entendían al verse a los ojos mientras respiraban agitados después del sexo.

Y para cuando llegó la última noche de Jimin en Corea, éste se había arrepentido por haber esperado tanto para explicarle su situación al mayor, y sabía que se enojaría con él por no hablarle de eso antes. Y es que, ¿Quién se atrevería a hacerlo?

Él estaba asustado.
Tenía miedo de cada palabra de sus padres, pánico a ser un fracasado, terror de no sentir a YoonGi cerca.

En sus peores pesadillas podía verse a sí mismo sufriendo por el contacto con YoonGi, en un país extranjero, estudiando algo que no le gustaba y preparándose para trabajar por una vida que no pidió.

Y para cuando YoonGi vio la mirada seria de Jimin al abrir la puerta de su casa, comprendió que algo grave sucedía.

Sí, supo que algo grande sucedía en cuanto Jimin pronunció con todo el dolor del mundo:

—Esta será la última noche en la que nos veamos, YoonGi.

 

***

 

YoonGi estaba desesperado y exigía respuestas a Jimin una y otra vez, un brillo distinto reluciendo en sus ojos mientras evitaba su mirada.

El peliverde recibió una abreviada explicación y la culpa lo invadió. Si todo esto no hubiese pasado, Jimin no habría tenido que abandonar Corea, ¿Verdad?

Jimin agregó, evitando el llanto, que era una de las mejores instituciones de Japón y que su padre lo mandaría a estudiar allí para cortar los malos pasos que, según él, estaba dando.

Jimin no podía explicarle a su padre que todas las noches iba a casa de otro chico para acostarse con él, así que tenía que andar con la imagen equivocada que su padre le estaba poniendo encima. No lo culpaba, si él no fuese tan cobarde para explicar sus acciones o si tan sólo hiciese un mínimo esfuerzo por cambiar las cosas… todo hubiese sido diferente.

Pero, ¿Acaso tenía que hacer algo para cambiarlo?

¿O simplemente debía dejarlo como estaba, que todo sucediera como los demás quisiesen, sólo porque creía que era lo mejor para ambos?

Pero, ¿Qué era exactamente lo mejor para ambos?

Por eso cuando luego de un beso que estuvo tan cargado de cariño, unas caricias desesperadas y una extensa conexión de miradas las palabras salieron por sí solas:

—No importa lo que pase o no, yo siempre te amaré.

 

Los brazos de YoonGi eran su verdadero hogar, y ya no estarían para él en cuanto necesitase consuelo en los días duros.

La mañana siguiente lo comprendió. Él realmente estaba enamorado y sabía que era correspondido con igual o mayor intensidad. Mientras compartían caricias también caían lágrimas silenciosas, desbordando de sus ojos ragados sin que se dieran cuenta.

Nadie nunca sabrá el dolor que sentían cada vez que los minutos no se detenían. Los torturaban lentamente.

YoonGi sabía que no podía hacer nada, conocía el temperamento del padre de Jimin y ya había intentado defender al menor de las cosas que el señor le decía. La situación no mejoró en casa de Jimin, y supo que si trataba de hacer algo, sólo lo iba a empeorar.

Así que, volviendo al mismo punto.

Jimin había tomado sus maletas en la mañana, luego de salir de casa de YoonGi mientras éste aún dormía. Le había propinado un beso en la mejilla luego de ver a su ángel dormir.

En el taxi tuvo suficiente tiempo para pensar en las lágrimas secas que podía ver en el rostro de YoonGi.

Se odió por causarle tanto daño, pero deseó que supiera seguir adelante sin él.

Era algo que Jimin no sabía hacer: seguir adelante.

Su vida no tenía un control aparente, lo había perdido todo. Sus emociones ya estaban perdidas y el derecho de sus decisiones también. Por ello, decidió que era buena idea quitarse la vida antes que perderlo a él.

Jimin maldijo por última vez el maltrato de su padre, a la ignorancia de su madre y a las personas que no lucharon por él. Y para quien luchó por él, le tocó lo peor.

Por eso, no dudó en bajarse del taxi en la mitad de un puente de camino al aeropuerto. Abandonó sus maletas y con pasos pesados y lágrimas nublándole la vista se aproximó a uno de los bordes.

En su mente sólo existía un gran lamentar y su corazón no podía doler más. ¿Qué sentido tenía seguir? Jimin no quería hacerlo, quien le había enseñado a hacerlo ya no estaría con él.

Jimin y YoonGi sabían que no iba a regresar más nunca a Corea.

No dudó en lanzarse al precipicio a pesar de los gritos de las personas que veían la escena, pensando en lo feliz que había sido en los últimos tiempos gracias a una persona.

Y en su mente se repetía una respuesta que había recibido. Esa respuesta le ocasionaba una sonrisa; y sonriendo, se perdió en la oscuridad, sintiendo el aire y la adrenalina jugar con su cuerpo antes de dejar de existir.

 

—Yo también te amaré por siempre, Jiminnie.

Notas finales:

Pueden encontrar este One-shot en Wattpad


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